X: El Viajero Regresivo
El Pilar de Amatista saltó contra un muro, se propulsó rebotando contra el opuesto, y cuando alcanzó los tejados ya había adoptado su forma de vampiresa.
Legión debió protegerse con los antebrazos para evitar el impacto de una patada demoledora.
—¡Sigue a Luke! —gritó Méredith desde lo alto.
Winger no titubeó y se lanzó hacia la salida del callejón.
El monstruo lo siguió con la mirada, pero sin descuidar a su adversaria. Hizo brotar espinas de un material oscuro desde sus brazos, lo que obligó a la ilusionista a tomar distancia.
El reencuentro entre dos de los Pilares de Catalsia tuvo lugar sobre los techos de ciudad Inspiración.
—¡Hóaz! ¡¿Por qué haces esto?! —exigió Méredith una explicación.
—Ya te hemos explicado que no somos él, Mery —respondió el monstruo—. O quizás sería más preciso decir que él es solo uno más entre nosotros.
—Eso significa que Hóaz sigue ahí adentro, en algún lugar...
Legión sonrió con piedad al notar el destello de esperanza en la mirada de su antigua compañera.
—Oh... No te engañes, Mery. Si piensas que hay alguna manera de rescatar a la persona que una vez conociste, estás equivocada. Esta carne ahora nos pertenece a todos. Y ninguno de nosotros se opondrá a matarte a ti para así poder ir detrás de ese que llaman Winger. ¡Llanto de Espinas!
Las púas de oscuridad salieron disparadas hacia la vampiresa.
—¡Escudos-Luna!
Dos discos hechos de luz se materializaron en las manos del Pilar de Amatista, frenando la arremetida con facilidad.
—Si realmente quieres matarme, tendrás que hacer mucho más que eso, Hóaz.
Méredith no tenía la intención de luchar.
Solo quería hablar. Entender.
Sin embargo, si para hacer oír sus reclamos primero tenía que derrotar a la parte irracional de su amigo, entonces ofrecería batalla.
Ella no se esperaba lo que le iba a suceder...
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Los feligreses del templo del azar se jalaban los cabellos entre sí, tratando de apropiarse de las monedas esparcidas por el suelo. Las cartas de póker danzaban en el aire. Había gritos y las sillas pasaban volando. La cabeza de un tipo dio contra el domo en el que los escarabajos de pelea se trenzaban. El cristal se partió, la mesa se vino abajo y los insectos abrieron las alas para escapar.
Uno de estos aterrizó en la nuca del fortachón que apresaba a Demián. El tipo soltó un aullido de dolor cuando el escarabajo lo mordió con sus tenazas, y acabó liberando a su prisionero para quitarse el insecto de encima.
El aventurero no desaprovechó la oportunidad para mandar al sujeto al suelo de un codazo contundente en el estómago.
«Hora de irse.»
Demián encaró hacia la puerta de salida, pero se encontró con que el alboroto y la riña se amuchaban aún más en esa zona.
—Yo que tú no tomaría por ese camino.
Demián volteó y se encontró con la chica del cabello rosado.
Lila era un monumento a la tranquilidad en medio de todo ese caos.
—¿Quieres tus herramientas? —preguntó ella.
—Sí... —De nuevo armado con su espada y con su escudo, el aventurero sintió que volvía a estar completo—. El lío debe ser mucho menor en la parte de adelante. Mejor vamos por ahí.
Lila siguió a Demián mientras este se abría paso hacia el frente de la taberna.
Atravesaron el cortinaje y llegaron al sector de la barra. El acordeonista había parado de tocar debido al escándalo que llegaba desde el rincón de juegos. Casi no quedaban clientes en el lugar.
De repente, una lluvia de cuchillos voló en su dirección.
Demián alzó su escudo para defenderlos. Uno de los proyectiles se clavó en la cortina, justo encima de los rizos de Libélula.
—Nos encontraron... —masculló el aventurero.
El individuo que los había atacado, y que les bloqueaba el paso hacia la salida, era el enmascarado envuelto en láminas metálicas. Si la memoria de Demián no fallaba, el sujeto había dicho que su nombre era Mantis.
—No permitiré que escapen otra vez —dijo.
Demián adoptó una postura de combate.
—No tengo pensado seguir escapando —replicó.
Tampoco él imaginaba lo que estaba a punto de pasar...
