Capítulo 21
Desde su primer encuentro, a excepción por las consultas, Taehyung había tenido la suerte de encontrarse con Jeon Jungkook en los lugares menos esperados. De alguna manera, era siempre esa ráfaga de viento inesperada que le permitía respirar cuando su oxígeno se estaba agotando. Justo como esa noche, en donde se sentía como un pedazo de carne caminando a la jaula de los leones, el doctor se sintió como un mago que invisibilizó la carne para que pudiese escapar en paz.
— Eres más que un regalo para la vista, — suspiró Taehyung aliviado, acercándose a la mesa del pelinegro. — No sabía que ibas a venir.
— No iba a venir, — respondió el contrario, sacudiendo su cigarrillo en el cenicero que tenía al lado. — Pero me he enterado de que esta noche se subasta un objeto en particular, y resulta que me interesa.
— ¿Ah, sí? — Se preguntaba de qué se trataba. Claramente, no era algo que estuviesen subastando en ese momento, porque Jungkook no estaba cerca del escenario; ni siquiera estaba mirando en la dirección correcta. — Bueno, espero que acabes ganándolo.
— Si fueras tú quien estuviese allí, sentado en una silla siendo subastado, yo ciegamente me aseguraría de ser la puja más alta, sin dejar que ninguno de los presentes pueda igualarla para tenerte a mi lado hasta el último día de mi vida. — Sus ojos se engancharon por varios segundos, hasta que él le dio una calada a su cigarrillo. — De todas maneras, gracias. Espero que tú también encuentres lo que has venido a buscar. — Sonrió amablemente al camarero mientras este colocaba dos de las vaporeras de bambú sobre la mesa, junto con dos pares de finos palillos de cloisonné. Esperó a que se marchara para bajar la voz y añadir: — Detective.
El peligrís le devolvió la sonrisa por encima del borde de su taza de café, agradecido por la discreción de Jungkook al llamarlo. Aunque muchos pudieran reconocerlo, prefería que no se gritara a los cuatro vientos, que él era un detective.
— Dime, ¿sabemos por qué se celebra esta subasta? ¿Es solamente para recaudar fondos?
— Dicen por ahí que la señorita Son ha decidido de repente volver a China, — murmuró Jungkook. — Por supuesto, se llevará con ella al que pronto será su marido. Costaría demasiados problemas y esfuerzos trasladar la totalidad de su patrimonio a casi siete mil millas, de ahí esta subasta.
— ¿Cuándo se van?
— La próxima semana.
— Huh. — Sonaba como si hubiera una historia detrás de eso también, tal vez incluso más entretenido y relevante para su caso, que lo que tenía sobre el Dr. Choi. — ¿Alguna idea de por qué tienen tanta prisa?
— Quién sabe. Quizá estén huyendo de algo. — Jungkook se encogió de hombros y destapó una de las cestas. Una nube blanca se escapó y llenó el aire entre ellos, antes de disolverse para revelar un conjunto de bolas de masa redondas, engarzadas bellamente para formar picos en la parte superior. Cogió un par de palillos, sacó con destreza una de las bolas y se la acercó a Taehyung a la boca. — Pruébalo.
De cierta forma se sintió un gesto tan natural y tranquilo que Taehyung separó los labios antes de siquiera acordarse de sorprenderse. Entonces, antes de darse cuenta, ya estaba mordiendo y un rico caldo caliente le bañó la lengua.
— Wow. — Masticó el resto de la bola de masa, tragó, e inmediatamente se sintió anhelando otra. — Está muy bueno.
— ¿A que sí? — El pelinegro cogió uno, usando el mismo par de palillos. — Una de las mejores cosas que han salido de Shanghai, en mi opinión.
Taehyung estaba deseando compartir esa opinión.
Sin embargo, se preguntaba qué importancia tenía el hecho de no haber probado una comida completa y decente en todo el día sobre su juicio final. En esos momentos, era probable que le gustase cualquier cosa que se metiera en la boca. Había sido imposible encontrar la oportunidad de sentarse más de unos minutos seguidos esta semana, especialmente los últimos días, cuando había estado ultimando los detalles del plan para la operación de esa noche. ¿Cuánto tiempo se podía vivir a base de café, cigarrillos y, de vez en cuando, comida callejera? Aunque había estado en una posición muy buena para averiguar la respuesta de primera mano, estaba inmensamente agradecido de que ese evento sirviera comida de verdad.
Una risita de Jungkook le sacó de sus cavilaciones. Se encontró con que el otro hombre le miraba fijamente, algo que no se molestó en ocultar cuando finalmente le habló. — Te sientan bien.
— ¿Qué? — Jungkook asintió con la cabeza en dirección de las manos del detective. — Los gemelos.
— Ah. — Taehyung giró el brazo, observando cómo la luz de las lámparas de araña reflejaba el oro. — Gracias.
— ¿Te gustan?
— Sí, me gustan. ¿Qué dicen los grabados?
— Te lo diré cuando me los devuelvas. — Ante la cara de perplejidad del peligris, soltó una pequeña carcajada. — No te preocupes, no es nada ofensivo, si es eso lo que te preocupa.
No tardaron en comerse el resto de las bolas de masa, mientras Kim se las arregló para terminarse el café mientras observaban como tres invitados se enzarzaban en una tensa guerra de pujas por un jarrón. Más de una vez tuvo que frotarse los ojos, sintiendo que el cansancio de los últimos días se apoderaba de él. Todavía no, se dijo a sí mismo, mientras lo aplacaba con más cafeína.
Se preguntó adónde había ido Miyeon. También quería saber más sobre Son Chaeyoung y el doctor Choi. Mientras el eplinegro y él hablaban de cosas más triviales, ligeras, pensaba en la manera de volver a dirigir la conversación hacia ellos para ver si Jungkook podía contarle algo más. No obstante, eso no habría sido justo para Jungkook, que probablemente no había ido ahí esa noche para ser interrogado sobre los anfitriones.
¿Por qué había ido esa noche? Claro, para pujar por algo... Taehyung casi lo había olvidado. ¿Cuánto tiempo había pasado, diez minutos? ¿Menos?
Tal vez necesitaba un café más fuerte.
— ¿Qué tienes en mente, Kim?
— Nada. Solo... me alegro de verte aquí, — respondió.
— Una cara conocida puede ser un ancla en un mar de caos. — Respondió esta vez el pelinegro mirando a su alrededor, notando los ojos que los observaban incluso a través del reflejo de las copas, pretendiendo estar centrados en algo más. — ¿Dónde está tu acompañante?
— No tengo ni idea, — admitió. — Espero que tenga más suerte que yo.
— ¿Te estoy distrayendo de tu trabajo? — Una vez más, sin que Taehyung lo notase esta vez, Jungkook se mordió sus labios para no mostrar la sonrisa que amenazó con aflorar en sus labios cuando vio sus gemelos adornando las muñecas del detective.
