/64/ Líder vs Líder

-Aparece mágicamente- 

Sé que dije que iba actualizar ayer, en mi defensa: dormí más de 13 horas seguidas apenas toque la almohada regresando del trabajo ¡incluso falte a mis clases de la uni! Así que sí, cuando tu cuerpo te pide a gritos descansar cedan un poco antes de desmayarse así como yo *risas que ocultan dolor*

En fin ¿recompensa? ¡Capítulo largo! Y bueno... lo que yo llamó -agarra el micrófono- :esto empeora antes de mejorar.

Itachi no está pasando el mejor momento de su vida.

Desde que despertó tiene una rara sensación en el pecho, es difícil de explicar. Había una calidez qué lo embarga por todo el cuerpo, pero no excesivo. El frío no le afecta mucho y su núcleo se encarga de regular constante la temperatura de su cuerpo. Las enfermedades son descartadas, desde que formó su núcleo espiritual no se ha enfermado.

Entonces, lo único que queda después de largas noches con los ojos abiertos, de días que desconectaba con su realidad y se perdía conversaciones importantes, es la cruda verdad.

Una que le aterra horrible. Y sabe amargo como la rúcala. No, aún peor.

A veces la ignorancia es el mejor regalo de la vida, la despistes también, sin embargo, Itachi no fue concedido con ese rasgo. En la situación actual, es lamentable que fuera tan suspicaz e inteligente.

Ya no podía retrasarlo más. Tiene que aceptarlo.

Hay un alma huésped dentro de él.

Se respalda con pruebas que lo afirman. De los tiempos que cree estar sumergido en sus pensamientos, en realidad hace actividades ajenas sin estar consciente. Le pidió sutilmente a Konohamaru que lo apoyara con redacciones de cartas y pergaminos, así que el niño venía apenas terminaban sus clases de la tarde. En ese tiempo, apenas recuerda un par de horas antes de voltear y ver la negrura de la noche por la ventana.

Al indagar con Konohamaru, le platicaba que parecía sumergido tanto en sus pensamientos que no quería interrumpirlo. Y cuando el chico se fue, Itachi sacó del cajón los pergaminos y cartas qué según escribió sin estas consciente.

Todas ellas eran informes detallados de la ubicación exacta del asentamiento de los semidemonios. De lo poco que sabe sobre la barrera que la conforma, de un posible matrimonio entre Sasuke y Sakura; no solamente eso, si no con referente al sello de Sasuke concluido con un escueto: "descubrieron el sello que colocó Mikoto en Sasuke".

No es otro que una confirmación. Una que Itachi supuso, pero que no habría afirmado hasta tener más pruebas contundentes que ayuden a contrarrestar. Y, además, juro nunca romper la promesa de revelar información de los semidemonios. Nunca lo haría voluntariamente.

Entre pánico y pavor lo encontró Madam Hikoro.

—Joven Itachi ¿se encuentra bien? Está pálido.

Los ojos desesperados de Itachi se viraron a ella. Itachi debe tener una expresión lívida por la forma en que Madam Hikoro se preocupó más al darle un vistazo.

—Tengo un alma huésped —soltó sin poder contenerlo más.

Madam Hikoro conocía detalles generales, por eso entendió a la primera a que se refería. Se llevó ambas manos a la boca, asustada.

—Y está actuando, todos estos documentos contienen información que sé, y no debo revelar ante nadie —arrojó todo sobre el escritorio, y apoyó las manos ahí, temblando—. A este paso yo... infiltraré información sin darme cuenta.

Si no es que ya lo he hecho, no se dijo, pero estuvo implícito.

Se golpeó con la realidad tan duro, peor que una patada en el estómago que no tuvo oportunidad es esquivar. Sin ninguna posibilidad de por medio, con tanta fuerza que se sostuvo a prisas de la mesa para no perder el equilibrio. La mesa se sacudió desparramando los pinceles y documentos con un ruido sordo, esparciéndose por el suelo.

—Joven Itachi. —Madam Hikoro corrió a su lado a sostenerlo por el brazo, Itachi lo permitió consternado de su propia reacción—. Vayamos con su padre, él sabrá... él lo solucionará.

Dudo que pueda, pensó sombríamente Itachi. Aún así asintió pesadamente. Su mente era papilla, cada paso le costaba. El temor recorrió toda la espina dorsal. ¿Cómo evitar el miedo si conoce antecedentes de otras personas? Los actos que cometió Deidara bajo la influencia de esa flor, de los otros semidemonios de los cuales se sospecha que también fueron controlados.

Todos ellos terminaron muertos de alguna u otra manera.

¿Él también acabará así?

La pregunta retumbó en cada borde de la locura mientras caminaba junto a Madam Hikoro por los pasillos del dojo principal en busca del líder Uchiha. Los discípulos pasaban corriendo a los costados, apresurados en llegar a tiempo a la cena. Algunos saludaron alegremente a Itachi quién apenas sostuvo una sonrisa falsa, tensa y automática, pero nadie pareció darse cuenta realmente.

Nadie excepto su padre.

Cuando ingresó a la oficina dónde Fugaku firmaba unos documentos y se encontró con su mirada, la expresión de su padre cambió un poco, cuestionando con gestos antes que palabras por su propia expresión. Itachi se aferró a la seguridad que brindaban las manos maternales de Madam Hikoro. Siempre cálida, siempre dispuesta a apoyarlo.

En verdad, cómo había extrañado a esta mujer. Y en los meses que ha estado aquí han sido realmente agradables. Porqué, aunque Madam Hikoro fue la nodriza de Sasuke, siempre que tuvo oportunidad se acercó a él y preguntó sobre su día. Le consoló en los días duros y le ofreció nada más que afecto y cálides.

Algo tan simple, una acción nacida de la buena intención, tocó profundo en el corazón de un niño.

Quizás por eso reunió el valor, no le tembló la voz a pesar del pavor que sentía. Por más firmeza que tuviera en controlar sus emociones, le aterra dañar a quienes lo rodean. Lastimar a su padre o hermano es inconcebible, ¡preferiría morir antes!

Por eso él...

—Padre, tengo un alma huésped dentro de mí.

... Haría lo necesario. Y si eso es morir en el acto, que así sea.

