Los doce trabajos.

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Trabajo número 1; Las ex-amantes de mi padre son víboras.
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Raiden Isabel Castillo Pov.

—Los dioses están intranquilos, dicen que sus hijos mortales mueren antes de aprender a hablar. Son sacados de sus cunas y devorados en la noche.— Me explico Frank, serio, pero sus ojos denotaban preocupación.—Sin qué ninguno de los dioses puedan hacer algo al respecto, ni siquiera mercurio (Hermes), el más rápido de los dioses llegó a tiempo.— Tomo un sorbo de su taza de café, el chico se veía cansado por toda la carga de trabajo que tenía como pretor, aun así tenía esa sonrisa amable en su rostro.— Es tu deber atrapar al responsable de las muertes infantiles, y si te es posible traer su cabeza a Juno.— Dijo en un murmullo esto último, Frank me miro con pena.

— Aquí tienes...— Annabeth me entrego un libro de bolsillo, escrito a mano, incluso se tomó el tiempo de escribirlo en español y inglés.— Son todos los monstruos de la mitología Griega y Romana, es mejor saber a lo que te enfrentas y como vencerlo.— Explico. Me miro con pesar— Si tú. Si necesitas ayuda no dudes en llamar.

Tome el libro y lo metí en mi bolso, relamí mis labios recesos mirando a los pretores y a mi hermano.

Annabeth volvió con su novio, quien la esperaba con los brazos abiertos.

¿Qué se le dice a una persona que va hacia la muerte segura?

Estaba segura de que ninguno de ellos sabía. No es normal que una misión sea en solitario, y no en un grupo de tres semidioses o 7 en su defecto.

— Comprendo.— Baje la mirada, antes de que pudiera decir algo más sentí los brazos de Jason rodearme en un abrazo. No le correspondí.

El rubio de ojos azules se apartó después de unos minutos y me dio unas palmadas en el hombro.

— Lo lograrás.— Me aseguro con voz rota, mi medio hermano.

Al escucharlo supe que ni siquiera el mismo me creía capaz de hacerlo.

Eso me dolió, pero no me sorprendió.

Ni siquiera yo me creía capaz de hacerlo. Probablemente moriría.

Asentí con la cabeza, dándole la razón a mi hermano. Hice una reverencia de noventa grados hacia mis superiores y luego otra hacía mi hermano mayor.

Respiré hondo y me di la vuelta para salir del campamento Júpiter.

Hoy se iniciaba mi búsqueda.

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No sé cuento tiempo llevo vagando por la ciudad, el bosque y todos los lugares que se pudieran ocurrir.

Llevaba un par de semanas, quizás más tiempo buscando al monstruo que atormenta a los dioses y diosas comiéndose a sus hijos de sus cunas.
No sé cómo sobreviví tanto tiempo, bueno si lo sé, huyendo cada vez que estaba en peligro, puede que no sepa pelear, pero soy bastante rápida.

Intenté todo tipo de cosas para buscar información, pero no daba resultado.

Fue cuando logré entablar una conversación con una Ninfa del bosque, que al verme descansar contra su árbol, llena de barro y con una mala apariencia se compadeció de mí y me ofreció los frutos de su árbol para comer. Era un espíritu del bosque agradable, me contó que un monstruo rondaba por el bosque y dónde encontrarlo; Central Park en Manhattan, aunque siendo sincera no sé cómo haría para ir de donde estoy San Francisco hasta New York.

La Ninfa también me explico eso, dijo que podía tomar un autobús y este me llevaría sin problemas así allí.

Seguí el consejo de la Ninfa y me fui a la estación de autobuses.

Me topé con un par de monstruos en el camino, pero afortunadamente pude perderles el rastro. Llegué a mi destino entera, con la ropa hecha jirones, pero viva después de todo.

Me adentré en el Central Park lleno de mortales paseando, haciendo pícnics, ejercicio o comiendo helado.

Los evité todo lo máximo posible, el cielo se oscurece y un trueno resonó en los alrededores. Al instante todos los mortales tomaron sus cosas y se dispusieron a salir del parque para resguardarse de la lluvia, en menos de un segundo estaba sola. Inquietante.

Tomé valor del que no tenía, respiré hondo y me adentre en el bosque.

Si he de morir que sea ahora.

No puedo seguir así.

Que esperaba encontrar... ¿Una bestia? ¿Un enorme monstruo?

No lo sé.

La cuestión es que realmente no me esperaba encontrarme con una mujer preciosa sentada en el extremo de una larga mesa cubierta con un mantel a cuadros de color blanco y rojo, en su superficial había todo tipo de postres y comidas que despedían un olor sumamente delicioso.

