Capítulo 10
9 de enero de 1929
Han pasado varios días. Más que suficiente para que los moretones se desvanezcan, los cortes se cierren, las quemaduras se curen. Cualquier marca de sudor, sangre y algo más, manchada con sus huellas dactilares, ya debería haber sido lavada. En este punto, realmente no puedo saber si hubo alguna en algún momento.
Han pasado varios días, los suficientes para olvidar, los suficientes para dejarlo ir. Pero en lo más profundo de mi mente, hay una fantasía en la que mato a ese hombre con mis propias manos.
Salir de lo que resultó ser un sueño felizmente sin sueños fue como ser arrastrado por un lodazal. Taehyung abrió un ojo e inmediatamente se arrepintió cuando se dio cuenta de lo alto que ya estaba el sol. Yeontan ladraba frenético, arañando la puerta del apartamento. Maldición. ¿Qué hora era?
La ráfaga de aire invernal que sopló en su rostro cuando sacó a Yeontan ayudó, pero solo un poco. Estaba empezando a dudar de lo bien que había contado esas pastillas la noche anterior.
Llamó a la agencia una vez que regresó al apartamento y le dijo a Namjoon que lo sentía, que llegaría tarde, pero que trabajaría hasta la noche para compensarlo. Colocó el plato de comida de Yeontan, murmurando suaves disculpas mientras le acariciaba las orejas. Se aseguró de que tuviera suficiente agua y esperó hasta que se distrajera lo suficiente con su comida para recoger todas las pastillas de barbital derramadas de la cama y volver a ponerlas con cuidado en la botella.
Terminó conformándose con lo mínimo que necesitaba para prepararse para el trabajo, — olvidándose de ducharse, afeitarse y, diablos, incluso comer, — diciéndose a sí mismo que era solo porque tenía prisa. Era algo desafortunado, pero llegaba tarde y no había otra opción.
No funcionó, por supuesto, pero maldita sea, al menos lo había intentado.
Taehyung tomó el metro para variar, porque esa mañana ya estaba un poco jodida y no había manera de mejorarla. Cuando entró en el edificio de la agencia, eran un poco más de las diez de la mañana. Yoongi lo saludó desde lo alto de las escaleras, escondiendo su preocupación, pero sin dejar de puntualizar lo que sus ojos veían.
— Te ves como una mierda.
— Gracias, — respondió y rápidamente se encerró en su oficina.
No hizo mucho ese día, lo intentó, porque todavía había más que revisar en todos los papeles que la viuda de Jaeyoon les entregó y había planeado revisar los discursos él mismo porque un segundo par de ojos nunca lastimaba a nadie. No obstante, parecía que no podía pronunciar dos frases en alta voz antes de perder el tiempo o antes de que su mente divagara hacia lugares más oscuros, lugares que olían a fuego y azufre, también a almizcle y humo de cigarro, o la tierra fresca sobre una tumba de un día de antigüedad.
Taehyung perdió la cuenta de cuántas tazas de café se había tomado a media tarde. No confiaba en sí mismo para retener nada más, aunque lo había intentado valientemente con la mitad de un pretzel en el almuerzo. Ni el café ni los cigarrillos con los que trató de ahuyentarlo sirvieron de nada; la niebla en su cabeza no se disipó hasta que cayó la noche, sobresaltándolo con un furioso golpeteo en su puerta abierta.
Su puerta abierta... ¿Cuándo había abierto esa puerta?
— Hola, Yoon, perdón. — Miraba hacia arriba para ver a Yoongi parado en la entrada de su oficina, ya abrigado para irse a casa. — ¿Qué necesitas?
— Creo que eso es algo que debería preguntarte. — Los ojos de Yoongi se entrecerraron. Era gracioso que fuese menor que él, pero se comportase como su hermano mayor. A veces pensaba que en otra vida, si era que tal cosa insistía, Yoongi sería eso, un hermano mayor para él. Simplemente, esperaba que esa otra vida no fuese tan jodida como esa. — He estado llamando durante un minuto entero, qué diablos estás haciendo que no me has escuchado.
— Lo siento, — se disculpó de nuevo. No tenía ni idea de cómo empezar a explicarse, pero por algún milagro, Yoongi no lo interrogó más. —¿Vas a casa? — Cuando el menor asintió, ni siquiera se molestó en tratar de endulzarlo más. — ¿Podría pedirte que cuides a Yeontan nuevamente, por favor? Sé que ya te debo la última vez y odio volver a pedírtelo tan pronto después de...
— Está bien, — interrumpió Min. Taehyung no sabía si estaba irritado por el favor o por la disculpa. Se convenció a sí mismo de que no había una tercera posibilidad. — ¿Esta noche?
Taehyung evitó sus ojos porque no tenía la fuerza moral para hacerlo en ese momento. — Y probablemente mañana por la mañana también, si no es mucha molestia.
No había ninguna razón terrenal y sensata para que Yoongi estuviera de acuerdo sin hacer más alboroto al respecto. Sin embargo, cerro la puerta de Taehyung detrás de él después de despedirse bruscamente y el fuerte sonido se empujó hasta sus huesos. Estaba ansioso y no de la mejor manera, no paraba de maldecir mental y verbalmente todo el tiempo. Se acercaba un ajuste de cuentas, lento, pero seguro, lo sabía.
Yoongi no soportaría estar congelándose sin necesidad para siempre, tarde o temprano explotaría, o simplemente se alejaría por completo si Taehyung si este seguía presionando de ese modo. Tendría que averiguar cómo compensarlo de algún modo que no fuese invitándolo a comer comida coreana y cordero.
