Capitulo 9

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Almas viejas.

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Raiden Isabel Castillo Pov.

La daga no vuelve a clavarse en mi piel. Alguien la detiene antes de poder hacerlo. Gotas de sangre de Nico caen sobre mi rostro, sostiene la hoja de su daga con su mano desnuda y brota de la herida sobre su palma. Está loco

El tomo la maldita daga entre sus dedos como si nada. Y aunque sé que está experimentado un gran dolor, su rostro se mantiene inexpresivo.

Todo su rostro se tensa y sus ojos ónix se llenan de fuego púrpura.

— ¡No te atrevas…!— Su sangre se resbala desde dentro su palma y se mezcla con la mía. Si hace lo mismo que conmigo terminará rebanando todos los dedos de su mano.— ¡Hera!

Todo se sacude y mi alrededor se llena de sombras. Pensé que estaba a punto de perder la conciencia, pero no, esa oscuridad proviene del propio Nico.

— Hermana debes calmarte ahora mismo.— La voz tranquila de Hades me saca del shock. Él se acerca a paso ligero y coloca su dedo índice debajo del filo de la daga, apartándolo de la mano de Nico, quien retrocede.—Me parece que ibas a cortarle los dedos a mi único hijo varón.—Dice con cierto tono de ofensa en su voz calmada.

— ¡No te entrometas Hades! ¡No tienes él—Hera no aparta su mirada furiosa de nosotros, pero Hades la interrumpe con voz fuerte y alta.

— Hiciste un juramento.— Le recuerda con un tono sentencioso.

— ¡Eso fue hace miles de años!— Grita y se lanza hacia nosotros, pero Hades se interpone en su camino—Hades…

Nico me toma por los hombros y me obliga a retroceder con él.

—Estás haciendo una escena frente a todos. No solo los semidioses.—El dios gira su rostro a la multitud—Todos te están viendo ahora mismo.— Dice con una voz sorprendentemente suave.

Entonces por primera vez Hera mira hacia la multitud. La mayoría de los semidioses habían sacado sus armas y mantenían en una posición defensiva, se veían horrorizados y tensos. Y los dioses, ellos, la miraban incrédulos y alarmados por su comportamiento.

Hera respiro hondo y bajo su daga, al tiempo en que Zeus se abría paso para llegar a ellos. Mi padre me echo un vistazo y su rostro se endureció.

— Creo que la fiesta se terminó.— Suspira Hades y le hace una seña con la cabeza a su esposa Perséfone.

La diosa de la primavera respiró hondo, puso los ojos en blanco y apartó de sus labios su copa de hidromiel para acercarse.

— Vuelvan al campamento mestizo semidioses.—Pidió Zeus con una voz llena de autoridad, haciendo temblar el suelo y que el cielo se estremeciera. Sin apartar los ojos de su esposa. A lo lejos una tormenta se acerca, escucho los truenos y veo como los relámpagos iluminan los cielos antes despejados y soleados. Me mira un instante y el aire se vuelve denso— Los dioses tenemos una reunión pendiente. — Informa, su voz cargada—Parece que todos deben recordar sus antiguas promesas.

Nico me mira. Su mirada se suaviza y sus ojos ónix reflejan preocupación y dolor. Me pega contra su cuerpo, el calor que me transmite y seguridad hacen que mis piernas se doblen.

Como si pudiera sentir mi dolor.

Jason llega tan rápido a mí que lo único que siento es la ráfaga de viento que choca contra mi cuerpo. Nico me sostiene y por un momento creo que no será capaz de entregarme, pero lo hace. Jason me toma en brazos.

El camino de regreso al campamento Mestizo no es tan animado como el de esta mañana. No hay canciones, no hay charlas y tampoco risas.

Solo silencio abrazador.

Los hijos de Apolo me hicieron un torniquete con la tela rasgada de una de sus togas. Aun así sangre en la sala del trono. Sangre en el autobús. En el césped. También sangre en la camilla. Me siento un poco mareada y tengo mucho sueño, así que los siguientes acontecimientos están borrosos.

