Capítulo Final. «Así es como termina mi verano»

Música: Summer By Calvin Harris 

«Así es como termina mi verano»

____________________

OLIVER

Una semana después...

—Una vez que lleguemos a la ciudad podrás quedarte con el auto —le digo a Ed mientras presiono mi maleta y cierro la cremallera—. En cuanto al dinero...

—Eh, eh, no tan rápido, princesa. Primero dime de qué estamos hablando. —Pero su sonrisa canalla revela que lo sabe perfectamente.

Gruño por lo bajo.

—Es evidente que he perdido la apuesta, Ed. Así que no te la des listillo ahora, que por muy mal perdedor que yo sea, sabes nunca dejaría de pagar una deuda.

—¿Y acaso yo estoy cobrándote? —Ed se apoya contra el marco de mi puerta, con los brazos cruzados

—No hace falta. Tú ganaste. Yo perdí. Deberías estar feliz.

—Tienes razón. —Da un paso al interior de mi habitación y se echa en la cama, junto a mi maleta—. Estoy muy feliz, pero no por las razones que tú estás creyendo, princesa.

—A ver, y cuáles son esas razones. —De reojo lo veo comenzar a lanzar una pelota de goma hacia el techo y atraparla justo antes de que le pegue en la cara.

—Ni por tus coches ni por tu dinero, obviamente —dice con una sonrisita—. Ambas cosas me sobran.

—Bien por usted, señor humildad. —Pongo los ojos en blanco antes de ir por mi cepillo de dientes al baño y otro par de cosas de uso personal que me estaba olvidando—. Aun así, te ganaste mi auto y mi dinero.

Ed detiene su jueguecito con la pelota tras atraparla una última vez. Luego se incorpora y me mira con una sonrisa muy parecida a la de Chucky.

—Oliver, Oliver, Oliver... —canturrea, negando con la cabeza—. ¿Realmente todos los modelitos son así de huecos o solo eres tú, mi querido amigo?

—Ve al punto, Ed —Enarco una ceja enarcada.

No me encuentro de humor para sus juegos mentales hoy.

—¿Recuerdas aquella carrera en la que participaste el año pasado, la que iba de fases? —Asiento sin tener idea a dónde quiere llegar con eso—. Arrasaste en las primeras cinco, obteniendo el puntaje más alto. De modo que cuando te tocó participar en la carrera final, ya daba igual si ganabas o perdías, porque en cualquiera de los casos...

—Yo ya era el ganador —completo, recordando ese día. Y también el desmadre de celebración que vino después. A la mañana siguiente me desperté con dos chicas cuyos nombres nunca conseguí recordar. Si es que en algún momento los supe. Pero...—. ¿Qué tiene que ver eso aquí, Edward? Sigo debiéndote un auto y medio millón de dólares.

«Joder. Papá me va a matar».

—¿Quieres que te lo explique con dibujitos? No debes pagarme nada porque nuestra apuesta nunca fue real, princesa.

—¿Cómo que no...? —Ed se echa a reír al ver mi reacción y eso solo consigue cabrearme más—. ¿Puedes parar ya de reírte como ese jodido muñeco diabólico y decirme de qué mierda estás hablando?

—Por favor, Oliver, no me digas que no te habías dado cuenta antes. ¿Quién te ayudó a organizarle una fiesta temática del jodido Harry Potter? ¿Quién te animó a ir tras ella cuando el ex novio le andaba haciendo regalos? ¿Quién hizo de esclavo contigo el día de los cupcakes? ¡Estuve ahí, detrás de cada paso que diste para enamorarla, todo este tiempo! ¿Por qué diablos iba a hacerlo si quería que perdieras?

Vale. En eso tiene razón, pero...

—¿Por qué?

—¿Por qué? —repite mi amigo, casi indignado—. ¡Has estado enamorado de esa chica toda tu vida, por Dios! A los catorce estuviste a punto de tomar un bus y venir por ella.

—Tú me detuviste —le recuerdo. Pero por mi tono da la impresión de que se lo estoy echando en cara, además.

