IV: ¡La embestida de Entalión!

Winger echó de menos aquella primera lección en los días que le siguieron. Jessio no había vuelto a aparecer por la Academia, o al menos él no lo había visto ni una sola vez. Según le explicaron Markus y Zack, el maestro era muy atento con los aprendices del nivel inicial, pues sentía como un deber el conocer a cada uno de sus discípulos. Pero eran tiempos un tanto revueltos para el palacio de Catalsia y, siendo Jessio el consejero más importante del rey, él tenía que priorizar esa función.

Quien en cambio había impartido la mayoría de las lecciones era un tutor muy joven llamado Dekis, a quien todos (excepto Markus) apodaban "el novato". Se trataba de un aprendiz del nivel avanzado, de aspecto inofensivo, un poco torpe e inseguro, pero muy claro a la hora de explicar la teoría.

Winger disfrutaba aprendiendo cosas nuevas acerca del mundo de la magia, pero lo que realmente aguardaba con ansias llegó en su tercer día en la Academia: las lecciones de magia práctica. A estas las impartía Rapaz, el otro de los asistentes principales de Jessio. Si los aprendices hablaban mal de Mirtel, de Rapaz hablaban pestes.

Aquella mañana, el grupo se encontraba reunido en el amplio jardín trasero de la Academia. Todos estaban de buen humor, pues esa solía ser la única oportunidad que tenían los aprendices del nivel inicial para practicar un poco de magia auténtica. Algo nervioso y expectante, Winger se hallaba conversando con sus nuevas amistades cuando el polvo revolviéndose sobre sus botas le anunció que otra vez se acercaban los problemas.

—¡Ey, campesino! Parece que hoy no te salvarás de que te haga morder el polvo —comentó Rowen mientras creaba un remolino con solo alzar su mano—. No sé si te lo han dicho, pero yo soy el mejor de nuestra clase...

—¿Por qué no te vas a fanfarronear a otro lado, Rowen? —disparó Lara, siempre atenta a los movimientos de su hermano.

—Vamos, hermanita, no te lo tomes tan a pecho. Es natural que, siendo el mayor, posea ciertas habilidades más desarrolladas que tú.

—¡¡Solo eres cinco minutos mayor que yo!! —rugió la muchacha mientras Markus y Zack impedían que se abalanzara sobre Rowen—. De todos modos, tengo que admitir que la habilidad de vivir sumergido en tu mugroso polvo es algo sorprendente.

Incluso la pandilla de Rowen se echó a reír ante la ingeniosa observación de Lara. Los ojos del pendenciero se incendiaron con rabia por la humillación y una cortina de tierra se erigió amenazante a sus espaldas.

—No me provoques, hermanita —le advirtió—. Y más te vale que empieces a dejar que tu noviecito se defienda por sí mismo si no quieres que todos piensen que es un borrego asustadizo.

Winger iba a replicar, yLara ya se lanzaba sobre su hermano, cuando un grito estridente interrumpió la escena:

—¡Pero qué alboroto es este!

Winger observó al sujeto que se acercaba con paso tosco hacia ellos. Apenas le quedaban unos pocos mechones de pelo gris y la expresión en su rostro era de asco permanente. Winger dedujo enseguida que ese tenía que ser Rapaz, y no tardó en comprender por qué la multitud había retrocedido al instante, dejándolos a él y a los hermanos como únicas presas del asistente de Jessio.

—Señor Rapaz, déjeme explicarle...

—Cállate, Lara —la interrumpió él con brusquedad—. No he pedido que me dieras ninguna explicación. ¡Y tú, borra esa sonrisa socarrona y dispersa ahora mismo este molesto polvo!

Rowen deshizo su hechizo de mala gana. Los ojos hinchados de Rapaz se posaron entonces sobre Winger.

—Con que tú eres el nuevo —masculló el tutor, mirándolo con recelo—. ¿Cuál es tu nombre?

—Me llamo Winger, señor... —atinó a responder, muy tenso.

