Visita 11
Cayó de espaldas al suelo por la patada que recibió.
—¡Maldito mocoso de mierda!
El niño sólo tuvo tiempo de cubrirse la cabeza con las manos cuando las patadas llegaron, pero no fue suficiente, el mayor ya lo había golpeado tantas veces que sabía exactamente donde hacerlo para su suerte.
Sintió el dolor en las costillas y luego en el estómago dejándolo sin aire.
Cuando finalmente se detuvo el niño ya no trataba de cubrirse, ya no tenía las fuerzas para hacerlo.
El mayor escupió hacia él y se tambaleó hacia la entrada de la casa.
—¡No te atrevas a entrar!, pasarás la noche afuera como la mierda de basura que eres, eso te enseñará a no volver a responderme.
Escuchó la puerta cerrarse violentamente y permaneció todavía en el suelo por un rato en lo que el dolor disminuía lo suficiente para permirse levantarse, los ojos violeta a medio camino miraron la herida sangrando en su mano que ahora se encontraba llena de tierra.
El dolor era algo a lo que estaba acostumbrado, incluso su propio cuerpo y mente le pedía que lo sintiera si había pasado tiempo que no, por suerte las palizas del hombre al que su padre lo había vendido eran casi diarias.
Se levantó sintiendo el dolor agudo en sus costillas, miró hacia atrás a la casa del herrero con el que vivía, aunque no era del todo cómoda extrañaría su cama esa noche, volteo hacia la colina y suspiró con cansancio caminando lentamente mientras cogeaba hacia el templo en ella.
Entró al templo y se recostó en uno de los pilares, vio las velas encendidas que le darían calor esa noche cuando durmiera ahí junto a la estatua del dios Jashin.
Pecado o no, al invadir el templo y dormir en el no le importaría insultar a los dioses que existieran, a los mismos dioses que habían permitido que viviera de esa manera.
Volvió a mirar su mano y la herida que había hecho el herrero con un atizador, ya dejado de sangrar pues no era tan profunda como para que fuera algo grave.
Tomó su mano libre y presionó un dedo en la herida, gimió apretando los dientes hasta que finalmente la piel volvió a abrirse sangrando, cerró los ojos presionando un poco más la herida.
—¿Tú otra vez?, ¿qué estás...
La mujer frente a él sosteniendo una escoba lo observó, la herida con atención y horrorizada.
—No, es suficiente, no hagas eso —dejó la escoba y se arrodilló frente a él quitando su mano y agarrando la herida examiandola— se infectará —ella sacó de sus pantalones holgados un pedazo de tela y envolvió su mano formando un torniquete para que dejara de sangrar— No vuelvas a hacerlo, suficientemente herido estás... ese maldito volvió a embriagarse, ¿no es así?, le daría una paliza yo misma si no estuviera en este estado.
Los ojos violeta del niño voltearon a ver el bulto sobresaliendo de su estómago.
Se preguntó por un segundo que se sentiría volver a nacer y tener una madre como ella, alguien que hubiera evitado que el dolor fuera lo único que le hacía sentir algo.
—¿Domirás aquí de nuevo?, te echo de casa otra vez, ¿no es así?
Quitó la mano del agarre de ella sin responderle bajó la mirada.
—Bien, te traeré algo de comer entonces —ella se levantó con algo de esfuerzo y volvió a tomar la escoba— hoy me encargo de cerrar el templo, tranquilo no diré nada al monje será nuestro secreto.
El niño sólo observó la estatua en el fondo de la habitación, ella volteo con curiosidad y sonrió divertida.
—ah por él no te preocupes, Jashin te da la bienvenida siempre, a cualquiera con el sufrimiento suficiente para quedarselo, dedícale una plegaria y habla con él, te ayudará, siempre me sirve de consuelo, no es el dios más popular que existe pero nuestra aldea siempre tiene prosperidad y sé que es gracias a él —volvió a sonreír hacia el niño y este todavía veía a la estatua de manera neutra y sin emoción— ofrécele todo el dolor que sientes a cambio de que te deje dormir aquí, él se lo quedará y no será en vano todo lo que sufres, te sentirás mejor él te dará a cambio lo que deseas.
La vio irse mientras regresó con los restos de comida de ofrendas que las personas traían de la aldea, el niño comió en silencio en la oscuridad cuando la mujer cerró el templo terminando su trabajo.
Lo único iluminando la oscuridad eran las velas al rededor de la estatua, al terminar de comer se acercó e ellas para que le dieran calor suficiente para poder dormir esa noche y las siguientes si era necesario no regresar con el herrero.
—No quiero darte mi dolor como pago por dejarme dormir aquí, solo lo haré sin darte nada —miró seriamente a la deidad— mi dolor es lo único que me queda... lo siento, no voy a dártelo, tendrás que darme algo más valioso para que te lo dé a cambio algún día.
Se recostó en el suelo de madera y cerró los ojos quedandose dormido.