—Claro que lo hice. Era una locura. Y admito que con el pasar de los años, llegue a olvidarme de tu pequeño enamoramiento infantil. Está claro que la vida en Miami consiguió absorbernos a ambos. Las carreras, las fiestas, las chicas.

—¿Las chicas? —repito con ironía.

—Vale. Las chicas para ti. La única chica para mí. Pero ese no es el punto, imbécil.

—Ajá. ¿Y cuál es?

—Que solo me bastó con verte la cara mientras mirabas a la pecosa por la ventana, para saber que estabas completamente jodido. Solo que tu orgullo jamás iba a permitirte que lo admitiera, pero... ¿qué es lo único a lo que Oliver Jackson no se puede resistir?

Entrecierro los ojos en su dirección antes de mascullar:

—A una apuesta.

—¡Eureka! —Aplaude mi amigo—. Creo que acabo de ganar mi primera insignia como el cupido negro de la ciudad.

—Eres un idiota. —Pongo los ojos en blanco—. Además, no eres tan negro.

—Pero soy un moreno muy sexy. Admítelo. —Me guiña un ojo antes echarse de nuevo sobre el colchón.

Yo lo hago en sentido contrario, chocando mi cabeza contra la suya como castigo.

—Te odio —le digo.

—Me amas —corrige él—. Pero entiendo que quieras guardar esas palabras solo para tu salvaje. Y no te preocupes, no va a enterarse nunca que solo tuviste las bolas de ir por ella gracias a nuestra apuesta. Ese secreto muere conmigo.

Echo mi mano hacia atrás y le palmeo la mejilla en una de esas pocas muestras de afecto que me permito regalarle, pero...

—Eres consciente de que ella y yo somos hermanos, ¿verdad?

—Ajá —dice, retomando el lanzamiento de la pelota—. Me parece recordar que una semana atrás eso te importaba una mierda.

—Eso era antes de que el mundo entero también lo supiera —le digo—. A mí me da igual, pero ¿qué hay de ella? Desde que nos volvimos a encontrar, su vida no ha dejado de dar vueltas. De cierta forma siento que la he jodido, y la atención social dudo que sea de mucha ayuda para mejorar nuestra situación.

—Eh, princesa, no te pases. Tú no la has jodido. En todo caso, los viejos y sus secretos los jodieron a ambos. Emma y tú no son más que víctimas de las consecuencias.

—Y no somos los únicos... —Suspiro, recordando la despedida que tuve esta mañana en el hospital del condado vecino, donde tras el ataque de mi madre lograron salvar la vida de Alessa.

Sigue estando inconsciente por la contusión cerebral, pero los médicos consiguieron contener la hemorragia interna. Después de una semana en observación, mi padre movió sus influencias y consiguió traer un helicóptero para trasladarla al Jackson Memorial Hospital en la ciudad, junto a Steven, donde ambos serán atendidos y cuidados por uno de los mejores grupos de profesionales.

El padre de Alessa, Sebastian Gil, se fue esta mañana en la aeronave con ella, después de haber estado toda la semana a su lado en el hospital. El pobre hombre parecía deshecho cuando la vio golpeada y magullada en una cama de hospital tras de su operación, cosa que solo sirvió para hacerme sentir aún más culpable.

—¿Dijo por qué tu madre la quiso matar? —me había preguntado él.

—Solo me dijo que ella había descubierto sus planes. No tengo idea de cómo o por qué. Supongo que solo queda esperar a que ella despierte.

Gil asintió despacio y luego se volvió para mirarla. No se separó ni un solo minuto de su hija después de eso. Tampoco yo.

De modo que esta es la primera vez en una semana que he vuelto a pisar la casa de mi tía. Emma y yo hemos seguido hablando durante estos días, claro, pero no hay forma alguna de ignorar el vacío que parece haberse abierto entre nosotros después de nuestra discusión en el jardín, la llegada de Alessa, el beso con su ex, y ese maldito video.

—Como sea... —digo finalmente, retomando el hilo de nuestra conversación—. Emma y yo solo somos hermanos, Ed. De momento no creo que podamos ser nada más.

