O4: Nada brilla más que tú

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Los hermanos Rengoku hablaban alegremente, mientras la joven Ai visitaba a Ubuyashiki viendo a los pequeños hijos del joven hombre sonrió.

—Oyakata-sama —saludó cortés y amable, el hombre sonrió.

—Rengoku Ai, me alegra saber que tu matrimonio va bien, ¿Necesitas algo? — preguntó con voz amable.

Avergonzada y ruborizada asintió levemente—. Sé que no debería molestarlo con este tema, pero quería saber... cómo pudo criar a sus hijos, con Kyojuro hemos hablado del tema pero siento que aún no estamos completamente listos. —El hombre sonrió amable.

—Sabrás que podrás en el momento adecuado nadie puede enseñarte, solo tú podrás saber cómo hacerlo —respondió a la pregunta de la joven. Ella asintió, no tan complacida con la respuesta, pero era él así que no había ni la menor duda de que sabría hacerlo en el momento.

El hombre explicó que ella estaría presente en la siguiente reunión de los pilares, ya que pese a no ser uno de ellos, el patrón la consideraba como una más gracias a su buen desempeño. Caminó hasta su hogar agradeciendo al hombre amablemente.

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Fue recibida con la dulzura del par de hermanos Rengoku, sintiendo la dicha de estar junto a ellos. Esperanzada en tener un hijo tan dulce como lo es Senjuro. Shinjuro entró al salón los hermanos Rengoku lo miraron y este tomó asiento frente a ellos. Quizás no era el padre del año, pero seguía amando a sus hijos sin demostrarlo. La pareja preparó la cena, entre risitas y uno que otro beso robado, acomodando los platillos humeantes sobre la mesa, la familia se dispuso a disfrutar de una agradable cena.

Los enamorados partieron a la finca Eishima, tomados de la mano disfrutando de la belleza de la noche sin demonios que cazar. Recostados sobre la cama compartiendo lo hecho durante el día, una noche donde volvieron a compartir su amor de forma carnal bajo la luz de la luna.

Entre caricias y besos danzando al compás de la melodía del amor de ágape y eros. Brillantes y sudorosos, abrazados y enamorados.

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La joven de 19 años miraba su vientre abultado sentada a la espera del inicio de la reunión, su esposo tenía exactamente 20 años y no se despegaba en ningún momento de ella a menos de que debiera ir a una misión. Kanroji miraba con amor en sus ojos a cada pilar, y su vista se posó en Kyojuro.

—¡Kya! Es tan amable y tan guapo —chillaba en voz baja.

Ai que estaba a un lado de Kanroji la miró—. ¡Es verdad! Es como un sol, ilumina cada día de mi vida. —La de hebras rosa la miro apenada, creyendo que lo decía molesta por lo dicho. Pero vio que irradiaba honestidad.

La joven pilar acarició el vientre de Ai.

—¿Por qué no te enojas cuando digo algo sobre Rengoku-san? —preguntó apenada al percatarse de que tal vez podría haberle molestado.

—Porque es algo sin sentido, todos pueden verlo y enamorarse de él. Pero sé que no es capaz de ser infiel y tú no eres capaz de interponerte en un matrimonio —respondió apoyando su cabeza en el hombro de su amiga. Kanroji abrazó a Rengoku Ai, lloriqueando emocionada y preguntando sobre el pequeño que llegaría en un par de meses.

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La joven embarazada miró a su esposo; recostado toqueteando el abultado vientre de su mujer esperando que el niño se moviera en reacción a sus toques, a su otro lado de igual manera se encontraba el menor de los Rengoku tan concentrado como su hermano mayor.

Ai rio con suavidad—. Kyojuro, si lo tocas no se moverá solo se mueve así cuando es Muichiro, tú debes hablarle.

—¡Sí! —exclamó—. ¡Pequeño o pequeña Rengoku! ¡Soy tu padre! ¡Hola! ¡Hola! —hablaba con voz fuerte tratando de llamar la atención del bebé.

—¡Y-yo soy tu tío Senjuro...! —Ai enternecida tapó su boca y nariz tratando de no chillar emocionada.

¡Soy Kyojuro Rengoku y yo soy tu padre! —exclamo abrazando el vientre de su esposa restregando su rostro con suavidad al mismo. Los movimientos suaves del habitante no tardaron en responder a Kyojuro, quien emocionado junto a Senjuro le hablaban sin parar.

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Shinobu acarició suavemente el cabello de la joven Rengoku Ai, quien cedía ante el toque.

—¿Cómo se llamará? —preguntó suavemente.

—No tenemos idea —respondió adormilada, las niñas de la finca mariposa acariciaban su estómago mientras Aoi luchaba internamente por sus ganas de que se mueva viéndolo de cerca.

—¡Hola pequeño bebé Rengoku, soy Kyojuro Rengoku y soy tu padre! —exclamó llegando de la nada para ver a su esposa e hijo en gestación. Las mujeres se exaltaron ante la repentina aparición del hombre. Incluso el pequeño se movió queriendo decir que estaba asustado.

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Kyojuro abrazaba a su esposa mientras veían el gran árbol de la finca, ya tenían imaginado cómo se vería su hogar con el pequeño Rengoku recorriendo sus jardines, jugando con los animales y futuros hermanos.

Se sentía tan espectacular ese sentimiento de amor, era una nube placentera de satisfacción por estar cumpliendo sus sueños de formar una linda y gran familia. Ella aún recordaba cuando supo que estaba enamorada de Kyojuro, en una charla casual con su madre antes de que se marchara al extranjero junto a su adorado padrastro.

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La época primaveral había llegado, los dulces cerezos dejaban caer algunas de sus flores por la exorbitante cantidad que tenía. Kyojuro se había marchado unos minutos antes y una bella sonrisa enamorada adornaba su rostro.

