Un Extraño Paraiso
Capítulo 4: Un Extraño Paraiso
Anne abrió los ojos lentamente, sintiendo el peso del agua aún en su pecho. Se llevó una mano a la cabeza, tratando de aclarar su mente. La luz del sol la deslumbró, cálida y dorada, mientras el sonido de olas rompiendo suavemente la envolvía. Se incorporó con torpeza, sintiendo la textura suave y granulada de la arena bajo sus manos.
-¿Qué... qué pasó?- Su voz era un susurro, como si temiera romper el silencio casi reverencial del lugar.
Lo último que recordaba era la enfermería, el agua inundando todo y cómo la desesperación la había consumido antes de perder el conocimiento. Pero ahora, todo era diferente.
Frente a ella se extendía una playa de ensueño, bañada por aguas cristalinas que reflejaban el cielo más azul que había visto en su vida. Las olas acariciaban la orilla con una suavidad hipnótica, mientras el aroma salado del mar llenaba el aire. Detrás de ella, una espesa vegetación se alzaba, formada por plantas que parecían sacadas de un cuadro surrealista: hojas gigantes con tonalidades esmeralda y flores que brillaban con un tenue resplandor.
Anne se levantó lentamente, sintiendo cómo sus pies se hundían en la arena tibia. Miró a su alrededor, embriagada por la belleza del lugar, pero una sensación de extrañeza la oprimía.
-¿Dónde estoy? -murmuró, como si el viento pudiera responderle.
El canto de aves desconocidas resonaba desde la jungla cercana, mezclándose con el susurro del mar. Había algo mágico, casi irreal, en todo lo que veía. Dio un paso hacia la orilla, sintiendo cómo el agua fresca mojaba sus pies, y una ola de tranquilidad la recorrió por completo.
Sin embargo, a medida que la calma la abrazaba, la incertidumbre regresaba con más fuerza. Anne miró sus manos, su uniforme, sus piernas... Todo estaba seco, impecable, como si jamás hubiera estado en la enfermería o sumergida en agua.
-Esto no tiene sentido... -dijo, frunciendo el ceño.
Se inclinó hacia el agua cristalina, su reflejo mirándola fijamente desde la superficie. Todo parecía tan nítido, tan real, pero al mismo tiempo había algo inquietante en ello. Era como si el lugar estuviera esperándola, como si hubiese sido llevado a la vida para ella.
El viento sopló suavemente, moviendo su cabello y llenándola con el aroma dulce de las flores cercanas. Anne caminó hacia la vegetación, incapaz de resistir la curiosidad. Las plantas parecían vivas de una manera casi imposible: algunas se movían ligeramente, como si respondieran a su presencia. Extendió una mano hacia una flor dorada, pero antes de tocarla, un leve destello surgió de sus pétalos, haciéndola retroceder sorprendida.
-Definitivamente no estoy soñando... pero, ¿qué es esto? -murmuró, cruzando los brazos en un intento de calmarse.
De repente, un sonido suave la hizo girar. Un tronco de madera, flotando sobre el agua, se deslizaba hacia la orilla como si tuviera voluntad propia. Anne observó, con el corazón acelerado, mientras el tronco quedaba detenido justo frente a ella. Había algo tallado en su superficie, aunque la erosión del agua lo había desgastado.
Se agachó para observarlo más de cerca. Aunque no podía leer claramente lo que estaba escrito, un escalofrío recorrió su espalda.
-¿Esto es alguna clase de broma? -preguntó en voz alta, esperando que alguien, quien fuera, apareciera y le diera una explicación.
Pero solo el sonido del mar respondió. El tronco quedó inmóvil, como si su propósito hubiera terminado al llegar a ella. Anne miró hacia el horizonte, buscando algún indicio de dónde estaba o cómo había llegado allí, pero todo lo que podía ver era un vasto océano que parecía no tener fin.
Respiró hondo, tratando de calmarse.
