Capítulo 16. «Mi único problema eres tú»



«Mi único problema eres tú»

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EMMA

Alguien está intentando llamar mi atención, lo sé porque alcanzo a reconocer algunos fragmentos de las palabras que me dice.

Tiene algo que ver con un sombrero..., y con lo bien que luce sobre mi cabeza, pero por más que lo intento, no consigo escapar del trance en el que él me ha abducido.

Oliver Jackson.

Él y toda la fiesta que ha organizado para mí.

—¡Hey, chica independencia! ¿Sigues aquí con nosotros? —La ligera sacudida que Edward ejerce sobre mi brazo finalmente me trae de vuelta.

—Eh, sí, sí, claro. Estoy aquí. —Me llevo las manos a la cabeza, sintiendo un peso que antes no tenía. Miro a Ezra y supongo que se trata de un sombrero similar al que ahora él lleva sobre la suya—. ¿Qué me estabas diciendo? —agrego en dirección a Ed, escapando de la mirada curiosa que Ezra me está dedicando.

No puedo creer que de nuevo me haya quedado idiotizada con el imbécil de mi vecino.

—Me preguntaba si te había gustado la decoración, pecosa. —Su sonrisa se hace más grande cuando señala a nuestro alrededor.

«Lo que no me gusta es que me pongan un apodo diferente a cada segundo, pero...»

—Me encanta. —No puedo decir nada más que la verdad con respecto a esto—. Todo me parece alucinante y tan...

—¿Mágico? —inquieren a mi lado—. ¿Era eso lo que ibas a decir?

No necesito girarme para adivinar que se trata de él, pero lo hago solo para comprobar que su imagen, a escasos veinte centímetros de mí, es capaz de nublar todas mis capacidades cognitivas, dejándome sin palabras.

Su porte, su mirada, su aura, y hasta su maldito buen gusto para vestir lo convierten en la vívida proyección de el estereotipo de chicos sobre los que estoy cansada de leer en historias juveniles que intentan venderme una relación tóxica y dependiente cómo el sueño de cualquier chica de mi edad.

Pero yo ya he sido testigo del daño que un amor insano es capaz de ocasionar. Y he tenido que sufrir las consecuencias de uno.

Por mucho que disfrute de personajes como él en la ficción, son todo de lo que una chica como yo se debe alejar en la realidad.

No puedo arriesgarme a que algo como eso se repita en mi vida, incluso cuando todo en Oliver Jackson me esté resultando tan...

—Mágico, sí. —La voz me sale ronca cuando finalmente le respondo—. Gracias por... esto, por cierto. Es impresionante lo que has logrado con la decoración.

—Eh, eh, que la princesa no se lleve todo el crédito —interviene Ed, abrazándonos por los hombros y señalando con la mirada todas las velas que penden de forma misteriosa sobre nuestras cabezas—. Miren que el mayor truco de magia aquí lo he hecho yo.

—Ajá —masculla su amigo—. ¿Por qué no intentas uno nuevo y te desapareces?

—Me hieres, princesa —dramatiza Ed—. Pero por esta vez voy a hacerte caso. Me parece que aquí todos estamos necesitando una buena dosis de alcohol. ¿Me acompañas, amigo?

—¿Te refieres a mí? —Erza se señala a sí mismo, descolocado.

—Claro que me refiero a ti, versión mejorada de Shawn Mendes, vamos por unos tragos.

Ed ni siquiera espera una respuesta antes de apartarme de su camino y saltar sobre los hombros de mi ex, arrastrándolo consigo en dirección a la enorme mesa de licores al otro lado de los invitados que bailan en el centro del jardín.

Me encojo de hombros cuando Ezra vuelve su rostro para dedicarme una mirada de «Auxilio» antes de ser absorbido por la multitud.

—¿Siempre es así?

—A veces es peor.

Sonrío sin apartar la vista del frente. Temo perder el control si vuelvo a encontrarme con sus ojos.

—Tenías razón cuando dijiste que iban a sobrar los invitados. Esto está a reventar.

—A mí me parece que solo uno es el que está sobrando.

No me contengo esta vez. Lo miro y me encuentro con su mandíbula tensa y sus ojos enrojecidos por el alcohol.

—Si tanto te molesta la presencia de Ezra puedo irme de aquí con él.

Mis palabras tienen el efecto de un dedo incrustándose en la herida. Lo sé por la forma en la que me toma del brazo y me arrastra con él hacia la empalizada de madera que conecta nuestras propiedades.

Su mano me libera al llegar sin necesidad de que se lo pida, y lo hace con un movimiento tan repentino que me tengo que sujetar de la madera para no caer.

