Capitulo 14.

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The world burn
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Dejaría que ardiera
I'd let it burn
Dejaría que el mundo ardiera
I'd let the world burn
Solo para escucharte gritar mi nombre
Just to hear you calling out my name
Viendo todo arder en llamas
Watching it all go down in flames
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Narrador Pov.

Akira termino su última clase y se dirigió a su dormitorio. Solo quería llegar y dormir hasta el día siguiente. Estaba exhausto. El día había caído y la noche se abrió paso en el cielo, pero él se había quedado tiempo extra en el gimnasio practicando con el fantasma de un héroe caído que le enseñaba a manejar la espalda como un griego.

Raiden debería ser mi maestra, pero ella no sabe hacerlo correctamente.

Mi maestro. El viejo héroe, no era tan viejo en realidad. Parece que murió durante la adolescencia y así se quedó para la eternidad en los elíseos.

Al principio era un poco perturbador practicar con él, pero todas esas veces Raiden estuvo allí acompañándolo.

Cuando se sintió más cómodo con el fantasma la albina dejo de asistir a sus entrenamientos todos los días.

Al principio eso le molestó, pero terminó aceptándolo.

Raiden prefería pasar su tiempo intentando aprender a volar por voluntad propia y por no necesidad.

— ¿Qué carajos es esto?— Jadeo Akira sorprendido al ver que su habitación se había transformado en una especie de discoteca clandestina.— Dioses…

Había por lo menos 10 alumnos del internado allí. Bailando y bebiendo al ritmo de la música electrónica. Todas las luces estaban apagadas, el lugar se ilumina solo por luces de neón. Claro que no le sorprendió ver a Raiden en la multitud, estaba bailando con una lata de cerveza en la boca. Cuando lo noto, alzó la mano para llamarlo y se acercó a él corriendo para cerrar la puerta detrás de él rápidamente.

—¡Akira! ¡Por fin llegas! — Exclamó Raiden con las mejillas sonrojadas por el alcohol o por haber bailado mucho.

—¿Qué es esto?— Le cuestionó Akira con voz amarga y preocupada— ¡Si alguien nos descubren y llaman a mi padre estaré en serios problemas!—Chilla el asiático con nerviosismo.

— Vamos, no seas amargado.— Bufa la albina, lo toma de la mano y lo acerca a la turba que baila.— Déjate llevar.

Raiden baila alrededor de Akira en forma burlona, tratando de hacerlo unirse a ella. Lo toma de las manos y lo hace dar vueltas, se desliza de un lado al otro, y parece ser la única vez en que se ve realmente ágil y fluida.

— ¿Eso es alcohol? ¿Cómo lo conseguiste?— Le cuestionó Akira mientras Raiden lo hacía bailar a la fuerza. Aun así, podía bailar, ser un amargado y preocuparse al mismo tiempo.— Seremos expulsados si un maestro nos descubre con alcohol.

— Shhhh…— Sisea la albina mientras pone el dedo índice sobre los labios de Akira lo obligó a callarse —Es secreto, tú solo diviértete. — Saca unos lentes de sol del bolsillo de su blazer y se los pone a Akira —Te lo mereces— Dice la más baja—Te has esforzado mucho en tus entrenamientos.— Asegura.

Akira se mueve como una tabla de madera y se tropieza con todo.

— No puedo ver nada.— Admite haciendo que Raiden se ría.

La chica le quitó los lentes y se los puso cubriendo sus ojos azules. Akira miro esa simple acción en silencio y supo al instante de que eso no podía parecerle cautivador, pero lo hacía.

— ¿Cómo fue que convenciste a Michael de permitir esto?— Sisea Akira receloso de que la hija de Zeus le hubiera hecho algo a su compañero para salirse con la suya.— ¿Ah?

Akira podía imaginársela encerrándolo en un armario

Raiden soltó una pequeña carcajada y tomo el brazo de Akira para darse una vuelta a sí misma y moverse al ritmo de la música con mucha energía.

— ¿Convencerlo? Él se ofreció.— Asegura entre carcajadas.

Akira busca a Michael entre la multitud y lo ve bebiendo un vaso lleno de un brebaje desconocido, parecía muy contento y cómodo hablando con una chica bonita.

Traicionado por una mujer.

Ya no existe códigos.

— Débil.— Susurra.

Akira deja que Raiden lo arrastre durante dos horas. Bailar no era lo suyo, pero después de tropezar con sus pies cinco veces logro hacerlo sin parecer una rígida tabla. No lo odiaba. Mentiría si dijera que le desagrada ser el centro de atención de Raiden.

Le gustaba verla bailar a su alrededor, su cuerpo se movía con fluidez.

Todo en Raiden era tan especial y que estuviera tan interesada en él, era más que halagador. Akira sabía los hechos; Raiden es una chica hermosa que está genuinamente interesada en él… Y él era un adolescente hormonal.

Aunque no quisiera.

Era prácticamente imposible no sentirse atraído por ella.

Cosa que no le agradaba, por qué no podía permitirse sentir esas cosas.

Las chicas solo podían distraerlo de sus estudios y dejaba de ser un genio pasaría de ser el bastardo del hijo de oro de su familia a el bastardo inútil.

— ¿En serio vas a leer en una fiesta? ¿Saliste de un fanfic de BTS…? — Le cuestiona Raiden incrédula. Ella se balancea sobre las tejas del techo y se sienta a mi lado, el edificio era grande y estábamos peligrosamente alto.