El peligrís se tuvo que obligar a enfrentar una crisis a la vez. Al menos ahora, podía respirar tranquilo sabiendo que cuidarían de Yeontan, eso ya era una ayuda. Demonios, tal vez eso era lo único que realmente importaba.
Trabajó hasta mucho después de que todos los demás se hubieran ido, hasta que las palabras en el papel comenzaron a desdibujarse, mezclándose unas con otras, teniendo cada vez menos sentido cuanto más intentaba concentrarse en ellas. El comienzo de un dolor de cabeza había brotado en algún lugar de la base de su cráneo, un dolor sordo que era lo suficientemente leve como para ser tolerable, pero no lo suficiente como para ignorarlo.
Intentó seguir adelante, mas la carta que tenía en las manos, dirigida a Jo Jaeyoon por un potencial donante importante, tenía doce páginas que parecían mil doscientas. No podía concentrarse. No pudo, porque en un momento, estaba tratando de analizar una oración que se negaba a terminar, al siguiente, su visión se oscureció y las letras del papel cambiaron a su propia letra forzada con la mano izquierda, un desastre total debido a lo sucedido hacía dos años.
Fue entonces cuando supo que era hora de salir de ahí. Arrojó la carta de vuelta a la pila de papeles, decidiendo que ordenaría su oficina algún día que no fuera ese. Cerró, vio algunos taxis vacíos en la calle y ya estaba caminando hacia uno cuando cambió de opinión. La Torre Piscis perteneciente a los Jung y también apodada con el apellido de sus dueños, estaba a menos de treinta minutos a pie de la agencia, pensando que si nada más podía, tal vez el aire frío del invierno podría ayudar a despejar su mente.
No fue así, por supuesto. Todo lo que terminó sucediendo fue que se quedó sin cigarrillos justo cuando la torre de veinte pisos al estilo de un castillo apareció a la vista.
El Don debió haber enviado instrucciones antes, porque los dos hombres que lo recibieron en el vestíbulo parecían haberlo estado esperando.
— Armas. — Casi ladró uno de ellos.
Taehyung cumplió con la orden tácita, entregándoles su pistola con funda y todo. Cuando el hombre de la izquierda gruñó, gesticulando vagamente hacia su abrigo y sombrero, también se rindió. No tenía sentido protestar. Había hecho ese estúpido procedimiento una vez antes, y ahora sabía que no debía intentarlo.
Cuando finalmente lo dejaron ir, pasó por alto el ascensor y subió las escaleras. Solo iba al segundo piso y no estaba entusiasmado con la perspectiva de jugar con el temperamento de lo que ahora habría sido un ascensor de doce años. Sin embargo, parecía que había muchas más escaleras de las que debería haber. Algunos de sus escalones se encontraban en mal estado y el ascenso se sintió casi como escalar una montaña; cuanto más alto subía, más fino se volvía el aire.
Debería haberse tomado un último café antes de ir allí.
Finalmente, llegó al rellano del segundo piso. Las puertas gemelas de la suite lo contemplaron en un frío silencio. Cuando se armó de valor para llamar, los golpes de sus nudillos resonaron con lo que sonaba a regocijo.
— Adelante.
Se encontró con Don Jung en el rincón de la biblioteca, sentado en el escritorio de cuero cerca de la ventana. La suite no había cambiado mucho desde la última vez que la vio hacía dos años y esta área en particular estaba inundando sus terminaciones nerviosas con un déjà vu.
Taehyung de vez en cuando observaba algunas pequeñas baratijas aquí y allá que parecían nuevas, pero todo lo demás, desde la bocina de gramófono de color ceniza hasta los vertiginosos diseños geométricos en la alfombra bajo sus pies, le resultaba familiar. El arreglo de claveles blancos y lirios en un jarrón ancho, que ocupaba toda una mesa auxiliar, se veía exactamente igual que en su memoria, ni una sola flor fuera de lugar. Surrealista. Sin embargo, ¿esas cortinas siempre habían sido de ese tono? Parecía recordar que eran más claras.
— Tome asiento, teniente, ah, lo siento, es Detective ahora, ¿no? — El Don no disminuyó la velocidad ni se detuvo en su escritura, mucho menos levantó la vista para reconocerlo. — Llegas un poco temprano. Estaré contigo en breve.
¿Temprano? ¿Cuándo habían fijado alguna vez un tiempo para empezar? Taehyung se mordió la lengua, porque una vez más, no tenía sentido discutir. Se retiró del rincón de la biblioteca a la sala de estar, eligiendo un lugar en el sofá que no sería captado por la visión periférica del Don. No es que hubiera ningún punto en eso, tampoco, pero simplemente quería refugiarse en un rincón remoto.
Su resolución, si es que alguna vez tuvo alguna, parpadeó y vaciló como las llamas que miraba, bailando en la chimenea. En su cabeza se repetía que no era demasiado tarde. Todavía podía echarse atrás. Podía irse y, si tenía suerte, si el Don estaba de humor caritativo, tal vez ni siquiera lo matarían, si era lo suficientemente amable al respecto. De todos modos, ¿cuántas formas había de pagar una deuda? A pesar de que había agonizado con esta pregunta desde que vio por primera vez el cadáver de Jo Jaeyoon acribillado a balazos en esa habitación de hotel, todavía se negaba a morir, ese deseo continuaba persistiendo en un rincón de su mente: ¿Había otra manera? Tal vez hubiera otra manera...
Luego recordó la historia que San había prometido publicar, si no hubiera pensado buscado una alternativa, no hubiese tenido ninguna oportunidad para evitar que esa historia que destrozaría por completo su carrera y vida llegara a la prensa. Las repercusiones de esa publicación serían mucho peores para él, la agencia e incluso para Jungkook.