Inclusive si su corazón se estruja al ver la consternación palpable en el rostro de su padre al levantarse de sopetón de su asiento y rodear la mesa, dando pasos largos y estirando las manos hasta tocarle los hombros. Ambos tienen la misma estatura y pudieron estrujarse con los ojos.

En los de Itachi no había dudas, en cambio, los de Fugaku resplandecían de negación y ansiedad eterna.

—Itachi, tú... —Fugaku le apretó los hombros, la manzana de Adán se balanceó al tragar grueso—. ¿Qué te llevó a esta conjetura? ¿Tienes pruebas?

Vaya que sí. Itachi trajo consigo todos los informes y se los entregó con manos un tanto temblorosas mientras le explicaba sus propios síntomas y desfaces de la realidad.

Solamente después escuchar y leer los pergaminos, estos cayeron de las manos de Fugaku rebotando y rodando por el suelo, esas mismas manos que siempre estuvieron para él, sosteniéndolo cuando su madre falleció lo rodearon por los hombros en un abrazo abrupto y repentino.

Itachi se sorprendió, pero no se resistió.

—Padre...

Fugaku negó con la cabeza, estrujándolo en el abrazo más largo y afectuoso que Itachi recuerda han compartido. La forma de expresar cariño de su padre es diferente a lo habitual. Cuando era niño recibía palmaditas en la cabeza y prestaba atención a cada una de sus palabras, entrenaban juntos la formación de espadas e iban a Konoha por dulces.

Conforme fue creciendo, las muestras cambiaron. Fueron palmadas en los hombros y tardes de lecciones como futuro heredero del liderazgo. Entrenamiento con espadas reales y silencios cómodos mientras bebían té. Eran esas sonrisas sutiles y palabras de elogios simples, pero poderosas.

A pesar del fallecimiento prematuro de su madre... Itachi tuvo el apoyo de su padre. A pesar de que Itachi se apartó un tiempo debido al resentimiento, su padre nunca apartó su atención de él.

—Sacaremos esa cosa de tu cuerpo —sentenció agobiado el gran líder Uchiha, aquel ser que siempre mantiene el porte firme e imperturbable; un roble enorme y cimentado en la tierra. Aquel padre que ama a sus hijos con todo el corazón—. Te lo juro. Moveré cielo, mar y tierra para que sea posible.

Tal vez fue la sensibilidad de la situación, pero Itachi sentía sus ojos arder, pasmado por el juramento de Fugaku.

Quería creerlo. Demonios. Lo creía con todas sus fuerzas.

Esta esperanza es lo último que le queda porqué sabe cómo acabó Deidara: asesinado por su propia especie para evitar conflictos. Las palabras que vinieron en el informe que su hermano envío, todas esas... se mezclaron y canalizaron sus miedos más profundos.

¡Bang!

El repentino sonido de un disparo perturbó el silencio sobresaltando a los presentes por la interrupción inesperada. Padre e hijo se separaron mientras Madam Hikoro corría a desplegar las ventanas semiabiertas cuya abertura proyectó una franja de luz azul.

—¿Qué ves? —Fugaku se apresuró detrás de la mujer.

—Alguien lanzó una bengala de auxilio.

Itachi miró al cielo oscuro parcialmente iluminado por las luces del emblema del Clan Uchiha, en lo alto de los edificios trayendo un mal presagio.

Lo que sucedió después fue un instante tras otros.

Comenzó a sonar la campana de la Torre de Contención con tanto ímpetu y un discípulo que la vigilaba venía volando por su espada del lado contrario a dónde fue lanzada la bengala

—¡Líder Uchiha! ¡Líder Uchiha! —gritó el discípulo sin ceremonias.

—¿Fueron ustedes quienes lanzaron la bengala? —cuestionó Fugaku de inmediato.

El discípulo parecía muy consternado y fuera de sí, en el sentido que el horror de pegaba a los huesos. Negó tan rápido con la cabeza, tambaleándose. Hasta ese momento, notaron que tenía la túnica rasgada y manchas de sangre en las mangas.

—¡No fuimos nosotros, pero sí hay una emergencia! ¡La demonio escapó!

—Si nos atrapan diré que fue tu idea. Lo digo en serio, Konohamaru.

—Como digas...

—Es bueno que lo tengas en cuenta.

Konohamaru entornó los ojos ante las réplicas nada sutiles de Moegi mientras avanzaban sigilosamente por los pasillos del templo con un cesto de frutas y varillas de incienso metidos en sus mangas dimensionales. Detrás de él, Moegi le siguió de cerca.

—Guarda silencio o nos descubrirán —exclamó en susurro el chico apegándose a una columna de la enorme entrada.

Verificó a sus alrededores. A esta hora pocos sacerdotes se les veía merodeando, estarán compartiendo cena en conjunto o preparándose para descansar. Es el momento perfecto para ir al Salón Orquídea y presentar sus respetos a Su Alteza en nombre de Sasuke.

Ya que el joven maestro no está, él estuvo viniendo todos los días a dejar ofrendas. A excepción de hoy, fue llamado a una cacería durante la mañana y regresó después del toque de queda del templo.

La cuestión es... que nadie tiene permitido venir a tales horas sin compañía de un sacerdote, pero Konohamaru no se ha sacado la espina del rencor contra los sacerdotes responsables de causar heridas profundas en su joven maestro. Se negó a obedecer pase al inminente castigo si lo descubren.

—Me quejaré todo el camino —replicó Moegi aferrándose al pilar— sobre la mala idea de venir a estas horas. Nos harán escribir diez copias de las reglas parados de manos.

—Entonces vete. —Konohamaru le mandó una mirada aguda sobre el hombro—. No te pedí que me acompañaras.

—... —Ella no tuvo nada para contradecir e hizo un puchero.

¡Por dentro Konohamaru se regocijó! Pocas ocasiones la deja sin palabras. Con esa sonrisa de oreja a oreja que se coló en sus labios, lideró el resto del camino sin incidentes.

Desde siempre le pareció impresionante la decoración del recinto, columnas de oro cuyos detalles tallados por manos magistrales realzaban la belleza e imponencia de la enorme estatua erguida. Las linternas yacían encendidas toda la noche, así que no hubo problema en acercarse hasta la mesa de ofrendas sin tropezarse con sus propios pies.