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—¡¡AUXILIO!! ¡¡ESTÁN TRATANDO DE SECUESTRARME!! ¡¡QUE ALGUIEN ME AYUDE!!
Los gritos de Luke resonaban en la quietud de la noche junto al sonido de sus pisadas y las de su perseguidor.
Winger escuchaba las explosiones a sus espaldas. Quería regresar a ayudar a Demián y a Méredith, pero primero tenía que encargarse de Luke.
Ya habían conseguido colocarle el collar de restricción, la parte más complicada de la misión, supuestamente. Pero eso no significaba que todo estuviera resuelto.
Si Luke se escapaba, todo habría sido en vano.
«Tengo que entregarle el mensaje de Ruhi...»
—¡Espera! —exclamó Winger, esforzándose por darle alcance—. ¡Tengo una carta para ti!
—¡¡SI PIENSAS QUE VAS A ENGAÑARME CON ESO ESTÁS LOCO!! ¡¡QUÍTENME ESTA COSA!! ¡¡AUXILIO, UN LOCO ME PERSIGUE!!
El sobrino de Gasky dobló en un cruce de caminos hacia la derecha.
El mago oyó un chillido de espanto y aceleró el paso.
Luke se había topado con un camino sin salida, pues esa callejuela desembocaba en el canal artificial que formaba un círculo a través de la capital.
Sin embargo, su desconcierto no se debió al camino truncado, sino a la persona con la que se había topado de frente.
Una sombra envuelta en un manto negro, montada sobre un demonio alado, justo encima del canal.
—¿Otro más? —soltó el jugador con la voz temblorosa—. ¿Quién rayos eres tú...?
—¡LUKE, CUIDADO!
Winger se precipitó hacia adelante al advertir que el esclavo de Jessio alzaba los brazos con una postura de ataque:
—¡Eslabones Hambrientos!
Las cadenas compuestas por símbolos alquímicos de Daltos arremetieron con agresividad contra la víctima incauta.
—¡Imago!
La barrera protectora se interpuso a tiempo entre Luke y los Eslabones Hambrientos.
Winger y su sombra volvieron a encontrarse cara a cara.
Luke los observó con estupor.
—¿Dos? —balbuceó—. ¿Son hermanos?
—Quédate detrás de mí —contestó el mago.
Estaba tratando de pensar en la mejor estrategia para zafar de una pelea tan despareja, cuando su enemigo hizo sonar las palmas en el aire.
El piso empezó a temblar.
«Oh, no...»
Los adoquines de la calle estallaron y tres gusanos gigantes aparecieron.
Con el esclavo de Jessio suspendido sobre las aguas del canal y los virmens bloqueándoles el camino de regreso, ahora Winger y Luke estaban acorralados.
La mandíbula del sobrino de Gasky temblaba mientras el muchacho de la capa roja se esforzaba por mantener la compostura. El peor de los escenarios se estaba concretando.
«No es el momento de dudar...», trató Winger de darse valor.
Había estado estudiando bastante desde la batalla en el castillo de ciudad Doovati. Quizás le faltaba un poco de práctica, pero gracias al cuaderno de Alrión tenía varios trucos nuevos que estaba dispuesto a probar.
El momento de enfrentarse con su sombra había llegado.
Su cabeza improvisó un plan de emergencia. Su puño ya estaba listo para liberar su primer conjuro. Sus labios estaban a punto de activar el detonador oral cuando...
—¡Tkj...!
Winger sintió una mano sobre el hombro. Cuando giró para mirar a Luke, la expresión en el rostro del jugador había vuelto a cambiar drásticamente.
—De acuerdo, chico —dijo Luke con determinación—. Sé que quieres intentar algunas cosas, pero nada de lo que tienes en mente no funcionará. Créeme. Y ni se te ocurra que saltemos al canal luego de activar tus lucecitas blancas. Tu hermano macabro nos dará caza en cuestión de segundos.
Los ojos de Winger se abrieron grandes como platos. El hechizo que se estaba gestando en su puño derecho era el Resplandor.
—¿Acaso tu don ha...?
—Sí, estoy de regreso —respondió Luke con seriedad—. Y si quieres que salgamos ilesos de esta, será mejor que me hagas caso en todo lo que te voy a decir. ¿De acuerdo?
—De acuerdo...
—Así me gusta, Caperucita. ¡Ahora, vamos, al suelo!
La sombra acababa de impartir una orden a los virmens, que se abalanzaron sobre ellos.