Rapaz comenzó a caminar alrededor de Winger como si fuese un animal al acecho.

—¿Y cuáles son tus habilidades mágicas, chico?

—Prácticamente nulas, señor.

Se escuchó a Rowen soltar una risa despectiva por lo bajo. Rapaz le dirigió una mirada intimidatoria pero sin dejar de circundar a Winger.

—¿En qué estaba pensando Jessio cuando dejó entrar a un mocoso sin experiencia en esta Academia? —se preguntó Rapaz—. ¿Crees que voy a perder mi tiempo poniéndote al día?

Winger tragó saliva.

—Responde —le ordenó Rapaz, deteniendo la marcha.

—No, señor.

—¿Y qué se supone que haremos contigo?

—No lo sé, señor.

El asistente de Jessio se quedó mirándolo fijo unos instantes, con las manos cruzadas detrás de la espalda.

—Te diré lo que haremos. Te asignaré a un compañero, quien obviamente perderá su clase por ti, y él te mostrará todos los hechizos que hemos estado aprendiendo. ¿Te parece algo justo?

—Señor, yo podría... —trató de intervenir Lara otra vez.

—¡Silencio! Que nadie está pidiendo tu opinión ahora tampoco. Sin embargo... —Una mueca de satisfacción se dibujó en el rostro desagradable de Rapaz—. Creo que al irreverente de tu hermano no le molestará hacer de maestro sustituto. Así me desharé de sus bufonadas por un rato. Eso se llama matar dos pájaros de un tiro.

Winger alcanzó divisar un destello de triunfo en los ojos de Rowen. Evidentemente, allí donde Rapaz había visto un castigo, el hermano de Lara encontraba la concreción de sus anhelos.

—¿Alguna objeción, señor Rowen?

—No, señor Rapaz —dijo él fingiendo pesar, aunque apenas podía contener el regocijo.

—¿Y usted, señor Winger?

—No —dijo a secas.

—Muy bien, entonces... ¡A sus puestos! —gruñó el tutor—. ¡Cada uno con un compañero! Continuaremos con el entrenamiento de la semana pasada: Hidro-Cápsula. ¡Rápido, mocosos! ¡Vamos, vamos!

El grupo entero se apresuró a obedecer la orden. Lara, Rowen y Winger continuaron sin moverse.

—Ten cuidado con lo que haces —le advirtió Lara a su hermano, pero Winger la contuvo con un gesto.

—No te preocupes Lara, todo estará bien —dijo, mirando fijo a Rowen.

—Por supuesto que todo estará bien, Lara —repitió Rowen con una sonrisa cínica. Luego dio media vuelta y echó a andar—. Sígueme, forastero. Necesitamos un lugar más abierto.

Rowen lo guió hasta el sector más alejado del jardín mientras Winger se preguntaba qué podía tener el bravucón en mente para él. Cuando el hermano de Lara se detuvo, Winger conservó una distancia prudencial de cinco metros.

—Muy bien, campesino, intentaré ser lo más claro y gráfico posible. No podemos permitir que un novato como tú se extravíe, ¿no es cierto? —sonrió despectivamente; acto seguido, una flama roja se materializó en su mano derecha—. Esta es la Bola de Fuego. Debe tratarse del hechizo más simple y estúpido del mundo. Es de Cerín y está clasificado dentro de la categoría de conjuros básicos. O sea, lo más elemental, algo que incluso tú podrías aprender. No sirve para mucho, observa...

Rowen lanzó la Bola de Fuego contra Winger, quien alcanzó a cubrirse a tiempo con la capa.

—No necesito que me expliques todo —soltó el nuevo aprendiz con disgusto—. Sé reconocer los hechizos, los he leído en el libro de Waldorf. Solo tienes que mostrármelos.

—Pues genial, así me ahorraré saliva. Si tanto sabes sobre magia, entonces dime qué es esto...

Rowen volvió a alzar la mano y una leve corriente de aire se formó a su alrededor.

—Esa es la Ventisca. Es un hechizo de Riblast y también se clasifica dentro del nivel básico.