Debió haberse distraído en algún momento, porque ni siquiera se dio cuenta de que el Don había entrado en la habitación hasta que ya estaba sentado a su lado en el sofá, pasando una mano por su cabello. Taehyung miraba el reloj que colgaba sobre la chimenea y se sobresaltó cuando vio cuánto se habían movido las manecillas desde la última vez que las miró.
— Te cortaste el pelo. — Murmuraba como si fuese una queja, pero todavía disfrutando del resultado. Taehyung logró esbozar una pequeña sonrisa y luchó contra su impulso de apartarse.
— Se estaba volviendo difícil de mantener.
— Es una pena. Yeonghwa me advirtió que tal vez no te reconocería. — Deslizó su mano más abajo, pasando su palma sobre la ligera barba en la mandíbula de Taehyung. — Debe pensar que me estoy haciendo viejo. ¿Cómo podría olvidar esta cara?
Se recordó a sí mismo que no debía comprometer su seguridad, estaba ahí por una razón y, sin importar lo que hiciera en ese momento, se jodería. La mejor opción era salir adelante, eso era lo único que le brindaría una alternativa, así que se aferró a ello, sonrió.
Aparte de algunas mechas más prominentes que parecían bronce en su cabello, que solo servían para hacerlo parecer más digno, don Jung se parecía mucho a lo que era hace dos años. En otras palabras, todavía se veía exactamente como su hijo, de aproximadamente treinta años, aunque sin el ceño fruncido que permanente tenía Wooyoung. Tampoco cargaba la tensión constante de un hombre que siempre estaba dispuesto a perder los estribos a la menor provocación. No, a diferencia de su hijo, el Don era un cielo tranquilo y nublado; perpetuamente gris y pesado con la promesa de una tormenta que, si se tenía mucha suerte, no se desataría y empaparía.
— Algo me dice que no has venido aquí solo para pagar tu deuda anterior conmigo. — Taehyung respiró hondo.
— En realidad, he venido a hacer otra solicitud. — El señor se rio ante esto, obviamente esperando esa respuesta.
— ¿Cómo es caminar por esta tierra sin una pizca de vergüenza en ti? Debes llevar una vida muy interesante. —Había leído sobre una maldición que estaba redactada de una manera muy similar. Se preguntaba si el Don lo decía en ese mismo contexto o si esa interpretación era enteramente suya.
— Nos ayudaría a los dos. — Se apresuró a decir. — Solo necesito hacerte algunas preguntas.
— Sobre el asesinato de Jo Jaeyoon, me imagino. — La yema áspera de su pulgar trazó la línea de la mandíbula de Taehyung. — Toda la ciudad está hablando de eso. Escucho susurros sobre ti donde quiera que voy, desde lo alto de los rascacielos hasta las sucias paredes de los callejones.
— Hay algunos en la policía que sospechan de ti. — Taehyung mantuvo sus ojos en el fuego, que probablemente era la única razón para que esas palabras salieran tan constantemente como lo hacían. — O alguien de tu familia, ellos piensan que fue un ajuste de cuenta exitoso.
— ¿Y usted qué piensa, detective?
Por alguna razón, Jungkook vino sutilmente a su mente, porque el Don y su Doctor, ambos, solían tratarlo formal e informalmente entre palabras. Concentrándose nuevamente el tema que discutían, supuso que sus pensamientos sobre el asunto en realidad no habían cambiado desde que comenzó esta investigación.
— Creo que si tuvieran razón en eso, ya yo estaría muerto, pero necesito algo más sólido que una simple inferencia.
— Por supuesto que sí. — El Don volvía a reír, dándole unas palmaditas en la mejilla, como lo haría con un niño. — Sin importar la manera, he estado haciendo negocios en esta ciudad el tiempo suficiente como para saber que prestar ciegamente otro favor, cuando una deuda anterior aún no ha sido pagada, es completamente inviable.
Claro, por supuesto que esas serían sus palabras. No había ninguna razón para que su pulso se acelerara ahora cuando previó desde el comienzo lo que ocurriría.
— El baño queda en esa dirección, al otro lado del pasillo. — Apartó la mano del rostro de Taehyung solo para hacer un gesto descuidado señalando el camino. — Tómate tu tiempo, ponte cómodo. Usa lo que necesites. Disfruto de un espacio de trabajo limpio.
No discutas y no lo confrontes. Eso era lo que Taehyung se repetía constantemente. Porque incluso si tenía la fuerza suficiente para reducir ese hombre a nada en ese momento, no sobreviviría la siguiente hora sin nadie que lo respaldara.
Por eso sonrió mientras se levantaba y sus pies lo alejaban de ese sujeto.
No supo cuánto tiempo pasó, simplemente mirando el espejo sobre el tocador. Cristo, realmente se veía como el infierno. Las bolsas debajo de sus ojos sobresalían aún más contra la terrible palidez de su piel bajo la luz del baño. En el invierno su piel siempre palidecía exponencialmente. Cuando se abrió el cuello, vio que casi todas las marcas en su cuello habían desaparecido, excepto por el único moretón que Jungkook le había dejado como recordatorio de la víspera de Año Nuevo, aunque ya estaba empezando a desvanecerse.
Se permitió un momento de debilidad, repitiendo el recuerdo de esa noche en su cabeza. Luego, cuidadosamente dejó a un lado todos los pensamientos sobre Jungkook porque si pensaba en él, no estaba seguro de poder afrontar lo que venía a continuación.
