O3: Nada como un te amo.
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La joven pareja disfrutaba de un dulce momento mirando el jardín de la finca Eishima. Los pequeños animales recorrían con alegría los alrededores. Ella estaba recostada levemente sobre su esposo, quien la abrazaba con dulzura.
—Kyojuro, mi madre nos envió una carta de felicitaciones y deseando un buen futuro y fertilidad. —Kyojuro Rengoku sonrió, abrazando a su joven esposa con cariño.
Depositando un pequeño y dulce beso en la coronilla de la azabache. Ai acarició el brazo de Kyojuro aferrándose con suavidad a este. Adorando el dulce momento que compartían gracias a que Ubuyashiki les dio la semana libre por su matrimonio, aunque el pilar y su esposa se hubiesen negado por completo.
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Iguro Obanai miró al pilar llama quien hablaba alegremente de su matrimonio. Aunque Obanai había estado presente ignoró ese hecho y siguió hablando sobre la ceremonia. Rengoku Ai sonrió enternecida por el actuar de su esposo, caminó hasta la cocina para buscar los pasteles que habían llegado por parte de Kagaya para ellos.
Dejó para cada uno y fue a buscar al menor de los Rengoku para unirlo al momento agradable.
—¡Hermano mayor! —llamó Senjuro saltando a abrazar a su hermano, Obanai se había marchado antes de que llegaran, Kyojuro abrazó a su hermano mientras su esposa servía pastel para ellos.
—¡Sabroso, sabroso! —exclamaba mientras comía, Ai apreció a su marido comer y a su joven cuñado jugar con sus dedos mientras sus mejillas se ruborizaban.
—Senjuro-Chan, ¿Quieres preguntarnos algo? —cuestionó con suavidad, el Rengoku menor titubeó un poco, mordisqueando con suavidad su labio miró a su hermano mayor; sonriente y tranquilo esperaba la pregunta de Senjuro.
—¿Van a tener... hijos? —musitó su pregunta en voz baja, pero lo suficiente mente alta para ser escuchada. Había leído la carta de la madre de Ai por accidente, por lo que le causó curiosidad saber la respuesta de aquella incógnita.
—¡Claro que sí! ¡Tendremos muchos hijos! —exclamó con alegría, Ai sonrió enternecida.
—Tendremos hijos, pero no una camada, Kyojuro. —Él asintió sabiendo que eso sería imposible, añoraba tener muchos hijos corriendo de un lado a otro, que lo llamaran "papá" y a su esposa "mamá".
Un sueño que quería cumplir.
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Besó con suavidad la mejilla de su esposa, esta vez debía partir solo a una misión en un templo donde habían estado alertando sobre constantes desapariciones y los de rango más bajo no habían logrado toparse con la criatura responsable. Ai estaba sentada frente a un bello árbol de Sakura en la finca Eishima. Rezó a sus antepasados y a los dioses por el bienestar de su esposo.
Curiosa sobre la idea de tener hijos junto a Kyojuro, caminó entre los pasillos del interior de la finca, rebuscando entre los objetos antiguos alguno de bebé. La caja más grande contenía los bellos obsequios que su padre en vida hizo para ella, regalos de su padrastro cuando ella tenía apenas 10 años y lindos objetos de sus padres.
Dejó aquella caja apartada de las otras, el tiempo se fue volando mientras observaba un traje de pareja de niños. Ambos eran rojizos, iguales en diseño y distintos en tamaño, porque Kyojuro siempre fue más grande que ella.
Sonrió melancólica, tiempos aquellos donde su niñez se sentía placentera rodeados de inocencia. Tiempos donde aún no estaban preocupados por acabar con los demonios.
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A sus cinco años corrían con alegría, jugando a las atrapadas; sucios y alegres se revolcaban en la tierra; cosquillas por aquí y por allá. La madre de Eishima alzó en sus brazos al Rengoku, y el padre a la niña. Entraron al baño y la madre duchó a los infantes.
—Mami, ¿Por qué Kyo-chan tiene eso y yo no? —preguntó con inocencia, la mujer soltó una risita. Kyojuro miró a la mujer esperando también una respuesta, si bien ya se habían bañado juntos, nunca ninguno preguntó al respecto sobre sus cuerpos.
—Porque él es niño y tú eres una niña —respondió con voz calmada.
—¡Entonces si soy un niño y ella una niña! ¿¡Nos podemos casar!? —La mujer soltó una carcajada.
