Capítulo Extra: «¿Qué tan malo podría llegar a ser?»

Nota: Los sucesos aquí narrados transcurren tras el final del capítulo 12 (la noche de la cena).

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«¿Qué tan malo podría llegar a ser?»

PARTE I

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«Esta es una idea terrible».

Pienso un instante después de poner un pie dentro en el deportivo de Oliver Jackson.

Pero como suele ser propio de mí, mis acciones casi nunca van a la par con mi lado racional, y por ello le devuelvo la sonrisa al moreno que me espera sentado en el asiento del conductor con el codo apoyado en la ventanilla y un brazo extendido sobre el volante.

—Y bien, señorita, ¿cuál es su destino?

«El infierno», supongo cuando dejo que mis ojos recorran los músculos de sus brazos y se recreen en lo bien que luce su torso delgado bajo esa camiseta blanca con el emblema de los Miami Hurricanes y en lo ajustados que lucen sus pantalones contra su...

Me aclaro la garganta.

—Debes cruzar al final de esta calle —le digo, apenas en un hilo—. Te iré indicando el camino a partir de ahí.

—Me parece una buena idea. —Me guiña un ojo con la misma energía divertida que lo acompañaba la noche anterior y hace rugir el motor antes de poner en marcha el Camaro.

—No imaginé que fueras fan del futbol americano —le digo señalando su camiseta con la mirada.

—Ah, esto. No lo soy, pero las estaban dando gratis en la universidad y no me costaba nada darle un poquito de apoyo moral al equipo cuando me vieran pavoneándome con ella por el campus.

—¿Sueles ser así todo el tiempo?

—¿Así como?

—Así de generoso con todo el mundo —le digo recordando como se comportó noche anterior.

—Siempre que alguien me necesite, ahí estaré, LisaJones21.

Un molestar se asienta en la boca de mi estómago ante esa forma tan peculiar de referirse a mí, pero él no parece notarlo, pues su sonrisa se hace más grande.

—Toma el siguiente desvío a la derecha. —Señalo sin agregar nada más y durante los siguientes minutos solo abro la boca para darle indicaciones.

Me remuevo incómoda cuando el camino a mi hogar se transforma en una línea recta en la que no hace falta decir mucho más y de nuevo me siento como la chica de catorce años que buscaba en su mente alguna excusa ridícula para llamar la atención del chico que le gustaba.

Mi cara se llena de calor cuando lo miro de reojo y descubro que me está mirandando de vuelta con una sonrisa jodidamente provocadora surcando sus comisuras.

No es la primera vez que un chico —además de mi novio— consigue que mi mente se ponga creativa al imaginar escenarios en los que hago cosas con ellos que podrían condenarme, pero sí que es la primera en la que esa idea resulta mucho más tangible que una simple fantasía con Henry Cavill.

Hace tiempo que aprendí a aceptar esta parte de mí y de mi sexualidad. Soy una chica caliente por naturaleza y no hay nada de malo en disfrutar mentalmente de placeres que, en la vida real, estarían prohibidos, pues hace dos años que estoy con mi novio, y pese a lo que todo el mundo pueda creer, siempre lo he respetado.

Adam Taylor es todo lo que una chica podría soñar. Dulce, atento, cariñoso, guapísimo y muy, muy caliente en la intimidad.

Sin embargo, una relación nunca había estado en mis planes hasta después de aquella primera cita a la que me invitó. Antes de aquella noche, creí que el chico nuevo, sexy, y capitán del equipo de futbol americano, no era más que un capricho del que me olvidaría al confirmar que solo podía haber una cosa que él quisiera de mí: mi cuerpo.

Así había funcionado mi cuerpo y mi mente desde que había perdido mi virginidad con Aiden Walker en su auto a los catorce años.

Ese chico había sido mi crush desde que me había interesado en el sexo masculino —cuando mis senos seguían luciendo como un par de manzanas—. Él era tres años más grande que yo, alto, musculoso y con un aura de chico malo muy similar a la de esos que Emma y yo solíamos encontrar de forma constante en los libros de Wattpad.

Yo me moría por un poco de su atención, pero Aiden no se dignó a mirarme hasta que mis caderas comenzaron a ensancharse y mis bubis a sobresalir por los escotes de las minúsculas camisetas que llevaba todo el tiempo al instituto con el fin de llamar su atención.

Era agotador eso de hacer batir las pestañas y sonreír con sensualidad cada que me cruzaba con él en los pasillos, pero decían que la ficción solo era un reflejo de la realidad, de modo que aquella ridícula táctica debía funcionar.

Y supe que lo había hecho la mañana en la que Aiden tiró de mi brazo en mitad de un pasillo atestado de gente y me condujo consigo hasta un aula en remodelación que se encontraba completamente deshabitada.

—¿Estás intentando ponerme a prueba, pequeña incitadora?

