/66/ Ayuda (in)esperada

*sigue sin soltar el micrófono*: por el bien de la trama, Sasuke debe seguir sufriendo.

La emoción caótica se intensificó en aquel espacio perdido en la nada.

Sasuke ayudó a Mikoto a levantarse después de llorar vergonzosamente por una cantidad desconocida de tiempo. De golpe recordó los eventos que lo llevaron aquí —dónde sea que estuviesen— y la situación a la que se enfrentó antes.

Tenía demasiadas preguntas, y debió reflejarse en sus ojos porqué Mikoto, junto a él, desvió la vista al prado inmenso cubierto de flores.

—El tiempo aquí no fluye de la misma manera que afuera —explicó ella acariciando los pétalos de un clavel rosado cercano. De su manga todavía escurría un poco de agua—. Lo que puede parecer una eternidad aquí, allá apenas pasará un segundo.

Que lo diga con tanta nostalgia no ayudó mucho a la mente de Sasuke junto a ella, inquieto y con los ojos muy abiertos, y las posibilidades extendiéndose.

—Madre ¿sabes dónde estamos...? —carraspeó al percatarse de lo ronca que es su voz por llorar—. ¿Estás consciente de lo que sucedió contigo misma? ¿De lo que sucede afuera? Y... ¿Por qué estabas encerrada en esa burbuja?

De todas las dudas que luchaban por expresarse, estas fueron las primeras que brotaron de sus labios. Con la garganta apretada y los nervios, esperó obligándose a ser paciente.

Mikoto retiró la mano. Luego, se viró a Sasuke alzando la vista a él. En ese momento Sasuke tuvo una epifanía del mismo pensamiento: es más alto, ancho y grande que su madre. Fácilmente la podía envolver en un abrazo. Pero, a diferencia de la ocasión pasada, esta vez Mikoto lo veía con una mezcla de arrepentimientos y desosiego.

—Supongo que sabes lo que es la Flor de Medianoche —comenzó diciendo Mikoto, Sasuke se obligó a asentir con fuerza—. Cuando el alma incrustada toma el control total no hay vuelta atrás, esa boticaria me encerró en esa prisión espiritual. —Hizo un ademán al lugar dónde antes estaba la prisión—. Llegó punto que se ha fusionado completamente con mi cuerpo y pensamientos. Y sé qué pasa afuera porqué sigo siendo yo.

Expresó esto último con mucho pesar, una incomodidad se instaló en sus ojos. Sasuke tenía un revoltijo de pensamientos.

—Por eso sé que te dañé mucho daño en estos años —contempló Mikoto mirándolo directamente a los ojos—. Fue mi culpa que sufrieras innecesariamente.

Sasuke quiso decirle que no había necesidad de disculpas. Que ahora entendía que todo este tiempo todas esas malas actitudes y palabras hirientes no provinieron directamente ella, sino del alma huésped, presumiblemente la boticaria que especularon.

Pero lo que salió de sus labios fue un titubeo: —¿Desde cuándo tú...?

Mikoto entendió perfectamente.

¿Desde cuando dejaste de ser tu misma?

—No hubo un día exacto. Sólo... recuerdo la última vez que estuve totalmente a cargo de mi cuerpo —mencionó vagamente—. Algún tiempo antes la muerte de tu amigo, Naruto.

Oh. Bueno, ahora tenía sentido. Por aquel entonces lo repudió sin miramientos.

—Cuando me di cuenta ya estaba en esa prisión y poco a poco entendí que sucedía. Era extraño, como estar un sueño lejano. Ver a mi alrededor sin poder hablar o moverme a mi voluntad. Es inexplicable la sensación y muy desagradable —negó con la cabeza, bajando las manos y apartando la vista—. Lo cierto es que es enteramente mi culpa el haber terminado así.

—No lo es. —Sasuke tuvo el valor para tomarla de la mano, el toque era frío—. Fuiste sometida a la voluntad del alma huésped y la flor que influye a la conexión. No pudiste hacer nada para evitarlo.

Mikoto desplazó la vista, viéndose totalmente derrotada. Le apretó la mano, con mucha angustia en su mirada.

—La flor se alimenta del odio y rencor —expresó lentamente ella, con cuidado, como si temiera lastimarlo más, pero hay cosas que deben decirse adecuadamente—. Y, en ese momento, yo tenía odio de sobra.

El rostro de Sasuke se crispó, pero Mikoto reanudó, deslizando su mano fuera del agarre de su único hijo.

—Mi odio provino de tu padre, del Clan, de mi propia vida. Fui huérfana y los de mi antiguo templo eran mi familia, pero nunca sentía una conexión real más allá de mi hermana marcial —habló en voz baja, pero estaban lo suficientemente cerca para ser escuchada por él. Los pétalos seguían danzando a su alrededor, en un espectáculo bello digno de admirar, si tan solo no tuvieran ellos un aura de desosiego—. Sabrás que mi matrimonio fue arreglado. En ese entonces era joven e ilusa, a pesar de saber que nunca me casaría por amor creí que, con el tiempo, Fugaku llegaría apreciarme o tomarme en cuenta. Lamentablemente, nunca sucedió. Aprendí a la mala nunca subestimar como ama un Uchiha.

Sí, Sasuke lo sabía de antemano. Los rumores siempre circulan. De que el verdadero y único amor de su padre fue su primera esposa. Es indiscutible. Alguna vez tuvo rencor por la situación, con el tiempo, aprendió a vivir en paz. Es poco honorable enojarse con la madre de su hermano mayor. No se pueden imponer los sentimientos a alguien.

Él mismo lo experimentó con Sakura.

—Intenté hacer las paces, pero cuando me embaracé yo... —Mikoto dudó, como si temiera en decirlo. Girándose a él completamente, retomó aire viéndose un poco acorralada—. Debo ser sincera, nunca quise ser madre después que me casé.