Solo sé que están gritando.

— ¿Qué fue lo que pasó?— Me cuestiona Jason, escucho la absoluta preocupación y terror en su voz.

— Jason… —Respiro hondo. Incluso es difícil respirar ahora. Maldición. Solo quiero tomar una siesta.—Me duele la cabeza, por favor.— Le suplicó.

— ¿Cuándo terminarás?— La atención del rubio se dirige al hijo de Apolo.

Will se detiene y lo miro con cara de «¿Quién sabe suturar tú o yo?»

— Son varias puntadas.— Explica.

— Hera se veía enojada— Leo camina en círculo —¡Ya no había superado el odio por los hijos de Zeus contigo!— Le gritó a Jason, escandalizado.

— ¡No lo sé! ¡¿Bien!?— Grita Jason.

En la camilla continua, Kayla está suturando las heridas en la mano de Nico. Will quería hacerlo el mismo, pero Nico insistió en que me tratará a mi primero, por qué sigue siendo el más calificado de sus hermanos y sus heridas no eran tan severas.

—Pues parece que me volvió el rencor y el brazo de Raiden lo pago.— Opina Percy mirando como Will cose con esmero mi carne abierta.

— Cállense— Gruñe Nico, frotando su entrecejo con fastidio.— Dioses…

— Es más que rencor.— Dice la hija favorita de Atenea bajando el libro que estaba leyendo. Sus ojos brillan con compresión—Hera va a asesinarla de forma atroz o hacerla enloquecer— Asegura. La sala se queda callada y todos la miran con ojos desorbitados. La rubia se encoge en su asiento — Si nos remontamos a textos antiguos…— Murmura la rubia, incómoda.

— ¡Qué demonios Annabeth!— Grita Jason con la voz rota y preocupada.

— ¡Solo es mi opinión…!— Le grita de vuelta, exaltada. Ojos muy abiertos.

— Dale néctar o ambrosía.— Leo se aproxima a Will— ¡Una diosa loca le rebanó el brazo! ¡No es momento para escatimar suministros!— Chilla.

— Chicos, por favor cálmense…— Pide Hazel, jalando la toga de Leo.

— ¡Tengo una aguja en mi mano ahora mismo! ¡No es momento de gritarme!— Grito Will—¡Las heridas por bronce celestial no se curan de esa forma y lo saben!— El rubio da un profundo suspiro — Todos ustedes deben calmarse.— Les suplicó.

— Tengo sueño.— Murmuro antes de que mi cabeza caiga hacia atrás y mi conciencia se desvanezca, escucho los gritos de todos en sala llamándome.

Fue un día duro. No quiero desperdiciar. Solo…

Solo quiero dormir.

(...)

Al día siguiente.

— ¿Cómo estás, chica?— Leo se asoma por mi ventana y sonríe apenas—¿Ya empacaste?— Pregunta—¿Sabes? Los romanos son madrugadores, así que me harán zarpar al amanecer …

— Sí, he…— Relamo mis labios y bajo la mirada hacia la cicatriz que recorre mi muñeca hasta la altura de mi codo, aún roja y con el hilo dolorosamente expuesto. Acaricio la piel aledaña a la herida— No tengo muchas cosas.

Duele. Se siente como si mi corazón se hubiera pasado a mi brazo. La siento palpitar aun cuando estoy dormida.

— Hazte aún lado.— Pide seriamente y yo me apartó dejando que entre por la ventana —¿Estás bien?— Se queda sentado en el marco, mirándome.

— No lo sé.— Respiró hondo. Tengo los párpados irritados por llorar tanto y los ojos me arden.—Todos hablan de mí y creí que… Creí que aquí.— Trato de hablar, pero mi voz se corta por el llanto que emerge desde mi pecho.

Leo me atrae hacia él y me abraza. Dándome palmadas suaves en la espalda en forma de consuelo.

