Capítulo 41. «Malditos paparazzi»
«Malditos paparazzi»
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OLIVER
Ya mi padre se encuentra instalado en una habitación privada cuando regresamos al hospital. Justo la misma que Emma había dejado libre, horas atrás.
Mis hermanos se encuentran con él.
—Oliver, Emma... —La voz de mi padre es ronca, y la mueca que se forma en su cara es indicativo de que sus heridas siguen escociendo, pero me resulta en un alivio indescriptible el mero hecho de escucharlo—. Vamos, vengan aquí.
Soy yo quien da el primer paso, aunque Emma no demora en imitarme. Mucho más cohibida que yo al momento de inclinarme sobre papá y abrazarlo con cuidado de no lastimarlo.
—Maldita sea, papá. Solo tenías que esperarme —le digo, tragándome el nudo que se ha subido a mi garganta.
Sus manos se aferran con fuerza a la tela de mi cazadora cuando responde:
—Supongo que los Jackson deberíamos practicar un poco más el arto de la paciencia, ¿no crees?
No necesito ser un genio para saber por qué lo dice.
—Lo siento, papá. —Me separo lo suficiente para mirarlo—. Lo siento mucho.
—Lo sé. —Me agarra del cuello y une su frente con la mía—. Yo también siento no haber sido lo suficientemente claro contigo, hijo. Debí haberte dicho la verdad hace muchos años. A los tres.
—¿Qué verdad? —pregunto incorporándome.
Papá nos mira a mis hermanos y a mí antes de finalmente posar sus ojos en Emma, que sigue estando un paso detrás.
—Prometo que les contaré toda la historia, muchachos. Pero primero, quiero un momento a solas con Emma, ¿me lo permiten?
—Claro, papi. —Kate se inclina, besando su mejilla y abrazándolo—. Te amo.
—Y yo a ti, princesa.
—No espantes a mi nueva hermanita, viejo. —Robert aprieta la mano de papá—. Mira que hace un tiempo ya que estaba necesitando un reemplazo para Kate.
—Ay, ya cállate. —Mi hermana pellizca su brazo al tiempo que rodean la camilla.
—¡Auch! ¡¿Ahora ven a lo que me refiero?! ¡Me maltrata! —exclama el idiota de Rob con dramatismo—. Vamos, chica roja, sálvame de este infierno rosa. ¡Solo tú puedes hacerlo!
—No le hagas caso, Em. —Kate pone los ojos en blanco—. Estaremos abajo en la cafetería.
Emma sonríe, incluso en contra de su voluntad cuando Kate tira de Rob fuera de la habitación.
—Discúlpalos, querida, son así de idiotas porque se me cayeron de la cuna cuando estaban pequeños. Los tres.
Enarco una ceja cuando mi padre me mira.
—No pasa nada —le dice ella, mirándome de reojo—. Creo que tengo una fascinación por los idiotas.
Papá se echa a reír con tanta fuerza que su herida parece doler.
—¿Lo has oído, hijo? ¡No puedes tener mejor suerte!
—Deberías caer en coma más seguido, si despertarás cada vez tan alegre. —Ruedo los ojos, pero descubro que estoy sonriendo.
—Espero no caer en coma nunca más, pero seguro estoy cerca de sufrir un infarto contigo haciendo siempre lo que te da la gana. ¿No te pedí amablemente que me dejaras solo con Emma? —Señala la puerta, haciéndome resoplar.
—Vale. Estaré en la cafetería con los chicos. —A Emma no parece importarle en lo más mínimo mi explicación. Ni siquiera me mira—. ¿Me envías un mensaje para saber cuándo debemos subir?
—Seguro —dice sin más, y la veo acomodarse en una silla junto a la camilla de mi padre.
Salgo de la habitación y los dejo solos.
Mientras desciendo hasta la planta baja del hospital, no puedo dejar de pensar en la inesperada llegada de Alessa y en todo lo que eso conlleva para mi vida.
La mera idea me resulta surrealista. Después de todo por lo que he tenido que pasar en los últimos días, no sé si estoy listo para un golpe de realidad como ese.
Sin mencionar, además, que no tiene ningún puto sentido.
Cuando voy de camino a la cafetería del hospital para reunirme con mis hermanos, sigo dándole tantas vueltas al tema en la cabeza, que no me da tiempo de esquivar al tipo que golpea mi hombro al cruzar por las puertas.
