XVII: El destino inquebrantable (III)

Reniu se movió despacio hasta llegar al centro de la plazoleta.

Silencioso como de costumbre, la expresión en rostro era inescrutable.

Winger y su sombra se miraron fijamente.

—Muy bien, escucha —susurró Luke, parado junto a su compañero—. Él siempre comienza arrojándote unas cadenas con dientes. No las detengas; esquívalas. Porque un gusano gigante va a aparecer justo debajo de nuestros pies. Entonces aprovechará la distracción para arrojarte un proyectil desde la distancia. Esa puede ser una buena oportunidad para responderle con algo más potente.

—¿A todo esto solo lo estás recordando de batallas anteriores? —preguntó Winger, pues no había escuchado el "¡Tkj...!"—. ¿Cómo puedes estar seguro de que esta vez también hará lo mismo?

—Si hasta ahora no retrocedí para advertirte que la jugada no funcionó, eso significa que acerté. O que nos tomó por sorpresa y ya estamos muertos.

Winger tragó saliva.

—Esperemos que sea lo primero.

Empezó a preparar un conjuro. Ya había elegido su primer movimiento.

Reniu, por su parte, levantó los brazos y exclamó:

—¡Eslabones Hambrientos!

Las cadenas dentadas salieron disparadas hacia sus adversarios.

Winger y Luke saltaron en direcciones opuestas para eludir las mordidas.

Un punto de luz roja apareció entre las manos del mago de la capa roja.

Reniu quitó su atención de Luke y guió ambas cadenas hacia su otro rival.

Winger comprendió que lo que su sombra estaba tratando de hacer era forzarlo a detenerse para que empleara la Imago. Confió en que Luke lo hubiera detenido de antemano si su maniobra evasiva no fuera efectiva y se arriesgó a dar un nuevo salto hacia atrás.

El plan funcionó: los Eslabones Hambrientos lo rosaron pero no lograron hacerle ni un rasguño.

Justo en ese momento, un virmen rompió el suelo en el sitio exacto donde hubiera estado de haber optado por usar una barrera protectora.

Las cosas de momento marchaban bien, pero la estrategia de Winger no terminaba allí.

La partícula luminosa que sostenía entre sus manos se dividió en dos. Con los ojos clavados en los de su oponente, apuntó en dos direcciones a la vez.

—¡Gemelos Escarlata!

El primer disparo impactó contra la cabeza del gusano, provocando una explosión con la fuerza suficiente para derribarlo.

El segundo voló directo hacia el encapuchado.

La ofensiva de Winger tomó desprevenido a Reniu, quien no esperaba una contraofensiva tan precisa y espontánea frente a su maniobra. Se desprendió de los Eslabones Hambrientos para frenar el disparo en llamas que se le acercaba con rapidez:

—¡Imago!

La bola incandescente se estrelló contra el escudo mágico.

Grande fue el desconcierto de Reniu al constatar que se trataba de una esfera hueca.

«Una distracción...»

El destello producido por el choque se desvaneció y el esclavo de Jessio se encontró con Winger apuntando sus manos hacia el cielo.

Había disparado algo.

Reniu tuvo un presentimiento y alzó la cabeza:

Una Aero-Saeta de Fuego se precipitaba hacia él desde las alturas.

Se echó hacia atrás en el último instante y logró evitarla por muy poco.

—Nada mal, Caperucita —murmuró Luke, de nuevo junto a Winger—. Recuerda ahorrar tus energías.

—No te preocupes por eso —contestó el mago; su entrenamiento con Méredith le había servido para tener mayor consciencia de sus capacidades actuales—. ¿Cómo sigue esto?

Antes de que el Viajero Regresivo pudiera contestar, la sombra hizo su siguiente jugada:

—¡Cortina de Humo!

La visibilidad en la plazoleta quedó drásticamente reducida por una nube espesa.

El choque de palmas de su oponente incrementó el nerviosismo de Winger, pero fue rápidamente contrarrestado por el "¡Tkj...!" de su compañero.