—Me estás jodiendo, ¿verdad? —Mi amigo se incorpora solo para fulminarme con la mirada—. ¿Después de todo por lo que han tenido que pasar piensas renunciar a ella?

—No estoy renunciando a ella. —Me levanto—. Solo digo que... con toda esta mierda de nuestros padres, la prensar, y Alessa, quizás no sea el mejor momento para nosotros. ¡Ella misma me dijo que necesitaba pensarlo cuando le pedí que fuera mi novia! —agrego ante el bufido que Ed ha dejado escapar—. ¿Qué demonios quieres que haga?

—Que no te rindas, imbécil. —Me tira la pelota en la cara, aunque consigo esquivarla a tiempo, dejando que rebote contra la pared—. Te juro que, si pierdes a esta chica después de toda la labor que realicé como cupido durante este verano, te mato.

—No te pongas dramático, ¿quieres? —Levanto la maleta de la cama y la dejo caer en el piso—. Solo digo que quizás no sea el mejor momento para pensar en nuestra relación, o en las etiquetas, o en cómo mierda vamos a manejar el hecho de que somos hermanos y estamos enamorados. Y no me digas que es basura, por favor, porque no eres tú quien, además, tiene que cargar con la culpa de que la madre que creías muerta, casi matara a la chica con la que te pasaste follando los últimos dos años, porque no te dio la gana de creerle cuando te lo vino a advertir. ¡Me siento como una mierda, Ed! Y perdóname si no puedo pensar en bombones, flores y corazones ahora mismo.

—Joder. —Mi amigo rodea la cama y me envuelve en uno de esos abrazos inesperados que al parecer siempre estoy necesitando de él—. Tienes razón, princesa. Necesitas tiempo. Los dos lo necesitan. Y no te preocupes, ¿eh? Que cupido regresará al ataque si nota que se están demorando demasiado. No queremos tener que esperar otra década para nuestro final feliz.

—¿Queremos? —Enarco una ceja al separarme de él.

—Lisa y yo —me dice—. El desarrollo de su historia de amor ha sido la película más entretenida que hemos disfrutado durante el verano.

Pongo los ojos en blanco.

—Ya. Y por lo visto la nuestra no ha sido la única historia de amor que ha tenido lugar en el pueblo, ¿eh, cabrón? ¿Qué piensas hacer ahora con tu culebrón?

—¿Cuál culebrón? —Edward sonríe.

—No me digas que el aire del pueblo que a mí me hizo recordar a ti te borró la memoria. ¿Qué pasará con América cuando regreses a la ciudad?

—Existe un mundo fuera de América —repite las mismas palabras que yo le dije durante nuestra primera noche en el pueblo—. Y creo que ha llegado mi momento de explorarlo.

—¿Entonces vas a romper con ella?

—Creo que rompimos el mismo día que le pedí tiempo para averiguar quién era yo estando sin ella. Porque descubrí que soy todo lo que a su lado no era libre de ser, y me gusta. Pero sí, supongo que una vez en la ciudad, tendré con ella «la conversación».

—Vale. No quiero ser un cabrón diciéndote que la noticia me alegra. ¡Pero es que me alegra!

Edward se ríe.

—Lo sé, princesa. Y ahora entiendo que ese desprecio hacia mi chica no era más que tu forma de hacerme ver que ella no estaba siendo lo mejor para mi vida. Porque querías mis besos solo para ti, ¿a que sí? —Se acerca a mi cara haciendo morritos y yo le pego un empujón que lo hace caer en la cama muerto de risa.

—Idiota.

—«Un idiota muy sexy» —me remeda entre carcajadas. Y estoy seguro de que Lisa le ha estado chismeando todas mis conversaciones con la salvaje.

Después de todo las chicas son unas cotillas por excelencia.

—Ahora estás con Lisa, ¿eh?

La sonrisa de mi amigo se hace más grande esta vez. Y juro que jamás lo había visto así de feliz.

—Queremos intentarlo —confiesa—. Pero al igual que ustedes, nosotros también tenemos algunos capítulos que cerrar antes de llevar las cosas a otro nivel. Lo bueno es que como ya no se irá a estudiar en Nueva York, su padre le ha pagado la matrícula para diseño en «The U». Con los cuatro estudiando en el mismo lugar, casi parecerá que no se ha acabado el verano, ¿no crees?

