Capítulo 9. «Un poco de tu historia con la salvaje»
«Un poco de tu historia con la salvaje»
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OLIVER
«Taylor's Lunch & Bar».
Ese es el nombre del único lugar en el pueblo en el que no se han negado a servirnos el desayuno a las doce del mediodía.
Es un local con vibras de cafetería retro de los 50s y decorado por dentro con retratos de estrellas icónicas del pasado, luces de neón y asientos tapizados en cuero rojo.
Ed y yo escogemos la mesa de la esquina, con vistas a una calle transitada por personas que visten con atuendos acordes a la temporada y que no parecen tener prisa por llegar a ninguna parte. Tomamos lados opuestos a pesar de que en un solo asiento podrían caber perfectamente tres personas.
—Entonces, ¿cuál es tu plan, princesa?
—¿Eh? —inquiero en dirección a mi amigo, distraído.
—Dijiste que esta noche ibas a darle una lección a tu vecina, ¿cuál es tu plan?
—Aún sigo pensando en eso. —Suspiro, desviando la mirada hacia el fondo del local, donde las botellas de licores que adornan la barra relucen bajo las luces del establecimiento.
Un chico delgado y de cabello negro se encuentra al otro lado de la madera, puliendo las copas. Él levanta la cabeza y nuestros ojos se encuentran a través de la pista de baile que nos separa. Con un movimiento de barbilla me dedica un saludo que no soy capaz de devolverle mientras intento descifrar a quién demonios se me parece.
No logro hacerlo antes de que una camarera aparezca a nuestro lado.
—Hola, me llamo Jessica y estoy aquí para atender todas sus órdenes. —La chica nos dedica una sonrisa con la que fácilmente podría malinterpretar esa última frase, pero el bolígrafo y la libreta que sostiene en su mano me confirman lo contrario.
—Hola, Jessica —Es Ed quien le devuelve el saludo—. Mi amigo y yo vamos a querer panqueques con miel, huevos, tocino, pan tostado, café americano y zumo de naranja. Todo por partida doble. Y de postre una marquesa de chocolate.
Jessica toma nota a la velocidad de la luz y yo aprovecho su distracción para darle un repaso con la mirada.
Puede que este pueblo sea un infierno, pero no puedo negar que su población femenina no tiene nada que envidiarle a la de la ciudad.
—¿Algo más, guapos? —inquiere al finalizar, mordiéndose coquetamente el labio inferior.
—Depende —le digo, inclinándome un poco sobre la mesa—. ¿Tú estás en el menú, preciosa?
La chica se ríe, negando con la cabeza.
—Me temo que no, casanova.
Finjo una mueca de decepción.
—En ese caso, tendré que ponerle mi reclamo al dueño.
—¿Y cuál será tu argumento? —Me sigue el juego.
—Que están dejando lo mejor de este lugar fuera del alcance del cliente. ¿No te parece ese uno suficiente?
—Tal vez. Pero yo no he dicho nada sobre estar fuera de tu alcance. —Los labios de la pelinegra forman una sonrisa pecaminosa antes de agregar—: En cinco minutos regreso con su orden.
Después de eso se da media vuelta y se pierde en lo que supongo es la cocina.
—¿Por qué lo haces? —me pregunta Ed, siguiendo la dirección de mi mirada.
—¿El qué? —le devuelvo, masticando mi chicle.
—Fingir que estás interesado en ligar con esa chica cuando tú y yo sabemos perfectamente que no es así.
Mi ceño se frunce.
—¿Es que no la viste? Está buenísima. ¿Por qué no iba a querer ligar con ella?
—Porque tienes la mente ocupada en otra cosa. Por eso.
—Si te refieres a la salvaje...
—Me refiero a tu espíritu competitivo —me corta con un bufido—. Y te conozco, princesa. Cuando entras en ese modo, no eres capaz de pensar en nada más.
Aprieto los labios, porque sé que tiene algo de razón. No sé cómo hemos llegado a este punto en tan poco tiempo, pero es cierto que la salvaje y yo con una sola mirada nos hemos declarado la guerra.
Y como lo he dicho antes: no me gusta perder.
Sin embargo, después de tomar nuestro desayuno —almuerzo—, no me niego a recibir la servilleta en la que Jessica garabatea su número de teléfono.
—Llámame cuando quieras...
—Oliver —agrego al notar la interrogante en el tono su voz.