—No, no te desesperes por esto —le indicó Luke—. Es un escenario favorable para nosotros.

Graznidos y aleteos comenzaron a girar por encima de sus cabezas, más allá de la nube de humo.

—Ha llamado a cuatro becúberos —explicó Luke en un murmullo—. Él está montado en uno de ellos, pero tampoco puede vernos. Hará que esos monstruos se lancen contra nosotros para hacerte reaccionar con fuego y delatar nuestra posición. Deja que yo me encargue de esto. Si sale bien, estaremos a un paso de conseguir nuestra vía de escape...

Mientras tanto, Reniu y sus criaturas volaban en círculos por encima de la plazoleta oscurecida.

La nube de la Tormenta de Angustia ya se había desvanecido.

Los colores del cielo iban apagándose, pero aún no era de noche.

Los sentidos de los demonios estaban mejor adaptados para funcionar donde no había luz. Por eso le ordenó al primer becúbero que se zambullera en el humo.

La bestia obedeció en el acto y arremetió.

¡CLANG!

No volvió a subir.

¿Qué había sido ese sonido inesperado?

«¿Una pala?», pensó Reniu, confundido.

Como no había sido capaz de identificar la posición de sus oponentes, ordenó a los otros dos becúberos que imitaran al primero.

¡CLANG! ¡CLANG!

De nuevo aquel sonido.

Pero esta vez hubo un brillo rojizo destacó entre la humareda.

El plan había funcionado.

Reniu llevó sus manos hacia adelante y un punto de luz rojiza se encendió. Recién entonces se percató de que lo que estaba por realizar era un reflejo exacto del destello radiante que había aparecido allí abajo:

—¡Meteoro!

La voz de Winger fue seguida por una estruendosa detonación.

El punto rojizo se había convertido en una esfera de fuego masiva que iluminó el rostro de la sombra al emerger de la nube negra.

Reniu saltó desde su montura. El Meteoro devoró al becúbero, pero su jinete también fue alcanzado por de la explosión. La onda expansiva lo aventó hasta el otro extremo de la plazoleta, haciéndolo rebotar contra las rocas del suelo.

La Cortina de Humo comenzó a disiparse en ese momento.

Winger recobró el aliento tras su último ataque y rearmó su defensa. Sabía que se había excedido con ese Meteoro. Luke le había señalado varias veces que debía medir su gasto de energía, pero no pudo dejar pasar la oportunidad.

El gesto de conformidad que el Viajero Regresivo le dedicó fue un signo de que había obrado correctamente.

Reniu volvió a incorporarse.

No estaba furioso, ni preocupado, ni se sentía humillado. Sus facciones no reflejaban ninguna emoción en particular. Después de todo, él no estaba allí por voluntad propia.

Obedecía órdenes.

Y la orden de Legión había sido tajante:

«"Baja hasta el pueblo con tus demonios y mátalos a todos. Que no quede nadie vivo."»

Miró alrededor. Sus becúberos habían sido vencidos o espantados. Podría haberlos obligado a regresar, pero comprendió no era prudente repetir la misma fórmula. Por algún motivo que él desconocía, sus adversarios estaban anticipando cada uno de sus movimientos. Algo similar había sucedido en ciudad Inspiración.

Si quería vencerlos de manera definitiva, esta vez tendría que pasar al siguiente nivel.

Invocar algo que, aunque sus oponentes pudieran prever, no fueran capaces de frenar.

Cruzó los brazos arriba del pecho.

Sus ojos se tornaron luminosos y un aura inquietante lo envolvió.

Estiró los brazos hacia los costados, con las manos apuntando hacia abajo.

Algo extraño empezó a suceder.

Winger y Luke pasearon la vista por los alrededores. Sus cuerpos les alertaban acerca del peligro, pero no lograban comprender qué estaba pasando.

Era como si el enemigo estuviera absorbiendo algo a través de las manos... Pero, ¿qué?