No puedo explicar con palabras lo descolocado que me sentía, lo ridícula que me resultaba toda la situación.

La mujer llevaba un vestido de verano de color rosa con un revelador escote en forma de "x", no podía ver el resto por qué estaba cubierto por la mesa. 

Tenía el pelo ondulado de un color marrón rojizo atado en su parte súper dejando que el resto de su hermoso cabello cayera sobre sus hombros de forma seductora y despreocupada.

Tenía labios gruesos y en forma de corazón pintados de color vinotinto que enmarcados con una radiante y brillante sonrisa, llevaba puesto unos lentes de sol redondos sobre sus ojos, eran tan oscuros que me ocultaban la apariencia de sus ojos. Misteriosa.

Genial una milf va a matarme.

— Hola, cariño. — Me saluda—Te estuve esperando.—Dijo dulcemente.

— ¿A mí?— Pregunté confundida.

Debía verme terrible en comparación con ella, con la cara golpeada cubierta por un yelmo lleno de barro. Y la ropa rota y echa jirones, y sobre todo una armadura que parecía frágil, que por cierto me quedaba grande. Creo que me la dieron mal apropósito. Dioses.

— ¿A quién más?— Me cuestionó al tiempo que soltaba una risa que me resultó encantadora.— No siempre tienes la oportunidad de cenar con la hija del rey de los dioses.— Dice.

— Oh…— Trague saliva y lleve mi mano al mango de mi espada.

Ella lo notó de inmediato y su sonrisa se volvió aún más grande.

— No tienes que hacer eso, mejor siéntate y come conmigo.— Me ofreció de forma tranquila.

Mire la única silla en la mesa que se encontraba al otro extremo, muy lejos de la mujer. No me lo pensé mucho y tomé asiento a la mesa, lo único que había comido en días eran barras de granola y las frutas que me ofreció la agradable Ninfa del bosque. Así que…

Observe detenidamente la comida, y reparé en la carné en salsa negra.

— ¿No comerás? ¿Eres vegetariana?

— No, pero estoy a dieta que solo me permite comer pescado. Así que…—Le comento en voz calmada, la mujer me mira decepcionada.—Pero tengo que preguntar, ¿Es esta carne de un bebé semidiós…?— Cuestionó cuidadosa.

Mire a la mujer alzando la ceja y de pronto la encantadora sonrisa en su rostro desapareció de inmediato.

Llevé la copa de jugo a mis labios sin apartar la mirada de la mujer, viendo cómo la expresión de la fémina frente a mí se volvía cada vez más hostil.

Todo paso muy rápido, la mesa salió volando por los cielos al ser empujada por la enorme cola de serpiente que ocultaba la hermosa mujer debajo de la larga mesa, la copa se escapó de mis manos y mi silla se fue hacia atrás.

El rostro de la mujer se llenó de escamas y sus dientes perfectos se volvieron picos, su cuerpo se alzó a tres metros sobre mí con ayuda de su firme cola de serpiente verde, la cual no tardó en envolverse alrededor de mi tobillo y jalarme en su dirección.

Ahogué un grito cuando me arrastró por la tierra con tal fuerza que pude sentir como mi armadura chocaba contra mis huesos y mi carne.

Levanto mi cuerpo con su larga cola escamosa con extrema facilidad para dejarme al nivel de su rostro. Es tan fuerte que siento que va a sacarme el relleno si sigue apretando así. Casi no puedo respirar, me siento ahogada.

— ¡Debiste comer la maldita carne!— Gruñó con una voz monstruosa y sumamente aterradora.

— ¡Te dije que soy estoy a dieta! ¡Bruja…!— Chille aterrada.

Tome impulso y saque la daga atada en mi muslo, luego la clave en su asquerosa cola de víbora.

La mujer serpiente soltó un grito de dolor, me soltó y caí de bruces en el suelo duro, fue muy doloroso.

Aquí empieza todo.

La lluvia era tan fuerte que parecía estar en mi contra, el cielo oscuro se extendía y encendía con luces por los relámpagos cada tanto, dejándome escasos momentos de pura claridad.

Podía escuchar a la maldita.

La escuho deslizarse en el suelo gracias al fango creado por la lluvia, olfatear el aire como si pudiera oler mi esencia misma.

Ella gruñe y bufa como un animal salvaje enojado. Es aterrador.

Sus uñas largas rasguñan los árboles mientras gritaban exasperada.