Taehyung, por su parte, negó con la cabeza, ajeno a esos movimientos. — En realidad desearía no estar trabajando esta noche. De ser así, nosotros podríamos...
No estaba seguro de cómo quería terminar aquello. ¿Hablar? ¿Disfrutar de la compañía del otro? Solo por una noche, Kim deseó poder olvidarse de todo. Deseó poder olvidar, aunque solo fuera durante unas horas, que hacía apenas dos meses un hombre había sido asesinado en ese hotel y que él seguía sin estar más cerca de resolver el caso desde el momento en que llegó a su mesa. Deseaba no tener que aguzar constantemente el oído para poder filtrar algo útil entre el barullo de la multitud.
Le hubiese gustado poder simplemente... estar... con Jungkook ahí, esa noche, al menos solo por esa noche.
— Dios mío. ¿Me engañan mis ojos?
Deseó que la rara y fugaz pizca de paz que creía haber encontrado no se hubiera esfumado con seis míseras palabras. Taehyung cerró sus ojos con fuerza y aceptó su destino.
— Ah, no me engañan. — Don Jung se acercó, vestido con todo el esplendor de un traje blanco de tres piezas con rayas blancas, porque la sutileza nunca había estado de moda entre los hombres de su talla. Las conversaciones en sus inmediaciones se apagaron, media docena de cabezas giraron mientras él se dirigía alegremente a su mesa. Llegó flanqueado por sus guardaespaldas y Park Seonghwa, quien se detuvo a mitad de camino para degustar una oferta de bollos al vapor de un camarero cercano. — El cravate noire le sienta de maravilla, teniente.
¿Teniente? Odiaba seguir escuchando ese cargo que ya no ocupaba, pero se olvidó de corregirle. También se olvidó de ser educado. — ¿Qué está haciendo aquí?
— Buscaba y sigo buscando, a otra persona; para decirlo sin rodeos, hay una cuenta pendiente que quiero saldar y esta noche me ha presentado una oportunidad inmejorable para hacerlo. — El Don se rio. — Pero entonces te vi desde el otro lado de la habitación... Claro está, siempre deslumbras con tu presencia, ¿cómo no iba a pasar a saludarte? Sobre todo porque la última vez que nos vimos, me fui tan groseramente sin despedirme de ti.
— Créame, no me ofendí por eso. — Taehyung apretó los dientes.
Ahí, en medio de ese intercambio de palabras, el pelinegro se encontraba afianzando sus dedos con excesiva fuerza sobre sus propios muslos, canalizando ideas y pensamientos que el detective ignoraba.
— Ya lo creo. Siempre has sido así de cortés.
La cortesía era sin duda lo último que Taehyung tenía en mente ahora mismo. Tenía que preguntarse si el Don estaba loco, no se daba cuenta o simplemente era un imprudente, entrando como si fuera el dueño del lugar, declarando sus intenciones de "ajustar cuentas". ¿Cómo se había enterado de lo ocurrido? ¿Tenía idea de qué tipo de fiesta era y quiénes eran la mayoría de los invitados?
— ¿Y quién podría ser? — Murmuró el Don, ladeando la cabeza y dirigiendo toda su atención hacia el pelinegro. Cuando ninguno de los dos respondió, recorrió la figura de Jungkook con la mirada, dos veces. La lasciva admiración de su mirada era algo que ni siquiera pretendía ocultar. — Eres una belleza deliciosamente exótica. Me interesaría mucho conocerte mejor. Quizá podamos conocernos los tres después de esta fiesta, ¿eh? ¿Qué les parece?
Intentó tocar la mejilla de Jeon, pero eso fue todo lo lejos que llegó, porque antes de que Taehyung se diera cuenta, ya había sacado el brazo, agarrando al Don por la muñeca, deteniéndolo unos centímetros antes de que su mano pudiera entrar en contacto con la piel de Jungkook. Lo que sucedió con él era una cosa, pero no permitiría que sucediera lo mismo.
No importaba si él estaba ignorando los pensamientos de Jungkook, si no sabía todas las cosas que estaban pasando por el pelinegro que con su ceja enarcaba miraba la muñeca del hombre. Podría hacer un excelente curso de su preparación como cirujano en el pasado para cortar esa mano en cortes perfectamente certeros.
La sonrisa del Don desapareció. Sus guardaespaldas, que ya eran una presencia amenazadora desde el primer momento, se acercaron, metiendo las manos en sus chaquetas. Mierda... Taehyung se devanó los sesos, intentando pensar en la forma más rápida de evitar lo que estaba a punto de suceder. Mierda, mierda, mierda.
No tenía demasiadas opciones.
De hecho, solamente se le ocurría una razón, misma por la cual se tragó sus reservas, aflojando el agarre mientras forzaba una sonrisa perezosa y amigable.
— Lo siento, pero no soy un hombre al que le guste compartir o ser compartido. — Espetó aquellas palabras, tomando la mano ofensiva entre las suyas; le dio un ligero beso en los nudillos, luchando contra cada fibra de su ser que quería salir corriendo.
Pero funcionó, los guardaespaldas se relajaron de inmediato, una sonrisa lenta y malvada se dibujó en el rostro del Don. Como nunca desaprovechaba una oportunidad, se alegró mucho de meterle dos dedos en la boca a Taehyung, justo en medio del salón de baile, con al menos una docena de personas como testigos. Fue un acto obsceno y nada discreto.
— Eres más que bienvenido a visitar la Torre esta noche y todas las noches que quieras. — Deslizó los dedos más adentro, hasta los nudillos, luego procedió a meterlos y sacarlos varias veces. Demasiadas veces. Taehyung no se atrevía a desviar su mirada hacia Jungkook. — Verte perdido en la agonía del placer es un privilegio que estoy deseando repetir muy pronto.
Entonces, sin más, sacó los dedos, giró sobre sus talones y se marchó.
Si una parte de él había querido fingir que Jungkook no había visto eso, se destruyó de inmediato cuando miró al pelinegro que con una mirada sombría movía sus ojos entre el Don que se marchaba y él. Podía ver las venas sobresaltando en su cuello y frente, también notó por primera vez como sus manos parecían querer cortar la circulación de sus propios muslos. Luego, llegó aquello que le puso la tapa al frasco tras un silencio sepulcral.
— ¿Estás bien?
No. No, realmente no lo estaba. Necesitaba otro café, necesitaba algo, lo que fuera, para quitarse el sabor de la piel y la colonia de aquel hombre de su paladar, de sus fosas nasales. Le lloraban los ojos. Tenía ganas de vomitar.
— ¿Sabes quién era?
— Sería difícil encontrar a alguien en esta habitación que no lo sepa. — Jungkook se aclaró la garganta y le dio la espalda. — Disculpa, tengo que irme.
