P R Ó L O G O
Música: Closer By The Chainsmokers ft. Halsey ♫
Te invito a quedarte y disfrutar de un verano excepcional ♥
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PRÓLOGO
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—Pasarás el verano con tu tía. Sales mañana a primera hora.
Aparto los ojos de mi celular y los clavo en el hombre trajeado que acaba de aparecer al otro lado del salón.
—Lo siento, papá, ¿qué acabas de decir?
—Lo que oíste, ¿o necesitas que te lo escriba en la pizarra?
Me pongo de pie, dejando a medias la confirmación de mi asistencia esta noche a la fiesta de al lado, porque definitivamente esto tiene que ser una maldita broma.
Richard Jackson no puede estar hablándome de volver a ese pueblo como si nada. El pueblo donde pasamos tantos veranos a lo largo de mi infancia y que dejamos de visitar una década atrás por razones que nunca solemos mencionar.
Quisiera preguntarle por qué, y como si me leyera la mente...
—No me hagas preguntas y solo sube hacer las maletas.
—Este es el momento en el que debo echarme a reír, ¿verdad?
—No me ves riendo, ¿verdad?
Cierro los ojos por un segundo, y me limito a respirar.
—No puedes hacerme esto, Richard —la voz me sale en un siseo— Tengo planes para el resto del jodido verano.
—¿Cuáles planes, Oliver? —me devuelve con un gesto de mano—. ¡No haces más que poner en riesgo tu vida y mi reputación en esas malditas carreras, además de desperdiciar mi dinero jugando al póker en la suite presidencial del maldito Hilton!
—¡Eso no es lo único que hago!
—¡Claro! Se me olvidaba agregar a la lista la parte en la que te follas a la hija de mi mejor amigo y amaneces tirado en medio de su jardín con ropa interior y una resaca de los mil demonios.
—¡Eso fue solo una vez! —me defiendo de nuevo—. Y ya te dije que había sido una broma de...
—¡No me interesa, Oliver! —Me apunta con el dedo y da un paso en mi dirección—. Te irás al pueblo y fin de la discusión.
Me trago un gruñido de pura frustración.
—¿Qué demonios se supone que voy a hacer allá durante ocho putas semanas?
—¿Encontrarte a ti mismo, quizás? Lejos de aquí y de la mundana vida que llevas en la ciudad. Me lo agradecerás. Te lo aseguro.
Resoplo ante el inútil intento de embaucarme con esa faceta politiquera suya.
—Agradecerte una mierda, papá. ¡¿Qué de bueno puedo encontrar en ese pueblo baldío después de todo este tiempo?! —Me tiembla la voz al gritar, y deduzco que no es solo por la rabia.
—Cuida tu tono —me advierte entre dientes—. No te estoy enviando a ningún pueblo baldío, Oliver. Ese lugar, como todo, habrá evolucionado ya.
—Sí, seguro que ya pasaron del vinilo al casete —ironizo.
—Además, tu tía está muy feliz de recibirte por la mañana —agrega, ignorándome—. Tendrás la oportunidad de reencontrarte con el Oliver que se pasaba todas las tardes jugando en el bosque tras la propiedad, ¿lo recuerdas?
—No, no lo recuerdo, papá. —Trago saliva al soltar la mentira—. ¿Y sabes por qué? ¡Porque eso fue hace siglos! Ya no soy ese niño.
«Nunca más lo seré».
—Pues sigues comportándote como tal. —Cruza los brazos y yo me echo a reír de pura impotencia.
—No lo entiendo. —Sacudo la cabeza—. Fuiste tú el que se encargó de alejarnos del pueblo. ¿Por qué ahora pretendes que pase mis vacaciones allá como si nada?
—Lo lamento, hijo, pero no tengo por qué darte explicaciones respecto a las decisiones que tomo.
—Sí que tienes. —Se me tensa la mandíbula—. Cuando se trata de mí tienes que darme algo más que una excusa barata.
—Cuando se trata de ti, las explicaciones están de más. Solo tienes que hacer lo que te digo y ya.
Me revuelvo el cabello, desesperado. Juro por dios que si ese hombre no fuera mi padre ya tendría mi puño estampado en la cara.
—¿A qué estás jugando ahora, Richard? —Exhalo, haciendo acopio de toda mi calma—. Dime, ¿esto no es más que otra estrategia política? ¿Necesitas ganar puntos en las encuentras conmigo? «El menor de los Jackson da fe de su inmensurable humildad vacacionando en un pequeño pueblo del estado en lugar de derrochar miles de dólares en las putas Maldivas». —Lo anuncio como si fuera un titular de primera plana—. ¿De eso se trata?
