Capitulo 2
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Tengo una contusión.
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Nico di Angelo.
No todos los días te encuentras un semidiós en los campos de Asfódelos.
Pude sentir su aura un poco antes de escuchar gritos, me apresuré a ir en su dirección y vi como un monto de almas se arremolinaban en un círculo mientras murmuraban, me abrí paso entre ellos a gritos, no podía ver bien entre la multitud, pero había alguien sacudiendo su espada con el afán de asustarlos, cosa que no logro.
Cuando los muertos se dieron cuenta de mi presencia me obedecieron, y me dejaron el paso libre.
Allí en el suelo había un semidiós.
Uno vivo.
Tenía puesta una armadura, pero aun así podía ver qué estaba herida.
Su ropa estaba llena de tierra y polvo, rasgada como si se hubiera revolcado en el suelo. Me alarmé al ver cómo la sangre corría desde su referente a su barbilla, casi cubriendo la mitad de su cara. Aunque no podía verle la cara a detalle por culpa de su Yelmo.
Solo tuvo que verlo una vez, su vestimenta y armadura.
Todo era del Campamento Júpiter.
¿Pero qué hacía un romano en el Inframundo? ¿Y sin su Cohorte?
Los romanos no emprenden viajes solos, ellos van en grandes grupos.
El semidiós tenía un peculiar cabello blanco bastante cortó y desordenado. Parecía muy asustado; Su pecho subía y baja con rapidez, estaba muy pálido, tenía la respiración muy acelerada al punto en que parecía hiperventilar, tenía los ojos azules inyectados en sangre, cristalizados por las lágrimas como si estuviera a punto de llorar.
Su mirada tormentosa reflejaba miedo, resultaba extraña, tenía los ojos llenos de brillo, inocentes como los de cervatillo bebé. Y asustado.
En cuanto mis ojos dieron con los suyos sentí una punzada en mí cien tan fuerte que me hizo retroceder.
Me sostuve la frente como si eso pudiera aliviar el dolor.
— Te ves vivo.— Alcancé a decir.
La sangre aún corría por sus venas, lo notaba por sus mejillas rojas.
—T-tú…—Y entonces él comenzó a llorar, me fui hacia atrás y di un salto por la sorpresa que me causo.
No sabía qué decir o que hacer.
—Oye, ¿Qué haces aquí? ¿Dónde está tu Cohorte, romano?
Le cuestiono, pero él solo lloraba.
Me sentí un poco mal al ver al chico sollozando, realmente no sabía si llora por miedo, dolor o por alivio de ver una persona con vida. Verlo de esa forma le recordó un poco Hazel.
Recuerdo que cuando las puertas del Inframundo se abrieron y la encontró reducida en los campos de Asfódelos se veía desolada, siendo hija de Hades, cuando murió podía recordar toda su vida, no como las almas en pena que por toda la llanura de hierba alta.
Sentí la necesidad de consolarlo.
Luego volvió en mí mismo, y recordé que se traba de una extraño.
Y entonces lo sentí. Algo mojado en su mejilla. Me llevó la mano al rostro con una sensación de extrañez, limpio las lágrimas rebeldes que se escaparon de mis ojos. Miro mis dedos, confundido al ver la humedad en ellos.
¿Por qué estoy llorando?
Decidí ignorar aquello. Y me concentré en el soldado Romano.
El chico apenas podía responder con algo de coherencia, aunque al final pude hablar con el luego de que se calmara lo suficiente, estaba bastante alterado. Se estaba tomado las cosas con calma, quizás por sus heridas.
— Bueno, es casi lo mismo que Plutón.— El semidiós chillo y sobo su brazo lastimado, parecía dolerle.— Hazel es hija de Plutón y es agradable.
Su ligereza al hablar me causo una gran impresión, normalmente cuando le decía a algún semidiós que era hijo del dios del Inframundo hacia cara de miedo combinado con incomodidad que me revolvía el estómago.
Pero él parecía más bien aliviado, casi al punto de parecer feliz por su saber que era el hijo de Hades frente a él.
Romano.
Lo llevé en brazos al castillo de Hades, entramos por un pasadizo que solía utilizar para moverme por todo el lugar sin llamar la atención.
No quiera llamar la atención de Hades o de la misma Perséfone, menos de Deméter, quien se la pasaba haciendo visitas sorpresa para ver a su hija y hacerle la vida imposible tanto a él como a su padre. Si Deméter llegaba a traerle otra dotación de un año de cereales enloquecería por completo.
Entramos a mi habitación en el castillo, dando traspiés.
