Capitulo 8.

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SOLSTICIO DE VERANO.
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Raiden Isabel Castillo Pov.

Tengo una resaca terrible, mi cabeza duele y tengo el estómago pegado a la pared de mi abdomen, pero tengo que fingir que no es así para que Jason no se dé cuenta de que estoy a un paso de un coma etílico. Me estoy muriendo.

Dionisio me facilito un remedio para la resaca. No hizo una gran diferencia, pero empecé sienten mejor después de un poco de suero y una aspirina.

Regreso a mi cabaña y me acuesto, solo para que dos minutos después suene la alarma de mi hermano y él se levante como un soldadito perfecto.

Me quería morir.

Jason me habla sobre algo, pero siento que el cráneo me palpita y no escucho lo que dice. Me las arreglo para tomar una siesta de dos horas y despertar en sintiéndome mejor para dejar que los niños del amor hicieran de mí lo que quisieran para estar presentable en el solsticio de verano. Sería mi primera reunión oficial con mi padre divino.

Ese que mando a mi hermano a secuestrarme a mi liceo.

Soy un desastre cuando entro en la cabaña de Afrodita y cuando salgo soy una princesa. Según ellos, yo creí que me veía como una puti-princesa o una bailarina exótica, pero no me quejé.

No es como si tuviera otra opción de todas formas. Apenas tengo ropa, y no es nada elegante o hermosos como el vestido plateado llevo puesto. No me molesta. Estoy bien enseñando algo de piel, no importa estar expuesta.

Llevaba un vestido que se dividía en dos piezas. Un top cruzado alrededor de mi pecho en forma de «X» con dos cadenas que hacían la misma figura en mi abdomen que conectaba con mi falda del mismo material plateado y brillante que dibujaba una «V» en mi vientre y caía más haya de mis pies.

Los zapatos no importaban por qué no se me veían los pies con la falda, así que en contra de los deseos de los hijos de Afrodita me puse mis zapatos deportivos blancos. Peinaron mi pelo con cuidado para no empeorar el gran dolor de cabeza que me aquejaba.

Tomaron la mitad superior de mi cabello blanco con un gancho en forma de mariposa plateado.

Me maquillaron de forma muy natural por petición mía.

No es que no me guste el maquillaje más cargado y producido, pero siento que no le queda bien a mis facciones.

— ¿No tienen lápiz para cejas?— Pregunto con insistencia.

— ¿Por qué? Tus cejas blancas platinadas se ven encantadoras.— Opina, uno de los hijos de Afrodita.

— Claro.— Digo con sarcasmo — Pero soy pálida como un fantasma— Bufo y señalo mi cara vacía— Mis cejas son demasiado claras y se pierden en mi cara. Me veo extraña.— Resoplo —Cómo un maldito alien…— Siseo.

— Vaya.— Piper suspira — Eres muy crítica contigo misma.— Mira a sus hermanos — Ya denle un lápiz de ceja marrón claro a mi cuñadita.

— Gracias, amor.— Le lanzo un beso.

Piper no aguanta el encanto venezolano y se pone roja.

Yo llamo «Corazón», «Amor», «Mi cielo» a todo el jodido mundo.

No es nada romántico. Es una cosa cultural, y en atención a cliente se utiliza mucho. No coqueteó.

Solo lo hago como reflejo.

El maquillaje hizo su magia y me hacía ver fresca y saludable. No como si me hubiera emborrachado, bailado y festejado toda la noche anterior.

El vestido era hermoso, pero un paso en falso y se me salía una teta.

— Es…— Suspire.— Perfecto.

Sí, era el outfit perfecto para decepcionar a mi padre.

Jason no pensó lo mismo. Me miro horrorizado y utilizo dos dedos para cubrirme el torso frente a sus ojos, al menos desde su perspectiva. Apartó a Piper y empezaron a discutir bajito.

— Piper, ¿Qué clase de fetiche raro están cumpliendo tus hermanos con Raiden?— Le cuestionó en un susurro. Se acercó a su oído de la morena y le grito entre susurros—¡Se le ve todo!

— Puff, estás exagerado.— Bramo.

— ¿Exagerando? ¡Esa tela es transparente!— Chilla Jason.