—Oliver... —repite entonces como si saboreara las seis letras de mi nombre—. Estaré esperando tu llamada.
—Seguro. —Le guiño un ojo y luego la veo acercarse a la caja con nuestros billetes en el interior de un sobre de cuero.
—Fuiste muy generoso con la propina, ¿eh? —me pica mi amigo.
—Solo porque el servicio ha sido muy bueno —replico, doblando la servilleta y poniéndome de pie.
Edward bufa y me sigue a la salida manipulando nuevamente su celular. No ha parado de hacerlo durante todo el rato que llevamos acá.
Pongo los ojos en blanco porque ya me hago una idea de quién es la persona con la que tanto habla y antes de atravesar la puerta de cristal, le dedico a Jess una última sonrisa. Ella me la devuelve sin inmutarse frente a la mirada del hombre de cabello rubio que se encuentra al otro lado de la caja registradora, recibiendo mi pago.
No puede ser mayor que mi padre, pero cuando su mirada y la mía se encuentran, una parte de mí parece hacerse pequeña.
Ed choca contra mi espalda cuando mis pies se detienen sin pedirme permiso, pero antes de que pueda prestar atención a la maldición que se escapa de su boca, tiro con fuerza de la puerta, haciendo sonar la campañilla a mi paso.
—¿Qué cojones fue eso? —exclama mi amigo, dándome alcance en el auto.
—Nada —mascullo, abriendo la puerta del piloto.
—Pues a mí me pareció que acababas de ver a un fantasma.
—Y a mí que las fotitos de la rubia ya te tienen fritas las neuronas —replico al tiempo que un descapotable blanco estaciona a mi lado.
—Hablando de rubias —murmura Ed, haciendo que me vuelva justo a tiempo para descubrir a la bipolar de anoche bajando del auto.
Gruño una maldición por lo bajo.
—¿Oliver? —inquiere ella, subiéndose los lentes de sol a la cabeza—. Estaba deseando volver a verte. —Me sonríe—. Pero confieso que no lo esperaba que fuera tan pronto.
—Ni yo. —Le devuelvo una sonrisa que podría ganar el primer lugar en la categoría de «temerosa» cuando la veo acercarse.
Y es que después de la nochecita anterior, miedo me dan las cosas que sea capaz de hacer esta chica.
Sus ojos verdes se fijan en los de mi amigo. Le regala una sonrisa como saludo y luego vuelve a centrar su atención en mí.
—¿Están llegando?
—De hecho, ya nos íbamos —le respondo agitando las llaves en mi mano para comprobarlo.
Elizabeth tuerce los labios en una mueca que me resultaría adorable de no ser porque ya conozco el lado psicópata de su personalidad.
—¿Me regalas un segundo... a solas? —inquiere dedicándole una mirada de disculpa a mi amigo.
Este levanta las manos en el gesto universal de «por mí no hay problema» y acomoda su culo sobre el capó para seguir arrastrando los dedos por la pantalla de su celular mientras yo me alejo un par de pasos junto a la rubia.
No demasiado lejos. Por mi propia seguridad.
—Dime, preciosa —la animo al notar lo mucho que le está costando comenzar a hablar.
—Yo solo... me quería disculpar. Por lo de anoche —dice, retorciéndose las manos.
—Ya lo hiciste —le recuerdo—. Y te dije que estaba bien, que no pasaba nada. En serio.
—Ya lo sé. Pero es que..., dios, esto es tan incómodo. —Me mira, y en sus ojos verdes puedo ver reflejadas un millón de emociones—. No he parado de pensar en mi momento de crisis, y en serio me muero de la vergüenza. ¿Podrías..., podrías dejar que te lo compense con una cena? Yo invito.
Dejo escapar un suspiro, llevándome la mano a los bolsillos del vaquero.
—Me encantaría, Elizabeth. Lo digo en serio. Pero para esta noche ya estoy comprometido, y...
—Lo pillo —me corta, sacudiendo la cabeza—. Está bien. No pasa nada. Si yo fuera tú también me inventaría una excusa. Has de creer que estoy loca.
—¡Por supuesto que no! —le miento, colocando mis manos sobre sus hombros—. No se trata de una excusa. No puedo esta noche, pero quizás otro día, ¿vale?
Ella sonríe, aunque no parece muy convencida. Y con razón.
—Tienes mi número —dice, dando un paso atrás para marcar la distancia—. Puedes llamarme cuando quieras, Oliver Jackson.