El doctor lo sentía, pero en ese momento, no confiaba en su profesionalismo ni en su ética, tampoco en su racionalidad como ser humano porque, como el animal que todos eran, sus instintos más bajos apenas estaban siendo controlados. Tenía que salir de allí, por eso, sin mirar atrás, se alejó del peligrís. Lo dejó con las cestas de bambú vacías sobre la mesa y Kim no pudo evitar preguntarse si alguna de ellas habría podido contener lo que quedaba de su corazón.
No supo cuánto tiempo permaneció allí de pie, esperando a que ocurriera algo mientras se dejaba llevar por las miradas de los espectadores que le rodeaban, antes de darse cuenta de que no iba a ocurrir nada y de que Jungkook no volvería pronto. Desanimado, se dirigió al bar, al fondo del salón de baile, tentado de dejar todo esto a un lado y tomarse una maldita copa.
La barra estaba repleta de todas las bebidas imaginables, algunas ni siquiera las reconocía: cafés, tés, zumos, algunas botellas de agua con gas, junto con docenas de diferentes tipos de licores fuertes y cervezas, que se exhibían con orgullo. Supuso que no había policías en la lista de invitados, pero allí a nadie parecía importarle.
— ¡Buenas noches, señor! — Lo saludó el hombre encargado del bar. — ¿Qué puedo servirle, señor?
El tono alto y bullicioso, tan chocante en este evento por lo demás tranquilo, era imposible de pasar por alto. En cierto modo, era casi refrescante. Taehyung se volvió hacia la fuente de aquella voz y se encontró mirando una sonrisa que podría haber calificado de "afilada" en más de un sentido.
— ¿Y bien? ¿Le apetece una copa, señor? Estas paredes no tienen oídos, señor, si sabe a lo que me refiero.
Era tan, pero tan tentador ceder. Dios, no había bebido en... ¿Cuánto tiempo? No había bebido desde lo ocurrido con Hoseok. No tenía corazón para ello. Sin embargo, sentía la garganta seca y le dolían las tripas...
— Café, por favor. Solo. — Consiguió resistir la tentación en el último segundo.
— Buen hombre.— El joven camarero sonrió. — Enseguida.
Había bastantes asientos libres en la barra, ya que la mayoría de los clientes habían ido gravitando lentamente hacia el escenario. Kim tomó el asiento más cercano y se frotó los ojos doloridos. No le sirvió de nada. Nada parecía ayudar.
¿Qué demonios hacía ahí Don Jung? De repente, esa se había convertido para él en la mayor pregunta de la noche. Buscar a Jeong Yunho, vigilar a quien le disparó a Jimin y estar atento a cualquier mención de Jo pasaron de repente a un segundo plano. Dudaba mucho que el Don y su séquito hubieran recibido invitaciones formales. Y, sin embargo, de alguna manera, supieron que debían estar ahí esa noche.
¿Cómo?
— ¡Aquí está, señor! Negro como el corazón del diablo, amargo como el beso del diablo.
— No sabría decir esto último, esos suelen ser dulces.
Taehyung le aceptó el café y se bebió un tercio de un trago. Aún no le despejaba la cabeza, pero al menos le daba calor. Y definitivamente le quitó el sabor del Don de la boca.
— Gracias.
— De nada. Dime, ¿no vas a pujar por nada? Algunas de las cosas buenas están empezando a salir ahora.
Taehyung escuchó el alboroto desde el escenario. Oyó a Ten hablar de otro lote: una especie de óleo que el Dr. Choi había encargado de sí mismo, sentado en un trono con una corona en la cabeza y sosteniendo un cetro dorado en las manos. — Paso de eso por ahora.
— Como quieras. ¿Qué tal el café?
— Delicioso, gracias.
— ¿Seguro de que no puedo brindarte en otra cosa? El resto de la ciudad no es tan indulgente como este hotel con ciertas, digamos, leyes mojigatas que todo buen ciudadano debería cumplir.
Kim no pudo evitar reírse de aquello. Tal vez más que el café en sí, charlar con aquel camarero demasiado burbujeante había sido más refrescante de lo que esperaba. Seguía cansadísimo, confundido por la presencia del Don y resentido porque Jungkook se había marchado sin más, pero esto... Esto era algo, al menos podía pensar en algo diferente por un mísero segundo. Era curioso cómo funcionaba.
— Estos tés que tienes en exhibición... — Señaló las teteras de colores brillantes pintadas a mano que se mantenían calientes en un extremo de la barra, así como algunos tarros de cristal con hojas de té sueltas expuestos en un estante superior. — ¿Son del Paraguas de Seda? — El camarero asintió, entusiasmado.
— ¡El mejor té que pueda encontrar a este lado del mundo, señor! — Esa fue una declaración sencilla.
— Por casualidad, ¿tendrías alguna de esas 'especialidades' de té que se ofrecen esta noche?
El camarero canturreó y Taehyung le sorprendió mirándole los gemelos. Por un momento le preocupó que le pidiera que se los entregara a cambio de lo que fuera a venir a continuación. Afortunadamente, no ocurrió nada de eso.
— ¡Claro que sí, señor! Esta noche no se venden a granel, para eso tendrá que ir a la tienda. Pero creo que tenemos algunos muestrarios por ahí...
¿Por fin avanzaba? Taehyung echó un vistazo a la multitud y deseó ver a Miyeon entre el mar de gente. — Muestrarios estaría bien, — dijo, asegurándose de no sonar demasiado cauteloso.
— Excelente. ¿Qué le apetece? — El camarero se inclinó hacia él, le hizo señas al detective para que se acercara y bajó la voz a un susurro. — Personalmente, le recomendaría nuestra nueva mezcla especial de manzanilla e hibisco. Es una de nuestras raras y preciadas mezclas de lujo, es absolutamente inolvidable. Cuando vuelva a por más, porque créame, señor, lo hará, le costará un ojo de la cara.
Eso era todo, su instinto se lo decía. Era imposible que aquel elaborado argumento de venta fuera solo para una mezcla de té normal y corriente. Pero si no, ¿a qué se refería? ¿Y por qué el camarero había sido tan obvio al respecto? Únicamente había una forma de averiguarlo.
— Muy bien, estoy dentro, me convenciste.
— Eso es lo que me gusta oír. Le prometo que no se arrepentirá, señor.
Para su sorpresa, el camarero no se dispuso a hacer ningún té en absoluto, aunque tenía un montón de té y equipo en el bar. Se limitó a escribir el pedido en un trozo de papel y se lo entregó por encima del mostrador.
— Los tés especiales se preparan en la cocina, señor. Busque a Guang Hong y dígale que le envía Minami Kenjiro.
Taehyung aceptó el recibo que el sujeto acababa de crear y se lo metió en el bolsillo. Se tomó el resto del café antes de levantarse del taburete y salir en busca de la cocina.