Aquellas fueron las primeras palabras que Aiden me dirigía en la vida, y estaba tan cerca de mí que podía ver con claridad las motitas grises que se abrían paso en el interior de los iris azules de sus ojos.

—Dime, ¿es esto lo que estabas buscando? —Se pegó más a mi cuerpo y sentí mucho calor, además de algo duro clavándose contra mi vientre.

Jadeé y de mi boca no salieron más que balbuceos sin sentidos. Aiden sonrió ante mis incoherencias y sentí que las piernas se me debilitaban cuando su mano me rozó la mejilla, me tomó del cuello y me condujo a su boca.

Olvidé como se respiraba al comprender lo que estaba pasando. Aiden Walker me estaba besando. A mí. Después de un año de haberlo admirado en las sombras. De haberlo visto hacer lo mismo con chicas mucho más guapas y mayores que yo. Después de haber anhelado estar en su lugar con la misma ilusión de una niña que se cree mujer, finalmente estaba pasando.

Y descubrí que, en mi afán por ser besada por él, no había pensado siquiera en la nula práctica que habían tenido mis labios antes de aquello. Así que dejé que fuera él quien me guiara, aferrándome fuertemente a sus hombros, como si aún no me pudiera creer que aquello fuera real y necesitara sentirlo lo más cerca posible de mí para comprobarlo.

Aiden mordió mi labio en un gesto demasiado carnal y lujuriosa para la forma en la que me había imaginado que sería mi primer beso. Aquel gesto me hizo el daño suficiente para sentir el sabor de mi propia sangre en la punta de la lengua, pero no me quejé, porque al alejarse, Aiden me sonrió, y eso bastaba para curar cualquiera de mis heridas.

—Eres jodidamente hermosa, ¿lo sabías? —Asentí, incapaz de formular una palabra sin tartamudear.

Los labios aún me hormigueaban por el contacto con los suyos y estaba deseosa por más. Él me complació, separándome los labios con un roce de su lengua que por poco consiguió que me desmayara de placer en sus brazos. Y aunque sí hubiera sido, estos se aferraban con tanta fuerza a mi cintura que no me habrían dejado caer.

Enredé mis manos entorno a su cuello, acariciando sus mechones oscuros con las llemas de mis dedos, y aunque me sentí extraña cuando una de sus manos escaló bajó mi camiseta y desplazó mi sujetador para rozar la parte baja de mis senos, no dije nada.

Era Aiden Walker el que me estaba tocando y aquello era lo que tanto había querido, ¿no? Que él me notara. Me deseara. Y me amara como estaba convencida de que yo lo amaba a él.

Las mariposas que aparecían en mi estómago cuando lo veía no podían ser otra cosa que amor. Y el ácido que me quemaba el estómago cada que a su lado se encontraba una chica cualquiera —que en definitiva no era yo—, lo comprobaba.

Su lugar era conmigo.

Y yo se lo iba a demostrar.

—Haces que resulte imposible seguir ignorándote en los pasillos —dijo tras separarse para tomar aire.

—Entonces no lo hagas. —Aquella fue la primera vez que conseguí hilar una frase completa—. No me ignores más.

—Joder, nena, no creo que pueda seguir haciéndolo. No tras descubrir que me pones así.

Me dedicó una sonrisa cargada de intenciones y yo tragué saliva al percibir su bulto, ahora más grande y duro, contra mis caderas. Sabía lo que aquello significaba y una parte de mí quiso dar un paso atrás.

Pero era Aiden Walker. Y con él nada podía salir mal.

—Te quiero —las palabras salieron sin pensarlo de mis labios, pero eran una verdad en la que creía ciegamente—. Te he querido desde la primera vez que te vi.

No conseguí descifrar la expresión con la que sus ojos me miraron. Pero estuve casi segura de que era una mezcla de diversión e incredulidad.

—No creo que sepas lo que estás diciendo, pequeña.

—Sí que lo sé —rebatí—. Y si fuera una pequeña, como dices, no estarías aquí comiéndome la boca, ¿verdad?

Me sentí satisfecha cuando vi una sonrisa aparecer en sus comisuras.

—En eso debo concederte la razón, Lisa Jones.

—¿Conoces mi nombre? —No quise sonar tan sorprendida, pero lo hice.

—Algo debería conocer de la bonita rubia de noveno grado que no me quita los ojos de encima desde el año pasado, ¿no crees?

Mis mejillas se calentaron.

—Pues para haberlo notado con tanta antelación, te tardaste bastante en hacer algo al respecto.

Una carcajada ronca salió de su boca y negó mientras me miraba con la cabeza ladeada.

—Créeme, pequeña. Deberías parar ya de provocarme.

—Que no soy ninguna pequeña. —Acorté la distancia que nos separaba de un paso, alzando la cara para mirarlo—. Y si quieres que pare, entonces tendrás que darme una buena razón para hacerlo.

—¿Qué esto es un error del que puedes salir con el corazón roto te parece suficiente razón? —preguntó alzando una de sus comisuras.