—Excelente, novato. Pero hay más...

Rowen apuntó su mano hacia Winger y la suave brisa comenzó a soplarle en la cara.

—Los hechizos de Riblast son estupendos —continuó hablando Rowen sin detener el conjuro—, ya que estos van evolucionando junto con las habilidades del mago. Lo que estoy arrojándote ahora es una leve Ventisca, pero observa lo que ocurre si concentro más energía.

La brisa comenzó a incrementar su intensidad, por lo que Winger debió cubrirse el rostro con una mano.

—Es molesto, ¿verdad? Esa Ventisca está ahora a punto de volverse algo diferente. Tan solo debemos agregarle un poco más de poder...

De súbito, un golpe de aire empujó a Winger hacia atrás, haciéndolo caer al suelo.

—Si la concentración del aire aumenta, la Ventisca sufre un cambio repentino de estructura y se transforma en la Ráfaga de Viento —explicó Rowen—. Es un fenómeno hermoso, ¿no lo crees?

—Te dije que no hace falta que me expliques estas cosas —volvió a espetarle Winger mientras se ponía de pie.

—Muy bien, sigamos... ¡Resplandor!

Rowen de nuevo apuntaba a Winger con una mano. Aunque, aparentemente, esta vez nada había ocurrido.

—Maldita sea... —se quejó Rowen, mirando hacia el cielo—. Hay demasiada claridad como para que este hechizo te afecte a un nivel tan básico. Si nos internamos entre los árboles, supongo que funcionará mejor.

El muchacho señalaba hacia la arboleda que había detrás de ellos. Era obvio que todo lo que quería era ocultarlos de la mirada inquisidora de Rapaz, quien en ese momento se hallaba gritándole a un grupo de tres chicas. Winger iba a demostrarle que era capaz de resistir su acoso.

—De acuerdo —dijo con seguridad.

—Perfecto —sonrió Rowen; se aseguró de que nadie los estuviese observando y ambos se escabulleron entre los árboles.

Caminaron unos cuantos metros. El edificio de la Academia ya no se avistaba desde allí y todo lo que había en los alrededores era vegetación. Por fin alcanzaron un espacio amplio y ensombrecido por las copas de los sauces y fresnos.

—Maldición, ya no podré sorprenderte —murmuró Rowen, decepcionado—. Este hechizo pierde el chiste si el oponente se lo está esperando. Como sea, aquí va: ¡Resplandor!

A pesar de las advertencias de Rowen, el destello que emergió de la punta de sus dedos encandiló a Winger por unos instantes.

—Este conjuro sirve para escapar del apuro en algunas situaciones. También es un hechizo de Cerín...

—No es un hechizo de Cerín —lo corrigió Winger—. El Resplandor es un conjuro combinado y pertenece a Cerín y a Derinátovos. Es de nivel básico y actúa de manera similar a la Ventisca: mientras más experiencia posea el mago, más intenso se volverá. Y, por lo visto, no es de tus mejores trucos...

Winger llegó a esa conclusión porque el conjuro solo lo había afectado brevemente. Rowen escupió al suelo ante aquel comentario desdeñoso, pero no dijo nada.

—De acuerdo —continuó—. Además de lo que ya te he mostrado, también hemos aprendido esta porquería: ¡Cántaro!

Un delgado hilo de agua comenzó a brotar de la mano de Rowen.

—Ese es el Cántaro, un conjuro de Yqmud, de nivel básico —dijo Winger.

Rowen cerró su puño, cancelando el hechizo.

—También aprendimos otro conjuro de Yqmud, la Hidro-Cápsula, que es tan inútil como el anterior... Y que no me gastaré en enseñarte ahora.

Por el tono de su voz, Winger sospechó que Rowen en realidad aún no había dominado la Hidro-Cápsula, que era un conjuro relativamente más complejo que el Cántaro.