— Lo que ves en un forro, no su verdadera piel. Ella es más blanca.— Dice Piper con simpleza —Lo sé, por qué ya la vi desnuda.— Agrego.

Jason parpadeó varias veces.

— ¿Qué?— Jadeo—¿La viste qué?

— Cálmate, Jason. Somos chicas.

Al hijo de Júpiter se le bajó el azúcar.

— Necesito un momento. Necesito sentarme—Jason se sentó en el pasto y Piper se puso de rodillas a su lado— Es como si pusieras a mi hermana en una bandeja de plata para los dioses, ¡Has escuchado las historias! —Dice agitado —¡Sabes cómo son cuando se topan con una chica hermosa! ¡Ay, me va a dar algo!— Se sostiene la frente.

— ¡Shh, shhh…!— Piper le acaricia el hombro en forma de consuelo—Está bien.— Le asegura con voz suave.

Alce una de mis cejas.

Leo silbo mientras me miraba de pies a cabeza. Alzando ambas cejas varias veces al mismo tiempo de forma algo sugestivo. Eso quita mi atención del ataque de pánico de mi hermana.

—Te ves preciosa y jodidamente sexy, Raiden. Por los dioses. Creo que voy a tener sueños calien— Lo interrumpí dándole un manotazo en la frente.— Lo siento, me emocioné de más.

— Sí, se nota.— Bufé y me crucé de brazos— Si dices algo así frente a Jason le va a dar un aneurisma, el pobre está muy mal.— Murmuré.

Charlamos sobre su atuendo. Bueno, él me presume lo bien que se ve

— Oh, allí vienen él restó.— Señala Leo mientras el grupo de campistas se acerca para subir al autobús que nos llevará a Manhattan.— Aquí vamos.

— Por los dioses …— Exclama Travis antes de subir al autobús.— Bendito sea el dios que te trajo al mundo.

Bufé divertida.

Si eres marico, vale…— Me burle de su coqueteo exagerado.

— Te ves bien, Raiden.—Afirma Connor, guiñándome un ojo.

Todos los hijos de Hermes tienen esa poderosa labia para coquetear.

— Mis ojos están arriba.— Le regaño.

— Sí, ya lo sé.— Aparta los ojos de mi escote y sube al autobús.

Recibí varios halagos por mi aspecto de los Campistas. Los acepto todos con una sonrisa, pues estoy impresionante y no cuesta aceptarlo. Nunca he sido humilde, sé cómo me veo y como me perciben las personas a mi alrededor.

— ¿Estás nerviosa?— Pregunta Jason luciendo un poco más calmado y con una corona de laurel en su cabeza.

— Un poco. —Admito.

— ¿Segura que no quieres mi chaqueta?—Insiste el rubio

— Segura. — Lo rechazó —Arruinará la estética de mí outfits.

Mientras íbamos en el autobús de camino al Empire State Building, la hija de Atenea Annabeth decidió darme una clase de historia.

—Originalmente, el Olimpo estaba ubicado en el Monte Olimpo, Grecia, pero se ha ido moviendo de acuerdo con el transcurso de la Civilización Occidental.— Se sentó a mi lado en el autobús y empezó a vomitar datos de historia. Yo escuché con atención por qué parecía ser una apasionada de los datos históricos. — Según Quiron, la civilización occidental es una fuerza viva.— Annabeth chasqueo sus dedos intentando buscar una forma fácil de explicarme el tema.— Es una especie de conciencia colectiva— Dice—Los mismos dioses forman parte de ella, e incluso se pueden considerar como la fuente.— Me explica la rubia.

Parpadeó varias veces.

— Annabeth, por favor. — Suspira Jason desde el asiento de atrás —Le estás quemando el cerebro.

Annabeth me mira como si esperará que confirmara tal afirmación.

— No, está bien. Me gusta tu voz. Eres como un audio libro.— Aseguro.

La rubia se giró para mirar a Jason con una sonrisa de suficiencia y siguió dándome una clase intensiva.

—El «fuego» comenzó en Grecia, y después el corazón del fuego se trasladó a Roma y así también lo hicieron los dioses, con distintos nombres, pero seguían siendo las mismas fuerzas y los mismos dioses.

Arrugó la frente.

— Si empezó en Grecia, ¿Por qué se trasladó a otros países?— Pregunto.

