Capítulo 25

Era agradable escapar de la realidad que se vivía diariamente. Tal vez por eso, esos dos hombres se permitieron relajarse y, por momentos, olvidarse del mundo exterior. Durante el resto de la noche, en medio de minutos y horas que se deslizaban sin control, Taehyung no volvió a escuchar la palabra de seguridad de Jungkook, tampoco pronunció la suya; no cuando sus manos empezaron a deslizarse con más descuido y sus labios se desviaron hacia algo más lujurioso y desesperado. La única palabra que resonaba era su propio nombre, susurrado, gemido y jadeado, en su piel, en su cabello, en el aire cargado de electricidad que los envolvía. Cada vez que lo escuchaba, era como un disparo que hacía que su corazón se agitara.

Su cabeza daba vueltas.

Ansiaba más.

— Jungkook... — Taehyung necesitó toda su voluntad para separarse del beso, incluso cuando sus pulmones clamaban por aire. Pero fue el calor embriagador, el que prometía aún más, lo que finalmente lo impulsó a hacerlo. Quiso hablar, pero para ello tuvo que contener su trémula voz.— ¿Puedo...?

No era el primer encuentro entre ellos donde la pasión se desbordaba, donde sus pieles se acariciaban y sus respiraciones se descontrolaban. Sin embargo, parecía serlo, se sentía como una primera vez aun cuando no lo era.

— Sí. — Todavía de pie, Jungkook envolvió sus tobillos alrededor de los muslos de Taehyung, acercándolo más. — Sí. Por favor.

Aceptando la cercanía, Kim afianzó sus manos en la estrecha cintura contraria. Sin necesidad de un mandato, el cuerpo de Jungkook se relajó para permitirle agarrarlo entre sus manos y trasladarse a la cama.

Serpenteando, las manos del peligrís fueron acariciando cada trozo de tela y también la piel que debajo de la misma se ocultaba. Así, lentamente, le fue dando paso a la desnudez de aquel hombre que se sentaba tras un buró a analizar a las personas. No muy diferente de su propia profesión, pero no dejaba de ser fascinante para quien una vez fue detective la manera en la cual Jungkook llevaba a cabo su trabajo.

Si pudiera hacerse un autoanálisis en ese instante, ¿qué opinaría Jeon de lo que ambos estaban haciendo? Era una respuesta consciente a todos sus traumas que colindaban cuando se hacían compañía o, por el contrario, era algo que simplemente se liberaba sin control alguno. No lo sabía, pero poco le importaba a decir verdad, no cuando los anhelantes labios de Jungkook se afianzaban en su cuello y succionaban con fuerza.

— Tus dedos están demasiado secos para prepararme. — Musitó Jungkook en su oído, buscando a ciegas una de sus manos. En silencio las entrelazó y luego las llevó a su propia boca. — Aquí, permíteme ayudarte.

No respondió, Taehyung simplemente quedó anonadado ante la vista de sus largos dedos perdiéndose entre los labios ajenos. Lo observó abrir su boca y sacar su lengua para embadurnarlos de saliva, degustándolos hasta llevarlos un poco más profundo, provocando arcadas que le facilitaron la tarea.

— Mejor... — Fue todo lo que dijo cuando su mano alrededor de la muñeca de Taehyung se afianzó antes de guiarlo a ese lugar perdido entre sus piernas. — Comienza con dos.

El peligris se limitó a asentir una vez más, hipnotizado con la impudencia que emanaba del contrario. Jungkook siempre era directo con sus palabras, pero su mirada, tal cual la suya, callaba muchas cosas que no quería analizar en ese instante. Lo único claro que tenía y no podía ocultar era el deseo impetuoso que destellaba en sus pupilas.

Hizo caso, introdujo dos dedos en el interior de Jungkook, viéndolo fruncir su ceño antes de sonreírle y lanzarse por un beso que fue correspondido. Lentamente, trabajó en su interior, expendiendo sus paredes, dilatando con cuidado hasta que el cuerpo bajo él comenzó a moverse lentamente. Ese fue su aviso, incursionó un tercer dedo mientras buscaba profundidad.

— ¡Maldita sea! — Exclamó Jungkook cuando su próstata fue rozada.

Hubo un intento por incorporarse, mas este fue totalmente frustrado por la mano de Taehyung que se apoyó en su pecho para mantenerlo en su lugar. El movimiento de su brazo incrementó y con este los gemidos del pelinegro.

— Ah, Taehyung... — Gimió abiertamente, moviendo sus caderas al compás de la mano contraria, buscando sentir más, mucho más.

El nombrado apenas se separó algunos centímetros para controlar el semblante de Jungkook, uno muy diferente al que normalmente mostraba porque estaba deshecho entre jadeos. Su cabello negro caía sobre su frente brillante por el sudor, su boca entre abierta, su ceño fruncido y sus ojos cerrados mientras Taehyung acariciaba su próstata una y otra vez. Taehyung también tenía su boca abierta aunque por momentos la cerraba, dejando que sus dientes mordieran su labio inferior con fuerza para acallar los jadeos que querían escapar de su boca únicamente por la imagen frente a él.

Retiró sus dedos con tal lentitud que llamó la atención del doctor que comenzó a elevar sus párpados con parsimonia. Quería quejarse por el vacío que estaban dejando en su interior, mas toda protesta desapareció cuando las manos del detective separaron sus muslos, llevando su rostro hacia aquella entrada que se cerraba sobre la nada en un claro pedido de clemencia. Desde ahí abajo, con su mirada fija en los orbes de Jungkook, sacó su lengua.

Oh, esa podría ser su propia muerte anunciada, Jungkook lo sabía, pero aun así no huyó. Le mantuvo la mirada hasta que su humedad chocó con su piel y él se sintió desfallecer. Cada lamida, cada succión o leve mordida, todo orillaba al pelinegro a masturbarse para estallar de una vez porque no soportaba más ese martirio. Jamás creyó que entregarse en un modo tan vulnerable a alguien lo hiciera sentir tan bien. No le importaba ceder su poder, ahí, con Taehyung, no tenía nada que mantener o proteger, no tenía que luchar por nada más que no fuese su supervivencia a esa boca mortal.

— Me gusta eso que está haciendo con tu lengua... — Musitó exhalando el aire acumulado en su pecho por su boca abierta. Es que la forma en la cual Taehyung había endurecido su lengua para penetrarlo con la misma era deliciosa. Era una penetración muy diferente a la que sentía con sus dedos, esta no era áspera o dura, era sensible, húmeda y cálida. Fue como un bálsamo para calmar un dolor casi inexistente. Entonces, chupó... Taehyung chupó tan fuerte en ese lugar que la simple idea de imaginar cómo se sentía en esos labios y lo mucho que lo disfrutaba él, lo llevó a tocarse una vez más. Sin embargo, esta vez su mano fue detenida. — No hagas esto...

