Cuarenta y cuatro

—Decí algo, Eva, por el amor de Dios.

Evangelina, que todavía estaba arrodillada en el suelo, se sentó contra la baranda del dique con la mirada perdida. Esa duda que la asaltaba cada vez que alguno de sus cercanos le preguntaba si aceptaría una oferta de trabajo con Franco, en caso de concretarse, era más real que nunca. Los pensamientos se agolpaban en su cabeza sin lógica: el ascenso de Daniel, la posibilidad cada vez más cercana de que Isidro deje de administrar La Escondida, esa reconfortante sensación que sintió las veces que trabajó en las oficinas de Chanchi... Todo pujaba por sobresalir, y no podía formular una idea clara de cómo sería su futuro si aceptara esa oferta.

—Tenían razón... —siseó—. Todos tenían razón.

—¿Razón de qué, Evi? ¿Quiénes? —preguntó Franco, tomando asiento junto a ella.

—Daniel y los chicos de La Escondida, todos ellos siempre me preguntaron qué haría si algún día me ofrecías un contrato fijo. Y yo no lo quería creer, porque, ¿qué iba a hacer yo en una empresa como la tuya? —minimizó alzando los hombros—. No tengo estudios universitarios, no sé hacer nada más que manejar una caja.

—Volvés a tirate abajo así, y voy a comprar otro cono solo para ponértelo de sombrero, a ver si así se te refrescan las ideas.

—Pero es verdad, Franco... ¿Qué voy a hacer en tu equipo? Vos sos ingeniero en sistemas, me imagino que los chicos que trabajan con vos también. ¿Me vas a tener todo el tiempo haciendo dibujitos en una hoja de papel como si fuera una nena de cinco años?

—Me calienta que no te des cuenta del potencial que tenés, Evangelina.

—¿A ver? —lo desafió, reacomodándose en su lugar—. ¿Qué potencial tengo?

—Analista de producto, ya te lo dije. No es ficticio ese puesto, y es lo que hiciste todas estas semanas conmigo.

—¿Hacer dibujitos con crayones es ser analista de producto? —insistió, ya a punto de llorar, porque de verdad se sentía frustrada.

—No, Eva. A ver si entendés. —Comenzó a gesticular con las manos, ya que él también se sentía frustrado porque Evangelina no entendía su punto—. Yo puedo tener los mejores programadores del mundo, pero si ninguno conoce el ecosistema de un comercio, cómo gestionan las ventas, qué es útil y qué molesta, mi producto está destinado al fracaso. Fue lo que pasó con los Orson, ¿sabés por qué? —Evangelina negó con la cabeza—. Porque esa porquería la diseñó un programador que ya no está en mi equipo en conjunto con Bruno, que no tiene ni puta idea de tecnología. Quisieron hacer un producto innovador, y terminaron con un diseño horrible, con funcionalidades que no sirven en producción, y encima perdimos credibilidad, porque ya viste que hubo un par de comercios que no quieren la nueva terminal, y les rogamos para que la aceptaran con bonificaciones.

Evangelina bajó la cabeza para ocultar la lágrima que se le había escapado al sentirse ignorante, pero no por no tener estudios, sino porque Franco tenía razón en todo lo que dijo, y ella no lo supo valorar.

—Pero el proyecto ya termina —dijo, con la voz un poco quebrada—, tus terminales ya están casi listas y en cualquier momento salen al mercado de nuevo. ¿Qué voy a hacer yo en tu empresa?

—Eso es lo que llamanos mejora continua, Evi. Esto no va a morir ahí en el POS, la tecnología avanza, la vida está cada vez más digitalizada. Quizás el día de mañana vas a comprar algo al almacén, se te ocurre alguna idea para optimizar algo en el proceso de compra, y sale un nuevo producto. Y no hay nadie mejor que vos para hacer ese trabajo de relevamiento. ¿Estás llorando, Eva?

Franco había visto como sorbía por la nariz, con la palma de la mano.

—Ya te dije que ando cerca de la fecha de menstruación, no me hagas caso.

Poco le importó que alguien los viera en esa situación, la abrazó por los hombros y la atrajo contra su pecho. Besó su cabeza con dulzura, y peinó el cabello rebelde que el viento despeinaba.

—Así sea por las hormonas, verte llorar me rompe, Evi. ¿Seguro que es por eso y no por otra cosa?

Bastaron esas simples palabras para que Evangelina rompa en llanto con ganas. Franco reforzó las caricias en la espalda y los besos en su mollera, para intentar reconfortarla. Comenzaba a dudar de la solidez de su matrimonio, y se sintió miserable cuando descubrió, que, en el fondo, un poco lo alegraba.

—Es que... —esbozó con dificultad por el llanto—. Desde que te conocí, yo también me di cuenta de que me alejé de muchas cosas, sin querer, claro está. ¿Sabés la verdadera razón por la que acepté ayudarte en tu proyecto aquella mañana en La Escondida?

—No, ¿por qué?

—Porque comenzaba a darme cuenta de que estaba aburrida de mi vida. Necesitaba un cambio, y no me sentía segura para hacer un giro de ciento ochenta grados. Ahora que lo pienso, yo también estoy muy sola, Franco. Sé que la vida sigue, en cualquier momento Patricio renuncia para trabajar de lo que está estudiando, Ángel está a nada de renunciar también porque está aburrido como yo, y Alan no es una persona en la que confiaría plenamente. Sacándolos a ellos, ¿qué me queda? Daniel, que últimamente usa el departamento de hotel por su trabajo, y si ahora lo ascienden va a ser peor.

Había mencionado a Daniel, aunque no era el problema principal, sí había algo de lo que sospechaba en su relato.

