Capitulo 13.

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Akira.
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Nico di Angelo Pov.

— Ella sobrevivió, realmente…— La voz de Jason al otro lado de la línea se cortó. Tomo aire y puedo imaginarlo conteniéndose para no llorar—Estoy tan aliviado de que esté viva.— Dice.

Mire los edificios de aspecto mucho más tradicional por la ventana.

Había llamado religiosamente cada día a la misma hora para obtener información sobre la misión.

Todos dos días. Por cuatro semanas.

— Te dije que lo lograría.— Tuve que sentarme para no caer al piso por el alivio que me embargo.— Lo sabía…

Raiden había cumplido con la misión que se le encomendó. Estaba viva.

Había pasado cuatro putas semanas sin poder comer o dormir por qué tenía un nudo en mi garganta.

— Llegó ayer luciendo como toda una heroína, pero no sé quedó.— Exclama con voz orgullosa y triste— Dice… Ella dice que tiene asuntos que atender.— Sueno desalentador y apagado.

Mi pecho se aprieta. Me levanto de la silla y empiezo a caminar en círculos por todo el departamento lanzando todo tipo de preguntas y chillidos.

— ¿Cómo estaba ella? ¿Por qué no se quedó contigo?—Le cuestionó con voz alterada sin lograr ocultar mi estado.

Creo que le hice veinte preguntas en menos de un segundo. Para cuando termine, Jason permanecía callado.

— …— Lo escuché balbucear algo y dar un suspiro —Nico, no creo que sea apropiado— Dice con incomodidad —Que preguntes tanto por ella. Creí que te habías ido para iniciar de nuevo— Murmura—Confórmate con saber que está viva y a salvo.— Me suplica.

Me quedo sin palabras. Una parte de mí quiere gritarle por restringirme la información y la otra le agradece.

— Claro.— Balbuceó y mi voz se corta por un segundo —Claro, claro.— digo echando mi cabello hacia atrás.

— Lo siento, amigo.— Dice del otro lado de la línea, apenado.

— No, tú tienes… — Percibo el aura de Will acercándose a la puerta —Tienes razón.—Admito finalmente. La puerta traquetea y se abre con un rechinido. Veo de reojo, reflejo del cabello rubio de Will de reojo—Te hablo más tarde, suerte con tu examen.— Cuelgo antes de que Jason pueda despedirse y miro a mi novio con una sonrisa— Hola tú — Tanteó nervioso—¿Cómo te fue?

Bajo el teléfono y centro mi atención en el mientras se quita el abrigo.

— Bien.—Responde alegre— ¿Está bien Jason? ¿Está cuidando bien de la Señorita O'Leary?— Pregunta.

Asiento con la cabeza.

— Sí, todo está bien.— Confirmo.

— Genial— Me palmea los hombros sin dejar de mirarme—Hoy saldremos con mis amigos al barrio rojo, es una locura, te encantará. — Asegura —Y vas a agradarles de seguro, les hablé mucho de ti.— Dice el rubio con voz llena de emoción. Sonrió apenas.

— Claro.


Raiden Isabel Castillo Pov.

Podía sentir como miles de ojos me observaban esperando que cometiera un solo error, pero no me importa.

No voy a doblegarme.

No dejaré que me afecte.

Si debo estar sola lo soportaré.

Mientras caminaba por aquellas calles, por aquel lugar al que nunca iba a pertenecer del todo, sintiendo todas esas miradas sobre mí. Podía cómo la gente salía de sus tiendas solo para ver mi recorrido al senado.

Me sentía pequeña.

Desprotegida.

Y sobre todo sola.

En ese momento no era la chica que había acabado con la lamia, era la niña que le temía a todo y no era capaz de defenderse por sí misma.

Aun así no baje la cabeza, no me deje intimidar por las miradas y subí mi mentón con orgullo. Está era yo. No era el mejor estereotipo de romana, y sin dudas no tenía la reputación de mi hermano mayor; Pero era yo, Raiden Isabel Castillo, la chica de domo a un venti y regreso al campamento Júpiter en una sola pieza, sin necesidad de tener un grupo que la respalde.

Estaba sola, pero eso estaba bien.

Siempre fue mejor estar sola que bajar la cabeza.

Mientras tiraba de las riendas del pegaso hecho de pura tormenta mi vestido blanco se arrastraba por el suelo. Tenía un clásico estilo griego, solo qué modernizado. La falda era larga y tenía un costado corto que dejaba al descubierto mis piernas.