Se parecía bastante a la que utilizaba en el campamento mestizo, estaba compuesta por armario donde guarda mi ropa y una cama de sabanas azules oscura, en la cabecera una ventana cubierta por cortinas y las paredes negras estaban llenas de diferentes tipos de pósters de las bandas que me gustaban. También tenía un baño propio. Aquí podía utilizar algunos aparatos electrónicos si el temor de atraer a los monstruos, lo sé, es raro que en un lugar como el mismísimo Inframundo hubiera cosas como el Wifi, pero te sorprendería la buena recepción que hay por todo el lugar.
Lo dejé sentado sobre la cama, el camino hasta aquí había sido un desafío; Para ser un semidiós romano es bastante cobarde y blandengue.
Casi nos descubren varías veces de camino aquí. Raiden vio como se le caía la cabeza a un zombie y como este se la volvía a poner. El grito.
Grito mucho.
Si no hubiera reaccionado a tiempo seguramente ese mismo zombie iría gustoso a contarle a Hades que su hijo había traído una mortal a su castillo.
Cerré la puerta detrás de nosotros y busqué la ambrosía y néctar en mis cajones, se las di, no sin antes decirle que si comía demasiado terminaría explotando. Él debería saberlo, pero no me fiaba viéndola en ese estado.
Quizás la perdida de sangre empezaba a afectarle realmente.
Entre en mi baño y tome la caja de primeros auxilios, no era la primera vez que trataba una herida y por lo general me curaba a mí mismo.
Cuando volví a mi habitación él ya había tomado el néctar y comido la ambrosía, ya no sé veía tan mal, pero aquello no sano todas sus heridas ni volvía a colocar su hueso en su lugar.
Me tomé una silla y la acerque a la cama, le quite el casco con cuidado y lo deje sobre la mesa de noche al lado de la cama. Empecé con la herida de su frente, la limpié y él no paraba de quejarse por el ardor, luego puse un parche en la zona y seguí mi camino por el resto de sus heridas.
El chico era muy delicado, pataleaba y gruñía ante el dolor.
Mientras lo curaba, note que tenía rasgos muy femeninos para ser chico.
Y eso me distraía, me distraían sus facciones, tenía ojos felinos rasgados, enmarcados largas pestañas y debajo de su ojo derecho había un pequeño lunar; Quizás si no actuará cómo un niño asustado podría decir que tenía una mirada amenazante.
— Gracias por ayudarme.— El chico hizo una pequeña reverencia con la cabeza de forma educada.— Y bueno, lamento preguntar… Pero si sabes lo que haces, ¿verdad?— Preguntó.
Ese comentario me habría irritado en otra ocasión, pero el chico era muy educado y hablando en un tono bajo como si no quisiera molestarme.
No podía molestarme.
— Tengo experiencia tratando conmigo mismo.— Me limite a decir y era verdad, todos esos años que vague fuera del campamento mestizo me había en enseñado una que otra cosa sobre cómo tratar una herida.
Además, había pasado bastante tiempo en la enfermería con mi antiguo novio. Sé lo que hago.
—Ya veo.—El chico sobo su cabeza, lo que me hacía preguntarme desde qué altura cayó al Inframundo.
—Bien, hay que poner tu brazo en su lugar.—Le indique y la vi palidecer.
— Mmm, no, es decir, creo que los médicos del campamento Júpiter podrían hacerlo sin problemas.
Le escuché balbucear, él me miró con nerviosismo; Como si fuera a matarlo en cualquier momento.
— Ellos o yo, el procedimiento es el mismo.—Le expliqué.— Te dolerá.
Él parpadeó tres veces.
Le vi dudar unos segundos.
— Bien.— Dijo finalmente.
— Quítate la armadura y la camisa.—Le ordené.
— ¿D-disculpa?— Retrocedió.
— Tengo que ver qué tan mal está.— Le expliqué y luego de unos minutos de pensarlo, simplemente aceptó.
Él llevó su mano derecha hacia las cuerdas en sus costados que ataban las dos partes de la pechera de bronce celestial, las armaduras llevaban este tipo de cosas para que se sostenga en un solo lugar al nivel del sus costillas. El problema es que Raiden no podía desatarlas con una sola mano.
Bueno, no pudo con la de su lado derecho, pero sí pudo desatar las cuerdas en sus costados izquierdos luego de un rato de forcejeo.
— Deja yo lo hago.—Empecé a desatar las cuerdas de su costado derecho y al terminar está cayó al suelo creado un sonido metálico.— Dioses…— Bufé.
Él me miró nervioso, me posicione justo frente a él, tomé el costado de su camisa y lo alce por encima de sus hombros. Lo escuché quejarse por el dolor, pero luego de unos minutos de maniobrar para no lastimarlo más de lo necesario logré quitársela.