—No son hechizos inútiles —replicó—. El Cántaro y la Hidro-Cápsula son los conjuros más elementales de Yqmud, pero son la base para poder hacer técnicas más poderosas, que implican invocación y manipulación de grandes masas líquidas. Además, Lara te asestó una Hidro-Cápsula en pleno rostro el otro día, ¿recuerdas? Y eso fue bastante efectivo...

Winger estaba comenzando a divertirse, ¡al fin era él quien podía burlarse de Rowen! Sin embargo, este no estaba dispuesto a dejar las cosas así; soltó un rugido y apretó un puño con enfado.

—No te pases de listo conmigo, forastero —lo amenazó—. Esos seis hechizos son todo lo que hemos aprendido hasta ahora, pero yo tengo un par de trucos bajo la manga. ¿Quieres que te los enseñe?

Winger no se opuso; subió la guardia y se preparó para recibir lo que fuese que viniera a continuación.

—¡Fuego-Ariete!

Al igual que había ocurrido en la riña con Lara, de la palma de Rowen brotaron llamas que cubrieron todo su antebrazo.

—¿También sabes qué es esto?

—Ese es otro hechizo de Cerín, uno de los más poderosos del nivel básico —contestó Winger, precavido—. ¿Cómo es que tú...?

—No necesito ir al ritmo de mis mediocres compañeros. Así como tú te entretienes con el libro de Waldorf, yo también puedo hacer algo de práctica fuera de la Academia. Y si conoces este conjuro, bien sabes que podría derribarte de un solo golpe. Sin embargo... —Las llamas se desvanecieron en el acto, al igual que la ira de Rowen, que fue reemplazada por una sonrisa maliciosa—. Sin embargo, quiero que estés bien despierto para lo que haré ahora.

Rowen adoptó un semblante más serio y con un gesto de su mano formó varios remolinos de polvo a su alrededor. Winger pudo adivinar lo que estaba por suceder.

—A este lo llamo Prisión de Polvo —explicó Rowen; con un nuevo gesto ordenó a la tierra elevarse y envolver a Winger—. No es la gran cosa pero está bien para ser mi primera creación, ¿no lo crees? Se trata de un conjuro combinado de Riblast y Derinátovos, de nivel básico, según me ha dicho Jessio. ¿Sientes el polvo entrando en tus ojos, obstruyendo poco a poco tus fosas nasales?

Winger intentaba protegerse con su capa; solo podía ver entrecerrando los ojos y le estaba costando trabajo respirar con normalidad. Realmente le sorprendía que un muchacho de su edad fuese capaz de inventar sus propios hechizos, más aún de la calidad de los hechizos combinados.

—A este otro ya lo has saboreado: ¡Asfixión!

La Prisión de Polvo fue violentándose cada vez más. Incluso las copas de los árboles se sacudían ahora con fuerza. Winger comenzó a toser; a pesar de estarse cubriendo con la capa, el polvo se abría camino directamente hacia su garganta. Era como estar siendo atacado desde todas las direcciones por un enjambre de insectos muy molestos.

—Este es un hechizo que está en la cima de los de nivel básico —comentó Rowen con un dejo de orgullo—. Como verás, sigue los mismos principios que el conjuro anterior, pero ahora formando un vórtice que atenta contra la víctima inmersa en él. Y para terminar, mi obra maestra...

A través del espeso remolino Winger alcanzó a divisar a su adversario haciendo movimientos con los dos brazos, guiando las corrientes de polvo como serpientes ondulantes en el aire.

«Eso no es bueno», pensó. Sabía que los hechizos básicos no requerían ningún tipo de posición especial; el mago solo debía concentrarse en la fórmula alquímica pertinente y realizar la invocación. No ocurría lo mismo con conjuros más avanzados. A mayor nivel de complejidad, más precisa era la pose requerida, llegándose incluso a utilizar el cuerpo completo como herramienta de canalización. Y si el hechizo que Rowen estaba preparando empleaba una postura de brazos, eso significaba que se hallaba por encima de los conjuros elementales.

Winger tensionó todo su cuerpo y se preparó para recibir la embestida.