El vestido se ataba a mi cuello y a mis hombros, con un escote en forma de corazón discreto, daba la ilusión de estar unido a la falda por ganchos o clips metálicos hechos de plata.

¿De dónde lo saqué?

Bueno, una diosa me lo regaló con la intención de que hiciera una «Gran entrada» para su programa.

No sé a qué se refería, pero le estaba agradecida con ella, por qué se me había agotado el dinero y mi ropa estaba hecha jirones, tan sucia que ninguna lavada la recompondría.

Cuando me detuve frente al dios terminó allí estaban Hazel, Frank y Jason esperándome; Vistiendo togas, luciendo muy agitados y frenéticos.

Como si se hubieran cambiado para la ceremonia contra tiempo.

—¡Pero si es la hija de Júpiter!— Exclama el dios terminó, quien solo era la cabeza de una estatua.—Si es que quieres entrar a la ciudad, debes dejar tus armas aquí, y por lo que veo traes muchas en una sola.— Dijo, pero ni siquiera voltee a mirarlo.

— No quiero entrar.—Aseguré sin quitar mi mirada de los ojos dorados de Hazel, de reojo podía ver cómo los legionarios y gente de la ciudad se acercaban a la frontera, curiosa.

Frank dio un paso al frente al ver que su novia no reaccionaba, se aclaró la garganta y pregunto en voz alta;

— Centurión, has regresado de tu búsqueda ¿Cumpliste con la misión?

No respondí, me volví hacia el caballo que relinchaban inquieto por el peso que tenía que arrastrar en la carreta, lo tranquilice y levanté el cerrojo de la pequeña puerta, al instante el enorme cuerpo de la mujer serpiente cayó al suelo mientras se removía, escuché a algunos gritar, jadear, otros soltar juramentos y exclamaciones.

Tome la pelota envuelta por una tela blanca de la carreta y me gire para volver frente a los pretores.

Cuando pase por delante del caballo, o mejor dicho, venti, y le hice una seña para que supiera que ya era libre.

El espíritu del viento, relincho y se dispersó en el aire, escapando de su forma corpórea; Algo que envidiaba.

— Aquí está la cabeza de la Lamía.

Descubrí la sábana, dejando ver una cabeza cercenada en mi mano, sin ojos en sus cuencas, llena de escamas y una fila de dientes afilados; Quizás aún mantenía rasgos de mujer, pero sus feroces características reptilianas resaltaban aún más. Era horrible.

— El cuerpo debe quemarse, así que pensé en traerlo aquí y hacer toda la ceremonia.— Expliqué mientras cubría de nuevo la cabeza.

— Raiden…— Me llamo la voz de mi hermano, mirándome con pena.

Hasta ahora me había esforzado por no verle directamente, nos miramos por unos segundos, pero terminé por apartar la mirada sin decir nada.

Había tanta preocupación en su rostro, tristeza por nuestra discusión, pero sobre todo alivio de verme. No podía verlo, sentía que el pecho se me hundía con solo dar un vistazo a sus ojos azules tan parecidos a los míos.

Me era tan inquietante, cómo a Jason debía sentirse conmigo. Después de todo debía recordarle a la hermana que no podía tener; Thalia Grace.

—¡Miembros de la duodécima legión fulminante! ¡Ciudadanos de la nueva Roma!— Grito el hijo de Marte a todo pulmón, llamando la atención de todo aquel que estuviera en un radio de un kilómetro. Aunque se le veía un poco nervioso (tímido) por hablar tan alto y luego me señaló.— La hija de Júpiter completo su misión en solitario con gran éxito, de acuerdo a la tradición se celebrará un banquete en su honor y quemaremos al monstruo con los ritos adecuados.— Exclamó Frank.

Todos los legionarios y ciudadanos se alzaron en víctores, aplausos, gritos y un montón de halagos hacia mí.

Fue todo un evento el quemar los restos de la lamia y cuando se hizo un aura brillante se proyectó encima de mi cabeza en forma de un «1» como si hubiera subido de nivel; Igual que un videojuego de la vieja escuela.

