Capitulo 5
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No corras con espadas.
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Run, baby, run
Run for your life
I'ma tear out your heart
It'll always be mine
Run, baby, run
Run for your life
Gonna tear out your heart
It'll always be mine
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Raiden Isabel castillo Pov.
Después del incómodo momento, mi hermano me aparta suavemente de todas las miradas y me guía hacia la cabaña 1, la de nuestro padre. Parece su manera de alejarme del escrutinio público, aunque no me sentí así, pero antes de que pudiera refugiarme en la cabaña nos topamos con dos chicos y Jason pareció recobrar el ánimo.
— Oh. Él es Nico di Angelo, el chico de que te hable—Exclamo con emoción y básicamente me empujo hasta quedar frente al pelinegro. Entonces Jason se percató de la presencia del rubio que parecía pegado a la costilla de Nico—Y él es Will solace.—Se apresuró a decir, demasiado emocionado.—Chicos, ella es mi hermana Raiden.— Me señala.
¿Han visto esos gatos que llevan a sus crías sujetas del pescuezo? Bueno, justo así me sentí en ese momento.
Mire a Nico y sonreí apenas.
Abrí la boca para explicarle a mi hermano mayor que ya conocía a su amigo desde hace meses atrás. Quizás hablarle sobre aquella vez que cayó al inframundo por accidente y él, como buena persona, la ayudó en un mal momento y pasamos el rato juntos.
Que éramos amigos.
Pero Nico se me adelantó. Estiró la mano hacia mí y dijo un simple;
— Es un gusto conocerte.
La sonrisa en mis labios desapareció y aunque no pudiera verme
los ojos sé que perdieron su brillo. Fue como si un balde de agua fría cayera sobre mi cabeza, mi corazón se detuvo por un momento y la sangre en mi cuerpo dejó de circular a mis extremidades.
Sentí el pecho apretado y un escozor en los ojos cuando toda la emoción y alegría de ver a mi único amigo en los estados unidos fingía no conocerme.
¿Se olvidó de mí? ¿Tan rápido? Solo pasaron unos cuantos meses.
¡Nosotros quedamos en vernos! ¡Que sería agradable pasar el rato juntos!
Durante los últimos meses me había ilusionado la posibilidad de vernos de nuevo y ahora solo sentía un nudo apretarse alrededor de mi garganta.
¿Está bromeando? ¿Es esta una especie de broma elaborada?
Mi estado de consternación solo duró unos milisegundos, un parpadeo casi imperceptible para los ojos ajenos.
Las comisuras de mis labios rosados se alzaron en una bonita sonrisa que no llegaba a mis ojos y tomé su mano para estrecharla con júbilo.
— Igualmente.— Suelto su mano como si me quemará y se la tiendo al rubio de aspecto veraniego a su lado.
Entonces noto esa vacilación de su parte, la forma en que sus ojos me miran por un instante antes de tomar mi mano y soltarla casi al instante.
La forma en que me miro… Fue como si estuviera viendo un fantasma.
Y no tienen que explicármelo para que lo entienda a la perfección.
Una sonrisa ladina remplaza la sonrisa cortés de hace un momento y alzó una ceja mientras los examinó con la mirada. Will rápidamente toma la mano de Nico y yo hago sonar mi garganta con total compresión.
Bien. Tal parece que soy una zorra.
Bueno, al menos el chico rubio me mira como si fuera una. Él debe ser el chico del que Nico me habló y parece que sí lograron reconciliarse.
El ambiente se volvió tan tenso que era difícil respirar, la emoción en el rostro de Jason fue reemplazada por una mueca de ligera confusión. Él no esperaba que su amigo fuera el más amable con Raiden, pero esto se salía por completo de su actitud normal.
— Jason, ¿No ibas a enseñarme la cabaña?— Pregunto al rubio de lentes tratando de escapar de este ambiente incómodo.— Estoy cansada — Agregó.
— Claro, claro.— Jason me toma del brazo y rodeamos a los chicos.— Nos vemos en la cena.— Exclama y sigue su camino hasta la cabaña de Zeus.
Me veo tentada a mirar hacia atrás, pero no lo hago. Sigo a Jason y cuando llegamos a la cabaña me da un rápido tour por el lugar. Es raro, parece un templo y no un lugar para dormir.