—Pero aquí termina el verano, Ed. Esto ha sido todo.

—Te equivocas, hermano. Este es solo el comienzo. —Tengo intenciones de replicar, pero en eso el sonido de su móvil anuncia la entrada de una llamada—. Ah, mira. Es ella. Hola, bebé —dice contra el auricular—. ¿Veinte minutos? Vale, te estaré esperando. Nos vemos.

—¿Veinte minutos para qué? —pregunto después de verlo colgar.

—Lisa ha recibido un Lexus descapotable como regalo por su comienzo en la universidad. Y quiere que viajemos en él de regreso a la ciudad.

—Anda, perro traidor, dejándome tirado por una chica.

—No te me pongas celosa, princesa. —Toca su corazón—. Aquí hay amor para todas. Hasta para tu tía, de quien tengo pensado irme a despedir ahora mismo.

Me guiña un ojo y sale corriendo de la habitación antes que yo alcance a quitarme el zapato y estampárselo en la cabeza.

—¡Deja en paz a mi tía! —le grito, y en respuesta recibo una carcajada.

Sacudo la cabeza y me dispongo a coger mi maleta del suelo, pero me detengo a medio camino al captar un trozo de tela roja asomándose por una esquina de la cama.

Sonrío cuando mis manos encuentran la tela y los recuerdos atados a la pequeña prenda golpean mi mente.

«Quedarme con sus braguitas usadas no es ningún delito, ¿verdad?»

🌴🌴🌴

Cuando llego al final de la escalera con mi equipaje en la mano, sonrío.

Ver a toda mi familia reunida en la estancia se siente casi como volver al pasado. Algunos rostros han cambiado con los años, un par más se han agregado a la escena, y uno de ellos no volverá.

Aun así, todos parecen felices de estar aquí reunidos, bromeando y contando historias vergonzosas que los hacen reír.

Por un momento, casi parece que el último par de semanas nunca hubiera existido. Que las persecuciones, las balas y las explosiones no fueron más que un producto de mi imaginación. Que tía Cristina no estuvo secuestrada. Que Alessa no fue atacada. Que papá no recibió dos disparos. Que Clarissa Banks no estuvo a punto de morir solo por ser la nueva novia de Richard Jackson.

Y es que me resulta tan extraño ver sus manos entrelazadas y esa forma tan íntima en la que se intercambian miradas. No tengo ninguna objeción en el hecho de que papá esté intentando rehacer su vida con una mujer, es solo que después de tantos años creyendo que se estaba negando al amor por el dolor que la muerte de mi madre le había causado, resulta un poco abrumador descubrir, no solo que su luto se debía a la pérdida de otra mujer, sino que, además, lleva saliendo con su jefa de campaña en secreto desde hace más de un año.

Y fue solo cosa de mala suerte que Clarissa decidiera visitarlo justo antes de que la psicópata de su ex mujer se apareciera en el hospital dispuesta a acabar con todo.

—Oliver —me llama papá al notar mi presencia—. ¿Qué haces ahí? Acércate. Ed nos está contando sobre tu pataleta la primera vez que perdiste una carrera.

Fulmino a mi amigo con la mirada y el resto de los presentes se echa a reír.

—Voy por agua y ahora regreso para contarles sobre el día en que Hudson King le pateó las pelotas.

—¡Eso me pasó por defenderte después de que le metiste la lengua en la garganta a su novia, idiota! —escucho gritar a Ed mientras atravieso el comedor.

Y vale, tiene razón. Pero de alguna forma me tenía que vengar de ese cabrón después de que rompiera con mis ilusiones en segundo grado. Si lo pienso bien, de no haber sido por él quizás mi padre no se hubiera visto obligado a colocar aquella lápida falsa en el cementerio.

No justifico el hecho de que me haya mentido, pero tampoco sé cómo habría reaccionado yo si mi hijo de siete años me hubiera preguntado por la madre que estuvo a punto de prenderle fuego cuando aún lo llevaba en el vientre, junto a sus dos hermanos mayores.