En el rostro de Rowen relució la victoria; acabó con la invocación cruzando los brazos y empujándolos hacia delante. Entonces exclamó:

¡Entalión Ardiente!

Esas fueron las últimas palabras que Winger logró oír. A continuación, sintió una gran presión sobre el pecho que lo arrastró hacia arriba con la potencia de un toro salvaje.

Después, un golpe seco contra el piso, y nada más.

—————

Cuando Winger despertó, se halló acostado boca arriba sobre el escritorio de algún aula desconocida. Había un par de personas en torno suyo. Reconoció primero a Dekis, quien parecía estarle aplicando algún hechizo de sanación sobre el pecho. Junto a este se encontraba Jessio, y un poco más atrás, Rapaz.

—Señor, creo que ya está mejor —dijo Dekis con alivio al ver que Winger había abierto los ojos.

En seguida el maestro se acercó y entre ambos lo ayudaron a sentarse.

—¿Cómo te sientes, Winger? —preguntó Jessio.

—Creo que bien. Solo algo mareado.

—Excelente, Dekis —felicitó Jessio a su auxiliar—. Ya puedes retirarte.

El tutor asintió, palmeó el hombro de Winger y luego se dirigió hacia la puerta. Recién entonces Winger divisó a Rowen, quien se encontraba echado en las gradas y parecía disgustado. Recordó en ese momento la "batalla" que habían mantenido en la arboleda y cómo había sido vapuleado por aquellos ataques de tierra y viento.

—¿Dónde estamos? —indagó.

—Es el aula de los aprendices del nivel intermedio —le informó Jessio—. Rapaz te cargó hasta aquí luego de tu... caída. Si bien no has sufrido ningún daño grave, Dekis se encargó de reanimarte —agregó, y luego echó un vistazo hacia donde estaba Rowen—. Hay que reconocer que tu condiscípulo posee unos trucos muy interesantes.

Rowen se revolvió en su silla pero no dijo nada.

—Exijo que estos dos sean duramente castigados, Jessio —intervino Rapaz muy molesto—. Este, por buscarse problemas desde su primera clase. Y aquel, por intentar matar a sus compañeros.

Jessio no pudo disimular una sonrisa.

—Rapaz, no me parece que Winger sea un chico demasiado rebelde. En cuanto a Rowen, es cierto que es una persona muy inquieta, pero tampoco creo que pretendiese matar a su compañero, ¿verdad, Rowen?

—No, señor —dijo con desgano.

—Pero es cierto que merecen ser castigados —convino Jessio, adoptando un aire de mayor seriedad—. De Winger me encargaré yo, y en relación a Rowen, supongo que no será necesario que nosotros hagamos mucho...

Comenzó a oírse de pronto la voz exasperada de una muchacha afuera del salón. Winger notó que se trataba de Lara, quien parecía estarle recriminando algo a alguien. Entonces la puerta se abrió de golpe y en el umbral apareció un hombre de semblante severo. Tenía el cabello rojizo peinado hacia atrás y bigotes muy finos, y sus ojos azules, iguales a los de Lara y Rowen, reflejaban mucha determinación. Cerró la puerta con dureza tras él, desoyendo los reclamos que Lara continuaba arrojándole, y avanzó con paso decidido hacia Jessio, sin fijarse en Rowen, en Winger o en Rapaz.

—Vine en cuanto pude, Jessio —dijo sin rodeos—. Por los gritos de Lara deduzco que mi hijo se ha visto involucrado en nuevos problemas, ¿estoy en lo cierto?

Jessio abrió la boca para responder, pero fue Rapaz quien habló, ofendido por la forma en que había sido ignorado:

—Qué bien conoce a su hijo, Greyhall —soltó con sarcasmo— ¿Por qué entonces no le pone límites de una vez? Esta no es la primera ocasión en que algo así ocurre. Su hijo y este mocoso —señaló a Winger con un dedo— se han separado del grupo para batirse a duelo. Que se aniquilen mutuamente si es lo que quieren, ¡pero que no lo hagan durante mis lecciones!