Konohamaru examinó la cantidad de ofrendas y pensó en las que trajo. Esperaba que la calidad lo compensara. No dudó en acomodarlos entre las existentes (esperando que, si alguien se daba cuenta que aparecieron misteriosamente durante la noche, lo pasaran por alto) y luego encendió dos varitas incienso.

Junto a él, Moegi tenía la cabeza alzada admirando la estatua. Pocas veces se dio el tiempo en venir, después de todo, no es una persona muy religiosa que digamos. El templo de Su Alteza se construyó desde el surgimiento de la Villa e Fuego por los sacerdotes de antaño. Y si bien también la familia principal es devota, pocos externos vienen a presentar sus respetos.

Y siendo sincera, ni siquiera sabe por qué. El afán de sus clases, las cacerías y entre otras cuestiones, no se dio la oportunidad de buscarlo.

—Listo. —Konohamaru la sacó de sus pensamientos. Él dio un paso atrás e inclinó la cabeza mientras juntaba las manos en oración y decía en su mente—: "Eh... Su Alteza, espero estas ofrendas sean de su agrado-"

—Espera ¿no debes arrodillarte? —le interrumpió Moegi tirando de su manga.

Konohamaru solamente abrió un ojo para mirarla de soslayo y negar de inmediato con la cabeza.

—Una vez me dijo el joven Sasuke que Su Alteza no le gusta que sus devotos se postren.

—Oh...

—Ejem ¿sí me permites? —retomó el chico su conversación mental—. "Su Alteza, vengo a dejarle estas ofrendas en lugar de mi joven maestro. Él ha estado lejos por un tiempo ¡pero estoy seguro que agradece en sus pensamientos! Le pido que siga protegiéndolo. Es una petición mía ¡así me encargaré de dejar ofrendas todos los días a partir de hoy incluso cuando el joven Sasuke regrese! Oh, y también..."

Casi grita de frustración cuando Moegi le interrumpió de nuevo, pero ella le cubrió la boca impidiendo que hablara. Konohamaru abrió los ojos de sopetón y se topó con su expresión urgente mientras lo empujaba detrás de la estatua. El chico trastabilló al moverse.

—¿Qué sucede? —susurró muy bajito.

—Escuchó voces acercándose —le respondió en el mismo tono y siguió empujándolo.

Ni bien desaparecieron de la vista, por el umbral derecho aparecieron tres figuras. Al principio Konohamaru creyó que alguien los había visto y venían a buscarlo. Permaneció estático como la estatua. Los nervios carcomiendo cada hueso de su ser, y pronto sudó frío.

Casi se le sale el corazón al identificar a la Sacerdotisa Mikoto, al Sumo Sacerdote Jiraya y el Anciano Danzo. De todas las personas, ser atrapados por tales mandos con rango alto valdría por lo menos 20 copias parados de manos.

Ah, ya sentía el dolor fantasmal de sus brazos.

Moegi lo miraba con mucho reproche y en toda su expresión decía: ¡te dije que nos atraparían!

Sí, bueno, Konohamaru peca de ser ingenuo al pensar que entrarían y saldrían sin ningún percance.

—... En este momento ya deberían haber penetrado la barrera. —La voz de la sacerdotisa Mikoto atrajo la atención de ambos adolescentes escondidos detrás de la estatua.

Asomaron un poco la cabeza y lograron ver un poco de sus figuras dando la espalda a la estatua.

—Esperemos que la sangre qué les di sea suficiente —respondió solemne el Sumo Sacerdote.

—Tiene que serlo. Es nuestra oportunidad con mayor probabilidad de éxito. —Danzo soltó una risa siniestra que erizó los vellos de ambos adolescentes—. No esperarán ser atacados en su propia casa. Confían mucho en la barrera.

—Poner demasiadas esperanzas en alguien... —murmuró Mikoto dándose la vuelta dejando al descubierto su rostro, con las manos metidas en las mangas dio un vistazo a la estatua—... solamente conseguirás salir decepcionado cuando te fallan.

Su expresión se volvió un poco desdeñosa.

—Nadie es perfecto, incluso los dioses del Cielo alguna vez fueron humanos —continuó con desdén—. Especialmente este hombre. No entiendo que le ve Hua Cheng y qué admira Ryuichi.

—Ni lo harás —decretó Jiraya indiferente, una mirada lejana y pensativa se instaló en sus ojos oscuros—. Si no puedes salvar a todo el mundo ¿por qué te proclamas dios? Es absurdo. El incumplimiento de su deber debería condenarlo a muerte. Lástima que por mas apuñaladas qué le des, no morirás. Verdad ¿Xie Lian?

La estatua no respondió. Se mantuvo con esa sonrisa eterna en el rostro sosteniendo la flor y la espada, y detrás, Konohamaru y Moegi estaban pasmados escuchando toda la conversación, con los ojos muy abiertos y confundidos. Trataban de no respirar rápido o serían descubiertos.

—Aunque sea el medio para un fin, hay que hacerlo bien. —Jiraya continuó hablando—. Capturar a esos tres nos dará la ventaja. Muy pronto el Cielo reconocerá que no importa que tan imponentes y poderosos sean los dioses, no pueden salvarlos a todos.

¡No estoy comprendiendo nada! exclamó Internamente Konohamaru. ¿Quiénes son esas tres personas que mencionan? ¿Qué sangre dio? ¿De qué barrera hablan? ¡Maldición, debí estudiar más historia!

—¡Sumo Sacerdote! —Una cuarta persona repentinamente entró corriendo al salón, venía jadeando por el esfuerzo y parecía resplandecer de una alegría incensurable. Apenas Jiraya reconoció su presencia cuando exclamó:—. ¡El Monte Tonglu se abrió!

Los tres en el centro del salón giraron con brusquedad al sacerdote.

Konohamaru y Moegi se miraron de soslayo aturdidos. ¿¡Ese Monte Tonglu es el que creen que es!? ¿¡El famoso Monte legendario que se encuentra en el Bosque de los Lamentos!?

¡Imposible! Se abre cada tantos siglos (por no decir milenios) y la última actividad incierta ocurrió hace veinte años. Además ¡Se supone qué es un mito!