Mi sonrisa de suficiencia flaqueó por apenas unos instantes.

—Existen errores que valen la pena cometer, Aiden. —Me incliné para besar de nuevo sus labios—. Espérame en tu auto a la salida.

Y eso fue lo último que le dije antes de salir del aula sintiéndome la chica más fuerte y segura del mundo.

La protagonista de mi propia novela.

Y esa teoría tomó fuerza cuando me despedí de apresuradamente de Emma al final de las clases con una excusa barata y descubrí que Aiden estaba esperando por mí en el aparcamiento, apoyado contra su 4x4 negra.

Subí en ella cuando abrió la puerta para mí, y sin mediar palabra, dejé que nos condujera hasta un recóndito lago en las afueras del pueblo, donde apagó el motor y se giró para mirarme como si yo fuera un oasis en medio del desierto.

Separé los labios en un intento por iniciar una conversación que cortara el silencio, pero él me lo impidió al inclinarse para besarme con una urgencia que superaba la de más temprano en el aula.

—Joder, ha sido una puta tortura tener que esperar toda la mañana por esto —gruñó en mi boca y tomó una de mis manos para dejarla sobre su pantalón, donde se marcaba una erección grande y potente—. Así me has tenido todo este tiempo.

—¿Y eso es... es malo?

—Para mi propio bien, lo es.

No supe que significaba aquello, pero tampoco tuve tiempo de averiguarlo cuando echó mi asiento hacia atrás y se cernió encima de mí.

Besó, tocó y lamió partes de mi cuerpo que hasta entonces no tenía idea que poseían tal nivel de sensibilidad. Mi piel ardía ante cada contacto, y no me pude negar a sus caricias cuando una de sus manos se coló bajo mi falda y acarició aquella zona de mi cuerpo que solo había sido tocada antes por mis dedos. Gemí contra sus labios y temblé al sentir como me despojaba de la preda murmurando un «estás tan jodidamente lista para mí».

Sentí una corriente fría entrando en contando con mi entrepierna cuando Aiden me abrió para encajar mejor entre mis muslos, y por un momento creí que lo más sensato sería parar.

No estaba lista. Lo sabía. Pero se trataba de Aiden Walker. El chico por el que todas —incluyéndome— se moría. Y no tuve dudas de seguir adelante cuando el besó mis pezones con mimo y me susurró que todo estaría bien.

—Voy a ser cuidadoso, preciosa —dijo, mirándome con un brillo de excitación—. Te lo prometo.

Me limité a asentir porque mi garganta se encontraba trabada. Me encontraba nerviosa, pero también emocionada con la idea de que aquel chico con el que tantas noches había soñado, finalmente fuera a ser mío.

Como lo prometió, Aiden fue cuidadoso y delicado al darme placer con su boca antes de que su erección se abriera paso en mi interior.

Fue una invasión dolorosa, pero me sentí aliviada al no tener que explicarle que hasta entonces seguía siendo virgen. Él lo sabía. Estaba tatuado en mi frente que una vez mi cuerpo se había desarrollado lo suficiente para llamar la atención de los chicos, el único al que yo había querido atraer había sido él.

El látex del condón fue un elemento que no había previsto en mis imaginaciones, porque en mi mente no necesitaba cuidarme con quien iba a ser el padre de todos mis hijos, pero Aiden fue lo suficientemente precavido para sacar uno de la guantera antes de adueñarse de aquello que se suponía era el tesoro más grande que poseía una mujer.

No lo disfruté como lo había hecho cuando era yo misma quien me tocaba, soñando despierta, pero tampoco fue tan malo como había escuchado comentar a unas chicas en los lavabos del instituto.

Aiden besó mi clavícula al terminar y luego de quitarse el preservativo y ayudarme a recolectar de nuevo mi ropa, me preguntó por la ubicación de mi casa.

El regreso a al pueblo transcurrió en un silencio que no sabía cómo romper, pero esta vez por razones muy diferentes al viaje de ir. ¿Qué estaba pensando? ¿Le había gustado estar conmigo? ¿Lo había hecho bien para ser mi primera vez? ¿Me pediría salir ese fin de semana? ¿Cómo le contaría a Emma que Aiden y yo ahora éramos novios?

Eran tantas las interrogantes que cuando tuve el valor para abrir la boca y soltar la primera pregunta, ya habíamos llegado a mi casa.

—Sana y salva —dijo Aiden sin apagar el motor, dedicándome una sonrisa que no supe cómo interpretar.

—¿No quieres... no quieres pasar un rato?

Aiden me miró como si se me hubiera zafado un tornillo, pero al menos su respuesta no fue tan mordaz como su expresión.

—Llevo prisa, pequeña.

—Acabamos de tener sexo, Aiden —le dije con un atisbo de ira—. ¿Podrías dejar de llamarme pequeña al fin?

—Lo haré —dijo, tamborileando sus dedos sobre el volante—. Pero porque no pienso llamarte de ninguna forma después de hoy.