— ¿No lo hago? — Taehyung se detuvo, pero Jungkook tiró de él con fuerza para besarlo obscena y locamente. — Kook.

— Entra en mí de una vez.

Sin separarse demasiado de su cuerpo, el peligrís llevó a ciegas su mano hasta su propio miembro, alineándolo contra la entrada de Jungkook. Simplemente lo presentó, pero los ojos contrarios se cerraron con fuerza. Con una mano, Taehyung lo acariciaba por las caderas mientras la otra iba a su propia boca para llenarla de saliva y embadurnar su pene. Fue una acción que volvió a repetir, volviendo a penetrar a Jungkook fugazmente con sus dedos, como si los estuviese usando de brújula para que le guiase el camino a su erección.

Una vez más, Taehyung presionó su punta contra la entrada, logrando pasar esa primera barrera con éxito. No obstante, tras dos centímetros adentro, obtuvo más resistencia. Detuvo todo movimiento, permitiéndole ir adaptándose a sabiendas de que la lubricación con la saliva era muy escasa. Tenía que estarle doliendo, mucho, pero la erección de Jungkook seguía intacta, por lo que el detective no pudo evitar pensar que el contrario estaba disfrutando de esa dosis de dolor. Esto lo instó a adentrarse un poco más, centímetro a centímetro hasta que entró en su totalidad.

No volvió a detenerse, sus caderas comenzaron a impulsarse en un vaivén silencioso hasta que los ojos de Jungkook volvieron a abrirse. Taehyung casi se asustó cuando el pelinegro se apoyó en uno de sus codos y estiró la otra mano para agarrar sus grises pelos, descendiendo luego hasta su nuca y cuello, afianzándose ahí, apretando muy sutilmente mientras gemían a la par.

— Más... — Fue todo lo que pidió Jungkook y él no pudo negárselo. — Más, Taehyung.

Se movía a su encuentro, podía escuchar el resonar de sus pieles en la habitación y su nombre ser recitado como un mantra. Mantuvo un ritmo constante, al menos hasta que encontró la próstata ajena y vio a Jungkook caer completamente hacia atrás. Ya no tuvo fuerza para sostenerse en uno de sus codos, su espalda se apoyó en la cama y luego se separó mientras se arqueaba sintiendo aquel remolino formarse en su vientre bajo.

Esa noche, reflexionaría más tarde Taehyung para sí mismo, que entre todas las noches compartidas entre ambos, esa fue probablemente la primera vez que hicieron el amor.

Taehyung estaba enamorado de esa imagen única y exclusiva para él. Se inclinó para besar cada parte del cuerpo contrario que pudo tocar, sus manos en las caderas del doctor para mantenerlo en su lugar, embistiendo ya desordenadamente. Liberando de su miseria al pelinegro que le rogaba con la mirada, entrelazó una de sus manos a la del contrario para luego llevarlas a su pene.

— Tócate. — Finalmente, le estaba dando la libertad para entregarse completamente a su creciente clímax y Jungkook no lo desaprovechó. Su mano parecía embrujada, moviéndose hasta que los espasmos de su cuerpo comenzaron a apretarlo alrededor del pene de Taehyung que lentamente dejó pasar su liberación. — Oh, Dios... — Jadeó Taehyung cayendo completamente sobre el cuerpo del menor.

Jungkook rio, sorprendiéndolo, pero esa risa fue como una linda sonata para sus oídos. Quedaron después en silencio, acompañados únicamente por el sonido de sus respiraciones hasta que una vez más, el doctor comenzó una larga sesión de besos con el detective en su interior.

Y más tarde, cuando terminaron, el peligrís se dejó caer suavemente sobre el cuerpo de Jungkook una vez más, rodeando su cabeza con los brazos y acunándola contra su cuello. Allí, disfrutando del calor compartido, con el sonido de la respiración y los latidos del corazón de Jungkook ahogando incluso el crepitar de la chimenea, Taehyung se dio cuenta de que finalmente... Realmente... Se sentía seguro.

— Soy todo tuyo, — susurró Jungkook al oído, mientras empezaba a quedarse dormido. —Mientras me quieras tener. —Taehyung no dijo nada, pero en el beso dejado en el hombro de Jungkook, tal vez quiso responderle. — Para siempre. — Kim lo contempló en silencio.

"Creo que existe el amor, que ese amor es energía."

Fue esa una de las últimas cosas que le dijo aquella mujer antes de desaparecer de su vida. Le habló del amor, pero él era muy chico para comprender el significado detrás de esa frase.

A decir verdad, a pesar de ahora ser todo un adulto, seguía sin poder darle un digno significado, porque jamás había amado a nadie. Al menos no del modo en que se profesaba. No tuvo padres para amar, jamás tuvo una pareja real. Se podría decir que solo amó a esa mujer que se fue de su vida sin saber qué era ese sentimiento. A Kim Seokjin lo quiso mucho, como un amigo, pero tampoco supo demostrar el afecto del mismo modo en el cual el mayor lo hizo.

Namjoon era una figura paterna un poco rara, lo apreciaba, existía cariño, pero nada similar a la palabra amar. Quizás por eso comprendía tan bien a Yoongi, era como un hermano menor que llegó con las alas rotas y que él se encargó de ayudar a sanar con la ayuda de Namjoon. Yoongi era menor, pero a veces parecía el mayor de los dos. Luego estaba Hoseok, quien consideró un amigo al margen de sus dos vidas, su asqueroso pasado y su peligroso trabajo. Fue alguien que le brindaba risas, compañía y alcohol. Jimin, un compañero del rublo con el cual tenía cierta afinidad y a quien casi asesinaron por su causa.

En resumidas cuentas, esas eran las únicas personas que habían pasado por su vida, quienes significaron algo para él. Entonces llegó Jeon Jungkook, alguien que avivaba sus demonios más profundos para ponerlos a la luz del sol. Gracias a él, ahora volvía a acordarse de ella, de su madre. Aún podía oírla en ese instante, el sonido de su voz a través de la bruma del sueño, y el lejano rugido de las olas chocando contra la orilla.

"El amor... No es creado ni destruido."

Sintió los dedos del contrario enredados en su pelo, el calor que le envolvía mientras lo acercaba a su pecho. Era tan reconfortante y tranquilo como los recuerdos positivos de ella, la mujer que le dio la vida. Si lo intentaba, aún podía distinguir los latidos de su corazón: lentos, constantes y tranquilos. El de Jungkook y el de ella se sentían similares. ¿Siempre había sido tan tranquila la vida junto a Jungkook?