Aún ubicada en una terraza cercana, la posición de Libélula le permitió ver con mayor claridad:

El encapuchado estaba atrayendo todas las sombras de la zona.

Como si de roedores y serpientes se tratara, las sombras se desplazaban a ras del suelo, saliendo de sus escondites, encandiladas por aquellos ojos azules y deslumbrantes.

Una ráfaga sutil se despertó.

Al principio era una brisa casi imperceptible, pero poco a poco fue ganando fuerza.

Las sombras y el viento se estaban entreverando.

Cuando Winger cayó en la cuenta de que habían quedado en el centro de algo temible, ya era tarde. El viento a su alrededor se estaba convirtiendo en una prisión giratoria.

Buscó a Luke con la mirada.

—¡Tkj...!

Y la expresión de espanto en el rostro del Viajero Regresivo le anunció lo peor.

—No, no, no, no... —balbuceó el jugador—. Es uno de esos escenarios, cómo pude haberme olvidado... —Los ojos de Luke se movían con desesperación hacia los caminos conectados con la plazoleta—. Tiene todas las salidas cubiertas. Hay un gusano en cada calle, escondido bajo tierra. No podríamos huir ni siquiera regresando al inicio de la pelea. ¡Esto es lo mejor que hemos podido dar y aún así nos tiene acorralados!

El torbellino se volvió aún más feroz.

Los dedos de Reniu estaban manipulando una fuerza ajena al mundo de lo cotidiano.

Las sombras eran sombras.

Meras consecuencias de la ausencia de luz. Nada más que eso.

¿Cómo era posible que todas ellas ahora estuvieran coordinándose en una danza circular y violenta? ¿Qué leyes trastornadas las estaban gobernando?

Finalmente el esclavo de Jessio llevó sus manos a la altura del vientre y adoptó la postura definitiva. Todo su poder se liberó desde allí:

¡Ciclón de Sombras!

El remolino siniestro incrementó su velocidad al máximo.

Las rocas de la plazoleta se levantaron y fueron arrastradas por una fuerza vertiginosa.

El círculo cada vez se hacía más chico...

Luke se aferraba a su pala con impotencia. Contemplaba la desolación a su alrededor con un temor paralizante. Sabía que en cualquier momento tendría que valerse de su don para huir hacia atrás y lejos, muy lejos de aquel pueblo condenado.

No era esa la posición de Winger.

Él no podía escapar. Su tiempo era uno solo.

El plan había empezado bien. Por un momento creyó que podían cambiar el resultado atroz. Que tal vez Luke se había equivocado en su predicción...

Ahora se chocaba contra la realidad.

El Ciclón de Sombras avanzaba hacia ellos como una soga cerrándose alrededor del cuello. De su cuello. Desentendiéndose de las advertencias de Luke, decidió que había llegado la hora de reunir todas sus energías para hacerlas estallar en un último gran conjuro.

No había escapatoria.

Era supervivencia.

Tenía que dar lo mejor de sí.

—¡Anticiclón!

Los puños del mago apuntaron hacia el firmamento.

La corriente giratoria se elevó con la majestuosidad de las aguas de una fuente para luego volver a descender sobre ellos.

Winger había construido una campana de aire.

Las dos ráfagas se desplazaban en direcciones opuestas, repeliéndose.

Reniu apretó las manos y la fuerza de su hechizo aumentó.

Winger hizo lo mismo. Jamás había empleado el Anticiclón de aquella manera defensiva. No tenía idea de cuánto tiempo más podría soportarlo.

Luke permanecía quieto y cohibido. No recordaba haber presenciado este escenario en particular, pero tampoco era muy distinto de todo lo que ya había visto y vivido. Presentía que el final trágico estaba cada vez más próximo.

El Ciclón de Sombras se hizo aún más poderoso.

La energía del esclavo de Jessio parecía inagotable.

Winger ya no daba más.

Sus brazos se estaban entumeciendo. La carga que estaba resistiendo era excesiva. Era colosal. Era inhumana.