—¿Qué...? —Mi voz fue apenas un susurro—. ¿Qué significa eso?

Aiden me miró.

—Eres como un maldito vicio, Lisa Jones —dijo y vi un atisbo de tristeza cruzar por sus ojos—. Y yo ya tengo demasiados de esos en mi vida.

—¿De qué estás hablando?

—Esto... tú y yo... solo ha sido cosa de una vez. No se repetirá.

—Pero...

—Te dije que te rompería el corazón —me recordó—. Que lo haga ahora será mucho menos doloroso para ti, créeme.

—No lo entiendo... —Negué con la cabeza—. ¿Es que no te gusto?

—Por supuesto que me gustas —dijo, y acarició mi mejilla—. Me gustas más de lo que otras chicas lo han hecho, y por ello te hago el favor de librarte de mí.

—Eso no tiene ningún maldito sentido, Aiden.

—Tienes una boca muy sucia para tu edad, pequeña Lisa. —Sus dedos me acariciaron los labios y me fue imposible no suspirar—. Una pena que no vaya a poder disfrutarla por mucho más tiempo.

—Puedes disfrutarla las veces que quieras —le dije, desesperada por retenerlo—. Soy tuya.

—No. —Se alejó de mí con brusquedad—. Tú eres solo tuya, pequeña. Y si quieres un consejo, no te folles más de una vez a un chico que no esté dispuesto a todo por ti.

—¿Y cómo demonios se supone que vaya a saber todo a lo que un chico está dispuesto por mí? —repliqué, al borde de las lágrimas—. Una sola vez no basta para determinar si estás dejando ir a la persona correcta.

—Sí que lo hace, porque si yo fuera el chico correcto para ti, no te habría llevado a un maldito lago en medio de la nada para desvirgarte en mi auto y después desecharte.

—¿Qué... estás diciendo, Aiden?

—Que te estoy haciendo un puto favor, Lisa. —Se inclinó por encima de mí y tiró de la manilla de mi puerta para abrirla—. Así que ahora baja ya de mi auto y no te cruces por mi camino nunca más.

—Pero, Aiden...

—¡Que te bajes, joder!

Dio un respingo ante el tono elevado de su voz y apreté los labios conteniendo un sollozo. Lo miré por unos largos segundos en los que él se limitó a clavar sus ojos en el asfalto frente a nosotros, y haciendo acopio de la poca dignidad que me quedaba cogí mi bolso del asiento trasero y bajé de la camioneta dando un portazo.

Lo escuché mascullar algo sobre que esa era la razón por la que no se enrollaba con crías y me vi a mi misma sola en mitad de la calzada cuando su 4x4 arrancó haciendo rechinar los neumáticos.

Con la vista fija en mis zapatillas finalmente dejé escapar todas mis lágrimas y lo siguiente que supe fue que unos brazos tan delgados como los míos estaban rodeando mi cuerpo y el aroma a sándalo en el cabello de mi mejor amiga llenaba mis fosas nasales.

—Soy una estúpida ilusa —sollocé, aferrándome a Emma.

—No, tontita —susurró sobre mi cuello—. Solo eres humana.

Me desplomé contra su hombro y me dejé consolar el resto de la tarde en el interior de mi habitación.

A la mañana siguiente me desperté decidida a poner en práctica lo único bueno que había sacado de mi fugaz encuentro con «el amor de mi vida»: su consejo.

Y en eso consistió mi vida romántica por los siguientes dos años. Follar y desechar. No porque aquello fuera un placer para mí, sino porque había entendido que el chico que realmente quisiera algo más que mi cuerpo, se esforzaría por demostrármelo. Y como meterse entre mis piernas era el objetivo principal de todo aquel con el que me topaba, había decidido disfrutar de ello y no involucrareme sentimentalmente antes de que las cosas escalaran a más.

Yo no le hacía daño a nadie disfrutando de mi sexualidad y nadie me lo hacía tampoco a mí.

Era un ganar/ganar.

Hasta que Adam llegó a mi vida para cambiarlo todo.

Supe que las cosas serían diferentes con él desde la primera vez que lo vi sonrojarse en mi presencia.

Emma iba saliendo del laboratorio de química cuando la intercepté en mitad del pasillo y reparé en quien era su acompañante.

—Hola, guapo —recuerdo haberle dicho con una sonrisa de las mías—. ¿Qué hace un príncipe entre plebeyos?

—Lisa, por Dios, no empieces —me reprendió Emma, familiarizada con mi descaro—. Él es Adam Tay...

—Taylor, lo sé —dije sin dejar de mirarlo—. No creo que algún mortal en este pueblo desconozco tu existencia, Adam. O al menos yo no lo hago.

Le guiñé un ojo que puso sus mejillas a arder y Emma me fulminó con una mirada en la que se leía «¿Podrías parar de una maldita vez?».