Algo tiro de nuevo desde lo profundo del corazón de Sasuke, ahogándose un poco en su propia miseria. Se obligó a seguir escuchando, porqué la expresión de Mikoto parecía destruida y lamentable. Tuvo que tragar el hierro ardiente por su garganta y escuchar atendo.

Soporta, se dijo. Aquí están tus respuestas.

—Me resistía porqué mi primogénito heredaría mi poder. El poder que poseemos es noble y poderoso, no pudimos desear mejor respaldo divino que el de Su Alteza. —alzó su propia mano contra los cálidos rayos del sol al horizonte, que parecía descender a un ritmo extraño—. Sin embargo, pese a las intenciones nobles, hay personas que abusarán de ese mismo poder. Lo sentí desde que llegué al Clan Uchiha y me presentaron al Sumo Sacerdote. Había algo extraño en él.

» Me negué por mucho tiempo a concebir, centrándome en la barrera, pero... al final fue inevitable. Tuvimos que concebirte bajo la presión de los Ancianos y los Sacerdotes. Ellos necesitaban al nuevo heredero, pero yo me resistía en conseguirles una moneda de cambio.

Algo frío y espeso se formó en el interior de Sasuke. Parecido a la anticipación de la crueldad y realización. Apretando los labios y frunciendo las cejas, se concentró en moldear sus emociones. Su madre, junto a él, parecía cada vez más pequeña.

—Y de pronto te tuve entre mis brazos —dijo con una extraña nota en su voz, estirando las manos para alcanzar a tomarlo de las mejillas, observándolo profundamente a los ojos. Sus gestos eran delicados y amables, hasta cierto punto, como si fuese una madre primeriza—. Eras tan pequeño y frágil, pero con un espíritu desbordante y lleno de vitalidad. Sentí, desde que te toqué, que serías diferente a mí. Por eso yo...

Sasuke cerró los ojos, deslizándose a la conjetura. De lo que quizás imaginó, pero no se atrevió a concebir.

—¿Eres la responsable del sello de mi poder divino? —preguntó, casi con suavidad, luchando con sus emociones encontradas.

Las manos de Mikoto cayeron.

—Lo hice. Sellé tus poderes divinos —aceptó ella al poco tiempo—. Robé uno de los hechizos más poderosos resguardados en la biblioteca y lo coloqué en ti.

Pareció que hubiera recibido un golpe físico cuando Sasuke la miró herido y traicionado.

—¿Por qué? —espetó él, casi ahogándose por la bilis que se cumulaba en la garganta—. ¿Por qué condenarme a una vida llena de burlas y desplantes? Viví tantos años creyendo que era inútil y simplemente fue porqué tú...

Mikoto lo miró impotente, con los ojos rojos por las lágrimas contenidas.

—Temí que fueras usado. Lo intentaron conmigo, pero cuando naciste la atención ahora se enfocó en ti. Intenté protegerte a mi manera. —Soltó una risa amarga—. Desafortunadamente, no lo logré. Se volvió insoportables verte únicamente una vez al mes. Era sumamente doloroso... al punto que no soporté la presión y dejó de importarme. Hay... muchas cosas que dije y eran ciertas en su momento. —Cerró los ojos, aspirando profundamente—. De verdad, lo siento, Sasuke. Por herirte con mis palabras y acciones. No las merecías. Eras tan sólo un niño que no debía cargar con un destino así. Y no tenías la culpa de mi propio dolor.

Ella tomó sus antebrazos vendados, llorando silenciosamente.

—Aunque tuve esa flor dentro de mí, fue mi propio egoísmo y dolor que la alimentó. Nadie tiene la culpa más que yo.

La culpa a veces mata. Y el arrepentimiento de las acciones pesa demasiado en los hombros de cualquiera, Sasuke lo sabe mejor que nadie. Vivir cada día con el peso de la mortificación desgasta, de los pensamientos intrusivos que humanos que atormentan. Nadie es exento, tienen corazones volubles, emociones abundantes e intenciones diferentes.

Su madre no debería culparse de ser humana.

Ella fue sincera. De su renuencia el tenerlo, de aceptarlo después haciendo todo lo posible por salvarlo de un destino, que inevitablemente encontró él mismo.

Mikoto intentó con todas sus fuerzas ser buena madre. Al final, fracasó.

—Las consecuencias de mis acciones te orillaron a aceptar ser parte de su juego —murmuró apretando delicadamente sus muñecas—. Al principio creyeron que de verdad no tenías ningún poder, pero cuando esa flor hizo efecto en mi y la intrusa se fusionó completamente con mis recuerdos, supieron que coloqué el sello cuando naciste.

—Por eso ellos comenzaron con esto. —Sasuke tuvo la realización, estirando las manos observando sus antebrazos, las vendas ocultando cada una de sus cicatrices, de las que nunca desaparecerán.

—Intentaron romper el sello, pero nunca pudieron. —confirmó Mikoto sonando sombríamente satisfecha—. Tampoco lograron implantarte la Flor de Medianoche.

Sasuke tuvo un momento incomodo mezclado con alivio, por una parte, porqué estuvieron buscando el origen para romper el sello. Independientemente de los deseos de su madre, es poco filial ir en su contra, pero necesita saberlo.

El sello debe ser roto.

—Madre —la tomó de las manos, un lleno de severidad escondiendo cierta nobleza—. Necesito saber cómo deshacer ese sello.

Las manos de Mikoto se crisparon, luego, una sonrisa lenta se asomó en sus labios.

—Lo sé. A este paso me sorprende que no hayas muerto por los desbordes de energía.

Sasuke arrugó la frente, indeciso.

—Alguien me ayudó a restaurarlos provisionalmente —informó con cuidado, no sabiendo que tanta información volcar sobre ella ya que podrían ser escuchados—. Pero no viviré por mucho tiempo si no rompo el sello.