El muy cabrón ni siquiera se disculpa.
—Mira por donde caminas —le gruño, girándome para ver la sonrisa ladina que me devuelven sus labios. El resto de su cara permanece oculta bajo la sombra de la gorra de béisbol que lleva puesta—. Imbécil.
Sigo mi camino hasta la mesa en la que Aaron y mis hermanos se encuentran riendo de algo que no sé ni me interesa. Estoy feliz por mi padre, pero no de humor para bromear con los chicos como si la situación entre Emma y yo no se encontrara tan tensa que el más mínimo filo podría cortarla.
—¿Qué hay? —saludo a mi cuñado cuando tomo asiento junto a ellos.
Ignoro las burlas de Rob cuando el rubio pregunta qué coño me pasa.
—Está celoso porque ya no va a ser el favorito de papá.
—Eh, que la favorita siempre he sido yo —se queja Kate, tirándole una patata.
—En tus sueños, hermana. El baja bragas siempre ha sido la debilidad del viejo.
—Tranquila, bebé. Tú siempre serás la debilidad de mi vida. —Aaron y Kate comienzan a besuquearse ignorando las arcadas fingidas con las que amenaza Rob.
Pongo los ojos en blanco. A veces me da la impresión de que mis hermanos son más niños que yo. Justo estoy sacando el móvil para ponerme a mirar cualquier mierda en las redes y olvidarme del mundo un rato cuando la cara de Ed aparece en la pantalla.
—¿Dónde estás, princesa? —pregunta antes de que alcance a decir «Hola».
—En la cafetería del hospital, con los chicos. Papá ha despertado.
—Lo sé —dice—. Kate me avisó hace un rato. Lisa y yo ya estamos llegando, espérennos ahí.
No pasan ni dos minutos cuando los dos están atravesando las puertas del cafetín con sus móviles en la mano.
—¿Dónde está Emma? —Lisa es la primera en hablar al llegar junto a nuestra mesa.
—Arriba, con papá —le responde Kate con una sonrisa. Al parecer la convivencia en este maldito hospital también ha ayudado a forjar nuevas amistades—. ¿Qué pasa?
—¿Ninguno de ustedes lo ha visto aun?
—¿No hemos visto qué?
—El video, princesa —me responde Ed—. Donde aparecen Alessa, Emma y tú discutiendo. Ya está por todas partes.
No espera que se lo pida. Enseguida me tiende su celular y los chicos me rodean para mirar el video que comienza a reproducirse en la pantalla.
Mi voz tomándose todo el lugar cuando digo:
«—¿Por qué, Emma? Si no significó nada, ¿por qué no me lo dijiste?»
A eso le sigue la respuesta de Emma. Y a diferencia de lo ajenos que nos encontrábamos ella y yo ante la presencia de Alessa, en el video se ve perfectamente cuando ella se baja del auto y se acerca a nosotros, escuchando cada una de las palabras hasta que finalmente pregunta:
«—¿Sois hermanos?»
Y el video continúa a lo largo de toda la maldita discusión, incluida la parte en la que Alessa llama a Emma psicópata y luego comienza el jaleo.
—Que culebrón en el que estás metido, hermanito. —Robert deja escapar un silbido, ganándose una mirada asesina de mi parte.
Regreso mi atención a la pantalla justo cuando finalmente consigo separar a las e intento contener a Emma, sujetándola por los hombros. En ese momento Alessa aparta la mirada de nosotros como si vernos juntos le quemara. O al menos eso es lo que la maldita cámara consiguió captar desde el ángulo en el que se encontraba enfocándonos. Sea quien sea que haya grabado esta mierda, tenía que haber estado oculto entre los arbustos de la casa de al lado.
«Malditos paparazzi».
