CHAPTER FIVE
— CHAPTER FIVE —
( act like one! )
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AMELIE SE VEÍA FRENTE AL ESPEJO DE SU cuarto incómoda, siempre había amado el color negro, pero tener que usarlo para algo tan triste y abrumador, como lo era el funeral del hermano de su mejor amigo, era algo muy diferente. El vestido que escogió era simple, sin muchos volados, apropiado para este lamentable día.
Suspiró antes de salir, encontrándose a su padre durmiendo en el sillón alrededor de varias botellas de cerveza. La furia llegó a ella al ver tal escena, al parecer todo el avance que había tenido con el alcoholismo de su padre se había ido en picada, aunque ahora, no sabía la razón de tal decaída. Pero lo que sí sabía, era que él no había aparecido en toda la noche.
Cansada por tener que siempre arreglar los destrozos de Jim Hopper, lo ignoró dirigiéndose al teléfono, dónde marcó a Oliver pidiéndole si podía llevarla al cementerio. Después de todo, el muchacho también iría al entierro.
Oliver llegó a los pocos minutos haciendo sonar el claxon de su auto, más su padre no se movió un milímetro ante el estridente ruido. Al parecer realmente se había excedido anoche.
Agarró su pequeño bolso y salió de la casa para subir al vehículo. El muchacho le dio una pequeña sonrisa, la cual devolvió débilmente, antes de arrancar a dirección a su destino.
— ¿Acaso tu padre no iba a venir?— le preguntó encendiendo un cigarrillo, al cual le dio una calada para luego pasárselo.
Amelie lo aceptó con gusto abriendo la ventanilla, así el olor a tabaco no abarcaría sus ropas.
— Así era— imitó la acción de su amigo, expulsando el humo lentamente—. Pero al parecer tuvo una noche ocupada.
La castaña tampoco quería ir esparciendo el alcoholismo de su padre a diestra y siniestra, aunque Oliver lo entendió inmediatamente con un asentimiento, mientras aceptaba el cigarrillo que Ame le devolvía.
— ¿Te encuentras bien?
¿Se encontraba bien?, realmente no lo sabía. Ver a su padre recaer nuevamente en la bebida, luego de luchar tanto por salir de aquella adicción la enojaba, pero también la entristecía enormemente.
— Lo superaré— contestó terminando el cigarrillo, justo cuando llegaron al cementerio de Hawkins.
Todos los que conocían a Will se encontraban allí frente al sacerdote que leía un pasaje de La Biblia, aunque Amelie no creyera en Dios después de todo lo que ocurrió en su vida, respetaba en silencio a la vez que jugaba con el borde de su vestido y mantenía una de sus manos en el hombro de Jonathan.
La ceremonia finalizó y para su extrañeza, ninguno de los amigos de Will se encontraba realmente devastado. Pero ella no era quién para juzgar.
Las personas comenzaron a dispersarse, Jonathan frente a ella se levantó de su asiento y sin darle una segunda mirada se alejó. Sin embargo, Amelie no dijo nada, sabiendo que su amigo necesitaba espacio.
Unas fotografías cayeron el bolsillo de su pantalón frente a sus ojos, la castaña corrió a recogerlas rápidamente. Pero antes de poder exclamar su nombre para devolvérselas, sus orbes se fijaron en su contenido, cerrando sus labios con sorpresa.
Barbara se encontraba en una piscina, la reconoció como parte de la casa de Steve, a la cual ya había visitado innumerables veces en el pasado. Pero la segunda fue la que realmente la aterró. Se trataba de un acercamiento de la primera, pero en ella una extraña, enorme y espantosa figura se encontraba detrás de Barb.
¿Qué mierda?
Del otro lado del cementerio, Jonathan Byers y Nancy Wheeler se encontraban mirando un mapa, en el cual el muchacho había marcado los puntos claves con marcador rojo.
— Aquí es donde estamos seguros de que estuvo, ¿no?— señaló el mapa.
— Así que ahí está la casa de Steve— señaló la otra equis.
— Ahí está el bosque donde encontraron la bicicleta de Will y ahí está mi casa— terminó el castaño señalando la última equis.
— Está todo muy cerca...
— Exacto, está todo a menos de dos kilómetros— explicó Jonathan—. Sea lo que sea esa cosa, no se aleja mucho.
— ¿Quieres ir ahí?— preguntó Nancy algo asustada.
— Quizá no encontremos nada.
— Yo encontré algo, y si lo vemos... Entonces, ¿qué?
— Lo matamos— respondió antes de ir hacia el auto de su padre para abrir la guantera.
— ¿Qué haces?— preguntó la muchacha nerviosa de que los descubrieran.
— Dame un segundo.
Jonathan sacó el arma de su progenitor, junto a una caja de balas.
— ¿En serio?— le preguntó Nancy sorprendida.
— ¿Qué haremos cuando lo encontremos? ¿Le tomamos otra foto? ¿Le gritamos?— la cuestionó.
— Es una pésima idea— suspiró.
— Sí, pero es la mejor que tenemos. Puedes contarle a alguien, pero no te creerán.
— Tu mamá sí nos creería.
— Ya sufrió suficiente.
— Merece saber.
— Sí, y le diré cuando haya matado esa cosa— terminó comenzando a caminar hacia la salida.
— ¿Al menos sabes usar eso?— pregunto Nancy siguiéndolo.
— No, pero conozco a alguien que sí— contestó mirando a Amelie a lo lejos, quienes los miraba sospechosa por su inusual interacción.