Y acabó por ceder.

El muro circular formado por el Anticiclón fue aplastado por el Ciclón de Sombras.

Winger y Luke fueron arrancados del suelo y lanzados hacia las alturas.

El poblado entero fue testigo de la magnitud arrolladora de aquel huracán de oscuridad.

Desde la distancia, Demián y Mantis interrumpieron por un instante su enfrentamiento para contemplar el espectáculo sobrecogedor e imponente.

Y cuando el rugido del viento cesó, las sombras se escabulleron sigilosas de regreso a sus escondites.

Las primeras estrellas y una luna menguante iluminaron los restos de la plazoleta arrasada.

Luke se incorporó con mucha dificultad. Los oídos le zumbaban y sentía gran dolor en todas las articulaciones. Su cabeza había chocado contra un pedazo de escombro, por lo que ahora un hilo de sangre bajaba por su frente.

Buscó a Winger con la mirada y lo halló en medio de la destrucción.

De rodillas y con el cuerpo vapuleado, el mago de la capa roja solo continuaba dando pelea con el brillo de sus ojos, fijos en los de su adversario.

La sombra había vuelto a montar sobre un virmen. Otros seis bloqueaban las salidas. Varios becúberos se habían posado en los techos cercanos.

Reniu avanzó sobre su montura hasta quedar a una distancia de diez metros de Winger.

El contraste entre sus posturas marcaba una desigualdad abismal.

El encapuchado alzó sus manos y apuntó hacia adelante.

De repente, un objeto metálico impactó contra su hombro.

Había sido una pala.

—Luke... —musitó Winger.

Reniu observó con desinterés al individuo que le había aventado la herramienta.

La mandíbula le temblaba y parecía no saber cómo proseguir.

El virmen se deshizo de él con un simple coletazo.

—¡Luke! —gritó el mago.

Incapaz de seguir mirando desde lejos, Libélula se acercó a socorrer al hombre tumbado.

—Luke, ¿estás bien? —preguntó y lo ayudó a enderezarse.

—Está pasando de nuevo...

El Viajero Regresivo soltó ese comentario al constatar que un punto de luz opaca se había formado entre las manos del encapuchado sombrío.

Era el desenlace que ya conocía.

La esfera de fuego maldito se expandió hasta alcanzar un radio mayor que el de un Meteoro ordinario. Sus flamas oscilaban entre el azul oscuro, el violeta intenso y el negro.

Luke apretó los dientes. No debería haber regresado jamás hasta ese escenario...

—¡Roca del Cielo Nocturno!

La sombra disparó.

El rostro de Winger se tiñó con las tonalidades de la muerte, la cual se le arrimaba con la contundencia del destino inquebrantable.

—¡Crisálida!

Al muchacho de la capa roja ya no le quedaban fuerzas.

Solo un precario instinto de conservación lo movió a tratar de defenderse.

Luke apartó la vista con resignación.

«Lo intentamos», dijo en su mente, como si Winger pudiera oírlo. «Eres valiente, debo reconocerlo. Pero con eso no basta...»

No se quedaría a contemplar la explosión mortífera. Ya la había visto demasiadas veces.

De antemano había elegido el punto exacto al cual regresaría si ese intento final fracasaba. Con volver hasta el atardecer del día anterior sería suficiente.

«Adiós...»

—¿Pero cómo...?

La voz sorprendida de Lila retuvo a Luke en el último instante.

—¿Qué hace Potsol aquí...?

El Viajero Regresivo no entendió las palabras del ángel encubierto. Sus ojos humanos no le permitían admirar la manifestación del formidable guerrero posicionado detrás de Winger.

Solo le mostraban al muchacho que tantas veces había visto caer, realizando ahora una hazaña imposible:

Estaba deteniendo la Roca del Cielo Nocturno solo con sus manos.

Se puso de pie.

—¡Imago!

Un fulgor rojizo envolvió al mago.