El jugador obligó a Winger a tumbarse justo cuando las fauces de uno de los demonios se abrieron. Por muy poco escaparon de ser engullidos.
—¡Apunta hacia el cielo! ¡Ahora! ¡Remolino! ¡Remolino!
—¡Remolino de Viento! —exclamó el mago desde el suelo.
Winger no sabía por qué estaba obedeciendo las indicaciones de Luke. Lo cierto fue que el golpe de aire impactó contra el abdomen del gusano y lo lanzó justo sobre el esclavo de Jessio, quien tuvo echarse hacia un costado para no ser embestido por su propia criatura.
—¡Ahora sí, Resplandor! —vociferó Luke mientras alzaba a Winger jalándolo de la capucha—. ¡Ahora! ¡Ahora!
—¡R-Resplandor!
El brillo incandescente hirió los ojos de los enemigos.
Envuelto también en la luz cegadora, Winger sintió que alguien guiaba su brazo derecho en una dirección determinada.
—Exactamente hacia ese punto —oyó que el jugador le susurraba al oído—. ¡Ahora! ¡Saeta de Fuego!
—¡Saeta de Fuego!
El mago apuntó con su conjuro hacia donde Luke le estaba indicando y disparó.
A pesar de que seguía sin vislumbrar nada a causa del Resplandor, sí pudo oír el gemino sufriente de uno de los virmens.
—De nuevo —volvió a susurrar Luke—. Exactamente en... ¡Tkj! Ese punto.
El ángulo en que ahora su brazo apuntaba era inusual. ¿Luke lo estaba guiando hacia el tercer gusano? ¿Hacia el bekúbero que la sombra montaba?
Confió una vez más y disparó.
—¡Saeta de Fuego!
Esta vez, sin embargo, lo que se escuchó fue un zambullida pesada en las aguas del canal.
—¡Meteoro!
Una fuerte detonación resonó por las calles de ciudad Inspiración, y no fue Winger quien la provocó.
El brillo cegador del Resplandor aún no se había disipado, cuando una nube de vapor ocupó su lugar.
—¡Ahora! —gritó Luke—. ¡Corre! ¡Corre! ¡Corre!
Winger no se detuvo a cuestionarlo y se apuró a correr detrás de su inesperado colaborador.
Mientras se alejaban del peligro, echó un vistazo fugaz hacia atrás. Al parecer, su segunda Saeta de Fuego habían dado contra algo colgado por encima del río artificial. El sonido del chapuzón había alertado al enviado de Jessio, quien acabó provocando una explosión vaporosa al soltar su Meteoro sobre la superficie del agua.
Todo había resultado con una precisión milimétrica.
—¿A qué le di con mi Saeta...?
—¡A una cosa para pescar, o yo qué sé...! ¡¿De verdad vas a preguntarme eso justo ahora?! —le espetó Luke sin mirar atrás—. ¡Vamos, tenemos que encontrarnos con tus secuaces! ¡Corre! ¡Corre!
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Mantis barrió la superficie de una mesa con el brazo y se apoderó de todos los utensilios metálicos que había encima.
—¡Reconstrucción!
Cucharas y tenedores acabaron convertidos en un juego de dagas que el enmascarado arrojó contra su rival.
—¡Rayos, deja de tirarme cosas! —protestó Demián, detrás de su escudo.
Libélula presenciaba el enfrentamiento escondida debajo de la barra junto al tabernero y al acordeonista.
El aventurero tomó la iniciativa y trató de alcanzar a su oponente con el filo de Blásteroy.
Pero Mantis era veloz. Con agilidad saltó sobre una de las mesas y le dio una patada a un jarro de cerveza que acabó estrellado contra la cara de Demián.
—¡Eres realmente molesto! —le espetó el aventurero mientras se limpiaba con el antebrazo.
Mantis aprovechó la distracción para recolectar los proyectiles que había lanzado anteriormente y que ahora estaban desparramados por el suelo o clavados en las pareces de la taberna.
Por encima de ellos, más allá de los tablones del techo, se escuchaban las explosiones de otro enfrentamiento.
—¡Reconstrucción!
Todas las armas de Mantis se fusionaron en una cadena con un gancho en la punta.
Con destreza lo aventó hacia su adversario, quien de nuevo se cubrió con su escudo.
Gran error.
—¡Reconstrucción!
Los símbolos alquímicos de Derinátovos se desplazaron por la cadena hasta alcanzar el escudo.
