/43/ ¿Deseas mi corazón?

Hola, hola!!

A todas aquellas personas que vieron mis anuncios, sabrán que HE INTENTADO ACTUALIZAR DESDE HACE TRES DÍAS PERO NADAAA -lanza todo-

Sin embargo, eso medio margen para terminar el siguiente capítulo, así que, eh, ¡doble actualización!

-rueda por el suelo-

Les dejo una imagen de referencia de la vestimenta nueva de Sakura (sin el sombrero, la espada y el collar), pero técnicamente es del mismo modelo y algunos colores adicionales! (y no, no hice el dibujo).


Advetencia del capítulo: nada en particular, sólo... ¿un encuentro desagradable?


—¿A quién se le ocurre convocar una reunión en plena mañana y extenderse hasta el almuerzo? ¡A los líderes, por supuesto! No tienen nada mejor en que ocupar su tiempo que torturar a personas inocentes como yo.

La frustración de Sakura era visible a kilómetros mientras salía de la bañera tibia agarrando la yutaka limpia para cubrirse. El vapor del baño disipado desde hace mucho, dejándola airada y gruñona de lo habitual.

A cada minuto su humor empeoraba. Atribuye que, al tomar el desayuno, no encontró rastros de Sasuke (el peor de las condenas, dioses, ¿Cómo se les ocurrió una penitencia tan ingeniosa?). Y cuando preguntó por el paradero del joven azabache, Madam Hikoro informó sobre la reunión mañanera y no terminaría hasta la tarde.

Aunque no pudiera bromear con normalidad debido a la tensión subyacente entre ambos, a Sakura le bastaría el verlo existiendo en el mismo espacio, ¿de acuerdo?, ¡pero ni eso le concedieron!

Se quejó entre mohines y susurros furiosos mientras apretaba el nudo del yukata interior. El baño supondría que le ayudaría a relajarse, no admitirá que se alejaron los rastros de cansancio apegados a ella por la aceleración en que cura la herida de su espalda. Pero esto no impidió el manojo de pensamientos rebotando de un lado a otro en su mente.

Pisadas húmedas resonaron en la habitación, se hizo de una pequeña toalla y secó su largo cabello, considerando cómo matar el tiempo mientras Sasuke regresaba de la reunión. Quizás debería intentar mirar las afueras del Pabellón sin cruzar el puente, si de algo se percató en estos días, es que pocas personas visitan al mismo dueño del Pabellón.

Estimó las posibilidades de toparse con algunos Cazadores hasta que dejó la toalla a un lado. Dio un vistazo al juego de kimonos cortos y oscuros que Madam Hikoro lavó para ella. Se trataba del conjunto más elegante que poseía, era habitual gala de entrenamiento.

Ryu tenía la tendencia de regalarles ropa a demasía a ella y sus hermanos. No se queja. Le parece entrañable, sobre todo sabiendo la razón detrás.

Cuando tenía quince años se le escapó un comentario ocioso de una vez que casi murió de hipotermia en pleno invierno al vivir en las calles. En ese momento su maestro no mostró indicios de consternación y se marchó a sus viajes. La próxima vez que regresó, lo hizo con nuevos conjuntos de ropa para ella y sus hermanos. No dijo nada conmemorativo, pero Sakura adivino el motivo de su actuar dejándola con una sensación fraternal bailando sobre ella.

Se apegó mucho la ropa que su maestro le regala y los cuida con recelo, los utiliza en ocasiones especiales. Le pareció prematuro portarlos en su estadía en la Villa de Fuego ahora que varios ojos sobre ella la miran con el lente de "la discípula principal del Inmortal Toru". Sin embargo, le impusieron cierto renombre que debía mantener.

A decir verdad, tanto Ryu como a ella no le interesan tal reputación, después de todo, en los altibajos cambiará apenas estés en contra del sentido común. Pero, si esto evita conseguirle problemas a Sasuke, contribuirá sin quejarse.

Sin embargo..., pensó dándole un vistazo mientras soltaba un suspiro de tristeza, no está completo.

Nunca ha lamentado hasta ahora su elección de preferencias. A pesar de su recelo, es bastante blanda en exhibirlos y siempre trae consigo la capa exterior del conjunto, tan rojo como la sangre, sin importar que vista debajo. Entonces, en su batalla contra Mei toda su ropa, sin excepción, quedó más allá de la salvación.

Resignada, soltó un suspiro al vestirse. Se encogió de hombros al percatarse que dicho conjunto abrazaba hasta debajo de los muslos, dejando expuesto parte de su piel. Dando golpecitos en la quijada, se preguntó si utilizar los pantalones o cualquier kimono exterior con el riesgo que no combinasen.

—Tendrá que ser lo primero —masculló, no tan entusiasmada por la idea.

Al terminar de ponerse la última capa oscura, ciñéndose entre sus brazos hasta unirse a los dedos de en medio y colocar los anillos, se percató de una capa adicional no perteneciente a su conjunto. Primero dio un vistazo, luego otro frunciendo el ceño, era imposible no reparar en la exquisita tela rojiza vibrante.