La sutil membrana protectora que recubría su cuerpo se proyectó hacia adelante, dándole más espacio y libertad de movimiento.

La gran bola de fuego maldito se mantenía suspendida en el aire, insistiendo y empujando. Quería partir la barrera, devorar a la presa, pero no lo estaba consiguiendo.

Winger llevó un puño hacia atrás.

Potsol hizo lo mismo.

—¡Puño-Tornado!

Ante la mirada atónita de Luke, el ataque de Winger atravesó la Roca del Cielo Nocturno y la hizo estallar.

Esta vez hubo asombro en el rostro del encapuchado. No imaginaba que algo así pudiera suceder.

Sin detenerse a meditarlo, Winger echó a correr hacia su oponente.

—¡Eslabones Hambrientos!

Reniu reaccionó en el acto y atacó con sus cadenas dentadas.

El viento que aún rodeaba el brazo derecho de Winger también se extendió hacia el otro. Apuntó hacia abajo:

—¡Remolino de Viento!

Salió disparado hacia arriba al mismo tiempo que los Eslabones Hambrientos se clavaban en el suelo.

Ahora volaba directo hacia la sombra.

Los vientos volvieron a plegarse sobre su antebrazo derecho.

Las flamas del Fuego-Ariete se encendieron en el izquierdo.

Hizo chocar los nudillos:

—¡Caballero Solar!

Fuego y viento se combinaron en el mismo conjuro.

El escudo circular no le servía para nada.

Concentró todo su empeño en la lanza giratoria.

La secuencia había sido tan rápida que Reniu apenas alcanzó a cubrirse:

—¡Imago!

La barrera protectora se alzó a tiempo.

Winger descargó su golpe final.

La lanza atravesó el escudo y se clavó en el pecho del hijo de las sombras.

La embestida fue certera. Las llamas giratorias perforaron la oscuridad hasta llegar a su núcleo.

La sangre brotó de los labios de Reniu al mismo tiempo que sus ojos se llenaban de espanto.

Los dos rivales acabaron en el piso por la inercia del movimiento.

De repente los hombres y mujeres que habían estado defendiendo Vanilla se quedaron pasmados: las alimañas invasoras dejaron de morder y emprendieron la retirada.

«Algo ha salido muy mal», pensó Mantis con inquietud y se unió a la fuga.

Los becúberos remontaron vuelo.

Los virmens se metieron en sus túneles.

El último de ellos recogió a su amo malherido y se alejó rumbo al monte.

El alboroto de la guerra dio lugar a una calma súbita e imprevista.

Y de esta forma, la batalla por la salvación del poblado terminó.

Con los ojos llenos de lágrimas y una sonrisa de oreja a oreja, Luke se abalanzó sobre Winger.

—¡Maldita sea, niño! ¡Qué rayos fue eso! —exclamó mientras lo zamarreaba.

—Ow... —atinó a soltar el mago.

Sus manos tiritaban. El corazón subía y bajaba. Y a pesar de que estaba convencido de que todo le dolería más tarde, no podía decir que se sintiera muy lastimado.

Lila le colocó una mano sobre el pecho.

—Lo sabía —murmuró—. Ya no tienes la gema, ¿verdad?

Extrañado por la pregunta, el muchacho negó con la cabeza.

—¿Y cómo pudiste invocar su poder?

—El poder de Potsol... —musitó Winger, impresionado—. Entonces fue eso...

En el momento más álgido de la batalla, sus energías habían retornado, otorgándole el empuje necesario para asestar el golpe decisivo. Tal y como había ocurrido en numerosas ocasiones, lo que acababa de experimentar era la conexión con la gema. Y eso a pesar de no tenerla...

—Aguarden... —Luke se había puesto de pie y estudiaba los alrededores—. Aguarden... Eso es... ¡Esta es la oportunidad que tanto buscamos!

Lila y Winger lo miraron con intriga.

—Luke, ¿qué estás...?