Y hay una enorme estatua de Zeus justo en el medio de la misma. Es un poco perturbado, considerando que solo una sábana cubre su entrepierna. La de mi supuesto padre. Qué asco.
No le doy importancia. Solo quiero dormir. Dejo mi bolso en el suelo, me quito los zapatos y me acuesto en una de las camas libres mientras Jason me cuenta que su primera vez noche aquí tuvo que dormir en un saco de dormir en el piso escondido en un rincón por qué se supone que la cabaña estaba hecha en forma honorífica.
No para que los hijos mestizos de Zeus se quedaran allí a dormír.
— Hija de Zeus, no de Júpiter.— Jason respira profundo.— Tiene sentido.
Lo miro desde la almohada.
— ¿Por qué?
— No eres un soldado.— Dice con una sonrisa de compresión.— No importa cuánto intenten volverte uno.— Sus ojos azules se apagan— Eres igual que Thalia.— Murmura con vos baja.
— ¿Es eso malo?—Le cuestionó.
Jason niega con la cabeza.
— No, eso solo te alejará de mí.— Murmuro, pero se retracta casi al instante y se aclara la garganta.— Descansa un rato, te despertaré cuando sea la hora de cenar.
— Okey.
Jason se va de la cabaña, no sin antes despedirse de mí. Cuando la cabaña se queda a oscuras logro dormir.
Escucho música y risas a lo lejos. Como si estuvieran en un segundo plano, muy lejos de mis oídos.
— Las nubes están tan cerca.— Estiró mis manos y puedo sentir que están a centímetros de distancia.— Son frías y se descansen entre mis dedos como la arena…— Susurro sorprendida.
Siempre había querido tocarlas. Y ahora estaba lo suficientemente cerca como para hacerlo eran realmente impresionantes. No tan suaves.
No como imaginé.
Tampoco tenía miedo como había supuesto al estar tan alto en el cielo, pero me sentía segura. A salvó.
El monte Olimpia era realmente el lugar donde viven los dioses.
El regazo de papá era mi trono. Y no había nadie que pudiera quitarme mi puesto, de eso estaba segura.
— ¿Te gusta el trono?— Pregunta mi padre sonriente y ojos amables.
Con una mano sostiene una copa dorada llena de ese líquido llamado «hidromiel» que es una bebida para dioses adultos según mi papá.
Las niñas como yo no pueden tomarlo. O eso me dijo él.
Él me sostiene con su mano libre para que no caiga de su regazo.
Cada vez que toma esa extraña bebida su cara se pone roja y sus ojos azules eléctricos centellan como tormentas.
— Me gusta.— Exclamó y él acaricia mi cabello con dulzura.
Me mira con amor y besa mi frente.
— Alyssa.—Sostiene mi mejilla con cariño y alza mi mentón con cuidado como si quisiera verme mejor.— Mi única hija.— Dice con dulzura y amor.
Sonrió y mi corazón se llena de una alegría que no soy capaz de explicar.
Me gusta estar con papá. Aunque no lo vea muy a menudo, él siempre está allí. Cuidándome. Me lo ha dicho.
Nunca tengo miedo por qué él está allí para mí. Esperando mi llamado.
Abrazo su brazo libre y miro hacia la multitud de dioses que bailan, beben y conversan. La mayoría nos mira.
Entonces noto todas las caras enojadas en nuestra dirección.
— Lucen tan molestos.— Alzó la cara para ver a mi padre, Zeus, el Rey de los dioses.—¿Por qué todos siempre me miran así?— Pregunto confundida
Aquí en el campamento mestizo tiene un juego de guerra llamado «Captura a la bandera» que me suena conocido.
Se forma dos equipos, el equipo azul y el equipo rojo. Cosa que…
No me interesa realmente por qué no soy habida con la espada o lanza.
Lo que sí me interesa es el campo de fresas. Yo amo las fresas. Me colé en la mañana y recolecte los suficientes para llenar una bolsa plástica. Me las comí y volví por más después. Tenía pensado pasar el tiempo que durará el juego comiendo en un lugar seguro.
Pero los griegos tenían otros planes.
— ¿Quién será el líder del equipo Rojo?— Pregunto Quiron.
La rubia de ojos grises dio un paso al frente y un grupo de mestizos lanzó víctores en su dirección. Sonreí.
— Yo me haré cargo.— Afirmó.