El asiático ignora la presencia de la semidiosa y mantiene sus ojos en las páginas del pequeño libro. Según la hija de Zeus, el libro había sido hecho por una de sus hermanas. La letra era prácticamente perfecta, le sorprendió que fuera escrita por una persona con dislexia. Incluso las ilustraciones de los monstruos eran fabulosos.

Y todas las páginas tenía pie de página. El libro parecía estar hecho para personas detallista como él.

— Akira.— Raiden le da un empujón con su hombro —Sé un adolescente mientras puedas, cuando te lleve al Campamento Mestizo todo cambiará.— La albina le arrebata el libro de las manos— Y mientras más leas sobre eso, más llamarás la atención de los monstruos.— Lo regaña, molesta.

Raiden había estado intentando evitar que investigará sobre la Mitología de Grecia y los mitos más populares.

Entre ellos «los Doce trabajos» hechos por el semidiós Heracles.

— Muchos de los monstruos clásicos provienen de la mitología Griega ¿Lo sabías?— Siempre que intento hablar de eso, Raiden intenta detenerme.—Es muy interesante. — Le quitó el libro y le señaló con el dedo índice la página que estuve leyendo.—Aquí están los vampiros, licántropos. Es una locura la cantidad de folklore que tiene ese país, quien diría que se volvería un lugar ultraconservador. — Bufa con incredulidad —Es una pena. Ellos inventaron a los homosexuales.

Raiden pone los ojos en blanco, me quita el pequeño libro y se lo mete dentro de la camisa. En sus pechos.

Por qué sabe exactamente que él no se atrevería a quitárselo de allí.

— Annabeth y tú suenan igual que un audio libro.— Bufa la albina —Sé que se llevarán bien— Se acuesta en las tejas— Te encantarán tus hermanos, son igual de sabiondos que tú.

Akira resopla y abraza sus rodillas.

No tenía buenas experiencias con sus familiares. No le interesaba conocer a más hermanos que podrían odiarlo.

— Eso quisiera creer.— Murmura.

—No seas pesimista.— Insiste Raiden.

Akira mira de reojo a la albina y sus ojos se clavan en la daga atada a su muslo por una funda y correa negra de cuero; A Akira Le gustaría detallar cada una de las joyas y grabados en la daga, quizás investigar de donde es que venía cada una, pero su mente estaba más ocupada en lo cremosa, suave y pálida que se veía su piel.

— ¿Por qué no sabes usar una espada? Vi que tienes una.—Akira aparta la mirada y agrega— Dónde la conseguiste por cierto.— Pregunta.

— La saqué de un sueño, si es que eso tiene sentido.— Responde Raiden—No soy buena con la espada, simplemente no lo tengo, pero puedo apuñalar…— Exclama tan misteriosa como siempre y agrega con burla—Pero eso es algo que viene en mi sangre venezolana.

Akira exhala con fuerza para apartar el flequillo que cubre sus ojos.

— No es tan difícil.— Asegura.

Raiden pone los ojos en blanco.

— Lo siento señor talentoso.— Bufa.

— ¿Cómo es que tienes contacto con el rey del inframundo?— Pregunta.

— Solo le di una ofrenda y lo llamé, entonces respondió.— Dice Raiden restándole importancia —Además, su único hijo y yo tenemos historia.

—¿Así? ¿Cómo es el hijo de Hades? ¿Es malvado?— Akira aprovecha para preguntar, pues Raiden parecía un poco borracha y estaba dispuesta a responder sus cuestionamientos.

— Es buena persona, pero ya no estamos en buenos términos.— Dice con voz suave, arrastrando palabras.

— ¿Qué no deberían odiarse?— Le cuestiona Akira, confuso.

— Creo que sí.— Admite Raiden y se acomoda en el techo —Es complicado.

Akira siente un pinchazo en el pecho.

— Hablas como si fuera tu exnovio.— Murmura el asiático receloso.

— Akira, estás siendo muy preguntón.—Bufa Raiden.—Quien te viera, en la excursión tuve que salvarte el trasero.— Dice al quitarse los lentes oscuros.

Las mejillas de Akira se pusieron rojas y su respiración se agita; Vergonzoso.

— ¡Claro que no! ¡Solo me congelé! ¡Fue mi primera vez enfrentado a un monstruo! — De excusa Akira.

Raiden se sienta nuevamente y en lugar de detenerse, decide meter el dedo en la herida. La albina sonríe igual que el gato de Alicia en el país de las maravillas, maliciosa, y se inclina hacia el rostro de asiático, fijando sus ojos azules en los grises metálicos.

— Tuve que dejar de comer para ir a rescatarte— Se burla—Akira, ¿Estás llorando?— Le cuestiona haciendo un puchero con sus labios, burlona.

Akira apretó los dientes.

— ¡Yo no lloro! ¡Y tampoco lo hice esa vez!— Balbuceó el asiático.

Sí lloro, pero poquito. No es su culpa, había un hombre gigante de un solo ojo persiguiéndolo con un mazo.

— Solo estoy jugando contigo.— Se burla y le da un suave empujón.

Aun así, Akira había notado a Raiden extraña las últimas semanas. Se veía apagada, distraída, y podría jurar que la atrapó hablando sola varias veces.

— ¿Qué te pasa?— Pregunta, serio.