—Te equivocas, Oliver —me dice con actitud imperturbable—. Principalmente porque no te estoy enviando con tu tía para que te conviertas en el foco de la prensa. Todo lo contrario. Nadie puede enterarse que estarás ahí. Así que cero publicaciones en Instagram, Facebook, Twitter, o cualquier otra red social en la que puedas revelar tu ubicación. Serán unas vacaciones discretas. Sin dramas ni problemas.
—¿Vacaciones discretas? —repito, más incrédulo que antes—. Entonces es eso, ¿no? Necesitas alejarme de la prensa porque consideras que mi presencia en la ciudad te está jodiendo la campaña más de lo que ya lo han hecho los rumores que te relacionan con esas serpientes. Crees que la vida que llevo aquí solo sirve para perjudicarte.
—Yo no he dicho eso. —Lo miro, y una sonrisa sínica se apodera de mis labios.
—Créeme, papá, no hace falta. Pero solo escúchame... —intento buscarle una solución a todo esto—. Sé que mi participación en esa última carrera ha dado mucho de que hablar, ¿vale? Pero te juro que no tenía idea de que un jodido periodista se había infiltrado esa noche.
—Eso ya me lo dijiste, pero...
—Deja que lo arregle —lo corto, desesperado—. Deja que me encargue de corregir todo esto, ¿quieres? Puedo hacer que la prensa detenga su maldito acoso. Puedo organizar una gala benéfica para niños con cáncer, donar equipos médicos y comida en los ancianatos, crear una puta fundación para perros callejeros..., ¡lo que sea! Tú solo dime qué quieres que haga y te juro por Dios que lo haré.
En este punto ya estoy dando vueltas como un desquiciado por toda la estancia. Podría decir que mi rechazo ante la idea de irme se debe a los planes y la vida que tengo aquí en la ciudad, pero hay algo más. Y me vuelve loco pensar en esa parte de mi pasado que hasta hoy me había estado resultando meramente platónica. Intangible. Como un sueño que desaparece cuando despiertas.
—Lo único que quiero que hagas son tus maletas, Oliver. —Detengo mis pasos y miro a papá. Hay algo que no me contando—. Steven te llevará al pueblo a primera hora en uno de los coches del servicio. Podrás alquilar un auto en el pueblo si lo necesitas para movilizarte. Pero solo será eso. Nada de carreras clandestinas, ¿te queda claro?
—Lo único que tengo claro es que esto es una puta locura.
—Para ya de quejarte, Oliver. Es por tu bien.
Resoplo, pero su postura me advierte que no está dispuesto a retroceder en esto.
—¿Al menos recuerdas que soy mayor de edad? —Me río para no echarme a llorar como el puto crío que intento demostrar que no soy—. Puedo tomar mis propias decisiones.
—Mi casa, mis reglas. —Me golpea con lo único que no puedo refutar—. Si no quieres seguirlas, bien. Eres libre de hacer como tus hermanos y largarte. Así que dímelo ahora mismo, ¿lo harás?
Durante largos segundos no digo nada, y papá se toma mi silencio como respuesta. Asiente en un gesto adusto y se da media vuelta para alejarse de mí, sin embargo...
—Lo haré —digo, consiguiendo que se detenga—. Si esa es la solución para librarme de esta estúpida idea que se te ha metido a la cabeza, voy a irme de casa.
—Está bien —dice girándose con aire despreocupado—. Vete de casa. Seguramente los Watson te recibirán con los brazos abiertos. Pero mañana, cuando tus autos amanezcan embargados, tus cuentas congeladas y tus tarjetas de crédito canceladas, no me vengas a llorar.
Esta vez, cuando se da la vuelta y camina hacia su despacho, no lo detengo. El portazo llega unos segundos después, seguido por el sonido sordo que emite mi puño estrellándose contra la pared.
«Maldita sea», gruño entre la rabia y el dolor.
Sin embargo, la piel de mis nudillos agrietándose para darle paso a la sangre no me perturba más que la proyección de mí mismo de vuelta en ese pequeño pueblo durante las ocho jodidas semanas que restan del verano.
Un verano que debería pasar aquí, en mi mundo, con mis amigos, en el único lugar que ha definido lo que soy durante la última década. Libre de toda esa chorrada de recuerdos y encuentros para los que nunca creí necesario prepararme.
Y es que, podría apostar, lo único que querré encontrar cuando vuelva a pisar ese lugar, será el camino de regreso a casa.
«Mierda».
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Nota de la autora:
¡Y así comenzamos este verano!
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Si te va gustando el inicio te aseguro que amarás el desenlace. Este no es el cliché que aparenta ser. Te lo aseguro.
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