El toque en su mejilla fue suave, ligero. Como el beso de una flor.

—Soy egoísta, Sasuke, y no quiero que mueras tan joven.

Tras decir estas palabras, el ambiente a su alrededor cambió abruptamente. Las flores comenzaron a marchitarse repentinamente y Sasuke miró a su entorno un poco contraído y asombrado por la rapidez en que todo perdió vida. Incluso el cielo se volvió de un extraño color oscuro, nubes grises comenzaron a acechar a su alrededor. El cerezo detrás fue el único fue golpeado por una ventisca, sus hermosos brotes comenzaron a caer.

Rápidamente se viró a Mikoto, con una extraña sensación de apego y ansiedad. Extendiendo las manos no queriendo soltarla nunca. Pero había una anticipación a esa sonrisa triste que se extendía en el rostro de su madre, como un acontecimiento importante que estuviera perdiéndose. De un secreto que sabía y que ignorara deliberadamente.

—Este mundo es sostenido por tu energía espiritual y la mía, que es residual —dijo Mikoto al intuir su inquietud—. Nos conectamos cuando la espada rosó tu núcleo, pero no durará para siempre.

Sasuke se perdió entre su voz.

Nada dura para siempre.

Él lo supo desde que la vio, al tomar las manos y mirarla a los ojos, que la tendría entre sus brazos por unos instantes.

Algo caliente y feo se enroscó en sus entrañas cuando preguntó: —¿Qué pasará contigo?

—Me encerrarán de nuevo en la prisión. —Su madre habló serenamente sobre un hecho—. Y jamás saldré. Estoy en el punto que nunca más recuperaré la movilidad de mi propio cuerpo. Ella y yo ya somos uno.

No.

Sasuke no lo acepta.

—Debe haber otra forma que puedas volver a ser tú...

Mikoto le dio una sonrisa triste.

—Mi tesoro, no la hay —aseguró con mansedumbre, pero se acercó tomándolo de los hombros. La calidez de sus manos, en lugar de darle tranquilidad, explotó en la conciencia de Sasuke—. Esta será la última vez que nos veamos.

—No digas eso.

Impulsivamente Sasuke la abrazó, rodeándola con todas sus fuerzas. Estrechándola para sentir su amor difícil, su calidez. Como si los años transcurridos no hubieran sucedido. Que no hubo desplantes, las ofensas o la crueldad porqué todo se redujo a este momento. Lo aceptó todo, aun sabiendo que su madre no estuvo completamente detrás, no ignorará que ella tuvo sentimientos encontrados.

No le reprocha.

Se dio cuenta que nunca podrá hacerlo.

Sigue siendo su madre, y, pase a sus errores y decisiones equivocadas, a pesar de no amarlo desde el inicio, ella de alguna manera hizo un espacio en su corazón para él. Lo quiso lo suficiente para preocuparse por su futuro. Quizás no de la manera adecuada de una madre completamente devota a su hijo, pero lo intentó. Intentó ser una buena madre, aunque fracasó.

Y lo aprecia. Porqué al menos lo intentó.

—Madre... no me dejes —murmuró contra su cabello, sentía el inicio de un sollozo en su garganta—. Será insoportable verte y saber que estás ahí, encerrada hasta la muerte.

Las manos que lo rodearon se apretaron, luego se relajaron.

—No tendrás que preocuparte —le aseguró masajeando su espalda.

A su alrededor, todo comenzaba a verse borroso, escurriéndose entre los límites. Las flores desaparecían, el mundo se desvanecía.

—Porqué tú acabarás con mi sufrimiento.

Sasuke apretó los ojos, negándose a pensar.

—No.

—La única manera de romper mi sello...

—No, me pidas eso.

—... Es que yo muera.

Pétalos rosas cayeron, quedando intactas en los hombros de ambos. A sus pies persistieron un clavel y un lirio, rebosante de energía. Sasuke los veía intensamente entre las lágrimas qué se acumulan en sus ojos, tan resentido y llenó de angustia.

Ahora entendía porqué los Sacerdotes no habían roto el sello si ya habían accedido a los recuerdos de Mikoto. La necesitaban por el alma huésped que alberga. Si Mikoto muerte, naturalmente lo que está dentro de ella dejará de existir. Así de sencillo.

—Sasuke, debes matarme para liberar el sello. Está ligado con mi energía espiritual. Una vez deje de abastecerlo, naturalmente, se romperá.

—Me niego —espetó ahogándose entre lágrimas, apretándola entre sus brazos, escondiéndose en su cuello como un niño petulante qué se niega a obedecer a su madre—. Debe haber otra manera de liberar el sello y conservar tu vida.

A pesar de sus palabras, entendió que no había más allá. Incluso Ryu fue claro cuando dijo sobre el sello: esa persona tiene que destruir el sello o morir. Dado que Mikoto nunca más volverá a su propio cuerpo, la vía que queda es inevitable.

Que lo sepa no significa que esté de acuerdo.

¿Sacrificar la vida por su propio bien? ¡Inaceptable!

—Si hubiera otra manera te lo diría, pero no existe —dijo Mikoto en el mismo tono.

Él volvió a soltar pequeño quejido, entre abriendo los ojos observando el árbol de cerezo, ya sin brotes y con las ramas desnudas. Quería, con todas sus fuerzas estar soñando. Despertarse de pronto en la cabaña en la que ha estado viviendo este último mes y fingir que nada sucedió.

Por lo menos así su madre estaría viva. Creyendo que lo odia, pero aceptándolo en silencio.

—Madre... no puedo.

—Tienes que hacerlo, de otra manera, seguiré haciendo daño a muchas personas incluyéndote a ti —escuchó el sufrimiento en su voz, era tan profundo y pesado, se percibía cansada—. La boticaria actualmente es la responsable de poner las flores. Hay otra, pero no está suficientemente preparada. Así que les tomará tiempo hasta que lo logre dominarlo.