Debió de cruzar el centro del salón al menos tres veces antes de darse cuenta de que no tenía ni idea de dónde estaba la cocina. Había encontrado una puerta que daba a un pequeño pasillo que conducía a las escaleras, una alcoba que no parecía servir para nada, el guardarropa y una puerta lateral que daba a la calle. Se sentía desorientado, y eso que acababa de tomar su último café. Ya no le hacía efecto.
Maldita sea. ¿Cuánto le quedaba hasta la medianoche? Poco más de una hora, según el vistazo a su reloj. ¿Dónde diablos se había metido Miyeon?
Unos minutos más de vagabundeo sin rumbo le llevaron a un estrecho pasillo detrás del escenario, oculto a la vista de casi todo el mundo en el salón de baile propiamente dicho. Era el único lugar que se le ocurría que aún no había explorado. Seguro que la cocina estaba por allí.
Los sonidos que oía desde el otro extremo del pasillo -un bullicio de actividad, órdenes gritadas en un idioma extranjero, cuchillos y calderos y chisporroteos- le daban esperanzas de que estaba en el buen camino. Avanzó despacio, buscando el recibo en el bolsillo, asegurándose de que seguía allí. Ensayó mentalmente lo que iba a decir, para estar seguro. Guang Hong. Té especial, mezcla de manzanilla e hibisco. Únicamente una muestra. Minami Kenjiro me envió.
Pero a mitad de ese pasillo, pasó por una puerta abierta, conectada a un balcón. Parecía haber al menos dos personas de pie allí, a juzgar por las sombras que proyectaban las farolas sobre el suelo del pasillo. Taehyung aminoró la marcha cuando escuchó las voces procedentes del balcón y se dio cuenta de que las reconocía.
— Siento mucho decepcionarte, — oyó decir a Momo, en ese mismo ronroneo bajo y sensual que había utilizado para compararlo con el té no hacía mucho tiempo. — Pero me temo que no tengo la menor idea de lo que estás diciendo.
— Inocente no es una palabra o mirada que quede muy bien en una dama de su estatura, señorita Hirai. — La voz de Jung Yuqi goteaba miel y veneno por igual, como casi siempre. — Creo que usted y yo sabemos que no es así. Además... — Agregó con una sonrisa. — No me tutee, no somos amigas.
Taehyung se arrastró lo más cerca que pudo, deteniéndose cuando encontró una columna tras la que podía esconderse, sin poder evitar asomarse y verlas. Supuso que debería haberse sorprendido menos de lo que se sorprendió al ver a Yuqi ahí, sabiendo que el Don también estaba merodeando por el edificio en ese mismo momento. Así que había llevado a otras personas con él a ese evento, aparte del pequeño séquito que ya había visto antes. ¿Cuántos miembros más había enviado La Cosa Nostra esa noche? Otro misterio más para la noche.
No le sorprendió, al menos, ver a Momo; de hecho, había esperado encontrársela mucho antes. En cuanto a por qué esas dos mujeres se hablaban, eso era otro asunto completamente distinto.
— Bueno, si me perdona el atrevimiento, tímida, inocente o sutil, tampoco es una mirada que le quede nada bien, señorita Jung. — Momo dio una larga y profunda calada a su cigarrillo. — Si hay un mensaje que quiere traerme, entonces es mejor hablar sin rodeos. La vida es demasiado corta para acertijos tontos.
— Oh, pero de hecho, yo estaba hablando claramente cuando le pregunté. — Yuqi sostenía una rosa de tallo largo en las manos, ¿se la había regalado un admirador o la había traído ella? Taehyung no recordaba haber visto ninguna rosa en el salón de baile. — Después de todo, de eso se trata esta fiesta, ¿no? ¿Todos estos preciosos tesoros cambiando de manos, para que no desaparezcan al otro lado de un océano?
— ¿Tanto le disgusta eso? Estoy seguro de que usted y su familia saben un par de cosas sobre mover riquezas.
— Qué gracioso. — La forma en que Yuqi echó la cabeza hacia atrás y se rio fue casi convincente. — Pero hay tesoros en particular que nos interesan mucho. Linternas azules... Abanicos de papel blanco... Incluso se rumorea que la cabeza de un dragón está por aquí.
— Soy una mera invitada a esta fiesta. — Momo se encogió de hombros. — Seguro que tendrías más suerte preguntando al subastador o a los propios prometidos y anfitriones de esta noche, a ver si esos objetos que busca están realmente en la subasta.
— Qué fastidio. — La hija del Don chasqueó la lengua. — Por favor. Ya sabemos que esos términos se refieren a personas.
Tenía razón. Taehyung no tuvo que esforzarse para traer a su mente la imagen de la pared del crimen de su despacho, la tenía grabada a fuego permanente. En el centro, flanqueado por notas, hilos de colores y teorías apuntadas con lápiz a las tres de la madrugada, estaba el organigrama de la Tríada que Yoongi le había preparado y que todos habían ido completando a medida que disponían de más información. Las Linternas Azules estaban en la base de aquel árbol, subiniciados de poca monta, que esperaban que le sirvieran a la Agencia como ventana a la organización, si tan solo alguno de ellos hablara de verdad. Era infinitamente más difícil estar seguro de algo cuanto más arriba en el árbol se encontraban, pero Taehyung sabía que al menos los aficionados al papel blanco se encargaban del apoyo logístico; pensó en Jeong Yunho de inmediato, tal vez se había perdido alguna información clave después de todo.
Pero en lo más alto de aquel árbol, lo más chocante que había mencionado Yuqi, estaba la Cabeza de Dragón. ¿Estaba realmente ahí el jefe de la Tríada? Y si lo estaba, ¿cómo demonios había conseguido La Cosa Nostra esa información? Al parecer, ellos tampoco sabían con exactitud quién era la Cabeza del Dragón. ¿Quién de todos los hombres que había visto esa noche, era el jefe de la Tríada?
— Lo siento, — espetó Momo con una sonrisa de pesar. Desde ese ángulo, Taehyung no consiguió que pareciera sincera. — Ojalá hubiera podido ser de más ayuda.
— Seguro que sí.
— ¿Eso es todo?
— Oh, solo una última cosa antes de irme, un mensaje amistoso, si lo desea. — Yuqi dio un paso adelante para reducir la distancia entre ellas. — Estoy segura de que estará de acuerdo en que las personas leales y fiables pueden considerarse una riqueza, incluso más valiosa que su peso en oro. Mi familia no aprecia que tales bienes sean destruidos tan cruelmente por, digamos, agentes a los que les gusta creerse la competencia. — Le entregó a Momo la rosa que llevaba en la mano. — Te lo prometo, de un modo u otro, habrá reparación de los daños causados. Las cosas no se quedarán así.