Entro a la cocina, pero en lugar de servirme un vaso de agua, cojo un botellín de cerveza de la nevera, empujo la puerta del pórtico trasero, y me lo llevo a los labios. Quizás el alcohol no sea capaz de aliviar toda esta ansiedad, pero puede ayudarme a adormecerla un poco mientras me hago a la idea de que esta es mi vida ahora.

Que mi madre es una enferma mental de cuidado. Que pronto se iniciará un juicio en su contra al que tendré que asistir. Y que La Cobra es una organización criminal liderada por ella.

Estoy tan concentrado mirando la boscosidad que se extiende más allá de los jardines —uno de sus árboles, para ser específico—, que ni siquiera noto cuando la puerta del pórtico se abre de nuevo a mi espalda hasta que reconozco la mano de mi padre posándose sobre mi hombro.

—¿Recordando? —pregunta, y al igual que yo, no puede evitar echarle una mirada a la casa de al lado.

—Solo pensando.

—¿En qué? Si puedo saber.

—En lo agradecido que me siento de no ser como ella. —Lo miro, y la palidez en su rostro me hace recordar lo cerca que estuve de perderlo—. Gracias por tener unos genes tan fuertes, Richard Jackson. Solo por eso los chicos y yo nos salimos tan desquiciados como la mujer que nos trajo a la vida.

Papá separa los labios, luego los vuelve a cerrar. Y así un par de veces más hasta que deja salir una bocanada de aire. No sé interpretar la forma en la que me mira, pero supongo que no está acostumbrado a que le haga cumplidos como ese.

Lleva su mano a mi cuello y me acerca lo suficiente para que nuestras frentes se toquen.

—De todas las cosas de las que me arrepiento en la vida. Nunca me arrepentiré del día que fui por ti al hospital psiquiátrico. Eres mi regalo más grande, Oliver Jackson.

—No le digas eso a Kate, que seguro se muere de envidia. —Papá se ríe.

—Y tú no te acostumbres demasiado a este padre blandengue —me advierte, palmeando mi cuello antes de separarse—. Mi casa, mis reglas, ¿lo recuerdas?

—¿Cómo no hacerlo? —Pongo los ojos en blanco y él me roba el botellín de las manos.

—Eh, qué tienes prohibido el alcohol.

—¿Quién lo dice? —Papá me sonríe antes de llevarse la botella a los labios.

Voy a responderle que el médico, pero en eso escucho la puerta del pórtico de al lado agitarse y la cabellera rojiza de la salvaje aparecer al otro lado.

Sus ojos se encuentran centrados en el gato del demonio que trae en las manos.

Mi corazón se salta un latido y casi me parece estar viviendo un deja vu de aquella primera mañana cuando nos encontramos en este mismo lugar después de nuestro desastroso encuentro en la disco.

«Hola, Granger. ¿Me extrañaste?».

—Emma. —Papá es el primero en saludar.

Ella alza la mirada en nuestra dirección, sorprendida por encontrarnos a ambos aquí.

—Se supone que no deberías estar bebiendo —le dice a modo de saludo, mirando el botellín de cerveza entre sus manos—. El alcohol corta el efecto de los antibióticos.

—Te lo dije —murmuro con una sonrisa.

—Y tú no deberías permitir que lo haga. —Sus ojos esta vez se clavan en mí—. Es una completa irresponsabilidad, Oliver.

—Yo le dije que no me la ofreciera. —Richard me pasa la botella, negando con la cabeza—. Pero él insistió en que debería relajarme.

—¡Oliver, por Dios! Eres imbécil.

Mi padre se ríe por lo bajo y yo lo asesino con la mirada.

—Realmente lo es —dice, acercándose a la balaustrada para estar más cerca de ella—. Pero cambiando de tema, ¿has pensado en la propuesta que te hice?

—¿Esa sobre irme a vivir con ustedes en su mega mansión sobre el acantilado? Sí, lo pensé —dice con una sonrisa de lado. Los ojos de papá se iluminan—. Lo siento, pero la respuesta sigue siendo no.