—¿Esto realmente te parece gracioso?

—¿Tu cara de idiota? ¡Por supuesto que sí!

Él se pasa las manos por el cabello antes de resoplar.

—Muy bien, Emma. Ya trajiste a ese imbécil para restregármelo en la cara. Ahora solo dime, ¿por cuánto tiempo?

—¿Por cuánto tiempo qué?

—¿Por cuánto tiempo vas a estar fingiendo que él te interesa más de lo que te intereso yo? —Da un paso en mi dirección, haciéndome chocar contra la empalizada—. ¿Por cuánto tiempo voy a tener que soportar tus actitudes de niñita terca y caprichosa?

—¿Caprichosa yo? —La carcajada irónica que sale de mi boca es absorbida por el sonido de la música—. Lo dice el imbécil que por lo visto se encapricha con cada chica que se cruza en su camino.

—Puede que me haya fijado en más de una chica desde que volví a pisar este jodido pueblo, Emma, pero creo que es bastante obvio que la única que realmente me importa eres tú, ¿no? —Señala con un brazo en dirección a la fiesta, sin apartar sus ojos de los míos.

—¿Se supone que debo sentirme alagada por esto después de que le metiste la lengua a mi jefa y encima tonteaste con mi compañera de trabajo?

—¿Y no se supone que esto deba hacerte sentir especial? —me devuelve como si mi interrogante le exasperara.

—No tienes ni la más mínima idea de cómo funcionan las cosas con las chicas, ¿no?

—De lo que no tengo idea es de cómo funcionas tú. —Sus manos se aferran al borde de la empalizada, a cada lado de mis caderas—. Me he esforzado en esto mucho más de lo que lo he hecho en cualquier otra cosa, y sigo sin entender por qué te empeñas en mantenerme lejos de ti.

—No se trata del esfuerzo que hayas puesto en esta fiesta, Oliver. Y no estoy diciendo que no lo aprecie, pero solo llevas una semana en el pueblo y ya te has enrollado con tres chicas diferentes. —«Sin mencionar que casi te dejo hacerlo conmigo la otra noche»—. Soy una persona de hechos. Y los hechos me dicen que no eres un chico de fiar.

—Vale. Puede que ahora mismo no parezca alguien de fiar para ti, pero al menos estoy intentando hacer algo para demostrarte lo contrario —replica, acercándose más—. Al menos yo no me escondo ni me escabullo cuando se trata de lo que quiero. Pero, ¿qué es lo que haces tú, Emma? Entrar aquí de la mano con tu ex solo porque estás celosa y eres demasiado orgullosa para admitirlo.

—¿Pero qué dices...? —Me aparto un mechón de la cara con brusquedad, tirando mi sombrero en el proceso—. Para que te quede claro, modelito, yo no me escondo ni me escabullo de lo que quiero, es solo que lo que quiero no te incluye a ti. Y sé que quizás para tu ego eso sea un golpe muy difícil de asimilar, pero va siendo hora de que te enteres que mi mundo dejó de girar a tu alrededor hace muchos años ya. Que de pronto hayas decidido regresar, no significa que mágicamente deba volver a hacerlo.

Un músculo de su mandíbula se contrae, pero se limita a asentir, muy lento.

—Lo pillo, Granger. Ya no soy lo suficientemente importante en tu vida. ¿Pero qué hay de lo otro?

—¿A qué te refieres? —Conozco la respuesta, pero prefiero fingir lo contrario.

—A lo que estás haciendo con él. —Sus palabras son un susurro, pero la cercanía con la que me las dice es suficiente para que calen en mi sistema—. Lo que estás haciendo conmigo.

—Yo no estoy haciendo nada contigo —consigo pronunciar en un hilo de voz.

Su mano asciende por mi espalda hasta llegar a la parte posterior de mi cabeza. Sus dedos se enredan en mi cabello y tiran con la sutileza suficiente para acercar sus labios a mi oído sin causarme daño.

—Por supuesto que lo estás haciendo... —dice, consiguiendo que su aliento erice la piel de mi cuello y el retumbar de la música me ponga a latir muy rápido el corazón—. Desde que nos volvimos a encontrar no has hecho más que hechizarme, brujita.

Mis párpados caen con el peso de un suspiro.

Y lo sé, sé que es estúpido que con una sola palabra me haga sentir como la protagonista de una historia donde el chico guapo, sexy, arrogante y ligón termina enamorándose de la chica que lo ha estado adorando toda su vida en secreto, la que lo hace cambiar, ser bueno, mejor.