—Al parecer —intervino Jessio—, Rowen ha estado desarrollando una nueva técnica, también un hechizo combinado de Riblast y Derinátovos como los anteriores, solo que mucho más potente. Tal vez la situación no hubiese pasado a mayores si lo hubiera empleado contra un oponente más experimentado. Pero, verá, Winger es nuevo y aún no sabe levantar barreras de protección.

El señor Greyhall posó entonces su mirada sobre Winger, escudriñándolo con detalle. Cuando habló, lo hizo dirigiéndose a Jessio, como si el informe de Rapaz no hubiese sido más que un comunicado escrito:

—Comprendo la gravedad de la situación. Mi hijo podría haber lastimado seriamente a este muchacho y, peor aún, actuó aprovechándose de su condición de superioridad. Todo un acto de cobardía. —Rowen intentó protestar ante esa acusación pero su padre decidió ignorarlo—. Además ha violado varias reglas de esta institución, comportándose como un ser salvaje, ajeno a la vida en sociedad. Yo mismo me encargaré de darle un severo castigo, Jessio. Me disculpo ante ti por este penoso incidente.

Winger se hallaba sorprendido ante la actitud tan estricta y moralmente correcta de aquel personaje. Incluso sintió un poco de lástima al pensar en el castigo que recibiría Rowen.

«¡No es cierto! Se lo merece», acabó por admitirse.

Pero el señor Greyhall no había terminado, y lo que Winger menos se esperaba fue lo que vino a continuación:

—Por otra parte, quisiera preguntar hace cuánto está este joven aquí, por qué motivos ha ingresado tan tardíamente en tu Academia y cuáles han sido tus medidas para evaluarlo.

—Winger ha iniciado su entrenamiento esta semana —respondió Jessio—. Tuve una entrevista con él hace un par de días, quedé conforme con sus actitudes y decidí otorgarle un período de prueba.

El hechicero había hablado con claridad y resolución, pero el señor Greyhall parecía muy insatisfecho con su respuesta.

—Jessio, en verdad me extraña que tomes medidas tan leves para evaluar a un potencial espía, o un asesino...

 Winger se quedó de piedra al oír eso.

—Sabes muy bien cuál es la situación del reino. Corren rumores acerca de un posible atentado contra el rey Dolpan y la princesa heredera. Las fuerzas especiales del palacio están trabajando arduamente para dar con posibles detractores y traidores a la corona. Y tú aceptas sin más a un completo extraño como nuevo aprendiz, sin ningún tipo de referencias y prácticamente a mitad del curso inicial. —Greyhall volvió a escudriñar a Winger—. Opino que debería ser sometido a un interrogatorio exhaustivo con averiguación de antecedentes.

Winger no creía lo que estaba oyendo. ¿Él, un espía? Sin duda ese sujeto estaba demasiado comprometido con la seguridad del reino, rozando el límite de la obsesión.

—¡Greyhall, por los dioses, calma! —trató Jessio de apaciguarlo con una sonrisa diplomática—. Hace años que soy el maestro de esta Academia y puedes estar seguro de que esa evaluación mía tan leve ha sido suficiente. Por otra parte, yo me encargaré de Winger y su sanción, y ante ti me hago responsable por cualquier inconveniente que él pueda ocasionar al bienestar de este reino.

Jessio y Winger intercambiaron una mirada de complicidad. Era tranquilizador para el muchacho saber que tenía de su lado a una personalidad como Jessio.

El señor Greyhall miró fijo al hechicero con sus intensos ojos azules y al final acabó por ceder.

—De acuerdo, Jessio. Por algo eres el primer concejal del rey y yo, solo uno más entre el resto. Confío en que haces lo mejor para todos. Disculpa mi exabrupto y las molestias que pueda haberte ocasionado mi hijo. Será hasta la próxima vez.

Greyhall inclinó levemente la cabeza en señal de despedida y se marchó con paso tan firme como había llegado. Sin demasiada buena voluntad, Rowen se puso de pie y siguió a su padre.