Asiento con la cabeza, imitando su gesto.
—Lo sé, Elizabeth Taylor —le devuelvo, y no es hasta que la veo desaparecer tras la puerta de cristal del establecimiento que mi cerebro consigue hacer la conexión.
«Taylor».
Un apellido que se repite no solo en el nombre del lugar donde acabamos de desayunar, sino también en un centenar de otros negocios que he divisado durante nuestro recorrido por las calles del pueblo.
No tengo pruebas de que esta chica sea la hija del dueño de medio pueblo, pero a juzgar por la casa en la que la dejé la noche anterior, tampoco me quedan dudas.
—¿Nos vamos ya? —inquiere Ed al notar que ya estamos solos.
—Sí. A menos que quieras quedarte aquí y freírte bajo este sol —mascullo, bajándome las gafas.
—Fritas te van a quedar a ti las neuronas si se te ocurre llamar a esa chica —bromea él subiendo por fin a mi auto.
Yo lo hago un segundo después.
—No la llamaría aunque me pagaran un millón de dólares —le digo, haciendo rugir el motor—. Ya tengo suficiente con la pesadilla de mi pasado.
Los ojos de Ed se iluminan cuando se posan sobre los míos.
—Hablando de eso, little princess... ¿de verdad estás pensando darle una sorpresa esta noche en la cena?
—Claro. —Le lanzo una mirada rápida, poniendo la marcha en retroceso para abandonar el estacionamiento del local—. La anciana no se merece tal desplante de mi parte, ¿no crees?
Mi amigo se ríe.
—Vale, entonces puedes comenzar por decirme cómo te gustaría que fuera: ¿Algo sencillo donde solo asistan tus familiares y amigos más cercanos diciendo unas cuantas mentiras para que tu honor se vaya intacto? ¿O algo mucho más orquestado donde asistan todas las chicas que te follaste, colegas de cerveza, y compañeros de apuestas hablando grandilocuentemente sobre lo idiota que eras?
—Pero... ¿de qué mierda estás hablando ahora, Ed?
—¿Traje blanco o negro? —continúa él como si no me hubiera escuchado—. Oh no, mejor un atuendo más veraniego para que los colores hagan resaltar tu fría y pálida piel. Así nadie va a cagarse de miedo cuando se asomen a verte.
—Por dios, ¿acaso tú estás...?
—Planeando tu funeral, por supuesto —completa él con una carcajada—. Y es que a juzgar por lo que me contaste sobre chica, dudo que vayas a salir vivo de esa casa.
—Serás imbécil. —Pongo los ojos en blanco.
—Puede que lo sea, princesa —admite él, reclinándose en el asiento con las manos detrás de su nuca—. Pero este imbécil tiene muchas muchas ganas de escuchar un poco de tu historia con la salvaje.
🌴🌴🌴
EMMA
La piedra rojiza brilla en la palma de mi mano.
En diez años, esta es la primera vez que estoy considerando deshacerme de ella.
De su promesa.
Que estupidez fue el haberme aferrado a las palabras de un niño que decidió largarse justo en el peor día de mi vida.
Justo cuando más lo necesitaba.
Nunca he sido la chica más sociable del mundo, o si quiera simpática. En cualquier caso, apostaría qué todo lo contrario.
La única amiga de verdad que he tenido desde que tengo memoria ha sido Lisa. Y eso porque su madre y la mía eran tan amigas que una se convirtió en la madrina de la otra, y nosotras en una especie rara de hermanas.
Pero cuando ella se despedía cada verano para visitar a sus abuelos en San Diego, la única persona que se quedaba a mi lado era él.
Ese niño de ojos azules y sonrisita presumida que arribaba en el pueblo a inicios de la temporada de vacaciones junto a su padre y hermanos. Cada año sin faltas.
Hasta que un día ya no volvieron más.
No recuerdo cuantos veranos exactamente me pasé encerrada en esta habitación, perdida en las páginas de los libros que ahora adornan mi librero.
No tengo demasiados porque muchos de ellos tuve que venderlos para poder comprar otros más nuevos, pero aun así fueron mi refugio durante todos esos años.
No es culpa mía no agradarles a las personas. O que las personas no me agraden a mí.
No es fácil encajar cuando te llaman «bicho raro» por pasarte el día perdida entre las páginas de un libro, y años después «psicópata» por no saber controlar esos momentos oscuros que nadie se toma la molestia de comprender antes de juzgar.