El video continúa por lo que parece una eternidad, pero nuestras voces son sustituidas por la de alguien más en cuanto me alejo con Alessa hasta su coche y comenzamos a discutir ahí también:
«—Al parecer, todos los rumores sobre el hijo menor del candidato Jackson y la hermosa modelo española Alessa Gil, acaban de ser confirmados con semejante escena. Después de que el codiciado Oliver Jackson subiera una foto a su Instagram muy acaramelado con una bella y desconocida pelirroja, la teoría de que el joven estuviera emparejado con Gil se fue al traste, puesto que jamás se le había visto compartiendo una foto con la modelo. Sin embargo, la escena de lo que parece ser un desastroso triángulo amoroso nos deja claro que entre el chico malo de la ciudad y la pelinegra ha existido más que una inocente amistad a lo largo de los años. Y al parecer esta chica, que hasta el momento nuestras fuentes habían confirmado como una amiga de la infancia del joven Jackson, no solo ha formado parte de su verano en el pueblo para salvarlo de las garras de la muerte, sino que también, como pago, le ha exigido su corazón. Un corazón que el ojiazul no parece tener ningún problema en entregarle, ya que es evidente cuál de las chicas ha elegido mientras acompaña a la modelo de regreso a su auto. Ella ni siquiera intenta esconder las lágrimas que le corren por las mejillas. Una pena, la verdad. Puesto que todo en su aspecto demuestra lo hecha polvo que el chico la está dejando. Por suerte, para el final consigue recuperar un poco de su dignidad, marchándose con una frase que se siente casi como una bofetada en el rostro para el menor de los Jackson».
Nuestras voces regresan para el momento en el que Alessa me dice desde la ventanilla del auto:
«—Anda, ve. Sigue viviendo una mentira con tu hermanita. ¡Y que seáis muy felices mientras puedan!»
La voz en «off» retoma su ataque mientras algunas partes anteriores del video se repiten en compañía de fotos nuestras tomadas con mayor calidad:
«¿Qué les puedo decir? Con hermanos como ese, bienvenido sea el incesto, señores. Lo curioso es que después de toda la polémica que la familia Jackson ha estado generando durante los últimos días, nadie se esperaba que pudiera sorprendernos más. ¡Y encima con semejante noticia! Hace tan solo algunas semanas ninguno de nosotros había escuchado nombrar a la señorita Emma Clark, pero ahora resulta que no solo es una sádica heroína de guerra, sino que también ha llegado para unirse a «La dinastía Jackson» de la ciudad. ¿Dónde? ¿Cuándo? ¿Cómo? ¿Y por qué? Son preguntas para las que aún no tenemos respuestas, pero que estamos seguros, no tardaremos mucho en averiguar. De momento, solo nos queda hacer un minuto de silencio por el corazón roto de Alessa Gil y una ¡Enhorabuena! por la señorita Clark. Que, si no le perdona los cuernos al sexy de su hermanito, al menos se quedará con buena parte de la fortuna Jackson después de esto».
—¡Hijos de puta! —Mi puño se estrella contra la mesa cuando finaliza el video. Es café que estaba tomando mi hermana se derrama sobre la fórmica—. Son unos malditos.
Me pongo de pie, incapaz de quedarme quieto después de que mi jodida vida privada quedara completamente expuesta ante millones.
—Ahora veo que era por esto que tenías esa cara de pena, hermanito. Pero mírame. —Kate me toma con fuerza por la barbilla—. Ya sabes cómo es esto. Tarde o temprano se iban a enterar. No puedes dejar que te afecte.
—A mí me importa una mierda lo que digan esos cotillas, pero qué hay de Emma, ¿eh? —inquiero con los dientes apretados—. Ella no está acostumbrada a esta clase de acoso. Y después de su episodio en la cabaña, lo que menos necesita para mantener a raya su ansiedad es esta clase de putadas. No hace ni dos horas que la dieron de alta, por Dios.
—Tienes razón, Oliver —es Lisa quien habla esta vez—. Pero conozco a Emma. Ella es capaz de soportar esta clase de cosas. Ignorar a las personas que solo hablan estupideces no creo que sea la parte difícil aquí.
—¿A qué te refieres?
—¿A la parte de los cuernos, quizás...? —Enarca una ceja.
—No me acosté con Alessa. Si es lo que estás pensando.
—Yo no estoy pensando nada, pero ¿qué es lo que piensa ella?
—No lo sé, Lisa. Apenas tuve tiempo para fumarme un maldito cigarrillo antes de que Kate me marcara por lo de papá. Luego llegamos aquí y eso fue todo.
—Vale, pues ve y asegúrate de que la traición ya no forme parte de la ecuación para cuando ella vea ese video. Te prometo que si lo haces no habrá problemas en cuanto a su nivel de ansiedad.