Bueno, quizás está molesta por qué le robe sus ojos. No la culpo, pero ella me perseguía para comerme.

¿Había dicho ya que soy escurridiza?

Me subí a uno de los árboles en el bosque, y me oculte detrás de sus ramas, aunque no era necesario, cómo dije, le robe los ojos.

— Solía ser una reina…— Le oí exclamar entre la lluvia.

Fruncí el ceño.

Me tapé la boca con mi mano libre, y cerré los ojos con fuerza, maldición, incluso mis párpados temblaban.

Estaba muy asustada.

Mi cuerpo estaba temblando, estaba demasiado abrumada cómo para pensar alguna forma de matar a la criatura que me seguía los pasos.

— Sabes, yo fui la amante de tu padre…— Bufo con rabia contenida, destrozando el árbol a mi costado con extraña facilidad.— Estábamos tan enamorados, tuvimos muchos hijos, tan lindos como tú…— Su voz se corta Él me amaba, más…— Golpeó uno de los árboles con sus garras y destruyo la corteza con extrema facilidad.

— Mucho más que a su esposa.—Un gruñido se ahogó en su garganta, tan fuerte que me hizo temblar.— Pero Hera no lo soporto, estaba cegada por los celos— Su voz se llena de tristeza —Mato a todos mis preciosos hijos y no feliz con la pena que me causo… ¡Ella me obligó! ¡Me condenó a tener esas horribles imágenes grabadas en mis ojos!— La escuché soltar un sollozo lleno de dolor, como si solo pensar en aquello le causara un extremo dolor en su corazón.

Mire los orbes en mis manos, y sentí un nudo en mi garganta.

¿Qué me haría Hera si sobrevivía?

— ¡Me condenó a esta horrible forma! ¡A ser un maldito monstruo que come bebés…!— Ahogó una risa amarga y se puso erguida, alzó la cabeza justo en mi dirección y sonrió. Mi corazón se llenó de pánico—¡Hija de Zeus! ¡Pero lo haré y me comeré a todos los hijos bastardos de los dioses!— Me gritó.

Deje de escucharla por completo.

Mire a mi alrededor y en cuanto baje la mirada. Allí estaba. Se sostenía del árbol, mirando hacia mí aunque sus cuencas estuvieran vacías.

¿Ella no puede verme? ¿Verdad?

Mi sangre se congeló en mis venas.

Quise gritar, llorar y entrar en pánico, pero algo en mi interior me dijo que me calmará y pensará; Quizás aún no me había percibido mi esencia.

— Semidiosa…— Siseo, la criatura, su voz rasposa y femenina me puso los pelos de punta.—¿Sabes por qué nadie puede atraparme?—La lámia recostó su cabeza de la corteza del árbol con una sonrisa hermosa marcada en sus labios carnosos.—Es por aún después de que Hera me hubiera forzado… A matar a todos nuestros preciosos hijos y convertido en este monstruo, seguía amándome. — Siseo con amor— Él se apiadó de mí y me permitió quitarme los ojos del rostro para darle descanso a mi alma— Estiró la mano y aunque estaba muy lejos de mí, sentí que iba a alcanzarme— Y me doto del don de la profecía…— Mi corazón se detuvo por un segundo —Para que ningún héroe pudiera matarme.— Clavo sus uñas en el árbol y sus cuencas vacías se fijaron en mí.— Por eso es que sé lo que va a pasar, correrás, te esconderás, pero el final es el mismo. Me voy a comer tus huesos y lo voy a disfrutar.— Susurra.

Mi estómago se cerró al igual que mi garganta. Empecé a llorar de forma inconsciente mientras temblaba.

Nunca podré escapar.

La lámina destrozó el grueso árbol con sus poderosas garras, haciéndome caer al suelo de golpe, rodee por el barro y me levanté con dificultad.

Empuñe mi espada en su contra, está me miro sin ojos con ternura y soltó una carcajada, de un solo golpe de su cola la lámia destrozó la hoja de mi arma dejando solo el mango de cuero al que aún se aferraba mi mano.

Mire perpleja el arma ahora inservible. Estaba tan jodida.

Me quito sus ojos.

Ella estaba jugando conmigo, me atrapa y me deja escapar. Me lanza a los cielos y me atrapa antes de que mi cuerpo se estrelle contra el suelo.

Ella está… Está jugando conmigo.

No sé cuánto estuvo corriendo por el bosque, me resbalaba por el fango y evitaba los ataques de la lámina al mismo tiempo, subí una pequeña colina a traspiés mientras la lámina siseaba y gruñía en mi dirección.