Demián se vio forzado a soltar su elemento defensivo cuando este se llenó de agujas.
Después, Mantis solo tuvo que jalar de la cadena para apoderarse del escudo.
—¡Reconstrucción!
El enmascarado ya había reunido una cantidad considerable de metal, y lo empleó todo para generar un sable curvo.
«Rayos... Fue muy astuto», pensó Demián.
—¿Crees que esa porquería es capaz de hacerle frente a la legendaria espada de Blásteroy? —se jactó, tratando de disimular su creciente frustración.
—Ninguna espada vale por sí misma —repuso Mantis mientras se desplazaba con movimientos cautos—. Si su portador no pone el alma, solo es una herramienta muerta.
La templanza de su oponente solo irritó más al aventurero.
—¡No me vengas con tus lecciones baratas en este momento! —bramó y se lanzó al ataque—. ¡Pelea!
Mantis así lo hizo y respondió con una arremetida frontal.
Las dos espadas reverberaron con el sonido de la guerra cuando sus hojas colisionaron.
Y entonces, lo inesperado.
Mantis soltó su sable tras el choque.
Las láminas metálicas que cubrían sus manos se abrieron como los pétalos de una flor madura, dejando sus manos expuestas. Los símbolos alquímicos circulaban a través de las mismas.
Con la izquierda aferró el filo de Blásteroy. La sangre brotó de las falanges de sus dedos.
Y con la palma de la derecha...
—¡Destrucción!
La mano golpeó a Blásteroy.
¡CLANG!
Y la espada se partió en dos.
Con los ojos llenos de estupor, Demián observó el filo de su arma legendaria dando giros en el aire hasta acabar en el suelo.
—¿Qué...? ¿Qué...? —Las palabras no salían de su boca; sus manos ahora sostenían una empuñadura inservible—. No puede ser...
—Tu muerte será rápida, lo prometo —aseguró el asesino.
Acarició el metal de sus antebrazos para formar una daga final, que no llegó a utilizar.
Una súbita sacudida interrumpió el desenlace.
Los combatientes lograron tomar distancia justo antes de que el techo se viniera abajo.
Tumbada en medio de la habitación, una mujer alada había caído.
Demián salió de su perplejidad ante la inesperada irrupción de Méredith y se acercó a socorrerla.
—¡Ey! —exclamó el aventurero—. ¿Te encuentras bien?
La ilusionista jadeaba y su vestimenta mostraba signos de haber estado envuelta en una lucha encarnizada. Logró incorporarse con la ayuda de Demián, aunque había perdido su estado de vampiresa. Su mirada desafiante se mantenía clavada en las alturas.
Allí arriba, a través del agujero en el techo, Legión les sonreía con perversidad.
Dos alas hechas de energía oscura emergían del lomo del monstruo y lo mantenían suspendido en el aire. Sus garras ya se hincaban en sus propias muñecas.
—¡Quédate detrás de mí! —ordenó Méredith a Demián—. ¡Rayo Fantasma!
Legión sintió un golpe de aire caliente en la cara, pero estaba demasiado concentrado lacerando su propia carne como para preocuparse por eso.
—¿Qué es lo que va a hacer...? —murmuró el aventurero, observando la conducta morbosa del monstruo—. ¿Y dónde está el otro tipo?
Efectivamente, Mantis había desaparecido de manera repentina.
Demián sospechó que el monstruo en las alturas estaba por hacer algo muy peligroso.
—¡Quédate junto a mí! —volvió a gritar el Pilar de Amatista—. ¡Escudos-Luna!
Los círculos de luz defensiva apuntaron hacia arriba.
Legión los miró con desdén y se relamió al imaginar lo que estaba a punto de suceder.
—Los vamos a cocinar... —dijo complacido, y liberó los líquidos de su cuerpo desgarrado—: ¡Río de Sangre!
Dos chorros de flujos hirvientes se precipitaron hacia la taberna a través del orificio del techo.
Los Escudos-Luna de Méredith no resistieron.
La ilusionista y el aventurero soltaron gritos desesperados cuando fueron sumergidos en el torrente rojo.
Legión reía a carcajadas y no cesaba de disparar. Quería inundar el lugar. Quería oír más gritos de horror. No le alcanzaba con solo dos víctimas.
Su corazón retorcido se llenó de regocijo ante el coro de lamentos uniéndose a los de su amiga de la infancia.
La sangre continuaba fluyendo cuando Mantis apareció junto a él en la terraza.