Cuándo pasamos al comedor para degustar el banquete, Jason me hizo sentarme en la mesa de los pretores; Durante el jaleo habitual del comedor, mucho más cuando se trataba de una celebración, se alzó una especie de… «Holograma o mensaje de iris»era tan grande que parecía querer asegurarse de que todo allí lo vieran. El video en sí estaba muy bien editado, creo que mi cara tenía filtro y casi parecía una película, proyectando mi pelea contra la lamia, incluso me hizo ver más heroica de lo que realmente fui.

El video empezaba justo cuando llegue a central park.

Me sorprendió saber que alguien estuvo por allí grabando. Raro.

Cuando se terminó otra ronda de aplausos comenzó, y si antes era el centro de atención, ahora debía ser el jodido sol con un montón de planetas girando a mi alrededor. Mierda.

Bueno, al menos así no tuve que contarle a Jason lo que pasó.

Me dio la oportunidad de comer tranquila, cosa que realmente estaba esperando por qué no había comido demasiado durante mi misión, que se alargó más de lo esperado. Casi cuatro semanas comiendo frutas y semillas.

Tengo una opinión renovada de las ninfas, me dieron comida y lugares para dormir, son asustadizas, pero en su mayoría son buenas chicas.

Los demás centuriones me miraban con cierto fastidio y celos, frente a mí estaba sentada Alisson. Pobre chica.

No se veía para nada feliz, enterraba agresivamente su tenedor en su ensalada como si esta hubiera cometido un terrible crimen.

Mastique mi comida con una sonrisa maliciosa en mis labios, ella me miró con los ojos llenos de rabia, me dio bastante satisfacción verla ahogarse de celos y solo hizo que mi expresión se tornará más altanera. Al final no lo soporto, se puso de pie haciendo un escándalo y se fue dando traspiés.

Solo eso hizo que sobrevivir valiera totalmente la pena. En realidad me sentía bastante bien, mucho mejor de lo que me había sentido desde que llegué a los Estados Unidos.

Para cuando cayó la noche decidí irme de la celebración en silencio.

— ¿A dónde vas?— Pregunta una voz llena de confusión y tristeza.

Exhaló profundamente.

Me giró sobre mis talones y mis ojos se conectan con los de Jason. Él está con sus amigos, todos están aquí.

— No pensaba quedarme en este lugar.—Murmuro apenada.

— Pero este es tu hogar.— Exclama mi hermano con voz exaltada.

— ¡Este no es mi hogar!— Intento mantener la calma —Tengo, asuntos que atender… La misión que se me encomendó no ha terminado.

Annabeth deja de abrazarse a sí misma y se acerca a mí. La noche es fría, y lleva una chaqueta gruesa.

— Raiden, quizás no te gusta este lugar y lo entiendo.— La rubia me toma por los hombros y me empuja levemente para alejarnos del grupo—Pero es seguro— Susurra por lo bajo—Un hijo prohibido, no puede darse el lujo de vivir con los mortales. Estarás en peligro constante.— Me advierte.

Ella apenas me conoce, pero luce preocupada. En realidad todos ellos lucen preocupados por mí.

Miro de reojo a Jason.

— Sé que puede sonar ilógico para ti, pero…—Digo— Es mi decisión.

Annabeth me suelta y suspira.

— Raiden.— Jason se acerca— Lo siento mucho… No quería lastimarte, eres mi hermana. — Asegura —Sé que falle intentando protegerte, pero no quiero perderte también.— Súplica.

Lo miro con pesar.

— Eres mi hermano.— Coincido con Jason finalmente.—Pero no puedo… estar aquí ahora mismo, necesito mi propio espacio. Necesito tiempo lejos de ti. — Bajo la mirada, culpable —De todo lo que me hace daño.— Admito.

— ¿A dónde irás?— Pregunta Piper preocupada— No tienes dinero, ni un lugar donde quedarte.— Señala.

Esa es una preocupación válida.

Ni siquiera yo sé qué haré.

— Estaré bien.— Les aseguró y luego miro a Jason—Te llamaré cuando— Hago una pequeña pausa— Consiga un lugar seguro.— Le prometo.

Pequeñas corrientes de aire caliente y frías se arremolinan alrededor de mis pies y me elevan por los aires. Quizás vuelva en una semana o un mes.

Quizás nunca.

Cuando el aire helado de la noche choca contra mi rostro, por primera vez me siento verdaderamente libre.

Narrador Pov.

La vida no es color de rosa, al menos para Akira, resultaba insulsa y teñida por un tono azul. Él era un mestizo.