Mikoto se separó de él, mirándolo a los ojos con determinación.

—Si no lo haces por ti, entonces hazlo por los demás.

Verán, contrariamente a la creencia popular, Sasuke es un hombre egoísta. Y el sacrificar a su madre por el bien común no le sienta bien. Sus ojos lo reflejan porque Mikoto sonríe, la primera sonrisa genuina en todo su intercambio donde el tiempo se escurre como agua entre sus dedos.

—Las palabras nunca serán suficiente para rogar tu perdón por la carga que te estoy poniendo encima —su expresión se quebró y también lloró—. Pero también estoy cansada de lastimarte. Te lo ruego, hijo mío, ayúdame a cumplir mi último deseo que es no harte sufrir más.

Sasuke cerró los ojos, deslizando el hierro en su garganta. Su madre nunca debería suplicar por morir. No así.

Alrededor el ambiente se volvió oscuro, ya no había prado, no sentía el viento y no veía el cielo. No sentía nada. Pero bajo sus pies de ambos siguieron intactas las flores, moviéndose por un viento inexistente. Una cálida brisa que intenta consolarlo sin éxito, los colores volviéndose grises al igual que sus pensamientos.

El tiempo se agotó. Un espiral de consciencia los envolvió. Sasuke la abrazó con fuerza, sintiendo que ella le devolvía el gesto con ahínco, acercándose para susurrarle algunas palabras al oído que lo dejaron parcialmente helado.

Entonces, el abismo se los tragó enteros.

Hay algo que se rompió en su corazón. Sasuke supo que jamás volvería esa parte de su corazón. Por más que lo intentará en el futuro, un pedazo estará siempre con su madre.

Los sucesos se volvieron algo borrosos al regresar. No había pasado ni un segundo, pero le pareció una eternidad. Sintió su rostro más frío por las lágrimas qué escurrieron por las mejillas, la ventisca helada no ayudó en nada a calmarlo.

Cuando esquivó y sostuvo a Kusanagi con determinación, no hubo vuelta atrás.

Incluso si pasa por alto la forma que Mikoto le gritó, tratando de hacerlo dudar tras percatarse que esta vez Sasuke no se reprimirá. Pero nunca más lo conseguiría, porqué Sasuke sebe quién hablaba no es su verdadera madre. Se trata de una mujer despiadada qué no reparó en culpas al invadir un cuerpo que no es suyo.

Pase a que el fuego rugía en su interior y las inmensas ganas de asesinarla dolorosamente lamían en cada intención, no lo hizo. Su madre dijo que también sentía, entonces no le dará más sufrimiento innecesario.

Fue rápido, conciso y certero. Una espada atravesando el corazón, de la sangre escurriendo por toda la ropa blanca de Mikoto. De los mismos gritos de ella que llegaron a lo más profundo de su corazón. Agrietando cada camino. Sacudiendo cada pensamiento que le gritaba lo incorrecto que eran sus intenciones. Ese niño interior se desangra de dolor, abrazándose a sí mismo, lamentándose por perder a su propia heroína.

Sus manos temblaron al sostener el cuerpo débil de su madre, cuyos ojos parecían desenfocarse a cada segundo.

—Eres un ser despiadado... —espetó ella, ahogándose en su propia sangre—. Asesinando a tu propia madre... no tendrás perdón de los Cielos...

Sasuke no la escuchó, concentrando en acariciar gentil el rostro de Mikoto, con el suyo arrugado por el dolor, viendo como la vida de su madre se escapa de sus manos. Las mismas que le dieron fin. ¿Quién iba a pensar, que moriría a manos del ser a quién le dio vida? Lo mínimo que puede hacer, es acompañarla en sus últimos suspiros.

Ella sentía cada toque. Escucharía cada palabra.

Por eso él...

—Madre, al final ¿fui un hijo filial? —suplicó en saber, abrazando el cuerpo moribundo de Mikoto, ya sin fuerzas para protestar. Sabía que no recibirá una respuesta adecuada, todavía preguntó—: ¿Cumplí correctamente tu última voluntad?

El cuerpo entre sus brazos perdía la vida. Sasuke la apretó más contra sí y habló con el corazón en la garganta:

—Sin importar qué, estoy agradecido de tus intenciones al protegerme. Ve sin cargas porqué no te culpo de mi sufrimiento. Yo... espero que tu próxima vida sea más gentil que esta. —Junto sus frentes y susurró aquella frase que despedía a todo aquel bajo el nombre de quién le concedió parte de su existencia—. Cuerpo en el abismo, corazón en el paraíso, mamá.

Sintió el momento exacto que el alma de su madre se desprendió. La llama azul apenas vibró sobre su silueta vagamente familiar, dos brillos en lo que parecían los ojos lo miraron por una última vez antes de dispersarse con el viento. Sin retener ninguna carga, sin nada pendiente en el mundo.

Yéndose para ser libre.

Recordó que a veces la libertad es morir.

Y su madre lo anheló cada día más que nada.

Al igual que sintió algo rebobinar dentro de su pecho, justo dónde yace su núcleo espiritual. Como una pared invisible del que tiene consciencia y se destruye en un abrir y cerrar de ojos. Una sensación desconocida lo embargó, sus venas se sintieron calientes y los meridianos cálidos.

El sello se rompió y poder divino que siempre le perteneció se unió a él.

Su propia energía espiritual se apresuró en acobijar el factor desconocido, dándole la bienvenida a un viejo amigo.

Permaneció ido sosteniendo el cadáver de su madre en brazos y mirando al frente con una expresión vacía.