— No lo sé.—Baja la mirada —Estoy preocupada.— Se resigna a admitir.

— ¿Por qué?— Le cuestionó.

— Llevo tres meses aquí y aún no he encontrado nada.— Explica.— Y sabes que aprecio tu compañía, pero…

—Bueno, sospechas de dónde se esconde la hidra no te faltan.— Bufo y ella gruñe— Eso no es lo único que te preocupa ¿Verdad?— Indagó.

Ella vuelve a acostarse sobre las duras tejas del techo luciendo miserable.

Se cubre los ojos con ambas manos, no dice nada y se toma unos minutos para pensar antes de hablar.

Se quita las manos de los ojos y se digna a mirar al hijo de Atenea.

— Hace tres meses y dos semanas que no tengo mi período.— Admire.

A Akira se le sube el muerto.

— ¿Huh? A-ah…—Akira Literalmente pareció olvidar como respirar. Estaba teniendo una pequeña crisis—¿Estás? ¿Estás embarazada?— Le cuestiona.

Raiden alza una ceja y mira como Akira hiperventila en silencio. Se le pusieron las mejillas, nariz y orejas rojas. Tenía los ojos muy abiertos y parecía que iba a ponerse a llorar.

— No.— Aclara confusa y empieza a reírse —Quita esa cara de susto— Se burla la albina y le da un empujoncito en la mejilla para que se calme— Y si lo estuviera, no serías el padre.

Eso no tranquiliza a Akira, quien a pesar de que solo había tomado la mano de la hija de Zeus en un par de ocasiones se sentía responsable.

— N-No entiendo nada.— Balbucea.

— Algunas personas engañan a sus mascotas para llevarlas al veterinario y castrarlas.— Trata de explicar con una metáfora—Creo que me hicieron algo parecido. Me falta algo, no sé qué es, pero siento que me robaron.

Akira parpadea varias veces.

Recuerda la historia que Raiden le contó sobre su primera misión.

— ¿Dices que una diosa te castró?— Le cuestiona confundido.

Raiden hace una mueca.

— Suena estúpido cuando lo dices de esa forma.— Murmura molesta.

— No es tan loco—Extrañamente el castaño oscuro está de acuerdo con Raiden —Estuve investigando sobre la mitología griega… Y diosas vengativas jugando con la fertilidad de mujeres que odian— Los ojos Azules claros de Raiden se tornan aún más oscuros y tormentosos —No es nada nuevo.

— ¿Por qué me harían eso?— Pregunta al aire. No esperaba una respuesta de Akira, era más bien un cuestionamiento internó.— No…

— Heracles tuvo hijos y diferentes esposas durante todo el trascurso de los Doce trabajos por qué… Le tomo doce años completarlos.— Murmura esto último — Quizás, alguna diosa quiere evitar que hagas lo mismo.— Dice evitando mencionar a Hera.

Raiden se frotó el rostro con las manos y negó con la cabeza.

— ¿Quieres un abrazo?— Pregunta Akira con un tono cauteloso.

Raiden asiente con la cabeza y ambos se funden en un abrazo.

— ¿Y unos besos también?— Susurra la albina con tono sugestivo.

Akira la empuja y se va, quejándose.

Bueno, eso pensó Raiden que haría por qué siempre que se le insinúa se va haciendo un escándalo. Es chistoso para ella, le encantan las personas así de tímidas y vergonzosas. Pero no lo hizo, está vez se acercó y presiono sus labios contra los suyos, y se apartó.

Fue rápido. Uno de esos besos infantiles en dónde solo rozan sus labios y se apartan rápidamente.

Raiden lo miro sorprendida.

— ¿Y eso qué fue?— Pregunta.

Akira la mira con el rostro sonrojado, exaltado y escandalizado.

— ¡Tú me lo pediste! — Chillo y se levantó de golpe — ¡Ya me voy!

Y se fue quejándose.

Nico di Angelo Pov.

En cuanto llegamos a la frontera se alzó un campamento de guerra.

Todo estaba tranquilo, hubo ataques por parte de monstruos, pero fueron rápidamente neutralizados. Cuando el sol empezó a ocultarse en el horizonte llegó una paloma mensajera, note que cierta agitación en el ambiente, y poco después el capitán del ejército nos llamó para iniciar una reunión.

Entramos a la tienda donde se realiza el consejo de guerra había soldados mortales y semidioses de alto rango.

Note que mis compañeros y amigos con los que había crecido estaban allí.

Me alegro verlos. No nos veíamos tanto como en el pasado desde que empecé a cuidar a la princesa.

Por desgracia nos asignaron grupos diferentes, por lo que tampoco nos reunimos en durante el trayecto a la frontera. Verlos aquí era bueno.

Me puse de pie al lado del rubio, hermano de la princesa, y lo saludé haciendo un gesto con mi cabeza en señal de reconocimiento. Él sonrió al verme, pero el indiscreto del hijo del Poseidón se estiró y agitó mi cabello.

Todos se reunieron frente a la mesa donde había un mapa de Grecia.

— El rey ha muerto.— Nos informó el capitán y hubo un jadeo colectivo de incredulidad. Al instante, sentí que mi sangre se congelaba en mis venas.

Si el Rey estaba muerto. Alyssa debía estar muy triste y sola. Debo volver.

Antes de que alguien alrededor de la mesa pudiera articular palabra, el capitán continuo informando.