Me resbalo un par de veces, y miré al cielo en búsqueda de auxilio.

«Por favor, padre, ayúdame con esto»

Junte mis manos y cerré mis ojos por un momento, intentando contactar con mi padre divino. Lo necesitaba.

«Por favor padre, te lo suplico, dame una oportunidad. Déjame utilizar mis dones divinos, cualquier cosa servirá»

Nada, no pasó nada.

Zeus no respondió mi llamado.

La lámina logró alcanzarme y sus uñas se enterraron en mi tobillo, grité de dolor y mi cuerpo se deslizó colina abajo, rodee como un barril siendo golpeada por piedras, troncos y todo tipo de cosas que me encontraba en el camino. Me arrastré como pude en el lodo e intenté levantarme, me tomo del tobillo y me jaló hacia atrás.

Grite tan fuerte como pude, sentí que mi garganta se desgarraba.

Mi padre había ignorado mi llamado.

Cómo siempre… Estaba sola.

No sé qué me sorprende, desde que tengo memoria he estado sola.

— ¡Pobre, pobre bebé! ¡Llamas a tu padre por ayuda y no te contesta!— Se burló de mí, jugando conmigo, fingía que iba a atacarme y luego solo me hacía cosquillas. Era tan aterrador cómo divertido — Hera te quito a tu familia, ella mató a tu hermano y a tu madre, y aun así tiene el descaro de enviarte a matarme…— Acaricio mi brazo y cerro su mano a su alrededor, lo jaló con tanta fuerza que separó el hueso de su articulación. De nuevo.

Grite con fuerza, pateando al mismo tiempo que intentaba liberarme.

Se me llenaron los ojos de lágrimas.

Tomo sus ojos de mi bolsillo y se los coloco, eran de un rosa pálido y sus pupilas se parecían a las de un gato.

— Pobre bebé…— Limpio la lágrima que corría por mi mejilla.—¿No sería mejor acabar con tu sufrimiento?

No la deje terminar, tomé un puño de lodo con mi mano buena y se lo lance a los ojos. La lámina sacudió la cabeza y deshizo su agarre, me di la vuelta y logré levantarme y salir corriendo.

Intenté escapar, pero ella sacudió su cola igual que un látigo y al golpear mi cuerpo me lanzo por los aires. Por un segundo, la superficie del lago se sintió como el suelo firme, pero mi cuerpo termino hundiéndose.

He vivido toda mi vida cerca del mar, así que les sorprenderá saber que en realidad nunca aprendí a nadar.

La fatiga, sumando al dolor en mi cuerpo magullado y el peso de mi viaje armadura me hundieron en la penumbra de ese pequeño lago. La oscuridad del agua se tragaba la poca luz y pronto todo se volvió negro.

Ya no tenía fuerzas.

Ni ganas de luchar.

Por lo menos me iría habiendo luchado hasta el final. Eso me daba cierto consuelo, aunque no mucho.

Cuándo la lámina logro limpiar sus ojos, la semidiosa había desaparecido.

El monstruo se acercó a la orilla del lago, donde los patos que habitaban el lugar se apresuraron a escapar. Se ríe, ella se rio a carcajadas mientras podía sentir el cuerpo de la niña con la que había estado jugando se hundía en el fondo del agua. Iba a esperar que se ahogara, entonces la sacaría del agua y luego se la iba a comer entera.

Alyssa Pov.

Creo que nunca había llorado tanto.

No recuerdo si alguna vez tuve la necesidad de hacerlo. Siempre estuve llena de amor y cuidados. Me dieron los más hermosos vestidos púrpuras, coronas, joyas y anillos. Todo lo que quise se me fue entregado. Siempre.

Siempre creí que la gente alrededor de mi tío me apoyaba, que esperaban con ansias que trajera la época dorada de vuelta a Grecia. Pensé que… Ellos me respaldarían en todo momento.

Pero no fue así. Me han abandonado, me traicionaron y vendieron.

Ahora soy la esposa de alguien. Soy la esposa de un Rey, pero no la reina.

— Felicidades por tu matrimonio…— Una voz resuena en la habitación.

Me levanto de la cama y miro a mi alrededor tratando de encontrar el lugar de donde viene aquella voz.

— ¿Quién eres?— Pregunto con voz firmé, ansiosa, secando rápidamente las lágrimas que caían de mis ojos.

—Una linda ceremonia, por cierto.—Sigue hablando.—Me gustó la parte en la que llorabas de alegría— Dice con cierta burla—Tus lágrimas parecían diamantes cayendo de tus ojos.