Después lo que parecieron horas (y seguramente fueron escasos minutos) se obligó a levantarse con ella en brazos, cargándola hasta donde Moegi parecía en conflicto y sollozando, afectada por los actos de Sasuke y el propio sufrimiento que refleja su rostro.

—Joven Sasuke, usted. —Moegi se interrumpió al ver la mirada sombría del aludido—... Mi más sentido pésame.

Él apretó la mandíbula asintiendo a sus palabras, agradecido que no preguntara nada. Se agachó dejando el cuerpo de su madre junto a Konohamaru. Miró por un momento más el rostro sereno del cadáver, pareciendo tranquila, como si estuviera durmiendo.

La realidad es que jamás abrirá los ojos.

Apretó los puños y cerró los ojos tratando de controlar sus emociones. Apenas lo consiguió.

Se lamentará más tarde. Si flaquea ahora no logrará detener a tiempo muchas desgracias. No todas las soluciones están en sus manos, pero puede impedir ciertas cosas. Como, por ejemplo, el robo del Espejo de la Verdad.

Respiro tres veces antes de incorporarse y dar la vuelta.

Al mirar a su alrededor no hubo rastro de Danzo. Seguramente huyó aprovechando la conmoción. Sea gracia de los Cielos o suerte, el Espejo de la Verdad seguía protegido. No podía decir lo mismo de los otros artefactos, pero ahora no es momento de contabilizarlos. El primordial es el espejo.

Tras asegurarse que la barrera estuviera intacta, viró el rostro al costado. Lejos visualizó una silueta corriendo por el camino lateral mirando frenético a todos lados. Por las ropas que traía lo identificó como un sanador. La cuestión aquí es saber si es controlado o no.

Sasuke ni siquiera se movió cuando el hombre viró a ellos viéndose aliviado y a la vez, lleno de pánico, corriendo a su dirección.

—¡Joven Sasuke! ¡El maestro Kakashi me envió en su búsqueda! —expresó con cierto tono urgente—. ¡Debemos retirarnos cuanto antes a la barrera que usted creó!

—Antes que nada, atiende a un herido.

El semblante del sanador rápidamente se compuso a uno profesional y fue guiado hasta Konohamaru. No detuvo sus explicaciones. Al parecer, la situación se agravó más de lo que nunca pudieron imaginar.

—¡Aparecieron cinco demonios Reska! —gritó desesperado mientras revisaba a Konohamaru. Segundos antes quedó pasmado al ver el cadáver de la sacerdotisa Mikoto, pero se concentró en la vida que todavía podía salvar—. Están asesinando a los que encuentran en el camino y estamos sucumbiendo rápidamente. El líder Uchiha se encuentra en apuros contra Jiraya y los maestros no pueden con todos los enemigos. A este paso, ugh, moriremos todos.

Las divagaciones del sanador ayudaron a estabilizar la mente de Sasuke. Seguía un poco distante, sin apartar la vista de Mikoto. Aclarando su perspectiva poco a poco. Los Sacerdotes y Ancianos son enemigos, junto a los que son controlados contra su voluntad.

Aparecieron demonios Reska, criaturas extremadamente peligrosas si están absorbiendo energía de los Cazadores. La única vez que se enfrentó a uno se necesitaron varias personas capacitadas para contenerlo.

De las cuales, sospecha, la mayoría son sus enemigos.

Extrañamente le preocupa, pero, al mismo tiempo, hay algo insistente en su mente que no lo deja en paz. Son las últimas palabras que su madre le susurró al oído, una advertencia y recordatorio al mismo tiempo.

"Cuando intentaron ponerte la flor se toparon con un poderoso hechizo de protección qué está arraigado a tu alma. Mi hechizo funcionó porqué lo lancé sobre el núcleo espiritual. Ese hechizo sobre tu alma no es una protección divina de Su Alteza, pero es antiguo".

Se tocó el pecho aliviado de confirmar que él mismo no tiene la flor, pero abrió brecha a muchas dudas. Si tiene otro hechizo de protección (del cual parece no restringe nada) ¿por qué Ryu no lo mencionó cuando lo revisó?

A todo esto, entre el caos de sus pensamientos, recordó los talismanes qué Sakura le dio. Esos mismo que Su Alteza proporcionó. No dudó en utilizarlo. En su mente se disculpó con él por la destrucción del templo y no tener nada digno que presentar. Agarró cuidadosamente la piedra en forma de flor qué rescató como una ofrenda.

Lo sostuvo frente a él. Sabiendo que no necesita energía espiritual, aún así activo el talismán con ello y exclamó con voz seria: —Su Alteza el Príncipe Heredero, por favor, protéjame.

Detrás de él, tanto Moegi como el sanador lo vieron como si le hubiese perdido la cabeza.

—Joven maestro ¿puedo preguntar qué hace? —tanteó el sanador bastante desconcertado pasando energía espiritual a un Konohamaru inconsciente. A estas alturas, a Sasuke no le sorprendería que consideraran una locura brotar en él después de matar a su propia madre—. El único medio para que Su Alteza nos escuche está destruido. En esta situación ni los Cielos podrán ayudarnos.

Sasuke lo ignoró, esperando algo. No importa que fuese, incluso si no era nada en absoluto estaría bien. El solo pensamiento de saber que Su Alteza escuchó, mientras sostenía la flor, era suficiente para continuar.

"Su Alteza, deme fuerzas hasta el final".

El talismán se quemó y sus cenizas se dispersaron.

A pesar de sentir cierta decepción, no se aferró a ello. Sabe que los dioses del Cielo se ocupan de sus propios asuntos y es presuntuoso de su parte esperar una respuesta. Hay un centenar de personas, lejos de su hogar, que le rezan a diarios a Su Alteza. Y el sanador tenía razón, el templo está destruido para tener un acceso directo.

Se consoló ante la acción del talismán. Quizás era uno de protección, bendición o brindaba alguna buena suerte. Esperaba que sí (aunque Su Alteza no es especialmente conocida por su suerte).