— Oh, Grecia perdió su poder militar. Fueron invadidos por otros imperios.— Me explico como si nada y aquello me hizo sentir molesta, incómoda con mi propia piel.— Los dioses se fueron trasladando a diferentes lugares junto con el Olimpo, como Francia, España, Gran Bretaña, es decir, dondequiera que brillará la llama con más fuerza.— La interrumpo de nuevo.

— Pero…— Aprieto los dientes—¿Por qué los dioses permitieron que Grecia perdiera su poder?— Le cuestiono.

— Los dioses no pueden intervenir en las cuestiones humanas. Dependía de los mortales mantener el poder—Me explican — Nuestros padres divinos solo podían guiarlos.— Afirma.

Durante el resto de su explicación sentía un agujero en mi pecho. Una ira ardiente corriendo por mis venas y extendiéndose por todo mi cuerpo. Me sentía incómoda y ansiosa.

—Pasaron varios siglos en Inglaterra, donde influyeron considerablemente en su cultura y arquitectura.— Mira por la ventana y sonríe apenas. Luego me mira.—Ahora, el corazón de esa llama se encuentra en Estados Unidos, el gran poder de Occidente.— Dice.

Apretó la mandíbula.

— Qué suerte.— Digo entre dientes.

Se sentía como si algo dentro de mí estuviera gritando y arañando las paredes de mi cerebro. O quizás es solo es la migraña de la resaca.

El Olimpo no está conectado con el suelo y no puede ser visto o detectado por los mortales debido a la niebla, pero de alguna manera está conectado al mundo mortal por un ascensor en el Empire State Building. Según la hija favorita de Atenea, la única vía mortal para llegar al Olimpo está pasado un guardia de seguridad en el vestíbulo, que no dará acceso a nadie a menos que tenga una autorización especial. En el Salón del Trono, se pueden ver diferentes constelaciones brillando en lo alto del techo, mientras que los tronos de los dioses forman una «U» alrededor de la hoguera del centro.

Las cabañas del Campamento están colocadas de la misma manera que los tronos. Al menos hasta que Percy les obligó a poner cabañas para todos los dioses menores. Cómo Eve o Hécate.

En la parte superior del Olimpo se encuentra una gran ciudad con los palacios de los dioses y residencias para muchos dioses menores y otras criaturas mitológicas. La mayoría de los dioses viven en el Olimpo, pero algunos prefieren vivir en sus reinos nativos, tales como Hades y Poseidón

Aunque Poseidón sí tiene un trono mientras que Hades no. Sin embargo, después de los acontecimientos de la batalla contra Gaia, Hades también obtuvo un trono. Siendo la sede del poder de los dioses griegos, tiene una importancia vital.  Si la sala del trono fuese destruida, el Monte Olimpo se desmoronaría y el poder de los dioses se vería seriamente debilitado.

En teoría, si fuese destruido y los olímpicos recuperasen la suficiente fuerza como para reformarlo, podrían ser vulnerables a sus enemigos.

— Wow…— Exhaló al ver lo que parecían ser islas flotantes y un camino dorado frente a mí.

— Yo misma lo rediseñé.— Agrega Annabeth con mucho orgullo.

— Eres impresionante listilla.— La halaga Percy y Annabeth se sonroja.

— Esperemos a los otros grupos.—Dice Jason, y me tiende la mano para permitirle escoltarme. Tenemos que ir a la cabeza del grupo por ser hijos del rey de todos los dioses — Papa es… Un dios, no un hombre. Es nuestro padre, pero ya sabes —Intenta explicarme en voz baja. Suspira apagado y se relame los labios— No esperes mucho.

Sé lo que Jason intenta decir; Papá es un monstruo. No esperes un abrazo o palmadas en la espalda. Lo siento.

— Comprendo.— Murmuro.

Esperamos al resto de mestizos por qué el ascensor del Empire no es lo suficientemente como para llevarnos a todos en un solo viaje. Hazel está de pie al lado de su hermano y me sonríe apenas, yo le devuelvo la sonrisa.

Hazel es una buena persona, está muy ocupada todo el tiempo. Así que no hablamos mucho en realidad.

Frank siempre está detrás de hazel y no conversamos para nada. Creo que es tímido, pero agradable.