— Bien— Concordó el centauro con una sonrisa— Annabeth Chase será la líder del equipo rojo por décima vez consecutiva.— Exclamó y otra vez se escucharon aplausos. El hombro miró a Hazel— Entonces, ¿Quién será el líder del equipo azul?
Antes de que la morena pudiera abrir la boca, alguien la interrumpió.
— Propongo que la hija de Zeus pruebe su valía.— Exclamó una chica de cabello rizado y piel trigueña.
—¿Qué?— Jadeo.
—¿Qué?— Farfullo Jason.
Y lo peor de todo, es que hay cabañas que apoyaron su gran idea.
— ¿La hija de Júpiter? Ella no puede ser la líder de nada, es una inútil.— Bufo, de forma despectiva y burlona, la centuriona de la primera cohorte.
Aprieto la mandíbula, siento deseos de tomarla del cabello y sacudirla.
No puedo por qué es varios puestos superiores a mí en la jerarquía de la duodécima legión. Ni siquiera puedo responderle, no al menos sin sufrir o arriesgarme a posibles represalias.
Normalmente, la mayoría de la legión estaría de acuerdo con lo dicho, puede que algunos soltaran una carcajada. A los griegos no les pareció gracioso, se quedaron callados luciendo bastante incómodos por lo dicho y nada más.
— ¡Alisson!— Le gritó Hazel, la chica puso los ojos en blanco y retrocedió.
— Yo digo que se le debe dar una oportunidad.— Opino la misma chica y Quiron coincido con ella.
— ¿Está de acuerdo, señorita Castillo?— Me cuestionó Quiron.
Alce los hombros, restándole importancia a la situación.
— Sí, por qué no.— Solté con simpleza sintiendo un nudo en mi garganta.
Dioses. Qué humillante.
— ¡Maravilloso!— Exclamó la misma chica de apariencia musulmana.— La cabaña de Hécate estará encantada de ser parte de tu equipo.— Canturreo.
Jason se inclinó y susurro a mi oído.
— No sabes nada de estrategia. Es más, no sabes pelear.—Me recordó.
— Shhhh…— Siseo— Usaré la lógica básica entonces.— Susurró.
— Genial.— Jason se sacudió polvo imaginario de la camisa. Sonrió— Voy a formar alianzas, tú deberías hacer lo mismo. No podemos contar con los demás Romanos.— Murmuro.
Jason se fue rápidamente y me dejó sola. La chica de cabellos rizados y ojos como los de una bailarina de danzas árabes me miro y sonrió de una forma tan bonita y sincera que me resultó extraña su amabilidad.
Nadie había dado una mierda por mí desde que llegue, hasta Nico, pero él se estaba comportando como maldito idiota que fingía no conocerla.
Así que le sorprendió, esta muestra ciega de amabilidad y confianza.
— Nosotras seremos grandes amigas.— La joven de rizos dio un paso hacia mí y paso su mano por mi brazo— Lo vi en mi taza de té esta mañana.— Me explica con un tono de voz alegre.
Suspiré cuando vi los collares de cuarzo en su cuello y un puñado de cartas de tarot en los bolsillos de su pantalón. Y pensé; Mierda, esta chica, está jodidamente loca. Dioses.
Soy una chica de hechos. Así que creo que está completamente loca.
Pero no puedo ser exigente.
— Soy Raiden.— Me presenté.— ¿Cómo te llamas?— Ella sonríe.
— Soy Dina, líder de la cabaña de Hécate.— Se presentó, animadamente y agrego un simple — Soy católica.
Hija de la diosa de las brujas.
Claramente árabe.
Y católica.
Esta chica es un arroz con mango.
— Genial— Dije sin más, aunque quería hacer muchas preguntas.— ¿Conoces al líder de la cabaña de Ares?— Pregunto interesada.
Esto de ser la líder del equipo azul es como hacer una campaña política.
Para la hora del almuerzo ya conocía a todos los líderes de cabaña. Fue una experiencia muy entretenida, el líder de la cabaña de Hermes acepto unirse a mi equipo solo porque mi cara le pareció linda y me pidió un beso.
Dina se horrorizó bastante y le gritó algo sobre el amor verdadero, pero a mí me pareció un precio aceptable.
Al final logré que la cabaña de Hebe, Hécate, Iris, Hermes y Nemesis se le unieran. Jason era el novio de piper la líder de la cabaña de Afrodita. Así que tenía a los niños del amor de mi parte. Eso era menos que nada. Nada.