Al virarse su determinación parecía renovada. Sea como sea, debe continuar.

Entonces una extraña sensación recorrió el aire y, a unos metros lejos de él, algo brillo tenuemente.

Las cabezas se voltearon instantáneamente. Un pulso de energía espiritual recorrió el lugar, tan poderoso que dispersó la nieve acumulada en el rango de diez metros de diámetro. Los copos se congelaron brevemente, como si el tiempo hubiese sido detenido en el mundo brindado honor a una entidad ajena.

Sasuke ensanchó los ojos cuando el brillo se apagó revelando una silueta familiar para él. A pesar de haberlo visto una vez hace años, nunca lo olvidaría. Es el mismo sacerdote del santuario Puqi, el que le dio un durazno y una cálida charla en medio de su desosiego en pleno invierno.

Su Alteza Real el Príncipe Heredero de XianLe, Xie Lian está justo frente a ellos. O mejor, dicho, algún espejismo ya que su forma era algo traslúcida.

De la impresión y asombro, Sasuke apenas atinó a reaccionar dejándose caer de una rodilla y presentar su respeto agachando la cabeza. Su corazón latía desenfrenado, acelerado y a la vez, nervioso en gran medida.

(¿Cómo no estarlo? ¡El dios al que le ha rezado durante toda su vida está justamente frente a él!).

—Su Alteza —nombró con suma deferencia. Su voz reflejó el asombro y respeto qué sentía.

A sus espaldas oyó exclamaciones ahogadas, Moegi y el sanador estaban atónitos y trataron de inclinarse sin alejar las manos de Konohamaru.

—¡Oh, no! Joven Sasuke y compañía, no son necesarias las reverencias. —El hombre joven, Xie Lian nada menos, se escuchó un poco nervioso ante tal muestra de respeto—. Levántense, por favor.

Sasuke estuvo a punto de negarse y alegar que se merecía tal consideración. Se abstuvo a tiempo al recodar qué en el templo nunca hubo almohadillas para arrodillarse. Naturalmente, esta muestra quizás fue excesiva, pero no se lamenta presentar sus respetos como es debido.

Obligadamente se incorporó y finalmente lo miró.

Xie Lian traía túnicas blancas, similar a las que recordaba haberle visto la última vez, lo que aturdió un poco su mente, es que Su Alteza se veía exactamente igual que hace años, como si el tiempo no hubiera pasado sobre él. La diferencia recaía en que no traía su sombrero y había cierta suciedad en su rostro, las mangas estaban empolvadas y botas blancas sucias.

—Lamento mi apariencia andrajosa, yo, eh, estaba recolectando restos de chatarra y ocurrió un incidente. —Xie Lian sonrió nervioso, como si esperara algún tipo de disgusto de ellos por su aspecto. Apresuradamente se limpió las manos con su túnica—. Siendo sincero, no esperaba ser invocado en este preciso momento.

Inmediatamente Sasuke dijo: —No debe disculparse por la apariencia, Su Alteza. Debería ser yo quien extienda mi más profundo pesar el haberlo arrastrado aquí mientras estaba ocupado en sus asuntos.

Los ojos de Xie Lian se abrieron ligeramente, antes de sonreír tenue. Parecía querer decir algo, pero pronto sus ojos se enfocaron más allá de Sasuke, donde estaban tratando a Konohamaru. Su expresión decayó un poco mientras se acercaba. Sasuke tensó los hombros por inercia.

—¿Ella es la sacerdotisa Mikoto?

El andar del príncipe era seguro mientras emanaba un aura poderosa que trae cierta tranquilidad. Al verlo acercarse a su madre, Sasuke apretó la mandíbula con mucho conflicto interno. Su propio semblante decayó cuando escuchó la pregunta.

Acaba de cometer un terrible pecado y lo sabe.

Moegi y el sanador parecían a punto de desmayarse cuando Xie Lian se detuvo junto al cadáver de Mikoto, una presencia tan abrumadora a su alrededor mientras los copos de nieve caían alrededor. Casi les da otro paro cardiaco cuando Xie Lian apoyó una rodilla en el suelo y extendió la mano sobre el rostro de Mikoto.

—Está muerta —comprobó Xie Lian apartando la vista. Miró la herida por arriba del corazón, el charco de sangre y al propio Sasuke cubierto de sangre que no era suya al igual que Kusanagi.

Misma que Sasuke apretó con fuerza y enfocó la vista.

—Yo la maté. —No era una excusa. Él simplemente... quería aclararlo. Asesinó a su propia madre, no hay perdón para él—. Su última voluntad era ser libre de la propia prisión de su cuerpo. Pude negarme, pero al final... también fui egoísta. Quería traerle algo de paz y que me mirara una última vez.

En silencio, Xie Lian lo contempló. Luego, desvió la vista a Mikoto.

—Hiciste lo que tenías que hacer —dijo con un extraño brillo en los ojos mieles—. La percepción de libertad es subjetiva en cada uno de nosotros. Para algunos, es poder elegir sus propias decisiones, para otros es la muerte misma.

Las túnicas blancas se movieron sutilmente cuando Xie Lian se inclinó y tocó la frente de Mikoto cuyo cuerpo brilló momentáneamente, mientras murmuraba algo con voz queda. Lo que sea que haya hecho Sasuke no cuestionó. El alma de su madre ya no estaba. Su cuerpo quedó atrás y sería sepultado diligentemente una vez acabara todo.

—Pero no me llamaste aquí por esto ¿verdad? —Al enderezarse, Xie Lian se sacudió la nieve de la rodilla y dio una mirada a la hilera de humo que sobresaliente del horizonte.

Sasuke se removió, incómodo.