—¿Estás completamente seguro? —cuestionó Danzo, y recibió un asentimiento efusivo.

—Las llamas fantasmales a nuestro cuidado están frenéticas, sin excepción. Mei se recompuso un poco y está redoblando sus esfuerzo... ¿Sumo sacerdote?

Esta pregunta se titubeó y no es para menos. La visión de una sonrisa fría asomándose en los labios Jiraya heló a los adolescentes ocultos, aquellos ojos depredadores no trajeron buen presagio.

—Es nuestra oportunidad —sentenció de pronto Jiraya con un tono de voz firme—. El Reino Fantasmal será un caos por la energía que emite el Monte Tonglu y los Cielos tendrán las manos ocupadas y no se darán abasto con las oraciones. La última vez el efecto duró apenas una noche completa y no estábamos preparados, pero ahora tenemos suficientes personas.

Los otros presentes se veían anonadados.

—¿Se refiere a...?

—A nosotros no nos afecta ya que estamos en cuerpos humanos y Mei liberará todo su poder sin control. —Jiraya extendió la mano y la manga se agitó ante la orden—. Lo haríamos pronto de todas formas, aprovechemos las circunstancias. Comiencen el golpe de estado ahora.

—¡Sí, Sumo Sacerdote! —Y salió corriendo.

Moegi ahogo un grito sordo qué no logró amortiguar a tiempo. Se cubrió rápidamente la boca con ambas manos y Konohamaru sintió su corazón detenerse. El ruido había sido muy evidente.

—¿Quién está ahí? —preguntó Mikoto a voz autoritaria.

Konohamaru sudó frío. No dudó ni por un segundo qué, si los descubren los mataran. Escucharon demasiado, no se arriesgarán a que sean descubiertos pase a estar a un suspiro de lanzar un ataque.

(Dioses, un ataque. ¡Un golpe de estado contra el líder Uchiha nada menos!).

Debían actuar ya. Los pasos se acercaban y los descubrirán en cuestión de instantes.

Tenían que advertir a los demás de alguna manera. Joder. Pero no había tiempo. Los matarían, oh, demonios, claro que lo harán.

Tantas cosas cruzaron por la mente del chico. De personas que tal vez no volvería a ver, de las consecuencias de sus actos. Del horror inmenso al saber que quizás sea su último día. La culpa por desistir en que Moegi se marchara, estando complacido silenciosamente a que lo siguiera.

Esto y mucho más.

Sin embargo, en ese instante, supo lo que había por hacer.

Parcialmente paralizado, Konohamaru reaccionó primero y colocó un objeto a las manos de Moegi y la empujó con fuerza a la ventana. Sabía ella dedujo el desenlace desafortunado de sus vidas, el solamente mirarse encontraron en el otro la determinación en sus orbes y captando las manos temblorosas de ambos.

No caerían así.

No sin luchar a su manera.

—Esos dos no pertenecen a nuestra fracción —informó Mikoto al reconocerlos.

—Atrápalos —espetó Jiraya.

Mikoto acercó corriendo.

Al mismo tiempo, Konohamaru se dio la vuelta desenvainando rápidamente la espada que traía consigo. Gracias a los Cielos que no dejó su espada al llegar, de lo contrario otra historia sería.

Estaba tan atemorizado por su vida y al mismo resolutivo de lo que debía defender.

Lo siguiente sucedió muy rápido.

Konohamaru tomó la iniciativa y cortó la distancia con Mikoto, trazó el primer arco que la sacerdotisa esquivó con cierta facilidad. Regresó de una vuelta a una velocidad imposible de captar con el ojo y Mikoto se escabulló insertándole una pequeña espada en el estómago.

En el instante que sintió la espada atravesando su estómago, Konohamaru sintió frío extremo acompañado de un grito, después respiró hondo ante el dolor, incrédulo que al primer movimiento lo hayan inmovilizado.

Mikoto lo pateó directo al suelo, ignorándolo para ir tras Moegi. Por detrás la agarró de la nuca y la arrastró de regreso. Fueron sometidos con destreza y una facilidad en artes marciales que ninguno pensó Mikoto supiera.

Aun así, fue demasiado tarde.

Un silbido emergió desde el suelo y explotó en lo alto del cielo en una llamada de auxilio iluminando todo el exterior.

—Lanzaron una bengala —informó Mikoto teniendo a Moegi agarrada del cuello, la chica jadeo tratando de liberarse, pero la fuerza de Mikoto la sacerdotisa era brutal. Era discordante viéndose tan elegante y alzando a una chica al aire.

Mientras tanto, Danzo se acercó a Konohamaru que se desangraba en el suelo y lo pateó hasta rodar a los pies de Mikoto. Konohamaru escupió sangre palpándose el costado. Vaya, le rompió una costilla. El dolor era un sordo compañero, palpitando dónde la espada fue atravesada y luego arrancada de un tirón.

—Mátalos —ordenó Jiraya haciéndole señas a Danzo para que lo siguiera y dejando a los chicos en manos de Mikoto— y después ve por el artefacto.

—Cómo ordene, Maestro.

Mikoto apretó con fuerza el agarre de la garganta elevándola hasta que los pies de Moegi abandonaron el piso. La chica comenzó a asfixiarse, dando pataletas y luchando desesperada, sus ojos virándose.

Desde abajo, Konohamaru apretó los dientes, imponente ante el dolor horrible que recorría su cuerpo. ¡Esa patada junto con el calambre de su cuerpo apenas le permitieron mover la cabeza!

¡Muévete, muévete, muévete o los dos moriremos aquí! Se gritó Konohamaru con fuerza, jadeando por el esfuerzo. La mano que apretaba su herida se volvió cálida con la sangre acumulándose, le inyectaba energía espiritual pero no sería suficiente.

—¡Suéltala! —gruñó Konohamaru.

Mikoto apenas le dio una mirada, pero sonrió irónica.

—No te apresures por venir, pronto te tocará a ti.

Veía la vida abandonar los ojos de Moegi y la desesperación creció. Apretó el puño y dio un grito imponente. Su cuerpo apenas obedecía. ¿¡Qué le ocurría!?