Ninguna de esas cabañas era conocida por sus habilidades con las armas.
Así que tendría que echar mano a su cerebro para encontrar una forma de utilizarlos de la mejor manera. No es que pensará que fueran a ganar, pero sería agradable dar algo de pelea.
Al menos la suficiente como para no quedar como una maldita inútil.
Si el único peleador bueno en mi equipo es Jason, vamos a perder de forma aplastante y vergonzosa.
Y hablando de mi hermano, lo vi a lo lejos hablar con el hijo de Hades. Los miré interesada. Parecían discutir o un patético intento de eso. Son tan… Raros, como un padre preocupado y un adolescente rebelde punk.
Jason se veía un poco decepcionado, y como el Rey de los fantasmas pudiera sentir mi mirada sobre él, su rostro se gira para mirarme y cuando nuestros ojos se encuentran siento un chispazo eléctrico recorriendo mi columna.
Casi al instante, Nico termina la conversación y deja a Jason perplejo por su actitud tan desafiante.
Después de unos minutos, Jason se acerca y se sienta a mi lado.
Luce aturdido.
— Me rechazaron.— Jadeo.
— Lo siento.— Le doy unas palmadas en el hombro.— Sé que encontraras a alguien más, eres una niña bonita.
— No te burles de mí.— Dice con voz preocupada.—No sé por qué Nico se está comportando esquivo conmigo últimamente, ¿Qué le pasa?— Bufa.
Me gustaría decirle que no lo está evitando a él, sino a mí, pero si lo hago sabrá que ya nos conocemos.
— Vayan a terapia de parejas.
Jason me dio una mala mirada.
— ¿Has pensado en alguna una estrategia?— Me pregunta mi hermano cambiado de tema.
— No tenemos habidos luchadores, solo gente muy rara.— Suspiró.— Pero puedo trabajar con eso. Tengo algo.
— «La cabaña de Atenea siempre gana» No te dejes intimidar por esa frase.— Me pide Jason.— Yo he guiado al equipo a la victoria varias veces.
— Pero tenías a la cabaña de Hades de tu lado y por lo que vi.— Tanteó— En esta ocasión no es así.— Jason me da una mirada de cachorro triste.
— Hola, bonita.— Dijo Leo en español al sentarse a mi lado y pasar su brazo alrededor de mi hombro. Jason suelta un resoplido de disgusto al ver eso.— ¿Qué te parece la cabaña de Hefesto de tu lado?— Me cuestiona.
— Depende. — Me llevo un bocado de comida a la boca y alzo una ceja.— ¿Qué quieres a cambio?— Pregunto.
— Tu cuerpo.— Ronronea.
Jason le da un manotazo en la parte trasera de la cabeza y jadea ofendido.
— ¡No le hables así! ¡Es una chica decente!— Sisea con molestia.
— Ahis… Solo estaba jugando — Se excusa mientras se soba la cabeza.
— No creo.— Murmuro, refiriéndome a ser una chica decente.—¿Entonces?
Era todo menos decente.
— Un favor, claro. Que te cobraré en momento dado.— Indica Leo con un tono misterioso en su voz pícara— ¿Aceptas?— Pregunta emocionado.
Sonrió.
— Claro que acepto.
(...)
Estoy segura de que nunca antes se había planeado una estrategia sin verdaderos espadachines, pero tenía un montón de brujas, manipuladoras de cara bonita y unos mecánicos.
La cabaña de Hebe, Iris y Nemesis están prácticamente vacías, así que los hice formar un pequeño equipo.
Tres héroes de una antigua profecía (solo uno era verdaderamente bueno en la lucha) y luego estaba ella; Con un gran promedio que no servía de nada en este mundo de fantasías.
Y una bolsa llena de fresas.
La bolsa llena de fresas era lo único que la mantenía cuerda. La caracola que daba inicio al juego de guerra se escuchó a lo lejos y yo me adentre en el bosque mientras me llevaba una de esas jugosas fresas a la boca. Ya todos sabían qué hacer y que puesto ocupar en su estrategia, no tenía sentido estar presenté con los demás. Su ausencia seguro despertaría el interés de la líder del equipo contrario y…
De unos cuantos otros.