"El amor... Simplemente se transforma en otra cosa, y a veces adopta formas que no reconocemos fácilmente."

Por muchas veces que ese recuerdo se repitiera en sus sueños, por muchos otros detalles que se hubieran grabado tan profundamente como para ser recreados a la perfección en su mente, nunca podría recordar del todo aquella noche, cuando ella le estaba diciendo "adiós"... ¿Siquiera supo y estuvo consciente de lo que le decía? ¿Había elegido aquellas palabras sabiendo las décadas de silencio que vendrían después o había sido tan inconsciente como el propio Taehyung, estúpidamente tranquilo y contento entre sus brazos?

¿Había estado triste?

"Mi hermoso Tae... Algún día lo entenderás."

El cambio de la oscuridad a otra oscuridad inmóvil y similar era siempre desconcertante. Kim, quien generalmente se levantaba con el alba a menos que la ginebra o el barbital lo impidieran, rara vez despertaba en mitad de la noche a menos que fuera para escapar de alguna horrible pesadilla. No obstante, el sueño de esa noche no había sido una de esas pesadillas.

La respuesta a qué lo había despertado llegó cuando Taehyung se volteó y encontró su cuerpo buscando calor bajo la gruesa manta de lana que habían extendido sobre el suelo de madera fría de la sala de estar. Jungkook estaba sentado justo fuera de su alcance, añadiendo troncos al fuego. La segunda manta, que habían estado usando para su propósito original, se había enredado alrededor de su cintura, dejando al descubierto las quemaduras en su espalda.

Apenas visibles con la escasa luz, Taehyung se acercó y comenzó a trazarlas distraídamente.

— ¿Te parecen horribles? — Preguntó Jungkook, sintiendo la calidez de la piel contraria sobre la suya una vez más. La mano de Taehyung se detuvo brevemente.

— No, — respondió con calma, retomando sus movimientos.

— No te creo. — Jungkook soltó una risa.

— Puedes creerme o no, pero mis palabras son reales. — Espetó devolviéndole la sonrisa cuando Jungkook lo miró por encima del hombro. — Cada centímetro de ti me parece increíblemente atractivo.

— Adulador, — respondió el pelinegro, rodando los ojos.

— Pero no me gustan, porque desearía que nunca hubieran ocurrido y que no hubieras tenido que sufrir tanto en el pasado.

Jungkook no compartió ninguna respuesta. Se limitó a bajar la cabeza y a ocuparse de la chimenea.

Taehyung se preguntaba si debería disculparse por arruinar el momento, por hacer que el menor se sintiera incómodo. Era obvio que esas quemaduras traían consigo recuerdos dolorosos y Jungkook no quería hablar de ellos. Conocer el resto de la historia, sería en los términos de Jungkook a pesar de que la curiosidad lo estuviese matando.

— ¿Sabes?— comentó Taehyung, — nunca imaginé que fueras el tipo de persona que duerme sobre una manta en el suelo.

Jungkook se encogió de hombros. — Cuando era más joven, mi familia pasó por apuros—, murmuró. — Mis padres se fueron de Corea con muy poco, y no fue fácil reconstruirlo. Vivíamos en una habitación minúscula, en una de las calles más peligrosas del barrio. Nuestros muebles eran cajones de leche, cajas y textiles crudos cortados de la bobina. Pero éramos felices. — Sus palabras tenían un tono melancólico, y Jungkook miraba fijamente las llamas, con una mirada distante en los ojos. —Recuerdo mi infancia como uno de los años más felices de mi vida.

— ¿Por qué lo dices? — Taehyung lo observaba con una sonrisa cariñosa.

— Fue emocionante, ¿sabes? Estar en esta nueva ciudad, llena de promesas y soñadores por igual... era más fácil vivir con la realidad, cuando tenías eso en mente. — Se rio entre dientes. — Y nos las arreglamos para salir adelante. Nunca nos faltó de nada. Mis padres... eran buenos en eso. Hicieron todo lo posible para que nunca sintiéramos el pellizco de la miseria más cruel, aunque ahora en retrospectiva es obvio.

Mis disculpas por el error. Aquí está el texto con los guiones largos como en los formatos de libro en español:

La pregunta de qué lo había despertado se respondió cuando Taehyung se giró y vio que buscaba calor en la gruesa manta de lana extendida sobre la fría madera del suelo del salón. Jungkook estaba sentado, justo fuera de su alcance, añadiendo troncos a la chimenea. La segunda manta, la que habían usado para dormir, se había enredado alrededor de su cintura, dejando al descubierto las quemaduras en su espalda.

Apenas visibles en la penumbra, Taehyung se acercó y comenzó a trazar las marcas con los dedos distraídamente.

—¿Te parecen horribles?— Preguntó Jungkook.

La mano de Taehyung se detuvo brevemente.

—No—, respondió con calma, reanudando sus movimientos.

—No te creo. — Jungkook soltó una risa nerviosa.

—Créeme, o no lo hagas—, dijo Taehyung, sonriendo cuando Jungkook lo miró por encima del hombro. —Cada centímetro de ti me parece increíblemente atractivo.

—Adulador—, respondió el pelinegro, rodando los ojos.

—Pero no me gustan, porque desearía que nunca hubieran ocurrido... Y que no hubieras tenido que sufrir tanto en el pasado.

Jungkook no dijo nada. Se limitó a bajar la cabeza y seguir con lo que hacía.

Taehyung se preguntaba si debía disculparse por arruinar el momento, por hacer que el contrario se sintiera incómodo. Era obvio que esas quemaduras traían recuerdos dolorosos, y el doctor no quería hablar de ellos. Saber la historia completa de su sufrimiento tenía que suceder en los términos de Jungkook.

—Sabes, — comentó, en cambio. —Nunca imaginé que fueras el tipo de persona dispuesta a dormir sobre una manta en el suelo.

Jungkook se encogió de hombros. —Cuando era más joven, mi familia pasó por apuros—, murmuró. —Mis padres se fueron de Corea con muy poco, y no fue fácil reconstruir lo que teníamos. Especialmente durante nuestros primeros días en Lues. Vivíamos en una habitación minúscula, en una de las calles más peligrosas del distrito. Nuestros muebles eran cajones de leche, cajas y textiles crudos cortados de la bobina. Pero éramos felices—. Las palabras de Jungkook salieron en un tono melancólico, y su mirada se perdió en las llamas. —Recuerdo mi infancia como uno de los años más felices de mi vida.

—¿Por qué lo dices?— Taehyung lo observó con una sonrisa cariñosa.