Extendió la mano pasando un dedo por la superficie, la suavidad le invitó a tomarla y darle una ojeada de cerca. La tela se desplegó revelando una capa de kimono largo a rojo. Pareciera un charco conciso de sangre, vivido y brutal; contrastando, en las mangas anchas salpicaban un patrón negro de flores de cerezo, dándole un aire elegante y hermoso.

Trató de procesar lo que veía al sentir un repentino espasmo de anticipación. Al dar la vuelta al conjunto, tres aberturas en la parte inferior se agitaron. Lo colocó sobre su pecho y descubrió que le llegaba a mitad de las pantorrillas.

Con manos temblorosas, apretó la tela entre sus dedos, intentando contener la emoción que recorrió su cuerpo. ¿Quién más, sino Sasuke, se molestaría en darle un conjunto acorde a sus colores favoritos? Desde el primer día le proporcionó sencillos kimonos oscuros o rojos, pero ninguno tan elegante y bello como este.

Abrazó con fuerza las telas con el retorcijón en el estómago, escondiendo un puchero lamentable.

—Quizás no está enojado —murmuró esperanzada, tratando de lidiar con el nudo creciente en la garganta.

Entusiasmada se hundió en los pliegues. Las mangas anchas le llegaban a mitad de los antebrazos sin obstruirle los movimientos de las manos, dejando a la vista la parte cubierta por la tela oscura.

Su mal humor yacía despedazado tras este detalle. Se amarró el cinturón con más delicadeza y estuvo a punto de dar la media vuelta y salir si no fuera porque, por el rabillo del ojo, notó una caja de madera reposando dónde recogió el cinturón. Estuvo tan distraída en el kimono que no reparó del segundo objeto.

Le dio una mirada larga. Por un breve momento, consideró las posibilidades a que contuviese algún talismán explosivo, titubeó y luego resopló con gracia. Es evidente quién dejó esta caja y Sasuke jamás le dará algo que la dañase.

Viró a los lados, como si se tratase de la peor ladrona del mundo, sintiéndose un poco histérica por la repentina realización. Tras verificar, retiró la tapa y dio un vistazo al interior solo para quedarse estupefacta.

De verdad, Sasuke sabía impresionarla con simples detalles.

La caja resguarda un palillo decorativo negro para el cabello. En uno de los extremos se enrosca un hilo rojizo brillante y grueso sujetando una flor de cerezo rosado. De la otra punta oscilan bordas rojas y plata en forma de pétalos. Ante el movimiento chocaron entre sí emitiendo un tintineo agradable a sus oídos, evocó a los cánticos lejanos de leyendas antiguas y el agua fluyendo en el río.

Sus ojos captaron una nota en el borde, tras desdoblarlo asaltaron trazos finos y elegantes reflejando el corazón de la persona quien lo escribió. Una simple oración qué sacudió sin previo aviso propio pecho:

"Me recordó a ti".

Le ardieron las mejillas al inspeccionar fascinada la horquilla. Un dedo se deslizó por las orillas del tocado y las bordas, el frío metal atravesó su piel y apretó los labios tratando de reprimir sin éxito una sonrisa.

¿Cómo un detalle así la hace tan feliz?

No es el objeto, es por qué vino de Sasuke, reflexionó, gravitando en su complacencia.

Frenética, se apresuró a la habitación revisando en los cajones del mueble apostado al costado y no se detuvo hasta encontrar un espejo. Lo acomodó recto en la mesa y se deslizó al frete con peine en mano dispuesta a maniobrar la cabeza en diferentes ángulos hasta agarrarse media coleta utilizando un listón rojo. Con cierta anticipación y emoción, deslizó la horquilla entre su cabello y se miró al espejo.

Si bien prefería mantenerlo amarrado, se convenció qué esta ocasión es especial. Olfateó satisfecha, torciendo la cabeza de un lado a otro, maravillándose de las bordas rojas y el silencioso tintineo que lo acompañaba. Dio un vistazo perfeccionista a la combinación de accesorio con el resto de la ropa.

No es una mujer que sea constante en alabarse frente al espejo, pero ahora, mirando su reflejo, admitió para sí misma que el kimono rojo y la horquilla le daban un aire más elegante junto a las botas negras que se calzó.

Al enderezarse por completo, robó otra mirada al espejo y notó un brillo peculiar en sus propios ojos, le inundó una impresión desconcertante. Tuvo la sensación que no será la única vez que se topará con este reflejo en particular. No supo si alegrarse por la primicia o alejarse por lo impredecible que se veía.

Lo descubriría tarde o temprano.

Se percató que las mangas del kimono eran dimensionales y deslizó sus habituales pertenencias en el interior. Una vez listo, salió dando saltitos, con su buen humor renovado y las ansías por explorar los alrededores, eclipsando el antiguo malestar.