—S-Su Alteza —susurró Moegi dando un vistazo a la estatua—. ¡Por favor... ayúdanos!

¡Crack!

¡De pronto el suelo tembló y la estatua se agrietó! A lo lejos, se escucharon gritos llenos de pánico y voces alzándose en asombro por el repentino suceso.

Mikoto elevó la vista a la gran figura que se partía a la mitad y una de las mitades se tambaleó al frente, a punto de aplastarla. Al mismo tiempo, dando un último esfuerzo, Konohamaru llamó su espada y marcó un corte fino a la mano de Mikoto quien tuvo que soltar a Moegi si no quería ser aplastada o amputada.

La estatua cayó sobre ellos y se partió en pedazos con un estruendo. Mikoto se cubrió la cara ante la capa de polvo que emergió. Pronto se acercó apresurada a verificar los cadáveres de los adolescentes. Al pararse sobre la cabeza de la estatua, chasqueó la lengua, malhumorada.

Resulta que antes de ser aplastados el suelo se derrumbó por el temblor revelando el laberinto subterráneo. Los escombros impidieron el acceso total, pero por la falta de sangre en demasía y el sonido de las pisadas torpes alejándose, dedujo que sobrevivieron.

—No vale la pena seguirlos ahora, de cualquier forma, todos aquí morirán —susurró para sí y se alejó a paso rápido, a su alrededor todos seguía temblando aumentando de intensidad.

Desde fuera, se vislumbró las grietas recorrer cada columna exquisita, cada pared aparentemente endeble del templo. Mikoto no se dignó a dedicarle una mirada al templo que se derrumbaba por completo.

—¡AHHHH!

—¡No te acerques! ¡NOOO! ¡AAAAH!

—¿¡Por qué haces esto!?

Itachi jadeaba profundamente al intentar respirar. Le temblaban las manos y tenía los ojos contraídos, la mano que sostenía la espada temblaba un poco al empuñarla, lo que es inusual, pero no podía dejar de desviar los ataques conteniendo su propia lucha interna. De una voz susurrante que incitaba a unirse a la batalla de diferente manera.

Estaba frente a la Torre de Contención, o, mejor dicho, lo que quedaba de ella. A su alrededor varios Cazadores Uchiha acudieron al llamado de las campanas, sin embargo, Mei había tomado ventaja apenas logró liberarse y atrajo a varios Cazadores bajo su dominio.

Como resultado, se estaba convirtiendo en una lucha de Cazadores contra Cazadores.

—¡Padre! —gritó Itachi cuando Fugaku fue lanzando de pronto contra el edificio del costado, todo porque un Cazador controlado se interpuso cuando Fugaku pretendía darle un golpe de gracia a Mei.

Por supuesto, el líder no dañaría a su propia gente y retuvo la acción recibiendo un ataque a cambio. Y eso Mei lo sabía muy bien, así que no reparó en utilizar un escudo humano.

—¡Jajajaja! ¡Alabo tus valores, líder Uchiha! —gritó Mei moviendo las manos atrayendo algunos Cazadores—. ¡Eres incapaz de lastimar uno por el bien común!

Itachi apretó los dientes aun en guardia y analizó la situación.

Mei seguía en los escombros de la Torre de Contención porque tenía a su cuidado a un lastimado Kakashi, estaba inconsciente, pero parecía retorcerse. Según los informes sobre la anterior lucha, Mei utiliza unos hilos que únicamente puede visualizar un semidemonio o alguien con habilidad parecida a Neji. Nadie de Clan contaba con dicha habilidad, así que están cegados; pero no falta esa visión para interpretar que Mei intentaba controlar a Kakashi sin éxito.

Debían evitarlo a toda costa. Las habilidades de Kakashi se comparan con las de Fugaku, y que ambos se batieran en duelo no saldría nada bien.

Por otro lado, los Cazadores luchaba entre sí, la diferencia es que quienes no estaban bajo control utilizaban tácticas defensivas para evitar morir, en cambio, los controlados atacaban con tácticas ofensivas e intenciones claras de asesinar.

Lo peor, es que no solamente está involucrados la fuerza y el poder. ¡La carga emocional de luchar contra su propia familia estaba pesando!

¿Con esta presión lidiaste, hermano? Se preguntó Itachi al ver a uno de sus primos acercarse apuntando con la espada. Le dio una patada qué consiguió alejarlo lo suficiente para dejarle pensar adecuadamente bajo presión.

El ataque en conjunto si bien fue sorpresivo, estuvieron alertas desde que la bengala se disparó. Desconocían aún la causa que liberó a Mei. Kakashi está herido e inconsciente por alguna razón, la mitad de los de los presentes son controlados y la otra mitad impide que pasen más allá. Antes Fugaku ordenó a los no-combatientes lejos de la lucha y al resto cubrir la marcha.

No subestimaría el desenlace de este encuentro.

—¡Sígueme, Itachi! —gritó Fugaku al pasar corriendo a su lado lo centró de nuevo.

El aludido fue tras él con espada en mano cubriéndolo de ataques mortales. Cada filo de espada casi le destaza el brazo si no tenía cuidado. Así que se movió repeliendo los ataques mientras Fugaku buscaba acercarse a Mei, sin embargo, los Cazadores controlados eran persistentes.

—Tenemos que acercarnos —gruñó Fugaku maniobrando un discípulo menor, enviándolo lejos sin heridas mortales. Junto a él, Itachi jadeó al patear a una chica. A su alrededor había otros que defendían al líder al verlo que intentaba acercarse a Mei—. La sellaré.

—Sí es la misma técnica que utilizaron anteriormente —le recordó uno de los maestros, Iruka, con cierta gravedad mientras esquivaba una flecha— dudo mucho que vuelva a caer en el mismo truco. Y antes, fueron varios Cazadores que la sometieron.

—Sí, pero ellos no contaban con armas y matrices.

Itachi sintió una pesadez en el pecho en medio de la conversación. Se detuvo un segundo a verificar que no lo hubiesen herido sin que se diera cuanta. No encontró nada.

—Itachi, cúbreme. —Ante la voz de su padre, el joven tuvo que obligarse a concentrarse—. Iruka, dibuja el ala izquierda de la matriz. Shisui, encárgate de la derecha. ¡Los demás, cúbranos!