—Por supuesto, sean niños o niñas, mientras se amen... aunque seguro no recordaran esto. —La mujer los tomó en brazos para secarlos.
Se vieron mutuamente sonriendo ampliamente, vestían iguales.
—¡Estamos iguales! —exclamaron con alegría, saltando y corriendo sujetados de la mano. El par de niños inquietos terminaron durmiendo abrazados sobre el futón de la niña.
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Sonrió ante el dulce recuerdo, guardando con cariño aquél juego de ropa infantil. Escuchó la puerta y caminó a la entrada. Acarició la mejilla de su marido, había vuelto sin ningún rasguño y se sentía completamente afortunada. Un pequeño beso inocente fue depositado en sus labios, con delicadeza; sin embargo una mano traviesa acarició sus curvas y el nerviosismo la atrapó.
—Kyojuro... —murmuró, deteniendo su toque, ruborizado y apenado besó la frente de Ai.
—Lo siento. —Ella soltó una risita, estaban casados pero ella no se atrevía a cruzar el siguiente nivel y Kyojuro la respetaba.
—Ven, había preparado la cena —dejándose guiar por su amada esposa llegaron a la cocina—. supuse que llegarías cansado, cuando salgo sola me esperas con la cena preparada o me ayudas a hacerla, así que me tocó a mí —dijo con alegría acomodando los platillos humeantes con aroma a comida casera.
Hablando de temas casuales y sobre la misión de Kyojuro llegaron al tema que no habían tocado luego de la curiosa pregunta de Senjuro—. ¡Entonces si tendremos hijos debemos saber cuántos serán para poder tener todo preparado! —exclamaba el hombre con alegría, Ai lo miraba con ternura en sus ojos, enamorada.
—Pueden ser dos. —Kyojuro Rengoku tosió atragantándose con su comida.
—¿¡Solo dos!? —preguntó con agobio.
—Yo los cargaré en mi vientre, yo decido —argumentó la mujer.
Vencido asintió llevando un bocado de comida a su boca. Ella lo miró apenada, entendía que el sueño de Kyojuro era tener más de dos hijos, pero el de ella era tener un límite.
—Quizás tres. —Los ojos dorados de su esposo brillaron con alegría y asintió complacido.
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+18.
Un beso fue depositado en su cuello con suavidad causándole un escalofrió, miró a su esposo quien sonreía con inocencia y entrecerró los ojos. Kyojuro Rengoku besó a su esposa antes de salir, un beso algo pasional. Caminaba animado como cada día de su vida a una junta con los demás pilares y Ubuyashiki. Rengoku Ai sabía que intentaba provocarla, pero no cedería a sus provocaciones. Según ella tenía fuerza de voluntad.
Esperó a su esposo sentada frente al árbol de Sakura, sintió unos brazos rodear su cintura y unos besos en su cuello. Las frías manos del joven acariciaron su vientre entre suaves y húmedos besos esparcidos por su piel. Ai dejó que el hombre la mimara. Supo que su fuerza de voluntad había desaparecido y su libido aumentaba con el pasar de los segundos.
Aquellas callosas manos bajaron de su vientre para rozar sus piernas y acariciarlas. Ai volteó el rostro besando a su marido mientras este introducía sus manos dentro del traje de su esposa. Su mente quedó en blanco y de un segundo a otro estaban sobre el futón bajo la suave luz de la luna que entraba por las puertas abiertas de la finca.
El cuerpo desnudo de ambos fue expuesto a la luz, entre besos húmedos y toques entre uno y el otro. Ai suspiró al sentirlo entre sus piernas, en un suave balanceo que se convertía en una intensa fricción entre sus intimidades haciéndolos jadear. Kyojuro mordió el cuello de su esposa, besó sus mejillas y pidió permiso para continuar. Asegurándose del consentimiento de la mujer se hundió en su cuello murmurándole dulces palabras mientras avanzaba en el acto—. Rengoku Ai —balbuceó jadeante—. Te amo.
No había nada que la hiciera sentir tan afortunada como un "Te amo" de su esposo. No había nada que la hiciera sentir tan completa, Rengoku Kyojuro era la definición de su alma gemela. Aquello la desvió del momento y aferrada a la espalda de su esposo gemía despacio su respuesta.
"También te amo".
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no es mucho pero es trabajo honesto [happy].
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