Capítulo 1. «Nunca convoques a los Dioses Griegos»
«Nunca convoques a los Dioses Griegos»
_____________________
EMMA
¿Qué hay de cierto en ese dicho que reza: «Escucha a tu voz interior»?
Si mi sueño no fuera convertirme en una excelente psicóloga algún día, diría que no es más que la propaganda barata que nos venden en los retiros espirituales, libros de autoayuda y sesiones terapéuticas. Una completa falacia.
Pero hace apenas unas horas yo escuché a la mía.
Fue una simple advertencia: «Quédate en casa».
Cosa que me hubiese ahorrado muchos problemas de haber decidido tomar en cuenta su consejo, pero hoy, por primera vez, decidí mandar a la mierda mi lado sensato.
Y es que cuando Lisa Jones me dijo que esta noche iba a ser inolvidable, no mentía.
Jamás podré olvidar como estos animales que caminan en dos patas y osan llamarse civilizados frotan sus sudorosos cuerpos contra el mío, propinándome un par de codazos y al menos cinco pisotones en el trascurso de unos pocos minutos. ¿Y siquiera lo notan? Por supuesto que no, porque están demasiado ocupados disfrutando de la música, el alcohol y el electrizante ambiente que nos está auspiciando este increíble lugar.
Ironías aparte.
Y es que, siendo completamente sincera, haberme pasado esta noche encerrada en mi habitación leyéndome un Fanfic de Harry Style habría resultado mucho mejor que la tortura por la que Lisa me está haciendo pasar.
Me encuentro dividida entre la decisión de quedarme otro rato o largarme ya mismo de aquí.
Lo medito durante medio minuto y me decido por darle una oportunidad a Savage's club.
No porque me apetezca, sino porque hace apenas veinte minutos que logramos entrar, y la verdad es que Lisa se veía tan emocionada cuando finalmente acepté pasar una «noche salvaje» a su lado, que no deseo arruinarle tan pronto la diversión.
Ser buena amiga a veces apesta, lo sé.
—Oye, Lis, quiero ir al baño —pronuncio sobre su oído. Necesito alejarme del estruendo que producen los altavoces al menos durante algunos minutos.
Me quedo esperando a que ella me devuelva un «Muy bien, te acompaño», pero eso no sucede porque la realidad es que las amigas no son como las pintan en las novelas y no siempre vamos a los lavabos en combo.
O al menos Lisa no es de esas.
Ella es de las que me obliga a venir bajo la amenaza de que mis braguitas de gatito, mi melena de Mérida —la princesa Disney de Valiente—, y mi escasa dentadura de cuando tenía cinco años, terminarían en su cuenta de Instagram con más de un millón de seguidores —porque subir fotos con un outfit diferente cada día y dar consejos de maquillaje definitivamente da resultados—, para luego ignorar mi existencia mientras baila y tararea una canción de Ariana Grande frente a la pantalla de su celular.
Resoplo. Y como no me apetece rogarle, me doy media vuelta y la dejo vivir su postureo en paz.
Estoy segura de que si me quedo más tiempo voy a terminar sufriendo un ataque de ansiedad, y el último que tuve fue un jodido infierno por el que no pienso volver a pasar.
Me abro paso entre la gente hasta dar con la puerta que muestra a la mujer con falda atrapada en un recuadro. La empujo con fuerza y al hacerlo escucho una voz femenina chillar del otro lado.
—Por Dios, búsquense un hotel —le sugiero a la pareja a la que acabo de golpear con la puerta.
La chica de inmediato se estira el vestido rojo por sus muslos y el hombre alto y despeinado se da vuelta para subir la cremallera de su pantalón. O al menos eso parece que intenta.
No me tomo la molestia ni siquiera de disculparme por haber arruinado sus once minutos de placer. Tampoco es como si hubiera tenido tiempo de hacerlo ya que ambos salen del lugar a toda prisa.
Niego con la cabeza, apoyo ambas manos sobre uno de los lavabos y por un momento me quedo observando mi rostro reflejado en el espejo frente a mí.
Un segundo después, entran un par de chicas riendo y hablando como si todo el mundo necesitara escuchar lo que ellas tienen para decir. Sus voces son tan agudas que ocasionan una punzada de dolor en mi cabeza. A través del espejo las observo acomodarse los senos para que estos luzcan más pronunciados sobre sus escotes.
—Lo que no se exhibe no se vende, Tracy. ¿Quieres llevarte a ese bombón a la cama sí o no? —La rubia anima a la morena para que sea más provocativa.
