Cincuenta
Franco no era el único aburrido esa noche de sábado. Ismael había perdido tanto tiempo buscando una buena película para ver en todos los servicios de streaming que tenían contratados los gemelos que finalmente se rindió y terminó sintonizando la entrega de premios, solo por el morbo de ver a Franco en la piel de su hermano.
Pero también rompió el medidor de aburrimiento.
Con la mirada fija en la gran pantalla de televisión, sin prestar atención a la emisión de la ceremonia, se sintió como un fracasado por estar cuidando a su jefe una noche de sábado. ¿En qué clase de perdedor se había convertido? Y no solo eso, también comenzaba a sentir el peso de la soledad. Si hubiera tenido una pareja no estaría allí cuidando a Bruno mientras veía la gala del Martín Fierro de cable.
Debía encarrilar su vida, aprovechando que tenía un buen trabajo. Pero, ¿por dónde comenzaría si apenas tenía tiempo libre?
Y no era el único con ese sentimiento aquella noche. Bruno había despertado de su siesta, ligeramente mejor porque había vuelto su apetito, y también se sintió como un idiota por no tener un afecto que lo acompañara en su enfermedad. No lo culpaba a Franco, pero comenzaba a abrirse la herida de su último desamor. Entre curioso y memorioso, tomó su celular y buscó el perfil de su ex, le extrañó comprobar que todavía lo seguía, y esa sonrisa pícara se borró al ver sus últimos posteos, donde mostraba con orgullo a su nueva pareja.
No podía seguir así.
Se levantó de la cama, y se internó en el baño dispuesto a darse una ducha que lo ayudara a recuperarse. Ismael no lo escuchó, estaba muy concentrado buscando alguna cita interesante que quisiera compartir la tarde de domingo con él, cuando acabara de cuidar a su jefe. Pasaba y pasaba las fotos, hasta que una en particular llamó su atención. Estaba de lado, pero con la cabeza girada en sentido contrario a la cámara. La luz tampoco ayudaba, solo se veía con claridad la ciudad por la ventana porque era evidente que la habitación estaba a oscuras. Leyó la descripción del perfil.
BA 30
Sé lo que estás pensando y no... No es necesario que veas mi foto, sepas mi nombre ahora, o veas a cuánto estoy de distancia.
Antes de contactarme, deberás aceptar lo siguiente:
✅ No me pasearé de tu mano, ni te mostraré en redes sociales. Sí, sigo en el 🚪.
✅ Soy una máquina de trabajar. Probablemente cancelaré citas, llegaré tarde, cansado, y sin ganas de tener sexo.
✅ A colación de lo anterior, a veces necesito una caricia, un beso, o una palabra de aliento para saber que todo va a estar bien.
En conclusión: no busco un encuentro casual. Busco un amor que sepa ser una pausa en mi caótica vida. Si estás de acuerdo con esto, adelante. Espero tu mensaje.
Más perfecto imposible, era como si él hubiese descripto su situación actual. El match llegó casi al instante, y sin vueltas, le envió un mensaje.
Acepto todo lo que pusiste, y replico. Estoy en tu misma situación. Hola. ✓✓
Arrojó el teléfono sobre el sillón y soltó un largo suspiro. Se puso de pie, dispuesto a buscar algo para cenar en la cocina porque ya era tarde para pedir pizza, y se quedó paralizado al ver a Bruno, bañado y vestido de entrecasa, con su teléfono en la mano.
—Hola —dijo, pálido, alzando el aparato.
Ismael no comprendía el cuadro, hasta que Bruno volteó su celular, dejando ver su perfil de la aplicación de citas en la pantalla del iPhone.
—Bruno... B... A... —dedujo el nombre del perfil al que le había escrito.
Bruno aflojó la postura y soltó una risa.
—¿Pero cómo no me di cuenta? Sos bueno ocultándolo, eh...
—Ahí tenés tu respuesta del motivo por el que me fui de la policía. Como te dije: no maté a nadie, no fui corrupto... Solo soy gay, y creéme que prefería ser una de las primeras dos opciones, al menos hubiera tenido más respeto por parte de mis compañeros.
—¿Y por qué no me lo dijiste aquel día? —le reprochó.
—Porque te vi tan rígido, impoluto, y más después del episodio del correo, que supuse que podías ser...
—¿Homofóbico? —completó, e Ismael asintió—. Guau... Me tranquiliza saber que todavía puedo ocultar mi sexualidad.
—A ver, que yo lo oculte porque soy un don nadie que sufrió mucho a lo largo de toda su vida es normal. ¿Pero vos? Sos un hombre exitoso, todo el mundo besa el suelo que pisás, ¿quién se va a burlar de vos por ser gay?
—Ese es el problema. —Bruno se sentó en el sofá, e Ismael lo siguió—. Soy exitoso y millonario, me llueven mujeres que rechazo con argumentos estúpidos, y los pocos hombres con los que he tenido una relación, a la larga o a la corta terminan mostrando sus verdaderas intenciones. No les gusto, solo se sienten atraídos por mi estilo de vida o lo que puedo darles.
Bruno desbloqueó su teléfono, y le enseñó el mensaje con el que habla acabado su última relación. Ismael leyó con calma, y le devolvió el aparato con una mueca molesta.