Mis ojos se fijan en una esquina oscura de la habitación, la luz de las velas no parecían iluminar aquel sitio a pesar de la gran cantidad de velas.

Y a pesar de que debería estar aterrada. Asustada, en pánico…

No lo estaba.

No había nada peor que ser una yegua de cría, no poder quemar el cuerpo de mí de su tío y perder mi derecho.

Derecho de nacimiento que nadie debería poder arrebatarme.

— No puedes estar aquí.— Hablo con rudeza —Tu rey prohibido cualquiera intervención en mi vida.— Avisó.

— No he venido a hacer tal cosa…—Se ríe ligeramente —Solo te traje un regalo, por tus nupcias.— Asegura.

Parpadeo varías veces.

— Acércate.— Pide.— Acércate, pequeña reina, tengo algo para ti.

Me fuerzo a mí misma a caminar hacia la esquina oscura. Ignoro esa pequeña voz en el fondo de mi mente que me dice que no haga tal cosa.

Aprieto los dientes.

Una mano oscura azulada sale de la penumbra, grande y con largas garras que sostenía una pequeña daga con su funda puesta. Era hermosa. Pequeña y llena de joyas preciosas. La hoja tiene un ángulo curvo, cosa que nunca vi en una daga común. Entonces debía estar hecha por pedido especial para mí.

La enorme mano se balancea hacia mí, incitándome para tomarla.

— ¿Por qué me das esto?— Pregunto en voz baja, no me sentía amenazada.

Extrañamente. Me sentía segura.

— Es una daga preciosa ¿No lo crees?— La mano vuelve a la penumbra —Mira el mango, ¿Ves todas esas joyas?— Pregunto y asiento con la cabeza —No es un arma— Afirma—Es solo una bonita decoración para colgar o poner en exhibición…—Ejemplifica— Pero— Toma mi muñeca en un rápido y ágil movimiento y le quita la funda con la otra, aquello me hace saltar, pero en lugar de atacarme con ella. Aquel dios guio mi mano, apoyando el filo sobre su propio dedo índice. Ante mis ojos una gota de sangre dorada cayó y está cubrió la hoja— Tiene filo…— Aleja sus manos— Puede cortar la carne, incluso la de un dios.— Explica.

Levanto la mirada. La habitación está bien iluminada, esta sombra, no tiene sentido alguno. No puedo ver a través de esa oscuridad, no puedo distinguir ningún rasgo, ni siquiera sus ojos.

— ¿Quién eres…?— Susurró.

— Soy la cosa más horrible y cruel que puede existir en la tierra. Está en los corazones de los dioses y mortales. Nadie puede escapar de mí.— Susurra con voz suave y dulce, como la de un amante. O eso había leído. Extiende su mano monstruosa hacia mí y acaricia mi mejilla con suavidad.—Algo sin lo que no puedes vivir… — Dice bajo.

— Odio las metáforas.— Murmuro.

Escucho una suave risa.

— Decide, princesa.

Para ser totalmente sincera, hubiera deseado que aquel dios, fuera quien sea, se quedará conmigo. Por qué la otra opción me llenaba de miedo.

Escondí la daga debajo de la almohada discretamente.

Cuando mi «esposó» entro en la habitación tambaleándose, con la corona de mi tío torcida sobre su cabeza y apestando a vino añejo. Realmente tuve miedo. Miedo de los mortales, no de los monstruos.

Se subió sobre mí, incluso siendo mestizo, cualquier hombro adulto era más fuerte físicamente que yo.

Así que pelear y forcejear no sirvió de nada. Solo me lleno de pánico.

Gritaba por la ayuda de los guardias, pero ellos no eran «mis» guardias.

Seguramente juraron protegerme de todos. Todos excepto el nuevo Rey.

No sé qué fue lo que pasó, ni como tome el coraje para hacerlo. Saque la daga de debajo de la almohada y la clave en el estómago de mi esposo.

No una. No dos. Lo hice hasta que sus entrañas se vaciaron sobre la cama.

No sé si gritaba o lloraba mientras lo hacía, quizás ninguna de las dos. Solo sé que al reaccionar estaba sentada en el suelo a los pies de la cama, mirando fijamente la puerta. Esperando que los guardias entraran y me llevarán a las mazmorras o me colgarán en la plaza.
Sosteniendo aquella bonita daga con ambas manos. Temblando. Agitada. Bañada en la sangre de mi esposo.

Iba a tomar lo que era mío.