— Ya, ya, ya…—Sisea con voz tranquilizadora—La cuestión de un dios atacando a un semidiós tan… Es una cosa bastante loca. — Agrega —Aterradora para muchos.— Dice.

Niego con la cabeza contra su hombro, aun sollozando.

Aunque una diosa loca me haya cortado el brazo es grave, eso no es lo que me preocupa ahora mismo.

— No hablo de eso.— Digo con la voz apretada. Leo me aparta suavemente y me mira con el rostro tenso.

Ayer empezaron a correr ciertos rumores. Y lamentablemente soy la protagonista de todos, y normalmente esto no me afectaría, pero no estoy en mi mejor estado mental. No hoy.

Entre el pánico que provocó que una diosa atacará a un mestizo frente a tantos dioses, pensé que mi situación con Nico pasaría desperdicio. No fue así, por qué a la mañana siguiente soy básicamente una gata rompe hogares.

Solo sé que me estoy «Entrometiendo» en una relación o que tengo algún tipo de relación paralela con Nico desde que llegué al Campamento Mestizo.

O eso dicen los rumores.

La tercera en discordia o como ya personalmente me llamaría «La chica sin autoestima que se mete con una persona que ya está en una relación» y me da asco que esos rumores.

No nada que me parece más inmoral es ser la jodida amante de alguien.

¡Yo no hice nada! ¡Ni siquiera…! ¡Se supone que ellos no están en una relación oficial de todos modos!

— ¿Que pasa entre tú y Nico?—Sus ojos marrones me miran como si le tuviera miedo a la respuesta—Por qué hemos pasado mucho tiempo juntos. Dos semanas es una vida para muchos animales.— Explica y eso me hace reír un poco —Y solo te vi hablando con él una vez en el bosque— Suspira y me sonríe—Cuando fue tan amable de escoltarnos a la casa grande.

Leo aún tiene las marchas de manos huesudas en su piel y está ofendido por ser arrastrado por el bosque.

— No es lo que crees.—Intento encontrar las palabras—Es difícil de explicar.— Digo con nerviosismo.

El moreno parpadea varias veces y noto como la idea de que esos feos rumores sean verdad se instala en su cabeza con mi reacción culpable.

Hay sorpresa, incredulidad y todo tipo de emociones conflictivas en sus ojos.

— …— Se echa el cabello hacia atrás en un gesto de puro estrés.

Negué con la cabeza varias veces.

— No, no, no es nada de eso.— Me defiendo —Ni siquiera se acerca.

— Bueno.—Respira hondo y coloca sus manos a cada lado de sus caderas.— Podemos ir al búnker y tomarnos un café mientras me lo cuentas.

No hay juicio. No hay reproches.

Él me da el beneficio de la duda sin pensarlo dos veces. Carajo. Lo amo.

— Tú… —Tomo su rostro y le dio un sonoro beso en la frente —Perra. Eres mi alma gemela.— Gruño con una voz cargada de renovada energía.

Cuando abro la puerta de la cabaña encuentro al centauro esperando afuera, con la mano extendió como si estuviera listo para tocar la puerta.

— Señorita castillo.—Dice al verme— Creo que tengo que hablar con usted.

Quiron nos escolta hasta la casa grande. Noto algunas miradas sobre mí y escucho comentarios que son apenas susurros sobre mí.

Hace unos días era la señorita popular y le agradaba a todos.

Yo era… Querida.

Y no sabía lo mucho que me afectaba, no serlo, no tener una comunidad a la que pertenecer. Estoy hambrienta de cariño, aprobación, no sabía que ser una inadaptada social me afectaba.

Ahora para esas mismas personas soy la chica que Hera odia y la mujerzuela que se metió en la relación de una de las parejas más apreciadas de todo el campamento mestizo. Más o menos.

Quiron nos llevó al ático de la casa grande. El lugar estaba lleno de todo tipo de artefactos extraños y viejos. Armaduras, espadas, dagas, arcos y todo tipo de armas, algunos enteros y otros meramente decorativos. Note que había un viejo vestido colgado de un gancho y también lo que debían ser decoraciones de Halloween.