Más específicamente japoamericano, su padre era hijo de inmigrantes, era persona brillante que decidió luchar por el país en el que había nacido y no del que venían sus padres, era coronel de las fuerzas aéreas. Cómo buen hijo de inmigrantes asiáticos querían que estudiara medicina. Aunque les gusta presumir de su alto puesto. Su padre era un tipo muy importante, pero… Su madre biológica era otra historia.

Ella era americana por lo que sabía. Y eso es lo único que sabía sobre ella.

Y en las cenas familiares siempre era motivo de vergüenza para su padre el tener un hijo bastardo con una mujer blanca. Él era un paria. No era blanco, pero tampoco japonés.

Su padre, era un tipo rudo y casi no convivían. Al menos Akira supone que le avergüenza haber tenido un hijo fuera del matrimonio. Él era una mancha en la reputación de un hombre tan recto. Nada más.

Quizás por eso lo envío a internados toda su vida y solo lo veía un par de veces durante las vacaciones.

Apenas tiene recuerdos de él durante la infancia, sus abuelos lo criaron los primeros años y ellos no eran buenos. Son gente muy mayor, y hay una cosa en japonesa. Es un poco racista. Ellos no consideran, bueno, que la gente de otras razas no son humanos.

Y bueno, a los mestizos que son parte japonés como él los llaman: «Mitad» por qué solo son mitad humanos.

Así que tuvo que oír a sus abuelos llamarlo así durante toda su infancia hasta que lo enviaron a un internado para vivir allí. Aun así, es demasiado asiático para los blancos, y demasiado blanco para sus pares asiáticos.

Nunca se sintió incluido.

Nunca sintió que tuviera un hogar.

Hasta que esa chica llegó al internado a mitad del último semestre.

Ella se presentó como «Raiden Isabel Castillo» y Akira juro que nunca había conocido a alguien tan brillante.

Le daba vergüenza aceptar que cuando la vio la primera vez sintió que el corazón le iba a estallar.

Nunca. En toda su vida había sentido atracción instantánea al ver a alguien. Lo que llaman vulgarmente como «flechazo o amor a primera vista»

Ni siquiera podía hablarle sin tartamudear y eso le enojaba.

Sentía una fuerza magnética que lo obligaba a orbitar a su alrededor. Ella era como el sol, y el uno de los tontos planetas que giran a su alrededor.

Él pensó que una chica tan linda no podía ser buena. Estaba seguro de que era una malcriada o mala persona.

Por lo que sabía esa chica disfrutaba pateando perros.

Luego la conoció. Y se dio cuenta de que esa cara perfecta era la fachada de una chica muy extraña. Raiden no era cruel, ni mala, tampoco pateaba perros en sus ratos libres. Solo estaba completamente desquiciada y loca.

El día que se conocieron lo llevo al patio, en una zona muy poco visitada por los demás alumnos, ella quería mostrarle que podía «volar» y luego paso los siguientes veinte minutos intentando elevarse en el cielo.

Así que estuvo todo ese tiempo viéndola maldecir en español porque su cuerpo no funcionaba.

Fue un poco patético. Y triste.

Aun así, parecía que nadie en el internado era capas de verlo.

Nadie la molestaba.

Es decir, casi la veneraban.

Todos la veían como esa preciosa chica exótica que viene de un país tercermundista y ganó una beca.

Pero Akira lo sabía, sabía que Raiden estaba mentalmente dañada.

— ¿Qué es esto?— Pregunta la fémina con un marcado acento.

No pronuncia mal las palabras, pero se nota que no era su primer idioma.

La albina de los azules como el cielo presiona su rostro contra el cristal del acuario. Observando atentamente con curiosidad a la pequeña lagartija que descansaba sobre un trozo de madera, el hábitat estaba hecha especialmente para su especie, tierra, calefacción y un suministro inagotable de bichos.

Vamos, esa lagartija viví mejor que la mayoría de la población neoyorkina.

—Es solo Paco. — Bufa Akira de forma despectiva, metiendo ambas manos en los bolsillos de su chaqueta.

— Pues Paco irá a dormir con los peces— Dice Raiden entre dientes, amenazante.— Mira lo cómodo que está.— Ella golpea el cristal con sus dedos.— ¡Carajo! ¡Estoy segura de que esconde algo!— Chilla la albina.

— ¡Deja a Paco en paz! ¡Loca!— Grito Akira, tomando la mano de Raiden y tirando de ella hacia la salida.