Momo aceptó la rosa con desgana, aunque sin perder la sonrisa. Yuqi soltó una risita, gritó algo en un dulce sonsonete italiano y se alejó alegremente. Taehyung debería haber desaparecido en cuanto la vio ponerse en marcha. Sin embargo, fue demasiado lento para reaccionar y sentía las piernas pesar como el plomo. Cuando se acordó de moverse, ya era demasiado tarde, porque ella ya le estaba mirando. Al segundo siguiente, ya estaba apretada contra él, con la cara incómodamente cerca de la suya.
— Tic-tac, detective. — Golpeó la esfera de su reloj mientras le susurraba al oído. — ¿Recuerdas nuestro trato? Si encontramos al asesino primero, tu deuda actual con nosotros seguirá en pie. — Se rio. — Papá es un hombre paciente, pero nunca olvida las deudas pendientes.
Él lo sabía.
Siempre lo había sabido.
¿Cómo podría olvidarlo?
Mientras la veía marcharse, sintió de pronto como si ella se hubiera llevado todo el aire de la habitación. Tiró de su cuello, esperando encontrar alivio. Sin embargo, cada vez lo sentía más como una soga alrededor del cuello.
La Mafia sabía, de algún modo sabía, mucho más de lo que jamás habían dejado entrever, más de lo que incluso Taehyung y la Agencia habían descubierto tras meses de trabajar en ese caso las veinticuatro horas del día. Era lógico que quisieran vigilar a una organización rival emergente, la consideraran o no una amenaza real. Pero esto... esto parecía íntimo.
¿Podría la Mafia haber colocado a alguien dentro de la Tríada?
¿Qué significaba eso para su investigación, si era cierto? ¿Qué significaba para él?
— ¿Está bien? ¿Señor? ¿Se encuentra bien?
El detective salió de su trance con un grito ahogado. Ya no estaba acechando detrás de aquella columna cerca del balcón; de alguna manera, había acabado de pie junto a una de las mesas más alejadas del escenario y del grueso de la multitud. La puerta lateral que había encontrado antes, en sus intentos fallidos de encontrar la cocina, estaba justo delante de él.
Qué demonios.
¿Cuándo o cómo había llegado hasta ahí?
— Hola. — No pudo distinguir el rostro de la mujer que hablaba, pero lo sintió cuando le puso una mano en el hombro. — ¿Qué te pasa? ¿No puedes respirar?
¿Podía? No estaba seguro. Lo intentaba, pero a pesar de sus esfuerzos y de desearlo con todas las fibras de su ser, su pecho se negaba a moverse. Era como si hubiera olvidado cómo hacerlo. No era posible, ¿verdad? Respira, se decía a sí mismo, tratando de luchar contra la sensación de fatalidad que se le venía encima.
Respirar.
— ¿Estás solo? ¿O has venido con alguien?
Taehyung parpadeó, sobresaltado por aquella pregunta repentina. ¿De dónde había salido? Normalmente, le vendría a la mente una segunda pregunta, sobre todo en las ocasiones en que él mismo buscaba información. ¿Es seguro responder? Pero ahora mismo no estaba en condiciones de procesar esa lógica.
— Vine aquí con alguien, — se encontró diciendo. — Una mujer, una colega.
— Ya veo. La mano en su hombro lo empujó suavemente hacia abajo, hasta que se sentó en una silla suave y aterciopelada. Ni siquiera se había dado cuenta de que había una silla allí. — Sin embargo, parece que ella no está contigo en este momento. ¿Recuerdas dónde la viste por última vez?
—Uh... — ¿Qué? Kim se lamió los labios, esforzándose por recordar. ¿Dónde habían estado antes de que Miyeon se alejara de él?— En una de las mesas cerca de la escalera principal, creo.
— ¿Recuerdas lo que llevaba puesto?
Apenas recordaba algo. Aun así, cuanto más intentaba concentrarse en la pregunta, más detalles podía distinguir en su cabeza: el corte de su vestido, las llamativas lentejuelas de su diadema de plumas, incluso la funda alrededor de su muslo donde sabía que guardaba un cuchillo de estilete, listo para volar. Intentó describirlo todo lo mejor que pudo. Excepto por el cuchillo, esta mujer no necesitaba saberlo.
— Bien. — La camarera le acarició el hombro y le dedicó una suave sonrisa cuando levantó la vista. — ¿Y cómo te sientes?
Ahora que lo pensaba, Taehyung se dio cuenta de que podía respirar de nuevo. Su corazón ya no latía en esa frenética marcha hacia la muerte de hacía un minuto.
— Mejor, — exhaló. — Vaya. Eso... realmente funcionó.
— A veces, obligar a tu mente a ocuparse de otra cosa, normalmente algo trivial o que te distraiga, es suficiente para detener un ataque. He tenido una que otra experiencia con eso en el pasado. — Su sonrisa se amplió. — Tú eres... Taehyung, ¿verdad? Te he visto en la tienda un par de veces.
— Correcto. — Y estaba seguro de haberla visto también en el Paraguas de Seda, pero aunque su mente intentó valientemente establecer la conexión con una cara y un nombre de su memoria, al final se quedó corta.— Um...
— Chou Tzuyu, — respondió ella, riendo.
— Ah. — Por supuesto. — Lo siento.
— Por favor, no lo sientas. Me alegro de que te encuentres mejor. — Le puso delante una taza de la bandeja que había aparcado en la mesa de al lado y la llenó hasta el borde de humeante té caliente. — Toma, bebe un poco. Te ayudará.
Kim bebió un largo sorbo, dejando que el calor lo inundara. Ella también tenía razón sobre esa bebida.
— Entonces. — Ahora que había recordado su nombre, miró su mano en la tetera, notando el anillo de boda visible y la clara falta de vendajes. — ¿Cómo está la mano?
— Oh, ¿te acordaste? — Dejó la tetera en el suelo y flexionó los dedos. — Se está curando muy bien. Gracias por preguntar.
— Qué bien.
— ¿Y tú? ¿Pudiste ganar lo que sea que viniste a buscar?
— ¿Qué? Oh. — Por un momento, había olvidado por completo que se suponía que era una subasta. — Ah, en realidad no he pujado por nada todavía.
— ¿No? — Ella escondió una sonrisa detrás de su mano. — Entonces creo que ya no tendrás esa oportunidad. Ya están en el lote final.
¿En serio? Taehyung se obligó a escuchar. Ten ya había terminado de hacer la presentación, pero a partir de fragmentos de las pequeñas peroratas que solía soltar entre puja y puja, construyendo el objeto para poder hacer subir el precio, pudo hacerse una idea aproximada de lo que era, una casa de playa en la isla. Unas cuatro personas estaban enzarzadas en una guerra de pujas y el tailandés disfrutaba cada segundo.
— Aún estás a tiempo de lanzarte al ruedo, — bromeó Tzuyu.