-De acuerdo, Anne, piensa... Esto no es normal. Esto no puede ser normal. -Sus palabras resonaron en el aire, como si el lugar estuviera escuchándola.
El misterio la envolvía como un manto, y aunque parte de ella quería entrar en pánico, otra parte no podía dejar de maravillarse por la belleza extraña y cautivadora del lugar.
-¿Por qué estoy aquí? ¿Qué significa todo esto?-
Anne sabía que no encontraría respuestas quedándose inmóvil. Miró hacia la jungla, luego hacia el mar. Había algo en este lugar que parecía llamarla, susurrando secretos que aún no podía entender.
Anne seguía inspeccionando las extrañas plantas cuando escuchó un crujido detrás de ella. Se giró rápidamente, esperando ver un animal o incluso algún tipo de respuesta mágica del entorno. En cambio, lo que encontró fue una figura alta y delgada caminando hacia ella con una calma desconcertante.
Y ahí estaba él. El responsable de arruinar su competencia, el maldito que le había disparado en la pierna.
- ¡Vos...! - Anne sintió cómo la paz que la había rodeado desaparecía en un segundo. Su corazón comenzó a latir con fuerza, pero esta vez no por asombro o confusión, sino por pura furia.
El hombre tenía el cabello negro cuidadosamente recogido y un rostro inexpresivo, como si estar frente a ella no significara absolutamente nada. Llevaba un traje oscuro, completamente fuera de lugar en aquel entorno paradisíaco, pero lo que más irritaba a Anne era su aire de absoluta tranquilidad.
-¡¿Qué... qué carajo hacés acá?! -gritó, dando un paso al frente. Sus ojos ardían con indignación mientras señalaba al hombre con el dedo.
El hombre inclinó ligeramente la cabeza, como si estuviera evaluando algo. Su voz era tan calma como el agua de la playa.
-Veo que estás bien. Me alegra.
-¿Qué te alegra, pelotudo? ¿¡Qué te alegra!?- Anne explotó. -¡Me disparaste! ¡Me arruinaste la competencia! ¡Estaba perfectamente bien hasta que apareciste en mi vida como el idiota más grande de la historia!
Él no reaccionó. Ni un parpadeo. Nada.
-¿Tenés idea de todo lo que sacrifique para poder competir? -continuó Anne, gesticulando frenéticamente. -¡No tenés ni puta idea! ¡Me rompí el lomo trabajando para juntar doscientos mil pesos! ¡Doscientos mil! ¡¿Sabés cuánto es eso, eh?! ¡Es más de lo que valen vos y tu flecha trucha juntos!
El hombre, que hasta este momento había estado inmóvil como una estatua, cruzó los brazos con lentitud.
-Entiendo que estés molesta.
- ¡¿Molesta?! ¡¿Molesta?! ¡Quiero arrancarte los ojos y servirlos con limón, hijo de mil! - Anne avanzó hacia él, pero el hombre se movió con la agilidad de un gato, esquivándola sin esfuerzo.
-Te estás exaltando -comentó en el mismo tono neutral.
-¡Y vos te estás haciendo el santo! ¡Dejá de esquivarme y dejame pegarte aunque sea una vez! -Anne intentó lanzarle un puñetazo, pero el hombre dio un paso al costado con una facilidad irritante.
-Si no te calmas, esto será más complicado de lo que debería.
- ¿Más complicado? ¡Ya es complicado, imbécil! ¡Me disparaste, perdí la competencia y encima no tenés la decencia de disculparte! -Anne seguía intentándolo, pero era como golpear el viento. Finalmente, frustrada, se detuvo, jadeando de cansancio y furia acumulada.
El hombre observó cómo Anne se doblaba ligeramente, apoyando las manos en las rodillas mientras intentaba recuperar el aliento.
-¿Terminaste? -preguntó.
Anne levantó la cabeza con una mirada asesina.
-No, no terminé. ¡Tengo un montón de insultos más guardados para vos! -gruñó, irguiéndose nuevamente. -Pero primero, decime tu maldito nombre para poder insultarte con más propiedad.