El cuarto olía a polvo y recuerdos, si es que eso tiene algún sentido.

— Estuve dudando, cuando la vi con su Cohorte Romana … —El centauro aparta cajas de su camino hasta que por fin da con un cofre.—Pensé que estaba viendo a un viejo recuerdo.— Me mira con solemnidad. Leo hace una pequeña mueca y me mira.

— No lo entiendo.— Balbuceó.

— Estoy seguro de que has visto las señales, pero no has querido verlas.— Suspira— No realmente.— Quiron se centra en el pequeño cofre y lo abre —Yo te conocí, hace mucho tiempo.— Hace el énfasis en «Mucho» mientras acaricia la madera—Guarde un par de cosas de esa época.— Mete su mano en el cofre y saca una especie de vieja corona. No estaba desgastada, pero se veía antigua. De una época diferente a cualquier cosa — En realidad uno de tus hermanos me las dio.— La recibo.

Cuando tengo la corona en mis manos noto que no se parece en nada a esas películas de la época antigua.

Ya sabes, esa película de Troya en la que hace a Aquiles y Patroclo primos y no un romance gay en toda regla.

— Habla de…— Tallo las joyas de la corona con mis dedos— ¿Jason?

— Ares.

Levantó la mirada.

— ¿Por qué Ares tendría algo mío?

Compartimos un momento de silencio. Y lo entiendo.

No habla de mí.

No sé esta versión de mí, al menos.

Quiron me tiende el cofre.

Hay joyas de apariencia elegante y costosa. Collares, aretes, anillos de oro puro con extraños grabados que se ven terroríficamente familiares.

Hay una especie de peine de cerdas anchas que parece hecho de Marfil; Como, de colmillos de una bestia.

Dejo el cofre sobre una de las muchas cajas apiladas. Leo se acerca para ver el interior y curiosear. Observo cada detalle de la pequeña figura entre mis manos. Está tallada de madera. No hay punta, solo bordes redondos.

Es suave. Solo con eso sé que alguien debió pasar horas lijando la superficie para que no hubiera astillas.

Una sonrisa se extiende en mis labios mientras una sensación de tristeza me embarga por completo. Siento una punzada de dolor en mi pecho.

Es una figura de un pegaso con las alas extendidas. Es tan linda. Y por alguna razón a mi mente llega a la conclusión de que aquella figura se trata de un viejo juguete para niños.

Puedo imaginar a un bebé mordiendo las alas del pegaso, lleno de baba, con sus manos regordetas, agitándolo.

Ese pensamiento me hace querer llorar. Me duele el corazón. Respiro hondo y alzó el rostro para evitar que las lágrimas se escapen de mis ojos.

— Hace mucho tiempo atrás, en la antigua Grecia los hijos bastardos del dios Zeus solían tomar el apellido de «Nacido de la tormenta» muchos lo eran de verdad y otros … Bueno, solo eran hijos ilegítimos.— Explica y yo me limpio las lágrimas rápidamente —Pero a ti te adoptaron.— Agrega y se saca un pañuelo del bolsillo para que me limpie las lágrimas. Lo tomo.—Tu tío, después de que tu madre muriera poco tiempo después del parto. — Me explica —Así que tenías su apellido y fuiste reconocida como su hija. En ese tiempo no muchos tenían ese lujo.

— Son solo sueños.—Murmuro.

— Definitivamente, no lo es.— Dice el moreno con obviedad. Se sienta y se las arregla para respirar a través de una bolsa de papel.— No otra vez, no otra profecía…— Balbucea, Leo.

— No son solo sueños.—Dice Quiron en un tono bajo, como si no quisiera alarmarme.— Nunca lo son cuando se trata de un mestizo.— El centauro de apariencia amable deja caer su mano en mi hombro en forma de consuelo.

Siento que voy a vomitar. O morir.

En este punto la segunda sería una mejor opción si quiero mantener mi estabilidad mental intacta.