Ese baño era casi tan grande como todo su apartamento. No sabía qué hacer con la mitad de las botellas en los mostradores y estantes, porque la mayoría de las etiquetas estaban en italiano. Se preguntaba, qué pasaría, si simplemente se encerraba y esperaba a que terminara la noche. Contemplando la navaja de afeitar en una cesta de instrumentos de afeitar a un lado y su hoja prístina; se imaginaba que Wooyoung estaría muy feliz de cortarle la garganta con ella y dejarlo desangrándose en la bañera. Como mínimo, si todos los rumores sobre los métodos de eliminación de la mafia fueran ciertos, no tendría que preocuparse de que alguien como San hiciera un espectáculo con su cadáver.
Pasó lo que pareció una hora, tal vez más, en la ducha, mirando el agua. Incluso ahora, técnicamente, todavía podría cancelar eso. Podía decirle al Don que había cambiado de opinión, obviamente, arriesgando su ira y la de todo su clan, pero eso sería un problema para otro momento; todavía podía detenerlo, intentarlo al menos. Sin embargo, se quedó allí sabiendo a lo que se expondría.
Salió descalzo, con una de las batas que había estado colgando de una percha en la puerta. Su cabello goteante dejó un rastro de gotas de agua a su paso. Todas las luces de la sala estaban apagadas, únicamente la chimenea permanecía encendida. Sin embargo, había luz proveniente a través de la puerta que había quedado entreabierta que debía ser el dormitorio.
Todavía podía alejarse, podría intentarlo.
Abrió la puerta del dormitorio y dejó que la misma se cerrara detrás de él.
— Mucho mejor. — El Don ya estaba reclinado a un lado de la cama, con una chaqueta de esmoquin de terciopelo arrugado, fumando un cigarro, haciéndole señas para que se uniera a él. — Ven aquí.
Todo esto era nuevo para él ahora, ya que nunca antes había puesto un pie en esta habitación. El patrón de la decoración impreso en la alfombra debajo de la cama era un eco del diseño de la alfombra de la biblioteca. Esa ni siquiera era la característica más llamativa de la habitación, ese honor sin duda sería para el candelabro, que colgaba de las cúpulas empotradas en el techo sobre la cama. Taehyung se preguntaba cómo se las arreglaba el Don para dormir debajo de esa cosa cuando estaba encendida justo como en ese instante. Luego pensó en eso un poco más y se dio cuenta de lo idiota que era.
Apenas se había sentado en la cama cuando sintió que el Don lo acercaba más. Era como si dos largos años de paciencia y benevolencia se hubieran agotado repentinamente.
— Es una pena lo de tu cabello. — Empezó a jugar con él de nuevo, maravillándose de cómo captaba la luz del candelabro. — Era tan hermoso.
— Lamento decepcionar.
— No lo sientas. He sobrevivido a peores tragedias. — Taehyung quiso decir que él también, mas las palabras murieron en su garganta.
Don Jung apagó su cigarro en un cenicero encima de la mesa auxiliar. Luego tiró, movió y arregló las extremidades del detective, hasta que ambos estuvieron sentados erguidos. El Don apoyado en la cabecera y la espalda de Kim presionada contra su pecho. El menor sentía que la bata se le resbalaba de los hombros y le escocían los ojos a su pesar. Ya no podía cambiar de opinión, incluso si quisiera. No tenía que sentir nada; eso únicamente era el pago de una vieja deuda, nada más.
Las manos del Don que habían vagado todo ese tiempo, libres de cigarros y periódicos, finalmente se olvidaron de su anterior fijación con el cabello de Taehyung. Una de esas manos se demoró un rato en su cadera, trazando círculos cada vez más perezosos antes de deslizarse hacia abajo. Taehyung contuvo el aliento, comenzó a contar los accesorios de vidrio que colgaban del candelabro.
Aunque los labios del hombre estaban justo en la concha de su oído, su voz sonaba como si viniera de una habitación lejana.
— Tu madre era coreana, ¿no? — Taehyung apretó los dientes ante esta mención.
— ¿Podemos, por favor, no hablar de ella?
— Como desees. — La diversión, casi canturreada, hizo que pareciera que estaba aplacando a un niño pequeño y tonto. — ¿Alguna otra solicitud?
Muchas llegaron a su mente, principalmente su deseo por cancelarlo, todo lo tentaba a decir palabras por las cuales podría terminal mal. Después de tenerlo ahí y hacerse a la idea de que lo harían, echarse para atrás conseguiría que terminase mínimo, con varios huesos roto. No se necesitaba pertenecer a la mafia para conocer esta regla, muchas esposas la acataban en sus casas sin poderle decir no a sus maridos porque estaban obligadas a cumplir. Ellos no eran los únicos, era considerado una ofensa y falta de respeto grave el retirarse cuando ya estaban animados para consumar el hecho. En muchos casos, aunque no se hubieran iniciado los besos y caricias, si había un papel o una convivencia de por medio, de poco valía los deseos. Ese fue el motivo por el cual terminó guardando silencio.
Por extraño que pareciera, de repente se encontró pensando en Jungkook nuevamente. Tal vez fue la luz refractada a través de cientos de piezas de vidrio en lo alto, lo que provocó un recuerdo de fuegos artificiales, una multitud ruidosa de juerguistas que los protegía del resto del mundo, en donde sus labios pudieron ahuyentar el frío del invierno sin importar que estuviesen en público.
— Preferiría no besarte esta noche, — dijo finalmente, — si también estás de acuerdo con eso, claro.
El Don no dijo nada por un momento. Luego se echó a reír y agarró las caderas de Taehyung.
— Pensar que alguna vez la gente te llamó maestro negociador. Un hombre que siempre sabía leer el ambiente para sacar provecho o actuar de la manera correcta, logrando siempre cerrar los mejores acuerdos.