—¡Sí!

Todos se pusieron en marcha. Era un caos el terreno desigual debido a los escombros de la torre. Mei estaba en medio, alternando lugar para manipular con los hilos a los títeres bajo su merced. Se reía a carcajadas cada vez que veía como esquivaban los ataques.

—Así no es divertido —se quejó la demonio agazapándose sobre una roca, cruzó los brazos en "X" y expulsó más energía—. ¡Veamos que si se tientan el corazón para no acabar con ellos cuando se ponga serios!

Itachi parpadeó al sentir un ligero mareo. No esquivo del todo una flecha y le rozó el costado, dio vueltas sobre sus pies. Una, dos, y a la tercera se detuvo y miró. ¡Ya no estaba en el centro, más bien, sobre un discípulo controlado a punto de apuñalarlo!

Presa del pánico, se alejó a trompicones, parpadeando repetidamente contemplando el panorama, tratando de averiguar cuanto tiempo estuvo fuera cuando para él fueron escaso segundos.

Vio más al centro a Fugaku inmovilizando con éxito a Mei contra el suelo y la matriz succionándola a una bolsa atrapa-espíritus. Mei no era un oponente fácil de vencer y antes fue sometida por los herederos. Ahora eran tres Cazadores cuyas apariencias andrajosas y rasgadas dieron indicio de lucha, Iruka sosteniendo la matriz y Shisui era el más herido de ellos siendo era auxiliado por Izuna.

Claro que, esta vez pudieron usar energía espiritual y matrices; también conocían sus ataques así que los demás discípulos contuvieron a los controlados sin lastimarlos de gravedad, aunque no se podía decir lo mismo de ellos.

Él control de Mei sobre sus mentes se debilitó, algunos cayeron al suelo gritando y jadeando. Otros se tambalearon sobre sus pasos, cayendo en cuenta de sus posiciones y soltaban las armas, horrorizados de sus acciones.

—¡Lo lamento mucho! ¡N-No podía controlar mi cuerpo!

—¡Dioses ¿lastimé a alguien!?

Itachi respiró profundo mientras daba órdenes de llevar a los heridos a enfermería, todos por igual se veían afectados, pero este percance perdurará por un tiempo. Por lo menos hasta que Mei fuera asesinada.

A todo esto...

Se acercó a donde Mei apenas era un susurro de conciencia. Rodeó la matriz corriendo hasta Kakashi tendido en el suelo, removiéndose poco a poco hasta recuperar la conciencia.

—Maestro. —Itachi se arrodilló junto a él—. Maestro ¿puede moverse?

Kakashi abrió pesadamente los ojos después de varios llamados.

—¿Maestro?

Itachi dejó la espada a un lado y se apresuró a revisar a un herido Kakashi. La sangre más escandalosa residía en el brazo derecho, un corte profundo que iba desde el hombro hasta el codo. Una perforación al costado dónde parecía haberle atravesado un objeto filoso.

Para que lo dejaran en tal estado... sólo se le ocurren algunos escenarios desastrosos.

—¿Dónde está Mei? —preguntó Kakashi intentando levantarse.

—La están sellando ahora mismo. —Itachi frenó sus acciones poniéndole una mano en el pecho obligándole a recostarse de nuevo—. Pronto acabará la afrenta, así que evite las preocupaciones.

—No, te equivocas —interrumpió Kakashi con urgencia agarrando con fuerza la muñeca de Itachi—. Es prácticamente imposible que Mei se liberara por completo de la protección a menos que alguien haya retirado el primer sello, y eso fue exactamente como sucedió.

La manera en cómo lo dijo, la advertencia en su voz envío una ráfaga helada en lo profundo de los huesos de Itachi, quién miró al Cazador con ojos ensanchándose al comprender el significado tan sencillo que encierra esa poderosa frase.

Hay dos personas que pueden liberar el primer sello.

Fugaku y Jiraya.

Obviamente Fugaku no fue. Itachi estuvo con él antes del ataque y no ejecutó los sellos necesarios.

—Me impresionas, líder Uchiha. Lograste someter a Mei sin bajas de por medio.

La voz imperiosa de Jiraya resonó por todo el lugar, alzándose entre la muchedumbre que ayudaban a los heridos y valoraban daños. Con un pie apoyado en el suelo, Itachi elevó la vista, buscando a Jiraya. Lo halló muy rápido, no hizo nada para ocultarse, estaba de pie impetuoso en lo alto de un edificio.

Una capa de nieve se adhiere a los hombros. Del frenesí del percance, el clima fue el problema vistoso. Aun así, la frialdad en la que habló el Sumo Sacerdote habría erizado los vellos de la mayoría. Era la misma voz de siempre a diferencia que contenía un tinte hostil.

—¿Qué significa esto, Jiraya? —exigió saber Fugaku firme en su lugar, con la bolsa que encerraba a Mei apretada en la mano derecha, ya que la otra sostenía firmemente su espada. La mirada que profesaba era muy peligrosa—. El primer sello estaba abierto. Solamente tú y yo podemos deshacerlo.

Como se esperaba de Fugaku, dedujo en el instante quién fue el culpable.

Tales acusaciones directas no afectaron en nada la expresión de Jiraya, al contrario, se volvió más abierto y desagradable. Era más que evidente el motivo de la liberación de Mei y la única e irrefutable prueba fue expuesta.

—¿Y quién asegura en realidad fuiste tú? —contradijo Jiraya con bastante calma.

Los dientes de Fugaku se apretaron.

—Se necesita una previa preparación en romper el primer sello. —Fugaku avanzó unos pasos, los escombros bajo sus botas crujieron, pero no se detuvo—. Estuviste dos días interrogando a Mei, al contrario de mí, estuve encerrado en mi oficina. —Finalmente se detuvo en terreno plano, elevando un poco la espada que sostenía—. ¿Cuál es tu excusa por cometer tal falta contra tu líder?

Los discípulos dispersos miraron al Sumo Sacerdote con ojos muy abiertos, cada quién expresando una sola pregunta: ¿por qué liberó el sello? A la mayoría de ellos se les explicó la función general del sello sobre Mei, suprimía parte de su energía e impedía uso de sus habilidades. Y, para romperlo, requería de concentración absoluta en las tres primeras partes. Si una flaquea, las otras se derrumban.