Taehyung tomaba nota mental de las cifras que se barajaban. Ni siquiera a su nombre, por alguna cuenta o testamento perdido, manejaba él una suma así de dinero. A veces le parecía surrealista que lo que algunas personas gastaban en un día, algunas tenían que trabajar una década para poderlo tener. Lo peor es que ni siquiera lo verían, porque entre pagos, deudas y obligaciones, era un dinero que en realidad jamás terminaban de reunir.
— Me temo que ahora mismo no llevo tanto dinero encima.
— Los objetos que ganas no se pagan de inmediato, — explicó la chica japonesa. — Normalmente, solo tienes que poner algo de valor como garantía. — Hizo una pausa y señaló sus muñecas. Al parecer, las personas acostumbradas a ver cosas de valor sabían reconocer una cuando la veían, porque todos parecían mirar lo que sostenía las muñecas de su camisa. — Esos gemelos, por ejemplo. Son preciosos.
— Gracias. — Kim jugueteó con ellos. — Alguien me los prestó.
— Eso deduje. — Le sonrió.
¿Tan obvio era que él no tenía algo así en su poder? La conversación entró en una calma natural. Parecía que la puja por la casa de la playa se había reducido a los dos últimos. Las pujas seguían subiendo. Ten estaba fuera de sí por la emoción de la comisión que seguramente se llevaría.
— ¿Sabes por casualidad lo que pone? — Preguntó. — ¿El grabado? — Jungkook le había dado una inútil pseudo respuesta y él seguía sintiendo curiosidad.
Sabía que ella era japonesa y no coreana, pero teniendo en cuenta que trabajaba siempre con personas coreanas y que le había escuchado en alguna ocasión hablar el idioma, se atrevió a preguntarle.
— Hmmm, veamos. — Ella le dio la vuelta a la muñeca para poder ver los caracteres bajo la luz. Frunció los labios, como si intentara no sonreír. — Bueno, una traducción aproximada para estos caracteres podría ser coraje o valor y para estos... Victoria.
¿Valor y victoria? Taehyung no pudo evitar soltar una risita. ¿Acaso Jungkook era aficionado a los juegos de palabras?
La voz de Ten retumbó en el salón cuando la puja llegaba a su fin. — ¡Tengo veinticinco mil, gracias señor! Ahora, ¿tengo veintiséis?
Pero si Jungkook había sido sincero con esa elección, se preguntaba si era por eso que se sentía como un impostor, llevando esos gemelos toda la noche. No sabía mucho de valor, pero esa operación no le parecía una victoria.
— ¿No hay interesados que ofrezcan veintiséis mil? A la una... A las dos... — Un fuerte golpe de martillo sacó a todos de su miseria. — ¡Vendido! La casa de playa de la familia Choi queda vendida por veinticinco mil dólares... ¡Enhorabuena! ¡Disfrute de su nueva casa de verano, doctor!
¿Doctor?
Taehyung no pensó mucho en eso en los minutos que siguieron, mientras Tzuyu y él charlaban sobre el té. No obstante, no mucho después de que terminara la subasta, sintió que alguien se dirigía hacia ellos, se giró justo a tiempo para ver a Jungkook caminando directamente hacia su mesa.
— Aquí estás. Me preocupaba que ya te hubieras ido a casa a pasar la noche.
Taehyung no podía decir que no estuvo tentado, cuando Jungkook acababa de alejarse de él después de aquel encuentro con el Don, lo primero que quiso fue salir corriendo de allí. Si no hubiera tenido que trabajar esa noche, podría haberlo hecho. Sin embargo, era raro verlo tan relajado después de marcharse del modo en que lo hizo.
— No se me hubiera ocurrido marcharme tan temprano. — Jungkook contempló el par de té sobre la mesa, luego puso a la acompañante del peligrís bajo un severo escrutinio.
— Veo que has estado en buenas manos. — Se giró hacia ella e inclinó la cabeza con una sonrisa cariñosa. — Arigato, Tzu-chan.
¿Jungkook también hablaba japonés?
La mujer hizo una reverencia por la cintura, volvió a colocar el juego de té en su bandeja y se alejó con una sonrisa.
— ¿Se conocen?
— He estado un par de veces en el Paraguas de Seda, así que conozco algunos nombres de los empleados. — El pelinegro se metió la mano en el bolsillo. — En fin... Toma. Esto es para ti.
Sin intercambiar otra palabra, le entregó a Taehyung un llavero con tres llaves sin marca: dos de bronce y una de plata.
— ¿Qué es esto?
— Las llaves de la casa de la playa que acabo de ganar. — Jeon le cogió la mano y le puso las llaves en la palma. — Son tuyas. Las llaves y la casa, por supuesto.
¿Así sin más? ¿Como si hubiese puesto en su palma una pequeña bolsa con caramelos? La acción había parecido tan lejana que el detective se quedó mirándolas anonadado. Tardó una eternidad en procesar lo que Jungkook le estaba diciendo exactamente.
Las llaves.
De una casa en la playa en la isla. Veinticinco mil dólares.
¿Ese maldito doctor estaba loco? No... No, no podía estar haciendo eso de la nada. No tenía ni idea de lo que se suponía que significaba y no tenía planes de siquiera tratar de entenderlo. No había manera. Simplemente no tenía sentido.
— ¿Taehyung?
— Lo siento... Disculpe, necesito... — Kim se esforzó por encontrar las palabras. Palabras vacías, de veinticinco mil dólares.— Necesito...
Al final, ni siquiera logró terminar la frase. Dejó caer las llaves sobre la mesa, giró sobre sus talones y se dirigió hacia la puerta. Si Taehyung pensaba que una bocanada de aire fresco le habría despejado la confusión que tenía en la cabeza, se equivocaba. La brisa helada no le ayudó en absoluto, lo único que hizo fue congelarle hasta la médula, porque por supuesto se había olvidado el abrigo dentro.
Maldita sea.
Debía de haberlo oído mal. Esa era la única explicación posible, ¿verdad? Porque la alternativa significaba que Jungkook le había comprado una casa y él no podía imaginar ningún escenario en el que esa elección tuviera siquiera un ápice de sentido.
Con un suspiro, decidió soportar el frío solamente unos minutos más, encendiendo un cigarrillo para hacer más tolerable la espera. Por supuesto, podría haber vuelto a entrar, pero no tenía ni idea de lo que le esperaba allí, qué decirle si lo veía. Esa noche parecía cada vez más extraña. ¿Qué otra cosa podría pasar?
El universo al parecer estaba feliz de complacerlo con una respuesta, lo supo en cuanto oyó el chasquido de una pistola que le hizo maldecir una vez más en su cabeza.
— Pon tus manos en el aire y date la vuelta lentamente.