— ¡Te digo que es el monstruo que busco!— Exclamó la albina.

Akira rodeo los ojos.

— ¡No lo es! ¡Hace una semana dijiste que era el señor de la limpieza! ¡Luego chica con extensiones! ¡Hace dos días el profesor de educación física!— Dijo Akira entre gritos susurrados.— Eres como medio rarita ¿No? Hazte ver con un psicólogo.— Susurra por lo bajo.

— ¿Por qué aún no me crees? — Raiden hace un berrinche y pisotea como una niña pequeña.— ¡Ya te dije que soy hija de Zeus! ¡Tu madre es una diosa! ¡Eres un semidiós!

— ¿Estás loca?— Susurra, Akira. Cubre la boca de Raiden con su mano.— Deja de gritar esas tonterías en el pasillo, la gente ya cree que estamos saliendo y eso es lo suficientemente malo.— Sisea Akira con recelo.

Raiden entorna los ojos y estos destellan con brillo. Lame la mano que cubre su boca y Akira chilla.

— Tú y yo somos iguales.— Exclama la albina de rasgos delicados — Cuando encuentre lo que estoy buscando juro que te llevaré al campamento Mestizo.
Debemos apoyarnos mutuamente.— Akira la mira extrañado, siempre que le da ese discurso siente añoranza y miedo en ambas partes.— ¿Bien?

Akira hace una mueca de asco.

— ¿Estás drogada?

Un grupo de chicos pasaron babeando por Raiden. Akira rodeo los ojos. Son todo sonrisas y saludos, sabe de buena fuente que hicieron una apuesta para ver quién podía besarla primero.

Se lo había dicho a Raiden, pero ella no le dio importancia alguna.

Akira ignora ese despliegue de estupidez y abrió su casillero.

Saco su cuaderno de álgebra y cerro la pequeña puerta. Raiden estaba allí.

Tiene una bonita sonrisa.

— Akira Matsumoto es un bonito nombre.— Tararea la albina— ¿Son todos los japoneses tan cerrados?

— No eres mi tipo, ¿Okey?— Bufo—Me gustan altas, con buen trasero… Como Megan Thee Stallion.

Raiden parpadea varias veces.

— Por los dioses.— Se carcajea.—Piensas que estoy loca y aun así quieres besarme tanto.

Akira siente que el corazón se detiene en su pecho y sus mejillas arden. Odia no poder controlar sus emociones. Lo hacía antes de que ella se apareciera.

Raiden tenía la extraña habilidad de ponerlo de los nervios.

Siempre fue lógico, pero había hecho cosas que nunca se atrevió a hacer en toda su vida en solo dos semanas.

— Cállate.— Sisea, se da la vuelta y camina a paso rápido tratando de alejarse de la chica extranjera.

— ¿A dónde crees que vas?—Raiden lo toma del brazo y lo hace girar —Irás a clases de esgrima.— Le asegura.

Akira suspira profundamente.

Este es el tipo de cosas que nunca haría. No hasta Raiden.

— ¿Cómo me convenciste de hacer algo como eso?— Le cuestiona.

— Por qué te agrado. Obviamente.— La albina abraza al chico por el brazo y camina a su lado a paso alegre.

— ¿De dónde saliste Raiden? Te apareces aquí a final de semestre y todos actúan como si te conocieran de toda la vida.— Exhala, Akira, confuso—Me está volviendo loco.— Acepta.

— Ya te dije que soy hija de Zeus.— Responde la chica con simpleza.

— ¿Y según tú quién es mi divina madre? ¿Huh? — Le cuestiona.

— Tienes unos bonitos ojos grises, ¿Has visto alguna vez un asiático con ojos claros? — Pregunta Raiden—Te pareces a tu madre, solo la vi por unos minutos, pero era muy bonita y por lo que escuché es tan inteligente como tú.— Tantea con voz encantadora.

Y aunque Akira quisiera creer que es mentira. Cómo todo lo que dice.

Algo dentro de él está convencido de que Raiden solo dice la verdad.

— Atenea, diosa de la sabiduría y la guerra estratégica.— Exclama—Y un montón de otras cosas, no creas que no vi esos bonitos gorros que tejes.

Las mejillas del chico se sonrojan.

— Yo no «tejo» es crochet y no es raro.— Asegura con voz firmé.

— Eres adorable.— Sisea Raiden.

