Ciento cuatro
—A descansar —ordenó Evangelina con un dedo en alto, en cuanto se quedaron solos luego de la partida de Bruno e Ismael.
—¡Las pelotas voy a descansar!
Franco subió a Evangelina a horcajadas y comenzó a besarla con desesperación. La llevó hasta el lugar más cercano que encontró, que fue la cocina, y la sentó sobre la barra mientras no le alcanzaban las manos para acariciarla sobre la ropa. Cuando Evangelina comenzó a gemir con tan poco, decidió avanzar un casillero más.
—¿Me dejás ser más egoísta que la última vez? —pidió jadeando sobre su boca.
—¿Podés ser más egoísta?
—Ahora soy tu prometido, y mi egoísmo es ligeramente distinto. Si te sentís incómoda me decís y paro, ¿si?
Evangelina asintió desesperada, y Franco le quitó el jean casi de un tirón. Corrió ligeramente su ropa interior y hundió la cabeza entre sus piernas. Evangelina clavó sus uñas en las manos de él, apoyadas en los muslos de ella, y supo que iba por buen camino.
—Pará, por favor, pará.
Franco se alejó rápidamente, y Evangelina se quitó la ropa interior, se abrió de piernas hasta donde le permitieron las articulaciones, y lo invitó a seguir en su labor. En esa posición no pudo aguantar por mucho tiempo, y se rindió en un rugido que rebotó en todo el departamento.
De inmediato, Franco volvió a su boca, y cuando la alzó para llevarla a la cama Evangelina lo detuvo.
—Me toca a mí, bajame.
—Mi amor, no. No tenés que hacerlo si no querés.
—Nunca lo hice, y quiero hacerlo. Desde el finde pasado que tengo ganas, pero me daba vergüenza. ¿Puedo ser yo la egoísta?
Franco solo se apoyó contra la mesada, y dejó que ella hiciera todo el trabajo. La separó cuando sintió que estaba a punto de explotar.
—Me vas a dar lo que es mío —exigió ella, acariciando su pecho por debajo de la remera para luego quitársela—. Mañana lo resuelvo con una pastilla.
—De ninguna manera.
Franco la volvió a subir a horcajadas y la llevó hasta la habitación, allí se protegió, y luego terminó lo que él mismo había empezado, a medio vestir, así como estaban: ella sin nada debajo, y él con el jean abierto y en cueros, sentados sobre la cama. Permanecieron unidos besándose un largo rato, hasta que fue Franco el que se separó, y luego de buscar la ropa interior de Evangelina, hizo un espacio para charlar de algo que lo inquietaba.
—Evi. Antes de seguir con esto quiero que dejemos algo en claro. Te lo repito de nuevo, quiero que tu maternidad sea planeada. Nada me haría más feliz que tener un hijo con vos, pero este no es el momento —explicó mientras acariciaba su cabello—. Tu divorcio ni siquiera arrancó, y si llegas a quedar embarazada de mí en el medio del proceso, Daniel lo puede usar en tu contra.
—Es cierto eso, y de verdad agradezco que seas la voz de la razón. Jamás me pasó esto de perder la cabeza con tan solo un roce. No sé qué tenés, me desconozco porque nunca me sentí así —confesó entre risas nerviosas.
—Nunca te hicieron sentir así, que es distinto —remarcó, tocando su nariz con dulzura.
—Es la primera vez en mi vida que me hacen sexo oral —dijo, y se cubrió el rostro avergonzada.
—También fue mi primer vez —confesó él, y Evangelina se descubrió el rostro, completamente sorprendida—. Y si no te molesta, mañana quiero cumplir otra fantasía, pero quizás haya que esperar un poco hasta que quede completamente operativa. Igual, es algo que tenía ganas de hacer desde que estuve en Uruguay.
—¿Qué vas a hacer ahora?
Franco se levantó la remera, señaló el piercing del ombligo, y luego sacó la lengua y apuntó con el dedo.
—Estás loco, y me encanta. No solo eso, me enloquece pensar que de a poco te estás convirtiendo en un bad boy.
—Aunque no lo parezca, yo también estaba bastante reprimido en ese aspecto. Quería explorar un mundo en el que Pilar no me acompañaba por pudor, éramos chicos y lo entendí. Después vino el embarazo, y ya sabes cómo terminó todo.
—Estoy en la misma, Daniel se ponía incómodo cuando quería vivir mi sexualidad de diversas formas. Si hacía algo fuera de lo convencional, empezaban las preguntas. Que de dónde lo saqué, en qué película lo vi... Nunca entendió que a las mujeres a veces nos gusta explorar cosas nuevas para no caer en la monotonía.
—Entonces, ¿estamos de acuerdo en que no hay límites? Y en que si uno se siente incómodo, lo va a decir sin tapujos.