A la mañana siguiente que la misma mujer encargada del mantenimiento abrió las puertas él salió sin dirigirle una palabra, encaminó hacia la casa del herrero y abrió la puerta del taller esperando que no le dirán la bienvenida con las golpes.
—Ya levántate, es tarde para que estés durmiendo maldito viejo —frunció el ceño contra el mayor que se encontraba en el suelo tirado en medio del taller boca arriba.
Fue entonces que al acercarse lo notó, los ojos abiertos y la boca llena de vómito en una expresión agonizante por la asfixia que no pudo evitar al ahogarse con su propio vómito.
Pateó el cuerpo para ver si no era una simple suposición sobre lo que había pasado.
—Mierda —murmuró con molestia— ojalá tu gordo trasero no hubiera pesado tanto como para no poderte levantar anoche, eso te pasa por echarme tuve que dormir en...
Abrió los ojos lo más que pudo viendo más allá del cadáver.
"...ofrécele todo el dolor que sientes a cambio de que te deje dormir aquí..."
Y el recuerdo vino a él de golpe como un balde de agua fría que lo hizo despertar de un largo sueño.
Tembló.
Primero sus manos y viendo la venda en una de ellas y después sus labios, el temblor de ellos se convirtieron en una sonrisa fuera de la cordura mientras volvió a ver el cadáver la risa de diversión resonó mientras lo pateaba varias veces como siempre quiso hacerlo.
Más tarde ese mismo día de sus recuerdos fue al templo y rezó hacia el dios de la aldea llamado Jashin, le ofreció con una sonrisa en su rostro que no había dolor que no sintiera mientras vivía que no le entregaría apartir de ese momento.
La inmortalidad vino después, un regalo por su devoción una señal de que hiciera pagar a los malditos que sometieron su aldea en nombre de su dios.
Despertó primero sintiendo la fría madera en su espalda pero el abrazo cálido de la mujer dormitando a su lado le daba el calor suficiente como para preocuparse de que ella no llevara nada puesto en ese momento.
La miró inclinando hacia ella su cabeza, la acercó más hacia él en el abrazo.
Acarició suavemente su mejilla disfrutando el roce de su piel con la de otro ser humano, en la oscuridad no se necesitaba la compañía, por experiencia él lo sabía más que nadie, pero cuando la encontró a ella y pudo tenerla al fin supo exactamente de que se había perdido todos esos años de soledad en su inmortalidad.
No era ni cerca de ser un hombre bueno para ella, y no le interesaba serlo, no se molestaría en cuestionarse si la merecía o no.
Ya era suya en ese momento que para su eternidad solo duraría un parpadeo.
Recordó la promesa que le hizo hacer antes de hundirá junto con el en la mezcla de placer y dolor que disfrutaron anoche, justo antes de que él escuchará su nombre disfrutando cada gemido que salía de su boca.
La encerraría, por supuesto que podía hacerlo, permanecería en ese templo haciendo que nunca más viera a otro ser humano que no fuera él.
Quería quebrarla en tantas partes que eso también lo destrozar a él en el proceso.
"... te odiaré, ¿entiendes?, dejame ir o te odiaré por siempre si me vuelves inmortal..."
Podía tan fácilmente tomar cada amenaza e ignorarlas, sin importar que ella las cumpliera, eso iba a ser tan fácil, después de todo tenía más práctica con la inmortalidad que cualquiera, ella se cansaría de pelear con él eventualmente, solo tenía que ser paciente.
Acarició su cabello castaño desordenado y paso la mano de nuevo con pequeñas caricias en la mejilla.
Los labios de ella se abrieron y entonces pronunció algo en un susurro entre sueños.
Un nombre, sólo que no era el suyo.
Esa mujer no le pertenecía en ese momento como él juraba que lo hacía, y la lujuria que lograba provocar en ella no bastaba para que eso cambiara.
Así que antes de levantarse e irse volvió a acariciar su rostro de nuevo, miró de manera seria a la estatua de Jashin detrás de ellos.
Había muchas formas de dolor, y su dios solo le había demostrado otra cuando puso a la castaña en su camino.
Fue cuando realizó una plegaria en voz baja.
Y también se lo entregaría.
A cambio de su bendición para ella, a cambio de volverla a ver en unos años más al dejarla ir en ese momento como ella deseaba.
El sacrificio era la única moneda de cambio con la que contaba desde hace mucho.
Así que le concedió a su Dios todo lo que tenía en ese momento al igual que hace años.
La acercó más a ella en un último abrazo protector y le susurró al oído la misma promesa que a su dios.
—Si tengo que esperar toda una vida lo haré, pero al final, tomando tu último aliento para decir mi nombre e incluso en la vida más allá de una muerte, me pertenecerás.
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jeje he regresado y sin ninguna excusa demasiado buena, solo les puedo decir que estaba muerta en vida todo este tiempo al fin pude escribir después de tanto tiempo...
cuidense, gracias por seguir leyendo está historia hasta el final😊
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