— Bien.— Dijo Annabeth en voz alta.— ¿¡Estamos todos…!?— Pregunta.

El enorme cuerpo le responde con gritos y víctores. Aunque ella pasa haciendo lista, contando cabezas.

Cuando estamos todos juntos en la entrada del Olimpo, emprendemos camino hacia la sala del trono en fila india. Como si fuéramos niños de kínder que hacen una excursión.

Mi pulso se agita y mi corazón golpea mi pecho con fuerza por la ansiedad que me produce conocer a mi padre. No estaba nerviosa de camino, pero ahora estando tan cerca siento que hay una soga atada a mi cuello.

Suspiró temblorosa y trago saliva.

— Tranquila.— Jason me sonríe amablemente.— Todo irá bien.

Piper está atrás chismeando con sus hermanos y yo preferiría ir con ellas, tienen un mejor ambiente. Leo está riendo a carcajadas con el resto de la cabaña de Hefesto, aunque se queja cada tanto del dolor de cabeza.

Cuando las enormes puertas de la sala del trono me obligó a mí misma tragar la saliva acumulada en mi boca.

La sala del trono se abre para mí y la luz cegadora divina momentánea se desvanece rápidamente. Los dioses se giran hacia nosotros, repartidos en el salón como si estuvieran esperando a que llegáramos a ellos. Se me eriza la piel al escuchar una conmoción o un jadeo colectivo en cuanto se abrieron las puertas. Esto debería ser normal, pero se siente raro, mi piel pica y arde como si estuviera en peligro. La forma en que sus ojos se fijan en mí es …

Como si vieran un fantasma.

No sabía que los dioses pudieran verse de esa forma; ¿Sorprendidos? ¿Conmocionados? … ¿Asustados?

De pronto siento todos los ojos en mí.

Me sentía tan abatida que mi cuerpo empezó a sudar frío y tenía el pecho apretado. Apenas podía respirar.

Jason toma mi mano y me saca de mis pensamientos. Me guía dentro con el resto de semidioses siguiéndonos.

— Bienvenidos semidioses.— Una figura se abre paso entre los dioses.

Es el único que no parecía confuso o conmocionado. Era grande.

Grande igual que un jodido edificio, pero mientras se acercaba su cuerpo se hacía pequeño hasta tener la altura de un ser humano normal. Traía una toga griega blanca con azul oscuro, un cinturón dorado y una corona que se asimilaba a las coronas de laurel, pero hecha de oro sólido. El tipo parecía un hombre en sus cuarenta, conservado y atractivo de una forma extraña.

Tenía el cabello oscuro largo hasta los hombros con unas cuantas canas a la vista, barba espesa bañada por canas que le daban carácter. Se veía sano.

Y es bastante musculoso y alto.

Había arrugas alrededor de sus ojos que le daban una apariencia sabía.

Sus ojos azules… Eso fue lo que me convenció de quién se trataba.

El dios frente a mí era mi padre.

Él tenía esa mirada familiar que estaba grabada en mi cerebro como una especie de cicatriz imborrable.

Los semidioses hacen una pequeña reverencia colectiva, excepto yo, que estoy tan ensimismada con los ojos del dios frente a mí que apenas puedo recordar cómo se parpadea. Es él…

— Hijos.— El hombre de aspecto intimidante le da un vistazo a Jason, pero luego sus ojos se centran en mí.

— Es bueno verte padre.— Responde Jason igual que un soldado.

— Raiden.— El dios saborea mi nombre en sus labios.— Hija.— Me llama y soy incapaz de hablar.

Es como si alguien me hubiera cortado la lengua. Me siento rara, quiero llorar y gritar, pero estoy bloqueada como en un trance.

El dios sonríe apenas.

— Acompáñame, hija.— Me tiende su mano para escoltarme el mismo.

No puedo moverme, pero mi hermano le entrega mi mano por instinto.

Me guía entre el grupo de dioses que adquieren un tamaño más pequeño y compactó. Mientras atravesamos a la multitud de dioses a paso lento. Siento sus miradas seguir cada movimiento y gestos con la mirada. Los ignoro o al menos eso trato, y fijo mis ojos en la mano que sostiene la mía; Es grande y fría, se siente como una jodida lija.

El trono de Zeus se ajusta a su tamaño y este se sienta. Lo miró devuelta y él me señala con la cabeza su regazo.