— Hace unos años, cuando el joven di Angelo llegó con su hermana, creí que era una situación aislada.— Afirma. La sola mención de su nombre hace que mi garganta se apriete.—Que no significaba nada, pero me temo que no soy el único que noto quien eras… Quien fuiste.— Murmuro Quiron.

— Maldición.—Me sobo la frente —Maldición, maldición…

Quiron me guía suavemente hacia Leo y me sienta a su lado.

Estoy aturdida. Y mareada.

— Creo que necesitas tiempo para procesarlo. Puedes quedarte con las cosas, son tuyas de todas formas.—Me aclara—Desde ahora, recomiendo que mantengas un bajo perfil… Aunque no estoy seguro de que eso ayude.

Tengo la mirada perdida en la pequeña ventana del ático.

— Te daré un minuto para procesar todo— Me da unas suaves palmadas en la cabeza igual que a Leo. Y se va.

Antes de que salga del ático, logro que las palabras salgan de mi boca.

— Como…— Balbuceó.

Quiron se gira para mirarme.

— ¿Cómo era mi nombre?— Pregunto.

— Alyssa.—Responde y un pequeño grito tembloroso se me escapa. Tomo la mano de Leo y esté me da un suave apretón—Significa “de noble estirpe” o “perteneciente a la nobleza”— Dice tranquilo— Tu madre debió de haber creído que era adecuado.— Explica.

— ¿Adecuada para qué?— Preguntó.

Quiron sonríe.

— Una futura reina.

Leo y yo fuimos al búnker por ese
café. También tomamos una siesta de 3 horas en su sillón. Estábamos muy cansados mentalmente, supongo.

Jason me mira durante demasiado tiempo. Sé que quiere preguntar. Veo la curiosidad y preocupación en sus ojos azules, pero estoy segura de que sabe lo invasivo que sería eso en este momento. Así que solo espera. Él me mira y espera que yo le hable de ello por mi cuenta, sin presión. Es bueno.

Eso de estudiar psicología lo volvió bastante empático y respetuoso.

Lo haré. Eventualmente supongo.

Ahora solo quiero descansar.

Discutir está situación de mierda con la almohada. Meditar y relajarme.

Luego veré que hacer.

Mañana temprano volveré al campamento Júpiter. Y eso es una mierda. Tengo el estómago ahogado en ácido con solo imaginarlo.

A este paso voy a morir por las úlceras en el estómago, por el estrés antes de que Hera vuelva a intentar matarme.

— ¿En serio no quieres cenar?— Pregunta el rubio, preocupado.

— Tengo el estómago hecho un nudo.— Respondo y me envuelvo entre las sabanas de mi cama, apagada.— Creo que si cómo algo ahora vomitaré.

—¿Cómo está tu brazo?

— Jason.

— ¿Qué?

Lo miro por encima de las sábanas blancas, acolchadas y suaves.

— Ya ve a comer.— Le pido.

— Si— Asiente varias veces con la cabeza y agrega — Te traeré un poco de fruta.— Me avisa. Insistente.

No le digo nada, pues no tengo ganas de discutir con el ahora mismo.

Bien. Es mi momento.

Hundo mi cabeza en la almohada y cierro mis ojos. Lista para dormir.

Escucho a Jason tomar su chaqueta y ponerse los tenis antes de dirigirse a la puerta. Escucho la madera tronar y la manilla girando, pero no escucho que la cierre. Hay un momento de silencio que me resultó extraño.

— A-ah.— Escucho a Jason dudar y luego como entrecierra la puerta.— ¿Qué? ¿Qué pasa?— Pregunta.

Hay unos segundos de silencio.

—¿Puedo hablar con Raiden?— Pregunta una voz que reconozco al instante y mi piel se eriza.

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Camino unos pasos detrás de Nico en la oscuridad de la noche. Atraemos la atención de una que otro campista y sé lo que están pensando. Solo traigo puesta una camisa de Jason, es grande y me queda como un vestido «equipo de fútbol universitario» o algo así, ese en el que se derriban mutuamente, no el que juega Messi y unos shorts que ni siquiera se ven. Así que no voy muy decente que digamos, pero es cómodo.