Su cabello rubio con tonalidades rojizas lo hacía ver increíble, sus ojos dorados y esa bella sonrisa que solo él tenía. ¿Había algo imperfecto en ese hombre? Para Eishima Ai no había nada.

La mujer Kokomi Eishima acarició las hebras azabaches de su hija, observando atentamente sus mejillas sonrosadas junto a esos bellos ojos celeste pastel tan claro iluminados por la visita de hace un rato.

Los ojos son la ventana al alma —dijo la mujer, Ai la miró.

—¿Por qué? —preguntó. La adolescente de 14 años esperaba atenta la respuesta de su madre.

Estas enamorada de Kyojuro —afirmó la mujer, la joven enrojeció.

¿Qué? No... Yo no... —balbuceó.

Claro que sí, tus ojos brillan más cuando él está aquí, solo con él te pones así, hija mía. —La adolescente mordió su labio avergonzada. Fue en ese instante que su corazón se abrió a sus emociones y soltó a su madre todo sentimiento de amor que sentía por Kyojuro.

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La mujer acariciaba su vientre con anhelo, el amor que sentía por Kyojuro Rengoku la hacía sentir calidez. Tenía ya seis meses de gestación. Faltaba tan poco para tener a ese pequeño entre sus brazos, un pequeño que esperaba y fuera idéntico a su amable padre.

Estaba tan enamorada; el par de años anteriores no habían logrado poder tener un hijo. Se les hizo algo deprimente no haber logrado su objetivo aunque el saber que ahora esperaban uno les parecía algo fantástico.

Himejima Gyomei rezaba cada día por la salud del pequeño junto a ella, esperando un parto sin complicaciones y buenas vibras para los Rengoku. Le parecía curioso como los pilares se tomaron su matrimonio y que lo hubiesen guardado para ellos durante tanto tiempo.

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La joven pareja estaba emocionada, la mujer tenía tres meses de gestación y parecía todo ir bien, Shinobu Kocho los vio caminar de la mano y le resultó curioso, se acercó a ellos para aclarar sus dudas.

—Rengoku-san, Eishima-san —saludó la más baja, la pareja miró sonriente a la pilar insecto.

—Kocho-san —saludó Ai—. ¿Ocurre algo? —Shinobu apuntó sonriente sus manos.

¿Están saliendo? —preguntó curiosa.

— ¿Eh? Creí que ya lo sabían —dijo Ai, Shinobu ladeó la cabeza—. Tenemos 3 años casados.

¡Y mi esposa está embarazada! —gritó alegremente Kyojuro sorprendiendo incluso más a Shinobu. Casualmente Mitsuri Kanroji escuchó aquello saltando emocionada hasta la joven pareja.

La pilar del amor les deseó buenas vibras completamente emocionada. Optaron por hablar con Oyakata antes que con los demás pilares, por lo que fueron directamente a verlo. Pero su resultado no fue el más tranquilo, terminó convocando una reunión con los pilares para dar la noticia del embarazo de Ai, prohibiéndole salir a misiones hasta el nacimiento del pequeño.

Sanemi Shinazugawa aunque no se mostraba visiblemente interesado, esperaba que el niño naciera con buena salud y alejado lo más posible del cruel mundo de los demonios. Giyuu Tomioka miró el vientre aun plano de la joven, imaginando cómo se vería y reprimió una risita al imaginarla algo extraña.

Uzui Tengen felicitó a la pareja, alegando que habían guardado bastante bien su relación hasta el momento—. ¿Tendrás un bebé? —preguntó Muichiro Tokito, Ai asintió sonriente, se sorprendió cuando el menor puso su mano sobre su estómago—. es muy pequeño... —dijo, la azabache acarició el cabello del adolescente, con quien había compartido desde poco más de un año, ganándose el cariño del Tokito, quien la había comenzado a ver como a una hermana mayor a quien debía proteger a toda costa.

Vas a ser su tío, el tío Muichiro. — Él adolescente abrazó a su amiga.

Pero... No me dejes de lado. —La pareja Rengoku acarició la cabeza del pilar de la niebla.

Eres un niño, necesitas atención y cariño, y siempre te lo daré. —Le respondió.

—¡Eres parte de la familia Rengoku! —exclamó Kyojuro ganándose una mala mirada por parte de Muichiro quien solo quería la atención de Ai.

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Tokito acarició el vientre abultado de su amiga, quien por su lado adornaba su largo cabello con pequeñas trenzas—. Tu cabello es muy lindo, Muichiro-kun. —Él la ignoró y siguió tocando su vientre en distintos lados para que el bebé en gestión reaccionara ante su toque, cosa que hacía de vez en cuando.

La azabache miró a su esposo que hablaba con su hermano menor, se imaginaba su futura familia mediante las acciones actuales. Su esposo jugando con su hijo, mientras uno jugaba con ella mientras esperaba al último, tenía un panorama perfecto de su futuro con su esposo Kyojuro Rengoku.

La noche había llegado, Senjuro fue a su hogar acompañado por Kyojuro luego de que Muichiro se marchara. Observaba el cielo nocturno, las estrellas brillantes iluminaban la noche, la suave brisa nocturna y los cánticos de las aves que aún no se marchaban.

Kyojuro entró, viendo a su amada esposa sentada mirando el cielo. Tomó asiento a su lado abrazándola con suavidad.

Me gusta la noche y ver sus estrellas. —murmuró Ai.

Me gusta verte, porque eres la estrella más brillante. —Ella miró a su esposo, besando sus labios con cariño.

Nada brilla más que tú, Kyojuro Rengoku. Te amo.

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