Capitulo 18.

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Eros el necio.
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Narrador Pov.

La fruta prohibida es un concepto conocido para Eros.

¿Por qué el amor que se te niega siempre es tan emocionante?

Quizás era la simple emoción de estar haciendo algo mal o la adrenalina que bombea tu corazón, recorre tus venas y se extiende por tus miembros y cada fibra de tu cuerpo con el miedo de ser atrapados. El amor queda en segundo plano en realidad, no es importante.

El “por qué” era una pregunta con muchas posibles respuestas y con múltiples interpretaciones.

Pero el sentimiento era conocido para el dios Eros, siempre le gustó el sabor dulce de lo prohibido en su paladar y cuando el Rey de los dioses proclamo que ningún dios podía intervenir con una de sus bastardas, estaba curioso.

Solía faltar a los banquetes apropósito por qué odiaba la palabrería vacía.

Además, no quería ver la estúpida cara de Apolo con tanta frecuencia.

Aun así, empezó a asistir cuando le llegó el rumor de que el Rey Zeus iba a presentar a su querida bastarda, que su esposa Hera estaba furiosa (como siempre que Zeus se aparece con un nuevo bastardo) así que decidió que se tomaría el tiempo para asistir al dichoso banquete en honor la niña.

Solo para ver por qué hacían tanto escándalo por un semidios y saber si valdría la pena entrometerse en su vida amorosa para fastidiar a Zeus luego de castigar a su madre y a él.

El rey de los dioses los culpo de sus “Aventuras” y fueron humillados de forma pública para aplacar la ira de Hera. Zeus les había prometido una gran recompensa si asumían la culpa.

Pero Eros no había recibido nada.

Así que asistió, solo para ver cómo Hera ardía en celos. Eso nunca pasó, se tragó el disgusto al ver a Hera con la niña en sus brazos mientras Zeus se emborrachaba para celebrar el día de su tormentoso nacimiento. No hubo nada de gritos, discusiones, ni peleas.

Eros bebía una copa de hidromiel, observo a la bebé de cabellos blancos platinados y ojos azules como el cielo despejado, mejillas rosadas, parecía un bebé saludable y muy despierto.

Su madre proclamó que sería una belleza cuando creciera y él tuvo que estar de acuerdo a regañadientes.

Con los años, esa chispa de amor maternal en la diosa Hera pareció amargarse lentamente.

Eros piensa que quizás fue la belleza que poseía la bebé lo que ablando su corazón, pero con el paso del tiempo empezaba la esposa de Zeus recordar lo humillante que era tener a una de las bastardas de su esposo, una niña mestiza, correteando por el Olimpo a sus anchas. Empezó con comentarios desafortunados, luego con insultos y paso rápidamente a la intimidación.

La niña de 6 años cayó a sus pies, su cabello platinado ahora caía por sus hombros y era capaz de caminar por cuenta propia durante los banquetes celebrados en el Olimpo, aunque eso no significaba que lo hiciera bien.

La pequeña Alyssa alzó la cabeza y sorbió su nariz, su pecho saltaba por el hipo y con sus ojitos azul cielo cristalizados por las lágrimas.

Se había lastimado el mentón y la sangre carmesí manchaba el piso de mármol, y como cualquier niño que se lastima, la hija favorita de Zeus se echó a llorar frente a él. Sus lágrimas eran como diamantes que caían por sus mejillas regordetas sonrojadas.

El dios Eros sintió como su corazón se agitaba de forma desagradable dentro de su pecho. Consternado, extendió su mano para ayudarla a levantarse.

— ¡No la toques!— Gruñó una voz femenina llena de autoridad. Eros se alejó, y permitió que la diosa Hera tomara a la niña en brazos y pusiera un pañuelo debajo de su barbilla.

Él dios Eros ahogó un bramido de incredulidad cuando noto la mirada asesina en los ojos verdes de Hera.

Esto era el colmo.

Había tanta protección y fiereza maternal en sus orbes que podrías decir que Alyssa era su hija.

— No iba a tocarla.— Eros se defiende impasible e irritado— Pero tampoco iba a dejarla tirada en el suelo.