Aunque el tiempo a solas en el bosque no es malo, debo decir que no creo que se tomarían tanto tiempo.
Los sobreestimé supongo.
Me senté en una piedra con forma de popó y miré el campamento mestizo desde arriba. Era un buen lugar. Más hogareño de alguna forma. Dejo que mis pensamientos vuelen y recuerdo mi pequeña reunión con mi equipo.
— ¿Y qué pueden hacer?
Todos me miran como ciervos iluminados por las luces de un camión que se aproxima a él.
Mierda.
El moreno se echa a reír y yo respiro hondo tratando de calmarme.
Dina alza la mano con entusiasmo.
— ¡Los hijos de Hécate somos buenos con la magia y el control de la niebla!
— Genial.— Exclamó.
— Los hijos de Afrodita no pelean. Somos lindos.— Agrega una chica de bonitos rasgos asiáticos.— Así que…
—¡Eso no es cierto!— Exclamó mi cuñada.— ¡Podemos pelear!— Afirmó la morena de ojos cambiantes.
El resto de los hijos de Afrodita detrás de ella negaron con la cabeza.
—¿Además de pelear…? ¿Alguna otra cosa?— Pregunté indagando.
— ¿El poder de la persuasión cuenta?— Indicó un hijo de Afrodita alzando una mano— Somos buenos en eso.
— Oh — Jadeo interesada.— Eso sí puedo utilizarlo.— Exclamó.
— ¡Yo puedo lanzar arcoíris! — Dijo el segundo integrante de la cabaña de la diosa iris, el otro era muy musculoso.
Sí, solo había dos.
— ¡Genial! ¡Eso servirá!— Exclamó y empiezo a anotar en una libreta que me prestó Dina.— Bien, lo primero que tenemos que hacer es sencillo— Dije—Separar a la parejita dorada.
—¿Y como haremos eso capitán? Percy no se separa de Annabeth.— Me pregunto leo con voz animada.— Esos dos están pegados de la cadera.
— Bueno, también tengo un plan para eso.— Aseguro finalmente y miro a mi equipo.— Y los hijos de Venus, digo, Afrodita, son el acto estelar…
Jason me miro con ojos entornados y le brillan los ojos del orgullo, poco a poco su sonrisa crece. Piper, su novia, le tomo la mano y le dio un apretón en forma de apoyo. Compartiendo un poco de ese momento de realización.
Un golpe estalló en mejilla y me hizo caer de espaldas en la tierra. Todo se tornan oscuro a mi alrededor y dejo de escuchar los ruidos del bosque. Por un segundo estoy tan aturdida por el puñetazo que pierdo el conocimiento y cuando vuelvo en mí misma alguien me toma del cuello de la camisa y me levanta de sopetón. Siento como las puntas de mis pies rozan el suelo y el oxígeno escasea en mis pulmones.
Por fin enfocó mi visión y reconozco las caras de mis acosadores.
Son los centuriones de las cohortes. Dos para cada una de ellas, lo que me da ocho fans siguiendo cada paso que doy con el temor de que les quite sus puestos en el duodécima legión.
Han estado haciéndome la vida imposible desde que llegué y suelen incitar a los legionarios a su cargo para que también me molesten.
Por eso nadie me habla.
Verlos todos juntos donde no estén los Pretores para vigilarlos solo significa que me darán una paliza.
Los pobres aún no superan que haya puesto laxantes en su comida.
— ¿Escondiéndote como una rata? Eso es lo único que sabes hacer.— Atticus me sonríe y sus ojos azules brillan.
Me sostengo de sus muñecas para evitar que rompa mi camisa al cargar con todo mi peso corporal. Trato de no entrar en pánico, temblorosa
Sonrió forzadamente.
— Pero si son mis personas favoritas en el mundo.— Digo con la voz entre cortada y risas ahogadas.
— ¿Dónde está tu bandera? ¿Tu equipo?— Preguntó Alison con curiosidad, acercándose.— No me digas que te votaron.— Se burló.
Atticus y Alison son hermanos, y centuriones de la primera cohorte aspirantes al puesto de Pretores.
— Vamos, princesita.—Aprieta su agarre y amenaza con destrozar mi camisa —Al menos deberías intentar escapar.— Sisea, alentándome.