Incluso si eso significaba matar a todos en este castillo.

Cerré los ojos y me dejé llevar por la calma y seguridad que me transmiten sus brazos a mi alrededor. El guía mi rostro hacia el suyo, fijando sus ojos oscuros como la noche en los míos.

— Estoy aquí…— Susurro — Estás bien, no te dejaré. Estoy aquí— Repite una y otra vez, toma mi mano y baja la daga lentamente.— Podemos irnos, al otro lado del mar, muy lejos—Lo interrumpo antes de que termine.

—Mata a los guardias en mi puerta — Susurró a centímetros de su rostro.

Los ojos de Nikolai se vuelven opacos.

— No hagas ruido, no quiero que los demás se alerten…— Le pedí.

El pelinegro se levanta sin dejar de mirarme, desenfunda su espada de hierro Estigio. Luego desaparece.

Apenas escucho el ruido sordo que provocan los cuerpos de los guardias al caer al piso, luego la sangre que se desliza por debajo de mi puerta.

Miro el cadáver en la cama.

Al abrir la puerta, Nikolai me miro con dureza al ver la cabeza cercenada del nuevo rey en una de mis manos y en la otra la corona del antiguo rey.

— Que ningún traidor conserve su cabeza.— Ordeno.— Busca a Apolo, y traerlo al salón— Le indico.

—Es inservible sin sus poderes.— Gruñe con la voz ronca.

— Lo sé… — Camino hacia él, con los pies descalzos, húmedos por la sangre—Él va tiene que coronarme, el dios que predijo mi futuro.— Explico.

— El salón está llenó — Me avisa.

— Nos encargaremos.— Lo miro con intensidad, aun temblando— Para mañana tendré sus cabezas clavadas en lanzas fuera de mi castillo.

El pelinegro hace una pequeña reverencia ante mí.

— A sus órdenes, mi reina.


Raiden Isabel Castillo Pov.

Mi cuerpo se eleva hacia la luz opaca por la tormenta con una rapidez a la que mis extremidades no son capaces de seguir. El aire empuja el agua que se aloja en mis pulmones y la saca de mi cuerpo con extrema rapidez. Llena mi sangre de oxígeno nuevamente y mis neuronas hacen sinapsis.

Es como si me atravesará un rayo de energía pura desde el vértice de mi cabeza hasta las puntas de mis pies.

Y luego dejo de sentir la pesadez del agua en mi cuerpo. Me elevó en el aire y mis ojos azules se clavan en el cielo tormentoso que relampagueaba.

Hay algo en mi mano. Es el mango de un arma que se siente irregular. Tenía montículos a lo largó y piedras de 4 a 5 milímetros con bordes filoso.

Era una daga. La daga de mis sueños.

— ¡Tú deberías estar muerta!

Miro a la lámina en la orilla del lago, se ve tan pequeña e insignificante a esta altura. Es solo una lombriz que sale durante la lluvia, no es nada.

— ¡Vuelve aquí! ¡Voy a comerme tu carne cuando aún estés viva!

Parpadeo. Puedo sentir cada partícula de lluvia formándose en el cielo.

Los rayos chocar unos contra otros.

— ¿Has visto…?— Pregunto con voz susurrante, el monstruo tiene buen oído. Sé que me escucha.— ¿Has visto una verdadera tormenta?— Pregunto.

El cielo arde, como millones de bombillas encendiéndose a la vez.

Veintiocho rayos por minuto durante con su energía podría iluminar todo el continente sudamericano. Una serie de relámpagos, descargas eléctricas… nube tierra, tierra nube y entre nubes cuyos truenos pueden escucharse casi ininterrumpidamente. Había traído algo de mi hogar conmigo aquí.

Sentí tirones en mis entrañas, como una tormenta en mi estómago. Pero lo ignoro, ignore todo el dolor.

La daga se alargó hasta volverse una espalda pequeña y elegante.

Desciendo del cielo hasta que mis pies tocan la tierra llena de fango detrás de la mujer serpiente. Ella me mostró sus enormes colmillos afilados y soltó un siseo igual al que un animal salvaje, se deslizó entre el barro tan rápido hacia mí, la muy idiota paso de largo, choco contra el árbol al resbalarse con lodo.

Lo malo es que envolvió su larga cola alrededor de mi tobillo y me arrastró con ella por el lodo como una muñeca de trapo. Me levanté, y corte la punta de su cola, la lámina gritó. Y se lanzó contra mí, pero fue fácil esquivarla.

Me sentía liviana, a pesar de la lluvia.