Había un patrón aquí, Taehyung se dio cuenta, uno que debería haber captado mucho antes. Tiró el cigarrillo al suelo, lo aplastó bajo sus pies y se reprochó interiormente no haberlo visto venir, que el menor de los Jung le pillara por sorpresa una vez era comprensible, dos aún era perdonable. Pero que le sorprendiera la tercera, bueno, era una estupidez.
— ¿No me has oído, joder? He dicho que levantes las manos y te des la vuelta. — Repitió. — Despacio.
Taehyung hizo lo que le dijeron, porque ¿qué otra cosa se suponía que hiciera? No tuvo que esperar a que el hombre saliera a la luz para dirigirse a él.
— Tu hermana no está aquí, Jung Wooyoung. ¿No deberías estar a su lado, protegiendo su honor o haciendo... lo que sea que hagas exactamente para mantenerte cerca?
— Grandes palabras para un hombre que está a punto de recibir una puta bala en la cabeza.
— ¿En serio? ¿Vas a dispararme aquí? — Miró hacia la puerta. Todavía podía oír el estruendo de la sala de baile, aunque débilmente, desde donde estaba. — Estamos justo en el centro de la ciudad, ¿crees que la gente no se va a dar cuenta de que un hombre huye de la escena de un crimen con motas de sangre en su bonito esmoquin blanco?
— ¡Cállate! — Jung Wooyoung se acercó con pasos largos y furiosos, hasta que el arma estuvo justo fuera del alcance de Taehyung. — ¿Crees que no lo haré, joder?
— ¿Por qué? — Si realmente iba a morir ahí, al menos quería irse sabiendo cuál era exactamente el motivo. — ¿Qué te he hecho?
— ¿De verdad vas a hacerte el tonto conmigo, pedazo de mierda traicionera y sin carácter? — Los ojos de Wooyoung echaron chispas y Kim se preguntó distraídamente si podría encender un cigarrillo con ellos. — Crees que soy estúpido, ¿eh? ¿Crees que a la Familia le caen bien los operativos enemigos? — Ante esas palabras, el peligrís entrecerró los ojos.
— ¿Qué quieres decir con eso?
— ¿Qué coño acabo de decir de qué? ¿Que te haces el estúpido?
— No, suena como si me estuvieras acusando de algo. — Esta vez fue Kim quien se acercó más a la pistola que los separaba. Necesitaba acercarse lo suficiente para leer la mirada de Jung Wooyoung. — ¿Cómo supiste siquiera de este evento? ¿Sabes por qué está sucediendo?
— ¿Qué? No, ¡no importa! ¿Cómo sabes de este evento si no eres uno de ellos? Ellos no te dejarían entrar aquí si no estuvieras con uno de ellos.
— ¿Ellos? — Se hizo eco. — ¿Quiénes?
Al notar que el detective realmente parecía ajeno a todo, Jung Wooyoung vaciló. Empezaba a parecer confuso.
— ¿Quiénes son 'ellos', Jung Wooyoung? — volvió a preguntar.
— ¡Sabes quiénes son! — Exclamó agitado. — ¿Malditos ladrones asquerosos que creen que pueden venir y apoderarse de nuestra ciudad? Se reía con cinismo y frenetismo. — Les espera otra cosa, les viene algo que no sabrán de dónde salió.
Taehyung se quedó pensativo. ¿Era por eso que el Don había traído un grupo de los suyos al esa noche? ¿Una demostración de fuerza? Eso habría confirmado que la subasta era en realidad una reunión de la Tríada y al irrumpir en ella, La Cosa Nostra estaba enviando un mensaje muy claro. Pero entonces, ¿cómo encajaba eso con Yugi y la conversación que había presenciado en el balcón?
Aún estaba intentando averiguarlo cuando la puerta lateral, la misma por la que se había precipitado unos minutos antes, se abrió con un chirrido. Kim miró hacia atrás y vio al pelinegro corriendo hacia él. ¡Maldición!
— Taehyung, yo...
— ¡Vuelve dentro! — gritó.
Jungkook dejó de correr, pero se quedó donde estaba, repasando todo el escenario con la vista. — ¿Qué está pasando?
— Eh, ya le has oído. — Wooyoung giró sobre sus talones, hasta apuntar al pecho de Jungkook. — ¡Vete!
— ¡No!
En perfecta sincronía, todo comenzó junto a la primera nevada. En un inicio, un puñado de pequeños copos de nieve fueron cayendo del cielo, hasta que parpadeó una vez y, de repente, estaba hundido hasta las rodillas, viendo como la nieve volvía a elevarse. Tal vez dentro de algunos años, pensaría en ese día y trataría de recordar lo que estuvo haciendo antes de que todo se fuera al infierno. Incluso pensaría en qué podría haber hecho de manera diferente para poder detenerlo.
No estaba destinado a ir a trabajar ese día, pero de igual fue. Sabía que la oficina iba a ser un pueblo fantasma debido a las próximas vacaciones, pero eso nunca significó mucho para él y tenía cosas que hacer. Siempre había cosas que hacer. En retrospectiva, debería haber estado más preparado de lo que estuvo en ese momento. Ha estado ahí el tiempo suficiente para saber que esa ciudad era un caldo de cultivo, crisis que ocurrían una tras de otra. Debió imaginarlo antes de pensar que cualquier ilusión de equilibrio podría ser más que eso. Una ilusión.
Sin embargo, se descuidó. Las cosas parecieron estar tranquilas por una vez, el cambio de año estaba tan próximo que creyó en esa frase que todos decían. "Año nuevo, vida nueva". Pensó que el paso de los días y el cambio en el calendario eran la promesa de un nuevo comienzo. Por un momento, en ese 24 de diciembre de 1928, se engañó a sí mismo pensando que todo estaba bien.
Luego sonó el teléfono, ese fue el principio del fin. Todo lo había arrastrado hasta ese momento en donde, una vez más, corría peligro alguien importante para él. Seokjin, Hoseok, Jimin, Jungkook. Había sufrido cada pérdida, cada accidente o muerte se llevó un pedazo de él, de su mente y estabilidad emocional, lo sabía y, si le quedaba duda, las consultas con Jungkook se lo recordaron. Pero en el momento que escuchó a Jungkook acercarse, sintió que le estaban por arrebatar una parte de su vida. ¿Podría sobreponerse a la pérdida de Jungkook? ¿Podría vivir si le ocurría algo? No se lo perdonaría jamás.
Taehyung no se percató de que había empujado a Jungkook detrás de él hasta que ya había sucedido, colocándose directamente entre el pelinegro y el cañón del arma de Jung Wooyoung. Pero esto... Esto era algo que ya había hecho antes. Por eso, volviendo a levantar los brazos, entrelazó los dedos detrás de la cabeza en señal de deferencia, rindiéndose.
— Está bien, escucha. Estoy perfectamente dispuesto a continuar esta conversación, si mantienes esa arma apuntándome solo a mí. ¿Te parece bien? — Dubitativo, Wooyoung gruñó, pero asintió una vez hacia Jungkook.