— Eres el colmo de los colmos, dejas que el ex-pretor Jason tome el puesto que se asignó para venir a comer en un lugar seguro de la batalla.— Dice Félix, centurión de la segunda cohorte— Me das asco, eres inservible… No te mereces ser la hija de Júpiter.— Bufa, el hijo de mercurio, receloso.
— ¿Quién dice que les cedí mi puesto?— Les cuestionó incrédula, con la voz entre cortada—Ellos están siguiendo mis órdenes ahora mismo…— Afirmo—En realidad, esperaba que vinieran por mí.— Murmuro con suficiencia.
— ¿De qué hablas?— Pregunto Charlotte, centuriona de la tercera cohorte, ahora interesada.
Un rayo cruzó el cielo y se escuchó un estruendo a lo lejos. Incluso la tierra se sacudió como si fuera un temblor.
En este momento los hijos de Venus encantaron a los hijos de Marte poco a poco, alejándolos de la lucha con una voz suave para luego atarlos en los pinos. Mi hermano alejó a Percy Jackson de la hija de Atenea y los hijos de Iris cegaron a la cabaña de la diosa para deshacerse de sus estrategas y aprovechar para que los hijos de mercurio robaran la bandera…
Muy lejos de aquí, Leo protege mi bandera con el resto de su cabaña.
Si todo sale bien. Por obra y gracia de cualquier dios que haya escuchado las súplicas que hice al cielo…
Entonces solo sería cuestión de tiempo para que cada pieza caiga en su lugar. Y todo salga a mi favor.
Y espero que esas cuerdas sean lo suficientemente fuertes como para sostener a los inquietos hijos de Ares.
— ¿Cómo estás tan segura de que tu plan funciono princesita?—Pregunta
Atticus alzando una de sus cejas.
Entrecierro los ojos.
— Dioses… —Siseo—Quieres besarme tanto que luces estúpido.—Gruño en un tono lleno de burla y satisfacción.
Las mejillas de Atticus se tiñen de color carmesí y su mano afloja su agarré en mi camisa. Me carcajeo al ver la expresión de vergüenza en su cara y el se enfurece visiblemente.
— ¡Cállate! ¡Yo no...! ¡Mentirosa!
— ¿De que habla? — Le cuestiona Alisson con rostro incrédulo.
— Digo que a tu hermanito le pone hacerme daño.— Me burló.
Alisson le grita algo sobre ser un idiota insensato que no piensa con la cabeza correcta, pero Atticus decide redirigir su enojo y vergüenza hacia mi como se le ha hecho costumbre.
— ¿¡Quien te crees!? — Aprieta su agarré en mi cuello y pataleo como reflejo.— Princesita — Gruñe.
— No soy una princesa.— Digo con la voz entrecortada.— Soy una reina— Lanzó una patada directo a sus partes nobles y Atticus me suelta a la vez que grita adolorido. Caigo sentada en el suelo. Me duele un poco el trasero.
—¿Quién demonios…?— Escucho jadear a Charlotte sorprendida.
Entre el tumulto de figuras frente a mi noto, un par de piernas extras. No solo eso, parece que su presencia rompe la realidad al desprender sombras como flashes que parpadeaban, tan oscuras como la noche misma o la tinta sobre el papel blanco. Todos se tensaron al verlo. Sabía que él era un tipo fuerte, quizás estaba entre los 3 mestizos más fuertes de nuestra generación, pero lo que sucedió a continuación se escapa de cualquiera de mis especulaciones.
Nunca lo había visto pelear. En realidad nunca había visto pelear a un semidiós genuinamente poderoso de nacimiento en condiciones.
Cuando eres un semidiós no importa cuánto te esfuerces, tu pico de fuerza está escrito en tu código genético. Por eso los hijos prohibidos despiertan envidia entre los demás mestizos.
Yo solo había escuchado historias lo devastadores que podían ser los hijos de los tres grandes. Ver pelear a Nico apareciendo y desapareciendo entre las sombras, sin su espada, valiéndose solo de su fuerza bruta para derribar a un gran número de legionarios que habían entrenado toda su vida.
Si utilizaba su espada, un solo corte podría encerrar sus almas en ella.
Cayeron como moscas.