No había ternura en las manos de don Jung, le avisaban de los moretones que dejaría en sus caderas. De todos modos, no es que se quejara, diablos, el hecho de que lo hubieran empujado boca abajo en la cama y no tuviera que hacer ningún contacto visual durante toda esa terrible experiencia, era un acto piadoso para él. Sin embargo, no pensó que le fuese a doler tanto.
¿Podría ser que todo estuviese en su cabeza?
Trató de no pensar en ello, ninguno de los dos hablaba, por lo que sus oídos se llenaban con el crujido de los resortes de la cama con cada golpe. Pensó en el cadáver de Jaeyoon y trató de ver cuántos de esos cincuenta agujeros de bala podía trazar en su cabeza con seguridad. Su mente también divagó hacia Choi San bebiendo té y sonriendo mientras pronunciaba una sentencia de muerte entre dientes, porque eso era lo que podría causar un artículo como ese que podría publicar. Las personas veían como verdad absoluta todo lo impreso en las hojas de los periódicos. Pensó en negociaciones que había sostenido hacía mucho tiempo, algunas exitosas, otras menos y una infinitamente más desastrosa que las demás.
Analizaba el motivo para estar ahí, había una parte de él cuerda, recordándole por qué esto todavía no era suficiente.
El Don agarró un puñado de su cabello sin previo aviso y tiró.
— Si quisiera follarme un cadáver esta noche, detective, habría desenterrado a mi esposa muerta del suelo donde la pusiste.
Taehyung sintió el escozor de las lágrimas amenazando con escapar por las comisuras de sus ojos. No sabía si era por el puro dolor que causaba ese nuevo ángulo o por esas palabras que le clavaban púas en el corazón.
— Lo siento.
— Deberías sentirlo. Fuiste una inversión arriesgada y costosa. Al menos deberías hacer que valga la pena... — Se calló y dejó de mover las caderas. Una mano se acercó para tomar la barbilla de Taehyung, inclinando su cabeza hacia un lado. — ¿Mmm? ¿Qué es esto?
Le tomó un tiempo al peligrís darse cuenta de lo que debió haber estado observando, la sugilación causada por Jungkook, ese moretón que le había dejado en el cuello en la víspera de Año Nuevo.
— N-Nada. — Tragó con dificultad mientras veía la falta de convencimiento reflejarse en la mirada ajena.
— ¿Hay alguien ahí afuera con frío y solo esta noche porque estás aquí conmigo? — Ronroneó en su oído.
— No es así.
— ¿No? Entonces no te importará si hago esto.
Colocando sus labios sobre la piel de Taehyung, comenzó a chupar exactamente en el mismo lugar para cubrir el chupetón anterior con el suyo. Ante esto, el detective se retorció, sentía un impulso abrumador de atacar que lo sorprendía incluso a él mismo. A pesar de eso, el Don se aferró a sus muñecas y se abalanzó sobre él con todo su peso. Una patada errante que conectó con la pierna del Don fue recompensada con un gruñido y dientes hundidos en su piel.
El Don fue mucho más rudo con él después de eso. Salió de él y lo volteó antes de que pudiera siquiera gritar, enganchando sus piernas sobre sus hombros, hasta que cada chasquido de sus caderas se sintió como si estuviera siendo partido por la mitad.
¿Era esto un castigo por el previo desafío o por estar ahí dos años más tarde de lo esperado? ¿Tal vez por ser una inversión cara y arriesgada que aún no había valido la pena? ¿Fue por lo que le había pasado a su esposa, después de todo este tiempo y el desafortunado enredo de Taehyung en esa tragedia? Taehyung no estaba seguro, podía ser todo a la misma vez.
Se obligó a cerrar los ojos, ignorando el ardor en ellos que amenazaba con deshacerlo. Ninguna de sus distracciones habituales funcionaba ya; las imágenes de sangre y agujeros de bala y cadáveres en las mesas de examen no podían sacarlo de su cabeza, del dolor. Las lápidas y las placas conmemorativas, las cartas escritas a mano que compartían el mismo sentimiento, "mi más sentido pésame y pesar", no podían hacerle olvidar dónde estaba.
Entonces, apostó por algo diferente, le permitió a su mente vagar hasta llegar a la imagen de aquel pelinegro que una noche entró en el Magic Shop, pensó en Jungkook.
Quizás lo más impactante al final fue que realmente funcionó. Se imaginó las manos de Jungkook presionando sus muñecas y sujetándolas a la cama, sus labios explorando la piel de su muslo, sus dientes dejando marcas donde nadie las vería. Se engañó pensando que era la mano Jungkook a envolverlo, diestra y cálida, jodidamente segura. El doctor lo empujó hasta el final y él se lo permitió, envolviendo sus piernas alrededor de la cintura de Jungkook con un gemido sin aliento. No se sintió como una traición cuando Jungkook encontró sus labios y lo besó, tórrido y profundo.
Jungkook debió haber querido reclamar todo, cada parte de él y Taehyung le dio con entusiasmo todo lo que pedía y más.
Las manecillas del reloj habían corrido bastante cuando el peso encima de él se quitó, se encontraba sin aliento, bajando de lo alto, que pudo, ese lugar a donde Jungkook lo había llevado en la cabina telefónica, en el teatro...
La descarada y retumbante risa del Don, enterrada en su cabello, hizo añicos todas las ilusiones que había construido para protegerse, dejando solo eso; Jungkook se había ido y él estaba ahí, su piel ardiendo y en carne viva, su garganta amenazando con cerrarse para siempre. Una mano se cerró alrededor de su muñeca en el momento en que Taehyung se movió para salir de la cama.
— ¿A dónde crees que vas?
— Baño. — Taehyung no podía mirarlo. Se sentía enfermo. — Necesito limpiarme. — Recibió un gruñido como respuesta inmediata.