—Supongo que debo sentirme honrado por eso —dijo Adam aclarándose la garganta y tendiéndome la mano—. Un placer conocerte, Lisa.

—Jones —agregué—. LisaJones21 en Instagram. Sígueme, estoy a nada del millón.

—Mi amiga es influencer —agregó Emma al ver el desconcierto en la cara del rubio—. Da consejos de moda y maquillaje, pero dudo que algo de eso te pueda intere...

—Te seguiré —dijo Adam antes de que Emma pudiera terminar, fundiendo el verde de sus ojos con los míos—. Cuenta con ello LisaJones21.

Después de ese día no hice más que anhelar el momento de irme a la cama con el chico de cabello rubio, sonrisa fácil y brazos de lanzador experto.

Adam Taylor no solo era el chico por el que la mayor parte del cuerpo estudiantil femenino se encontraba babeando en los pasillos, sino que además se había convertido en mi manzana prohibida.

Emma lo cuidaba de mí con tal recelo que por un momento llegué a creer que estaba enamorada de él en secreto, pero conocía lo suficientemente bien a mi mejor amiga para saber que la forma en la que ella miraba a Adam era de todo menos lujuriosa. Lo miraba como me miraba a mí. Con un cariño infinito y un instinto protector casi salvaje.

—Él no es como los chicos con los que te has topado antes, Lisa —la recuerdo repitiéndome esas mismas palabras por doceava vez—. Le romperás el corazón si lo desechas después de follártelo y no pienso permitir que lo hagas solo por capricho.

Tuve que prometerle a ella, y a mí misma, que no me acostaría con Adam sino estaba segura de que no fuera solo sexo lo que él buscaba conmigo.

Porque era seguro que buscaba algo.

Todos los mensajes que compartimos por Instagram antes de intercambiar nuestros números personales lo demostraban. Adam se comportaba como un príncipe de cuento y me llenaba de todos esos detalles y atenciones que nunca antes otro chico me había dado.

Era perfecto.

Y tenía miedo de que, llegado el momento, demostrara que todo aquello no había sido más que su forma de endulzarme para que me abriera de piernas.

Estaba aterrada porque era la primera vez en años que sentía algo mínimamente parecido a lo que creía haber sentido alguna vez hacia Aiden. Y ya todos sabíamos cómo había acabado aquello.

Con mi corazón y dignidad por el suelo.

Pero Adam... Dios, Adam parecía tan diferente al resto de chicos que se habían colado en mis bragas que no concebía que fuera real.

No concebía que alguien tan dulce, bueno y jodidamente atractivo como él se estuviera tomando en serio a alguien como yo.

Conocía lo que se decía de mí en los pasillos de East Town High School y las habladurías sobre mi virtud no podían haberme importado menos hasta que creí que, al escucharlas, Adam se alejaría de mí.

Pero no fue así.

Adam fue el único chico interesado en trazar su propio criterio respecto a mí después de que todo el instituto se enterara que había perdido mi virginidad con Aiden Walker en el interior de su camioneta. Adam fue el único que quiso conocerme de verdad.

Y yo dejé que lo hiciera.

No había sido tan feliz en mucho tiempo, pese a que siempre se me veía con una sonrisa de perra triunfadora plasmada en la cara.

Nuestra primera cita fue la más cliché y maravillosa del mundo. No sé qué tienen las ferias de especiales, pero ir a una con Adam fue una experiencia que atesoraré toda mi vida.

Los juegos, las luces, los colores, y el beso que quedó inmortalizado en las instantáneas que nos tomamos en esa pequeña cabina fotográfica hicieron de aquella noche la más perfecta de todas.

Ese fue nuestro primer beso, pero no el único.

Y amé cada uno de ellos.

Amé sus manos, apartando los mechones de cabello de mi cara tras bajar de la montaña rusa. Amé su mirada, recorriendo mi rostro como si yo fuera lo más bello que hubiera visto en la vida. Amé sus brazos, cerrándose a mi alrededor tras dejarme en la puerta de mi casa con la promesa de que aquello se repetiría.

—¿Te veré pronto, LisaJones21?

Sonreí como boba antes de inclinarme y susurrar contra sus labios mi respuesta:

—Si sigues así, puede que me veas todos los días de tu vida, guapo.

Adam río por lo bajo y me tomó de la cintura para cerrar la escasa distancia que separaba nuestros labios en un beso que nos dejó sin aire a los dos.

—Y si tú sigues así —dijo al separarse para respirar—. Puede que te quedes con algo más que mis besos, preciosa.

En ese momento no supe a qué se refería, pero tras un mes de citas y flotar en las nubes cada que mi pantalla se iluminaba con un mensaje suyo, descubrí que Adam estaba hablando de aquello que yo había entregado sin más en el asiento de un auto.

Supe que yo significaba más para él de lo que había significado para cualquier otro que hubiera conocido antes lo que se escondía bajo mis bragas.

Supe que Adam Taylor lo quería todo conmigo, pues no tenía reparos en darme todo de sí.