Tampoco alcance a ponerme zapatos, así que voy en pantuflas.

Nico y yo nos alejamos del ajetreo del pabellón donde todos comen. Cuando llevamos al final del muelle solo con la luna iluminándonos se gira hacía mi.

— Gracias por no dejar que Hera me haga ceviche.— Hablo primero, pues él solo me había estado mirando.

Me relamo los labios y trato de apartar mi cabello que se sacude con el viento marino de mi rostro.

Nico sigue mirándome y algo en su mirada me pincha la piel. O tal vez sea ese silencio profundo como los huesos que parecen seguirlo o quizás sea la fuerza con la que me defendió de la reina de los dioses, ya tal vez eso es lo que me pone de los nervios. Respiro profundamente, y aquí es donde me pierdo. Puedo sentir mi ira, mi dolor y cualquier otra emoción desagradable que ha cruzado por mi mente durante los últimos meses absorbiéndome.

—No significa nada. Hubiera ayudado a cualquiera en esa situación. — Dice inexpresivo. Su mirada ónix recorre mi los puntos de mi herida y regresa a mi cara, evaluándome.— Estabas en un salón lleno de héroes, solo fui el primero en reacción.— Afirma.

Sus ojos se demoran demasiado en mi boca, y cuando finalmente se levantan para encontrarse con mi mirada, hay tantas emociones en esos ojos. Siento que, si miro demasiado tiempo, me caeré en ellos y me ahogaré.

Asiento con la cabeza.

— Sí, claro.— Concuerdo con él.

Seguramente Jason habría intervenido eventualmente.

Tiene razón.

Nos quedamos en silencio sin dejar de mirarnos mutuamente. No entiendo para que quiera hablar conmigo si solo iba a decirme algo como esto.

— Creo que…— Señaló detrás de mí — Volveré a mi cabaña.— Me giró.

Antes de que pueda avanzar un paso por fin decide hablarme de verdad.

— Te vi antes en un sueño.

— Yo también.

— Leo. —Jason baja los binoculares y se gira para mirar al moreno —Dime que está pasando.— Exige saber.

Leo parpadea varias veces.

— Yo lo que supe, no es por qué ande de chismoso.— Se defiende, ofendido —Por qué hablando con Raiden.— Leo empieza a divagar y Jason lo corta.

Ambos amigos estaban escondidos a una distancia prudente entre unos arbustos llenos de espinas.

— Pero de casualidad dime lo que sabes— Reformula la pregunta.

Leo luce igual que un pez confundido. Abre y cierra la boca, luego dice;

— Jason, yo no tengo la culpa de que la gente no confíe en ti.— Arremete.

El rubio pone los ojos en blanco.

— Joder, Leo.

— ¿Te irás?— Me atrevo a preguntar con un hilo de voz, apagada.

Había escuchado que Nico se iría a Europa con Will al acabar el verano y lo sé por qué esa realidad me hacía sentir desconsolada y ansiosa.

— Sí, lo haré.—Exclama y yo bajo la mirada hacia mis pantuflas de patos.

Mis rodillas se debilitan y joder, estoy a punto de perder los nervios. Se me corta el aliento y el aire se tensa a mi alrededor y se carga de energía.

— Investigue sobre… estos sueños, sobre los efectos que tienes en mí y los cambios que percibo.— Nico es astuto, sabía que lo descubría por su cuenta, yo no planeaba decírselo.— Y existe una posibilidad de que seamos almas viejas, reencarnadas después de años quizás siglos.— Mi garganta se cierra —Cuando un héroe llega a los Elíseos, puede decidir tener otra oportunidad en la tierra. Hades lleva sus almas al río y hace que olviden todo.— Agrega —Para poder empezar desde cero en un nuevo cuerpo… — Explica y me da una mejor compresión de lo que pasa— Pero algunas almas no olvidan.