— Aleja tus manos de Alyssa, te lo advierto.— Dijo la diosa entre dientes mientras pasa a su lado con la niña en brazos.— Yo no soy indulgente como mi marido—Siseo con un tono firme.

Eros bramó incrédulo.

Se sintió profundamente ofendido.

No solo por la implicación de sus palabras, sino por el tono acusatorio, como si fuera a robarse a la niña.

Eros ahogó una carcajada oxidada cuando Hera salió de los jardines y resoplo furioso por su hipocresía.

Estaba harto.

Harto de los reyes y su actitud hipócrita, egoísta y malcriada.

Solo por eso decidió que le daría una lección a ambos. Hera, que no podía evitar ser una madre, y Zeus, que no podía evitar amar profundamente a su bastarda mestiza. Desde entonces empezó a planear que haría con ella, qué clase de aberrante amor le daría o qué clase de cosas inmorales la haría hacer en nombre del amor y deseo.

Ya había hecho un par de trabajos para su madre, uno más retorcido que el otro, pero esta sería su venganza personal en contra de Zeus y Hera.

Así que decidió observarla.

Día y noche la siguió.

Aunque con el paso de los años, dejo de hacerlo para buscar una forma de perjudicarla y empezó a hacerlo por gusto. Simplemente, le gustaba verla después de cumplir su trabajo divino.

Cosas tan simples como escucharla hablar, verla abrir sus ojos por las mañanas y cerrarlos en las noches.

Se reía cada vez que utilizaba su posición como princesa para salirse con la suya o alzar la falda de su vestido y correr libremente por el castillo de su tío le hacían sonreír.

Empezó a disfrutar su presencia.

Con el tiempo empezó a enviar regalos que conseguía durante sus viajes por Grecia. Noto que Alyssa disfrutaba vestirse de forma muy extravagante usando púrpura.

Así que le enviaba regalos para poder verla llevar joyas con orgullo.

Vestidos, anillos, brazaletes de oro, incluso consiguió una corona hecha de jade traída desde otro continente que usaba durante los banquetes o fiestas en el reino de los dioses.

Nunca cruzaron palabras.

Nunca se acercó lo suficiente como para ser descubierto.

Nunca intervino en su vida.

Incluso si eso significa verla sonreír con radiante alegría a su juguete, un huérfano que solo llegó al castillo por ser el hijo de Hades. Eros solía pasar horas pensando en todos los defectos de ese pálido y desgarbado muchacho para no arrancarse las alas del coraje por los celos ardientes que sentía. De la furia que lo consumía hasta lo más profundo de su ser cuando los veía reír, hablar o caminar de la mano.

De que ese muerto de hambre pudiera caminar al lado de una princesa.

No sé la merecía. Alguien de tan bajo estatus, sin educación, hijo de un dios marginado no podía estar con ella.

No lo permitiría.

Pero si Intervenia Zeus lo castigaría.

Y para aumentar su furia su interés por la hija prohibida de Zeus no paso desapercibida para el dios del sol.

Por qué mientras yo la observaba, el dios de la luz no podía evitar notar mi presencia cuando tiraba del sol en su carro todos los días. Supongo que no aprendió nada con la última vez que lo obligue a amar a alguien incapaz de amarlo y realmente no me sorprende.

Así que cuando el rumor de que estaba encaprichado con la hija de Zeus empezó a correr por el Olimpo no estaba precisamente contentó.

«Eros el necio» escuchó a Apolo llamarlo entre risas borrachas.

Rodeando por las musas que reían con las ocurrencias y relatos sobre lo encaprichado que estaba con la única mujer prohibida para todos los dioses. Se burlaba de que yo, el dios del deseo sexual no pudiera controlar su propio corazón y hubiera caído enamorado.

Y aunque escuchar a los demás dioses del panteón burlarse de mí desató una furia ardiente en mi pecho, pero tuve que aceptar que ellos tenían razón.

Estaba encaprichado.

Muerto de los celos y deseo.

Sentía que respirar el mismo aire de Alyssa me aceleraba el corazón.

— ¿Por qué has solicitado una audiencia?— Pregunto Zeus desde su trono con un tono autoritario. Apoyo su rostro en el dorso de su mano.

Camine hasta quedar frente a él.