No le cuestioné por qué, con dieciocho años, seguía siendo virgen y él no preguntó cómo era que yo había dejado de serlo a los catorce. Y todo fue simplemente perfecto bajo aquel cielo colmado de estrellas y un manto de velas dispuestas a nuestro alrededor.

Sus ojos no se separaron de mi rostro mientras se hundía en mi interior

Yo traté con todas mis fuerzas de no cerrar los míos para no perderme ni un solo segundo del placer que lo invadía mientras mis paredes absorbían todo de él.

—Te amo —susurró en mis labios con voz temblorosa—. Creo que te amo desde la primera vez que te vi, LisaJones21.

Sonríe y me abracé más a su cuerpo, llenándome de él, haciéndolo mío... y entregándome yo también.

Puede que aquella no hubiera sido mi primera vez en el sexo, pero estaba siendo la primera vez que hacía el amor.

Y estaba segura de que no sería la última.

—Prométeme que no vas a dejarme después de esto —le pedí con un hilo de voz cuando sentí que estaba punto de llegar al orgasmo, aferrándome con más fuerza a sus hombros.

Él me miró con los labios entreabiertos y la respiración agitada, deteniendo por un instante sus estocadas.

—Después de esto, nena, no creo que sea capaz de dejarte nunca. —Se inclinó para besar mi frente, mi nariz y por último mis labios—. Prométeme que tampoco lo harás tú.

Mi respuesta fue besar de nuevo sus labios, haciendo presión con mis piernas para que retomara la marcha y nos llevara a ambos al filo del orgasmo.

—Nunca —susurré en su boca cuando el sunami que provocamos juntos le dio paso a la calma y ya solo podíamos sentir el vaivén de las olas a nuestro alrededor—. Nunca te dejaré ir, Adam Taylor.

Él se abrazó con fuerza a mi cuerpo y yo hice lo mismo creyendo ciegamente en mis palabras. Tan enamorada de él que el sentimiento no me dejaba ni respirar.

Tan convencida de que seríamos eternos que jamás sopesé la idea de que llegaría un día en el que ya no estaría tan segura de lo perfectos que Adam y yo somos juntos.

De lo bien que encajamos.

Del futuro que ambos planeamos para nosotros.

Nunca creí que llegaría el día en que me encontraría en presencia de un chico que me hiciera sentir como me hizo sentir él cuando lo conocí, pero con el doble de intensidad.

—¿Por qué tan callada, preciosa? —Edward aparta sus ojos un segundo de la carretera para posarlos en mí—. Creí que tras haberme pasado el día entero contándote a lo que me dedico tendrías algo que decir sobre mí: como que soy ub friki de la tecnología o algo por el estilo.

—Tengo novio, Ed —suelto de forma súbita y fuera de lugar.

—Sí, lo sé. —Mi nuevo amigo me mira con una sonrisa divertida adornando sus labios—. Me lo has dicho al menos cinco veces el día de hoy. ¿Qué pasa con eso?

Me remuevo en el asiento, más incómoda que minutos atrás.

—Que tú también tienes novia, aunque se encuentren en medio de un break —le recuerdo, pues esa fue la respuesta que él me dio esta mañana cuando le confesé que estaba en una relación con Adam y que lamentaba si anoche le había dado la impresión incorrecta.

Y es que cuando Edward nos encontró a Emma y a mí en mitad de aquel callejón a un costado de la discoteca, él fue muy atento al ofrecernos su ayuda y yo estaba demasiado borracha para establecer un límite entre el agradecimiento y la coquetería.

Él pidió algún número con el cual contactarnos y yo le ofrecí mi usuario de Instagram luego de que mi mejor amiga —muy sabiamente— se negó.

Ahora entiendo por qué intentaba alejarme de forma tan vehemente de la tentación. Por qué debí hacerle caso en lugar de seguir inmersa en una conversación con este chico tan guapo, divertido y provocador por el resto del día.

—No entiendo a dónde quieres llegar con eso, Lisa.

Dejo escapar un suspiro.

—Verás, Ed, no me estaré con rodeos. Me caes muy bien. Eres un chico muy lindo, gracioso y estás buenísimo. Y sé, por la forma en la que me miras, que tú piensas exactamente lo mismo de mí, pero yo estoy fuera del mercado. Tengo novio. Y lo amo mucho. Tanto que estoy segura que me casaré con el algún día, ¿lo entiendes?

—Lo único que no entiendo es por qué lo dices como si intentaras convencerte a ti misma de ello.

—No estoy intentando convencerme de nada —replico con las mejillas llenas de calor—. Es la verdad. Adam es el sueño de toda chica. Y todos nos consideran la pareja más perfecta del mundo. Bueno, todos menos la estirada de su hermana, pero ella no importa. Y el punto es que no pretendo arruinar lo que tengo con él por una noche loca de verano con un desconocido que no se acordará de mí por la mañana. No vale la pena. Y entiendo que ahora que tú y tu chica se están dando un tiempo en su relación, sea precisamente eso lo que estés buscando. Pero no vas a conseguirlo conmigo, ¿te queda claro?