El romano solo traía puesto un sostén deportivo negro y cintas comprimen sus pechos debajo, haciéndola parecer un poco plana, aunque no demasiado.
Espera.
¿Tiene un sostén? Los chicos no usan sostén, ni tienen pechos.
— Eres una chica.— La voz apenas salió de mi garganta.— O no lo eres…
¿Cómo no lo noté?
Quizás si sea un chico. En su corazón. Y trate de imitar su apariencia.
Tuve problemas hace un año por usar los pronombres incorrectos.
¿Qué culpa tengo yo? Ni siquiera lo conocía y tenía maquillaje.
Y Bueno, en mi defensa con la armadura todos se ven planos.
— ¿Pensaste que era un chico?— Ella me miró con extrañeza.
— Bueno, yo.— No quería ofenderla al decir que se veía como un niño con la armadura puesta y el cabello cortó.— Tu nombre me confundió.
Negué con la cabeza, dispersando los pensamientos intrusivos.
Estaba muy confiado, al menos al empezar, pero en cuando su camisa cayó al suelo sentí como mis manos empezaron a sudar. Tragué saliva y trate de no tomarle importancia.
No quería incomodarla, no cuando yo insistí en ayudarla.
Me concentré en su hombro, pude ver cómo la zona afectada de su piel se encontraba enrojecida. Identifique el problema de inmediato, y por suerte no era muy difícil de solucionar.
Yo mismo lo había hecho, a mi mismo claro, solo tenía que empujar con fuerza por delante de la articulación.
— Siéntate.— Le ordené y ella acató de inmediato.
Por eso me agradaban los romanos, son buenos siguiendo órdenes.
Tomé la silla y me senté frente a ella en la cama, puse mi mano sobre su hombro y ella soltó un jadeo de dolor. Se me erizo la piel al escucharla, pero decidí ignorar la sensación.
— Relájate.— Le pedí.
—Lo intentó.— Me aseguró, respirando pesadamente.
Aplique un masaje sobre los músculos de la parte superior de su brazo y el hombro. Intenté que se relajará y tire los hombros hacia atrás, intentando que las escápulas se toquen. El masaje ayuda a los músculos relajen para que la persona afectada pueda deslizar el hombro hacia su sitio.
Pensé en utilizar una técnica más rápida y agresiva, pero al final opté por hacerlo con más cuidado.
Raiden bajo la cabeza y dejo salir un Jadeo tembloroso por el dolor.
Mi corazón se aceleró de pronto, pude escuchar el sonido de mis latidos en mis orejas. Y el ardor causado por los nervios recorrerme de arriba abajo, respiré hondo e ignoré la reacción que estaba teniendo mi cuerpo.
Entonces cuando sentí que ella estaba empezando a relajarse, empuje su brazo afectado hacia abajo y hacia afuera con fuerza y rapidez.
Escuche un sonido parecido a un «clip» que me indico que el hueso había vuelto a su articulación. Y en cuanto eso sucedió la chica soltó un grito, acompañado de un gruñido y luego jadeo entre dientes en búsqueda de aire. Casi estaba seguro de que quería lanzar mil maldiciones.
Pero no lo hizo, apretó los labios y dejó caer su cabeza hacia adelante, Raiden apoyo su frente en mi pecho mientras se estremecía por el dolor.
Exhausta. La escuché jadear.
Estando tan cerca de mí, me percaté de lo bien que aroma delicioso que desprendía su cuerpo.
Permanecí inmóvil, y mantuve mi vista fija en la pared. No quería verla a la cara o talvez no quería que viera la mía en este momento.
Raiden estaba sudando, tenía las mejillas rojas y los ojos cristalizados.
Parece que volver a colocar una extremidad en su articulación resulta más doloroso de lo que pensaba.
Pronto la chica volvió a recuperar el aliento, y enderezó su espalda.
Apartó su cabello blanco que se había pegado a su rostro por el sudor. Sobó su hombro afectado como si tratara de asegurarse de que todo estaba de nuevo en su lugar. Y luego suspiro.
— Gracias— Dice la fémina, agradecida.—Me siento mejor…
— Tengo que irme, puedes dormir si quieres.—No estaba seguro de que hora sería en el mundo mortal, pero ella se veía muy cansada.—Cuando regreses te llevaré a la superficie.
— Entiendo.—Ella respira hondo.— Gracias de nuevo.
Solo asentí con la cabeza, cuando estaba por levantarme de la silla escuche que alguien tocaba la puerta de mi habitación. Me quedé paralizo, mire a la puerta sintiendo cómo mi sangre se enfriaba de golpe luego de todo el calor de hace un momento pareció desaparecer de inmediato.