—No dudaste ni un momento en soltar tu ataque —comentó el enmascarado, aunque no había reproche en su voz—. En verdad harás cualquier cosa con tal de salirte con la suya.
—Funcionó, ¿no es cierto? —replicó el monstruo sonriente; las últimas gotas se desprendieron de sus muñecas y sus heridas se cerraron, tejidas por un cordel de oscuridad.
—Yo no estaría tan seguro de eso —respondió Mantis—. Observa con atención.
Legión se vio sorprendido por el comentario del enmascarado. Dejó de reír y escudriñó la escena de la taberna ensangrentada. Fue capaz de identificar varios cuerpos retorciéndose de dolor por las quemaduras.
Sin embargo, no pudo hallar a Méredith en ninguna parte.
—Una ilusión —murmuró, casi con entusiasmo—. Ella nos volvió a engañar...
Mantis murmuró un asentimiento y paseó la vista por los tejados. Su compañero había hecho estragos por toda la manzana, y eran varios los edificios envueltos en humo y fuego. Los vecinos ya habían ganado la calle y aventuraban posibles explicaciones acerca de lo que pudo haber sucedido.
—Será difícil encontrar a nuestras presas entre tanta gente —señaló el enmascarado—. Sugiero que nos retiremos y reunamos con el esclavo de Jessio. Hay que armar otro plan.
—Es una pena... —se lamentó el monstruo—. Pero la cacería apenas comienza.
Mantis y Legión emprendieron entonces la huida a través de los techos de ciudad Inspiración.
Los habitantes de la capital se quedarían con la desconcertante sensación de no saber nunca qué fue lo que ocurrió esa noche.
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Luke y Winker corrieron por las calles de ciudad Inspiración. Las estrellas estaban sobre ellos, y ya nadie había a esas horas.
—¿Adónde vamos? —indagó Winger.
—¡Cállate y sigue corriendo! —le espetó Luke.
De vez en cuando, el jugador soltaba un "¡Tkj!" y cambiaba de dirección de manera abrupta. Luke no solo era un gran conocedor de los pasajes clandestinos de la capital, sino que además se las estaba ingeniando para despistar a su perseguidor y sus alimañas.
Cuando los signos de la sombra desaparecieron y lo único que se escuchaba eran sus respiraciones agitadas, el mago se atrevió a volver a hablar.
—Deberíamos regresar a la tienda de Magallanes —sugirió.
—Oye, no metas al viejo en esto —le respondió Luke.
Su voz por primera vez sonó seria y comprometida, y Winger no se animó a contradecirlo.
—De acuerdo... —murmuró el mago—. ¿Y adónde estamos yendo entonces?
—Pues aquí mismo.
Luke se detuvo justo arriba de un puente. ¿Pasaba este por encima del mismo canal artificial que formaba un círculo alrededor de la ciudad? ¿Habían estado dando tantos giros? Winger no habría podido responder con seguridad. Ya había perdido la orientación...
—No hables, no preguntes, y espera a tus socios —dijo Luke mientras los dos recuperaban el aliento.
—¿Demián y Méredith vienen hacia aquí?
—No hables, no preguntes —repitió el apostador—. Oh, genial. Aquí llega Cabello de Azúcar.
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Demián no simpatizaba con Méredith.
Desde su perspectiva, ella era la causante de las heridas de Jaspen.
¿Del todo? ¿En parte?
Qué importaba eso.
Demián no simpatizaba con Méredith, y punto.
Sin embargo, al mismo tiempo era consciente de que ahora estaban los dos metidos en el mismo embrollo. Tal vez por eso le preocupó el estado de su acompañante.
Acababan de escapar de una lluvia ardiente de sangre y se desplazaban sin rumbo definido a través de una ciudad capital.
—Oye —le habló—. ¿Te encuentras bien?
—No es nada —contestó la ilusionista, liderando la marcha—. Sigamos.
Demián no era la persona más sensible del mundo. Pero al momento de formular esa pregunta, algo adentro suyo sabía que la mujer que corría delante de él no estaba bien.
No era el cuerpo de Méredith lo que dolía. Bajo su forma de demi-humana, ella era capaz de resistir combates de aquella magnitud y más. Lo que en verdad había afectado al Pilar de Amatista fue la ferocidad de la arremetida de Hóaz.
Él realmente había intentado matarla.
Cada golpe había sido contundente y desbordante de placer.