Es como empujar una pieza de domino, así de fácil derribar una torre cuya estructura ya está dañada.

Con los ojos ligeramente ensanchados, Itachi enfocó nuevamente a Jiraya. Él seguía en lo alto del techo, observándolos a todos con esa expresión altanera que nunca había presenciado. Es común ver al inigualable Sumo Sacerdote con una expresión serena, y hasta inexpresiva, pero nada grotesca. Por lo menos, no ante los discípulos, porque con Fugaku y los Ancianos es otro cuento.

—Mi excusa te parecerá poco. Es lo que sucede con los más fuertes, subestiman las motivaciones de sus subordinados —dijo Jiraya comenzando a caminar a lo largo del techo, con la mirada desviada pero el porte firme y las manos unidas en su espalda. Ni siquiera hizo un esfuerzo en negar las acusaciones en su contra—. Como líder del Clan Uchiha, tus acciones deben ser impulsadas por el bien común no por deseos egoístas.

Un brillo de comprensión brilló en los ojos de Itachi.

—¿Esto lo haces por qué no se rompió los lazos con los semidemonios? —cuestionó duramente el heredero entrometiéndose en la conversación.

Jiraya emitió una risa profunda.

—No le des tanta importancia a esos marginados. —Miró desdeñoso a Itachi, de una forma que gritaba en todos los rasgos un desagrado profundo—. Las decisiones en su mayoría no son impulsadas por la racionalidad, sino por los sentimientos, pero estos no deberían interponerse. Entonces, al final ¿qué más podía esperar de uno? Los humanos son así de volubles, cambian de decisión cuando las cosas se complican. Son infieles a sí mismos.

A estas alturas nadie ignoró qué en cuestión de instantes, sacerdotes rodearon a Fugaku apuntándolo con el filo de las espadas. Las miradas que profesaban mostraban determinación y cierto brillo peligroso imposible de disimular.

Pase al peligro, y que algunos Cazadores se apresuraron a defender a su líder, este mismo los detuvo con un gesto de mano y todos se detuvieron abruptamente. La consternación general inundó a los presentes.

Fugaku nunca apartó la mirada de Jiraya al cuestionar: —¿Qué pretendes?

A cierta distancia Itachi tensó la mandíbula y la espada en mano vibró de anticipación, Kakashi había logrado sentarse por sus medios dando una mirada de hito en hito. En plena noche, en medio de la nevada, con la nieve acumulada en el suelo y los discípulos nerviosos, heridos y algo fatigados, la intención asesina de los sacerdotes iba en aumento.

Jiraya se detuvo al borde del techo mirando seriamente a Fugaku al decir: —Un golpe de estado.

Lo que más temían se hizo realidad. Itachi tragó grueso, aferrándose al mango de la espada. Este escenario que anticiparon desde hace tiempo estaba sucediendo y no de la mejor manera (pero, se dijo a sí mismo, nunca esperó que fuera pacífico). En sí, Fugaku tenía más en la mira a los Ancianos que los Sacerdotes ya que se mostró vierta evidencia en el caso de Homura; un golpe de estado proveniente de ellos tendría más sentido.

Pero de Jiraya, no era inesperado, pero sí problemático que sucediera ahora.

El líder Uchiha se mantuvo imperturbable pase a la atrevida declaración.

—¿Pretendes destituirme con tales argumentos infantiles?

—¿Argumentos infantiles? —Jiraya murmuró.

Pronto saltó de la azotea para acercarse a paso lento a Fugaku.

—Tu debilidad nos hace débiles a nosotros —escupió—. Seríamos el Clan más fuerte si no fuera por tu ineptitud. Cuando murió tu padre, tú ibas a heredar el puesto de Cazador en Jefe, pero ¿qué sucedió? ¡Te deprimiste tanto que abandonaste tus deberes! Debido a tu incompetencia Madara se quedó con el puesto volviéndose más influyente y poderoso en la política, y quedamos desplazados al segundo escalón.

Jiraya se detuvo a la misma altura que los sacerdotes en posición de alerta. Ninguno de los dos bandos se movió, tensos y expectantes a lo que harían a continuación. Dos líderes se debatían a palabras por ahora, pero la cuerda estaba tan tensa que se rompería en cualquier momento.

—Tus emociones interfieren en tus decisiones. Ciertamente no lo aparentas, engañas a cualquiera con esa cara imperturbable, pero tus acciones no son congruentes —acusó sin ninguna pizca de remordimiento—. Si fueras más sensato y confiado, habrías sucumbido ante mí. Es lamentable que tengas convicciones fuertes.

—Hablas como si fuera a permitir que usurpes el liderazgo —desafió Fugaku con enojo—. Jamás permitiría que un lunático que puso en riesgo la vida de los habitantes de la Villa de Fuego al liberar a un demonio se abra paso a la fuerza.

Una mirada peligrosa se vislumbró en el rostro de Fugaku e hizo una seña.

Inmediatamente los Cazadores capaces de moverse se apresuraron en rodear a los Sacerdotes. De un vistazo, era evidente que estos últimos eran superados en número. Las pisadas conjuntas irrumpieron el aire tenso que pululaba ante ellos y las armas fueron apuntadas dispuestos en atacar una vez que el líder Uchiha diera la orden.

La situación se volteó. Una desventaja enorme para Jiraya, aunque este se veía de lo más sereno, como si no estuviese completamente rodeado.

Itachi tuvo un mal presentimiento ante la actitud indiferente, y no solamente él, Fugaku y Kakashi estuvieron alertas.

—Ve a tu alrededor, están rodeados —dijo Fugaku un momento después de silencio absoluto, en que los involucrados se veían entre sí. Había una anticipación en el aire, implícita a que habría resistencia y una lucha no sería evitada—. No saldrás ileso de aquí.

—Insisto, me subestimas mucho —advirtió Jiraya alzando una mano con la palma de la mano extendida. En el centro de la palma tenía trazado un kanji que se interpreta como "despertar" cual resplandeció con llamas de fuego azul— y te arrepentirás de ello.