Como si quisiera que me sentará allí.

Niego con la cabeza y lo miro completamente horrorizada.

— ¿No?— Dice sorprendido — Antes te gustaba.— Comenta con una pizca de decepción en su voz masculina.

El dios hace un gesto con su mano, una especie de silla idéntica a su trono, se alza al lado del suyo.

Entonces vuelve a indicarme que me siente, y esta vez lo hago.

Acomodo mi vestido y miro a mi alrededor, contengo el aliento al notar todas las miradas sobre mí.

Los semidioses me miran con caras sorprendidas y confusas.

Y luego están las miradas afiladas que me queman el rostro; Furiosas.

— Que inicie el solsticio de verano.— Dice Zeus en voz alta y autoritaria.

Los semidioses hacen sus grandes  presentaciones para sus padres y familiares divinos. Es lindo.

Algunos mestizos cantan, bailan, otros realizan obras de teatro, muestran sus talentos con las armas, hacen lecturas de poesía o presentan sus inventos.

Es maravilloso.

Me relajo considerablemente y disfruto de las ocurrencias de mis pares. Cada vez que sonrió siento la mirada de mi padre fija en mi rostro.

Al terminar dichas presentaciones empieza el verdadero banquete y la música llena el lugar. Algunos bailan y otros se dedican a comer la deliciosa comida preparada por las ninfas.

Noto que algunos mestizos hablan con sus padres. Leo definitivamente está acosando al suyo, quien parece más tímido y acomplejado que su hijo.

Percy parece un poco incómodo con el suyo, pero no deja de mirarlo con una especie de anhelo; Poseidón es todo sonrisas y cariño con él.

La diosa Atenea y sus hijos mestizos parecen reunirse alrededor de una de las mesas para… Estudiar, creo, hacen algo que no logro entender; Cosas de gente inteligente supongo. Qué raros.

La diosa Afrodita se ríe a carcajadas con sus hijos, comparten maquillaje y se actualizan con la nueva moda.

Y así podría seguir.

Incluso noto al Rey del inframundo conviviendo con Nico y Hazel. Muy a su manera, por supuesto, aunque note que ignora a la morena y ella a él.

Debo suponer que es por qué ella se escapó del inframundo y no debería andar por allí pululando. Hades la ignora, por qué si no debería cumplir con su trabajo y llevarla devuelta al inframundo de dónde se escapó.

— Como…—La voz de Zeus llama mi atención —¿Cómo te está yendo en la legión?— Pregunta de pronto.

— Es… Es —Las palabras se acumulan en mi garganta. Quiero decir cientos de cosas, gritarle por qué me llevo al jodido purgatorio, pero no lo hago. Solo digo un suave—No es lo mío.

— Bueno, eso es normal. — Dice con un tono casi jocoso—No eres una guerrera, eres una princesa.

Lo miro confusa. Por qué no puedo evitar darme cuenta de que Jason está solo, en lugar de con nosotros.

— ¿Jason también es un príncipe?— Le cuestionó con voz suave.

— No, no.— Niega y bebé de su copa.— Él es un héroe, un soldado.

— ¿Qué lo hace diferente?—Mi rostro se enfurece y mi garganta se aprieta—¿Qué me hace diferente?— Preguntó.

Zeus sonríe como si le hiciera gracia mi bravuconería. Estira su mano y me acaricia el cabello con cariño.

Mis mejillas arden cuando pienso que nos vemos como una gata lamiendo a su hijo cuando lo encuentra después de pasar horas buscándolo. Yo era el gatito escondido en la alcantarilla.

— No eres un héroe, mi dulce hija.— Dice con voz suave y cálido— Jason es de Hera, pero tú… Tú eres solo mía.

Frunsco el ceño.

La ligereza con la que dijo eso me molesta profundamente. Es como si Jason no le importará para nada.

—¿Jason te está cuidando bien?

— Es…— Humedezco mis labios.— No, no necesitó que me cuiden, ya estoy mayorcita para depender de Jason.

— Siempre tan orgullosa.—Toma uno de los mechones de mi cabello y deja que este se deshaga en su mano — No has cambiado en lo absoluto.— Dice con cierto cariño y tristeza en su voz.

— ¿Cómo sabes eso?— Le cuestiono.