—Fue emocionante, ¿sabes? Estar en esta nueva ciudad, llena de promesas y soñadores por igual... Era más fácil vivir con la realidad, cuando tenías eso en mente—. Jungkook se rió por lo bajo. —Y nos las arreglamos para salir adelante. Nunca nos faltó de nada. Mis padres... eran buenos en eso. Hicieron todo lo posible para que nosotros nunca sintiéramos el pellizco de la miseria, aunque ahora, en retrospectiva, es obvio.

Tuvo que esforzarse para darle sentido a eso, aunque no podía encontrar ninguna razón para que Jungkook dijera algo que no fuera la verdad en ese momento. Era difícil reconciliar la imagen del hombre que conocía -el Doctor. Jeon, el deslumbrante y elegante, que se codeaba con la élite de la ciudad y se gastó veinticinco mil dólares en una casa sin verla- con la imagen más humilde y seria que Jungkook acababa de pintarle.

¿Era por eso que sabía manejar un cuchillo y había aprendido a usarlo como arma mucho antes de coger un bisturí, porque las calles por las que había caminado de niño eran crueles con aquellos que no sabían pelear? ¿Y la mendicidad, la incapacidad de quedarse quieto consigo mismo mientras debía un favor, también habían sido moldeadas de alguna manera por los primeros años de Jungkook en la ciudad?

Taehyung no podía imaginar un conjunto de circunstancias más diferentes a las que Jungkook estaba describiendo de su inicial infancia y la riqueza junto al estatus que parecía disfrutar ahora. Pero había algo en las palabras de Jungkook, cerca del final, que lo molestaba. ¿"Nosotros"?

—¿Hmmm? —Jungkook hizo un ruido vago, distraído.

—Dijiste que tus padres se aseguraron de que «nosotros» nunca sintiéramos el apuro. —Taehyung repitió sus propias palabras. —¿Tienes hermanos?

Kim reconoció el momento exacto en el que el pelinegro se dio cuenta de que había cometido un error. Lo había visto incontables veces antes, la mayoría al otro lado de la mesa en una sala de interrogatorios sofocantes: la forma en que todos los músculos de la cara se congelaban, empezando por la boca que los había traicionado en primer lugar. Pero los ojos de Jungkook en ese momento, brillando con la luz del fuego reflejada y una cantidad significativa de arrepentimiento, aún contaban toda la historia.

—Vaya —dijo, riendo nerviosamente—. De repente, me invade una potente sensación de déjà vu.

Taehyung se dio cuenta de que esta vez la situación había cambiado, pero no dejó que eso lo distrajera. —Sí, ¿no?

— Tuve, — aceptó en un susurro—. Una hermana, tuve una hermana. Ella...

Se quedó en silencio. Taehyung también se dio cuenta de adónde iba esto; no quería presionarlo, Dios no quería orillarlo a hablar, pero era imposible no dar ese salto ahora porque realmente quería y necesitaba saber más el enigmático doctor.

— Hace mucho tiempo. El mismo accidente que se llevó a mis padres también se la llevó a ella.

Tal como lo predijo, su idea no estuvo lejos de la realidad, supuso que Jungkook había perdido a su hermana y comprobarlo, no le dio ningún consuelo.

— Jungkook, lo siento mucho.

El nombrado se abrazó a sí mismo y soltó una risita ahogada. —Solamente lamento que ese fuego no me haya llevado a mí también.

—¿Qué quieres decir?

—La verdad es que se suponía que debía estar con ellos esa noche. Había llegado un trabajo extra: reenvasar unos fideos secos, algo muy sencillo, algo en lo que los niños podríamos haber ayudado. Lo habíamos hecho decenas de veces en el pasado. —Tragó saliva con fuerza—. Pero... Pero hacía frío esa noche y sabía que el almacén iba a estar helado. No quería ir... Hice un escándalo enorme.

Jungkook emitió un sonido que resonó como un sollozo. Taehyung extendió la mano para consolarlo, pero se detuvo cuando vio que Jungkook seguía con los ojos secos. Se dio cuenta demasiado tarde de que el sonido había sido una especie de risa nerviosa.

—Para abreviar, mis padres me dejaron quedarme con un vecino. Mi hermana se fue con ellos, porque uno de nosotros tenía que ser el 'niño bueno', y esa noche... Esa noche le tocó a ella.

Las palabras de Jungkook, más que su contenido, tenían un peso desgarrador. Se sentían vacías, como si aún llevaran consigo el dolor crudo y no sanado. Taehyung lo abrazó con más fuerza, sintiendo cómo su propio pecho se apretaba. Jungkook se dejó abrazar sin resistirse.

No había nada más que hacer. No había nada más que decir.

Taehyung entendía lo profunda que era una pérdida como esa, cómo las heridas abiertas dejaban cicatrices que nunca desaparecían del todo. Sabía que las preguntas y los "y si..." seguían atormentando a quienes sobrevivían. No podía imaginar el dolor que Jungkook había tenido que soportar al perder a tres seres queridos en un solo golpe.

— Fue el incendio del almacén de Baepsae de 1909—, murmuró Taehyung. —¿Verdad?

Jungkook respiró hondo, soltando un suspiro pesado. Ese gesto le dijo a Taehyung todo lo que necesitaba saber.

—Si yo también hubiera sido un 'buen chico' aquella noche... Entonces, al menos, habríamos estado todos juntos—, susurró Jungkook, sin mirarlo.

Taehyung lo abrazó con más fuerza, su corazón apretado por la pena compartida.

Lo había sospechado desde el principio. Se había preguntado sobre la elección de Jungkook de su palabra de seguridad, sobre por qué había decidido usar algo tan doloroso y significativo. A lo largo de sus propias investigaciones, Taehyung había descubierto que el barrio de Baepsae había sido noticia una sola vez en los últimos veinte años.

El día en que los padres y la hermana de Jungkook murieron, él era mayor de lo que Taehyung había sido cuando su madre desapareció de su vida. A los diez años, Jungkook tenía una capacidad mayor para procesar y soportar el dolor con una madurez que un niño de seis años difícilmente podría tener. Además, sus recuerdos y vínculos con las personas que había amado eran significativamente más fuertes. ¿Quién había sufrido más?

Tal vez, ni siquiera tenía sentido hacerse esa pregunta.

—¿Todavía piensas en ellos... hablas con ellos?— Preguntó Taehyung, con cautela.

Jungkook se echó a reír. El cambio en su tono fue tan brusco que el peligrís sintió como si lo hubieran golpeado.

—¿Me estás preguntando si les rezo?— ¿En serio Taehyung le estaba preguntando aquello? —Claro, vamos con eso—, soltó una sonrisa irónica. —Mis padres nunca nos impusieron ninguna religión. Incluso ahora, no estoy del todo seguro de si ellos mismos creían realmente en algo—, espetó dejándose caer hacia atrás, descansando la cabeza sobre el hombro de Taehyung. —Pero... había algunas costumbres que mi madre trajo consigo a través de los océanos: supersticiones, talismanes para protegerse, ese tipo de cosas.