Me estaba arriesgando a ser castigado de una forma cruel y brutal, con solo la mención del nombre de su hija.

Pero había decidió tomar el riesgo.

— Cuando mi madre y yo aceptamos la culpa por tus infidelidades ante la diosa Hera, dijiste que podíamos tener lo que quisiéramos.— Mi voz baja y solemne, evito sonar altanero y demándate porque eso no lo llevaría a ningún lado.— Quiero a Alysaa.— Susurro con un tono suplicante.

Espero el golpe.

Que grite.

Me castigue convirtiéndome en mortal o me mande al Tártaro a reflexionar, pero Zeus solo se ríe.

Una risa amarga y oxidada.

Entiendo rápidamente que ya sabia de mis sentimientos por su hija.

— Está bien, tienes mi permiso. — Dice con un tono burlón. Ahogo una exclamación de sorpresa, mi corazón se agita y una gran sonrisa crece en mis labios.— Pero mi Alyssa tiene que aceptarte. Si ganas de forma limpia su corazón, dejará qué te quedes con mi hija favorita…— Agrega sonriente.

La sonrisa en mis labios se desvanece.

¿Qué? ¿No me entregará su mano?

— Pero eso no tiene sentid— Zeus alza una mano para interrumpirme.

— Y si piensas que piensas tomarla a la fuerza y obligarla a amarte.— Zeus se torna serio y amenazante, el aire se vuelve eléctrico—Entonces olvidaré que eres mi nieto. Y no habrá súplica de tu madre que te salve de mi furia.

Quiero gritar.

Esto es injusto.

Este es el mismo hombre que entrego a su hija legítima Hebe al inepto de Heracles sin parpadear y ahora pone condiciones para darme la mano de su hija bastarda. Básicamente me permite hablarle, pero no tenerla.

Me dio su permiso, pero solo me pone trabas al no entregarmela.

Zeus me mira y sonríe complacido.

Él sabe que sería imposible que logre ganarme su corazón, porque ya tiene dueño, alguien que no dejará que me acerque lo necesario como para poder expresarle mis sentimientos.

Si trato de buscarla o tocarla tendría que arriesgarme a perder mi forma física a manos de un simple semidiós. Eso arruinaría mi reputación, Apolo y sus estúpidas musas se burlarían de mí durante años, décadas y eones.

Zeus no me la entregó.

Solo se burla de mí.

(...)

Alyssa Pov.

— No deberías hacer una cosa como esta.— El pelinegro intenta apartar mi mano sosteniendo una toalla sobre su hombro—Una reina no debería bañar a nadie en general, menos a un simple general.— Balbucea nerviosamente.

El agua caliente crea un ambiente cálido y vapor agradable. Su piel oliva pálida está llena de sangre seca, tiene bolsas debajo de sus ojos oscuros que demuestran el cansancio que trae la guerra, sé que muchos lo consideran aterrador, un héroe monstruoso, pero sumergido en mi bañera, desnudo, se veía realmente inocente y adorable.

Sonreí y respiré hondo.

— Pero quiero hacerlo.— Sentenció usando una voz firme y ruda para qué dejará de protestar y alejarme.

El pelinegro evita mi mirada con sus mejillas sonrojadas por el calor.

— …— Deja de luchar contra mí y permite que talle su cuerpo con suavidad, evitando sus heridas.

El ambiente se siente denso y el aire es difícil de respirar con la carga eléctrica sale de mi cuerpo.

— Cuando estamos solo no soy la reina de Grecia.— Respondo con una voz suave y noto su cuerpo esbelto, y duro, relajarse con cada toque sobre él.—Soy solo una mujer, hija de nadie y tú eres solo un hombre— Me mira a través de su cabello mojado, girando su cabeza por encima del hombro—hijo de nadie.— Exclamó con la voz llena de convicción y delicadeza.

Verlo desnudo, su piel húmeda y brillante, cabello mojado que se pega a su cuello y frente causa cosas en mí que solo soy capaz de explicar con la intervención de la misma Afrodita.

Cuidadosamente limpio su ancha y musculosa espalda. Agitada.

Estaba comiendo mejor y había crecido mucho, y eso me alegraba. Solo tenía 18 años, pero ya parecía todo un hombre de guerra.