— ¿Entonces, tú te haces cargo de este? —preguntó Rapaz, que no había sido más que una sombra en la conversación.

—No te preocupes. Ahora hablaré con Winger.

Luego de oír a Jessio, Rapaz dio media vuelta y también abandonó el lugar. Winger se hallaba un poco apenado por haber sido partícipe de toda aquella situación. No habían pasado ni tres días y ya comenzaba a meterse en problemas.

—¿Qué te han parecido las habilidades de Rowen? —lo sorprendió Jessio con esa pregunta.

—Muy superiores a las mías —dijo Winger, consternado.

A pesar de no haber recibido grandes daños físicos en la pelea, sí se sentía muy herido por dentro. Y para empeorar las cosas, ese señor Greyhall que lo acusaba de traidor.

«¡Es absurdo!»,se dijo. No había sido capaz de protegerse en lo más mínimo de los ataques de Rowen. ¡Quién podía siquiera pensar que un debilucho como él fuese un asesino peligroso!

—¿Qué es Entalión? —preguntó de pronto.

—Es uno de los ángeles de Derinátovos. Según las leyendas, Entalión es una colosal bestia de roca, del tamaño de una montaña. —El hechicero reflexionó por un instante—. Tienes que admitir que, a pesar de ser un poco exagerado, Rowen es muy creativo al elegir nombres.

El comentario hizo que Winger esbozara una sonrisa. Luego siguió preguntando:

—¿Cómo es posible que un aprendiz del nivel inicial sea capaz de crear hechizos combinados?

—Es una habilidad innata de Rowen; manipular el polvo le resulta sencillo. Es cierto que eso le da mucha ventaja en los combates pero, como cualquier otra persona, también tiene sus puntos débiles. Tú peleaste contra él. Dime, ¿pudiste aprender algo?

—Que soy muy débil —murmuró con una mueca de disgusto

—Vamos, no me refiero a eso. ¿Qué has podido ver?

Esta vez Winger lo pensó mejor antes de contestar.

—Que se deja llevar mucho por sus emociones. Y que la mayoría de los hechizos que no sean de viento o fuego le sientan bastante mal.

—¡Muy bien! —lo animó el maestro—. Esa pelea no fue tan en vano después de todo, ¿verdad?

Jessio parecía tener algo de razón en eso. De cualquier modo...

—De cualquier modo, necesitas aprender a defenderte —se adelantó Jessio, como leyéndole el pensamiento—. Deberías conseguir lo antes posible la ayuda de alguien con experiencia. Te aseguro que en otras circunstancias yo mismo desempeñaría ese rol, pero...

El rostro de Jessio se oscureció, mostrando preocupación.

—Es por lo que comentó el señor Greyhall, ¿verdad?

El hechicero asintió.

—Desde la primera luna del año nos vienen llegado rumores acerca de posibles infiltrados en el reino. Se sospecha que podrían ser de Pillón, lo cual es extraño, puesto que se trata de una república pacífica. Supongo que solo podemos esperar y ver qué pasa...

Permanecieron un rato en silencio, hasta que el maestro decidió que era hora de volver a sus obligaciones. Winger ya se encontraba mejor, por lo que Jessio lo ayudó a ponerse de pie y caminaron juntos hasta la entrada de la Academia.

—Entonces, ¿me prometes que buscarás un maestro particular? No dudes en consultarme por cualquier duda que tengas; puedo darte un par de referencias. ¡Oh! Casi lo olvidaba —dijo de pronto—. Es cierto: estás castigado.

¡Winger también lo había olvidado! Consideraba bastante injusto que él también recibiese un castigo, pues había sido Rowen el iniciador del pleito. Sin embargo, no era menos cierto que él bien podría haber desoído las provocaciones del bravucón.

—¿Y qué tendré que hacer, señor?

—Te lo haré saber en el momento oportuno —concluyó Jessio con un tono intrigante—. No te preocupes, será algo de lo cual sacarás provecho.



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