— ¿Amuletos de la buena suerte? — Adivinó Kim.

— Ella tenía la creencia de que nuestras almas pueden volver después de la muerte, si hay algo que nos ate a este mundo con la suficiente fuerza. — Asintió. — Creo que esa idea es reconfortante.

— ¿Cómo así? — Esto se sentía casi como una de sus sesiones de terapia, solo que a la inversa.

—Significa que es posible que el resto de mi familia se haya reencontrado en una nueva vida, en algún lugar.

Taehyung se quedó pensativo. Aunque no era totalmente desconocedor de tales sistemas de creencias –después de todo, había conocido a todo tipo de gente en su trabajo–, nunca les había dedicado tiempo, y mucho menos había considerado la implicación que Jungkook acababa de proponer. Sin embargo, cuanto más lo pensaba, más tentador resultaba. Si era cierto, significaba que tenías infinitas oportunidades de "hacerlo bien".

Infinitas oportunidades de encontrar la felicidad... De encontrar la redención... Era muchísimo más prometedor que la realidad donde ya había desperdiciado su oportunidad hacía mucho tiempo.

—¿Crees que volveremos?— Preguntó pensativo. —¿Cuando acabe esta vida?

— Oh, no lo sé. — Jungkook rio. —Todo son mitos... historias que nos contamos a nosotros mismos al final del día, ¿no?

—¿Ah, sí?— Taehyung apoyó la barbilla en la cabeza de Jungkook. Observó las llamas a través de una cortina de su propio pelo que le había caído delante de la cara. —Las palabras pueden ser cosas poderosas. Si te reconfortan, como dijiste... si pueden traerte paz... entonces no es nada, tienen una importancia y significado.

— ¿Lo querrías?— Jungkook dudó— ¿Si fuera verdad, te gustaría renacer?–

—No me importaría. — Taehyung suspiró. Era todo lo que podía hacer para no enterrar la cara en el pelo de Jungkook y dormir así el resto de la noche. —Espero que en la próxima vida no vuelva a esta ciudad, — bromeó.

Jungkook se acercó para echar una última leña a la chimenea. Luego se echó hacia atrás, pasó un brazo por el de Taehyung y tiró. En cuanto Taehyung volvió a tumbarse, con la espalda apoyada en la manta del suelo, Jungkook se echó sobre él y apoyó la cabeza en su pecho.

Taehyung sintió la atracción del sueño invitándole a volver. Sus dedos jugaron con las suaves hebras del pelo de Jungkook. —¿Crees que volveremos a vernos?— Hubo silencio tras esa pregunta. —¿En esa otra vida?

—Eso espero.— Jungkook se acurrucó contra él, ofreciéndole más calor del que aquella chimenea, la manta que ahora compartían, o mil cigarrillos encendidos podrían ofrecerle jamás. —Eso estaría bien. Me gustaría verte en esta y todas las vidas que puedan existir.

La siguiente vez que Taehyung se despertó, los primeros rayos de sol se filtraban en la habitación, algo que le hacía un poco más de sentido.

Se frotó los brazos al incorporarse, luchando contra un leve escalofrío que le recorrió la espalda. A su lado, Jungkook se las había arreglado para reclamar toda la manta superior para él, y se la había envuelto alrededor del cuerpo tan completamente que lo único que Taehyung podía ver era un mechón de pelo que asomaba por encima de su cabeza.

El peligrís no pudo evitar sonreír al darse cuenta.

Después de ponerse en pie, se dirigió a la cocina, con cuidado de no pisar ninguna de las viejas y ruidosas tablas del suelo que recordaba del primer recorrido que habían hecho por la casa. Yeontan lo saludó con entusiasmo, dándole besos y zarpazos en el pecho, con la cola golpeándole a cien por minuto.

Saltó por la puerta trasera en cuanto Taehyung la abrió, teniendo que apresurarse a coger su abrigo y salir tras el peludo antes de que llegara demasiado lejos. Se contentó con seguirlo a un paso más relajado y lento, observando las huellas que Yeontan dejaba a lo largo de la interminable franja de arena salpicada de nieve.

La casa seguía tranquila cuando regresaron, una media hora más tarde. El cielo se había aclarado un poco más y la luz del día era suficiente para Taehyung mientras revolvía la cocina de arriba abajo, tratando de encontrar algo que cocinar. La previsión de Jungkook del día anterior significaba que al menos tenían medio cartón de huevos en esa casa, traídos desde la nevera de su casa, pero hasta ahí había llegado. Tanto la despensa como el especiero estaban lamentablemente vacíos y la última puerta del armario que probó se abrió para revelar solo una lata medio vacía de café instantáneo.

Taehyung echó en la sartén el arroz frito que había sobrado de la comida para llevar de la noche anterior, lo calentó hasta que quedó crujiente e intentó inventar alguna excusa medio decente para hacer una tortilla. El resultado final no fue un desayuno digno de un rey, y mucho menos del Dr. Jeon. Pero era lo mejor que podía hacer con lo que tenían disponible.

—¿Jungkook?— Taehyung volvió a entrar en el salón, sin molestarse esta vez en no hacer ruido al pisar. Se arrodilló junto al capullo de mantas frente a la chimenea, buscó un hombro y lo sacudió suavemente. —Vamos, levántate y brilla. — El capullo soltó un gemido que se convirtió en gruñido a medias. Se acurrucó más en sí mismo. —No seas así, — musitó, haciendo lo posible por no reírse. —He hecho el desayuno, bueno, lo he intentado. Deberíamos pensar en comprar más comida.

Jungkook se apartó de él, refunfuñando algo que Taehyung no pudo entender. Ni siquiera estaba seguro de que hubiera sido el mismo idioma.

—Bueno, está en la cocina si quieres.

Jungkook tardó unos diez minutos más en llegar a la cocina medio muerto. Su pelo, normalmente inmaculado, sobresalía en al menos tres direcciones distintas, que trataba desesperadamente de controlar con las manos. Su camisa –sobre la que uno de ellos debía de haberse dormido, a juzgar por lo arrugada que estaba– estaba cómicamente mal abrochada.

—Es tan temprano.

—Esa es la idea, — le dijo Taehyung. —Ya sabes cómo va esto, temprano a dormir y a levantarse del mismo modo, temprano. Así tendrás un buen día que aprovechar, todo positivo.

—¿Qué es esto? ¿Tu idea de castigo? ¿He pagado mi deuda con la sociedad? — Taehyung se rio.

—Ahora estás haciendo el tonto.

Jungkook emitió un ruido desesperado y sin palabras que sonó como si se hubiera formado en lo más profundo de su ser. Se frotó los ojos y bostezó.