Porque llevar unos shorts donde se le ven la mitad de las nalgas y un minúsculo top no parece ser suficiente.
—¡Por supuesto que quiero! —exclama la morena con indignación, cómo si ponerlo en duda fuera una falta de respeto—. Es más, ya ese chico es mío —agrega con una sonrisa risueña—. Oh, por dios, ¿te fijaste en sus ojos?
—No —responde la rubia peli teñida con una mueca—, lo único que vi fue su reloj. Se nota que está forrado. Niño de papi y mami, seguro.
—Sí. Eso también lo noté. ¿Pero en serio crees que sea un mantenido?
—Claro. Me parece que es demasiado joven para ser dueño de un imperio a lo Christian Grey. Eso solo pasa en las novelas. —Y aunque la chica no sea de mi agrado, al menos en eso lleva la razón.
Sin embargo, ya cansada de escucharlas, dejo de prestarles atención y me centro en mi pálido reflejo.
Las pecas que adornan mis mejillas y que traté de cubrir con la base que me apliqué sobre ellas antes de salir de casa, han quedado al descubierto luego de frotar varias veces mi rostro con agua intentando despabilarme.
Respiro profundo, intentando llenarme de paciencia.
—Cálmate —me ordeno—, tu aceptaste venir, así que sonríe y diviértete cómo la adolescente que eres. No es el fin del jodido mundo. Es solo una noche.
Casi me río de mí misma, sintiéndome una total exagerada. Tampoco es como si alguien estuviera tratando de asesinarme. Es solo música, baile, chicos, alcohol y drogas... muchas drogas, seguro.
Tomo un trozo de papel del dispensador, seco mi cara y me dispongo a salir del cuarto de baño decidida a divertirme. A disfrutar.
A fin de cuentas, es mi último verano en el pueblo.
Una vez que atravieso la puerta y me enfrento de nuevo al desmadre del exterior me siento perdida. Lo único que se abre paso frente a mis ojos son metros y metros de piel descubierta que brillan con un montón de pintura fluorescente.
Incluso poniéndome de puntillas no veo más que cabellos sudados, cervezas en alto y mucho descontrol.
El sitio es enorme, y estaba tan desesperada por encontrar un lugar que me diera al menos un poquito de paz, que no le preste la más mínima atención al punto en el que me encontraba con Lisa.
Giro en todas direcciones como una veleta hasta que, como una revelación divina, encuentro algo que puede servirme de ayuda.
Es una idea loca y descabellada, lo sé, pero para cuando soy consciente ya me estoy poniendo de pie sobre el mármol e inspeccionando todo el lugar desde la altura que me proporciona la barra.
Es una suerte para mí que el barman se encuentre idiotizado con una castaña de piernas largas que le regala miraditas pícaras con la intención de obtener una borrachera gratuita.
—¡Qué maravilla! ¡Aquí tenemos a la primera chica salvaje y atrevida de la noche! —grita un hombre a mis pies, sonriendo con divertida malicia. Lo ignoro de forma deliberada y me obligo a pasear la mirada por el lugar en busca de una cabellera rubia que me resulte familiar. No encuentro más que caos, brillo y luces titilantes—. Vamos, preciosa, ¿qué esperas? Mueve ese culito y comienza a bailar.
La insistencia del hombre consigue llamar la atención de otros tantos pares de ojos. Mi rostro se contrae en una mueca de asco cuando noto el brillo desquiciado que se apodera de su mirada.
—¡¿Te importaría dejarme en paz, baboso?! No me subí aquí para bailar.
—¿Qué pasa, pequeña? ¿Acaso te hace falta más público?
Y sin darme tiempo a responder, el imbécil comienza a gritar con más fuerza, llamando la atención de casi todas las personas cercanas a la barra, diciendo cosas del tipo: «¿Quieren que esta belleza roja baile?» a lo que el público masculino, en su mayoría, responde con un unísono: «¡Siiii!».
»Ahí tienes tu público, ahora baila.
—¡Eres un puerco! —le suelto en un gruñido que no lo inmuta en lo más mínimo—. ¡Ya te dije que no pienso bailar y mucho menos para ti!
Él se relame los labios ante mi negativa, mirándome fijamente desde abajo. Este es el momento en el que agradezco no haberme puesto un vestido la noche de hoy.
—Vamos, pequeña, tienes a tu público esperando, no seas tan mojigata y deja de hacerte de rogar. —Señala con la cabeza a las personas que aún se mantienen atentas a cada movimiento que hago.