Encismada en su propia felicidad, olvidó que a veces su mala suerte tiende a dar rienda suelta en los momentos más inoportunos. Debió suponer que nadie le dejaría conservar del todo su felicidad adquirida por los gestos esforzados de Sasuke, pareciera que tuvo premonición en saber que se pondría huraña por su ausencia.

De repente alentó su andar por el pasillo a medida que se acercaba a la sala común tras escuchar dos voces femeninas mezclándose entre sí, un poco ahogado y lejano por la distancia.

No fue hasta que llegó al borde, escuchó una voz indiferente y seca, haciéndola detenerse, pensativa en saber su identidad.

—... Debes recordar tu lugar. —Aquella voz indiscutiblemente pertenecía a la madre de Sasuke. Su tono no era halagador como la última vez, la reconoció al instante.

Hubiese sido fantástico que también recordara su nombre, pero, siendo sincera, cuando Sasuke se lo dijo, apenas retuvo la información atención. Estuvo más concentrada en exprimir algunas emociones y no arremeter en contra de quienes lo desprecian. ¿Por qué molestarse en siquiera aprenderse el nombre?

—Lo hago, fui la nodriza del joven Sasuke —respondió suave Madam Hikoro.

Tras esas palabras, los labios de Sakura se abrieron de la impresión y los cubrió con la mano. ¿¡Madam Hikoro fue la Nodriza de Sasuke!? Esto explicaría el modo en que los ojos del joven azabache brillaron de emoción cuando vio a la mujer, o la familiaridad en que Madam Hikoro daba palmaditas en la mano y miraba con ternura a Sasuke.

Y, por lo que percibe, la sacerdotisa no está contenta de tal vínculo. Se demostró cuando expresó descontento: —Así es. Recuérdalo siempre, tú eras la nodriza, no la madre, esa soy yo.

La forma despectiva y seca en la que hablaba la sacerdotisa no agrado para nada a Sakura, quien arrugó el ceño debatiéndose si intervenir o no.

Otra respiración, Sakura se encontró prestando atención a escondidas. No fue su intención, pero el nombre de Sasuke salió a relucir. Y todo lo que tenga que ver con él es de su incumbencia. Y nadie se lo impidió, además su posición era un escondite conveniente.

—Es madre de nombre, usted retiró ese derecho cuando el joven maestro cumplió trece años. —Esta vez, si bien Madam Hikoro mantuvo un tono moderado y suave, el acero en sus palabras era indiscutible—. Usted provocó la distancia con él.

—Veo que mi hijo te ha dado tantas libertades a pesar de ser la servidumbre. No eres quién para recalcar las acciones de tus amos.

—El joven maestro posee un alma amable y bondadosa con esta anciana, nada fuera de lo común.

—Ciertamente. —Continuó la madre de Sasuke destilando veneno a cada gota—. Tuvo tanta consideración por ti, aceptándote de regreso después de abandonarlo para vivir una vida tranquila en el campo con tu esposo.

—...

—Nunca tuviste hijos propios y cuando murió tu esposo, regresaste a dónde puedes aprovecharte de la generosidad de un joven que no es tu hijo. ¿Siquiera te queda algo de vergüenza?

Sakura hizo una mueca. Se retorció en su lugar, incómoda por el ataque ajeno e insensible. No dio ninguna disculpa silenciosa a Sasuke por pensar maldiciones internas y malas cualidades para con la sacerdotisa. Desde que la vio por primera vez, notó un aire distante y frío alrededor a pesar de la sonrisa fingida de amabilidad en su rostro. Ahora entendió las razones detrás de las palabras en Sasuke a no tener una relación amigable con la sacerdotisa.

Respiró hondo y emergió del pasillo, cruzando los brazos sobre su pecho y a pasos lentos pero firmes. En medio de todo el asunto, descubrió que cada tres segundos las bordas en la horquilla sonaban en su andar.

Si esto no anunció su presencia, sus pasos hicieron eco por sí solos, deteniendo la disputa entre ambas mujeres. Una frente a la otra en medio del salón, separadas por la mesa del centro.

Madam Hikoro se mantuvo como una estatua con las manos unidas al frente y un poco encorvada; en cambio, la sacerdotisa metió las suyas dentro de las anchas y blancas mangas detrás de la espalda recta, portando un aire despectivo y elocuente. Cuál cambió de inmediato al ver a Sakura, esbozando una sonrisa fina y un par de ojos negros se volvieron espeluznantes al intentar parecer dulce.

En secreto, Sakura reprimió el impulso de marcharse sin saludar. Tanta hipocresía le enferma.

—Señorita Sakura —reconoció primero Madam Hikoro. Hizo una reverencia respetuosa.

La ludida asintió devolviendo el saludo, hablando como si no estuviese la sacerdotisa.

—Madam Hikoro, la estaba buscando —desplazó la vista hasta la otra mujer, no deshizo el gesto. Al ver que captó la atención de Sakura, la azabache ensanchó sus labios rojos, pero sus ojos continuaron espeluznantes—. Oh, ¿una sacerdotisa?