— ¿Renuncias a tus títulos cuando estás conmigo?— Pregunta con voz suave y áspera, sonando confuso.

Después de todo, la mayoría de mi vida había estado obsesionada con mis títulos y mi deber con Grecia.

— Sí.— Afirmó y abrazo su espalda dejando que mis senos se presionen contra su espalda. Él se tensa y suelta un pequeño gruñido de satisfacción.

Se gira lentamente dejándome ver su abdomen perfectamente marcado y sigo el recorrido de las venas que se hinchan y palpitan hacia su pelvis.

Su mano envuelve mi hombro y lo siento acariciarlo conteniendo su fuerza para no lastimarme.

— Hueles delicioso, tu piel se siente suave y fresca debajo de mis manos.— Susurra con el rostro oscurecido, una chispa púrpura iluminaba sus orbes al mirarme —Eres perfecta, Alyssa.

Su expresión de pura devoción y amor aún no se ha desvanecido, no importa cuántas veces me presente desnuda frente a él, sigue mirándome como si fuera una diosa. Su diosa.

Sonrió complacida.

— Sí, soy perfecta.— Exclamó y el joven pelinegro ahoga una carcajada.

Me pongo de puntillas y paso mis brazos alrededor de sus hombros, Nikolai coloca sus manos ásperas por el entrenamiento anclarse a mis nalgas y me da un impulso.

Envuelvo mis piernas alrededor de su cintura, un gemido se me escapa de la garganta cuando siento la punta de su miembro presionando mi entrada. No puedo evitar sonreír, excitada. Parece que su cuerpo conoce el camino a mi centro, y no duda en empujar. Se abre paso entre mis paredes, mi cuerpo lo envuelve por completo y el aire se me escapa de los pulmones, llenando mi cabeza hacia atrás cuando se mete en mi interior hasta la empuñadura.

Nikolai suelta un gruñido ahogado contra mi hombro, excitado.

Mi cuerpo dejó de ofrecer resistencia hace un año, y parece que mi interior ha tomado su forma para ajustarse al capitán de la guardia. Al principio era un poco doloroso, pero ahora cuando se mueve el placer me inunda casi de inmediato. Haciéndome gimotear.

Cuando su cuerpo duro se empuja contra el mío siento mi excitación corriendo por mis muslos, entierro mis uñas en su espalda y pongo los ojos en blanco. Es demasiado bueno en esto. Su miembro presiona todos los puntos dulces en mi interior.

Quisiera estar así para siempre.

Nikolai gime contra mi hombro, mientras el placer crece siento su miembro palpitar en mi interior.

Somos uno solo.

Mi cuerpo apenas estaba tomando forma de mujer cuando empezamos a ser íntimos entre nosotros, supongo que fue el curso natural de las cosas por qué siempre fuimos unidos.

Creo que siempre nos amamos. Al principio de una forma fraternal, pero después ese amor se transformó.

— Te amo, mi reina.— Susurra contra mi frente, y deja mi cuerpo sobre las sábanas —Vivo para tu protección.—Besa suavemente mi rostro—Eres el aire que respiro y la razón por la que me levanto todas las mañanas.—Dice.

De un momento a otro está sobre mí, abrazándome contra su pecho.

Aunque desde que me corone como reina dormimos juntos para que él pudiera “vigilarme” en los últimos dos años estuvimos usando la cama para hacer otras cosas en lugar de dormir.

—¿Me amas mi reina?— Le encanta que lo reconozca como pareja.

Aunque frente a los demás no podamos ser íntimos, le gusta ser reconocido en privado por mí.

— Solo te quiero a ti.— Presiono mi mejilla contra las suyas.—No quiero que otras manos me toquen, yo solo quiero estar contigo para siempre.— Susurro y el pelinegro me besa por todo el rostro, suspirando amoroso.

Nos abrazamos durante toda la noche, y quizás hacemos otras cosas.

Él se duerme primero después de besar cada recoveco de mi espalda, por mi parte, no logro dormirme.

Supongo que está noche Morfeo no quería tocar a mi puerta.

— ¿Qué te mantiene despierta esposa?—Pregunta suavemente, adormilado.