— Solo lo sé por qué soy tu padre.— Zeus me responde con una sonrisa confiada.—Y siempre te estoy viendo. Dulce, niña.— Zeus me mira con tanta intensidad que puedo ver mi reflejo en sus ojos azules eléctricos.

Nuestra conversación calmada es interrumpida por una voz.

— ¿Puedo tener un baile con la señorita?— Mis ojos se dirigen al tipo que se inclina frente al trono.

Zeus respira hondo y me mira, luego mira a los otros dioses. Creo que nota que ha pasado más tiempo conmigo del que se me tiene permitido.

Hay una tristeza que no puedo describir en sus ojos cuando dice;

— Adelante.

Bajo de la silla con los ojos fijos en Zeus. Quiero preguntar tantas cosas, ¿Por qué me busco? ¿Por enviarme al campamento Júpiter? ¿Por qué Jason es de Hera? Tantas cosas que decir y tan poco tiempo para hablar. Tomo la mano que se extiende hacia mí.

Cuando por fin logro apartar la vista del rostro de mi padre, lo primero que veo es una sonrisa brillante.

— ¿Qué estás planeando? ¿Eh? Jefa.— Pregunta en cuanto nos alejamos del trono de Zeus. No sé si estoy aturdida por lo que dice o por qué es el tipo más caliente que haya visto.

Tenía un pelo rubio pálido que le caía justo por encima de la clavícula, ojos azules brillantes y una mandíbula fuerte y bien afeitada.

Llevaba una toga cruzada en su pecho que cubre apenas su piel. Musculoso. Cortado. Sonríe. Las luces del Olimpo reflejaban sus dientes blancos.

Y entonces su mirada se posó en mí. Desplacé mis ojos. Mantuvo su sonrisa eléctrica, pero entrecerró los ojos.

Como si le sorprendiera mi falta de entusiasmo o complicidad.

Es despampanante.

Como el jodido sol hecho persona, quiero girar a su alrededor.

De estos no hay en mi pueblo.

Tan atractivo que se me hace agua la boca; Como si fuera una hamburguesa y yo la persona más hambrienta del mundo. Uy, me puse romántica.

— ¿Disculpa?— Balbuceó.

— Oh, es secreto. Lo comprendo…— Dice el rubio ardiente, alza la mano que sostiene por encima de mi cabeza y me da una suave vuelta. Música empieza a sonar en mi cabeza.

No es hasta entonces que noto como todos bailan a diferente ritmo.

— La música que suena en tu cabeza es solo para ti.— Me indica el hombre de cuerpo perfecto.— Esta debe ser tu canción favorita para bailar.— Sonríe y es precioso— Es buena.— Exclama.

El hombre se pasó una mano por el pelo semilargo y sus ojos miran en otra dirección. A Nico y Will. Luego me mira devuelta con ojos filosos.

—Te has vuelto más permisiva con el tiempo. Solías ser más celosa…—Su voz. Dioses. Sus ojos brillan. Su voz está tan cargada de seguridad que me hace sentir cosquillas en el vientre —Casi como un dios.— Agrega.

— No entiendo nada de lo que dices…— Murmuro hipnotizada.

—Espera.—Su respiración fingida se corta—Tú realmente… No lo sabes.— Su sonrisa crece—En realidad, aún no lo recuerdas.—Sus ojos azules brillan con intensidad —Eso… Tiene sentido.

Por fin encontré la voluntad de mirarlo, pero traté de no mirar sus pezones. Él sonrió y sus pectorales rebotaron. Carajo estoy tan feliz.

Y pensar que por un momento creí que este día sería horrible.

—¿Eso es un problema?— Pregunto desconcentrada por su actitud.

—No, en absoluto. ¿Te ha gustado el espectáculo?— Cambia de tema.

Su físico era algo de lo que me había enamorado en el pasado y … Ahora.

Estoy dejando que los músculos tallados a la perfección y la piel bronceada nublen mi juicio.

Ninguna cantidad de tiempo de gimnasio podría enmascarar la arrogancia en su voz y eso es…

Tan jodidamente sexy.

—¿Debería asustarme?— Le cuestionó por qué actúa como drogado.

— No, no, no…—Se ríe. Tiene una risa encantadora —Como no me conoces, me presentó; Soy el dios Apolo.—Hace una reverencia —A tus servicios.