No hizo ademanes de presentarse, sólo miró. Tal falta de respeto y cortesía provocó que la sonrisa de la sacerdotisa flaqueara un minúsculo instante antes de tomar las riendas de la conversación.

—Debes ser la invitada de mi hijo. Nos vimos en la Conferencia de Discusión, pero no nos presentamos del todo. —Inclinó la cabeza cayendo en una reverencia formal y cortés. Después de todo, su posición alta no debía pasarse por alto y no inclinarse tan profundo ante Sakura—. Mi nombre es Uchiha Mikoto, soy la sacerdotisa principal del santuario Kirei.

—Haruno Sakura —enunció ella parca al descruzar los brazos, no se inclinó, inclusive moldeó el tono de su voz transmitiendo frialdad e indiferencia. Se niega a dar educación a una mujer que batía en oraciones hirientes a alguien por despecho. No soportará tal injusticia sobre Madam Hikoro.

Al no agregar más, Mikoto se enderezó y Sakura le dio crédito, esa sonrisa no flaqueó frente a sus desaires.

Madam Hikoro permaneció quieta dos pasos atrás de Sakura, manteniendo los ojos fijos en el suelo y la cabeza agachada. Sakura apenas contuvo el malestar en sus entrañas reconociendo la postura, la conocía mejor que nadie.

Tal aspecto le pertenecía a quienes se consideraban inferiores. De quienes los gobernantes creían tener derechos y lanzarles órdenes a diestra y siniestra no dejando espacios para refutar a menos que desearan ser castigados más allá del reconocimiento.

En diversas ocasiones Sakura estuvo en dicho extremo. Su tiempo viviendo en las crudas calles, fue llamada a ser menos que una sirvienta en un burdel. Todos los días obligada a bajar la cabeza esperando reprimendas y despecho por sus errores.

Perdió la cuenta de las veces que soportó represalias para obtener comida. Al final del día terminaba recibiendo una golpiza en la que apenas podía arrastrarse de regreso a casa (decir casa es amable, más bien se trataba de una choza a punto de derrumbarse con la menor ventisca). Allí, un pequeño Kiba esperaba hambriento y encontraba a un Sasori lo suficiente furioso para maldecir a quienes le dañaron, dispuesto pelear con uñas y dientes por defenderla a pesar de la desventaja de su condición.

Si bien la servidumbre del clan Uchiha no pasaban por tales horrores, la sensación de sentirse inferior y pequeño ante los insultos era muy desagradable. No le gustó que Madam Hikoro tuviera que soportarlo. Tenía la impresión que, si dejaba a Mikoto continuar atosigando a la nodriza de Sasuke, este estaría disgustado cuando se enterara.

—Señorita Haruno. —Ante el llamado, Sakura giró apenas la cabeza teniendo una mirada lánguida—. Disculpa mi descortesía y no saludarte antes sabiendo que estabas aquí. Ahora que nos hemos encontrado, ¿te parece si compartimos una taza con té?

Desdeñosa, Sakura arrugó el ceño: —¿Té?

—¿O prefieres otra bebida? Madam Hikoro puede conseguir algo más adecuado para tu paladar —rectificó Mikoto lanzando una mirada a Hikoro, quién no se movió en absoluto. La sonrisa de la sacerdotisa se profundizó.

Haruno lo encontró más desagradable.

—Dudo mucho que el té ofrecido sea de mi agrado, mi paladar es muy peculiar —rectificó Sakura balanceándose sobre sus piernas y dando un paso al costado. El rechazo fue inmediato e implícito, provocó que Mikoto enarcara ambas cejas, pareciendo un poco escéptica de su renuencia, aunque no retrocedió ante la negativa.

Optó por otro medio.

—Por supuesto, siendo la discípula de una Inmortal es de esperar que tus gustos sean... exigentes.

Esta vez Sakura no logró contener una especie de bufido, ¿acaso intentaba adularla? Esbozó una propia sonrisa despectiva y fría que competiría con la hipócrita de Mikoto. Ambas se miraron midiendo sus reacciones.

—Mis gustos son los mismos que cualquier semidemonio, nada fuera de lo común —espetó alisando con desinterés una de sus mangas rojas. De reojo notó que Mikoto le daba una mirada más evaluativa. Al ladear la cabeza, las bordas y el metal de la horquilla tintinearon en su trincado peinado—. La única persona dispuesta en aprender sobre mí, es Sasuke.

—De otra manera no estarías aquí —opinó Mikoto con dulzura—. La bondad de mi hijo es tan grande que acogería a cualquier animalillo herido para cuidarlo.

¡Que osadía de su parte insinuar que Sakura es menos que un animal! Causó una risa interna en la aludida, maravillada por la lengua viperina de esta mujer de apariencia fraudulenta y sonrisa letal. Cualquiera que la viera del exterior, se engañaría.