Raiden me lanza una mirada de pánico y yo la miré de vuelta.
Y ambos supimos al instante que esto no se veía bien.
Ella estaba semidesnuda con una aparecía agitada, su armadura y camisa estaban en el suelo y para empeorar las cosas estaban los dos solos en cuarto. Hades se iba a poner superloco, nivel radiactivo.
Le indiqué con un gesto que se quedará callada.
Me puse de pie y abrí la puerta lo suficiente como para pasar a través de ella sin dejar que vieran adentró de la habitación, cerré la puerta detrás de mí y alce la mirada encontrándome con la mirada interrogante del dios del Inframundo. No sé por qué, pero sentí que había cometido un crimen.
Alce la cabeza y me encontré con mi padre, el rey del Inframundo.
— ¿Qué hace una chica en tu habitación?— Hades reformuló su pregunta.—No, ¿qué haces solo con una chica en tu habitación?
—Buen día para ti también.— A Hades no le hace gracia, me mira esperando una respuesta a su cuestionamiento— Nada. Se lo que estás pensando, pero no ¡No...!— Balbuceó, sonrojado.
Me costaba fingir frente a Hades, es como si no pudiera esconder mis emociones delante de él.
— No estamos tan cerca de los campos de castigo, pero aun así oí gritos salir de tu habitación.—Dijo con sarcasmo, arqueando una ceja.— ¿Me explicas?
Hades me miro a los ojos y yo hice el intento de hacer lo mismo.
Oh, no.
Mis mejillas estaban ardiendo como el infierno, literalmente. Sabía cómo se veía para él toda esta situación.
Pero no quería tener esa conversación con Hades. Absolutamente no.
—No. Sé que crees tener todas las respuestas, pero estás equivocado.— Dije negando con mis manos.
¿Por qué soy tan malo soy mintiendo?
—¿Qué paso con el hijo de Apolo?— Me cuestionó.
Lo miré perplejo.
— Ya paso casi un año de eso.—Solté un poco ofendido.
Hades le dio un giro a la discusión.
— ¿Cómo pudiste traer a una mortal a mi castillo así como así?
—Padre, yo también soy mortal.— Mencione lo obvio.
— ¡Y sabes que nunca te lo he echado en cara…!— Bien, mis discusiones con Hades nunca llegaban a nada.
Raiden estaba segura mientras se mantuviera dentro de mi cuarto.
Hades no podía entrar, lo había prometido por el río Estigio hace años. Fue una de las condiciones que le puse para pasar más tiempo en el Inframundo durante el año.
Me quité de la puerta y lo rodeé por el pasillo e intentó escapar de esta penosa conversación.
— Tengo que ocuparme de unos asuntos, hablamos luego.
— No, alto ahí jovencito.— Exclamó Hades. Me detuve al escucharlo y me volví hacia él.—Ahora explícame, que hace una hija de Zeus en mi palacio y espero que no sea una nueva forma tuya para molestarme.— Dice.
¿Otra vez eso? ¡Que supere ya lo que pasó con Percy y el río Estigio!
Espera.
¿Hija de Zeus?
¿Está hablando de Raiden?
Eso no podía ser, si fuera hija de Zeus lo hubiera sentido en su aura.
Además, estaba seguro de que Jason me hubiera dicho algo sobre una nueva hermana semidiosa.
— Solo está de paso, la llevaré de regreso cuando cumpla la tarea que me diste.— Intente disimular mi sorpresa ante lo que había dicho.
Hija de Zeus, solo a mí se me ocurre traerla hasta aquí.
Debí hacerle caso cuando me pidió que la llevara a la salida.
— Tú no la trajiste, ella llegó por su cuenta, pude sentirlo.— Especuló, cosa que no me agrada. Cuando empezaba a sacar conclusiones no había manera de detenerlo.—¿Vino a buscarte?
¿Venir a buscarme? ¿Que semidios en su sano juicio vendría a buscarme hasta el Inframundo?
Igualmente no quise responder.
Temía que mi padre quisiera hacerla pasar un mal rato por meterse a sus dominios de tal forma, si fingía que éramos amigos, lo más probable es que la deje ir sin más.
— Que asista a nuestra cena.
— ¿Disculpa?
—Dije que quiero que asistan a la cena— Abrí la boca para reprocharle, pero Hades me interrumpió.—Y no aceptaré un no como respuesta.—El dios paso caminado a mi costado.
Alejándose de mi habitación, sin mirarme a la cara.
Si Hades quería que asistiera, solo significaba una cosa.
Deméter estaba en el castillo y no quería lidiar con ella solo.