El hombre pareció considerar la pregunta por un momento antes de responder.
-Nereo.
Anne parpadeó.
-¿Nereo? -repitió, como si quisiera asegurarse de que había escuchado bien. Luego soltó una carcajada amarga. -¡Encima te llamás Nereo! ¡Por supuesto que un Nereo iba a cagarme la vida! ¡No podía ser un Juan, no! ¡Tenía que ser alguien con nombre de telenovela barata!
Nereo no reaccionó al comentario.
-Si terminaste de insultar mi nombre, quizás podamos hablar de lo que está sucediendo realmente.
Anne se cruzó de brazos, todavía furiosa.
-¿Hablar? ¿Hablar? ¿De qué querés hablar, Nereo? ¿De cómo me robaste la oportunidad de clasificar al nacional o de cómo tu flecha era tan ilegal que ni en el mercado negro la aceptarían?
Nereo mantuvo su postura serena, sus ojos azules fijos en ella.
-De cómo llegaste aquí.
Anne se quedó en silencio por un momento, sorprendida por el cambio de tema.
-¿Qué?
-Este lugar -dijo, extendiendo una mano hacia la playa y la jungla detrás de ellos- no es un lugar al que cualquiera pueda acceder. Estás aquí por una razón.
Anne lo miró con incredulidad, su enojo dando paso a la confusión.
-¿Qué estás diciendo?
-Estoy diciendo -continuó él, con la misma calma- que nada de lo que ocurrió en la competencia fue un accidente.
El aire se llenó de tensión mientras Anne procesaba sus palabras. Su enojo comenzaba a transformarse en algo más: una mezcla de desconfianza y una inquietud que no podía ignorar.
-Tenés exactamente diez segundos para explicarte, Nereo, antes de que vuelva a intentar golpearte, o en tal caso, asesinarte.
Nereo esbozó una leve sonrisa, la primera señal de emoción que mostraba.
-Diez segundos serán suficientes.
Nereo mantuvo su expresión impasible mientras observaba a Anne cruzarse de brazos, claramente sin intención de moverse un centímetro.
-Hay personas que quieren conocerte -comenzó a decir, con esa voz tranquila que parecía no inmutarse ante nada-. Ellos te explicarán todo con más detalle.
Anne arqueó una ceja, su incredulidad pintada en cada línea de su rostro.
-¿Eso es todo? ¿Eso es lo mejor que tenías para decirme?
-Solo me diste diez segundos -respondió Nereo, encogiéndose de hombros.
Anne soltó una risa irónica y negó con la cabeza.
-Claro, el hombre que arruinó mi vida ahora quiere darme excusas baratas en diez segundos. Perfecto.
Nereo la observó en silencio por un momento antes de responder.
-No tengo intenciones de matarte, si eso es lo que te preocupa.
Anne lo miró con una mezcla de sarcasmo y desconfianza.
-Ay si, así es como empiezan los asesinatos, en general. Te encontrás con un tipo raro en una isla desconocida y termina siendo noticia de primera plana.
-No hay titulares en este lugar -replicó él con seriedad- No como tu los conoces.
Anne rodó los ojos, frustrada.
-¡Dios mío! ¿Sabés que es peor que un asesino? Un asesino aburrido.
Nereo no reaccionó al comentario, simplemente continuó.
-Es mucho lo que hay que explicar, pero si querés un resumen: te necesitan.
Anne lo miró con desconfianza, alzando ambas cejas.
-¿Me necesitan? ¿Quién me necesita?
-Los Eternos.
Su respuesta dejó a Anne más confundida que antes.
-¿Los qué? -preguntó, inclinando la cabeza como si no hubiese oído bien.
Nereo no parecía dispuesto a repetirlo, así que solo señaló hacia un punto indefinido del horizonte.
-Si venís conmigo, te lo explicarán mejor.
Anne soltó una carcajada sin alegría.