Quizás al principio Mikoto intentó apelar un lado tranquilo, pero cuando Sakura rechazó la oferta de té y no se dejó pavonear por elogios, Mikoto se dio cuenta de que no era alguien fácil de ganarse. Sobre todo, si se colocaba frente a Madam Hikoro impidiendo que Mikoto la siguiera fulminando con la mirada. Ganó puntos en contra.

—Sasuke es amable al permitirme quedarme con él por unos días —aceptó Sakura bastante tranquila, moldeando su expresión desinteresada a una helada—. Así como es considerado con usted. Sasuke es tan caballeroso para impedirle la entrada a este Pabellón.

—No entiendo a qué te refieres-

—Estoy intrigada —interrumpió sin tapujos la pelirrosa entrecerrando los ojos a Mikoto, su lengua afilada lista para mutilar si es necesario—. ¿Vino con la bondad de su corazón, a visitar a su hijo o a deleitarse al insultar a la nodriza de este?

La expresión de Mikoto se congeló de inmediato mientras que Madam Hikoro elevó los ojos, desde frente, Sakura no veía la expresión de quién estaba a sus espaldas, pero sintió esa mirada persistente sobre su nuca. No flaqueó. No apartó la vista. No se retractó. Tampoco le importó enemistarse tan rápido con Mikoto por defender a Madam Hikoro. Sabe dónde yace sus preferencias, y, sobre, todo, la de Sasuke.

La mirada y palabras de Sasuke al referirse a Mikoto no destilan amor fraternal a pesar de ser lazo de sangre. Sakura lo define un respeto a regañadientes, y sería utilizar un término muy amable —que Mikoto no se merecía—. En cambio, la actitud de Sasuke sobre Madam Hikoro es muy diferente y su interacción resulta peculiar. Había sonrisas afables, amabilidad genuina y bromas internas de las cuales destilan un profundo apego filial.

No es difícil discernir la preferencia del Cazador Uchiha.

Además, odia con todo el corazón a las personas que pisan a otras bajo la suela de sus zapatos.

Mikoto entrecerró los ojos, alzando la barbilla en un gesto duro y largo. Hasta un instante atrás, se expresaba con dulzura engañosa y parecía terrorífica, pero ahora, esa emoción cambio a una fría capa de molestia mostrando parte de su verdadero rostro.

—La señorita Haruno no debería meterse en dónde no la llaman —habló sin molestarse en ocultar la advertencia en su tono de voz.

Sakura niveló dicha mirada, era un par de centímetros más baja que la mujer en cuestión por lo que la estatura no la intimidó (ni nadie lo lograría por más alto que fuera, en realidad).

—Desafortunadamente para usted, no soy cortés ni educada con las personas que no me agradan —alegó Sakura ladeando la cabeza dando un golpecito a su barbilla, un mechón de cabello se deslizó por el hombro—. Y acaba de caer en esa categoría. No se lamente, no hay mucho que ganar conmigo.

Mikoto le lanzó una mirada desagradable y con labios rojos apretados.

—Una persona que es inflexible al juzgar sin conocer los sucesos, demuestra su deficiente carácter.

—Estaría encantada de escuchar esos hechos, pero no de usted. Y no confío en su versión, ¿y qué cree? La única persona quién tiene mi plena confianza es su hijo...

Mismo que entregó a sus mayores para que lo maltrataran peor que un becerro en un corral, rugió en su interior enojada, luchando por controlarse. Si acaso revelaba tener conocimiento sobre el origen de las heridas de Sasuke, los pondrían en aprietos. Aún desconocían quién estaba detrás de la restricción, a estas alturas incluso Mikoto es sospechosa. Varías incongruencias bailan alrededor de este tema, y la sacerdotisa es una de ellas.

Sostuvo la mirada, al final, Mikoto dejó escapar un delicado ceño fruncido.

—Pensé que serías una mujer sensata y educada pase a tu origen denigrante.

—¿Denigrante? ¿No estaba hablando hace un instante de no juzgar a las personas? —Sintió el inicio de una sonrisa afilaba sobre sus labios—. Me complace decirle que fui criada por un Inmortal que tiene mejores modales y recato que toda su palotada de sacerdotes a los cuales llaman dignos.

La compostura de Mikoto llegó a su límite, agitando una mano y su manga alebrestada ante el movimiento mientras exclamaba: —¡Que irrespetuoso de tu parte insultar a los sacerdotes que tienen la gracia de Su Alteza Xie Lian!

—¡Ja! Apuesto que Su Alteza ni siquiera está al tanto de la hipocresía de sus seguidores.

—Tú- —Mikoto respiró profundo e hizo un sobreesfuerzo en regresar a su antigua postura calmada, bajando el brazo y arrugando la nariz mientras sus labios temblaban—... Y pensar que has engañado a mi hijo con esa falsa sonrisa.

—No se sienta mal por él, en realidad, Sasuke me conoce también y aun así me acepta —replicó Sakura lanzando la mentira más negra que jamás haya dicho. Si bien es una verdad parcial, no sabe hasta cierto punto Sasuke acepta sus actitudes o métodos.