—La princesa contraerá nupcias con el general Basil al amanecer.— Dice y mi garganta se cierra al instante.—Eso es todo, soldados — Informa el mortal dejando a todos aturdidos y confusos por lo dicho —Cuando el matrimonio se consume, volveremos al castillo.

— ¿Qué?— Jadeo incrédulo.

El hombre de guerra me mira con rudeza. Debe tener unos 10 años más que yo, seguro estuvo en el campo de batalla mientras yo aún aprendía a caminar. Aun así, no me importa.

Ser grosero es inherente de los mestizos como yo.

— Creo que fui lo bastante claro soldado.— Respondió con firmeza.

— La princesa no tenía ningún compromiso, yo lo sabría.—Objete exaltado —El rey nunca eligió entre los pretendientes. Y el general Basil ni siquiera estaba en la lista— Aprieto los dientes — Es 20 años mayor que ella y es viudo.— Agrego incrédulo.

— La princesa no puede reinar. Es una mujer. Ahora una mujer soltera y sin padre que la respalde.—Afirma el capitán. Todos los hombres alrededor de la mesa que crecieron sabiendo y esperando que Alyssa trajera una era dorada se quedaron callados.— Eso es todo. El consejo decidió casarla bajo su criterio.— Le explicó con firmeza.

Nikolai apretó la mandíbula.

— ¿Y ella lo aceptó?

El capitán lo miro inquisitivo.

— Eso es irrelevante, soldado.— Asegura con obviedad y coloca su mano sobre el mapa en la mesa.— Acamparemos en la frontera— Señala el lugar— Para evitar posibles ataques atraídos por el cambio de poder.

Las palabras se quedaron ahogadas por el grito de dolor que salió de la garganta del capitán. Retuerzo la hoja de mi daga clavada en su mano.

— Los traidores como Tú.— Gruñó entre dientes sintiendo como la ira me consume mirándolo directamente a los ojos que estaban llenos de dolor.

— ¡Nikolai! ¡Alto!— Grito Perseo segundo, pero su voz no llego a mis oídos y Jason se quedó paralizado.

— ¡Deben morir!— Siento que mi garganta se desgarra cuando grito aquella promesa de muerte.

Para todos aquellos que se atrevan a traicionar a la hija de Zeus.

Arranco la daga clavada en la mano del capitán y rebanó su cuello de un solo movimiento, el mortal se lleva las manos al cuello y se tropieza, cae y se ahoga con su propia sangre.

Otros soldados mucho mayores y más experimentados retrocedieron.

— ¿Qué estás haciendo?— Balbuceó Jason mirando mi rostro salpicado con la sangre de mi superior

— Marcharán al castillo que ha sido tomado de forma desleal.— Ordeno con la voz apretada y ronca—Dónde se mantiene cautiva a su LEGÍTIMA Reina. Si no lo hacen.— Desenfundo mi espada y los señaló —Haré que los muertos se coman su carné para sus mujeres solo obtengan sus huesos.

Me llevé el pegaso de Perseo para llegar más rápido al palacio y Jason recobro la compostura para llevar al ejército devuelta al castillo. Incluso yendo a toda velocidad, llegué tarde.

Para cuando irrumpí en la habitación del antiguo Rey ya estaba hecho.

Siempre pensé que Alyssa era una niña avispada y audaz, pero nunca violenta. Así que fue una sorpresa encontrarla a los pies de la cama.

Aún vestida como la novia más hermosa que hubiera visto. Bañada en sangre, temblando, con una daga entre sus delicadas manos. Y al gran general Basil, tirado en la cama siendo solo un frío cadáver sangrante.

Si hubiera llegado antes, igualmente hubiera tomado su vida. Siempre me castigaría por no hacerlo, por dejar que ella se manchara las manos.

Por un momento supe que esto nunca terminaría. Nunca la dejarían reinar.

Quise escapar con ella, pero Alyssa no quería escapar. Lo sabía.

Ella había nacido para gobernar y ser adorada, eso no se puede negar.

Mis manos están manchadas de sangre. Había tomado tantas vidas que ya no podía contarlas. Trabaje día a día en este castillo, la mayoría de los soldados que mate son ajenos a mí.

Pertenecen a otras casas, no a la corona. No siento remordimiento.

Elimino los obstáculos hasta el salón dejando un camino carmesí para que la reina pase sobre el hasta llenar al lugar donde se celebran las nupcias y coronación de un nuevo Rey y Reina.

Dejo que Apolo y Alyssa entraran.

Me encargué de cerrar las enormes puertas y bloquearlas para que los soldados que aún pululaban en el castillo no pudieran intervenir.

Alyssa lanzó la cabeza de su marido sobre la mesa del consejo del Rey.

Y en un parpadeo, todos esos hombres, bailarinas y sirvientes estaban ordenados en filas frente a la pequeña de cabellos plateados y rostro manchado por la sangre.

Apolo estaba allí luciendo incómodo y particularmente asustado por qué su cabeza fuera la siguiente en rodar.

Realmente casi lo mato cuando lo encontré comiendo y bebiendo en la lujosa habitación a la que había sido confinado para asegurarse de que el dios caído no tratara de intervenir, y parecía muy tranquilo mientras su señora era casada a la fuerza.

Sé qué le dije «Maldito zángano»

Así que no puso resistencia cuando Alyssa le pidió que la coronara como reina. Lo hizo con gusto y miedo.