El brillo desaparece al instante.

—Muy bien. Supongo que tendré que volver a preguntártelo en unos meses.

—Me temo que seguiré manteniéndome firme en mi decisión, pero puedes intentarlo si quieres. De momento quiero que vayamos poco a poco.

—Poco a poco —repite papá—. Pero debes saber que serás bienvenida en mi casa las veces que quieras, ¿vale?

Sus ojos se encuentran con los míos.

—Lo tendré en cuenta.

—Muy bien. ¿Eric ya viene por ti? Aun estás a tiempo de viajar con nosotros.

—Lo sé, pero papá quiere llevarme al campus y asegurarse de que mi residencia de estudiantes cumpla con las condiciones adecuadas. Ya sabes, jugar el papel del padre protector y todo eso. —Ella pone los ojos en blanco, pero es la primera vez que la veo sonreír con algo relacionado a su padre, así que supongo que eso debe ser bueno.

—Por supuesto, Eric se tiene bien ganado ese papel. Fue el que estuvo contigo siempre. Lo entiendo. Pero quiero que sepas que conmigo también puedes contar para eso, siempre que lo quieras.

—Lo sé. Aunque iremos poco a poco, ¿recuerdas?

—Poco a poco —repite mi padre con una sonrisa soñadora antes de mirarme—. Muy bien, los dejo entonces para que se despidan. No te demores —agrega, apretándome el hombro cuando pasa a mi lado para entrar de nuevo a la casa.

Una vez nos quedamos solos, la distancia entre nosotros parece reducirse, a pesar de los metros que nos separan.

—Ven aquí, Granger. —Le hago una seña para que imite mis movimientos tras de dejar el botellín en la mesa y bajar los escalones del pórtico.

Me detengo frente a la empalizada de madera que separa las propiedades y espero a que ella llegue a mi lado. Bajo la luz de la mañana, sus ojos parecen adquirir un tono acaramelado que me vuelve malditamente loco.

—Esta es tu última oportunidad para admitir que soy sexy, Granger —le digo, deleitándome con la sonrisa que se forma en sus labios.

—¿Y qué pasa si no lo hago?

—Me temo que entonces tendré que quedarme con algo que te pertenece.

Ella mira con sospecha.

—No tienes nada, mentiroso.

—¿Segura? —Asomo un trozo de la tela roja desde el bolsillo interno de mi cazadora y sus mejillas se ponen casi del mismo color.

—¡Devuélveme eso! —Intenta tomarlas, pero yo soy más rápido retrocediendo y dejando la tela de nuevo en su lugar.

Ella resopla.

—Las tendrás de vuelta cuando lo admitas.

—Dame mis jodidas bragas, Oliver Jackson —el siseo que abandona sus labios me hace reír—. ¡Devuélvemelas!

—Solo dilo. —Me coloco las gafas de sol para ocultar la diversión que está bailando en mis ojos.

—¡Devuélveme mis bragas, pervertido!

—¡Incitadora!

—¡Idiota!

—¡Orgullosa!

—¡Cretino!

—¡Salvaje!

—¡Modelito sexy del...! —Se tapa la boca con una mano.

—¡Eh! Ahí está, brujita, lo has dicho. —Oculto una sonrisa bajo la caricia de mi pulgar.

—Yo no he dicho nada.

—Ah, ¿no? —Me acerco lo suficiente a su cara para sentir el calor de la exhalación que se le escapa—. No se va a acabar el mundo porque lo admitas, ¿sabes? Solo tienes que decirlo: «Eres el chico más jodidamente sexy que conozco».

—Nunca, modelito.

—Nunca digas nunca, salvaje.

Ella se muerde el labio inferior, y yo estoy a punto de mandar a la mierda lo de tomarnos las cosas con calma y apoderarme de su boca, justo cuando el sonido de un claxon nos hace saltar.

—Ese debe ser mi padre —dice, tragando saliva antes de apartar la mirada—. Supongo que... nos veremos en la ciudad.

—¿Me llamarás en cuanto te instales?

—Puede ser.