Antes de juzgarte.
Por ser humana. Por estar perdida. Por tener el corazón roto. Por no ser lo suficientemente fuerte. Por confiar en la persona equivocada.
Lo más desolador es que después te cuesta el doble volver a confiar. Volver a creer que el mundo no es tan malo. Ni tan injusto. Ni tan solitario.
Desde que él se fue, no volví a tener un verano memorable y divertido hasta el año pasado, cuando los padres de Lisa finalmente consideraron que ella era lo suficientemente mayor para quedarse sola en casa mientras ellos y su hermanito visitaban California.
No me importó hacer de sujeta velas entre Adam y Lisa todo ese tiempo. No cambiaría por nada los momentos que compartimos juntos. Ni siquiera aquellos que involucraban a la hermana de mi mejor amigo y a su novio de aquel entonces.
Nunca he sentido la necesidad de tener novio para estar bien conmigo misma. Y siendo sincera, creo que estar con alguien genera un efecto completamente contrario en mi interior.
Lo he intentado. Dios y mis ex saben que lo hecho.
Sobre todo, ese con el que rompí hace apenas un mes. Justo antes de mi baile de graduación.
Me entró el pánico. El terror. Y me sigo sintiendo como una tonta por haber arruinado la primera relación con la que casi sentí que podía lograrlo. Con la que finalmente superaría mis miedos.
Pero al mismo tiempo me siento bien por haber hecho lo correcto. No te puedes quedar en una relación en la que no eres capaz de dar lo mismo que estás recibiendo solo porque es lo más estable, duradero y real que has tenido en la vida.
Eso hubiera sido muy egoísta. Y él se merecía más que los pequeños pedacitos de mí misma que le estaba entregando. Él se lo merecía todo.
Y todo es demasiado para dar.
Todo fue lo que yo entregué muchos años atrás, y ahora quiero que me lo devuelvan.
Dejo escapar un suspiro, y sin encontrar el valor, vuelvo a dejar la piedra rojiza junto a mi lámpara en forma de escoba, sobre la mesita de noche.
El reloj marca las «6:30 PM»
En media hora los invitados de mi abuela estarán tocando a la puerta y yo sigo con el paño de baño alrededor de mi cuerpo.
Me pongo en marcha arrancándome el que traigo en la cabeza y dejando que el cabello húmedo me caiga sobre la espalda. Anny insistió en que me colocara un vestido, así que opto por uno negro que se ciñe a mi cintura y se acampana un poco desde mi cadera hasta la mitad de mis muslos. Las mangas son largas y de una tela que se trasparenta hasta la base del escote en forma de corazón, donde mis senos se pronuncian de forma ligera.
Es delicado, bonito, y perfecto para una cena sin demasiadas pretensiones.
Lisa dijo que me quedaba muy bien el día que me lo probé, y yo misma pude comprobarlo cuando me vi con la prenda puesta en el espejo, pero desde que ella me lo regaló ha estado esperando pacientemente en el interior de mi armario por el día en el que me decida a darle una oportunidad.
Y al parecer ese día es hoy, que debo rendirles pleitesías a unas personas que ni siquiera conozco.
«Gracias por eso, abuela».
Me meto en el vestido lo más rápido que puedo después de haber utilizado el secador para eliminar la humedad en mi cabello y el rizador para darle volumen a las puntas.
Acompaño mi atuendo con unas medias finas del mismo color que se pierden bajo la falda y calzo mis pies en un par de botines rojos que contrastan muy bien con mi tono de cabello y el labial que utilizo para pintarme los labios.
No seré la chica con más estilo del año, pero gracias a Lisa tengo una noción básica de la moda y todo un guardarropa de colecciones pasadas que puedo lucir.
O tal vez vender para comprar libros nuevos. Nunca se sabe.
Lo cierto es que cuanto ya he terminado de maquillarme y de rociar mi cuerpo con el perfume que me regaló mi ex ayer por mi cumpleaños, doy por terminada la tarea de mantener contenta a mi abuela cumpliendo con todas sus demandas: preparar una cena exquisita y ponerme linda para no sé quién.
Compruebo que todavía me quedan cinco minutos de ventaja y cojo mi celular para enviarle una foto de mi outfit a Lisa junto a un corto mensaje:
«Lista para recibir a los misteriosos invitados de mi abuela, ¿tú cómo vas?»