Quisiera decirle que, aunque esa noche me hubiera acostado con Alessa, no podría considerarse «traición». Simplemente porque Emma y yo aún no tenemos una etiqueta que nos defina. Pero ella podría decir lo mismo sobre su beso con el imbécil de su ex, y, sin embargo, lo sentí como un engaño cuando lo supe.
Por esta clase de mierdas es que siempre creí que lo mejor era no enamorarse. Al final el amor solo sirve para complicarlo todo.
—Está bien, iré a hablar con ella —decido al tiempo que el móvil me avisa la llegada de un mensaje.
Es de Emma: «Dice tu padre que ya pueden regresar a la habitación». Se lo enseño a mis hermanos. Kate es la primera en decir algo al respecto:
—Supongo que no tendrá oportunidad de ver el video mientras estemos reunidos con papá. Podrás hablar a solas con ella cuando regresen a casa, ¿te parece?
—¿Acaso tengo otra opción?
Kate me sonríe con una lástima que detesto. Luego les explica a los chicos sobre la reunión que tenemos con papá. Edward, Lisa y Aaron están de acuerdo en esperarnos aquí.
Cuando estamos atravesando de nuevo el vestíbulo, rumbo a los ascensores, capto el perfil de una mujer que espera frente a uno de los cubículos. Es alta, rubia, y con el característico porte de esnob que se le atribuye a la mayoría de los políticos. Sin embargo, a esta en especial, alcanzo a reconocerla.
—¿No es esa la jefa de campaña de papá? —pregunta mi hermana entornando los ojos mientras las puertas se abren y la mujer se sube al ascensor—. Clarissa Banks, ¿cierto? ¿Habrá venido a ver cómo sigue papá? ¡Clarissa, oye, espera! ¡Estamos aquí!
La mujer alza la vista ante el llamado de Kate, pero para entonces ya las puertas del ascensor se están cerrando frente a su cara.
—¿Acaso no se ha enterado que la hora de visita ya ha terminado?
—Para Richard Jackson no aplican las reglas en este hospital, Rob.
—En fin, la anarquía.
Las palabras de mi hermano consiguen sonsacarme una sonrisa, pero la alegría no me dura demasiado cuando al otro lado de las puertas dobles de emergencia se forma un revuelo que involucra una ambulancia, un centenar de relámpagos como flashes, y la urgencia de los paramédicos al intentar apartar a todos los reporteros de su camino.
—Por Dios, ¿qué está pasando? —murmura mi hermana al tiempo que las puertas se abren con el paso de una camilla que empujan apresuradamente hacia uno de los elevadores autorizados solo para el personal.
—La chica necesita entrar directamente a quirófano, ha perdido mucha sangre y tiene una contusión cerebral que podría ser grabe —viene informándole uno de los paramédicos al que parece ser el cirujano de turno.
—¿Qué le ocurrió?
—Su auto se salió de la carretera y dio varias vueltas por el barranco. Testigos aseguran que otro auto provocó el accidente. Al parecer alguien quería muerta a esta chica. Y la policía se quedó investigando la escena.
—Pobre muchacha. —El médico la mira con pena antes de preguntar—: ¿Recuperaron su identificación?
—Alessa Gil. Veinte años de edad. Modelo profesional. Grupo sanguíneo «B+». Inscrita en el plan de donación de órganos post mortem.
—Vamos a salvarte la vida, bonita. —El doctor pasas sus dedos por el mismo cabello azabache que un millón de veces me hizo cosquillas en la cara.
Luego comienza a gritar un montón de órdenes que, en este punto, ya me resultan inconexas.
Cuando pasan arrastrando la camilla delante de mí, con Alessa tendida ahí, su rostro ensangrentado y sus ojos cerrados, ni siquiera soy capaz de moverme. Creo que tampoco respiro.
Y cuando los médicos entran con ella en el elevador, lo único que se me viene a la mente es en uno de los muchos mensajes que sigo teniendo de ella en mi celular.
Ese que me estuve negando a creer:
«Tu madre está viva, Oliver. Y ahora que he descubierto sus planes, ella me quiere matar».
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¡Ya la loca empezó a hacer de las suyas, señores!
¿Se esperaban esto o seguían creyendo que Alessa estaba embarazada? jaja
Las leo.
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