XXXIX: Lluvia gris del día después

Lo primero que Pery escuchó al despertar fue el sonido de la lluvia golpeando contra la ventana. Muy despacio, abrió los ojos; estaba en una habitación simple, acostado sobre una cama, y había una bonita mujer de cabello castaño a su lado acomodando las vendas que, al parecer, él tenía en el torso.

—¿Eres un ángel? —musitó el herrero, mareado y somnoliento.

—No, soy tu enfermera —dijo amablemente—. No te preocupes, aún no estás en el Recinto Etéreo.

—¿Y los demás...?

—Apenas termine con esto los haré pasar —se adelantó a contestarle—. No se han movido del otro lado de la puerta.

—¿Estamos en Bastian?

—Sí —asintió ella con alegría—. La ocupación terminó, ahora podremos retomar nuestras vidas.

La enfermera acabó con el vendaje, caminó hasta la puerta y habló con las personas que esperaban afuera de la habitación.

—¡Papá!

Soria ingresó volando y de inmediato se echó encima de Pery.

—¡Cuidado, hija! —aulló el lesionado, aunque se sentía mucho más a gusto teniéndola allí a su lado—. Tu padre está un poco descompuesto, ¡no lo rompas del todo!

—¿Estás mejor, tío Pery? —preguntó Winger, quien acababa de entrar junto a Rupel y Demián.

—Solo necesito descansar, dormir y comer mucho —bromeó el herrero, abrazando a su hija—. ¿Cómo fue que acabé en este lugar?

Los rostros cambiaron de pronto. Nadie se atrevió a contestar directamente la pregunta.

—La batalla en el palacio ha terminado —explicó Winger—. Pero Mikán... No pudimos...

Apretó los puños, lleno de impotencia, y sintió un agudo dolor. Sus manos estaban lastimadas por intentar frenar las Alas Cósmicas de Jessio. Íntimamente agradeció ese dolor físico; le ayudaba a desviar la atención del otro...

—No pudimos salvarlo —concluyó Demián la frase por su amigo, poniéndole una mano sobre el hombro—. Liberamos su alma, pero el daño estaba hecho. Ese maldito Jessio... —Ahora era él quien apretaba los puños.

—Oh, eso es terrible... —murmuró Pery, apenado.

Soria lo abrazó con más fuerza, sin decir nada.

—Cuando la pelea terminó, aún seguíamos atrapados en la sala del trono —tomó Rupel la palabra—. La lucha continuaba afuera, podíamos oír el combate entre los soldados de Catalsia y las fuerzas de la resistencia de Pillón, pero estábamos demasiado exhaustos como para derribar la Fortaleza Blindada de Caspión...

Así habían permanecido durante toda una hora, encerrados y sin decir palabra alguna, solo lamentando la pérdida de Mikán. Inmersa en un estado de apatía, Soria había caminado por toda la sala, recogiendo cada página extraviada del libro de Maldoror para reunirlas en un gran fajo. La otra mitad del libro. Cuando la batalla tocó su fin, las tropas de la resistencia se encargaron de echar abajo el muro y rescatarlos.

Al terminar con el relato de lo sucedido se produjo un profundo silencio. Soria se durmió en brazos de su padre. Afuera la lluvia continuaba cayendo, monótona y gris.

¿Serían esas las lágrimas de Mikán? Winger se lo preguntaba. No podía evitar tener la sensación de que el prodigio había estado deseando desde el principio que el plan de Jessio fracasara. ¿Estaría en lo correcto? Ya no había forma de saberlo.

—Tío Pery... ¿Tú conocías a Jessio?

—Así es —asintió el herrero—. Lo conozco por las mismas circunstancias que conozco a Gasky.

—La Era de la Lluvia —precisó Winger.

—¿Sabes algo acerca de eso? —inquirió Pery, sorprendido.

Rupel y Demián los observaban con curiosidad.

—Gasky solo me ha contado algunas cosas. Me habló acerca del grupo que habían formado, pero nunca mencionó a Jessio.

—Supongo que tendrá sus razones —resopló Pery con resignación—. Escucha, Winger. Yo podría darte mi versión de la historia, pero creo que lo mejor será que la oigas de boca del viejo Gasky. Hay cosas que ya estás listo para saber, sobre todo aquello relacionado con los guerreros de Riblast.

—¿Los guerreros de Riblast...? —musitó Winger, sin comprender de qué hablaba su tío.

Alguien llamó entonces a la puerta.

—Disculpen, ¿podemos pasar un momento? Venimos a ver cómo se encuentra su amigo.

Se trataba de Charlotte, quien venía acompañada por Baki.

—Nada de lo que no pueda recuperarme. —Pericles volvió a mostrarse enérgico, evitando alzar la voz para no despertar a Soria.

—En ese caso, me alegra haberlo comprobado con mis propios ojos —sonrió la diplomática.

—¿Y tú cómo te encuentras? —preguntó Demián al notar que Charlotte tenía un brazo vendado.

—Esta herida no es nada —le restó ella importancia—. Es un daño mínimo comparado con lo que hemos ganado hoy.

Miró a Baki y ambos sonrieron muy conformes.

—Ustedes dos formaban parte de la comisión embajadora que fue enviada a Catalsia, ¿verdad? —intervino Winger.

—Así es —afirmó Charlotte—. Pero en estas semanas difíciles hemos tenido que corrernos un poco de nuestros roles.