Empezó a llamarme “Esposa” después de nuestra primera vez juntos, por qué según él estamos unidos de por vida.

Así que soy su esposa.

— Amo cuando me dices esposa.— Susurro sonriente.

— ¿Por qué no puedes dormir? ¿Hay algo que pueda hacer por ti?— Dice Nikolai contra mi nuca, besándome.

No puedo evitar estar inquieta.

— Hace… — Murmuro por lo bajo, pero rápidamente intento sonar más propia de mí misma.—Hace dos lunas que no sangró, así que probablemente estoy en cinta.— Dije con firmeza.

Mis doncellas ya se habían dado cuenta de la falta de mi periodo, así que estaban enloqueciendo con la idea de que hubiera un heredero.

— ¿Un bebé? ¿Nuestro?— Nikolai parece estar entre esa barrera entre la somnolencia y estar dormido.

Entrecierro los ojos y lo miro confusa.

¿Con quién otro tendría un bebé? Nos habíamos jurado fidelidad, así que no me gustaba lo que había dicho.

Sé que no me estaba acusando de nada, nunca lo haría, pero desde hace unas semanas siento con intensidad cada emoción y cualquier pequeña contradicción me enloquezco.

— …— Ni siquiera le respondo

Quizás por qué estoy demasiado avergonzada y cohibida.

Estar embarazada es raro, nunca lo quise, y aunque mi consejo siempre me recomendó tener un heredero, no sabía cómo sentirme al respecto.

Nikolai parece despertar.

— Te amo, te amo.— Balbucea y abraza mi vientre debajo de las sabanas mientras me besa.

La molestia se desvanece y solo siento amor por este hombre. El hombre que escogí amar. Y estar embarazada no sonaba tan mal si estoy con él.

Él será el padre de mis hijos.

(...)

Raiden Stormborn Pov.

Miro mis manos en la oscuridad de la noche mientras mantengo mis ojos fijos en las estrellas en el cielo.

Desde que volví al campamento tengo sueños muy vividos sobre mi pasado. Dejo caer mis manos a mis costados y suspiro profundamente, aún puedo sentir sus manos sobre mi cuerpo.

No puedo evitar preguntarme si Nico también está teniendo estos sueños.

Odio pensar en él.

Y odio que sea todo lo que pienso.

Tengo esa sensación de picor en la punta de mis dedos, estaba sofocada, como ese calor que me hace apretar los muslos de forma instintiva.

Siento como se mueven a mi costado y me cubre con sus cálidas alas, cuando sus plumas pasaron por debajo de mi nariz me hizo estornudar. Eros soltó una risita y me envolvió con sus alas, me miró con sus enigmáticos ojos de color violeta apoyando su mejilla en mi hombro mientras me sonreía.

Él tocó mi ventana y me trajo a una nube. Literalmente estamos acostados sobre una nube, no sabía que esto era posible, pero todo es posible para los dioses supongo. Estábamos viendo las estrellas y debí haber caído dormida en sus brazos sin hacer mucho más.

Supongo que es una especie de cita, y no me sorprende por qué Eros es un romántico que ama mimarme.

Desde nuestro encuentro en el Olimpo nos vemos casi semanalmente.

Él tiene deberes que cumplir y casi siempre está ocupado, pero encuentra la manera de venir verme.A veces solo conversamos y su compañía me hacía sentir reconfortada después de pasar tanto tiempo sola vagando por el país.

Y teníamos sexo. Dioses, no pueden culparme, estaba realmente sola y no hay mucho que hacer en el bosque.

— Puedo curarte si lo deseas…— Eros acaricia mi brazo descansando sobre mi pecho con el cabestrillo azul.

Niego con la cabeza.

— No todo debe resolverse con trucos divinos— Murmuro—Dejaré que sane naturalmente.—Digo con convicción.

Una sonrisa se extiende en el rostro de Eros y rueda sus ojos violetas.

— Amo esa terquedad.— Ronronea haciendo círculos sobre mi piel— Es una de tus cualidades que me gustan, no importa cuánto intento amarte … Tú no puedes evitar resistirte.— Dice Eros con su voz suave y masculina.

— “¿Resistirme?” Eso es risible.— Me burló, pues que recuerde había dejado que me “amará” con frecuencia.