Sé que es estúpido creer, aunque sea por un instante, que esa chica puedo ser yo. Que para él soy diferente, especial, algo más que un juego que tarde o temprano lo aburrirá.

Pero no, esta es la vida real, una cruda donde el idiota permanece siéndolo hasta que se muere. Yo no soy Raquel, él no es Ares y esto no es «A través de mi ventana».

Mi vida no es una jodida novela romántica. Y eso es algo que ahora, más que nunca, debo recordarme.

Empujo su pecho en busca de un aire que no se encuentre invadido por el aroma de su perfume, pero no lo consigo.

—Apártate de mí, Oliver.

—¿Cuánto te pagan para alejarte de mí, Granger?

—Lo mismo que a ti para molestarme.

—¿Quinientos mil dólares? —inquiere, sonriéndome como un completo bipolar.

—Estás borracho —declaro con un bufido—. Y tienes serios problemas de niño rico, además.

—Mi único problema eres tú, salvaje. —El espacio entre nosotros se reduce cuando sus manos se cierran un poco más en torno a mis caderas—. Tú y esta estúpida guerra que has declarado en mi contra.

Separo los labios, pero el gruñido animal que reverbera en el aire detrás de mí, hace que los vuelva a cerrar.

Cuchufleto se encuentra posado como una estatua sobre la balaustrada de mi pórtico trasero. Sus ojos gatunos entrecerrados y el bufido que lanza en dirección a mi vecino bastan para comprobar que ha salido en mi defensa.

—Por dios, hasta tienes entrenado a tu gato para que me odie.

—El instinto no miente, modelito, Cuchufleto ha de intuir tus malas intenciones.

—¿Cuchu qué...? Joder, que hasta el nombre es horrendo.

—Déjalo en paz. —Empujo su hombro—. ¿No sabes hacer otra cosa aparte de molestar?

—¿Organizar una espectacular fiesta temática de «El cáliz de fuego» cuenta como algo para ti? —Señala una enorme copa de piedra en la que no había reparado debido a la cantidad de personas que se aglomeran en torno a ella, en el centro del jardín. Unas llamas azules reverberan desde su interior y chisporrotean cuando algunos de los invitados dejan caer sobre las flamas pequeños trozos de papel en donde, supongo, están escritos sus nombres—. Adelante, Granger, pon el tuyo y arriésgate a ser elegida para participar en el torneo de este año. El premio será un «Traslador» que va a sacarte de tu pequeña burbuja cargada de orgullo y prejuicio.

—Yo no estoy...

—Ah, ¿no? —Ni siquiera me deja terminar—. ¿Entonces por qué no eres capaz de darle a esto una oportunidad?

—¿A esto qué, Oliver? ¿A tus desesperadas ganas de llevarme a la cama?

—¿Las mismas ganas que tú, desesperadamente, estás intentando ocultar? Claro. Pero también a nosotros. A nuestra amistad.

—¿Amistad? —repito con un tono hilarante—. Tú no eres la clase de chicos que tienen amigas sin más.

—¿Y qué jodida clase de chico soy, según tú?

—De los que no son capaces de recibir un no por respuesta, por lo que veo.

Su cabeza se echa hacia atrás como si mis palabras acabaran de golpearlo.

—¿Entonces esa sigue siendo tu respuesta, Emma? ¿Un no?

—Así es... —Mi voz carece de la fuerza que tenía segundos atrás, pero intento mantenerme firme en mi decisión—. He venido aquí con Ezra y él es la única persona con la que deseo estar.

La intensidad con la que sus ojos se quedan mirándome hace que quiera retractarme inmediatamente de mis palabras, pero me mantengo firme, apretando la mandíbula y alzando ligeramente la barbilla.

—Muy bien. Si eso es lo que realmente quieres... —Retrocede dos pasos y comienza a rebuscar algo en el interior de bolsillos.

—Es lo que quiero —repito, más para convencerme a mí misma que a él, al tiempo que da con un cigarrillo y el encendedor.

—Perfecto. —Hace un ademán antes de llevarse el pitillo a los labios.

El humo que deja escapar tras la primera calada termina siendo arrastrado por la brisa de la noche. Igual que parece estarlo haciendo mi cordura cuando de este chico se trata.

Porque en lugar de sentirme agradecida porque él finalmente dejara de insistir, me encuentro ahogándome en la... decepción.

Tal vez es que tiene razón y no soy más que una niña orgullosa y prejuiciosa. O tal vez solo sea que las hormonas no me están dejando pensar con claridad.

Sea como sea, es una suerte que Ed y Ezra aparezca finalmente para rescatarme de mi miseria mental.