La cuestión es que tampoco me agradaba la idea de una cena familiar con Perséfone y Deméter.
— Pero tengo trabajo que hacer— Afirme en voz alta.—¿Que pasa con eso de ser juez?— Le cuestione.
Para de alguna forma hacerlo cambiar de opinión.
Hades se alejaba por el pasillo, como si hubiera dado por finalizada nuestra conversación. Eso me molestó.
— Te libero de tus obligaciones, asiste a la cena con la chica.
Vi su espalda alejarse, hasta que salió de mi campo de visión.
— Mierda.
«Lenguaje, Nico di Angelo» Escuché el eco de su voz resonar en el pasillo.
Maldita sea, estaba jodido.
Entre en mi habitación de golpe y la encontré poniéndose de forma torpe su camisa morada del campamento Júpiter. Me sentía avergonzado por meterla en este problema, mucho más sabiendo como podían ser los dioses.
Más aún Hades, Perséfone y Deméter.
— Espero que hayas traído un vestido bonito contigo.— Solté de la nada y ella me miró confundida.
—¿V-vestido?
Entre en mi habitación y cerré puerta detrás de mí. Busque en mi armario la ropa más formal que tenía; Saque un pantalón negro y una camisa blanca de vestir, junto a una corbata negra.
— ¿Para qué necesito un vestido?
— Iremos a cenar.
— Una cena.— Dijo ella extrañada.
— Con mi padre, mi madrastra y su madre.— Solté con simpleza.
— ¿C-cómo?
Busque por todos lados mis zapatos, y luego de tenerlo todo, entre en el baño para empezar a vestirme.
Raiden Isabel Castillo Pov.
Nico parecía bastante alterado, en comparación con su actitud calmada e indiferente que me había demostrado durante este tiempo. Eso me alarmó un poco, mucho más cuando me dijo que tendríamos una cena con el dios del Inframundo y su esposa.
Sentí de inmediato que mi presencia había causado este problema.
¿De dónde iba a sacar un vestido?
¿Tan mal estaba mi ropa?
Apenas estaba digiriendo lo que acaba de pasar, había estado semidesnuda en la habitación de un chico, solos como ahora y no podía pensar con claridad por la vergüenza.
Mi tía me mataría si me viera.
Me miré en el espejo de la habitación de Nico, y me sorprendió ver qué mi pantalón estaba roto, lleno de sangre y polvo, mi camisa no estaba en mejor estado. Me sentí avergonzada por mi apariencia, parecía que me había sido arrastrada y apaleada por un equipo completo de fútbol o la legión
Alguien tocó la puerta y me acerqué a abrirla. Casi me muero del susto al ver a un zombie de pie frente a mí.
Se me bajo la presión.
Aunque me tranquilice al ver que en sus manos llevaba un cambio de ropa.
El zombie era extraño, no como los demás que había visto vagando por el pasillo. Tenía flores creciendo de los agujeros de su piel, con enredaderas llenas de espinas y hojas alrededor de sus extremidades humanas.
Me extendió la ropa y la tomé, luego se dio la vuelta y se fue sin decir nada.
Okey, esto era lo más raro que me había pasado en la vida.
Mire la ropa que consista en un simple vestido blanco, junto a un corset de color azul pastel con un lindo patrón de flores rosadas y conejos blancos, además de lazos azules en los hombros.
También había unas simples zapatillas bajas de color blanco.
No lo pensé demasiado.
Cuando Nico salió del baño, ya vestido y con el cabello húmedo, evite mirarlo y entre para tomar un rápido baño y quitarme todo el polvo de la cara.
Mis músculos se relajaron en el momento en que el agua caliente choco contra mi piel. Me cuestiono a mí misma si podría quedarme debajo de esa ducha para siempre. La idea era atractiva, pero debía salir.
Salí de la ducha y me vestí en el baño, por qué estaba segura de que Nico se encontraba del otro lado de la puerta.
Me puse el vestido que resultaba ser bastante largo, me llegaba hasta los tobillos, la falda era estilo princesa y esponjosa. Este tenía un gran escote en mi espalda, dejando mis clavículas al descubierto y mangas acolchados caían por mis hombros. Era bonito.
Me puse las zapatillas blancas y luché para ponerme el corset.
Nunca había usado uno y era difícil hacerlo sin ayuda. Era intentar pasar la cinta azul a través de los pequeños agujeros en mi espalda era una tarea imposible, incluso con la ayuda de mi reflejo en el espejo. No había forma.
El dolor en mi brazo izquierdo era punzante y hacia todo el proceso aún más molesto y doloroso.
— Oye, Nico.— Lo llamé, tragándome mi orgullo para pedir ayuda.