—¿Cómo puede alguien vivir así? El mundo a las seis de la mañana es impío.

Ni siquiera conseguía mantener los ojos abiertos más de unos segundos seguidos, lo que habría provocado la risa de Taehyung si no fuera tan desarmantemente adorable. Se contuvo el tiempo suficiente para servir café en las tazas de ambos antes de dejar la tetera sobre la encimera y acercar a Jungkook a él. Apartó el pelo de los ojos del pelinegro y dejó que su mano se posara en su mejilla.

— Los teatrillos no te hacen ningún favor cuando estás medio despierto, doctor—, rio entre dientes, y le dio un tierno beso en el párpado. — Vamos, deja la actuación y tu obra de teatro.

De repente, Jungkook se congeló en sus brazos. Esto, y la forma en que su agarre se estrechó alrededor de la cintura de Taehyung con una aguda respiración, le dijo a Taehyung que su truco había funcionado, aunque quizá no de la forma que él pretendía.

—No hagas eso.

—¿Hacer qué?— preguntó Taehyung, apartándose.

— Un beso en el párpado, — susurró Jungkook. — ¿No lo sabes? Se supone que significa 'adiós'.

— Oh. Lo siento mucho... — Taehyung nunca había oído hablar de eso. Se preguntó si sería algo coreano, una de las costumbres que su madre había traído del otro lado del océano y transmitido para que el hombre de cabello azabache la conservara. —No tenía ni idea.

—No pasa nada. — Subió las manos por el pecho de Taehyung y se detuvo sobre sus hombros. Enlazó los pulgares en los tirantes que el contrario había dejado al descubierto. —Además, hay tantos otros tipos de besos... Todos ellos significan cosas mejores.

—¿Ah, en serio? — Sonrió. —Ilumíneme, doctor.

Jungkook reflejó su sonrisa. A través de dulces susurros que brotaban de sus suaves labios, le enseñó a Taehyung el lenguaje de los besos y cómo cada uno se traducía en palabras.

— Un beso en la coronilla, — empezó, —significaba ''te protegeré"... En la frente, "quiero consolarte"... En las manos y las muñecas, "te adoro"... — Y finalmente, algo que Kim había entendido hacía años, un beso en el cuello. — Te deseo.

El beso se convirtió rápidamente en otra cosa, una bestia más hambrienta que prometía cosas más dulces cuando Jungkook presionó hacia delante y el borde del mostrador empezó a clavarse en la parte baja de la espalda de Taehyung. Su brazo se sacudió cuando sintió los dientes de Jungkook recorriéndole el pulso, lo que hizo que su taza cayera de la encimera y se hiciera añicos en el suelo.

—Dios mío —Jungkook saltó hacia atrás, esquivando el creciente charco de café y fragmentos de porcelana verde—. Lo siento mucho...

—No te preocupes —respondió Taehyung, mientras sus manos encontraban las caderas de Jungkook—. Ven aquí.

Más tarde, Taehyung tuvo que volver a hacer una nueva tanda de café, después de que Jungkook tirara el contenido de su taza al fregadero.

Tras desayunar, Jungkook los llevó a la ciudad más cercana, a media hora de distancia, donde compraron comida más que suficiente para el fin de semana. Jungkook también compró especias a granel, y suficientes alimentos básicos como harina, arroz y azúcar para que les duraran hasta bien entrado el verano, lo cual no tenía sentido hasta que Jungkook se detuvo en su siguiente destino, una ferretería.

—Has visto el estado en que estaba, ¿verdad? —Jungkook frunció el ceño, atrapado en una decisión imposible entre dos tonos ligeramente diferentes de pintura blanquecina—. Necesita un poco de cuidado esa casa.

Taehyung no podía estar en desacuerdo con él. Ahora era preciosa, pero una limpieza a fondo, algunas reparaciones menores y una mano de pintura en algunas habitaciones la harían brillar.

—Seguro que puedes contratar a alguien que haga todo eso por ti.

—Por supuesto, pero ¿qué gracia tendría? —Jungkook descartó sus dos primeras opciones y optó por un amarillo pastel pálido—. Puedo trabajar en ello yo mismo, despacio... tal vez convertirlo en un hobby durante los fines de semana.

Eso explicaba por qué Jungkook casi había vaciado la pequeña tienda de comestibles que habían visitado antes de todas las cosas no perecederas que tenían en la despensa.

—¿Piensas quedarte aquí los fines de semana?

—Puede que sí. El trabajo probablemente me llevará mucho tiempo, ya que no soy muy ágil en estas cosas.

—Podría ayudar, de vez en cuando —respondió Taehyung—. Cuando pueda apartar tiempo del caso, si quieres claro está.

Jungkook se rio entre dientes.

—No sé. ¿Tu tarifa por hora sería la misma que la que te paga Namjoon, o un tipo de trabajo distinto requiere una negociación totalmente diferente?

—¿Bromeas? Únicamente dame de comer ese fin de semana, deja que Yeontan venga también y soy todo tuyo.

—Eso sí que se puede arreglar. — Jungkook miró a los alrededores antes de acercarlo ya dentro del auto y darle un beso.

Parecía que le estaba costando mucho evitar esas muestras de contacto físico y cariño. A cada momento, aunque no siempre de manera consciente, su mano vagaba hacia alguna parte del cuerpo de Taehyung. A veces le acariciaba o golpeaba suavemente el trasero, otros acariciaba su espalda o dejaba besos perezosos en sus hombros, cabeza, cuello o mejillas.

Dejaron todas sus compras en la casa, se dieron cuenta de que tenían algo de tiempo para matar antes de que tuvieran que empezar a preparar la cena y decidieron visitar el paseo marítimo. La orilla estaba completamente vacía en kilómetros, y había un frío en el aire que se hacía más intenso por el hecho de que no había nadie más allí.

Encontraron un banco limpio, aunque algo húmedo, para sentarse a contemplar el agua. Cerca de allí, nunca lo bastante lejos como para no estar a la vista, Yeontan corría y jugaba en la arena.

—Parece tan feliz.

—Sí —Taehyung lo observó cavando furiosamente en la arena cerca del borde de la orilla. Parecía felizmente inconsciente incluso cuando el agua se acercaba peligrosamente; seguía cavando—. Gracias por dejarme traerlo.

—Por supuesto —Jungkook sonrió—. Él te hace feliz, ¿verdad? Y seguro que está encantado de poder pasar este tiempo contigo.

—Lo intento —respondió Taehyung—. Ojalá pudiera estar más a su lado.

—Supongo que no se puede evitar, con tu... Con lo ocupado que has estado últimamente —enmendó Jungkook—. Pero creo que siempre está bien cuidado incluso en tu ausencia, ¿no? Te aseguras de ello.