— ¿Nosotros…?

—Quizás nos conocimos.— Dice con firmeza y me mira con frialdad —Pero quiero que entiendas esto. Cualquier relación que hayamos tenido antes no existe.— Sus palabras se sienten igual que el filo de la daga de Hera—No es real. No es lo que sentimos.— Afirma.

Desvío la mirada sintiendo un nudo en mi garganta y el pecho apretado.

— ¿Entonces por qué duele?

Los ojos oscuros de Nico que antes transmitían frialdad se suavizan ante mi pregunta. Respira hondo y dice;

— No eres tú quien lo siente, no realmente.— Dice con insistencia como si tratara de convencerme de ello.—Puede que… Que cuando haya suficiente distancia entre nosotros…— Murmura— Quizás olvidemos esos recuerdos que no deberían existir en nuestras memorias.— Me explica.

— Vaya, y creí que las cosas no podían ser peores.— Se me escapa una risa.

— Eso no es cierto, solo… Hay que olvidar y seguir adelante.

¿Olvidar?

¿Cómo puedo olvidar si estos recuerdos vienen cada que me dispongo a dormir? ¿Qué debería hacer entonces? ¿Dejar de dormir?

— ¿Olvidarás?— Pregunto.

— Lo intentaré

Un relámpago ilumina el cielo y por un momento se vuelve de día.

— … Pero si estamos destinados a estar juntos, quizás deberíamos al menos intentarlo ¿No crees?— Digo con la entrecortada, agitada—¿Qué posibilidad hay de que nuestras almas nacieran en el momento exacto para encontrarse? ¡Es una en trillones!— Hablo tan rápido que me quedo sin aliento y debo parar para tomar un respiro. Balbuceó—… No importa en qué tiempo o cuerpo estemos.— Lo miro a los ojos— Seguimos siendo los mismos, ¿Verdad?— Pregunto.

El rostro de Nico se enfurece y no existe más suavidad para mí.

Gotas de lluvia fría empiezan a caer sobre nosotros y el cielo se estremece.

— No, Raiden.— Sentencia—No somos los mismos, yo amo a otra persona.

La lluvia cae cada vez más rápido, y el viento me agita el pelo mientras miro con resentimiento al hijo de Hades.

En la penumbra, su rostro se ve especialmente trágico.

Trágico y encantador, como si estuviera atormentado por las cosas que ha dicho. Eso, por supuesto, sería darle demasiado crédito.

No creo que le importen en absoluto el desastre del cual es responsable.

Siento las lágrimas acumularse en mis ojos y la realidad me golpea.

¿Voy a llorar? ¿En serio voy a llorar por un simple chico? No, no, no…

No permitas que te vea llorando.

Arrastró mi mano por mis ojos y apartó la mirada. Hacía tiempo que no me sentía tan patética. Dioses.

—…— Desvío la mirada y veo como el cielo parpadea sobre nosotros.

No entiendo por qué me siento tan perturbada por su rechazo.

Él ha estado mandando todo tipo de señales confusas esta semana que me hacían creer que estaba remotamente interesado en mí, y de pronto…

No lo sé.

Yo creí que todo este juego extraño de tira y afloja constante, fingiendo que me ignora para qué lo atrapé mirando en mi dirección era algún tipo de coqueteo de los niños italianos.

¡Nuestras malditas almas tiene una especie de lazo milenario! ¡Y él solo…!

Ni siquiera piensa intentarlo.

— Raiden.—Me llama y lo miro de nuevo conmocionada.—Desearía que fueras un chico.— Dice con voz ronca y estrangulada. Mirándome con sus ojos oscuros carentes de brillo.

Siento una punzada en mi pecho que me paraliza. Retrocedo torpemente en la lluvia, sintiéndome aturdida.

Las lágrimas que habían acumulado detrás de mis ojos y que había estado conteniendo con todo mi fuerza de voluntad se deslizan hacia mi cara.

Algo dentro de mí se agita.