Escuche la puerta del baño abrirse y me paralice de la vergüenza.
¿Por qué tenía que ser tan patética?
Ni siquiera podía vestirme por mí misma, dioses, esto era vergonzoso.
Nico debía pensar que era una chica tonta que moriría pronto de un susto.
Él se acercó por detrás de mí.
Mi piel se erizó al sentir su presencia acercase y sentí un escalofrío recorre mi cuerpo cuando vi su reflejo en el espejo detrás de mí. Sin darme cuenta mi corazón se aceleró, y mis mejillas empezaron a arder, emanando calor.
— Es más difícil de lo que parece.— alcancé a decir, avergonzada.
— Se nota, esto parece un instrumento de tortura.— Nico se acercó, y sentí sus manos tomar las cintas de la prenda.— Déjame ayudarte.— Él no esperó una respuesta de mi parte.
Sus dedos rozaban la piel de mi espalda mientras pasaba las cintas por los agujeros de la espalda de mi corset, me estremecía al sentirlo. Al terminar, él jaló con algo de fuerza ambos extremos de la cinta haciendo que soltara un suave bramido, volvió a hacerlo un par de veces. Le miré por encima de mis hombros, y en cuanto nuestras miradas se encontraron me sentí pequeña y sin aliento.
No sé si por los ojos oscuros de Nico o por lo fuerte que apretaba el corset.
No me había percatado antes.
Quizás por qué moría de dolor.
Pero ahora que veía a Nico con atención, me percate de lo atractiva que me resultaba su apariencia.
Nico era un chico alto, al menos más alto que yo, tenía una complexión delgada, se veía musculoso pero no exageradamente. Su piel era pálida, casi con un subtono gris, pero se veía saludable, sus ojos eran tan negros como la obsidiana, parecían infinitos y su cabello negro contrastaba con su pálida piel y mirada afilada.
Sus labios eran ligeramente rosados y él despedía un aroma delicioso.
Ay, dioses… ¡Él es muy atractivo!
No como los bagres de mi liceo.
No sé cuánto tiempo estuve admirando el aspecto atractivo, saludable y sexy de mi salvador.
Pero volví en mí misma cuando me di cuenta de que él tenía los ojos fijos en los míos, aparte la mirada y lleve mi mano a mi mejilla caliente. Nico bajo la mirada y por fin terminó de hacer el lazo en mi corset, ajustándolo para que se mantuviera en su lugar.
De pronto estaba muy nerviosa.
¿En qué me había metido?
Cierto, en una cena con los reyes del Inframundo y la Diosa Deméter.
Nico di Angelo Pov.
Cuando me mira por encima de su hombro, detuve mis manos.
Me percaté de que sus ojos azules como el cielo tenía una peculiaridad que logró llamar mi atención, antes cuando la encontré parecían oscuros y tormentosos, ahora se veían claros como el cielo despejado. Jason tenía los ojos claros, pero los de Raiden me causaban escalofríos, eran otra cosa.
Ella apartó la mirada y yo pude volver a la realidad, até un lazo con las cintas y retrocedí unos pasos y ella se dio la vuelta para mirarme.
— ¿Qué tal se ve? ¿No es demasiado?
Perdí la capacidad del habla por un momento y me pregunté si mi padre no se habría confundido y Raiden era realmente hija de Afrodita.
Vamos, que la chica se veía una princesa sacada de un cuento de hadas o una película animada.
Raiden era atractiva, podía ser una persona sarcástica y miserable, pero nunca hipócrita, Raiden era quizás la chica más linda que había visto.
No sé cómo no me di cuenta antes de que se trataba de una chica.
Tenía el cabello de color blanco, algo ondulado, corto y desordenado, que le daba una apariencia despreocupada.
Ojos gatunos azules enmarcados por largas pestañas albinas que le daban una expresión inocente y obediente, pero al mismo tiempo fría y afilada; Y Dejaba de su ojo derecho había un pequeño lunar poco pigmentado.
Tenía una figura delgada y femenina, el corset le daba una apariencia de una cintura diminuta e intenté no distraerme demasiado con su escote.
Se veía tan hermosa que me parecía totalmente irreal. Como un ángel.
Ni siquiera todos esos moretones y raspaduras hacían que perdiera el encanto; Punto para ella.
— No se ve mal.— Dije con simpleza.
Ella me mira con curiosidad y tuerce los labios en una mueca de confusión.
— Yo... No quiero sonar como una acosadora— Dice cautelosa.— Pero ¿Nos habíamos conocido antes?
En cuanto lo dijo eso una sensación de compresión inundó mi cerebro. Yo también había tenido la misma rara sensación de que ya la conocía.