—¡¿No te das cuenta?! —el jugador volvió a sujetar al mago por los hombros y lo sacudió con ímpetu—. ¡Este es el escenario que nunca se dio! Si vamos ahora mismo hasta donde se esconde ese monstruo, lograremos una victoria definitiva... Es perfecto...

—Pero Luke —lo interrumpió el mago—, pensé que habías dicho que...

—¡Pues yo soy el Viajero Regresivo y ahora digo esto! —replicó él, exasperado—. Maldita sea, ¡hazme caso! Lila, ve a ver si Méredith y Demián necesitan ayuda. Y tú, si te puedes levantar, sígueme.

Sin detenerse a esperar una respuesta, Luke echó a andar rumbo al monte.

Aún desorientado, Winger resolvió que lo mejor era acatar una vez más.

Atravesaron los suburbios hasta las afueras de Vanilla. Había demonios muertos o malheridos por todas partes. Los lugareños habían hecho un gran trabajo defendiendo a sus familias.

Tomaron por el sendero de la ladera y se internaron en la vegetación. Luke parecía saber muy bien hacia dónde se estaba dirigiendo.

—¿Ya has venido por aquí? —indagó Winger.

—Fue un plan alternativo al de los Tetrágonos. Probamos varias veces armar una buena emboscada, pero nunca salió bien. Tu gemelo y el tipo de los cuchillos se interponían. El monstruo cortaba la invocación de su lluvia de fuego y acababa uniéndose a la pelea. Una carnicería. Pero ahora ese tipo está indefenso, y ni hermanito ni sus bichos estarán ahí para defenderlo. Será tan simple como partirle una roca en la cabeza...

La imagen no resultó agradable para Winger. Se miró la mano derecha: le seguía temblando de manera involuntaria, y ahora sí comenzaba a experimentar un dolor más intenso.

—Oye —lo sacó Luke de sus cavilaciones—. Espero que no estés dudando acerca de matar a esa cosa.

—No —respondió Winger—. Esta vez estoy de acuerdo contigo.

Avanzaron entre los árboles. Las luces del cielo no eran suficientes para marcar el camino, por lo que Winger empleó su mano izquierda para encender una Bola de Fuego.

Estaban ya próximos a la cima cuando, de pronto, se oyó un crujir de ramas secas...

Quien les salió al paso no era otro que Demián.

—¡¿Pero qué demonios estás haciendo tú aquí?! —le espetó Luke, indignado pero tratando de no subir tanto la voz—. ¡Te dije que protegieras a Méredith!

—Pues no pasó lo que tú dijiste —replicó Demián—. Estaba peleando contra Mantis cuando de golpe él y los demonios se fueron. Busqué a Méredith, pero ella ya no estaba ahí. Así que decidí perseguir a ese tipo.

—Es verdad, este es un escenario nuevo —murmuró el jugador, pensativo—. La derrota del tipo de las sombras lo cambió todo. Los demonios se retiraron, y entonces el de los cuchillos cambió su estrategia... Tengan cuidado, él debe andar por aquí.

Winger y Demián asintieron.

Los tres siguieron adelante. Cada suspiro en la noche los alertaba.

De pronto, otro sonido de ramas y hojas, pero esta vez vino desde lo alto.

Luke ni siquiera llegó a activar su don cuando un objeto largo y punzante se clavó en el suelo, justo enfrente de ellos.

Se trataba de una lanza metálica.

Había llegado desde las copas de los árboles, atravesando el follaje en un vuelo fugaz.

Los ojos de Demián identificaron de inmediato el punto desde donde había partido el disparo.

—Iré a ver de qué se trata —indicó.

—De acuerdo —contestó Luke.

Con el ceño fruncido, el jugador caminó hasta el sitio donde había caído la lanza.

Esta se hallaba clavada en la tierra en un ángulo diagonal.

No sin cierto recelo, la recogió.

—Esto es mejor que una roca —dijo.

Y continuó avanzando junto con Winger.