—Las ironías de la vida, ¿no? Tenés absolutamente todo, culo veo, culo quiero, y culo compro. A mí me trataste tan para la mierda aquella vez que mojé tu correo, por nada, porque podías volver a comprarte todo, que te sentiste lo suficientemente mal como para ofrecerme este trabajo. Ahora, ¿entendés por qué estás solo, Bruno?
Ismael tenía razón, y Bruno se sintió avergonzado, mucho más que aquel día en que Franco lo había recriminado por conseguir que lo despidieran cuando necesitaba el trabajo.
—Tengo que volver a terapia, lo sé. A veces pienso que es un mecanismo de defensa, otras me odio por no ser normal como Franco, y es por eso que vivo de mal humor.
—¿Normal? ¿Me estás jodiendo, Bruno? ¡No somos anormales, boludo! —gritó exasperado.
—Yo solo repito las palabras de mi madre: «Al menos uno de los dos nos salió normal», le decía siempre a mi papá.
Bruno bajó la cabeza para ocultar sus ojos cristalizados por el recuerdo de aquello que había escuchado gritar a su madre en una discusión con su padre, cuando lo defendía de los crueles ataques de su progenitora. La imagen de él llorando en el regazo de su padre, y Franco adolescente enfrentando a su madre, ganándose una bofetada por haberle dicho basura, afloraba desde sus recuerdos hundidos. Ismael se acercó y levanto su rostro, empujando su mentón con dos dedos.
—La única anormal en todo este asunto es esa señora medieval que te trajo al mundo. No sé cómo estará su relación ahora...
—Murió hace cinco años —agregó antes de que siguiera hablando—, me hubiera gustado restregarle en la cara hasta donde llegó su gemelo de la vergüenza.
—Te está viendo... Desde abajo.
Ambos rieron por el chiste de mal gusto, y se estremecieron al notar que tenían la vista clavada en el otro. Ismael fue el primero en rendirse, bajando la cabeza y tomando un poco de distancia.
—Y ahora que conociste la cara del hombre misterioso... ¿Qué opinás? —deslizó Bruno de manera casual.
—A mí me importa un carajo la apariencia a la hora de buscar pareja, estoy en tu misma situación, solo que en mi caso tengo mucha mierda encima, y no estoy en condiciones de ponerme exquisito con superficialidades. Ya viste cómo soy, y no cualquiera me aguanta.
—Hola.
Ismael lo observó confundido, recargado sobre sus muslos con los brazos y las manos entrelazadas.
—¿Qué? —preguntó, entre fastidiado y resignado por haber sido descubierto por su jefe de la manera más estúpida.
Bruno no lo pensó, se arrimó a Ismael y le cubrió la boca con sus labios. Éste tardó un segundo más en reaccionar, pero le correspondió el beso y lo intensificó. Se separaron evitando el contacto visual.
—Me gustás mucho, Ismael. Y es algo que me acabo de dar cuenta. Ese carácter fuerte, decidido, algo mal hablado... Ahora entiendo por qué no me molesta, es más... Me gusta, me atrae porque sos el opuesto perfecto a mí, y es lo que siempre busco en una pareja.
—Pero sos mi jefe, Bruno. Primero, donde de come no se caga, y segundo, técnicamente romperíamos tu regla de mostrarnos en público, sin contar que estaríamos todo el tiempo juntos —enfatizó lo último—, y a veces esas cosas son perjudiciales para una pareja.
—Nadie tiene por qué saberlo, ni siquiera Franco.
—Pero se va a dar cuenta, es más que tu hermano, es tu gemelo.
—Franco está estupidizado con Evangelina, ¿te creés que se va a dar cuenta? Y el día que lo haga, a él no tengo problema en decírselo. No sé si vos...
—Tu hermano ya lo sabe, se lo confesé esa tarde que me mandaste a espiarlo, le cambié mi secreto por el suyo. De hecho, me acuerdo que me dijo que te hablara sobre mi sexualidad, que me sorprendería de tu reacción —sonrió por inercia—. Ahora entiendo todo.
—Entonces... ¿Qué decís? ¿Me vas a dejar entrar en tu vida de una vez por todas? Ya no tenés que esconderte de mí, al contrario.
Ismael no respondió, solo se abalanzó sobre Bruno y comenzó a besarlo. Cuando la ropa comenzó a molestar, se detuvo.
—Estás ardiendo en fiebre —dijo al deslizar su mano por el pecho de Bruno.
—Me chupa un huevo, es lo que necesito para bajarla.
Bruno le guiñó un ojo, pícaro. Ismael respondió de nuevo besando su boca, pero volvió a detenerse.
—Pero no acá, mejor en tu cama, arropados. Puede hacerte mal estar levantado, necesitás hacer reposo para recuperarte.
—Mejor para mí, tenemos tiempo hasta que vuelva Franco. No le dije de la fiesta que organicé para los ganadores, así que me debe estar puteando porque tiene que quedarse, al menos un buen rato.
Ismael sonrió de lado, mejor no podía haber salido. Se levantaron sin perder tiempo, y dieron rienda suelta a esa pasión que ambos necesitaban para comenzar a encarrilar sus vidas.
¿Se lo esperaban lo de Bruno? Creo que sí... 🙃
Es más, quiero hacer una mención especial a lu1407, porque en el capítulo Cuarenta dejé una pista imperceptible pero evidente de esto. Y se dio cuenta al toque.
A ver si adivinan qué fue. 😛
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