Había escuchado eso antes.

Y esa vez dolió de la misma forma.

Un nudo se aprieta en mi garganta y me impide tragar. Quiero gritarle y golpearlo hasta que su rostro quede morado. No puedo creer esa mierda.

— ¡Oye! — Escucho una voz llamarme entre el sonido de la lluvia.

Me giró y veo al dios Apolo apoyado en la puerta de su auto deportivo de color rojo cereza. Mojado de pies a cabeza, y usando lentes oscuros en la noche, me sonríe ampliamente y me hace una seña con la mano en forma de saludo. Miro de nuevo a Nico.

— Tú.— Me relamo los labios y cuando alzó la mirada y veo sus ojos oscuros iluminados por la luz de la luna, los tenía cristalizados, ¿Por qué? Es el quien está siendo maldito perro cruel conmigo — Estás muerto para mí.— Digo con la voz entrecortada—Espero que cumplas lo que dijiste y nunca vuelva a verte.— Exclamó.

No espero a que me responda y camino a zancadas por el muelle hasta llegar al auto de Apolo.

Alcanzó sus mejillas, me pongo de puntillas y lo atraigo hacia mí para chocar mis labios con los suyos. Es tan repentino que el propio Apolo parece sorprendido y tarda en corresponder, pero finalmente lo hace. Sus lentes de sol se resbalan de su cara y caen.

Nos separamos, y él me mira con sorpresa y mejillas sonrojadas.

Se ve como un adolescente hormonal y no cómo un dios tan viejo como la sociedad occidental misma.

— Sácame de aquí, niño bonito.— No espero, me responda, abro la puerta del asiento de copiloto y entro.

Apolo saborea mis labios en su boca y sonríe entre confundido y feliz. Da la vuelta y entra en el asiento del piloto.

— ¿Adónde quieres ir?

Sonrió y espero que las lágrimas se confundan con la lluvia.

— ¿Conoces el Salto Angel? Es una cascada muy linda.— Digo con la voz temblorosa y quebradiza.

Apolo respira hondo y enciende el auto. Este se eleva y mi estómago se hunde como si estuviera en un avión.

— Entonces vamos, preciosa.

— Nico.

— ¡Nico…!

— ¡Nico! ¡Reacciona!— El pelinegro se giró hacia el hijo de Júpiter y salió del trance en el que estaba.— ¡¿... Por qué carajos dejaste que Raiden se fuera!?— Le grita Jason, exaltado y agitado.

— Ella…— Nico traga saliva— Ella puede hacer lo que quiera.— Dice.

Jason lo mira horrorizado, y niega con la cabeza varias veces.

— ¡No…! — Grita furioso — ¡Tiene 16 años! ¡Definitivamente, no puede y no debo permitir que haga lo que quiera!— Grita agitado, pues había intentado perseguir al auto—¡Mucho menos irse a quién sabe dónde con…!— Balbucea—¡Con ese hijo dé! ¡Maldito groomer!

Apolo estornuda en su auto.

— Jason…

— ¡No!— Lo señala y hace un gesto para que cierre la boca— ¡No sé lo que le habrás dicho! — Gruñe—¡Pero si mañana Apolo no me devuelve a mi hermana en una pieza, vas a tener que ayudarme a buscarla!— Chilla y se da vuelta para irse. Empapado por la lluvia—¡Deja de mojarte en la lluvia o te vas a enfermar...! ¡Y será mejor que te pongas una chaqueta!— Grita molestó, sin mirar a atrás, volviendo a los brazos de la hija de afrodita para ser consolado por qué su hermana se escapó con un bueno para nada.

Hola chicas y chicos.

Espero que les haya gustado el capítulo, por qué yo no sé cómo sentirme al respecto. A Raiden solo se la cogen las desgracias.

Iba iba a poner una canción de Sabrina Carpenter en la multimedia pero esa de mon laferte me dejó muerta ,no sé, me puso la piel chinita.

Memes del capítulo;

Bye bye.

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