Un choque de armas se escuchó a sus espaldas. Tal vez Demián se había reencontrado con su rival.

Apuraron el paso.

Sus nervios se iban incrementando junto con la tensión del momento.

—Maldición, vamos...

Winger estudió el rostro de Luke, y no entendió por qué se veía tan impaciente.

Entonces sintieron el olor a sangre.

Hubo un destello.

Los árboles del camino se abrieron y arribaron a un claro despejado.

Habían llegado a la cima del monte.

Y sin embargo, allí no había nadie.

—No puede ser... —masculló Luke—. Se supone que este es el lugar...

El Viajero Regresivo movía la cabeza con frustración. Winger incrementó el brillo de su Bola de Fuego para darle mayor rango de visibilidad.

—¿Estás seguro de que es aquí? —preguntó el mago.

—Te estoy diciendo que sí —le espetó Luke—. ¿Qué sucede? ¿Acaso el escenario cambió tanto? O será que...

La cima del monte estaba desierta y silenciosa. Solo hierba y algunas rocas lisas. Nada más.

Las pisadas que se acercaron poco después les eran familiares, pues pertenecían al aventurero.

—Ese cobarde volvió a escaparse —comentó al reunirse con ellos—. ¿Y qué pasa aquí?

Winger solo pudo responderle encogiendo los hombros.

Los dos muchachos se quedaron aguardando más instrucciones.

Luke soltó la lanza y su anuncio fue inesperado:

—Vámonos.

—¿Vámonos? —repitió Demián, insatisfecho.

—¿No ves que no hay nadie aquí? —fue la contestación del Viajero Regresivo—. No queda nada más por hacer. Lo perdimos. Nos vamos.

Winger y Demián se miraron. No tenía sentido seguir discutiendo con Luke.

Pero todos habían sentido ese olor a sangre...


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De regreso en el poblado, Winger, Luke y Demián se reencontraron en la plaza del mercado con Lila y con Méredith, quien al parecer había estado ocupándose de socorrer a los heridos tras el combate contra los demonios. Algunas viviendas habían resultado dañadas y los caminos de acceso a Vanilla estaban destrozados, pero más allá de eso, el saldo final era muy positivo. No había ninguna víctima fatal.

—¡Rocío de Miel!

Méredith utilizó sus habilidades curativas para tratar las heridas en el brazo de Winger.

—Tienes varios huesos fisurados —le advirtió ella—. Este hechizo no reparará el daño, pero al menos ayudará a que sanes más rápido.

—Creo que no puedo quejarme por esto —manifestó el mago, quien seguía sin entender cómo había podido neutralizar una bola de fuego maldito sin haber sufrido heridas graves—. Muchas gracias, Méredith.

La ilusionista se limitó a devolverle una sonrisa y un gesto afirmativo.

Mientras ella se encargaba de vendarle la mano, Winger notó una rasgadura en la túnica de su maestra, a la altura de las costillas.

—¿También fuiste lastimada? —indagó.

—No es nada —aseveró ella—. Daños colaterales. Lo importante es que el poblado se encuentra a salvo. Lo logramos.

—Ha sido gracias a ti —le hizo notar él—. Ese doble Tetrágono fue asombroso. Lograste superar a la tormenta de Hóaz.

Méredith agachó la cabeza.

—No digas eso, por favor...

En ese momento, vieron que Demián los estaba llamando con una gran sonrisa y un cangrejo asado en cada mano. Una pequeña celebración se había armado en la playa.


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Por supuesto que no todos en Vanilla tenían ánimos para festejar nada aquella noche. La tormenta y la invasión habían finalizado hacía muy poco tiempo. Los heridos no eran pocos y las carretas estaban colmadas de alimañas exterminadas. Sin mencionar que no muchos estaban al tanto del grupo de viajeros que les brindó socorro y protección poniendo en juego sus propias vidas...

A pesar de todo, nada impidió que algunos lugareños sí se les unieran con tambores y baile alrededor de la mesa de la cena.