— Está bien, pero vuelve rápidamente. Tendrás lo que necesitas por la mañana.
Taehyung se quedó mirando un punto singular en las sábanas que ya no eran prístinas durante tanto tiempo que no se habría sorprendido de verlas incendiarse espontáneamente.
— Tú... ¿Esperas que me quede a pasar la noche?— Su voz salió ronca.
— Si no querías, tal vez deberías haber negociado eso por adelantado.
¿Habría hecho una jodida diferencia?
Todavía podía saborear el cigarro del Don en su boca. No podía sentir sus piernas y supuso que sería diez veces peor en la mañana; no estaba deseando que llegara. Dejó correr el agua mientras buscaba algo que pareciera desinfectante, tratando con cuidado los lugares donde su piel se había roto y estaba sangrado. Volvió a contemplar la navaja, y con ella vino un momento de locura, algo así como introducir su hoja en la garganta de don Jung. Sería tan fácil, mientras el hombre estuviera saciado y flexible en la cama. Luego... Nada. La mejor opción después de eso sería tirarse por la ventana, y entonces, ¿para qué diablos habría sido todo eso?
Solo un poco más, se dijo a sí mismo. Cuando finalmente regresó a la cama, el Don lo rodeó con un brazo y lo acercó más. Taehyung fijó su mirada en el patrón impreso en la tela de las cortinas, tratando de ver cuántos caminos podía trazar en las líneas y arcos, ver si alguno de ellos conducía a escapar. Ninguno de ellos tuvo una escapatoria, lo descubrió al final, por lo que terminó mirando la oscuridad fuera de la ventana, hasta el amanecer.
+++
En sus sueños, olía el mar. Las olas le hacían cosquillas cuando se enroscaban y rompían sobre la orilla, sobre sus pies. Su mamá estaba ahí, en alguna parte, podía oír su voz.
— Calla, pequeño bebé, no digas una palabra...
La playa se extendía continuamente, vacía, durante kilómetros. Aunque el sol brillaba sobre sus cabezas, la arena no estaba tan caliente como debería haber estado. La brisa tampoco.
— Mamá te va a comprar un ruiseñor...
¿Por qué sonaba como si viniera de muy lejos, de algún lugar en el océano abierto? Cautelosamente, Taehyung se metió en el agua.
— Y si ese ruiseñor no canta...
Se encontró sentado en el paseo marítimo, podía oír las montañas rusas desde ahí, pero no los gritos de los pasajeros. Extraño. De repente, tenía un cono de natillas heladas en la mano. Alguien debía habérselo comprado, así que no podía estar solo... ¿Verdad?
— Mamá te va a comprar un anillo de diamantes...
Taehyung llevaba la llave de la puerta principal de su casa en una cadena alrededor de su cuello. La abrió y entró, porque ahora el sonido parecía provenir de algún lugar de la casa.
— Y si ese anillo de diamantes se vuelve latón...
Corrió a su estudio, donde pensó que el sonido sería más fuerte. Tuvo razón, pero ella todavía no estaba por ningún lado de aquella habitación. Solo sus libros, su microscopio y el mapa del mundo que había extendido sobre la mesa con alfileres marcando los lugares sobre los que siempre hablaría. Lamentablemente, era imposible salir del planeta, viajar a algún mundo en donde un rey o príncipe le hiciera compañía, también su mamá, quizás fuera más fácil encontrarla fuera de la Tierra.
— Mamá te va a comprar un espejo...
Todavía no podía encontrarla; quería llorar. Sintió algo deslizarse por su mejilla, demasiado suave y terso para ser lágrimas. Cierto, ahora recordaba cómo ella le acariciaba la mejilla con tanta ternura, guiándolo en un sentido u otro fuera de ese limbo entre la vigilia y el sueño tarareando esa misma canción de cuna.
— ¿Mamá?
Algo estaba bloqueando la luz, por lo que parecía y la forma en que le lastimaba los ojos, ya había amanecido. Le tomó unos segundos recordar dónde estaba y por qué algo se sentía mal. Donde esperaba ver un candelabro, solo encontró el rostro de una mujer, mucho más cerca del suyo de lo que tenía derecho a estar, bloqueando su visión de todo lo demás. Sus labios estaban curvados en una sonrisa mientras tarareaba algo ininteligible para él.
Todavía no podía ubicar sus rasgos. Todo lo que pudo registrar fue que ella tenía su cabeza acunada en su regazo y que sus manos acariciaban suavemente sus mejillas. Su largo cabello caía sobre él desde arriba como una cortina, las puntas de los mechones más largos le hacían cosquillas a los lados de la cara.
No podía recordar que su mamá hubiera llevado el pelo suelto. Sus ojos no se enfocaron hasta que ella ya se comenzó a reír, fue solo entonces que finalmente la reconoció. Los guantes de seda en sus manos deberían haberle dado una pista.
— ¡Ah, pobrecito! — Jung Yuqi, hermosa y exquisita, le sonrió con dientes perfectos y ojos brillantes. — ¿La extrañas? — Mierda.
¿Realmente había llamado a su mamá en voz alta?
— Apuesto a que quieres volver a arrastrarte hacia su interior. Todos los hombres son así, ya ves. El útero de su madre es el único lugar donde pueden sentir el verdadero calor. — Ella echó la cabeza hacia atrás para dirigirse a alguien que estaba en la puerta. — ¿No es cierto, Woonie?
Jung Wooyoung estaba de pie con los brazos cruzados sobre el pecho, apoyado en el marco de la puerta, mirándolos a ambos con el ceño fruncido. Sin embargo, en una inspección más cercana, la mayor parte de su disgusto parecía estar dirigido a Taehyung. Tenía sentido, no podía mostrar ningún enojo real hacia Yuqi sin sufrir algunas consecuencias potencialmente dolorosas. Nadie en la mafia podría.