—Supongo que he creado una especie de "manada" para él —Taehyung sonrió al pensar en la facilidad con la que Yeontan se hacía amigo de la gente, y en cómo eso había hecho tan fácil encontrar personas dispuestas a cuidar de él—. Yoon... Mi sastre... —Seokjin y su familia, érase una vez—. No sé si es suficiente.

—Simplemente, haces lo que puedes —murmuró Jungkook, mirando las olas.

—Sí. No podemos abarcarlo todo.

Taehyung siguió el ejemplo de Jungkook y se quedó mirando el agua. Esta vez, una ola más grande se estrelló contra la orilla, inundando el agujero que Yeontan había estado cavando. El peludo siguió adelante, moviendo la cola alegremente, sin preocuparse por nada.

—La casa de tu infancia también estaba en la Isla. ¿Estamos cerca?

—Depende de lo que entiendas por "cerca" —respondió Taehyung—. Yo diría que estamos a un par de horas. Vivíamos bastante lejos de la ciudad.

—Vaya.

Demasiado lejos, recordaba haber pensado entonces. Cuando era más joven, la mayor parte de lo que sabía de la ciudad era que prometía luces brillantes, golosinas, atracciones y espectáculos musicales, pero siempre había estado tan lejos. Mirando hacia atrás, se preguntaba si al menos había habido algo coherente en el lugar que su madre había elegido para construir su casa.

—¿Qué tienes en mente, Taehyung?

—¿En este momento? Nada —respondió—. Nada importante, sinceramente, lo que es un alivio.

—Me alegro. Todos necesitamos un descanso de vez en cuando, ¿no? Alejarnos un rato de la ciudad, de todo el caos, de todo el ruido... —Jungkook echó la cabeza hacia atrás y cerró los ojos—. Dios, qué bien sienta.

Taehyung lo miró fijamente. El hombre de negro cabello parecía tan relajado y en paz consigo mismo en aquel momento que, a pesar de sus esfuerzos, no pudo evitar recordar el contraste de aquella noche: las drogas, los susurros de muerte, las manos ásperas. Y luego aquel cuchillo, las lágrimas, el arrodillarse...

Era una pregunta que llevaba tiempo queriendo hacer.

—Jungkook, ¿está... está todo bien?

Jungkook abrió los ojos y sonrió al cielo.

—Esa era la idea, por cierto... Cuando te compré la casa de la playa.

—¿Qué?

—Es una ruta sinuosa, pero los Choi y los Son no estaban precisamente subastando barcos ni aviones. O billetes para esos barcos y aviones —Jungkook se rio—. Pero cuando compré este lugar, me recuerdo pensando que esto era lo que necesitabas. Este era tu billete para salir de aquí, de esta inmunda ciudad que tanto daño te hace.

—No te entiendo.

—Lo compré para que lo vendieras —Jungkook enfatizó esa palabra como si no entendiera por qué Taehyung no entendía. Como si ese fuera el verdadero problema—. Tal vez podríamos arreglarla un poco, ocuparnos de lo que esté viejo, podrido y haya que reemplazar, luego la ponemos a la venta. Tomamos el dinero y nos marchamos.

—¿Hablas en serio?

—¿Por qué no iba a serlo? Probablemente no podamos venderla por veinticinco mil, es lo feo de las guerras de ofertas. Pero incluso con la mitad de eso puedes instalarte en Londres fácilmente... si todavía lo quieres, claro.

Taehyung se le quedó mirando largo rato. Siempre había pensado o al menos le había parecido natural creer, que el hecho de que Jungkook le ofreciera aquella casa en la playa en la subasta había sido pura palabrería causada por las drogas que había tenido en su sistema. Incluso había pensado que las drogas habían contribuido a que Jungkook entrara en esa guerra de ofertas por esa casa. Ambas cosas podían seguir siendo ciertas o al menos en parte. Pero ahora Jungkook le estaba diciendo que había tenido la intención de comprar la casa de la playa todo este tiempo y que también había tenido la intención de dársela a Taehyung. ¿Por dónde iba a empezar?

—¿Por qué? —Preguntó finalmente.

—Porque la ciudad te está matando, Taehyung. Puedo verlo: en los enemigos que te has ganado, en tus casos anteriores, en la forma en que te has entregado en cuerpo y alma al caso en el que trabajas ahora. Puedo ver lo que está pasando. Y no puedo simplemente... ver cómo ocurre. Tengo que detenerlo. Tengo que intentarlo.

Una gran ola se estrelló contra la orilla. Yeontan fue lo suficientemente rápido como para evitar empaparse con el rocío helado, ladrándole a la ola mientras retrocedía.

Incluso desde el principio, Taehyung nunca había albergado esperanzas de vivir una vida larga y plena en esa industria. Las estadísticas eran las que eran, y tanto él como Seokjin habían elegido sus caminos sabiendo muy bien que debían moderar sus expectativas sobre cómo sería "el final". Seokjin no se merecía el final que había tenido.

Pero en cuanto a Taehyung...

No lo sabía. Estaba agotado, eso era seguro. Y no debería haber cambiado nada, lo sabía; que Namjoon le pidiera que fuera más despacio, que Yoongi se mostrara agresivamente protector con él en todo momento, que todos los demás le recordaran que debía vigilar siempre su espalda... Todo aquello había sido en realidad la misma advertencia al final, y él se había encogido de hombros sin pensárselo dos veces. Pero ahora, Jungkook le imploraba que se marchara, incluso le ofrecía los medios para hacerlo. Y Taehyung... Él realmente se encontró pensando en ello.

—Así que te lo ofrezco de nuevo —dijo Jungkook en voz baja—. Sea cual sea la respuesta que me des, la aceptaré.

—No me gusta estar al otro lado de la caridad —admitió Taehyung.

—Ya veo —Jungkook se lo pensó un rato—. ¿Una reparación, entonces? Por lo que te hice...

—No. — No había nada que reparar. — Tienes que dejar morir eso.

—Bueno, entonces, ¿qué tal si lo consideras como siempre debió ser?

—¿Qué es?

—Un regalo — Antes de que Taehyung pudiera protestar, le acarició sutilmente la mano. — ¿Sería tan malo?

¿Lo sería? Sinceramente, Taehyung no lo sabía. Había estado tan acostumbrado a sufrir en las negociaciones, y a través de "negociaciones" que eran cosas totalmente diferentes. Todo lo demás que había llegado a su vida en los últimos dos años había sido por regateo, o "gracia", o favores intercambiados con hombres como el Don, que podía oler la desesperación en un hombre a una milla de distancia. Esto... Lo que Jungkook estaba ofreciendo, era un territorio nuevo para él.

