CHAPTER NINE











— CHAPTER NINE —

( ame, let me in! )

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LOS TRES ADOLESCENTES SE ENCONTRABAN EN LA SALA, mientras Nancy curaba sus recientes heridas. Desde el sofa individual y con su mano ya vendada, Amelie apreciaba la forma en la que Jonathan miraba a Nancy, mientras ésta ponía una venda en su mano. Sonrió para sí misma, al ver a su mejor amigo tan ensimismado con la Wheeler, y estaba aguantando miles de comentarios burlones que querían salir de su boca. Pero claro que no era el momento, aún menos cuando estaban esperando a que aquel monstruo viniera a matarlos.

— ¿Oyeron eso?— preguntó Nancy, deteniendo su actuar.

— Sólo es el viento— le aseguró Ame para calmarla, tratando de ignorar el hecho de que ella misma era la más aterrorizada de los tres, por volver a ver a aquella bestia.

— No te preocupes— siguió Jonathan—. Mi mamá dijo que cuando llega, las luces hablan.

— ¿Hablan?— preguntó la Wheeler.

— Parpadean— explicó—. Imagina que son alarmas. 

La Hopper comenzó a sentir arcadas al ver los corazones que comenzaban a volar en esa conversación, por lo que se levantó para dirigirse a la cocina por un vaso de agua. Luego de servirlo, se lo bajó de un solo trago, antes de apoyarse en la mesada. Cerró sus ojos y comenzó a bajar el ritmo de su respiración para calmarse, pero el leve temblor de sus manos demostraba lo contrario.

Amelie intentaba ser fuerte, toda su vida intentó serlo. Por su padre, por Sarah, por los niños que tanto la admiraban, por los Byers; e incluso por Steve. Intentó ser fuerte durante su relación, ayudándolo con sus problemas; e intentó ser fuerte cuando todo se acabó entre ellos, tratando de demostrar que no le afectaba en lo más mínimo.

Todo una mentira.

Pero la verdad es que el resto del mundo tiene que verte fuerte, ellos tienen que tenerte un poco de miedo, porque con la mínima muestra de debilidad... El mundo no va a dudar en pisotearte.

La puerta de entrada siendo golpeada fuertemente, los asustó a todos.

El Demogorgon no tocaría la puerta, ¿verdad?

— ¿Jonathan?— el grito con la voz, que Amelie reconocería hasta dormida, se escuchó del otro lado— ¿Estás ahí? ¡Soy Steve! ¡Sólo quiero que hablemos!

Mierda, mierda, mierda — pensó Amelie mientras trotaba hacia la puerta, dándoles una señal para que se mantuvieran callados.

Sacó la traba, antes de abrirla levemente, encontrándose con el rostro de Steve completamente demolido por la pelea con Jonathan. Quiso reírse en su cara, pero la situación era literalmente de vida o muerte. Por lo que si tuviera que rogar para que Harrington se fuera de allí, lo haría.

— Steve, escúchame— le habló, viendo la sorpresa en sus ojos, creyendo que el Byers le abriría—. Tienes que irte.

— Ame, ¿qué...?— intentó preguntar aún confundido—. No busco pelear, lo juro.

— Eso no importa, tiene que irte— lo interrumpió. Steve pudo ver aquella mirada que tanto conocía de la castaña, aquella mirada que no daba lugar a cuestionamientos y que tanto miedo le daba.

Pero la desesperación vino a él.

— Metí la pata, ¿sí?— admitió rápidamente, dejando a Ame totalmente desamparada—. Metí la pata, en serio. Sólo quiero arreglar las cosas.

Jamás había escuchado a Steve disculparse, mucho menos admitir sus errores. Por lo que la situación le estaba oprimiendo el corazón, de tan solo imaginar ésta situación unos meses atrás, cuando hubiera matado por estas palabras de su parte.

Pero esa nube se esfumó, cuando la mirada de Harrington se dirigió a su mano vendada.

»¿Qué te pasó en la mano?«, le preguntó preocupado agarrando su mano. »¿Eso es sangre?«

Amelie la alejó rápidamente por el dolor.

— Nada, fue un accidente— mintió—. Estaba cocinando.

— ¿Qué? Ame, tu no cocinas— la desesperación comenzó a formarse en la mente de Steve.

— Deja de llamarme Ame— intentó llevar el tema para otro lado, pero el muchacho ya conocía todos sus trucos, especialmente cuando apretaba sus labios.

— ¿Alguien te hizo esto? ¿Él lo hizo?— intentó entrar a la casa, pero la castaña no se lo permitía—. Ame, ¡déjame pasar!

Con algo más de fuerza, Steve se adentró a la casa encontrándose con Jonathan y Nancy parados en el medio de la sala, la cual se encontraba completamente desordenada y con armas por doquier.

»¿Qué mierda?«, murmuró por lo bajo al ver el bate con clavos.

— Tienes que irte ahora— lo sujetó el Byers—. Escúchame. No es un pedido, es una orden, ¡vete!

— ¿Y ese olor? ¿Es gasolina?— preguntaba Steve, mientras peleaba contra el agarre de Jonathan.