Entrecerró los ojos cuando Taehyung hizo contacto visual y gruñó algo en italiano que ciertamente no sonó amigable. Era curioso, porque si bien ellos tenían ascendencia coreana por parte de su abuelo paterno, el resto de su familia, incluyéndolas a ellos y a su difunta madre, habían nacido en Italia.
— Ignóralo. Solo está de mal humor porque papá me pidió que tratara contigo en lugar de pedírselo a él. Deja en claro en cuál de nosotros confía más, ¿no crees?
— ¡Papá no dijo nada sobre meterse en la cama con él! — Wooyoung siseó mientras su hermana melliza lo hacía callar.
— No me vas a delatar, ¿verdad? Además, todo lo que papá posee y controla será nuestro algún día. ¿Qué hay de malo en jugar con algunos de sus juguetes?
Taehyung vio la sonrisa maliciosa en su rostro y siguió su línea de visión. Agarrando el extremo de la manta, se la subió hasta la cintura.
— ¿Qué hora es? — Murmuró.
Tarareando en voz baja, Yuqi sacó un reloj de aspecto muy familiar de un bolsillo que estaba cosido en su vestido o en su sostén; Taehyung no estaba seguro.
— Las once menos cuarto. — Ella chasqueó la lengua. — Has desperdiciado la mitad del día.
Miró el reloj, tratando de distinguir los leves rasguños y rayones en la esfera. Esa era la única forma en que podía estar seguro de que era el mismo reloj que había dejado encima de la pila de ropa doblada, sobre el mostrador del baño.
— ¿Puedo recuperar eso, por favor?
— Solo porque lo pediste tan amablemente. — Yuqi lo tomó del brazo y volvió a colocarle el reloj, tomándose su dulce tiempo. El metal del reloj se encontraba caliente por el calor de su cuerpo. — Papá envía sus disculpas por no haber podido estar aquí para cumplir con su parte del trato en persona. Los asuntos urgentes se lo llevaron temprano esta mañana, dijo que no tenía el corazón para despertarte. Estoy seguro de que ya tuviste suficiente de su compañía anoche, de todos modos. — Se dio la vuelta y se estiró detrás de ella, hacia donde estaban las almohadas para luego entregarle un sobre de documentos sin marcar. — En cualquier caso, una promesa es una promesa. Para ti.
Taehyung lo aceptó y finalmente comenzó a levantarse. Se arrepintió de eso inmediatamente cuando el dolor se disparó por su columna, haciéndole lanzar una baja maldición. Yuqi se rio de él y amablemente lo ayudó a levantarse. Los ojos de Wooyoung brillaban con la promesa de un asesinato.
El contenido del sobre era en su mayoría cartas escritas en italiano. No pudo distinguir lo que decía ninguna de ellas, pero reconoció el mismo nombre, alternando con el de don Jung, ya fuera como remitente o como receptor, en todos y cada uno. Cerca del fondo del sobre, había una pila de boletas de depósitos, ordenadas ya por fecha. Taehyung supo, después de hojear la primera docena de ellos, que si los llevaba a la oficina, podría comparar el número de cuenta y las cantidades con una pila de registros bancarios similares que ya tenía en la agencia.
— Me estás tomando el pelo.
— Así que ahora ves que la teoría de la policía es completamente absurda. — Yuqi hablaba a la vez que inspeccionaba la costura que corría a lo largo del costado de su guante con indiferencia. ¿Por qué mataríamos a Jo Jaeyoon, cuando era uno de los nuestros?
— Pero hablaba abiertamente en contra el crimen organizado.
— ¿Oh eso? Sí, nada más fueron palabras bonitas para eliminar sospechas y embelesar al pueble. Fue idea de papá, él es realmente genial. Si hubiera ganado las elecciones, habría sido una herramienta extremadamente útil para nosotros, y nadie habría sido más idóneo que él, un hombre sabio. Es una pena que haya muerto, la verdad.
Algo sobre la pura irreverencia con la que había dicho esas palabras sacó a Taehyung de su sorpresa inicial, así como de cualquier otra cosa que estaba tratando de no sentir.
— Lamento mucho su pérdida, — espetó casi con desdén.
— No seas así. — Yuqi frunció el ceño. — La protección que brinda tener un alcalde electo en el bolsillo trasero de papá habría sido más que bienvenida.
— No sabía que lo necesitaban.
— Bueno, por supuesto que no, somos Cosa Nostra. — Ella rio. — Pero habría estado en una posición privilegiada para encargarse de algunas de nuestras molestias más persistentes. Hay tantas pandillas en la parte norte de la ciudad hoy en día. Dios sabe lo que están haciendo, pero puedes estar seguro de que no es bueno. Luego está la Tríada, esas personas son tan sombrías que a veces ni siquiera estoy convencida de que sean reales.
Taehyung podría haber oído hablar de ellos antes, de pasada. Tuvo que admitir que Yuqi estaba diciendo la verdad con esa afirmación, aunque podrían haber sido los más grandes y prominentes en ese momento, La Cosa Nostra estaba lejos de ser la única facción criminal que operaba en la ciudad.
— Y tu padre, a través de las maquinaciones de Jo, supongo, habría acabado con estas otras facciones criminales, ¿no es así?
— Pongámoslo de esta manera, Dimples es pequeño, detective. Solamente tiene espacio para los escándalos en sus calles. — Ella colocaba sus manos sobre los hombros de Taehyung para tirar de él hacia atrás, para que su cabeza descansara sobre su regazo y ella lo mirase desde arriba una vez más. — Lo que nos lleva al tema del pago. El peligrís parpadeó momentáneamente desorientado.