— ¿Por qué sigues parado ahí? ¡Apresúrate, sal de aquí! — Gritó Wooyoung a Jungkook, evidenciando su desesperación.
— Me temo que en este punto, inevitablemente terminaré siendo una víctima o un testigo de algo que ocurrirá aquí. — Jungkook respondió con seguridad. El detective suspiraba tranquilizándolos a ambos, al menos intentándolo. — Es un poco tarde para huir ahora.
Mientras Wooyoung gritaba una serie de obscenidades, Taehyung pudo sentir al hombre que sutilmente se movía detrás de él.
— ¿Jungkook, qué estás haciendo?
— Dadas las circunstancias, lo mejor que puedo por los dos.
— ¡He dicho que te calles! Los voy a reventar a los dos, maldita sea... — Wooyoung había estado acercándose lentamente todo este tiempo, pero algo le hizo detenerse en seco. Miró algo por encima de la cabeza de Taehyung y frunció el ceño. — ¿Qué es eso? ¿Qué dice?
Kim se dio cuenta demasiado tarde de que estaba mirando sus gemelos. Una vez más, alguien quedó prendado de ellos esa noche.
— ¿Qué?
— ¿Qué pone ahí? — Wooyoug preguntó de nuevo. — ¿Es un nombre? ¿Pertenece a los jefes? ¿Acaso pertenece a los Son? ¿Ellos son quienes te folla ahora? — Se burló. —¿Así que realmente eres uno de sus putos perros, después de todo? ¿Es eso, es por eso que tienes su nombre grabado en-
— Es el mío.
Jungkook finalmente habló, su labio superior temblando de la rabia acumulada al ver el atrevimiento de ese imbécil. Parecía que su boca era un jodido retrete en el que se había quedado demasiada mierda acumulada y ahora empezaba a desbordarse. Le hubiese gustado quebrarlo de mil maneras, pero un movimiento suyo ahí significaría...
Las pocas palabras que dijo los sorprendieron a ambos y callaron a Wooyoung de inmediato. A medida que pasaban los segundos, Taehyung casi se preguntaba si ambos habían oído lo mismo.
Jungkook se apretó tranquilamente contra la espalda del detective, apoyando la barbilla en su hombro desde atrás. Y entonces, lo dejó perfectamente claro, rectificó las palabras antes dichas.
— ¿Los caracteres de sus gemelos? Son mi nombre. Jeon Jungkook. Sí, imbécil, él es mío. — Esas últimas palabras las dijo en coreano sin que alguno de ellos comprendiera, mientras, deslizó las manos en la chaqueta de Taehyung, dejándolas vagar, buscando pastos cada vez más cálidos, mientras mantenía el contacto visual con Wooyoung, todo el tiempo. — ¿Entiendes lo que significa?
Silencio.
Hubo un silencio mortal en ese lugar. Taehyung no sabía si el menor de los Jung estaba disgustado, enfadado, confuso o alguna trágica combinación de las tres cosas. En cualquier caso, la distracción funcionó, Jungkook les había dado el tiempo suficiente para deslizar la mano hacia el lado donde el detective siempre llevaba la funda, desenganchar la pistola de la funda y sacarla de un tirón para apuntar directamente a la cabeza de Wooyoung sin que le temblara el pulso.
— ¡¿Qué mierda?! — Jung dio un respingo
— Aléjate. — El temple en la voz del pelinegro era como el acero, fría y cortante. Taehyung no podía ver su mirada, pero esta no se quedaba atrás, quizás, de haberla visto, hubiese hecho dos cosas, huir despavorido o ponerle las esposas en sus muñecas. Jungkook sabía que al hacer eso, la posibilidad quedaba expuesta, pero en ese momento en donde no podía sostener su propia arma y se hizo con la del detective, lo que más importaba era salvar la vida del mismo. — No estoy de humor para juegos estúpidos. Guarda el arma, mocoso, date la vuelta y desaparece de mi vista.
— ¿Quién coño te ha dado derecho a darme órdenes y hablarme de ese modo?
— ¿Crees que no sé o podré usar esto? — Wooyoung dio un paso más cerca, sin vacilar en su objetivo ni por un segundo.
— Le voy a reventar el puto corazón al detective. Lo haré, joder.
— Inténtalo. — Taehyung intentó moverse, mas el pelinegro jugó con su peso y, sin mover algo más que su brazo libre, fue él quien esta vez colocó a Taehyung detrás de él, sacándolo del blanco de las dos armas. — Será lo último que hagas antes de que te meta una bala en el cerebro. Cuando termine contigo, iré por ti y todos aquellos que te hayan siquiera mirado una vez, todo lo que alguna vez te importó, absolutamente todo lo destruiré.
Las palabras de Jungkook, unidas al tono de su voz, provocaron un escalofrío en el detective. Cuando lo decía así, no era muy difícil imaginarse exactamente esa serie de acontecimientos, y él empezaba a considerar la posibilidad muy real de no salir vivo de esta. ¿Era un farol de Jungkook o hablaba en serio?
En realidad, sorprendentemente, no podía estar seguro.
— ¿Me estás tomando el pelo con esto? — Después de largos segundos, Wooyoung negó, si hubiese alguien para hacer todo eso que ese sujeto decía, él lo sabría. Ese tipo era un don nadie. — ¡Lo mataré!
— Asumes que mi preocupación por su bienestar supera tu propia autopreservación. ¿Y bien? ¿Es así?
Siguió otro rato de silencio y Taehyung casi podía ver los engranajes girando en la cabeza de Wooyoung. Jungkook posó su mano libre sobre el corazón de Kim sin que este tuviera menor idea de lo que se suponía que significaba aquel gesto.
Finalmente, después de una eternidad, el farol de Jungkook -o al menos, Taehyung esperaba que fuera solo un alarde- pareció dar resultado. Jung escupió una maldición y bajó el arma.
— Bien. Por lo que a mí respecta, puedes tenerlo por esta noche. Todo seguirá igual más adelante, cuando haga que te maten. — Wooyoung se burló y Jungkook lo imitó, mostrándole una sonrisa ladeada que le invitaba a intentarlo si realmente tenía los cojones necesarios. — La calamidad persigue a este tonto, ¿no te has enterado? Disfruta del tiempo que te quede.
— Realmente deberías irte ahora, — espetó Jeon.
Pero Jung Wooyoung no estaba hablando con Jungkook en absoluto, estaba mirando fijamente a Taehyung y llevaba la promesa de puro asesinato en los ojos.
— Algún día cobraré la muerte de mi madre, — gruñó. — No te equivoques, será mi bala la que acabe con tu miserable vida.
¿Cómo están? ¿Qué les ha parecido el capítulo? ¿Qué han logrado descifrar? Espero que nos leamos pronto.
LORED
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