— ¡Larga vida a la Reina Alyssa!— Apolo proyecto su voz por todo el salón, sonando como un juramento.

— Soy Alyssa Stormborn, hija de Zeus y legítima Heredera del difunto Rey.— La voz de Alyssa era fuerte y clara, ya no se parecía esa jovencita petulante a la que estuve cuidando por años.—Se cometieron errores después de la muerte de mi tío, seré benevolente. A todos aquellos que conspiraron contra mí y mi reclamó.— La furia atravesó sus ojos azules tormentosos—Les daré la oportunidad de servirme. Solo deben arrodillarse frente a mí.

La mayoría se arrodilló de inmediato, pero algunos hombres no lo hicieron.

— Esto es un error. Y no importa cuánto nos amenaces. — Espeto un anciano —Una mujer. Una niña no puede reinar sobre Grecia.— Miro con soberbia a la niña autoproclamada —Vas a llenarnos a la extinción.

— ¿Eso creé mi señor?— Pregunto Alyssa con inocencia y cortesía.

La joven de cabellos blancos como la plata y pestañas blanquecinas dirige sus ojos al costado y me mira.

Eso es todo. Una mirada.

Y sé lo que quiere.

Hago un viaje de sombras y mi cuerpo estalla en oscuridad justo cuando mi espada se materializa y corta el cuello del viejo general y político. Su cabeza cercenada rueda por las baldosas de mármol y escucho a su esposa gritar.

El resto de hombres que habían permanecido de pie se arrodillaron.

— Me parece que no el señor de Constantino del Sur, no tenía sus ideas claras.— Dice Alyssa mientras juguetea con los anillos de sus dedos llenos de sangre seca.— Es una pena.

El silencio es solo llenando por los llantos de las mujeres que perdieron a sus maridos en la masacre.

— Ahora, mis señores.— Llama su atención dulcemente y estos se ponen de pie.—Serán acompañados por mi guardia a la muralla para que retiren a sus ejércitos de las puertas de MI castillo.— Les explica sonriente.

Alyssa hace un gesto con su mano llamándome. Aparezco a su costado y ella se inclina hacia mí y susurra;

— Quiero que mates a los hombres que permanecieron de pie.— Pide.— Y claves sus cabezas fuera del castillo en lanzas como advertencia.— Gruñe.

Hago una reverencia.

— Como desee, mi Reina.

Lo último que veo antes de despertar es como apuñalo por la espalda a los señores de la guerra después de que les pudieran a sus ejércitos retirarse.

Un grito ahogado se escapa de lo más profundo de mi garganta. Mi cuerpo pareció recibir un choque electrónico que me hizo saltar en la cama, estaba bañado en sudor frío, agitado

Me sentía desorientado, mi cuarto daba vueltas y de pronto no sabía dónde estaba. Tenía un nudo atado alrededor de mi garganta me hace sentir asfixiado. Me faltaba el aire.

Trate de levantarme de la cama, pero mi cuerpo no reaccionó, solo rodó por las sabanas y cayó de golpe al suelo sacándome un quejido ahogado.

Me senté en el suelo y miro por encima de la cama. Mareado.

Will dormía profundamente abrazado a una almohada, aparentemente no había escuchado mi pequeña crisis.

Tardo unos minutos, pero me levanto finalmente del suelo y me dirijo a la cocina para tomar un baso de agua.

Me detengo de golpe cuando paso por la puerta que da al balcón al notar en el rabillo del ojo una figura conocida. Mi respiración se agita, y mi corazón se contrae en mi pecho. Me giró y veo la figura de una mujer asomada en mi balcón. No siento miedo. La falda de su vestido es ondeada por el viento al igual que su cabello plateado. Sus ojos se encuentran con los míos y sonríe.

— ¿Raiden…?— Se escapa de mi garganta apenas audible.

Doy un paso hacia ella.

— ¿Nico?— Me llama una voz adormilada. Me giró y Will está parado en la puerta de nuestra habitación.— ¿Con quién hablas?

Vuelvo a girarme al balcón, pero la figura ha desaparecido.

— Olvidaste cerrar la puerta del balcón.— Murmuro y él asiente con la cabeza con los ojos cerrados.— Solo salí para cerrarla…— Miento.

— Bueno, hazlo y vuelve a la cama.— Balbucea y regresa a la cama.

Narrador Pov.

— Akira, no seas mal vibroso.— Raiden lo abrazo por detrás y trato de mirarlo a la cara— Ya no me ignores ¿Por qué estás molesto?— Pregunto.

Akira permaneció inexpresivo, con los ojos fijos en la pared. Había estado ignorándola y eso la molestaba.

— Ya sabes por qué.— Bramo.

—¿Qué no quieres estudiar? ¿Ir a la universidad? — Le cuestiona Raiden con preocupación, intentando dar a entender su punto de vista. Ansiosa— Si vienes conmigo sería como firmar tu sentencia de muerte.— Afirma.

— Si no quieres que esté contigo no tienes que poner esa estúpida excusa, yo correré el riesgo que quiera.— Dice con firmeza y un rostro frío, evitando mirarla por qué eso lo ablandaría y ya no podría oponerse a la idea de ir al campamento mestizo.— No me trates como si fuera un niño, maldición.

— Akira, quiero que estés seguro. Eres mi amigo.— Raiden lo abraza aún más fuerte, apoyándose en su espalda.