Eros se ríe cálidamente.

— Tener tu cuerpo es magnífico mi querida Raiden, y hacerte el amor es mi actividad favorita.— Su mano sube desde mi vientre y se detiene justo en el lugar donde estaba mi corazón.—Pero tu corazón… Es lo que quiero, eso es lo que realmente deseo.

Rápidamente, trato de aligerar el ambiente demasiado serio.

— Por un momento pensé que dirías que querías mis tetas.— Me burló.

Eros no parece decepcionado cuando cambia rápidamente de tema, solo me sonríe con cariño y extiende su mano hacia mi rostro, acunándolo con esas manos que parecen hechas de fuego.

— Eso también.— Se acomoda para quedar encima de mí — Tienes los senos más lindos del Olimpo.

(...)

Nico di Angelo Pov.

El campamento parece estar en un estado perpetuo de anticipación, no los culpo, la presencia de Raiden hace que el aire se siente pesado y eléctrico como si una guerra estuviera a punto de estallar bajo nuestras narices.

Todos están alertas.

Afilando sus armas y entrenando con más intensidad. Se le notan ansiosos.

Yo no tengo esa sensación, creí que al estar cerca de Raiden los sueños de mi vida pasada se detendrían, pero ahora son mucho más vividos, lo único que cambio, es que ya no me muestran los horrores de la guerra o la sangrienta coronación de una reina. Ahora son solo sueños felices, de una mujer a la que deseaba, amigos a los que ame y un hijo al que tome en mis brazos.

Tuve sueños en los que solo tallaba pequeñas figuras de madera; Pegasos, espadas, dioses y todo tipo de cosas que pudieran mantener ocupado al bebé que parecía querer saltar de su cuna para seguir a su madre por todo el castillo, exigiendo su atención.

No sé qué pensar sobre todo esto…

Creí que todo se resolvería cuando estuviera con ella, que estaríamos juntos y todo volviera a ser como antes. Que me sentiría completo de nuevo, pero la hija de Zeus no parece dispuesta a saltar a mis brazos.

Supongo que fue estúpido pensar que las cosas se resolverían mágicamente.

Está resentida conmigo, y no puedo culparla por eso. Ya no es la misma chica que conocí hace dos años.

Cumplir misiones, la soledad y las heridas de batalla han dejado una marca profunda en todo su ser. No puedo evitar pensar que tal vez si tan solo hubiera dejado mi orgullo atrás. Si me hubiera quedado con ella, nos abríamos acercado naturalmente.

Ella no estaría sola, incluso cuando estaba rodeada de gente y yo no me sentiría incompleto, vacío, como si me hubieran quitado una parte de mí.

Cada vez que escucho su nombre tengo un sentimiento extraño inunda mi pecho… No sé si es dolor o dulzura, quizás ambas, por qué incluso la sola mención de Raiden me perturba hasta los huesos. Trato de que no se note lo mucho que me afecta su presencia.

— Oye, deja de soñar despierto.— Se queja Percy, teniéndome una espada de madera para que entrene con él.

Apartó la mirada de la hija de Zeus y Leo Valdez, quienes estaban probando unos lentes especiales para evitar que insectos o suciedad se metieran en sus ojos mientras volaba. Había un gran grupo de mestizos reunido cerca de ellos para observar el espectáculo.

Evito los ataques de Percy de forma perezosa y lenta sin apartar mis ojos de Raiden. Mi compañero de lucha no está contento con mi falta de interés.

— Duh, no es divertido si no prestas atención.— Se queja Percy y golpeó su espada de madera lanzándola lejos de su mano. Percy miro su mano vacía—Solo estás presumiendo.— Bramo.

El día pasa rápido, noto que los mestizos orbitan alrededor de la hija de Zeus como abejas a la miel.

Raiden parece reacia a participar o hacer algo que implique convivir.

Cuando llega la hora de dormir me siento intranquilo, lo que no es raro, así que decidí dar una vuelta y fumar para distraer a mi mente inquieta. La noche se siente particularmente fría, mis pies no pueden evitar dirigirme a la cabaña de Zeus donde descansan los hijos del Rey de los dioses.

En cuanto estoy lo suficientemente cerca siento esa sensación magnética en el aire que me corta el aliento.