—Sinceramente no pensé que Su Alteza apareciera —confesó con cierto desconcierto revelando su sinceridad—. Solamente esperaba me concedida su bendición, sea como viniera, lo aceptaría. Actualmente lidiamos con un golpe de estado.

Xie Lian tarareó, pensativo y con una mirada algo lejana.

—El talismán qué activaste es una llamada directa. Originalmente debí venir directo a ti, digo, mi yo verdadero —aclaró conforme la conmoción detallaba en el rostro de Sasuke, anonadado—. Sin embargo, en esta situación es complicado.

—Sé que los dioses no deben interferir en asuntos del Reino Mortal.

—Más que intervenir, sería apropiado decir que a ningún Oficial Celestial se le permite apoyar directamente en conflictos o guerras. —Hizo un ademán al panorama en general—. Si hubiera estado presente físicamente, lo mucho que debo hacer es erguir protección, más no luchar contra humanos. Así evitamos abusar de nuestro poder.

Sasuke lo sabe perfectamente. Y no pide nada más. De verdad que no.

—Estoy consciente de ello. Aun así, atendió a mi llamado, agradezco su visita.

Xie Lian lo miró ojos amables incluso en su delicado rostro andrógino reflejaba cierta tristeza.

—Me hubiese encantado ayudarte con una barrera protectora, sin embargo, ahora mismo... —Xie Lian miró sobre su hombro, como si viera algo que ellos no—. Hay una situación urgente. El Monte Tonglu se abrió y los fantasmas están sufriendo una conmoción.

—¿El Monte Tonglu?

—Es lo que escuchamos a escondidas, joven maestro. —Le suministró Moegi a Sasuke desde el costado, estuvo en silencio todo el tiempo—. Dijeron que ellos no serían afectados al estar en cuerpo humanos, pero que los Cielos estarían sumamente ocupados para atender oraciones.

—Como dijiste, cada quien se ocupará de sus deberes. Y la apertura es responsabilidad de nosotros. —Xie Lian agitó la mano, teniendo una expresión seria—. Ahora mismo, joven Sasuke, enfócate en proteger tu hogar.

Sasuke asintió, determinado, cerrando las manos hasta puños.

—Lo haré. Gracias por su consejo, Su Alteza.

Sin embargo, cuando Sasuke pensó que Xie Lian se iría así, contrariamente se acercó a él.

—Lamento no poder ayudarte directamente. —La sinceridad qué era palpable en su voz suave y amable—. Sin embargo, puedo darte provisionalmente esto.

Extendió la mano y la colocó sobre donde esta su núcleo espiritual. Sasuke permaneció quieto al sentir un pulso de energía poderosa inundar su ser. Su cuerpo emitió un brillo dorado antes de desvanecerse paulatinamente.

Se miró las manos, confundido mientras Xie Lian retrocedía unos pasos, sonriendo levemente ante las dudas que se expresaron en el rostro del Cazador.

—Tienes una parte minúscula de mi sangre en tu cuerpo —le recordó sutilmente. Sasuke parpadeó. Oh, se refería a cuando entregó hace siglos a su primera predecesora el poder divino, una gota de sangre—. Activé con mi poder espiritual algunos atributos de mi propia divinidad.

—¿Atributos? —murmuró Sasuke vagamente alterado.

Xie Lian le niveló la mirada. Hasta ese momento Sasuke se percató qué eran de estatura similar, él unos centímetros más alto que Su Alteza, pero, aun así, Xie Lian exudaba un aura de poder sin esfuerzo.

—Soy un dios Marcial cuya existencia está atada a sus devotos —habló informativo, expectante y enigmático—. Sea lo que suceda con mi cuerpo, no puedo morir.

Si Sasuke se atreviera a especular, encontraría mucha experiencia detrás de ese tono de voz neutro, casi indiferente. Lo cierto, es que es perspicaz, y sabe que Su Alteza es un ser que ha vivido demasiado tiempo del que puede pensar adecuadamente.

Se quedó sin habla, comprendiéndolo de inmediato.

—Su Alteza-

—Durará una barita de incienso —le interrumpió sutil, con una sonrisa deslizándose por sus labios y una advertencia en sus ojos dorados—. No lo desperdicies. Y, mmm, seguramente a ti te quedarán cicatrices —advirtió como una ocurrencia tardía.

Sasuke agachó la cabeza en agradecimiento. Con esto, podrá luchar sin contenerse.

—Le agradezco infinitamente por la ayuda brindada.

—No hay nada que agradecer. Sólo devuelvo la amabilidad que recibí alguna vez —expresó con cierta alegría en su voz mientras Sasuke trataba de descifrar sus palabras.

En cambio, dijo al incorporarse: —Cuando este asunto termine, me encargaré personalmente de erguir nuevamente su templo.

Xie Lian se avergonzó un poco, rascándose la mejilla con un dedo y desviando la mirada. Al parecer, se percató Sasuke, da sin esperar recibir nada a cambio, y cuando lo reciben, no sabe como reaccionar debidamente.

—Basta con un santuario humilde y sencillo —alegó con una risa dispersa—, no tienes que hacer nada ostentoso.

—Cómo diga Su Alteza.

El dios Marcial suspiró. Luego frunció el ceño y se llevó dos dedos a las sienes, con una mirada de concentración. No duró ni cinco segundos antes de retirarla la mano y educar su expresión a una más amable, pero escondía cierta urgencia.

—Debo irme, joven Sasuke. Espero encontrarnos después en mejores circunstancias. Hay asuntos que hablar sobre tu poder divino ahora desatado.

A Sasuke casi le vuelta la cabeza con las palabras. ¿Encontrarse después? Se quedo sin habla impresionado y algo letargo. Xie Lian no pareció darse cuenta, más bien, lo miraba con una sonrisa algo misteriosa detrás de la gentileza que esboza.