Clave mi espada en su espalda y la escuché soltar un grito de dolor, su cola choco contra mí con tanta fuerza que me lanzo por los aires.

El aire salió de mis pulmones y mi boca se llenó de un sabor metálico.

La lámina se lanzó en mi contra de nuevo, pero rodeé por el suelo y esta se estrelló contra el árbol. Sacudió su cabeza y se alzó sobre mí, debía medir unos 4 metros y su cola de serpiente solo la hacía aún más grande.

Apreté mi agarre en la espada y salte tan alto que sentí que estaba volando.

Mi espada se clavó en su pecho y logré derribarla a la vez que está soltaba un grito ahogado, patee su pecho y tome impulso para sacar la espada.

Di un giro en el aire y logré caer de pie en el lodo, por suerte no me caí.

La lámina levantó la mirada y se sostuvo el pecho, por un momento su rostro se volvió humano de nuevo y era una mujer realmente hermosa.

Creo que intentaba apelar a mi lado más humano para qué la perdonará.

— ¡Que demonios te comiste a un montón de bebés! – Lance mi espada contra su cuello y rebane su cabeza.

Me golpeó con su cola y me lanzo contra el lodo, caí de espaldas.

— Claro, la maldita puede seguir moviéndose sin cabeza…

Apenas podía respirar por el dolor en mi pecho, la tormenta se detuvo.

Me quité el Yelmo cómo pude y me quedé allí acostada en el suelo.

Una ligera llovizna se cernía sobre mí y las gotas de agua me bañaban de una forma cruel, como pequeños golpes que se estrellaban contra mi armadura y rostro; No podía evitar pensar que era una forma de Zeus para comunicarse conmigo.

Como si quisiera transmitirme su molestia ante la muerte de su antigua amante sobre mi supervivencia.

No podía evitar pensar que él hubiera preferido mi muerte antes que la de aquel horroroso monstruo.

No sabía que era más doloroso.

Si el dolor de mi cuerpo o el saber que nunca podría perdonar o amar a mi padre, no después de esto, no después de que me haya abandonado para que vagara a mi suerte por el mundo bajo las órdenes de su esposa maniaca.

No después de haber suplicado por su ayuda y haber sido ignorada.

Pero eso no importa.

Contra todo pronóstico seguía viva.

Mi corazón seguía latiendo en mi pecho y eso era todo lo que necesitaba ahora mismo. Las comisuras de mis labios se alzaron en una sonrisa, de mi garganta se escapó una pequeña risa que pronto se convirtió en una carcajada llena de alivio, cubrí mis ojos con mi antebrazo y respiré hondo sintiendo que las endorfinas de la risa empezaban a hacer que el dolor se disipará de forma momentánea.

—Bravo, hija de Zeus.—Una voz femenina y llena de autoridad se coló en mis oídos a través de la lluvia.

Intenté levantarme, pero me dolía demasiado el cuerpo.

El sonido metálico me advirtió de que alguien había golpeado mi yelmo en el suelo para alejarlo de mí.

Sabía de quién se trataba, pero no tenía sentido pelear o esconderme.

Si es que venía a matarme lo mejor sería disfrutar de la linda vista del cielo llenándose de nubes y bonitos relámpagos que iluminaban por segundos la noche oscura.

— Sobreviviste y entera para variar…—La oí acercarse a mí, pero no reaccione. No quería hacerlo.

Y aunque pareciera indiferente, la verdad es que era presa del pánico y el nerviosismo. No podía moverme por lo brutal y pesado que resultaba su presencia. Después de todo se trata de una diosa enojada y resentida, no había nada más peligros que eso.

— Levántate, semidiosa.

La obedecí y antes de que pudiera levantarme por completo me hizo ponerme de rodillas al tomar mi mentón y apretarme el rostro y obligándome a verla a la cara.

— Debo aceptar… Que me complace que te deshicieras de esa resbalosa y astuta serpiente —En el rostro de la diosa Hera había una pequeña sonrisa de satisfacción, pero no estaba feliz.

La lluvia no la mojaba, estaba seca y portaba un hermoso vestido.

En realidad todo de aquella Diosa era precioso, pero sus ojos reflejaban una rabia que era incapaz de explicar.

Había escuchado que a los dioses no le gustaban que los miren a los ojos.

Quizás por qué ellos reflejaban sus verdades intenciones.

— Aun así, me decepciona que sigas viva.—Acepta finalmente.

La sonrisa se desdibujó del rostro de Hera para verme con desprecio.