El castaño de ojos grises se apartó de Raiden y tomo espacio. Suspiro y se giró para estar frente a frente.

Raiden miro el rostro serio y solemne de Akira bañado de pecas.

— No puedes protegerme de mis propias decisiones. — Desde que lo conoció Raiden veía a Akira como un niño adorable, pero hoy se veía como un hombre. Más decidido y seguro.— Quiero estar contigo. A Heracles se le permitió contar con compañeros, será lo mismo contigo si son justos. — Dio un paso hacia mí.— Quiero estar a tu lado… Sin importar lo que pase o que tan peligroso sea.— Afirma el joven.

La albina lo mira perplejo y abre la boca intentando articular palabras.

— Nos… Nos acabamos de conocer.— Balbucea la plateada.— Apenas hace dos meses— Completa, pero su voz se queda atrapada en su garganta justo cuando Akira apoya ambas manos en sus mejillas —No puedes decidir eso en tan poco tiempo.— Tartamudea.

Raiden fijo su mirada en los ojos de Akira y coincidió en que los orbes de color grises son preciosos. Metálicos y fríos, pero perfectamente hermosos.

— Sé que piensas que soy estúpido y joven, y seguramente has vivido cosas muy jodidas que te hicieron madurar más rápido.— Explica rápidamente, y Raiden se concentra en la sensación de su dedo pulgar haciendo círculos en la piel de su mejilla.— Todos esos días felices y... Los frustrantes que he pasado contigo. —Sus ojos me buscan de nuevo.—Se siente como si viviera por primera vez. Por fin siento que encontré mi lugar en el mundo.

Raiden intentaba racionalizar las palabras de Akira, quiera pensar que las hormonas adolescentes lo estaban volviendo loco y todo lo que decía era la calentura hablando. Aun así, estaba llorando como estúpida con corazón de pollo, ¿Dónde quedó la Rockstar?

Y estaba allí.

Había estado sola toda su vida.

Tener a alguien con el que no compartía ningún lazo «Elegir» estar con ella por voluntad propia.

Se sentía bien.

Ellos tenían una conexión. Quizás por ser mestizos, pero la tenían.

El castaño oscuro abraza a la albina y trata de consolarla mientras llora.

Sí, Raiden tenía corazón de pollo.

Además, abrazar a Akira era genial. Se sentía tan reconfortante que podría estar de esa forma todo el día.

— ¿En serio vas a pausar tu vida indefinidamente?— Le cuestiona Raiden, incrédula de su decisión.

— Hasta que termines los 12 trabajos.— Asegura —Después arrastraré tu culo a la universidad — Bufa.

Ambos se ríen llorosos.

— A Heracles le tomo doce años.

— Tendré que ver tu cara fea por doce años entonces.— Bromea.

— ¡Aun lado tortolitos!— Grito uno de los alumnos, una lagartija verde paso corriendo entre nuestros pies. Akira y yo nos separamos, y el chico paso por en medio tras el reptil.— ¡Vuelve a tu jaula Paco! ¡Correr no te ayudará!

Ambos, el animal y el chico se dirigían hacia el comedor. Cómo todos. Era la hora de comer, de todos modos.

— Esa iguana es tan odiosa…— Murmuro Raiden, aún recelosa por qué el animal la mordió una vez.

— Vamos — Akira tomo la mano de la albina y la jala hacia el comedor — Te invitaré uno de esos batidos de Oreo que te gustan— Ofreció, amable.

Akira no era amable con la hija de Zeus, casi siempre busca pelea por cualquier pequeña cosa. Siempre estaba a la defensiva con ella.

Así que está nueva amabilidad hacía que Raiden alzará una ceja.

— Algo me dice que quieres mi trasero para otra cosa.— Se burla de forma maliciosa— Además de llevarlo a la universidad.— Ronronea alzando ambas cejas de forma sugestiva.

Lo alcanza y le da un suave empujón con el hombro haciéndolo reír.

En esta ocasión Akira no lo negó.

Ambos semidioses tomaron cada uno bandejas de plástico y se pusieron en la fila para pedir mientras charlan de temas casuales. Actuando como niños.

— Oye, ¿Eso fue una confesión de amor?— Le cuestiona Raiden.— ¿Me amas? ¿Estás enamorado? No, no me digas ¿Soy tu primer amor? — Dice con un tono adorable y dulce.

Akira suspira y pone los ojos en blanco con las mejillas sonrojadas mientras la albina se ríe bajito en tono malicioso. El hijo de Atenea realmente intentaba no discutir, pero Raiden realmente lo ponía a prueba con sus comentarios.

— Juguemos a ver quién puede guardar silencio más tiempo.— Pide haciendo que Raiden se suelte una carcajada por su extraña petición.

Las risas de Raiden fueron cortadas por el grito que atravesó el comedor y volvió el ambiente tenso. Una chica de rostro bañado en miedo y pavor paso corriendo dentro campo de visión y literalmente lanzo por la puerta del comedor. Entonces todo estalló.

Al instante los gritos llenaron los oídos de los semidioses igual que un coro de iglesia proyectándose por el enorme comedor del internado.

Los alumnos salieron corriendo en estampida hacia las grandes puertas del comedor que se bloquearon para impedir su escape. Aun así, todos se reunieron para golpear la puerta.

Llorando. Gritando. Insultando.

Un rugido se superpuso a los gritos. Sonaba como las películas de Jurassic Park en la vida real. Allí estaba lo que Raiden vino a buscar; La Hidra.