—Ya te advertí que me dejaras en paz —le recuerdo en un siseo, pero cual borracho necio y abusivo, comete el mortal error de poner una mano sobre mi pierna.
—Vamos, te prometo que si te mueves bien esta noche te llevo a casa conmigo y... —La violenta sacudida que le doy a mi pierna impide que el mal nacido termine esa frase.
Y lo hago con tanta fuerza que por suerte consigo estabilizarme antes de caer estrepitosamente tras la barra.
Del susto se me acelera el corazón, y no soy consciente de lo que he ocasionado hasta que no veo de nuevo al hombre ahí, bajo mis pies, con una mano sobre la nariz y un brillo incrédulo en la mirada. Casi como si aún no fuera capaz de creer que yo, con el tacón de diez centímetros de mi sandalia, acabo de reventársela.
Sin dejar de mirarme, retira la mano y comprueba que, en efecto, el líquido que baña su boca y su barbilla es sangre.
«Mucha sangre».
—Te advertí más de una vez que me dejaras en paz, pedazo de imbécil —le suelto, fingiendo una valentía que no estoy segura de poseer—. Ahora mira, ahí tienes tu merecido.
—¿Mi merecido? —repite él con una sonrisa sangrienta—. Tienes suerte de ser quien eres, niña estúpida.
—¿De ser quién soy? —Enarco una ceja.
—Te crees intocable, ¿eh? —inquiere, ignorando mi interrogante—. Solo espera el día en el que te lleve conmigo y quien te dé tu merecido sea yo, maldita mocosa.
Me echo a reír. Y esta vez parezco tan desquiciada como él.
—Por favor, no seas iluso —le suelto con sarcasmo, llenándome repentinamente de un valor que solo puede ser resultado del temor que me invade al estar siendo amenazada por un tipo con pinta de matón—. Primero tendría que caer un jodido Dios Griego directo a mis pies antes de que tú puedas conseguir llevarme contigo a alguna parte, ¿te queda claro? ¿o te hago dibujitos?
Su mandíbula se aprieta, pero no me responde.
Lo siguiente que oigo, aparte de la contagiosa música latina que está llenando el lugar, son los gritos y vítores que le siguen a mi ataque:
—Así se hace, nena.
—Patéalo de nuevo.
—Más fuerte.
—En las pelotas.
—... ¡Dame tu número!
—¡Esta me las pagas! —me advierte el tipo en un siseo, señalándome con el dedo—. Y créeme, yo jamás prometo en vano.
Su amenaza consigue erizarme la piel. Y no porque antes de eso temiera que fuese capaz de cumplirla, aunque su aspecto de ex convicto da para hacerlo, sino porque, al señalarme, he podido reconocer el dibujo en tinta negra que adorna la tez morena de su antebrazo.
No había visto un tatuaje como ese antes, pero sí que había escuchado hablar muchas veces de «La cobra». Y nada precisamente bueno.
Estoy tan consternada que apenas noto cuando el tipo se da media vuelta y se pierde de mi vista entre el montón de cuerpos fluorescentes.
—¿Vas a bailar sí o no? —escucho que pregunta alguien entre la multitud, seguido de un «Auch» probablemente ocasionado por una colleja—. Lo siento. Las mujeres son amigas, no comida.
—Eres imbécil —le devuelve otra voz masculina, riendo—. Vamos, linda, baja de ahí antes de que otro neandertal acabe con una contusión cerebral por culpa de tus tacones.
Ese comentario me hace recordar que aún sigo de pie sobre la barra.
—Mierda —mascullo, fijándome rápidamente en el barman. Por suerte ahora está entretenido con una rubia de senos prominentes.
No sé cuánto tiempo más permanecerá hipnotizado con sus atributos, así que me doy prisa en la búsqueda de mi mejor amiga entre la multitud, barriendo cada centímetro del lugar con la mirada hasta que, de pronto, como si mis propias palabras fueran un castigo divino, sucede...
Lo veo.
Al final de la barra.
Rasgos marcados y muy masculinos.
Cabello oscuro como el ébano.
Ojos brillantes.
Sonrisa sensual..., casi divertida.
Y finalmente, un brindis en mi dirección.
«Nunca convoques a los Dioses Griegos si no estás lista para ver uno en carne y huesos, Emma».____________________________
¿Qué impresión lxs ha dejado este primer capítulo?
Lxs leo ♥
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top