Apretó mi rostro con tanta fuerza que sus uñas enterrarse en mis mejillas.

Sentí un profundo miedo recorrer todo mi cuerpo al ver los ojos de la diosa llenarse de llamas. ¿Moriré?

Lleve de forma instintiva mis manos alrededor de las suya, Intentando apartarla muy lejos de mí.

— P-pero completé la misión que ordenó, me encargue de la lamia.— Apenas alcancé a decir, las palabras apenas salían de mi boca.

—Te dije que me complacía, pero no significa que quiera que una bastarda de mi esposo cómo tú sigas viva por allí.— La voz de Hera me resultaba fría, lo único que podía distinguir en ella era la rabia y resentimiento.

Pero algo dentro de mí se negó a llorar, tenía una nueva sensación de valentía en mi pecho que se extendió a cada esquina de mi cuerpo.

Fruncí el ceño y mi respiración se aceleró de forma agresiva, me llené de una adrenalina que me permitió hablar a pesar de la presencia de aplastante de la reina Hera.

— Máteme entonces. Hágalo, por algo que ni siquiera tengo control.—Hable entre dientes tan fuertes que me sorprendió a mí misma.

Pero estaba llena de furia, odiaba esto, odiaba que solo por ser hija de alguien mi vida estuviera en juego, yo no pedí ser hija de Zeus.

Pensé que Hera me fulminaría en ese preciso instante, pero no lo hizo.

En vez de eso solo me sonrió y soltó su agarre de mi rostro. Odiaba estar de rodillas frente a una diosa.

— No puedo matarte yo misma, pero sí que puedo enviarte a buscar a los peores monstruos que el mundo haya conocido.—Susurro la diosa Hera de forma tranquila y lenta, ella caminó a mi alrededor como si analizará cada una de mis heridas.—Justo cómo tus predecesores bastardos— Hizo una mueca —Hércules, Perseo y Aquiles…

Apreté la mandíbula.

—Pero no eres como ellos, ¿Verdad? Eres una mujer, atrapada entre el mundo de los dioses y el mortal.— Se detuvo al estar frente a mí.

Su sonrisa era tan maternal, tranquila y cálida que por un momento pensé que me perdonaría o dejaría en paz.

Entonces la diosa se acercó a mí tan rápido como un depredador cuando se lanza sobre su indefensa presa. Enterró sus uñas en mi nuca haciendo que alargará un grito de dolor.

La miré directamente y el dolor pronto se transformó en un enojo indescriptible. Quería defenderme.

Deseaba poner mis manos sobre su cuello y ahorcarla.

— En la antigüedad, Atenea era quien apadrinaba a los héroes—Su voz se llenó de rabia con la sola mención de dios del Inframundo.— A veces pienso que lo hacía para enfurecerme. — Me dijo con resentimiento —Cómo todos tus predecesores, me parece mal que estés en desventaja por ser mujer.

Sus uñas se enterraron aún más profundo en mi piel y el grito que escapó de mi garganta fue más desesperada y llena de dolor.

Sentí un terrible ardor, llenar mi espina dorsal y extenderse por todo mi cuerpo. Realmente la odio.

Intenté quitar sus manos de mi nuca, pero era demasiado fuerte.

Hera frunció el ceño y jalo mi cabeza hacia atrás con tanta fuerza que sentí que iba a despegar mi columna de la carné de mi espalda. Mis gritos llenos de dolor se volvieron desesperados, se escuchaban incluso por encima de la lluvia torrencial y resonaba por todo el bosque. Sentí que estaba muriendo, que me quitaba mi fuerza vital y me arrebataba algo. Ella toma de mí.

— No seas malagradecida niña, te estoy concediendo un don.—Me soltó y sentí un enorme alivio al instante.

Caí al suelo justo frente a los pies de la diosa. Sollozaba adolorida, sentía que me ardía la carne como si me sangre se hubiera convertido en fuego. Solo lloraba y me removía en el lodo.

—Si sobrevives a todas las pruebas que pondré en tu camino— Tomo aire como si realmente necesitará respirar —Tu deshonrosa vida será perdonada. — Promete—Aunque no puedo decir lo mismo... De los próximos bastardos que sigan después de ti.— Soltó esto último con asco y furia en su voz.

Mis ojos entrecerrados vieron un destello de luz, luego la presencia de la diosa desapareció por completo.

Holaaa chicas y chicos.

Espero que les haya gustado el capítulo, un poquito largo, un poquito muy largó. Pero creo que era necesario para explicarle todo.

Memes del capítulo;


Bye bye.

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