Era grande y parecida a un lagarto, con nueve cabezas y cuellos largos. Tenía muchas filas de dientes muy afilados, manos con garras, una cola larga y escupía ácido. Lo sé, por qué una de las cabezas derritió una mesa por diversión. Raiden quiso tomar su daga atada en su muslo, pero no podía moverse. Estaba paralizada del miedo.

La Hidra era mucho más grande que lamía y era totalmente monstruosa, no había nada de humanidad.

No hablaba. No como la lamía.

Solo gruñía y rugía mientras examinaba el lugar buscando el delicioso aroma a semidiós.

— Dijiste que los humanos normales no pueden verlos.— Balbuceó Akira.

— No pueden.— Susurro Raiden.

—En los antiguos relatos se dice que los monstruos que Heracles asesino podían arrasar pueblos enteros.— Dijo Akira rápidamente, exaltado.

— No todo lo que dicen es verdad.— Trato de decir Raiden.

Un alumno que estaba escondido debajo de una mesa aprovecho que la Hidra se había girado para salir de su escondite. El chico se arrastró por el suelo desesperado y se levantó dando traspiés, solo dio unos cuantos pasos cuando la cola de la hidra lo golpeó igual que un látigo hecho de metal.

La sangre salpicó el rostro de Raiden y Akira, junto a la mayor parte del techo y suelo. Los gritos se volvieron llanto y los golpes en la puerta más fuertes.

Lo partió a la mitad. Un mortal.

La Hidra podía matar mortales.

— Mierda.— Gimoteo Raiden con la voz temblorosa, se estiró y tomo la mano de Akira para arrastrarlo con ella a la cocina en la parte trasera.

La albina cerró la puerta de metal del enorme congelador, aún allí adentro se escuchaban los gritos ahogados de los alumnos. Se quitó la mochila y la dejo en el suelo, se arrodilló y la abrió para empezar a sacar todo de forma desesperada. Una armadura, Yelmo, algunos cuadernos, lápices, hilo de nailon y una enorme aguja curva.

— Esto… Esto no debería ser así, es muy grande— Balbucea Akira. Entro en pánico— ¡No, no hice los cálculos correctos! ¡Dioses! ¡Raiden, no tienes la fuerza suficiente! — Grito exaltado.

— Tenemos un plan.— Raiden toma la armadura y la empuja contra el pecho de Akira.—Hay que apegarnos a él. — Exclama.—Ponte la armadura.

Akira niega con la cabeza.

— No, tienes que usarla tú.— Intenta devolver la armadura, pero Raiden no daba su brazo a torcer. La chica le dio una mirada furiosa y firme.

— Haz lo que te pido.— Suplicó —Si algo sale mal, solo vete. — Akira toma la armadura y empieza a ponérsela.—Yo me encargaré.— Le asegura.

Akira se puso el Yelmo.

— No me digas eso.— Siseo.

— Promételo Akira— Pidió y le recordó los hechos —Soy yo quien debe matar a la Hidra. No tú.

El hijo de Atenea revoloteó sus pestañas y apretó la mandíbula.

— Lo prometo.— Susurro Akira con preocupación y la miro con el ceño fruncido— No hagas nada estúpido.— Le suplico el chico con disgusto.

Raiden envolvió la gruesa cuerda alrededor de su hombro y preparo su daga para cortar las cabezas. Ellos ya habían planeado como derrotar a la Hidra, Akira le había suplicado que lo dejará participar y la albina cedió un tiempo después. El plan era simple.

Raiden se encargaría de lanzar las cabezas de la Hidra con la cuerda mantenerlas alejadas de Akira. Él cosería la herida en cuanto Raiden cortara la cabeza para evitar que se regenere y multiplique. Era un plan que sonaba bastante sencillo.

En teoría. Habría daños mínimos.

Raiden sonrió.

— No hagas nada que yo no haría.

Cuando los semidioses salieron presenciaron como la Hidra se tragaba entera a una chica.

Decir que estaban asustados eran un eufemismo. Estaban aterrados.

El monstruo los estaba buscando, pero se entretenía torturando a los alumnos que no lograron salir.

Raiden lleno sus pulmones de aire y frunció los labios para soltar todo el aire contenido de sus pulmones en un fuerte silbido para llamar su atención.

La enorme lagartija giró todas sus nueve cabezas hacia los semidioses, luego giró todo su cuerpo y sus patas la encaminaron a toda velocidad en su dirección. Akira fue a la derecha y Raiden se fue a la izquierda.

La albina se elevó en el aire y voló alrededor de la Hidra quien dirigió ocho de sus cabezas hacia ella para abrir y cerrar la boca, gruñendo y siseando como una serpiente.

La cabeza restante estaba fija en Akira abrió sus fauces para soltar una lluvia ácida, el pelinegro alzó su escudo y se cubrió de la sustancia que derritió las lozas a sus pies. Raiden bajo en picada y rebanó la cabeza con su espada, se impulsó con el suelo y rodeó el cuello de la Hidra con las sogas para tirar de ellas en la dirección contraría. Akira se apresuró a tomar la aguja e hilo y empezó a coser la herida abierta.

El enorme monstruo empezó a sacudirse y gruñir. Akira tuvo que subirse sobre la Hidra para poder hacer el nudo final e hizo una seña con la mano para indicarle a Raiden que la primera cabeza cayó.