La hija de Zeus supo que se trataba de un mestizo en cuanto lo vio. Fue más como un presentimiento o sensación de que cercanía instantánea. Quiso ir y hablarle de inmediato. También le resultó lindo, tenía el cabello marrón oscuro y los ojos plateados; Tiene esa aura petulante y sabionda que poseen todos los hijos a de Atenea. Y pecas.

Akira tiene el rostro bañado de pecas, es un chico muy lindo.

Y bueno a Raiden le gustan las caras bonitas y ojos grises de aspecto sabio. También la posibilidad de escuchar un dato histórico innecesario.

— Aún no te creo.— Afirma Akira.

— Me creerás eventualmente.— Le asegura la de cabellos plateados.

Los pasos de Raiden son ligeros, casi imperceptibles para Akira.

— Cuéntame más de ese campamento mestizo.— Murmura el castaño.

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— ¡Shhhh...!— Escuchan un siseo afuera, seguido de un golpe en el cristal de la ventana — ¡Akira!— Susurro una voz femenina.

El compañero de cuatro del hijo de Atenea fue el primero en levantarse, se sentó en la cama confundido y encendió la lámpara de noche.

Se escuchó el sonido de una piedra golpeando contra el cristal.

Ambos adolescentes se miraron mutuamente en silencio y luego literalmente se lanzaron hacia la ventana. Akira apartó las cortinas inmediatamente, y ambos chicos se asomaron por el cristal, curiosos.

Allí estaba la albina haciéndole señas desde el primer piso, vistiendo ropa deportiva. Akira abrió la ventana y susurro un agresivo; ¿Estás loca?

— ¡Acompáñame al cementerio! ¡Te conseguiré un buen maestro! — Pidió la chica de cabellos plateados.

Akira hizo una mueca.

— Son las dos de la mañana, estás loca.— Susurro el asiático.

— ¡No seas cobarde!—Chillo.

Akira bufó y cerro la ventana.

Michael García, el compañero de cuatro de Akira volvió a abrir la puerta y pidió a Raiden esperar.

— ¿Estás loco?— Le cuestionó.

Akira se acostó en su cama y se cubrió con las mantas, amargado.

— Es tarde. Voy a dormir.

Michael le quitó las sábanas.

— ¿Eres gay, Akira?

— ¿Qué? ¡No!

— Pues lo pareces.— Bufa— Por qué una chica hermosa te está pidiendo que la acompañes a un lugar oscuro y solitario — Exclama el chico — ¿Qué importa si está loca? — Le cuestiona con obviedad —Si una chica bonita te pide que la acompañes. Vas y lo haces. Y si pide que te acuestes con ella sobre una puta tumba, lo haces.— Exclamó.

— Estás dañado.

— Vas a morir virgen.

Akira se levantó de la cama.

— ¿Qué pasa si esa loca quiere utilizarme como sacrificio en un ritual?— Le cuestiona el asiático.

Michael parpadea varias veces.

— ¡No me importa una mierda! ¡Estoy tan jodidamente celoso de ti!

Otra piedra fue lanzada por la ventana, pero como estaba abierta golpeó el rostro de Akira.

— ¡Mierda!— Se quejó.

Akira se aproximó hacia la ventana para lanzarle un libro a Raiden a la cabeza, pero se sorprendió de muerte al no verla debajo de su ventana.

— ¿Raiden?

— No tenemos toda la noche, Akira.— Recuerda la voz femenina de Raiden.

Akira alzó el rostro. Allí estaba la albina de ojos azules, de cabeza con las manos aferradas fuertemente a la parte superior de la ventana. Estaba suspendida en el aire, era como si la gravedad desapareció y el propio cielo la estuviera absorbiendo. Dioses.

Estaban en el segundo piso, no había forma lógica de que pudiera volar.

— Vamos, no tengo toda la noche
— Se quejó Raiden, susurrante.

No había punto de apoyo. En el aire.

El asiático retrocedió torpemente y se tropezó con la patineta de Michael, su compañero de cuatro. Cayó al suelo de espaldas y todo se volvió negro.


Holaaa chicas y chicos.

Lamento informales que no veremos mucho de Nico y Raiden en los próximos dos capítulos. Considerando que el está en europa y ella en algún lugar de estados unidos jugando a ser estudiante, es difícil.

No desesperen gente. Pondré fragmentos de su vida anterior para sustituir la falta de amorcito.

Meme del capítulo;


Bye Bye.

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