-Ni loca voy con vos a ningún lado, ¿entendido? Me quedo acá, averiguo cómo volver a mi casa y fin de la historia.
Con un movimiento decidido, Anne comenzó a registrar los bolsillos de su ropa.
-Mi celular... -murmuró, buscando frenéticamente.
Cuando no lo encontró, recordó con horror: lo había dejado en su bolso, en la enfermería de la competencia.
-¡La puta madre!
Nereo, que la observaba con los brazos cruzados, inclinó ligeramente la cabeza.
-No va a ser bueno quedarte aquí. Mucho menos de noche.
Anne no lo fulminaba, lo masacraba con su mirada. Solo levantó su dedo medio en el aire.
-¿Sabés qué? No me importa lo que tengas para decir. Yo me quedo acá. Vos andate a hablar con tus Eternos o lo que sea.
Nereo no reaccionó al gesto, aunque parecía haberlo esperado.
-La marea crece por la noche -advirtió antes de girar sobre sus talones y comenzar a caminar hacia la jungla.
Anne lo observó marcharse, sintiendo una mezcla de triunfo y frustración.
-¡La marea crece por la noche! -repitió con burla, imitando su tono. -¡Ay, miren, soy Nereo, el hombre aburrido y misterioso que se inventa excusas para dar miedo! ¡No me hagás reír, pedazo de...!
Pero Nereo ya había desaparecido entre los árboles.
Anne suspiró, cruzándose de brazos mientras lanzaba una mirada al horizonte.
- Idiota. Voy a encontrar la manera de salir de acá sin tu ayuda -
~~~
Pasaron las horas. El sol comenzó a ocultarse lentamente, pintando el cielo con tonos anaranjados y violetas. Anne, decidida a ignorar las advertencias de Nereo, había intentado construir algo que pareciera un refugio, usando ramas y hojas de las plantas cercanas.
Sin embargo, algo más llamó su atención: el agua.
Primero pensó que era su imaginación, pero no. La marea estaba subiendo. El agua cristalina que antes lamía la arena ahora cubría sus pies, y poco a poco comenzó a ascender por sus piernas.
-No, no, no... -murmuró, mirando alrededor en busca de una solución.
En cuestión de minutos, el agua ya estaba hasta sus rodillas, y pronto subió hasta su cintura. Anne luchó por mantenerse en su lugar, pero las olas comenzaban a empujarla.
-¡Esto es ridículo! -gritó al aire, como si pudiera detener la marea con pura voluntad.
Entonces, una figura apareció entre las sombras.
-Te lo advertí.
Anne lo reconoció de inmediato.
-¡Vos otra vez! ¿Qué te pensás, que soy una boluda? ¡Esto es culpa tuya!
Nereo la miró con su expresión imperturbable.
-Es tu decisión, Anne. Podés quedarte aquí y averiguar hasta dónde llega la marea... o venir conmigo.
Anne suspiró, agotada y resignada.
-Bien. ¡Ganaste, maldito aguafiestas! -gruñó, extendiendo la mano hacia él. -Pero te aviso, si esto es un truco, voy a encontrar la forma de hacerte sufrir.
Nereo tomó su mano con calma y la ayudó a salir del agua.
-Lo tendré en cuenta.
Anne nuevamente le dedico una expresión gastada, aunque en el fondo sabía que no tenía otra opción. Con una última mirada al océano que la había derrotado, siguió a Nereo hacia la jungla, preguntándose qué clase de locura le esperaba ahora.
Vió,
~~~
Anne acaba de llegar a un extraño lugar donde conoció a Nereo Calanthor, el responsable de arruinar su clasificatorio, y de desatar la gran furia que Anne siente por el.
¿Que será este extraño pero hermoso lugar?, ¿Que influencia tendrá Nereo en todo esto?, ¿Será casualidad, destino?
Solo se una cosa: Nereo, eres un idiota... Pero te amo ❤️
¡Nos leemos el Martes! Donde un capítulo lleno de acción nos espera...
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