Cuarenta y nueve
La noche de Franco había roto el medidor de aburrimiento. No solo no conocía los nominados, los programas que competían por el premio, sino que estaba sentado junto a los representantes de las demás compañías que patrocinaban el evento, y... Hablando mal y pronto, la conversación rondaba en ponerla sobre la mesa, para ver quién la tenía más grande.
Agradeció que sus compañeros comensales no lo contaban en la competencia, pues todos estaban fuera de Wall Street.
Aprovechando el distanciamiento prudencial entre todos los presentes en la mesa, sacó su celular y comenzó a jugar Triviador, un juego de preguntas y respuestas de cultura tipo TEG que le permitía poner cara de concentración, y simular frente al resto que estaba atendiendo asuntos de negocio, como si fuera Bruno. Cada tanto levantaba la vista con disimulo para ver en qué andaba Evangelina, sentada justo en línea recta, pero en ninguna de las oportunidades la vio siquiera levantar la comisura de sus labios. Cuando la vio jugar con el tenedor en su plato de comida, cabizbaja, mientras su esposo no hacía más que ser el centro de atención en su mesa, consultó la grilla de nominaciones para ver cuánto faltaba para las dos de Daniel. Tenía algo de tiempo, no dudó en abrir WhatsApp.
Andá al baño. ✓✓
Evangelina leyó el mensaje y lo observó inexpresiva.
No puedo, ya falta poco para la terna de Dani. No me perdonaría nunca que no esté acá en ese momento. ✓✓
Bufó. Escribió de nuevo.
Falta como media hora, Evi. Los patrocinadores tenemos el detalle de las ternas, para saber cuándo salen nuestras publicidades. No puedo verte más así. ✓✓
Ella le devolvió la mirada, algo consternada. Franco no quiso dar más vueltas, se levantó simulando una llamada entrante en su celular silenciado, y salió del salón con una mano en el bolsillo y la otra sosteniendo el teléfono en la oreja. Fue hasta el área de servicios y esperó contra la pared. Evangelina llegó minutos después a su encuentro.
—¿Qué pasó? ¿Qué tengo? —preguntó preocupada.
—¿Todo bien, Evi?
—¿Por qué? Fra... —Se detuvo al darse cuenta de su fallido—. Bruno, estoy bien, solo un poco aburrida. ¿De qué voy a conversar con los periodistas? ¿De la cantidad de clientes que van a La Escondida?
Franco resopló frustrado.
—Eva, por Dios. Trabajás conmigo que no es moco de pavo, ¿no te parece un punto de conversación interesante?
—Se nota que no leíste el contrato que te firmé la vez pasada —protestó en un susurro, elevando la cabeza mientras se llevaba las manos a la cintura—. Me asusta saber que ni vos sabés lo que me hiciste firmar.
—Eso ya lo sé, Eva... —resopló—. No digo que des detalles de lo que estamos haciendo, pero podrías chapear con eso, que te contraté como analista de producto y mi mano derecha.
—Es que no me interesa... —Franco abrió los ojos, sorprendido—. No me refiero al trabajo, sino al hecho de demostrar quién la tiene más grande en la mesa.
Franco soltó una sonora carcajada, que frenó cuando notó que no estaban solos.
—La concha de la lora... —rezongó entre risas—. Somos iguales, la puta madre...
Siguió riendo un poco más, mientras Evangelina no entendía qué le hacía tanta gracia. Se explicó:
—Es que en mi mesa pasa lo mismo con los demás patrocinadores, solo que... Yo tampoco tengo tela para participar.
—¿Me estás jodiendo? —soltó con una risa.
—El detalle es que yo facturo lo mismo que todos ellos juntos, y además Bruno se hizo su fama de cínico, entonces ya ni se molestan en medirse con él.
—Ah...
Y silencio. Momento de ir al grano para Franco, no tenían mucho tiempo.
—Evi... Entiendo tu punto pero no te creo que sea por eso. Sos una mujer que donde llega siempre hace buenas migas con desconocidos, y encima esta gente no es desconocida para vos. Entonces, ¿por qué la carita triste?
Bajó la cabeza y se llevó un mechón de cabello tras la oreja.
—Es complicado, y no es ni el momento ni el lugar para hablarlo.
No podía confesarle que había escuchado su pequeña discusión con Daniel, pero tampoco quería quedarse callado. Buscó la mejor manera de darle una palabra de aliento.
—Evi, vos valés mucho más que todos los periodistas que están en esa mesa, y perdoname la sinceridad, pero tu marido también está incluido. No sos menos que ninguno, todo lo contrario. Dentro de un par de meses te van a envidiar, y hasta ese productor que tanto insiste en exponerte frente a una cámara, como una cara bonita que repite el clima que le bajan los meteorólogos en una hoja, se va a sentir estúpido por haberte ofrecido ese trabajo.
—No me gusta que hables así de Daniel, Bruno. —Había gente alrededor, y tenía que sostener el personaje—. Él no es así, al contrario, fue uno de los que me anticipó que Franco me iba a contratar, porque confiaba en mis capacidades, y hasta me incentivó a que acepte la oferta.
Quería discutirle, decirle que en esos minutos que charlaron en la entrada lo había notado molesto con su presencia, y eso que supuestamente era Bruno. Pero ella lo dijo perfectamente: no era el momento ni el lugar.