Apolo… ¿Este tipo es mi hermano?

¡Maldición! ¡Maldita mitología griega y su árbol genealógico!

— Soy Raiden Isabel Castillo.

— Es un bonito nombre.—Me toma de las manos con ligereza, son cálidas, y empieza a moverse conmigo al ritmo de la música —Entonces… — Alarga como un ronroneo—¿Tienes novio?

Oh. Es cierto, estos dioses son unos incestuosos. Pero yo no.

¿No verdad?

Miro de nuevo a Apolo.

¿Verdad?

—¿Por qué? ¿Vas a invitarme a una cita?— Pregunto imitando su tono.

— Tal vez.—Me da una vuelta suave al ritmo de la música y pega su pecho al mío.—¿Tienes novio?— Insiste.

Miro por encima de su hombro y noto la mirada oscura de Nico sobre mí.

— No.— Vuelvo mis ojos hacia el rostro de Apolo.— Estoy libre.

— Arg— Ahoga una risa— Cuando Eros sepa que estás por aquí se le va a poner la piel de gallina — Se burla.— Estará tan celoso de que baile contigo.

Arrugó la frente y abrí la boca para pronunciar su nombre, pero Apolo me interrumpo antes de hacerlo.

— No. No lo digas — Me da una vuelta en sus brazos— Arruinará nuestra diversión con sus cosas…

— ¿Cosas?

— Es un celoso en nombre del amor y apenas estamos en buenos términos.— Da un largo suspiro.— Así que…

— ¿Pero como podría estar celoso? Él no me conoce.— Le cuestiono.

Apolo alza los hombros.

— Los dioses son complicados.

Baile un par de canciones con Apolo. En realidad él estuvo haciéndome dar vueltas por todo el salón, es fuerte y fue divertido. Me reí bastante de sus raros intentos de coqueteos. Es lindo.

Recito poseía sobre mi belleza. Es ingenioso. Casi pareciera que hubiera hecho las rimas hace mucho tiempo.

—Voy a tomar algo.— Le doy unas palancas en los hombros y él me suelta —Fue una buena charla.

Apolo me deja ir sin protestas, pero sin no antes guiarme el ojo.

Me acerco a Leo que me lanza una mirada pícara de «Sé lo que haces» mientras sonríe como el gato de Alicia en el país de las maravillas. Ahogó una risa y me siento a su lado.

— Llévalo a la luna por nosotros.— Pide y le da un trago a su vaso.

—¿Tú?— Pregunto sorprendida.

— No por lo general.—Mira a Apolo —Pero es un dios. Y es ardiente, Raiden.

— Carajo. Si lo es.—Suspiro y ambos compartimos una mirada de amistad y entendimiento.—Pero es un dios, y hay historias que… Me mantienen un poco intranquila.— Murmuro bajo.

— Pfff…— Leo toma un gran sorbo de su baso, no sin antes adulterarlo con una pequeña botella que guarda en su bolso—Todos los dioses en este jodido panteón tiene historias de este tipo.— Asegura el moreno—Les encantaban las vírgenes, el nulo consentimiento y los genocidios.— Baja la voz —Pero Apolo paso un tiempo reciente siendo humano que lo volvió más humilde y es él… Mejorcito entre todos ellos.

Siento los ojos de un par de dioses sobre mí y eso me inquieta.

— … Algo raro está pasando.—Murmuro.— ¿No lo crees?

— Eres una hija prohibida de Zeus. Él te sentó a su lado. Al de su trono. Debes entender que eso es poco común.

— Claro.—Respiro hondo —Iré a tomar algo. — Le aviso.

Me levanto y camino hasta la mesa donde descansa el tazón de ponche. Respiro hondo. Tomo un baso y miro mi propia reflejo en la bebida roja.

Me sirvo un baso y tomo un gran sorbo. Sabe bien, pero estoy ansiosa y parece una buena idea pedirle a Leo un poco de su toque especial. Aunque aún tengo un poco de resaca. Buh.

Me estoy volviendo una estadounidense. Wakala.

Bueno, solo tengo que imaginar que estoy en la Semana Santa y me la paso borracha todo el día. Sip, eso será.

— ¿Qué haces aquí?