—Sí, obvio, mi amor. El próximo mes retomo las pastillas anticonceptivas, porque este mes, con todo lo que paso me olvidé un par. Igual, las tomo hace tantos años que me va a costar embarazarme —aclaró entre risas.
—Vos no a tomar nada —decretó, tomándole el rostro con ambas manos—. Las vas a dejar, así tu cuerpo se va desintoxicando, y yo me voy a cuidar.
Era imposible para Evangelina contener el llanto al escuchar las palabras de Franco, y es que la comparación con Daniel era inevitable. Comenzó a recordar sus micro machismos cuando se rehusaba a protegerse ante descuidos que tenía con la pastilla, o su negativa cuando sugirió dejarlas por los cambios hormonales que padecía.
Porque Daniel no quería tener hijos, pero tampoco colaboraba en la causa.
—Hay una cosa que me inquieta más —comentó Evangelina, secándose las lágrimas—, y es el trabajo. No sé si se verá bien lo nuestro, básicamente seríamos un romance de oficina, el típico cliché del jefe y la empleada.
—Hay un detalle, yo no soy un simple jefe, soy el dueño de la empresa.
—También hay libros de esa temática —agregó graciosa.
—Hay un detalle que está dejando pasar. Gritaste en televisión nacional que me amabas, y que pronto nos íbamos a comprometer. Así que ya lo sabe todo el mundo, Evi.
—Mierda, me había olvidado —recordó, tomándose la cabeza.
—Además, ¿cuál es el problema? Estuve esperando este momento por meses, el de poder gritarle al mundo sin tapujos cuánto te amo.
—Sí, pero para vos es distinto, la que ahora queda como una trepadora soy yo. Y de seguro todo el mundo debe estar sacando cuentas sobre cuánto tiempo llevamos juntos, porque me separé de Daniel hace menos de un mes.
—¿Y qué proponés?
—Seguir como veníamos antes de esto. Además, admito que me encanta esa cosa furtiva de los últimos días, como cuando te acercaste y me contaste los dos besos que nos dimos. Al menos hasta que mi divorcio esté listo, y ahí sí le podemos gritar al mundo que estamos comprometidos.
—Me encanta que te refieras a lo nuestro como un compromiso.
—Porque de verdad quiero pasar el resto de mi vida con vos.
Franco se abalanzó sobre ella y se enredaron en una nueva batalla, tomándose todo el tiempo del mundo para quitarse todos los tabúes que arrastraban de sus relaciones pasadas, hasta que finalmente se quedaron dormidos y enredados.
Se despertaron alrededor de las ocho de la noche, justo para salir a comprar algo para cenar y pasar por la farmacia a reponer más insumos para sus incendios forestales. Y por más que Evangelina intentó detenerlo cuando le robaba besos en el local, terminó rindiéndose para disfrutar el momento. Y es que por los horarios que tenía con Daniel, casi nunca había vivido una situación así de espontánea.
Estaba tan feliz que no podía dejar de reír cuando la cajera de la farmacia paseaba la mirada entre el cliente que le entregaba la tarjeta, que no era más que Franco con rostro serio y apático, la sugestiva compra sobre el mostrador, y a ella, completamente colorada de la risa porque sabía lo que pasaba por la cabeza de la chica. Apenas salieron de local, Franco se aflojó comenzó a reír junto a Evangelina.
—Siempre quise hacer eso, pero nunca tuve alguien que me acompañara. No te asustes, no vamos a usar más nada que los preservativos y comer las golosinas, solo quería poner incómoda a la cajera.
Franco había metido en su canasto todo lo curioso que iba encontrando en la góndola de cuidado sexual, y Evangelina lo dejó porque presentía sus verdaderas intenciones.
Aunque, sincerándose, su cabeza iba expandiendo el nuevo mundo que descubrió a su lado.
—¿Y quién dijo que no podemos usar todo eso que compraste? —le sugirió en un murmuro.
Franco se frenó en seco, y la observó asustado.
—¡Evangelina, por dios! ¿En qué clase de monstruo te convertí? Ahora el que está asustado soy yo.
Evangelina lo abrazó por la cintura mientras seguía completamente tentada, y siguieron caminado de regreso, habían perdido tanto tiempo en la farmacia que todos los locales de comida estaban atestados, por lo que decidieron volver y pedir delivery para no quedar tan expuestos en la calle, teniendo en cuenta que Evangelina todavía era tendencia en Twitter.
Y la bolsa de la farmacia quedó olvidada sobre la mesa ratona del living, porque la novedad era otra: lo perfectos que eran divirtiéndose como dos adolescentes. Cenaron y por primera vez en su corta relación se fueron a dormir con todos los incendios controlados, porque al día siguiente les esperaba un momento crucial.
Volver al trabajo como una pareja.
Aclaro que a partir de acá es donde se justifica la marca de contenido adulto. Pueden salir, o pegarle hasta el final. 🙃🙈
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