Tengo intenciones de decirle que un «puede ser» no me basta cuando otro bocinazo corta el aire a nuestro alrededor.

—¡Me voy, princesa! —escucho exclamar a Ed desde el interior de la casa—. Ven a despedirte de mí con un beso.

—Me parece que eso es contigo. —Emma se ríe.

Yo sacudo la cabeza.

—No es a Edward a quien quiero besar.

—¿Entonces a quién? —me pregunta bajito, juguetona.

—A la jodida bruja que me ha hechizado en cuerpo y alma. —Y estoy a punto de hacerlo cuando...

—¡Emma, tu padre te está esperando! —Anny se asoma a través de la puerta del pórtico y sacude la cabeza cuando nos ve así de cerca—. Distancia, niños. Distancia.

Me trago una maldición y corriendo el riesgo de despertar la furia de una anciana, tomo a Emma por los hombros y la abrazo a mi cuerpo.

—Llámame —le pido antes de depositar un beso sobre su cabeza—. Te amo, no lo olvides.

«Yo también te amo», leo en sus labios cuando nos separamos.

—Te llamaré.

Me aferro a esa promesa cuando la veo correr de vuelta al interior de su casa.

🌴🌴🌴

Cuando Emma y yo nos encontramos, esta vez en la calle frente a las casas, ya no volvemos a hablar, pero sí compartimos miradas muchas miradas mientras se desarrollan las despedidas.

Al final Eric ha bajado de su auto y está conversando con mi padre. Y para lo mucho que decía odiarlo, luce bastante tranquilo mientras lo hace. No sé de qué hablaron esos dos tras el atentado en el hospital, pero sea lo que sea, sirvió para limar asperezas.

Lisa también se encuentra fuera de su auto y nuestros jardines se han convertido en un escenario para los abrazos, las risas, y las promesas de reencuentros futuros.

«Summer» de Calvin Harris se toma la calle desde los altavoces del nuevo descapotable de la rubia, que junto a Kate y la salvaje se ponen a cantarla a todo pulmón como si la vida se les fuera en ello.

When I met you in the summer

To my heartbeat sound

We fell in love

As the leaves turned brown

No sé cuál de las tres lo hace peor, pero admito que me gustaría tener una cámara en mano para captar el momento exacto en el que se echan a reír todas juntas. Por suerte Anny sí que la tiene y consigue capturar el momento en una instantánea.

Abro el maletero de mi Camaro para echar dentro mi equipaje y me encuentro con el dulce rostro de la anciana cuando lo vuelvo a cerrar.

—Dime que vas a cuidar de ella, cariño —me pide—. Y que lo harás como un hermano.

Dejo escapar un suspiro y rodeo el auto para apoyarme en la puerta del conductor, mirando en dirección a Emma.

—Sabes que no la quiero como una hermana, ¿verdad?

—Lo sé. Y no te estoy pidiendo que dejes de quererla de ese modo. Soy una mujer de fe, pero no creo en esa clase de milagros, querido. Lo que te pido es que, no dejes que el amor romántico te haga olvidarte del fraternal. Después de todas las cosas que han tenido que pasar, de todos los secretos que han salido a la luz..., de su último episodio, hoy más que nunca ella necesita saber que cuenta con una familia aparte de mí. Porque yo no voy a vivir eternamente.

—Anny...

—Solo dime que la vas a cuidar.

—Lo haré —le digo, tomando su rostro—. Pero cuídate tú también, tienes que estar fuerte para los que te queremos.

Ella me sonríe.

—Yo también te quiero, cariño. Desde que eras solo un bebé.

—Lo sé. —La abrazo con fuerza—. Lo sé. Y confía en mí. Emma estará bien.

«Yo me encargaré de eso».

—Por favor, cuida también de ti, no te metas en problemas.

Sonrío de lado.

—«Problemas» es mi segundo nombre, pero lo intentaré.

—¡Muy bien! ¡Digámosle adiós al verano con una foto! —grita mi amigo, pidiéndonos a todos que nos acerquemos mientras practica una selfie con su celular.