Nico tomó a Atticus por el cuello y lo golpeó contra la corteza de un árbol con tanta fuerza que todo el aire de sus pulmones de escapo en un jadeo ahogado. Alison se levantó del suelo como pudo y saco la daga atada a su muslo para atacar a Nico por detrás, pero me adelante. Tome lo primero que tuve a la mano que casualmente fue una gran roca y golpe la cabeza de la centurióna Alison con ella, la cual sonó igual que un coco antes de caer al suelo al perder la conciencia.
Un segundo después, Atticus se desmayó por la falta de aire y Nico aflojó su agarré en su cuello, dejando que su cuerpo cayera al suelo.
Nos sumergimos en un minuto de silencio en el que trate de digerir lo que pudo ser una masacre con un arma adecuada y no solo los puños.
Mire a Nico con la boca abierta.
—¡Eso fue diabólico! —Estallo en carcajadas, me acerco a Nico y tomo su rostro entre mis manos para darle un beso tronado en su mejilla. El hijo de Hades se pone rígido—¡Carajo…! ¡Mira a estos pendejos!— Me alejo y saco un marcador permanente del bolsillo trasero de mi pantalón.
—…
— Si te duermes, pierdes, papi.— Voy de uno a uno dibujando todo tipo de cosas obscenas en sus rostros —Aquí tienen perras.— Me burló entre risas.
— ¿Cómo sabrías que vendría?— Pregunta con la voz apretada.
— Vamos— Exhaló —Estuviste lanzándome esas miradas durante todo el día.— Me burlo y le doy esa mirada de incredulidad.—Sabía que vendrías a hablarme cuando nadie estuviera cerca— Le quitó el Yelmo a Alison y dibujo un pene en su frente— ¿Qué mejor que hacerlo durante las capturas a la bandera en un lugar tan extenso y solitario como el bosque?— Digo con obviedad. Dibujo la palabra «MALPARIDA, SAPA» en su mejilla.
Nico entrecierra los ojos.
—¿Aún no sabes pelear?— Me cuestiona con la voz ronca.
— Psss…— Bufó.— Las bonitas no pelean, Nico.— Digo con obviedad.— Por cierto, te ves cansado.— Divago.
— ¡Raiden! — Grita. Mi cuerpo da un salto y se paraliza.— No me hables…— Traga saliva — No somos amigos.
Parpadeó varias veces y me enderezó.
Mi sangre se congela.
— Oh … — Aprieto los labios.— Okey.
Tengo ganas de decirle «¿En serio me buscaste por todo el bosque para decirme eso?», pero no lo hago.
El aire se vuelve denso y de pronto me vuelvo hiperconsciente de cada cosa, cada respiración, puedo sentir cada partícula que choca contra mí y la temperatura bajar de sopetón.
Se me hace un nudo en la garganta, y mi piel se vuelve hipersensible,
Nico tiene esa apariencia ruda y fuerte, tiene esa aura letal y es por una buena razón. Su cuerpo parece moldeado para la batalla, ágil y de constitución musculosa. Todo en él demuestra fiereza, pero sus ojos, son idénticos a los de aquellas antiguas y melancólicas pinturas del icónico movimiento del romanticismo.
Sus ojos ónix son tan oscuros, que parecen dos espejos rotos pegados en sus cuencas. Son tristes. Hay mucha tristeza y contención en ellos.
Nico fija sus ojos inquisitivos en mi mejilla roja e hinchada por el golpe que recibí. Cubro la zona afectada de mi cara con mi mano libre y desvío la mirada sintiéndome avergonzada.
— Toma la espada.— Pide con voz gélida y siento un escalofrío.
—¿Qué…?
Nico toma la espada de uno de los centuriones y me la lanza.
— Toma la espada.— Ordena.
Me inclinó y tomo el mango de la espada a mis pies. Retrocedo cuando Nico avanza y deliberadamente pisa mi bolsa llena de fresas haciendo que el jugo estallara y se deslizara fuera de la bolsa como sangre carmesí. Apretó la mandíbula y la miro inquieta.
Algo anda muy mal ahora mismo.
Puedo sentirlo en el ambiente. Está cargado de energía indómita.
Me cuesta respirar por la densidad del aire a nuestro alrededor. Mi corazón late de forma desbocada y errática.
— Aprenderás a la mala.— Exclama con seriedad y su rostro se oscurece.
— ¿Qué?— Balbuceó y empiezo a retroceder por qué es imposible que pueda vencerlo.— No, no creo que sea buena idea…— Murmuro alterada.
La caracola suena a lo lejos.