—¡Tuvimos que hacer magia para no perdernos las últimas cervezas de mantequilla que quedaban! —exclama el moreno, entregándole un vaso rojo a su amigo.

Ezra hace lo mismo, pasándome el otro a mí.

—La mesa de la comida está a reventar, pero conseguí coger esto para ti. —Me ofrece un par de pitillos de regaliz que me hacen sonreír de emoción.

—Oh, por dios, ¿esto es real? —exclamo, tomando el regaliz de color rojo. Me lo acerco a la nariz y olfateo el aroma dulce de la cereza, dejando escapar un suspiro—. Me encanta, gracias.

Durante los minutos siguientes Oliver se dedica a ignorar mi existencia mientras que Ed no para de hablar sobre lo divertido que le resultó pasarse una semana entera organizándolo todo. Detiene su relato para ir por otra ronda de bebidas y regresa mucho más rápido que antes para contarnos que visitó al menos cinco establecimientos en busca del mejor repostero del pueblo.

Le prometo que antes de que acabe la noche habré ido a probar el pastel de calabazas que tanto parece gustarle, y me trago las ganas de decirle que, dudo pueda saber mejor que el mío, tomando en cuenta que el verano pasado me llevé el premio en la feria al mejor pastel de calabazas de todo el pueblo.

Soy consciente que alardear de ello podría resultar muy pretencioso de mi parte, y me niego a darle más material al modelito para que me critique.

—¡Chicos! —exclama Jess apareciendo cuando los temas de conversación entre nosotros se agotan y la tensión no deja de aumentar—. Siento muchísimo llegar tarde. Tuve problemas para decidir qué ponerme.

«¿O para encontrar el vestido más minúsculo de tu armario?», le pregunto en mi mente al notar que apenas es un trozo de tela negra lo que cubre su cuerpo, comenzando por la mitad de sus pechos y culminando dos centímetros por debajo de su culo.

Este podría haber resultado un atuendo muy atrevido de no habérselo combinado con un par de zapatillas blancas y una trenza cargada de flores a juego como la de Rapunzel, pero en el color del ébano. De modo que, además de lucir muy sexy, también parece toda una niña buena.

Lo cual estoy segura que no es.

—No te disculpes, Jess, estás muy guapa esta noche. —Las palabras del modelito son lo único que me hace apartar los ojos de mi compañera para clavarlos en él, que la está obsequiando con una de sus sonrisas torcidas y seductoras.

—Gracias. —Ella corresponde a su gesto, tomándose además el atrevimiento de acercarse para besar su mejilla—. Gracias de nuevo por la invitación.

—Agradécele a Emma. Después de todo esta es su fiesta, ¿no? —Ni siquiera me mira al decirlo.

Y no sé qué es lo que más me molesta: su indiferencia, o que se esté devorando a mi compañera con la mirada.

—Vale. —Jess se gira en mi dirección y se lanza a mi cuello para abrazarme—. Gracias por esta noche. Estoy alucinando con la decoración. Va de tus libros favoritos, ¿no?

—Así es —le respondo entre dientes—. De Harry Potter.

Qué cosa más buena, cariño. —Sus ojos me estudian de la cabeza a los pies cuando se separa de mí—. Igual que tú. Estás preciosa. Y sabrosa.

Me pellizca una nalga antes de saludar a Ezra con la misma efusividad. La cara de mi ex se enrojece como de costumbre, pero eso a Jess no parece importarle. Se da media vuelta para abrazar y besar a Ed como si fueran amigos de toda la vida.

—¿Y bien? ¿Se puede saber por qué con tan buena música ninguno de ustedes se encuentra bailando? —nos interroga entonces, posándose entre el modelito y el moreno, aunque mucho más inclinada hacia el primero.

Solo me basta con ver la forma en la que lo está mirando para deducir que su intención con el comentario es hacer que la saque a bailar.

El problema: que no me apetece estar aquí para cuando eso suceda. Que será pronto, a juzgar por el guiño de ojo que él acaba de dedicarle.

—¿Sabes qué, Jess? Tienes razón. —Me acabo de un solo trago la cerveza que queda en mi vaso—. ¿Bailamos? —inquiero en dirección a Ezra, tendiéndole mi mano.

Él me la recibe antes de agacharse, recoger el sombrero que había dejado caer sobre la hierba, y colocarlo nuevamente sobre mi cabeza.

—Todas las canciones que quieras, brujita.

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Hola, pecadoras.

Para compensar los dos días que las hice esperar, les traigo un par de capítulos que las van a poner a chillar.

Así que vayan a leer el siguiente pero ya!!!!

Besitos ♥

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