—Es agradable verte de nuevo —expresó el príncipe con cierta emoción oculta, luego junto su puño con la palma y le dio un asentimiento profundo—. Por la bendición oficial del cielo, no hay caminos atados.

Y con esa bendición, Xie Lian se desvaneció. De un momento a otro, como si fuera simplemente aire, desapareció como un fantasma.

Los tres presentes miraron el espacio en blanco. No hubo ninguna señal de que alguien estuvo ahí antes. No dejó ni siquiera huellas de las botas blancas. Solamente un recuerdo de que estuvo aquí y luego no.

El sanador fue el primero en reaccionar, soltando el aire que retuvo dramáticamente. Su rostro pálido retomó cierto color.

—E-Eso fue sumamente intenso. Un dios Marcial estuvo aquí ¡nada menos que Su Alteza Xie Lian! ¡Su Alteza que Complació a los Dioses! ¡El Dios Marcial Coronado con Flores! ¡El que derrotó al antiguo Emperador Celestial! ¡El que es-!

Desconectando su mente, Sasuke se ocupó de su propia impresión de la visita. Al cabo de unos segundos agitó la cabeza, alejando la conmoción y enfocándose en la pelea en curso. No tiene tiempo que perder. Su Alteza le brindó ayuda a su manera, no debe desperdiciarlo.

—... ¡Hay que decirles a todos!

—¿Konohamaru ya está estable? —interrumpió Sasuke girándose a ellos.

El sanador carraspeó deteniendo sus divagaciones fantásticas sobre Su Alteza.

—Fuera de peligro inmediato, pero necesita tratamiento.

Uchiha elevó la vista, observando la barrera que impedía el uso de matrices. Le recordó a la barrera demoniaca que los encerró en El Bosque de la Muerte en las competencias. Se preguntó, no por primera vez, si era una réplica o variación. No cabía duda alguna que eran similares.

Entrecerró los ojos, decidido.

—Vayan directo a la barrera de protección.

—¿Y usted, joven Sasuke?

Moegi y el sanador contemplaron el silencio a Sasuke mientras se ajustaba las vendas de su brazo y balanceaba a Kusanagi comprobando su equilibrio. Lo cierto es que él no se sentía diferente. Pero confío en lo que recibió momentáneamente.

Después los miró, intenso y resolutivo.

—Acabaré con los Reska. 

-Desliza pañuelos- muchos pedían que Mikoto muriera, ahora que les cumplí el deseo, debo preguntar ¿QUÉ SE SIENTE? -lanza todo-

Siendo sincera, fue uno de mis personajes que más me costó escribir, estoy acostumbrada a escribir a Mikoto siendo un pan dulce, miel sobre hojuelas, etc. y a Fugaku un padre algo extremista o bien, desgraciado que no tiene reparos en dañar.

Pero ajá, aquí se trato de escribir algo diferente, le tocó a Mikoto, cumplió su función. Por otro lado, su personaje en sí es complicado . En algún punto se preguntó si valía la pena sacrificar a su hijo a costa de prevalecer el poder divino; al final eligió lo que creyó "correcto". Yo lo veo así: Mikoto sí quiso a Sasuke al final, quizás no un amor tan incondicional de madre-hijo pero sí lo suficiente para preocuparse por él y llegar al extremo de querer desviar su destino. Al final, je, Sasuke encontró su camino de regreso. 

Este cierre es el que necesitaba con su madre. Porqué recordemos que Mikoto lo había apartado tan repentinamente y él siempre se preguntaba las razones. Ya las tuvo, no se quedó con esa incertidumbre; pero él es un hijo filian que ama a ambos padres, independientemente de lo que le hicieron. Por eso se desconsoló cuando Mikoto murió al fin. ¿Estará en paz? Tal vez, contando que tuvo que matarla con sus propias manos, aunque ella se lo pidió, no cambia el hecho.

Conforme al segundo punto QUE CARAJO, APARECIÓ XIE LIAN. Si la narración en esa parte la sienten muy OoC... bueno, recordemos unos puntos importantes: Sasuke es un devoto, cree en los dioses y todo eso; Xie Lian es el dios a quien le entrega ofrendas, es obvio que tendría una actitud repleta de respeto y admiración. Claro que, Sasuke también es consciente que esos dioses también fueron humanos, por eso sus pensamientos son así. Conoce los límites y los acepta. No pide nada más. En esa parte es conformista porqué sabe que solamente él puede solucionar sus propios problemas.

(De fondo Konohamaru sigue muriendo, pero he, vivirá).

(recordemos que este fic tiene una base de taoísmo, si bien yo como persona real creo en un solo Dios, me parece interesante conocer sobre las otras religiones. Aquí se respeta en lo que tú, lector, creas ya sea el universo, Dios o los horóscopos. Comento esto porqué temas de religión son algo controversiales y delicados, dejo en claro mi punto de vista)

Ahora sí, lo que nos importa: actualización. Mmmm ¡dejaré que ustedes decidan! Tengo listo los siguientes 2 capítulos 67 y 68, entonces aquí la pregunta del millón. 

¿Quieren leer el 67 mañana (5 de junio) o esperar hasta el lunes 10 de junio (que es la siguiente actualización programada)? Ya sea si eligen mañana revelar el cap 67, el lunes les traigo un capítulo.

 Estaré leyendo sus opiniones hasta mañana en la tarde (hora México, veda) :)

En fin, gracias por leer! Sus comentarios me sacan sonrisas y la interacción me anima, sobre todo saber que les sigue gustando mis ideas tan descabelladas *risas* 

Nos leemos pronto. 

Alela-chan fuera.

Datos curioso del capítulo: las flores que estaban en el prado, cada una significa: amor maternal, paz y calma. Cada una reflejaba parte del estado de ánimo de Mikoto. Y el cerezo, bueno, ya sabemos que estaba ahí por Sasuke ;)












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