La prueba de ello, la pequeña diferencia que tuvieron la tarde anterior todavía pesa sobre sus huesos, aunque no tanto como ayer.

Pero Mikoto no tenía por qué saberlo.

Al final, la sacerdotisa les dio la espalda siendo evidente no querer lidiar más con Sakura.

—Veo que fue un error alegar por ti en la reunión, no necesitas la protección de nadie —afirmó mientras se alejaba.

—Jamás lo pedí —espetó Sakura por qué no dejará que esa mujer tenga la última palabra en esta conversación.

Al final emitió un pequeño monosílabo de satisfacción para sí al verla desaparecer por las puertas. Relajó los hombros de inmediato, no se había percatado lo tensa que estuvo en todo el enfrentamiento de palabras. Si bien no imaginó encontrarse en algún momento con Mikoto, este intercambio resultará desventajoso para Sakura. Cualquiera que supiera de esto será a boca de la sacerdotisa y no sabe con certeza si modificará acciones o palabras.

De todas formas, no se preocupará ahora.

—Señorita Sakura...

Parpadeó regresando de su mente, giró por completo a su espalda al mismo tiempo que Madam Hikoro se doblaba en una profunda reverencia.

—Gracias por tratar con la sacerdotisa Mikoto y defenderme.

Casi de inmediato, los nervios de Sakura se dispararon y cortó la distancia tomándola de los brazos y enderezarla con cierta gentileza.

—No hay necesidad de agradecer, así que jamás vuelva a reverenciarme —advirtió no sin amabilidad, la soltó y posó sus manos en las caderas mientras suspiraba—. Además, ella estaba siendo muy insensible con usted, ¿cómo no intervenir?

La sonrisa que le dedicó Hikoro reflejó mucha ternura y Sakura tuvo un espasmo, conteniendo el aire mientras su mente se volvía un espiral de memorias, voces y emociones. Su primer hogar, sus primeros recuerdos, un rostro que le robados de sus entrañas, pero permaneció su madre. En toda ocasión le sonreía afable y le daba estirones en las mejillas, diciéndole lo mucho que la amaba y lo orgullosa que se sentía por ser su madre.

Memorias viejas que pocas veces salen a la luz. De las que enterró en lo profundo de su corazón y no accedía a menos que fuera en sueños. Le carcomerán la memoria si no tiene cuidado, porqué entre más recuerda vívidamente...

...Más doloroso era desprenderse de tal letargo y volver al insípido mundo real.

Se aclaró la garganta, disipando toda la intención de sí. No sabía cuán nostálgica le ponía este asunto hasta que hizo una comparación tan descabellada. Dos mujeres se lanzaban a una discusión (una adrede, otra por defensa) para colocarse en lo alto del sentimiento filial de Sasuke.

Mientras tanto, Sakura tiene que lidiar con un corazón roto por la pérdida de su madre y un padre... que niega ser su padre y prefiere ser llamado "maestro".

No tiene celos de Sasuke por su precaria situación, para nada. Es simple coincidencia que los dos tengan ciertos problemas con sus progenitores.

Otra risa histérica amenazó sus labios. Lo contuvo a tiempo carraspeando.

—De todas formas, a Sasuke no le agradará saber esto —murmuró al final.

—Por favor, no se lo mencione al joven maestro.

—¿Lo dice en serio? Porqué si se entera de otra parte...

—La sacerdotisa Mikoto no dirá nada —afirmó Madam Hikoro.

Sakura enarcó una ceja, expectante.

—¿Segura?

—...

—Hablaré con él luego, ¡no se preocupe!

Deshizo toda inquietud agitando la mano, así pisó el patio trasero y miró al cielo azul obstruido de nubes, estimando la posición del sol y el horizonte, pronto caería el atardecer. Vagamente se preguntó por cuánto tiempo estuvo durmiendo después del desayuno.

Giró medio cuerpo a sus espaldas, mirando a la mujer de pie en la puerta diciendo: —Vagaré en los alrededores, ¡regreso más tarde!

Si Madam Hikoro intentó a detenerla, no lo consiguió, Sakura fue mucho más rápida y se perdió en la fogosidad del bosque teniendo a Momo colgado del hombro.

Soltando un fino suspiro, Konohamaru revolvió la sopa de verduras, la cuchara hacía un tintineo cada vez que chocaba con la cerámica. Frunció los labios y al cabo de otros segundos, decidió rendirse y jalar el cuenco rebosante con arroz. Terminó jugueteando otra vez, y un brillo de resignación se reflejó en sus ojos.

—Pss, ¿qué ocurre? —preguntó Moegi sentándose frente a él.

El fino ruido del comedor amortiguo su conversación. Al ser hora de la cena, y varios discípulos y trabajadores se agazaparon en las mesas, charlando animadamente. Por tanto, Konohamaru apenas percibía otros ruidos además del distante cuchicheo y frases ociosas.