—Además... —Evangelina se soltó del abrazo para quedar cara a cara con Franco—. Hay algo que los chicos no saben sobre La Escondida y yo sí.

—¿Qué? ¿Es grave?

Negó con la cabeza mientras sonreía con amargura y se limpiaba as lágrimas con el puño del buzo que se escapaba por la manga de su campera de cuero.

—Depende desde qué punto lo mires. Vos te diste cuenta de que Alan no pega una con el restaurante, que si fuera por él, como mínimo lo tira abajo y hace un bar o algo mucho más moderno. Bueno, Isidro no es estúpido, él sabe todo, en parte por mí, y por actitudes que ve en su hijo. La cosa es que... Ese restaurante era de su padre, o sea, el abuelo de Alan. Al morir, le quedó a sus hijos, pero quien se hizo cargo fue Isidro porque su hermana no tenía idea del negocio. Entonces...

—¿O sea que Isidro tiene un hermana, que también es copropietaria de La Escondida?

Evangelina asintió con la cabeza, y Franco ya iba entendiendo por dónde venía el asunto. Continuó.

—Bueno... En vista de que a Alan no le importa el legado de su abuelo, y al primo de él sí, porque por lo que me dijeron estudia administración de hoteles, Isidro va a hacer todo el papelerío para pasarle el restaurante a él, que obviamente lo quiere dejar inmaculado porque a este chico le encanta el estilo antiguo.

—¿Y esto cuando sería?

—Fin de año, a más tardar.

Hicieron un silencio, en el que cada uno procesaba la conversación de distinta manera. Evangelina acariciando la idea de aceptar la propuesta de trabajo en Chanchi, en vista de lo que pasaría con La Escondida, y Franco intentando inventar algo para ayudarla a sobrellevar todo de la mejor manera posible.

—Estoy dispuesto a llevarme a los tres, con tal de que te vengas conmigo —escupió sin pensar.

—Pero no, Franco. Esto va mas allá de no querer dejar a Patricio y Ángel. Acá hay algo que no estás viendo, y es el inmenso cariño que los tres le tenemos a Isidro. ¿Por qué te creés que no nos fuimos cuando queda a la vista que no estamos conformes con el trabajo?

—No importa, ahora, cuando sea... Yo les puedo buscar un lugar en Chanchi. Si después del traspaso de administración se sienten incómodos con el nuevo dueño, yo los recibo en mi empresa, ya después veremos qué hacen ellos. Aunque vos no, Evi... A vos te quiero conmigo ahora, desde el lunes si es posible.

—No puedo, Fran, al menos no ahora. Y te pido por favor, por lo que más quieras, no le cuentes esto a ninguno de los dos. Ya lo hablará Isidro con ellos cuando lo crea conveniente, no es algo que me corresponda decir a mí, ni siquiera como un chisme.

—Tranquila, soy una tumba, además, tampoco me corresponde a mí decirlo. Entonces... ¿Vas a pensar mi propuesta? No quiero una respuesta ahora, en realidad sí —aclaró con gracia—, pero te quiero conmigo, Evi. Por lo que dije antes, podemos hacernos bien entre tanto mal. Puedo ser ese cambio radical en tu vida.

Lo último lo había dicho en otro sentido, pero como se acoplaba perfectamente a la conversación, no tuvo reparos en decirlo. Evangelina asintió con la cabeza.

—Hecho —sentenció, ante la mirada incrédula de Franco.

—¿Hecho... qué?

—Voy a ser tu analista de producto. Pero no ahora —advirtió alzando su dedo índice—, sino en cuanto Isidro blanquee el traspaso de la gerencia del restaurante.

—Evi... Me acabás de hacer el hombre más feliz del mundo. Gracias por entrar en mi vida.

Franco la abrazó nuevamente, y Evangelina se acurrucó en su pecho.

—Gracias a vos también por poner mi mundo patas arriba.

Lo que restó de la tarde anduvieron retirando terminales por San Telmo, y disfrutando la arquitectura urbana en los alrededores de la Plaza de Mayo, como la casa Rosada, el Cabildo, y hasta se pegaron una vuelta en pose infantil por los interiores de Catedral. Franco dejó a Evangelina en su casa a minutitos de las seis de la tarde, y salió disparado a la suya, rogando por tener el estudio libre.

Abrió su computadora, y comenzó a escribir un correo electrónico al área de recursos humanos.

Buen día Mercedes,

Necesito que me hagas un contrato para un nuevo analista de producto. Por el momento será consultor externo, pero a fin de año va a pasar a planta permanente. En el archivo te mando los datos de la nueva empleada, así como los detalles de sueldo, funciones a cumplir, y las herramientas de trabajo que va a necesitar en comodato.

En cuanto lo tengas, porfa, enviamelo. Yo después te lo traigo firmado.

Saludos.

Franco Antoine
Gerente de Desarrollo
CEO

Evangelina lo iba a asesinar.

Ah, datito musical de nuevo: este capítulo y el anterior fueron inspirados por ese temón que dejé en multimedia, de una de mis bandas favoritas: Los Pérez García. Tenía que decirlo, si lo escuchan, se van a dar cuenta de lo que les digo.

Ahora sí...

¡Último capítulo del año! 

*grititos*

Sé que este año arrancaron tarde conmigo, pero no quería dejar de agradecerles por la bancada durante todo este 2023. A pesar de todo fue una año excelente para mí dentro de Wattpad, por todo el amor que le estuvieron dando a la Serie Friendzone, ya sea Onírico, Fortuna, o la presente: Eva.

A todos, un GRACIAS ENOOOORMEEEEE. 💖

Que terminen bonito el año, y ya... ¡Próximo capítulo será el año que viene!
*más grititos de loca desquiciada que hace el viejo de chiste de "no me baño desde el año pasado"* 🤣

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top