A pesar de que Demián era incapaz de comprender, sí podía intuir las heridas emocionales de Méretidh, pues él también estaba experimentando algo similar.
Llevó sus ojos hacia su mano izquierda, aferrada aún a la empuñadura de su espada rota.
¿Cómo había sido tan torpe? ¿Cómo había podido romper una reliquia legendaria?
Mantis lo había superado por completo. Y solo se salvó del golpe de gracia por la irrupción caótica del enemigo con el cuerpo de una bestia. La espada quebrada era un reflejo de su propio orgullo partido como guerrero.
—¿Hacia dónde vamos? —preguntó, tratando de regresar a la situación.
—Hacia la casa de Magallanes —indicó la ilusionista—. Es el único punto de encuentro que tenemos. Pero antes será mejor que demos un rodeo. Así nos aseguraremos de que nadie nos... sigue...
Méredith se detuvo, perpleja.
Demián también se llevó una sorpresa al constatar que, a mitad de un puente, Winger, Luke y Lila los estaban esperando.
—Justo a tiempo —murmuró el apostador.
—Tenías razón... —comentó Winger, cada vez más asombrado por las habilidades de Luke—. ¿Se encuentran bien? —se dirigió a los recién llegados—. ¿Qué pasó en la taberna?
—Ya tendremos tiempo para hablar de eso —contestó la ilusionista—. Primero tenemos que encontrar un lugar seguro donde pasar la noche.
—No —la interrumpió Luke—. Primero van a abrir esa maldita carta de una buena vez.
El sobrino de Gasky estaba señalando a Winger.
El muchacho de la capa roja no sabía exactamente cómo proseguir. Buscó ayuda en sus compañeros, y al ver que ninguno de ellos tomaba la iniciativa, acabó haciéndolo él.
—De acuerdo... —accedió y le tendió a Luke la carta que Rubi les había encomendado.
—No —lo frenó el apostador—. Ustedes son los que van a enterarse de lo que dice esa carta. Léela en voz alta. ¡Tkj...! Y antes de que lo preguntes, la respuesta es no. Esos tipos que los persiguen no vendrán por este camino.
Más confundido que antes, Winger no demoró más el asunto, abrió la carta y se puso a leer para todo el grupo:
— "Querido Luke:
»Debes estar preguntándote por qué te encuentras en una situación tan curiosa como esta.
»Déjame contarte que tu estimado tutor, Magallanes, estaba tan atribulado por la vida que llevas, que no tuvo mejor idea que pedirle consejo al hombre más obsesionado con el tema de prevenir el fin del mundo. El nombre de este viejito es Gasky, y es tu tío abuelo. Agradéceles a ellos dos por todo esto.
»En cuanto a mí participación en el asunto, solo he sido un simple instrumento que deseaba ver qué rumbo tomarían los acontecimientos a partir de aquí. Mi nombre es Ruhi, y soy una ancianita que vivió unos cuantos años en el monte Rui, cruzando la línea cordillerana hacia el norte, en el reino que ustedes conocen como Lucerna. Habiendo sido yo la encargada de encantar el artefacto que ahora adorna tu cuello, tal vez sea necesario que aclare algunos puntos.
»Seguramente ya habrás podido comprobar que tus habilidades se han visto mermadas, y que ahora eres incapaz de retroceder en el tiempo más allá del momento en que se te colocó ese collar. No te preocupes demasiado por esto. El efecto es temporal, y recuperarás el pleno control sobre tu don en el mismo momento que la persona que te aprisionó decida quitártelo. Te recomiendo que te mantengas cerca de él hasta que eso ocurra.
»Dicho todo esto, solo me resta presentarte a tus nuevos compañeros. Sus nombres son Winger y Demián. Trata de no enojarte con ellos. Son unos jóvenes adorables que solo colaboran con las locuras de Gasky. Quién sabe, tal vez hasta acabes encariñándote con ellos.
»Deseo que este sea un gran viaje para todos ustedes.
»Con afecto,
Ruhi"
Winger termino de leer y se quedó pensativo.
Solo se oía el agua fluyendo mansa por debajo del puente.
—Pues bien, ahí lo tienen —rompió Luke con el silencio—. Menudo grupo de desquiciados me ha tocado.
—Entonces... —balbuceó Winger—. ¿En verdad eres capaz de volver en el tiempo?
Antes de contestar, Luke hizo una reverencia exagerada:
—Tienen ustedes el honor de haber secuestrado al Viajero Regresivo.
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