Siguieron la misma técnica con las otras cuatro cabezas. El ánimo de ambos cambio drásticamente.

Akira alzó la mano y la bajo para hacer el último punto en la herida abierta de la quinta cabeza, ambos celebraron y gritaron de júbilo.

La Hidra rugió y una llamarada de fuego se dirigió hacia la hija de Zeus. La cuerda se rompió. Raiden grito tan fuerte que un rayo cayó justo afuera del comedor haciendo que el vidrio de las ventanas vibrara y estallara.

Algunos alumnos aprovecharon para escapar del comedor, asustados.

Empezó a llover con fuerza.

Raiden cayó al suelo de golpe, llorando y temblando. Sus manos estaban al rojo vivo, sangrando.

Literalmente se había quedado sin huellas dactilares. Desaparecieron.

Pero no solo eso, Akira noto que tenía quemaduras en los brazos y piernas.

— ¡Raiden…! — Grito Akira, salió corriendo en su dirección, pero la Hidra aprovecho para lanzar una lluvia ácida sobre él. Y está vez el escudo no fue capaz de protegerlo.

El asiático tuvo que soltar lo que quedaba del escudo y quitarse lo más rápido posible la armadura que ardía y se pegaba a su piel. Raiden se puso de pie y corrió en su dirección, pero la Hidra la golpeó con tanta fuerza con su cola que empujó su cuerpo hasta las ventanas y la saco del comedor.

La hija de Zeus cayó sobre el césped del patio, retorciéndose en el suelo en búsqueda de oxígeno, pues el golpe le había sacado el aire de los pulmones.

Akira pensó que ese sería su fin, pero la Hidra perdió interés en él e intento buscar una salida para perseguir a la hija de Zeus, eso alarmo al semidiós. Tomo una silla y golpeó el lomo de la criatura, pero está lo ignoro mientras sacaba una de sus cabezas restantes por la ventana para olfatear el aire.

— ¡Hey! ¡Maldita cosa fea! ¡Mira me ha mi! — Grito el hijo de Atenea.

Tomo un cuchillo de mantequilla que encontró en el suelo e intento clavarlo en la cola, pero obviamente esto no penetró la piel dura de la Hidra.

Aunque si llamo la atención del monstruo quien utilizo el mismo método que con Raiden, y le dio un golpe con su cola enorme y o mando directo a la cocina. Choco contra la pared y cayó al suelo, adolorido.

Akira abrió los ojos y vio los cilindros de gas que tenía el internado. Luego sintió una punzada de dolor y bajo la mirada a su abdomen. Un pedazo de vidrio se había clavado en su carne. Estaba acostado en un charco de su propia sangre con motas doradas.

Raiden no podía levantarse. La lluvia se volvió una tormenta a medida que su furia y dolor incrementaba. Vio la cabeza de la Hidra intentar salir de la ventana y grito con tanta fuerza que sintió que se le quemaba la garganta.

Un rayo estalló contra la cabeza de la Hidra haciéndola retroceder y gruñir de dolor, sacudiéndose y chillando.

— ¡Akira! — Grito Raiden tratando de ponerse de pie, pero solo se tropezaba y caía cada vez que lo intentaba.

Una sonrisa cruzó los labios de Akira.

— ¡Oye…! ¡Maldita iguana! — Dijo sin aliento, adolorido. Sosteniendo con su mano su estómago — Aún estoy vivo.

La Hidra se sacudió y rugió. Una de las cuatro cabezas abrió sus fauces y lanzo una llamarada de fuego hacia el hijo no reconocido de la diosa Atenea.

Raiden logra ponerse de pie, gimiendo por el dolor. Al instante fue empujada por una fuerza invisible, cayendo un par de metros lejos del edificio.

Todo quedó en silencio.

Sentía un zumbido en sus oídos.

Era como haberse quedado sorda. Se sentó en el césped, la lluvia caí sobre su cuerpo y traía alivio y dolor a sus quemaduras. Su cabeza dolía. Se giró tratando de volver en sí misma.

Estaba tan aturdida que no podía recordar dónde se encontraba.

Entonces lo vio.

Sus ojos se encontraron con el edificio siendo consumido por las llamas.

Un lamento tembloroso salió de lo más profundo de su garganta y sus ojos se llenaron de lágrimas.

Poco a poco empezó a escuchar los gritos y la lluvia a su alrededor.

Percibió la luz azulada venir desde por encima de su cabeza y al alzar la cara encontró con el número «2» que se proyectaba como un logro. Había completado el segundo trabajo.

La Hidra murió.

— ¡Akira…! — Sollozo la albina.

Hola chicas y chicos.

Carajo ಥ⁠‿⁠ಥ soy un monstruo. No pensé que les caería tan bien Akira, pero quiero que sepan que ellos no tenían futuro. Literalmente lo cree para morir, así que no había forma de que pudiera integrarlo a la historia.

Raiden ya tuvo suficiente desarrollo de personaje, pero aún le falta y por parte de Nico, el esta bien delulu en Inglaterra viendo alucinaciones de su novia de una vida pasado.

Por cierto, Akira se sacrificó solo por qué sabía que no había forma de salvarse. El vidrio que se clavo en su estómago corto la aorta abdominal y se estaba desangrando.

Memes del capítulo;

Akira bebé bonito ༎ຶ⁠‿⁠༎ຶ

Bye bye.

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