No sé si era su voz o sus ojos, pero mi cerebro lo registró como algo que ya hubiera visto o escuchado antes.
Incluso la manera en la que olía se me hizo familiar, seguro es algo como las auras, quizás todos los hijos del rey de los dioses lo comparten y me recordó a Jason o Thalia inconscientemente.
No lo sé.
Sé que no la he visto anteriormente, lo sé, pero no logro convencer a mi cerebro de que eso sea así
Está aferrado a la idea.
Negué con la cabeza.
— No lo creo.
Allí estaba, sentado frente a una enorme mesa llena de comida mortal aparentemente deliciosa.
No era mi primera cena con los reyes del Inframundo y Deméter.
Por otro lado, la romana tenía una sonrisa temblorosa en sus labios, los ojos cristalizados tan abiertos como dos globos, la pobre temblaba como un Chihuahua y sudando a mares mientras la diosa de la primavera le contaban sobre su hermoso jardín y le platicaba sobre sus amigas ninfas.
No era para menos, tres dioses la miraban fijamente desde hace 20 minutos sin decir ni una palabra.
Y cuando empezaron a hacer todo tipo de preguntas, Raiden apenas era capaz de asentir con la cabeza; La pobre trataba de no ser descortés, se notaba lo asustada que estaba, por como se paralizaba al recibir tantas miradas sobre ella analizándola.
Parecía que Raiden estaba a punto de tener un infarto, cosa que me causaba gracia, pues yo comía tranquilamente una granada mientras ella temblaba.
Aunque Perséfone me odiaba, pero parecía no tenía problemas con los demás semidioses emparentados con otros dioses griegos, ellos obtienen su bendición y aprobación al instante.
Lo tres dioses la miran directamente, como si esperaban que hiciera algo:
Que la albina se lanzara sobre la mesa y los amenazaran con un cuchillo de mantequilla. Parecía algo tensos
— Debo admitirlo, hijo.— El Rey del inframundo se volvió hacia Nico.— No es lo que esperaba.
— Solo está de paso.
Quería acabar con esto lo más pronto posible, y llevar a Raiden devuelta al mundo de los vivos.
Todos se volvieron hacia la Romana, quien asintió con la cabeza mientras gemía de puro terror.
Nico creyó que Raiden rompería en llanto en cualquier momento.
Resultaba ser la primera vez que la chica se topa con un dios, no solo con uno sino con tres. Nada más y nada menos que ¡Los reyes del Inframundo y la diosa de la agricultura…!
Era lógico que estuviera abrumada.
Hades miró con cierta confusión a la semidiosa del otro lado de la mesa.
—¿Cuál es tu nombre?
La chica soltó lo que pareció un jadeo ahogado, tomo aire y se carraspeó su garganta en su intento de hablar;
—… Raiden Isabel Castillo, señor, digo, quiero decir su alteza.
Hades arqueó la ceja y miro como esa chiquilla temblaba como gelatina.
— Este debe ser el destino, tener una hermana cerca—Exclamo Perséfone con una sonrisa, como si no se diera cuenta de que la chica temblaba de miedo.— ¡Eres tan bonita! Empezaba a extrañar las flores de la superficie.
Raiden asintió con la cabeza con la respiración agitada.
— Estás muy golpeada.— Mencionó Hades al ver el montón de parches y moretones en la joven.
— Soy bastante activa.— Balbuceó Raiden, llevándose él basó de jugo a los labios y luego fingió tomar.
— Pero qué muchachita tan delgada y pálida, te falta luz solar y comer más cereales.— Opino Deméter. Apartó el plato y se frotó las cien— Esos dos juntos son un mal augurio.
Demeter le lanzo una mirada perspicaz a Hades quien puso los ojos en blanco y mantuvo inexpresivo.
—Deberías servir para algo bueno y separarlos antes de que esto llegue al Olimpo.— Le advirtió la diosa.
La cara de Hades solo aumentaba la diversión de Nico en este momento.
El dios ignoró por completo a su suegra/hermana y bebió de su copa sin quitar la mirada de los ojos de la diosa. Demeter soltó un gruñido de fastidio y levantó de la mesa. Se fue luciendo bastante molesta.
Quizás para esto Hades quería que lo acompañamos en la cena.
—¿Es en serio? ¿Esta es tu amante…?
El dios del Inframundo se volvió hacia su único hijo mortal, el cual se atragantó con la granada a la vez que se le borraba la sonrisa de la cara.
— No, solo somos amigos.
Afirmaron los dos a la vez, aunque la voz de Raiden sonó más débil.