Ante la llegada de Moegi, Konohamaru alzó la vista dando una ojeada nostálgica. Las sillas de los costados seguían vacías por más que persistiera en no apartar los ojos de allí, nadie se materializaría de la nada. En circunstancias normales, estos asientos serían ocupados por Sasuke, Hinata o Shino, lo único que no cambia es la constante compañía de Moegi. Fuera de ellos, los otros discípulos parecían contentos en evitarlo.

¿La razón? Muy controversial: cada vez que escuchaba chismorreo negativo sobre Sasuke, Konohamaru saltaba de inmediato de su asiento, dispuesto a defender el nombre de su joven maestro. Debido a esto, sus compañeros tomaron distancia porque no querían problemas con los discípulos mayores.

A Moegi no le importaba atraer miradas desagradables por sentarse junto a Konohamaru, y, por consiguiente, Sasuke le hacía compañía en los meses posterior a su reclusión. Este lugar parecía más adecuado. Con la llegada de Hinata y Shino, se volvió más animado. Pero ahora los tres estaban en el Salón de Banquetes lidiando en presentaciones políticas y demás, así que Konohamaru se sintió abandonado.

Sonaría muy patético si externa tal descontento.

—Nada en particular... se siente muy solitario sin el joven Sasuke —suspiró hundiendo la cuchara en el cuenco.

Moegi tarareó al tragar un bocado, dando un vistazo a las sillas vacías.

—Cualquiera que te viera, dijera que extrañas a tu amor.

—¡No se trata de eso! —exclamó avergonzado Konohamaru—. El joven Sasuke es tan genial e inteligente, ¡siempre tiene algo que decir y jamás desperdicia sus palabras! El almuerzo es el momento en que comparte sus bastos conocimientos y experiencias.

—Uhm... prácticamente la mayoría sabe de sus hazañas.

—¡Te equivocas! Él es reservado y se guarda muchas historias para sí —sentenció dejando el cuenco sordamente sobre la mesa y se recargó al frente, como si compartiera un secreto—. ¿Sabías que se adentró al Bosque de los Lamentos a conseguir el metal para forjar a Kusanagi?

La boca de Moegi se abrió dando la respuesta.

—¡¿Hablas en serio!?

—¡Él mismo me lo contó!

—Parece una historia muy interesante —dijo una tercera voz.

—¡Lo es! —encismado en su emoción, Konohamaru no se percató de inmediato de la voz ajena y el tintineo que lo acompañó. Fue hasta que parpadeó y Moegi hizo lo mismo, al unísono viraron a la ventana abierta del comedor.

Justo allí estaba sentada Sakura, recargando la espalda en el marco balanceando un pie envuelto en una bota negra que le llegaba debajo de la rodilla. Al tener su atención, ella sonrió divertida e hizo un ademán de mano e inclinando la cabeza de lado, la cinta roja y las bordas de la exquisita horquilla estuvieron a la vista.

—Hey —saludó ella.

—¡¿S-Señorita Sakura!? —exclamó sorprendido Konohamaru, ahogándose con su saliva.

Moegi parecía igual de impresionada por su presencia, y el grito del joven logró atraer la atención parcial de las personas más cercanas. Viraron rostros a esa dirección que evitaban, para ver a una joven de cabellos rosados envuelta en galas rojas, adentrarse por la ventana y acercarse a paso firme y elegante a la mesa de Konohamaru. No solamente eso, ¡ensancharon los ojos al ver a Momo colgado feliz de un hombro ajeno al de su dueño!

—¿Qué haces aquí? —Tratando de calmarse, Konohamaru se aclaró la garganta.

—Matando el aburrimiento —respondió casual Sakura jalando de la silla y dejándose caer en ella.

De inmediato Momo corrió al centro de la mesa, renunciando a dos nueces peladas como ofrenda de paz a los jóvenes y regresó con Sakura, quien, distraída acarició la cabeza cubierta por el sombrero de paja y recibió la tercera nuez. A Konohamaru no le pasó desapercibido que ese mismo gesto hace Sasuke con el hurón; no supo cómo tomarlo.

—Quedarme encerrada en el Pabellón es muy aburrido, sobre todo si no hay nadie a quién molestar —continuó Sakura apoyando la mejilla en su mano y el codo en la mesa tamboreando el borde de la madera. Un reflejo de luz quedó atrapado en el anillo de aspecto inofensivo, pero Konohamaru sabía que en realidad era un arma letal—. Vagué por los alrededores hasta que Momo insistió en venir aquí.

—De seguro es por costumbre. A esta hora se sirve la cena —opinó Moegi a tientas, midiendo la reacción de Sakura.

Konohamaru sonrió para sí al ver a Sakura encogerse de hombros y masticar la nuez ofrecida. Se veía relajada y cooperativa. Con el paso de los días aprendió a medir sus acciones, ella logra ser agradable y acomedida con las personas correctas, y no parecía tomar a Moegi como una amenaza.