— ¿Qué hay en este sobre?
— No estamos en el negocio de repartir nada gratis, detective. — Yuqi le quitó un segundo sobre de las manos. — Todo lo que papá te pide es que hagas tu diligencia como investigador y uses todos tus talentos para llegar al fondo de este desafortunado lío. Una vez que encuentres al asesino, y él tiene mucha fe en que lo harás, debes entregar al culpable no a la policía, sino a nosotros. — Parecía un ángel cuando sonreía; tan beatífica y tan hermosa. — ¿Aceptas?
Seguramente el Don sabía, en algún nivel, que no había manera de que Taehyung pudiera prometerle eso. No solo la policía y la prensa aparentemente observaban cada uno de sus movimientos, sino que no había garantía de que atraparía al responsable en primer lugar. Sin mencionar la larga lista de objeciones morales que tenía en contra de condenar a quien fuera responsable a cualquier corte canguro que La Cosa Nostra había establecido en las sombras, y eso era si es que se molestaban en tener una Ellos rara vez daban la oportunidad de hablar, lo más probable fuera que los envolviera en bloques de cemento antes de enviarlos al puerto para hacerlos desaparecer eternamente, era mucho más eficiente, después de todo.
Sin embargo, Yuqi no sabía nada de eso, así que simplemente se limitó a asentir. Cruzaría ese puente destartalado e inestable cuando llegara allí.
— ¡Entonces tenemos un trato! Papá estará muy contento.
Pasó sus largas piernas por el borde de la cama, dejando que la cabeza de Taehyung cayera y golpeara el colchón. La tela de su vestido brillaba a la luz del sol mientras se movía. Era difícil no mirarla, la graciosa inclinación de su cuello y hombro se hacían visibles mientras se recogía el cabello a un lado; la seda tirando contra el oleaje de sus caderas cuando se agachó, probablemente para ponerse los zapatos, con una mano apoyada contra el borde de la cama.
Wooyoung debió haberlo notado mirando porque chasqueó los dedos con fuerza frente a sus ojos y gruñó.
— ¿Estás deseando morir, bastardo? ¡Te arrancaré los ojos!
— Oh, detente, Woonie. — Ella volvió a meter todas las cartas en el sobre, dejando a Taehyung solo con la pila de boletas de depósito. — Eso debería ser más que suficiente. Las cuentas han sido cerradas, así que no te molestes. Puedes decir que toda la información provino de mí.
— ¿Y lo corroborarás si surge la necesidad? — Yuqi se burló de sus palabras.
— Claro que no. Lo negaré todo hasta la muerte. — Pasándose el pelo por encima del hombro, comprobó la hora tirando de su brazo hacia ella, para poder mirar su reloj de nuevo. — No te retendré más, tienes un trabajo al que llegar después de todo. ¿Puedes pararte?
— Lo averiguaré en un rato. — Se sentó, con un poco menos de dificultad esta vez.
Algo, un impulso ciego o tal vez un ataque de locura temporal nacido de ese deseo de muerte que Wooyoung había mencionado, lo hizo estirar la mano y agarrar el brazo de Jung Yuqi justo cuando ella comenzaba a alejarse. Estaba mayormente obsesionado con su guante, pasando su pulgar sobre la suave seda blanca cerca de su muñeca. Sorprendida, la mujer parpadeó en su dirección.
— ¿Ves algo que te gusta, detective? — Su hermano mellizo parecía estar a unos tres segundos de cumplir todas sus promesas de asesinato.
— Se supone que no debo decirte esto, pero encontramos un trozo de seda en el pasillo justo afuera de la habitación de Jo Jaeyoon. — Le dijo aquello estudiando su reacción. El hombre podía haber estado trabajando para ellos, pero de igual forma seguían siendo sospechosos. No era la primera vez que la mafia mataba a alguno de los suyos, ya fuera por mal comportamientos, una traición o cualquier otra cosa. — No te importaría si tomo prestado uno de tus guantes para compararlo, ¿verdad?
— Hmmm... No lo sé, amo demasiado estos guantes. ¿Por qué estaría de acuerdo con eso?
No podía decirle que simplemente porque ella tenía una docena más de pares idénticos a esos guantes. Era algo absurdo que no quisiera deshacerse de un par cualquiera.
— Bueno, ya que acabas de confirmarme que la mafia no estuvo detrás del asesinato después de todo, no tienes nada que ocultar. — Yuqi reflexionó sobre eso por un tiempo.
— Supongo que otorgarte este pequeño favor significa cierta seguridad de volver a verte en un futuro cercano. — Eso pareció convencerla, por alguna razón.
En lugar de dejar que Taehyung quitara el guante que ya sostenía, cerró la mano en un puño. Luego, llevó su otra mano para acariciar su rostro y empujó solo la punta de su dedo medio enguantado entre sus labios.
— Adelante, deja que tus dientes lo retiren, pero ten en cuenta que lo querré de vuelta. — Ignorando la mirada en el rostro de Wooyoung que prometía una muerte lenta y dolorosa que probablemente dejaría un cadáver no identificable, Taehyung le quitó el guante con los dientes, logrando que Yuqi riera. —¿No fue divertido? — Con esa pregunta se alejó hacia la puerta, empujando a Wooyoon al pasillo. — Cuídate, detective y no te pierdas demasiado.
Doble actualización... Ya sé que la historia tiene un desarrollo algo lento, pero ya saben que me tomo cierto tiempo cuando la pareja principal así lo necesita. Espero que no se me aburran, que las personitas que le dieron la oportunidad a esta historia , la puedan disfrutar hats ael final.
LORED
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top