Respiro profundamente, llenando mis pulmones de humo caliente. Apartó el cigarrillo de mí labios y dejo escapar el humo haciendo pequeños círculos.

Me preguntó si Raiden incluso estando dormida puede sentir mi presencia como yo la de ella.

— ¿Qué estás haciendo pervertido?— Pregunta con voz insidiosa.

Alzó la cabeza hacia el techo de la cabaña y mis ojos se encuentran con el rostro de la albina observándome con el ceño fruncido, casi asqueada.

Mi corazón se acelera.

Relamo mis labios saboreando la nicotina en mi paladar. Al instante hago un viaje de sombras hacia el techo de la cabaña y encuentro a la joven despeinada, sentada con sus piernas cruzadas. Estaba usando una sudadera con shorts de mezclilla.

Me siento a su lado, apagando el cigarrillo contra las tejas.

—¿Quién te invito a sentarte?— Me cuestiona alzando una ceja.

— Me invité solo.— Bufó y ella pone los ojos en blanco, molesta.

— Bueno, no me sorprende.— Exclamo con fuerza.

— ¿Qué haces despierta a esta hora? ¿No puedes dormir?— Le cuestionó.

Raiden me miró de reojo.

— A ti que te importa.— Gruñe.

—Bien, sigue con esa actitud. Será más divertido a la larga.— Bramo y me inclino hacia atrás, apoyándome en mis manos para ver al cielo.

— Estás aceptando con demasiada satisfacción tu destino.— Bufa Raiden con el rostro oscurecido.— Pensé que me odiabas por no ser un hombre.

Sip, recuerdo ese incidente. Estaba frustrado por qué mis sentimientos iban en contra de mis gustos, y puede que le echara la culpa a Raiden.

— Lo siento, no debí decir eso.— Me disculpo y Raiden bufa.— Estaba muy frustrado y solo te eché la culpa.— Le digo casi susurrante, sonando frío.

La joven de cabello platinado, niega con la cabeza y se frota la frente.

— Tus disculpas de mierda no me sirven de nada.— Gruñe por lo bajo sonando agresiva, pero noté que su rostro reflejaba tristeza y dolor.

— Lo siento.— Murmuró.

La tensión en el ambiente es tan espesa que me cuesta respirar. Mi corazón se siente inquieto, aun así ni siquiera pienso en dejarla. Claro que es incómodo, pero no puedo evitar desear estar cerca de ella.

— Las cosas no funcionaron con Will, lo intenté. Estaba ausenté, estaba allí, pero no realmente.— Murmuro por lo bajo.— Toda mi vida creí que sería el amor de mi vida, y quería aferrarme a eso. — La miro de reojo — Tú llegaste a mi vida como un huracán, de pronto todo que creía parecía insignificante y tonta que no supe cómo afrontarlo.

Raiden evita mirarme.

— Luchando contra eso, solo logré lastimarte a ti y a Will. Estaba con él, pero nunca al 100% y me arrepiento de haberlo metido en esto, nunca debí usarlo para negar lo que pasaba.— Le explique con la voz ronca y áspera.

— Bueno, son las decisiones que tomaste.— Raiden se pone de pie—Y yo no soy la segunda opción de nadie, así que por mí …— Me mira a los ojos —Puedes volver a Inglaterra.— Bufa.

Suspiro profundamente.

— No me iré.— Le advierto cuando la veo caminar al filo del techo.— Voy a seguirte hasta que te hartes de ver mi rostro, así que acostúmbrate.—Digo.

Raiden brama y baja de un salto del techo cayendo delicadamente en el suelo como si su cuerpo flotara.

— Raiden.— La llamó y ella se gira para mirarme desde abajo.

— ¿Qué?— Bufa.

— No te engañes a ti misma, él solo está persiguiendo un fantasma.

Raiden sonríe amargamente y me hace una seña obscena con el dedo.

Hola chicas y chicos.

Espero que les guste, el capítulo, voten y comenten mucho por qué si no me emperro. Me tarde mucho escribiendo esto, aprecien mi esfuerzo.

Necio de Romeo santos es literalmente la canción de eros en esta historia.

Memes del capítulo:




Bye bye.

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