—Muy claro, preciosa, ¿y a ti?

—¿Me estás vacilando? —Lo miro con incredulidad. Él alza ambas manos un segundo del volante en un gesto de negación.

—En absoluto. Es solo que te escucho decir que «todos los consideran la pareja más perfecta del mundo» y me pregunto si tú también consideras que lo sean. Al fin y al cabo, lo que ustedes crean es lo que cuenta, ¿no?

—¿Insinuando que me siento insegura respecto a mi relación?

Sus cejas se alzan con diversión.

—No lo sé, ¿lo estás?

Jadeo, completamente indignada.

—Lo siento, pero ¿quién demonios te crees para venir a juzgarme?

—Yo no te estoy juzgando, solo me pregunto si tú también te cuestionas sobre esa vida que todos creen "es la mejor para ti".

—No tengo nada que cuestionarme —le digo con más dureza de la necesaria—. Tengo un novio que me adora y un futuro prometedor esperando por mí en Nueva York al final del verano. Me convertiré en una diseñadora famosa, me casaré con el amor de mi vida, adoptaremos un perro y seremos felices en nuestro lujoso piso de Upper East Side. Fin de la historia.

A Ed se le escapa una carcajada que solo consigue enojarme más.

—Perdona —dice aun entre risas, intentando retomar la línea recta por la calzada—. La verdad es que cualquier chica mataría por una vida como esa.

—Lo sé.

—Lástima que tú no seas una de ellas.

La sonrisa orgullosa se borra de mi cara.

—No me conoces.

—No, pero conozco a alguien muy parecido a ti.

—Ah, ¿sí? ¿A quién?

—A mí mismo —responde, dedicándome una mirada fugaz—. Sé lo que implica intentar llenar las expectativas de las personas que creen conocer lo que es mejor para nosotros. También sé lo que es dejar de lado nuestros propios deseos para complacer a la persona con la que creemos que estamos destinados a estar, incluso cuando estar con esa persona nos hace daño.

—Tú no conoces a Adam, él jamás haría algo para dañarme. Nunca lo ha hecho. —le digo con un regusto amargo en la boca, pues de todo lo que ha dicho, eso es lo único que le puedo refutar.

—Quizás él no te esté haciendo daño directamente, pero te lo haces tú misma obligándote a estar en una relación en la que no estás feliz.

—¡Por favor! No llevas ni veinticuatro horas comiéndome y ya te crees con derecho a psicoanalizarme. No sé en qué demonios estaba pensando cuando acepté el aventón.

—Sí que lo sabes, Lisa —replica él con la verdad brillando en sus ojos aceitunados—. Era lo mismo en lo que estabas pensando anoche cuando me recitaste tu usuario de Instagram.

—Anoche estaba borracha.

—Anoche tu subconsciente estaba rogando por lo único que quería.

—Ah, ¿sí? —Me cruzo de brazos—. ¿Y no te parece que es muy engreído de tu parte creer que lo único que yo quiero eres tú?

—No estoy hablando de mí, preciosa.

—¿Entonces de qué?

—De tu libertad.

Respiro profundo antes de pedirle que cruce a la derecha y detenga el auto frente a la casa con el jardín más exótico de todo el vecindario.

—¿Aquí vives? —Le respondo con un asentimiento, deshaciéndome del cinturón de seguridad—. Ya veo cómo es que consigues las mejores fotos de todo Instagram. Tienes un lugar hermoso aquí, Lisa.

—Gracias —le digo—. Por el cumplido y el aventón.

—No hay de qué, preciosa. Y... —Muerde su labio y se quita también el cinturón, girándose en el asiento para quedar frente a mí—. Lamento si mis comentarios te han incomodado. Yo... yo me caracterizo por mi insana necesidad de querer solucionar la vida de los demás, incluso cuando la mía es un puto desastre. No deberías tomar en cuenta nada de lo que sale de mi boca.

—Tienes razón.

—Por supuesto que la tengo. Es tu vida, y nadie mejor que tú sabrá lo que le conviene. Yo solo soy el héroe que aparece con una botella de agua después de que te has dejado hasta la bilis en un contenedor de basura fuera de la discoteca, ¡nada más que un actor de reparto! ¡solo eso!

Un esbozo de sonrisa se toma mis comisuras, pero no dura demasiado porque...

—Tienes razón —repito—. Sobre lo que dijiste antes. Creo que... creo que tienes razón.

—Joder, preciosa. Ven acá.

Edward rodea mis hombros y me pega a su pecho para abrazarme como si hacerlo fuera lo más normal de este mundo. Y por alguna razón así lo siento porque hundo mi rostro en su camiseta permitiendo que lo haga.