Hubo una pulsación de energía cuando cerró la mano, el aire rebobinó acompañado de voces a gritos que se elevaron hasta el cielo en unísono. Varios Cazadores soltaron las espadas a favor de agarrarse las cabezas, cayendo de rodillas en el suelo. Los sacerdotes permanecieron de pie junto a un tercio de los discípulos que parecían confundidos y desesperados llamando a sus compañeros contraídos.

Entre ellos, a Itachi le temblaban las piernas y sentía los brazos entumeciéndose. Con la mente trabajando a mil por hora, nublándose un poco. Sentía una opresión en el pecho, empujándolo a lo profundo, cada vez más adentro. Rasgándole el alma y aprisionando su conciencia.

Más, más, más.

Abajo, encerrado en el núcleo, fluyendo sin parar.

Alguien ajeno resonando en su interior.

"Vaya, por fin es tiempo".

Itachi se agarró de la cabeza gritando.

—¡Itachi! —Apenas escuchó gritó Kakashi que lo sostuvo de los hombros—. ¿¡Qué sucede!?

"¡Hagamos una revolución!".

¡E-Esto es!

—¡Aléjese de mí, maestro!

Justo después de la advertencia, Itachi agitó la mano que sostenía la espada en dirección a Kakashi. El instinto de este reaccionó a tiempo y esquivó el ataque por poco, retrocediendo con firmeza al centro. Ahí Fugaku observaba perturbado la cantidad de personas afectadas que se incorporaban lentamente, algunos mirándose las manos, otros riendo y más allá, hablando eufóricos entre sí.

—¡Por fin vemos la luz del sol!

—¡Este cuerpo ya es mío!

—¡Maestro! ¡El maestro nos necesita!

Fugaku y Kakashi comenzaron a sudar frío, a medida que se alzaban las voces, la comprensión caía en la conciencia de ambos. Especialmente en Fugaku al contemplar a la mayoría de los presentes cambiar de actitud, moviéndose de una manera que parecían diferentes a quienes conocían e inclinándose profundamente en dirección a Jiraya.

—¡Gran Maestro, denos órdenes!

Jiraya señaló a Fugaku: —Rodéenlos.

Pero, sobre todo, lo que caló en lo profundo del líder Uchiha es ver a su propio hijo temblar con los ojos vacíos y los labios apretados. Pareciendo tener una batalla interna al empuñar la espada en dirección a ellos con manos temblorosas, un grupo reducido que no estaba siendo afectado.

Itachi se veía diferente a los demás, un poco contenido de expresiones. Su fuerza de voluntad luchaba contra el ser que yacía dentro de él.

Algo se rompió en el temple del líder Uchiha.

Es esa maldita flor actuando.

—¡Jiraya! —gritó Fugaku colérico virándose al Sumo Sacerdote—. ¿¡Eres tú quién está detrás de la Flor de Medianoche!?

Junto a él, Kakashi se tensó de pies a cabeza. Iruka, Shisui e Izuna no comprendían nada, pero mantenían guardia mientras la confusión embargaba sus mentes al ver a sus compañeros y alumnos cambiar drásticamente de personalidad y unirse codo a codo con los sacerdotes que los amenazaban.

Pronto a los alrededores se alzaron gritos combinado con risas siniestras.

Al parecer no fue únicamente este grupo a quién Jiraya despertó. Comenzó a emerger un caos más allá de este lugar.

El hombre encargado de ese caos no borró nunca su expresión engreída.

—Como se esperaba del líder Uchiha, lo dedujiste con unas cuantas pistas, pero no servirá de nada. Es demasiado tarde.

De pronto la situación se volteó. Cuando tenían acorralados a los sacerdotes, ahora ellos junto al grupo de Cazadores afectados comenzaron a presionarlos, dando pasos lentos pero concisos, riéndose y diciendo que matarán a todo aquel que se oponga al maestro.

—¿Qué ocurre con ellos? —jadeó Iruka con urgencia. Se adelantó un paso interponiendo la espada para impedir que un discípulo los atacara directamente. Lo hizo retroceder con fuerza—. Mei ha sido encerrada y no puede manipularlos, pero incluso este control parece diferente. Ellos hablan entre sí y responden al llamado de Jiraya.

—Hay un alma ajena dentro de su cuerpo qué emerge y los sustituye —explicó Kakashi pateando a un joven, luego arrastró a otro por el suelo hasta lanzarlo contra los demás—. Quienes tienes frente a ti son el cuerpo de las personas que conoces, pero no sus conciencias.

Detrás de ellos, Fugaku veía con ojos muy abiertos a Itachi acercándose con espada alzada, dispuesto a hacerle frente a él.

—Veamos como lidian con esto, Cazadores de demonios —se burló Jiraya retrocediendo. La nieve comenzó a teñirse de rojo bajo sus pies, acumulándose en los escombros y sobre los hombros de los Cazadores conscientes y desesperados por frenar un ataque—. ¿Matarán para defenderse o morirán para salvarlos? La prevalencia del más poderoso comenzará ahora.

De acuerdo ¿esto se complicó? Sí, y mucho. Ya todos veíamos las señales del caos, inclusive con Itachi sobre tener un alma dentro de sí. Sólo era cuestión de confirmarlo y que se desatara un tipo de disputa. Pero eh! Sasuke arriving soon!

Entonces sí -mirada seria- no olviden las advertencias, lean las etiquetas aunque, ahhh aquí en Wattpad no me deja poner tantas así que les dejo un poco de lo que tengo etiquetado en Ao3 aunque se agregarán más conforme avance el fic.

La autora mendiga amor, no dejen que mendigue amor ¿les gusta la historia? Agradezco cada uno de sus mensajes y motivaciones. De los lectores que se van uniendo y los que han seguido este fic desde su creación. ¡Ya son dos años que cumplimos con este fic! -hace un gesto a los capítulos- y no puedo creer que sean tantos caps (y los que faltan) :) saber que alguien le gusta leer mis tonterías me alegra y motiva <3

El próximo capítulo, por compensación a la falta de la promesa de actualización pasada, será publicando junto con este ¡esperen noticias sobre las actualizaciones futuras en el siguiente apartado!

¡Gracias por leer!

¡Alela-chan fuera!

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