—¿Qué? ¿Es que acaso mi hijo no es lo suficientemente buena para ti?— Le cuestionó el dios del Inframundo a Raiden.— Hija de Zeus.— Sisea.
La chica parpadeó tres veces.
—N-no, no para nada.
— Podrías conseguir algo mejor.— Le indicó Perséfone y Hades le lanzó una mirada como dos dagas.
—¿Qué es entonces? ¿Te avergüenzas de él?— Le cuestionó Hades.
Raiden se encogió en su asiento.
— ¡N-no! ¡Para nada…!—Tartamudeo.
El aire se volvió denso y la tensión en el ambiente era aplastante.
Oh, no. Debo intervenir antes de que Hades la haga llorar.
— Nico di Angelo.— Me llamó.— ¿Qué estás intentando ocultarme?
Ay, no. Ahora tengo que hablar.
—¿Qué? Nada yo—Nico se quedó callado de golpe.
Lo pienso un momento.
Miro a Raiden y ella me miró devuelta temblando como gelatina mestiza.
Lo mejor sería que Hades no se entere de como una mortal cayó en su reino sin querer, terminaría pensando que es una espía o algo por el estilo.
No sabía lo que le haría o si la dejaría salir del Inframundo después y viendo que había llamado la atención diosa de la primavera, veía a su padre capaz de apresarla allí durante el invierno para el entrenamiento de su esposa.
— Sí, es mi novia…— Nico miro a Raiden y está asintió con la cabeza, de acuerdo con su plan.— No quería decírtelo por qué pensé que no té lo tomarías bien.— Murmuro.
—¿Eso es cierto? Semidiosa.
—Yo, solo estaba un poco preocupada por Nico y es difícil contactar con él.
Y para mi sorpresa Raiden sí era buena mintiendo, no como yo.
Aunque su voz sonó temblorosa parecía sincera. Incluso a Hades le sorprendió lo que acaba de decir.
Bien, eso sonaba convincente.
Si Raiden antes estaba pálida, ahora parecía una hoja de papel. Ni siquiera se atrevió a decir nada más, temiendo que la diosa de la primavera la hiciera comer comida del Inframundo y la obligará a quedarse allí para siempre, como en esas historias antiguas.
—¡Ah~~…!—La diosa de la primavera aplaudió, Hades bufo y se llevó una copa de vino a los labios.— Entonces debes quererlo mucho si viniste hasta aquí, hace años que no veo tal cosa. Desde aquella vez con el flautista que quería revivir a su esposa.
— Por supuesto, su majestad.— Balbuceo Raiden.
Luego de unos minutos Perséfone se llevó a Raiden a dar un paseo por su precioso jardín, ella me mira con ojos llenos de pánico suplicando porque la salve. Anoto que tengo que ir por ella después del regaño que Hades tiene planeado para mí después de traer a mi «novia» a su castillo sin permiso.
— Si vino hasta aquí para verte, puedes tomarte un tiempo y pasarlo con ella.—Le sugirió Hades.
¿Tiempo libre? Y solo por qué me conseguí una novia falsa.
Debió hacerlo hace mucho tiempo.
— Está bien, gracias.— Dije con simpleza y una sonrisa.
Me levanté de la mesa dispuesto a irme al jardín y buscar a Raiden antes de que a Perséfone se le crucen los cables y la convierta en un tulipán.
— Sabes que a Zeus no le gustará que una de sus hijas.—Menciona el Rey del inframundo.— Bueno, ya lo sabes.
Claro que a Zeus no le gustará, pero espero que Deméter no vaya con el chisme al Olimpo y me caiga un rayo.
— Supongo.
— Te lo estás tomando muy a la ligera.— Me advirtió, empezando a sonar un poco fastidiado por mi actitud tan indiferente.—No te encariñes mucho con ella, Hera, seguro hará que tenga un “accidente” en el que muera.
—¿Qué?
Hades alzó la comisura de sus labios en una pequeña sonrisa de burla.
—¿Pensaste que por qué tu amigo Jason está a salvo, ella también lo estará?— Me cuestionó incrédulo.
— Hera dejo de hacer eso hace siglos.—Afirme con seguridad.
—¿En serio lo crees?
Hades se va dejándome con la palabra en la boca. Pongo los ojos en blanco y suelto un largo resoplido de fastidio.
— Por qué siempre se hace el interesante…— Gruño molesto.
Hola chicas y chicos.
Espero que les guste el capítulo. Publicando dos días seguidos, tienen que darme tiempo para escribir el epílogo de Metanoia y el final alternativo valga la redundancia de butterfly (me amenazaron).
Raiden con el vestido que le mando la reina del inframundo.
Memes;
Bye bye.
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