Ambos se miraron, antes de hacer su camino hasta la chica, quien acababa de guardar algo en su bolso, sin sacarles la mirada de encima.
Jonathan dudó antes de hablar.
— Necesitamos tu ayuda.
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Amelie llegó a su casa nuevamente gracias a Oliver, de quien se despidió antes de entrar. Lo primero que vio apenas abrió la puerta de entrada, fue un arma siendo apuntada a su cabeza.
— ¡PAPÁ!— gritó furiosa provocando que éste bajara el arma.
Su enojo se incrementó aún más al ver el desorden de la casa. Los muebles se encontraban destrozados, todas las luces se encontraban en el suelo y su padre se encontraba completamente sudado.
»¿QUÉ MIERDA OCURRIÓ?«, preguntó en un grito.
— ¿Quién me trajo aquí?— ignoró su pregunta desesperado mientras la sujetaba por los hombros.
— ¿Cómo diablos voy a saber?— sacó bruscamente las manos de su cuerpo—. Estaba dormida.
Hopper comenzó a pasar las manos por su cabello varias veces, a la vez que caminaba en círculos sin cesar.
La castaña lo ignoró, cansada del drama de su padre, mientras se dirigía a su habitación dispuesta a cambiarse la ropa por algo más cómodo. Había aceptado ayudar a Jonathan y Nancy, no sólo por el hecho de que se trataba de su mejor amigo, sino que también sabía perfectamente que algo no andaba bien.
Jonathan siempre se había negado a ir a cazar junto a su padre, aún más cuando éste lo había obligado a matar un inocente conejo. Pero por alguna razón sabía que las fotografías que había escondido en su bolso eran algo clave en esta situación.
Ya lista para ir al punto de encuentro, se dirigió a la salida, pero fue interceptada por su padre nuevamente.
— ¿A dónde crees que vas, señorita?
— ¿Qué te importa?— le preguntó de mala gana, intentado rodear su cuerpo.
— ¡Claro que me importa!— exclamó alterado, el hecho de que creyera que estaba siendo vigilado, no lo dejaba tranquilo para dejar a su hija sola—. No saldrás de esta casa.
— Que hipócrita de tu parte, viejo— se rió sin gracia—. ¿Dónde estuviste anoche?
— No es asunto tuyo.
— Exacto— sonrió antes de lograr salir por la puerta, siendo perseguida por Hopper—. Cuando te dignes a decirme dónde te encuentras, tal vez también lo haga.
— ¡SOY TU PADRE, AMELIE!
— ¡ACTÚA COMO UNO!— le gritó de vuelta mientras se internaba al bosque.
Jim la vio irse furioso, siendo el dedo del medio, lo último que vio de ella.
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Amelie se encontró con Jonathan y Nancy a los pocos minutos, ambos la miraban nerviosos, sabiendo que la muchacha sospechaba de algo.
Jonathan abrió la boca para hablar, más ésta lo interrumpió antes de que pudiera hacerlo.
— Primero, antes de ayudarlos necesito que aclaren algo por mí— dijo antes de sacar las fotografías del bolsillo de su chaqueta— ¿Es por esto que de repente quieren aprender a disparar?
La pareja se quedó estática, ambos se miraron antes de explicar todo. El miedo no abandonaba la conversación, miedo a que Amelie no les creyera, miedo a lo que haría si así fuera, y miedo a que más personas se involucren.
A la castaña le costó creer en un principio, sin embargo, la fotografía era suficiente prueba para ella. Por lo que aún algo dudosa, les enseñó a ambos. Jonathan seguía siendo un caso perdido, aunque Nancy tenía mucho potencial.
Aceptaron que Amelie se les uniera, después de todo, ella era más habilidosa para disparar, y les vendría bien otro par de ojos en aquella misión.
La noche había caído, siendo su única fuente de luz, la luna y sus linternas. Todo se encontraba silencioso hasta que un pequeño sonido lastimero se escuchó, intrigados comenzaron a seguirlo hasta encontrar el cuerpo de un venado moribundo. Como acto de compasión Amelie levantó su arma dispuesta a acabar con su sufrimiento, pero de un momento a otro, el cuerpo del venado fue arrastrado rápidamente, desapareciendo de su campo de visión.
Los tres adolescentes saltaron aterrados por el reciente suceso.
— ¿Qué fue eso?— preguntó Ame con la poca voz que su garganta permitió salir.
Comenzaron a seguir el rastro de sangre, guiándolos hacia otros cadáveres en descomposición. Sin embargo, mientras Jonathan y Nancy los examinaban, Amelie se centró en un extraño árbol. Éste tenía un gran agujero, del cual un líquido espeso salía y el rastro de sangre entraba.
— ¿Chicos?— los llamó, pero ninguno contestó.
Juntó todo el valor que aún la quedaba, antes de internarse en él. Del otro lado el frío se volvió insoportable, aún más al encontrarse toda mojada por aquel extraño líquido. Su linterna comenzó a fallar, por lo que la golpeó para arreglarla.
Todo se veía como el bosque que ya conocía, pero ese extraño líquido con mucosa se encontraba en todas partes. Un extraño sonido la hizo girar rápidamente, dejando a la vista a una enorme figura que se estaba alimentándose de algo frente a ella.
Lentamente comenzó a caminar hacia atrás, pero una rama le jugó una mala jugada sonando estrepitosamente, pero no tanto como el gruñido de la criatura sin cara al notar su presencia. Un gran grito salió de su garganta antes de correr.
Sin saber que su única salida, estaba cerrándose.
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