—Perdón, Evi. Realmente parece que estoy poseído por Bruno y su cinismo. —Evangelina sonrió mientras se cruzaba de brazos y bajaba la cabeza—. No quise ser imprudente, y me alegra que Daniel te apoye en tu decisión porque vamos a hacer cosas maravillosas. Así que mejor que empieces a prepararte mentalmente para estar expuesta, porque cuando el crédito sea tuyo, yo voy a dar un pasito al costado para que puedas recibir solita tus merecidos aplausos.
—Al menos no voy a ser tu adorno.
Lo había dicho. Lo dijo y se retiró, dejándolo solo en el pasillo. Se quedó mirando como caminaba todavía con los brazos cruzados, y antes de girar para abandonar la zona de los sanitarios, le regaló una sonrisa triste.
Quería cagarlo a trompadas. Tenía la esposa más dulce y hermosa el mundo, y la descuidaba por replicar la carrera periodística de su padre. En su mente merecía que se la robara con las técnicas más sucias, pero iba a ser inteligente, la mejor manera seguía siendo lograr que Evangelina se enamorara de él, cuando ella sola comenzara a descubrir que él la valoraba más como mujer, potenciando su carrera profesional.
Quería liberar la mujer empoderada que Evangelina reprimía.
Aguardó algunos minutos antes de volver a su lugar para que nadie sospechara que se habían reunido en los pasillos de los sanitarios. No tenía nada de malo, pero no quería armar un escándalo innecesario en la prensa rosa, siendo él Bruno, y estando Daniel en la ceremonia. Apenas había tocado su comida esa noche, y su hambre terminó por desaparecer cuando finalmente se anunció la primera terna que involucraba a Daniel, la de mejor noticiero.
Perdió la partida de Triviador cuando se quedó hipnotizado viendo cómo Evangelina besaba en la boca a su esposo, antes de subir al escenario con sus compañeros para recibir el premio. Había quedado sola en la mesa, y no paraba de festejar desde su lugar. Jamás en su vida había sentido el corazón roto como un dolor físico, una opresión en el pecho y un temblor que lo atribuía a la rabia de ver a la mujer que creía amar con otro. Cambió la cara cuando Evangelina le regaló una enorme sonrisa desde su lugar, feliz por su esposo. Gesto al que no respondió, porque no lo sentía, y porque sentado en esa mesa era Bruno. Solo asintió con la cabeza, como diciendo «sí, ya lo vi».
Pero lo peor vino cuando llegó la otra terna a la que Daniel estaba nominado: programa deportivo. Estatuilla que también ganó, motivo por el cual Evangelina rompió en llanto, emocionada desde su lugar.
¿Algo peor que eso?
—Para cerrar, quiero dedicarle este premio a dos personas. A mi papá, que me guía desde el cielo mientras intento seguir sus pasos, y al amor de mi vida, la mujer que en parte es responsable de este premio por alentarme a ser cada día un mejor periodista. Evi, te amo, y esto también es tuyo.
No quiso mirar más. Abrió el juego y siguió perdiendo partidas hasta que el evento llegó a su fin. De camino a la salida iba dejando saludos cordiales, y cuando estaba por retirarse, fue interceptado por una de las organizadoras.
—Señor Antoine, ¿no viene a la fiesta?
—¿Qué fiesta? —preguntó sin levantar la vista de su teléfono.
—¿Cómo qué fiesta? La que organizó usted como sponsor para celebrar a los ganadores.
Sonrió, sarcástico. Estaba pensando una excusa para volver a su casa a quitarse la imagen mental de Evangelina besándose con Daniel, hasta que los vio entrar al salón en donde se oficiaría la fiesta, en el mismo predio.
No iba a dejar pasar la oportunidad, era hora de sacar al Bruno socialmente activo.
—Cierto... —soltó, sosteniendo la misma sonrisa sarcástica—. Un minuto, ya voy para allá.
Tomó su teléfono para llamar a Ismael y consultar cómo se encontraba Bruno, pero no lo atendió. Era tarde, casi la una de la mañana, así que supuso que ya estaría dormido en su habitación. Le envió un mensaje de WhatsApp y fue directo al salón en donde la música ya sonaba estridente.
Si conocía a Evangelina como creía, estaba seguro de que iba a agradecer su presencia en esa fiesta.
Les cuento una boludez graciosa con la canción de este capítulo. El año pasado fui a ver a Cruzando el Charco al Luna Park, esperando que tocaran esta canción para grabar el video y ponerlo musicalizando este capítulo.
¿Qué hizo la mi ciela que les escribe?
Estuvo toda la canción con el teléfono levantado, pero NUNCA apretó REC. 🙃
Por suerte, dos meses después y para sorpresa de todos, CEC sacó el disco en vivo de esa noche, y por eso les puedo traer la versión que escuché yo. No está el video cortado, pero acá está el recital completo, y se los mapee en el 32:26. Si le dan click, sale con fritas. Si no funciona, busquen ese minuto.
Les dejo la versión de estudio si quieren escuchar la letra, porque fue una locura lo que se vivió en el Luna durate esta canción, lo pueden ver en el video de arriba. 💖
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