Mi amiga no tarda en responder.
Lisa: Mi suegro no va a poder acompañarnos en la cena y Adam me ha dejado sola con la bruja de su hermana mientras ayuda a su madre con el asado 😡
Emma: Pues ve y ayúdalos tú también.
Lisa: Y dejar que el olor a humo se me impregne en la ropa? No, gracias.
Emma: 😒
Lisa: Estoy a punto de suicidarme. En serio. Voy de camino al baño a cortarme las venas con una afeitadora oxidada, que lo sepas 😭
Emma: Una gran solución para todos tus problemas, ¿no? 🤨
Lisa: Joder. Lo siento, no debí decir eso.
Emma: No. No debiste.
Lisa: Perdóname, Em. Lo escribí sin pensar.
Emma: Pues últimamente no pareces estar pensando demasiado, Lisa. Va siendo hora de que empieces a hacerlo. Y bien.
Lisa: L A veces me da la impresión de que me odias.
Emma: Por favor, no te pongas intensa que ese papel es solo mío.
Lisa: Intensa es mi cuñadita 😒
Emma: Si tan mal la estás pasando, siempre puedes decir que tienes diarrea y venirte a hacerme compañía 😉
Lisa: Lo siento, pero esa excusa ya la he utilizado muchas veces 😂😂😂
Emma: 🤣 Lo digo en serio.
Lisa: Lo sé. Pero Adam tiene la ilusión de que al fin comience a llevármela bien con su familia, así que creo que le debo esto 😕
Emma: Vale. Lo entiendo. No me queda más que enviarte mucho autocontrol desde la distancia.
Lisa: Graaaacias. Mira que bastante lo estoy necesitando para no arrancarle las pestañas punto por punto a la bruja y subir el video en Tiktok.
Emma: Que malota!!! Ahora piensa en tener que soportarla todos los días.
Lisa: Por eso no te envidio ni un pelo del ano.
Emma: Puaj!!! ¿por qué tienes que ser tan puerca? 🤢
Lisa: Porque tu odias que lo sea y de algo tengo que reírme, muñeca 😉
Emma: Ríete de esto .l.
Lisa: Oh, Emmita. ¿Pero qué son esas guarradas de tu parte? ¿Acaso te has pasado el día pensando en las partes íntimas de cierto modelito al que dices odiar?
Emma: 😒😒😒
Bloqueo la pantalla del celular tragándome la bilis.
Si había logrado dejar de pensar en ese imbécil por cinco minutos, Lisa ha hecho un buen trabajo para traerlo de nuevo a mis pensamientos.
Por primera vez en mucho tiempo me está costando poner en orden mis perspectivas. No me parece justo manchar los recuerdos del niño de mi pasado con los actos del idiota engreído y superficial de mi presente, pero tampoco me veo encontrándome nuevamente con él y haciendo como si no hubiera pasado nada.
Como si anoche no hubiera intentado ligar conmigo después de haber tenido a otra chica sentada en sus piernas.
Como si el haberme quedado mirándolo un poquito más de la cuenta le diera el derecho a pensar que soy la clase de chica con la que puede tener un rollo de una noche sin más.
Como si fuera tan irresistible que...
El timbre de la puerta principal consigue frenar mis divagaciones. Y es una suerte. Porque al parecer mientras más intento dejar de pensar en él, más lo hago.
Y eso que aún me falta poner a Lisa al día con este plot twist de la historia.
Con eso en mente salgo de mi habitación respondiendo al llamado de mi abuela para que baje a abrir. Porque al parecer iba en serio eso lo de la cita doble y Anny se está tomando mucho más tiempo para arreglarse que yo.
Mi mano se cierra contra el pomo de la puerta al tiempo que una segunda campanada retumba por toda la estancia, acelerándome el pulso.
Respiro profundo y sin ánimos de hacer esperar a los invitados, tiro de la puerta para recibirlos con una bienvenida que se me queda atorada en la garganta al descubrir quién es la persona que espera del otro lado del umbral.
Trae una botella de vino en las manos, una sonrisita canalla estampada en su cara de modelo y una mirada que brilla de pura diversión.
—Sorpresa, Granger —lo escucho decir.
Y mi única reacción es cerrarle la jodida puerta en la cara.
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¡Que tal, pecadorxs! ¿Les va gustando?
Opiniones y teorías AQUÍ
Y regalarme una estrellita ♥
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