—No estoy segura de que esa vida de ensueño que me espera en Nueva York sea lo que realmente quiero —digo con un sollozo que ha subido a mi garganta de la nada—. Y tengo tanto miedo a aceptarlo porque no sé... no sé qué será de mi vida si lo hago. No sé en qué clase de persona me convertiría si echo por la borda el futuro que hemos planeado para ambos.

—No tienes por qué sentirte mal por no estar segura de lo que quieres en la vida, Lisa. —Separa mi rostro de su pecho para mirarme—. Somos humanos y es natural que cambiemos de opinión de la misma forma en la que cambiamos de ropa. Además, eres muy joven para preocuparte por el futuro Pinscher que vas a adoptar, ¿no crees? Solo tienes dieciocho años.

—Pero Adam..., él ha soñado siempre con esto. Con una vida junto a la chica con la que le entregó su... junto a la chica que ama.

—Estoy seguro de que Adam es el puto mejor novio del mundo, bonita, pero tus sueños no se pueden subyugar a los suyos. ¿Qué es lo que tú quieres?

—No lo sé —gimo secando mis lágrimas—. Hasta hace unos meses creía que yo también quería esa vida con él en Nueva York, pero mientras más se acerca mi momento de partir, más dudas me invaden. Y es una mierda.

—¿Qué es una mierda? ¿No estar segura de lo que quieres o no saber como estarlo?

—¡Qué sé yo! ¡Ambas!

—¿Quieres que te de un consejo?

—Me lo darás, aunque no quiera escucharlo, así que adelante —le digo con una sonrisa, tomando de nuevo una distancia segura entre nosotros.

Puede que ahora mismo esté hecha una mierda por dentro y por fuera, pero no puedo confiar en mi propio cuerpo tras descubrir lo mucho que la cercanía con el suyo lo altera.

—Habla con tu novio, Lisa. —Sus palabras me toman desprevenida—. No importa cuánto creas que van a herirle tus palabras. Habla con él y dile cómo te sientes respecto a la idea de «vida idílica» que han planeado para ambos. Puede que no todo esté perdido si él está dispuesto a ayudarte a encontrar ese equilibrio que estás necesitando. Vale la pena intentarlo, pues no me cabe duda de que realmente lo quieres.

—¿Cómo lo sabes?

—Porque soy un moreno jodidamente irresistible y no te veo brincando ahora mismo encima de mí.

«No me tientes, satanás», pienso con una risita de la que él también se contagia.

—¿En dónde venden amigos como tú, Edward Watson?

—Lo siento, pero la fábrica de mis papis cerró hace años, de modo que soy una versión limitada y de colección.

—No lo dudo. —Sonrío de nuevo y estiro mi mano para acariciar su mejilla—. Oliver tiene mucha suerte de tenerte.

—Ya, pues alguien debería decírselo. El muy cabrón suele darme por sentado todo el tiempo.

—La próxima vez que lo vea se lo diré —le prometo antes de inclinarme y besar su mejilla como despedida—. Si es que sobrevive a mi amiga en lo que queda de noche. Esa chica puede ser muy salvaje cuando se propone.

La carcajada de Ed es lo último que escucho antes de bajarme del auto y subir a la acera frente a mi casa, desde donde lo veo bajar la ventanilla y despedirse de mí con un saludo militar antes de encenderse un cigarrillo.

—Hasta pronto, LisaJones21.

Un nuevo nudo se asienta en mi estómago, pero de alguna forma consigo sonreír.

—Hasta pronto, Edward Psicoanalista Watson.

El moreno me sonríe una última vez antes de arrancar el motor y yo me quedo contemplando las luces del auto hasta que desaparecen en la oscuridad de la misma forma en la que siento que mi mundo como lo conocía lo hace.

La pregunta es, ¿qué tan malo podría llegar a ser?

____________________________

Hola, pecadoras ♥

Sé que llevo mucho tiempo ausente por aquí, pero me apetecía subir la primera parte de este extra con Lisa y Ed (que muchas me lo habían pedido) y aprovechar además de darles unas cuantas noticias y actualizaciones respecto a Eureka. 

Entre ellas que este viernes 09/09/2022 tendremos firma de libros y conversatorio aquí en Venezuela (específicamente en la librería Booksflea ubicada en Valencia / Edo. Carabobo) de 1:00pm a 3:00pm en compañía con Oscary Arroyo quien estará promocionando también su libro Tanner. ¡Están invitadxs a ir todxs los que deseen acompañarnos ese día! Y si aún no tienen sus ejemplares, allá mismo los pueden comprar.

Pero de esto les hablo mejor en el siguiente apartado junto a la otra noticia que las hará chillar de emoción, así que vayan a leer. 

Pero no sin antes, dejarme aquí qué les ha parecido el capítulo.

¿Cómo marcha su relación amor/odio con Lisa? 

Las leo. 

Besitos ♥

PD: Si te gustó el capítulo no olvides regalarme una estrellita y seguirme en mis redes sociales.

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