Me giró y hay una mujer con el cabello castaño oscuro con matices rojizos mirándome furiosa. Sus rasgos son finos. Trae un vestido griego color lavanda y una corona de oro que me resulta parecida a la que tiene Zeus.

Bueno, la de ella tiene más joyas y es más femenina en general.

Y se ve muy molesta.

— Tomando ponche.

Las fosas nasales de la mujer se ensanchan y sus ojos se llenan de llamas ardientes. ¿Qué le pasa? ¿Está loca? Parece que tiene indigestión.

Me río para mis adentros.

Oh, no. Parece que a alguien no se la cogieron bien anoche. Pienso para mí misma, pero no lo digo en voz alta.

— ¿Te burlas de mí?—Me cuestiona la mujer entre dientes.

La sonrisa en mi rostro desaparece.

Entonces sé que mi encantador sarcasmo no funcionará con ella.

Ella se acerca peligrosamente a mí haciéndome retroceder por instinto, sintiéndome acorralada de pronto.

— ¿Cómo te atreves a poner un pie en el Olimpo?— Gruñe con rudeza.

Ella suena muy ofendida.

— Creí que todos los semidioses estaban invitados.— Murmuro.

— Claro.—Se detiene y una sonrisa forzada cruza sus labios.— Todos.— Gruñe— Todos, excepto tu bastarda.

¿Y está quien se cree?

— ¿Te conozco?

Un destello plateado cruza mis ojos. Mis párpados se abren de par en par, fijos en la punta amenazante de su daga de bronce celestial. Reaccionó justo a tiempo para tomar su muñeca y poder apoyar la otra mano en su hombro para lograr hacer fuerza.

Es tan fuerte que mis brazos tiemblan al intentar contenerla para que no clave esa daga en mi ojo derecho.

— ¡Cuando termine contigo bastarda!— Sisea entre dientes —¡Desearás no haberte arrastrado del sucio agujero del que saliste…!— Dice en voz alta.

Quiero gritar, pero no puedo. La voz no sale de mi garganta. Tiemblo.

Miro a mi alrededor, pero nadie nos presta atención. Beben y bailan sin saber que está loca va a rebanarme como un filete en una barbacoa.

Todo pasa muy rápido.

—Todos sabrán quién realmente eres…— Gruñe y ya no soy capaz de contenerla por más tiempo.

El filo de su daga se hunde y rebana mi piel tierna. Siento un dolor que nunca antes había experimentado y un grito desgarrador surge desde el fondo de mi garganta. La sangre de color carmesí con destellos dorados brota de la herida y salpica el piso inmaculado de la sala del trono.

—¡Argg…!— Retrocedo dando traspiés, sosteniendo la herida en mi brazo como si mi brazo se fuera a desmoronar si lo soltaba.

Apenas logré esquivarla, pero igualmente logro cortarme.

Alguien grita. No logro entender lo que dicen por qué siento que mi brazo está ardiendo. Como si el fuego griego se extendiera por mis venas. Arde.

¡Me está quemando!

Inhaló con fuerza cuando el brillo de su daga atraviesa mis ojos azules.

Ella vuelve a lanzar su hermosa daga contra mí, pero está vez solo puedo encogerme sobre mí misma.

Alguien me toma de la cintura y me pega a su pecho. Sostengo mi brazo con mi mano libre por qué siento que se va a desprender de mi cuerpo. La daga no vuelve a clavarse en mi piel

Alguien la detiene antes de poder hacerlo. Nico sostiene la hoja de su daga con su mano desnuda.

El tomo la maldita daga entre sus dedos como si nada. Y aunque se que está experimentado un gran dolor su rostro se mantiene inexpresivo.

Todo su rostro se tensa y sus ojos ónix se llenan de fuego púrpura.

— ¡No te atrevas…!— Su sangre se resbala desde dentro su palma y se mezcla con la mía. Si hace lo mismo que conmigo terminará rebanando todos los dedos de su mano.— ¡Hera!

Holaaa chicas y chicos.

Espero que les guste el capítulo. Estuvo fuerte, dejen sus opiniones sobre la desgracia de Raiden.

Todos; Has que Raiden se metan con Will o alguno de sus ligues.

Yo; Que se coma a su papá.

Memes del capítulo;

Bye bye.

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