Demián arqueó una ceja y estudió con escepticismo a Baki, su torso desnudo y sus barbas enmarañadas.

—¡¿Qué estás mirando?! —bramó el musculoso al percatarse de esa mirada suspicaz—. Soy un embajador cultural de nuestra república.

—Sí, ya veo... —murmuró Demián, no muy convencido.

—¿Cómo fue que ocurrió todo esto? —volvió Winger a dirigirse a Charlotte, mientras Demián y Baki se gruñían mutuamente—. Pensaba que el ejército de Pillón ya había sido derrotado y que ustedes los cónsules...

—¿Aún éramos prisioneros de Catalsia? —dijo la diplomática—. Los ministros de Pillón consiguieron nuestra repatriación tras arduas negociaciones con la corte del rey Dolpan. Por supuesto que la cuestión del atentado durante el Combate de Exhibición todavía no estaba zanjada. Si bien no recuerdo nada de lo ocurrido ese día, acepté toda la responsabilidad y me sometí a las pruebas necesarias para descubrir qué había sucedido realmente.

—Fue un largo mes de pruebas —intervino Baki, estremeciéndose al recordar las presiones que tuvo que soportar su compañera—. Al final, los expertos llegaron a la conclusión de que Charlotte actuó bajo los efectos de una poderosa poción para el control de la voluntad, administrada en dosis muy altas, probablemente durante la cena de la noche anterior al Combate de Exhibición.

—Una poción... —Winger recordó el efecto que esa misma sustancia había tenido sobre el cuerpo y la mente del rey Dolpan, así como sobre los soldados alienados. Sin duda era un arma muy peligrosa.

—Tratamos de acercarnos una vez más al consejo real de Catalsia para advertirles acerca de posibles desertores en su propio reino, pero fuimos tenazmente rechazados —retomó Charlotte la palabra—. A los pocos días, el estado de guerra fue declarado. El ejército del rey Dolpan empleó todo su arsenal para avanzar por nuestras tierras directamente hasta ciudad Bastian. Cuando las tropas llegaron al palacio de gobierno, nosotros conseguimos escapar a través de un túnel secreto que conduce hasta el cementerio.

Winger y los demás intercambiaron miradas significativas.

—Desde entonces hemos estado tratando de armar un ejército clandestino, reuniendo civiles voluntarios, esperando el momento oportuno para actuar. —Charlotte sonrió y señaló a Demián—. Fue entonces cuando encontramos a tu amigo.

—Este muchacho tonto andaba por las calles de Bastian como si nada ocurriera. —Baki tomó a Demián por el cuello y le frotó la cabeza con sus nudillos.

—Demián nos contó lo que estaba ocurriendo en Catalsia —prosiguió Charlotte—. Que el rey Dolpan había sido asesinado por su propio guardián y que todo era parte del plan de un grupo de conjurados, incluida la invasión a nuestras tierras. En ese momento decidimos entrar en acción y recuperar nuestro palacio.

—Aún no conocemos el motivo con exactitud —comentó Baki—, pero luego de la aparición de aquel gran vórtice en el cielo las tropas de Catalsia comenzaron a mostrarse desorientadas. Hacia el amanecer de este día lluvioso las fuerzas invasoras retrocedieron, y un comunicado reciente nos informa que estamos a punto de recuperar la frontera.

—Creo que debemos darles las gracias a ustedes por su intervención. —Charlotte hizo una reverencia—. Esperemos que este haya sido el fin del conflicto entre ambas naciones.

Los diplomáticos agradecieron una vez más por la ayuda recibida y luego aprontaron a retirarse.

—Por cierto —habló Charlotte una vez más antes de salir—. Los asistentes de este hospital se han encargado del cuerpo de su amigo. Prometo que lo haremos regresar debidamente a Catalsia esta misma tarde.

Dicho esto, la mujer abandonó la habitación. El grupo quedó en silencio una vez más.

—Por desgracia, ella se equivoca —murmuró el herrero; acariciaba el cabello de su hija, y su mirada revelaba abatimiento—. Winger, tienes que llevarle el libro de Maldoror a Gasky. Esta guerra puede haber terminado, pero algo peor está a punto de comenzar. Ahora Jessio tiene una parte de lo que buscaba, y con la muerte del rey Dolpan contará con el control de Catalsia para alcanzar sus metas. No debemos rezagarnos.

Pericles había hablado con seguridad y resolución, en un contraste muy marcado con su habitual actitud bondadosa y distendida.

—Entiendo que esto es muy importante, tío Pery —dijo Winger con la misma actitud seria—. Pero no puedo irme y dejarte aquí, en estas condiciones. Recuerda que tú y Soria también serán tildados de enemigos de Catalsia. ¿Cómo harán para regresar a Lucerna sin atravesar el reino?

—Yo me encargo de eso. —Demián dio un paso al frente—. Conozco las montañas del norte. Cuando ambos estén mejor, los conduciré de vuelta a Dédam. —Miró a la durmiente Soria—. Lo prometo.

El aventurero sacó la campana de Jaspen y se la tendió al mago.

—Supongo que ella no tendrá problemas en acompañarte. —Señaló a Rupel, quien les dedicó un guiño—. Cuídate mucho, amigo. En poco tiempo nos volveremos a ver.

Winger asintió y tomó el instrumento.



Esta es la versión gratuita de Etérrano. Si quieres leer una versión más pulida del libro, puedes encontrarla en Amazon.com! (https://amzn.to/3D2c7Wg)

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top