—¿Me seguirías? — Preguntó al fin—. ¿Si huyo?

—En realidad me gustaría mucho —Jungkook bajó la mirada—. Pero ahora mismo no puedo prometerte nada.

—En ese caso, yo tampoco puedo... Pero pregúntame otra vez, una vez que este caso en el que estoy trabajando esté cerrado.

Jungkook soltó un suspiro y apoyó la cabeza en el hombro de Taehyung.

—Entonces estoy deseando que llegue el día en que cierre ese caso, detective.

Tal vez porque ya le tocaba la hora de tener una después de algunas noches tranquilas, Taehyung se encontró despierto por una pesadilla en mitad de la noche.

Solamente que... la pesadilla no era suya.

Jungkook se revolvía violentamente, con las manos tan apretadas contra las mantas que sus nudillos se habían vuelto blancos. Sus ojos giraban y se agitaban detrás de unos párpados tensos. Cuando Taehyung alargó la mano para apartarle el pelo de la cara, creyó ver las huellas de las lágrimas serpenteando por sus mejillas.

Decía algo, a veces gimoteaba, gritaba con una voz quebrada que Taehyung no entendía.

—¿Jungkook? —No hubo respuesta. El peligrís se sentó, se preparó, y lo intentó de nuevo—. Jungkook, despierta.

Jungkook se levantó de un salto, con una mirada salvaje y desesperada congelada en los ojos, su brazo se balanceó instintivamente para golpearle. Taehyung le agarró la muñeca en el último segundo, le inmovilizó el otro brazo tirando de él en un fuerte abrazo y esperó a que se calmara.

La espera pareció eterna; durante unos minutos, únicamente pudo oír la respiración frenética de Jungkook, más ruidosa que las llamas de la chimenea e igual de errática. Su corazón retumbaba contra el pecho de Taehyung. Cuando por fin se calmó, el pelinegro se disculpó profusamente.

—No te he hecho daño, ¿verdad?

—No. —Pero ahora que las cosas se habían calmado, quizá era un buen momento para volver a hacer la misma pregunta, la que Taehyung le había hecho en la playa y para la que aún no había recibido respuesta—. Jungkook. ¿Va todo bien?

Jungkook enterró la cara en el pecho de Taehyung para esconderse, para llorar, o quizá alguna combinación de ambas cosas. Kim le dejó hacerlo de todos modos, con la esperanza de que, a cambio de aquella amabilidad, tal vez Jungkook finalmente le complaciera con una respuesta.

—Hay algunas... cosas... que estoy resolviendo —Jungkook se echó hacia atrás y ocultó un resoplido tras el puño de la manga—. Ya las tengo controladas, o si no, lo haré muy pronto. No tienes por qué preocuparte.

Parecía una forma educada y profesional de pedirle que me ocupara de sus propios asuntos. Pero Taehyung ya estaba cansado de dejarle pasar sus esquivos. Si Jungkook estaba dispuesto a darle dinero con la intención de que huyera a un lugar seguro porque le preocupaba, entonces Taehyung también tenía derecho a mostrar preocupación.

—¿Alguna de esas cosas tiene que ver con que, a estas alturas, ya te hayas llamado dos veces un "hombre muerto andante"?

—¿Acaso no somos todos muertos andantes? Algunos llegamos a nuestro destino antes que otros... —Jungkook intentó reírse, pero al final no lo consiguió. Se mordió el resto de la frase con una mirada desesperada. —Lo siento —susurró—. ¿Cuándo dije... lo que tú dijiste que dije? Las drogas te hacen cosas raras en la cabeza... No creo que lo dijera en serio, así que no lo tomes demasiado a pecho.

—¿Es mentira? — Kim preguntó aquello muy suavemente.

Jungkook no respondió. Con cautela, acercó su mano al pecho de Taehyung y rozó con la yema del pulgar las manchas que sus lágrimas habían dejado en el camisón del contrario.

Fue entonces cuando Taehyung decidió dejar de indagar. Ya conocía lo suficiente de Jungkook, a través de interminables conversaciones, horas y horas dedicadas a leerlo e intentando de que el doctor no lo leyera con demasiada facilidad a cambio. Había llegado a conocerlo especialmente bien después de haber pasado los dos últimos días tan cerca el uno del otro. Sabía que no funcionaría, que forzarlo solo lo heriría más.

Pero esto no lo olvidaría. No esta noche. No hasta que supiera la verdad o hasta que Jungkook venciera a los demonios a los que se enfrentaba por su cuenta, porque uno de ellos llegaría inevitablemente antes.

Porque también sabía otras cosas... Jungkook era orgulloso, era un hombre que le daba mucha importancia a las promesas. Y al menos dos veces en su vida, Jungkook se había encontrado en una situación en la que inundar su cerebro de drogas había parecido la respuesta correcta. Sabía que Jungkook, criado en la periferia de la sociedad, que había sufrido un trauma indescriptible, había salido de esa situación como si tuviera el mundo en la palma de la mano. Pero no era así. Y, por la razón que fuera, Jungkook temía una fatalidad inminente o tal vez se había rendido y estaba esperando el final.

También sabía que, por mucho que lo pidiera, Jungkook nunca compartiría ninguno de esos problemas con él. Ya fuera una cuestión de orgullo o un intento desesperado de preservar la profesionalidad —después de todo, un terapeuta no debía descargar sus propios problemas en su paciente— Jungkook no iba a dejarle entrar. No tan lejos y no hasta allí.

Pero el peligrís también sabía que lo amaba. Sabía que si optaba por no hacer nada y algún día descubría que podría haber ayudado a Jungkook con sus problemas de alguna manera, haberle ayudado a vencerlos o al menos haberle evitado su dolor, entonces nunca se lo perdonaría.

Y él era detective, ¿no? ¿Qué era esto, sino otro misterio, algo para que él desentrañara, investigara y resolviera por su cuenta? Namjoon no tenía por qué saberlo. Jungkook no tenía por qué saberlo.

—¿Pero puedes decirme una cosa? —Taehyung apenas oyó el gruñido suave y sin palabras que Jungkook le dio como respuesta. De todos modos, lo tomó como un sí.—¿Hay alguna forma en que pueda ayudarte? ¿Puedo hacer algo?

Jungkook suspiró.

—Solo... ¿Abrazarme? Hasta que... hasta que deje de doler.

Taehyung lo hizo.

Y, en el lenguaje que había aprendido del propio Jungkook, hizo una promesa que no necesitaba palabras.


No puedo creer que pasara 10 meses sin actualizar esta historia. Me hace sentir un poco mal. Aunque muy tarde, aquí les traigo un nuevo capítulo, espero no olvidarme o demorar demasiado para otra actualización.

LORED

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