—¡SEEEEHHH! ¡ESTOS SON LOS HÉROES QUE LOS HAN SALVADO! ¡ACLÁMENLOS! ¡ACLÁMENLOS!

Luego de una merecida siesta recuperadora, Luke subió de un salto a los tablones y se puso a animar la reunión entre los platos. Su humor había vuelto a cambiar y se mostraba mucho más relajado que antes. Era difícil estimar cuánto tiempo había vivido atrapado en el círculo reiterativo de las horas de la destrucción...

—¡Esta mujer fue quien frenó la lluvia de fuego! —exclamó alzando la mano de Méredith—. ¡Y este niño le dio el golpe de gracia al jefe de los demonios! —agregó sumando a Winger—. ¡Vamos, apláudanlos entre hurras y vítores! ¡Canten! ¡Canten y bailen por ellos!

Si bien las declaraciones expansivas del jugador resultaban bastante embarazosas para los homenajeados, se sentían alegres de verlo tan animado luego de todo lo ocurrido ese día.

—Oye, Luke, te estás quedando afuera del aplauso —comentó Winger con diversión.

—Es cierto. ¿No vas a reclamar la fama que te corresponde, Viajero Regresivo? —se sumó Méredith a la broma.

—¿Acaso creen que necesito eso ahora? —repuso Luke—. ¡Jamás me había sentido tan vivo! ¡Y lo que será cuando salvemos al mundo! ¡Brindo ahora por todas las victorias que vendrán!

—¡Bueno, bueno...! —masculló Demián, quien de pronto había cruzado los brazos y alzaba el mentón con orgullo—. No es que yo vaya a enfadarme si alguien aquí comenta que también hice mi parte...

Luke soltó una carcajada de júbilo y rodeó el cuello del aventurero con un brazo.

—¡Pero por supuesto, Chico Listo! ¡Oigan todos! ¡Este fue el hombre que ideó todo el plan! ¡La cabeza del grupo, damas y caballeros! ¡Canten por él! ¡Y también por Cabello de Azúcar, que por una vez se dignó a echarnos una mano! ¡Y por este mono que de nuevo se trepó a mi cabeza! ¡Canten! ¡Canten y bailen! ¡Canten y bailen!


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La celebración fue breve, y pronto todos se fueron a descansar.

Hubo dudas en el grupo acerca de si era conveniente pasar la noche tan cerca de los enemigos, pero terminaron llegando a la conclusión de que estos no estaban en condiciones de iniciar un ataque sorpresa con tanta premura.

Aún así, tampoco era cuestión de descuidarse, y a primera hora de la mañana retomaron el viaje por la ruta costera.

Las siguientes jornadas transcurrieron sin ningún sobresalto.

El clima les fue favorable, acamparon una noche más bajo las estrellas, y finalmente el paisaje de Playamar apareció ante sus ojos.

Ingresaron en la aldea, asentamiento limítrofe entre Quhón y Lucerna.

Demián ya había estado allí.

Winger no había conseguido cruzar el paso de Prü.

El mago y el aventurero lideraban la marcha. Sus compañeros no hablaban, pero entendían la ansiedad en su andar.

Llegaron al predio del sanatorio local. Se trataba de una humilde parcela de pasto verde entre la colina y el mar.

Entraron en el edificio principal. La enfermera trató de detenerlos, pero se sintió inhibida por la urgencia de sus miradas.

Demián sabía cuál era la habitación. Abrió la puerta.

Winger entró detrás de él.

La ventana estaba abierta.

Y en las camas no había nadie.

El cuarto estaba vacío.

Los amigos se quedaron en silencio.

En lo que tardaron en reaccionar, un hombre maduro se acercó hasta la puerta. Por su porte y su indumentaria, era el médico del lugar.

—Tú debes ser Winger, ¿verdad? —dijo dirigiéndose al muchacho de la capa roja—. Lo siento, pero llegas un poco tarde. Rupel ya no está aquí.

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