—Deja eso, muchacho —lo regaña Anny—. Hagamos esto a la vieja escuela.

Nos amontonamos todos en el centro de las propiedades y Anny le pide a una chica que va pasando frete a nosotros que tome la instantánea una docena de veces para que todos nos quedemos con una copia.

Emma y yo estamos en lados opuestos del montón, pero cuando la chica nos entrega el resultado de las fotografías, ninguno de los dos está mirando a la cámara.

Lo hacemos el uno al otro.

Y así continuamos mientras terminan las despedidas. Ella diciéndole adiós a Katherine, Robert, y Aaron, que una vez en Miami tomarán un avión de regreso a Los Ángeles. Yo, despidiéndome de mi tía y el agente especial del FBI, que al parecer va a tomarse unas largas vacaciones de su trabajo para quedarse a su lado durante el proceso de recuperación que ella tiene por delante.

Me disculpo una vez más y mi tía vuelve a insistir en que no lo haga.

—Te quiero, muñeco bello.

Pongo los ojos en blanco, pero...

—Yo también te quiero, tía —le digo.

—¡Vamos, Rob! —grita papá junto a Clarissa, que luce elegantemente su cabestrillo—. ¡Andando!

Señala el viejo Camaro rojo que a mi hermano deberá conducir esta vez, ya que ni papá ni su novia están en condiciones para hacerlo.

Aaron y Kate podrían venirse conmigo, pero mi hermana está demasiado celosa de la nueva novia de nuestro padre para dejarlos viajar solos en la parte trasera del auto, así que se irá con ellos haciendo de sujeta vela.

Y como Ed es un traidor que se ha ido corriendo tras las faldas de Lisa, el regreso a la ciudad me toca hacerlo solo.

Mis ojos se cruzan con los de Emma una última vez antes de verla subir al asiento del copiloto en el auto de su padre.

Yo hago lo mismo y enciendo el motor.

—¡Que tengan un feliz viaje! —nos desea Anny, sacudiendo los brazos.

—¡Los queremos! —dice mi tía, abrazada al leñador que tiene por novio.

Me despido de ellos con un saludo militar y la promesa de regresar el próximo verano.

Hago rugir el motor. Y mientras veo el resto de los autos comenzar a alejarse entre vítores y bocinazos, comprendo que así es como termina mi verano.

Hace ocho semanas regresé a este pueblo frustrado por las jodidas decisiones que mi padre estaba tomando sobre mi vida, sin saber que, en realidad, me estaba haciendo el favor más grande de todos.

No solo me encontré a mi mismo escondido entre los recuerdos, sino también a la chica que le daba sentido a cada uno de ellos.

Esa que no reconocí la primera noche que vi subida en aquella barra defendiéndose de un abusador, pero que, aun así, impactó en mi vida con la misma fuerza que lo hizo su tacón en la nariz de ese desgraciado, derribando barreras y dándole un giro completo a mi vida.

Porque ya nada es igual.

Porque el mundo como lo conocía ya no tiene ningún maldito sentido.

«Porque ahora, conduciendo por la misma carretera que recorrí ocho semanas atrás, con There's Nothing Holdin' Me Back sonando a través de la radio, puedo decirte con toda certeza, salvaje..., que encontrarte fue solo el comienzo».

【 ♥ 𝓕𝓲𝓷 ♥ 】

_____________________________

¡Aww! Esta ha sido la parte más difícil de todo el proceso. Darle fin.

Realmente espero que hayan disfrutado leyendo la historia tanto como yo escribiéndola.

Simplemente no tengo palabras.

Para no perder la costumbre. Opiniones AQUÍ

¿La novela llenó sus expectativas?

¿Rieron, se calentaron 7u7, sufrieron, lloraron, entraron en un colapso nervioso? Cuenten sus experiencias mientras estuvieron leyendo.

Como ha quedado claro: «Esto es solo el comienzo»

Y aún les falta el epílogo.

Se vienen grandes cambios y evoluciones de los personajes para la siguiente parte. También un par de secretos por descubrir, salseo y muuucho drama.

Como siempre, no pido más que sus votos y hermosos comentarios

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top