El sonido de un arma sacándole el seguro, los hizo girar encontrándose con Nancy apuntándole al Harrington.

— Steve, lárgate.

— Esperen, ¿qué está pasando?— ahora Steve ya estaba asustado.

— Tienes cinco segundos para irte de aquí.

La pelea entre los enamorados continuaba, mientras la Wheeler hacía su cuenta regresiva. Pero la atención de Amelie se fue a las luces navideñas, las cuales comenzaron a parpadear.

— ¡Chicos, las luces!— intentó llamar su atención, pero la pelea continuaba— ¡CHICOS, LAS LUCES!

— Está aquí— afirmó Jonathan.

— ¿Quién está aquí?— preguntó Steve.

— ¿Dónde está?— siguió Nancy, mirando hacia todos lados.

Amelie corrió hacia su escopeta, cargándola con velocidad, antes de prepararse para disparar a dónde sea que apareciera el monstruo.

¡Oh! ¡Cuidado con eso!— exclamó Steve enloqueciendo— ¿Alguien puede explicarme qué mierda está...?

Un gran estruendo se escuchó. En una de las esquinas del techo de la sala, el cemento cayó, dejando a la vista aquella viscosidad, por la cual comenzó a salir el Demogorgon.

Amelie se ubicó frente a ellos, ante las quejas de Harrington, antes de dispararle al monstruo. Pero éste terminó de salir, cayendo al suelo. Todos comenzaron a correr hacia la habitación de Will, la Hopper agarró la mano de Steve para arrastrarlo junto a ellos.

— ¡Salta!— le indicó haciendo lo dicho para no tocar la trampa para osos, mientras el castaño seguía gritando sin entender lo que ocurría.

Al entrar a la habitación cerraron la puerta, aún con Steve sin el poder de callarse. Por lo que la Hopper lo empujó fuertemente a la cama en el medio de la habitación, haciéndolo reaccionar para cerrar su boca.

Los tres adolescentes esperaban pacientemente al Demogorgon, del cual sus gruñidos retumbaban por toda la casa. Jonathan había prendido el encendedor, Nancy miraba fijamente el yoyo, y Ame apuntaba a la puerta con el arma ya recargada.

— ¿Dónde está el idiota?— murmuró Ame refiriéndose a la bestia.

— Estoy aquí— contestó Steve confundido, después de todo ella acababa de empujarlo.

La muchacha rodó los ojos.

— Sorpresivamente, esta vez no estoy hablando de ti.

De repente, las luces dejaron de parpadear. Confundidos se miraron entre ellos, antes de abrir la puerta, encontrándose con que el monstruo se había ido.

Pero, ¿por qué?

— Esto es una locura— repetía Steve cada vez más fuerte, antes de correr hacia el teléfono. El cual fue arrojado de sus manos por Amelie— ¿Qué haces? ¿Estás loca?

— ¡Va a regresar!— exclamó—. Así que debes irte, ya mismo.

Ame jamás había visto a Steve correr tan rápido, ni siquiera en los partidos de básquet de la escuela. Por unos segundos, el alivio vino a ella, sabiendo que ya estaba a salvo; antes de que se fuera por completo cuando las luces volvieron a parpadear.

De repente, estas se apagaron por completo, siendo sus respiraciones el único sonido que se escuchaba. Un rugido se escuchó detrás de ellos, antes de que Jonathan fuera derribado por el monstruo, quién lo tenía contra el suelo.

Amelie y Nancy no dudaron en dispararle, provocando que su atención se centrara en ellas. Pero tan pronto, cuándo sus balas se terminaron, se arrepintieron enormemente. El Demogorgon se acercaba a ellas, a la vez que la Hopper intentaba recargar la escopeta con sus manos temblorosas.

Steve apareció, recogiendo el bate del suelo antes de golpear al monstruo en la cara, sorprendiendo a todos, incluso a él mismo. Siguió golpeándolo, guiándolo hacia el pasillo. Cuando Amelie entendió su plan, corrió hacia él, sacando su encendedor de su bolsillo.

— ¡Cayó en la trampa!— gritó Steve, justo antes de que Ame arrojara el encendedor hacia la alfombra cubierta de gasolina.

El Demogorgon se incendió frente a sus ojos, lanzándoles una gran ola de calor, que hizo retroceder a la castaña algunos pasos, quedando contra el pecho de Steve. Éste la ubicó rápidamente detrás de él, al momento en que Jonathan se acercaba con el extinguidor, accionándolo.

Los cuatro comenzaron a toser, esperando que la niebla se extinguiera. Pero el monstruo ya no se encontraba allí.

— ¿A dónde se fue?— preguntó Nancy.

— Tiene que estar muerto— dijo Jonathan—. Tiene que estarlo.

Las luces navideñas comenzaron a iluminarse una por una, creando un camino hacia la puerta de entrada. Los adolescentes se miraron, antes de seguirlas al porche de la casa, dónde las luces de la calle comenzaron a titilar.

— ¿A dónde va?— preguntó Amelie.

— No creo que ese sea el monstruo.






Nuevo capítulo del primer acto de Ethereal, el cuál está llegando a su fin :(

Espero que les haya gustado este capítulo y no se olviden de votar y comentar♥

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