Siento una ráfaga de alivio al saber que el juego terminó y no tendré que pelear. Sonrió con nerviosismo, hago él amagó de soltar la espada, pero casi al instante Nico me lanza una mirada de advertencia para que no lo haga.
Esqueletos con armaduras empezaron a emerger de la tierra. Dioses.
Justo frente a mí se alzaron ocho esqueletos de aspecto tétrico.
— ¿No me digas que…?— Digo entre risas nerviosas, retrocediendo.
Hago una mueca al ver cómo se acomodan las partes del cuerpo y toman las espadas y escudos que se encuentran esparcidos por el suelo.
Nico alza el mentón y me señala con su dedo índice. Mi corazón se detiene.
Esto no puede ser posible.
— Ataquen. — Ordena y los esqueletos avanzan en mi dirección.
Apretó mi agarré sobre la empuñadura de la espada.
Y luego salgo corriendo.
Escucho un gruñido de frustración detrás de mí y casi puedo imaginar a Nico dándose una palmada en la frente al ver mi épica huida.
— ¡Grrr…! ¡Raiden! — Grita con furia, lo que me hace acelerar el paso.
Siento a los esqueletos corriendo detrás de mí. Trato de esquivar los obstáculos naturales del bosque y moverme con toda la rapidez que mis piernas son capaces de ofrecer.
¡Mierda! ¡Este loco que va a matar!
No.
Solo tengo que salir del bosque y encontrar a Jason. Él me protegerá.
O tener público para que presencien mi asesinato. Las dos sirven.
— ¿¡Nunca te han dicho que no corras con espadas!?— Grita detrás mí.
— ¡Deja de perseguirme! ¡Maldita lacra! ¡Loco de mierda!
Estaba tan ocupada en huir con la mayor rapidez que no vi la roca con la que mi estúpido pie chocó. Mi cuerpo se elevó y luego cayó rodando en el suelo escabroso del bosque rocoso.
La espada se escapa de mi mano y se desliza por la tierra lejos de mí.
Cuando levanto la cara del suelo me veo obligada a rodar por el suelo para evitar que le corten la cabeza. Gritó al ver cómo la hoja se clavó en la corteza del árbol, justo a la altura de mi cara. Gateo lejos de los fijos de las espadas y me veo obligada a mantenerme en el suelo para evitar los ataques. Alcanzó la espada entre las raíces de un árbol y me giró justo a tiempo para usarla como un escudo y detener el ataque.
Gruño sintiendo como mi garganta se desgarra cuando el filo de la espada corta mis manos. Duele. No, arde.
El esqueleto presiona el fijo de su espada contra la mía y me reduce en el suelo. Justo cuando creo que es mi fin, el mismo estalla con el corte de la espada de hierro Estigio de Nico.
Él destroza los esqueletos en un segundo, sin sudar. Y me mira desde arriba con un gesto de fastidio.
— Pides a gritos que te maten.— Gruñe y no soy capaz de responder por mi respiración agitada.
Ni siquiera espero a que me dé un largo discurso sobre como el saber manejar la espada me salvará la vida algún día. Me pongo de pie a traspiés, y huyo en la dirección contraria.
Luego de unos minutos de pánico y adrenalina logro salir del bosque en dónde mi equipo celebra la victoria.
Estaba tan agitada y asustada que no podía respirar, sentía que el corazón me iba a estallar en el pecho. Cosa que nadie pareció notar, pues al verme me tomaron en brazos lanzando vítores.
Estoy sudando frío.
El corazón me late con tanta fuerza que lo escucho en mis oídos.
Y mientras daba tumbos sobre las manos de mi equipo, veo a Nico salir del bosque para apoyarse sobre uno de los árboles para mirarme. Trague saliva y fijé los ojos en los semidioses que me alaban por mi gran estrategia y por llevarlos a la dulce victoria.
Y así de fácil.
Mi único a amigo en estados unidos resultó ser también mi verdugo.
Hola chicas y chicos.
Espero que les haya gustado el capítulo y dejen sus comentarios. Si ven que tardo mucho más en actualizar está historia es por el poco apoyo que recibe y lo compleja que puede llegar a ser la historia.
Raiden es una personita muy difícil de escribir. Y por cierto, su antigüo nombre. El de su vida anterior es Alyssa.
Memes del capítulo;
Bye bye.
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