—¿Es así? Mm... ahora tiene sentido su visita —susurró para sí, no se molestó en explicarse antes de dar un aplauso y señalar con un dedo los cuencos sobre la mesa—. Ahora que estoy aquí mi apetito se abrió, ¿dónde puedo conseguir uno de esos?

Como si tuviera un resorte en el trasero, Konohamaru se levantó de un salto apoyándose del borde.

—¡Traeré un tazón para ti!

Prácticamente corrió a las cocinas pidiendo una porción extra con una emoción subyacente arraigándose a su pulso, motivado y frenético. ¡Compartir almuerzo con Sakura es igual de estimulante! Dónde Sasuke es sereno y reservado, Sakura es una fuerza explosiva tan expresiva y llena de bromas.

Los cocineros le proporcionaron otra bandeja con cierta sospecha, Konohamaru se hizo occiso a favor de mirar con ojo crítico cada porción antes de decidirse por hacerse de unos bollos al vapor. No sabía con certeza cuál sería del gusto de Sakura, así que terminó llenando un tazón enorme de diversos guisos.

Regresó lo más rápido que pudo, en su camino notó que varios Cazadores lanzaban miradas a su mesa, iban desde cierto rango de incomodidad y renuencia, hasta la curiosidad y genuino interés. Al pasar cerca de uno, capto media oración: "Es la semidemonio que salvó a los herederos..."

Compuso una mueca interna, la palabra semidemonio estaba de más. No se detuvo a discutir, saciar a Sakura de comida era más importante.

Al llegar redujo la velocidad, extrañándose a que un pequeño discípulo estuviera frente a la mesa, mantenía la cabeza gacha y jugaba con las mangas pequeñas. Sakura le dedicaba una expresión dividida entre la diversión e intriga.

Konohamaru dejó la bandeja al costado. Sakura seguía observando al discípulo, y Moegi parecía expectante. Él no entendía este repentino comportamiento, así que no dudó en inclinarse al costado de Moegi.

—Oye, ¿qué ocurre? ¿Le están causando problemas a la señorita Sakura?

Moegi agitó la cabeza, escondiendo una sonrisa detrás de su mano y observando con dulzura.

—¡Nada de eso! —Moegi soltó una risa—. Este pequeño discípulo se acercó a darle un halago a la señorita Sakura.

—¡Oh! —Konohamaru parpadeó cuál búho, agarrado con la guardia baja.

Sakura soltó una risa jovial y agradeció al niño por sus elogios despidiéndolo con un gesto de mano. Las mejillas del niño se sonrojaron antes de inclinarse un poco y escapar hacia su mesa. Konohamaru dio un vistazo allí, los otros niños le dieron palmaditas y ofrecieron palabras de aliento.

Esto le pareció demasiado extraño.

—Aww, qué tierno —arrulló Sakura volviéndose a ellos. Esta vez la sonrisa en su rostro se suavizó, los bordes siendo más dulces y genuinos—. Dijo que el color de mi cabello le recuerda a los árboles de cerezo que creen detrás de la montaña.

—Esos discípulos son de la clase de novicios que imparte el joven Sasuke. Quizás escucharon rumores que eres su invitada especial y vinieron a cerciorarse —informó alegre Konohamaru deslizando la bandeja hasta Sakura—. Además de nosotros, son los únicos que consideran al joven maestro y lo admiran.

—¿Es así? —murmuró Sakura dando un segundo vistazo a la mesa. Los niños trataban de disimular su asombro y miradas a ellos sin mucho éxito. No le pareció importar a la semidemonio tras tomar los palillos y dar el primer bocado—. Con razón son tan simpáticos.

—¡Y los mejores de su generación! Han florecido a un ritmo acelerado bajo las enseñanzas del joven Sasuke —expuso Konohamaru con orgullo, pero justo después su postura se marchitó—. Si tan sólo los demás supieran de su influencia, no se atreverían a hablar mal de él —gruñó infeliz maltratando los trozos de carne con la cuchara.

Sakura emitió un "Uh..." de consideración. Masticó apenas otro bocado antes de esbozar otra sonrisa, empero esta vez era llena de salvajismo y travesura. A Konohamaru y Moegi no les dio en específico un mal presagio, pero tampoco uno bueno.

La joven pelirrosa, todavía agarrando el cuenco y los palillos, se inclinó hacia ellos. Por inercia, ambos jóvenes hicieron lo mismo.

—Entonces —inició, la emoción burbujeando detrás de sus palabras—, contrarrestemos los rumores desagradables.

—¿Qué?

Tanto Konohamaru y Moegi se miraron entre sí mientras Sakura acababa en calma el cuenco con arroz. Luego agarró un bollo, cuál, por una inexplicable razón, todo el tazón se volcó y las pequeñas masas rodaron por diferentes direcciones a las mesas continuas.

—¡Qué tonto de mi parte! Se resbalaron de mis manos —exclamó Sakura con pesar mientras se levantaba, y Moegi la imitó en sus acciones.

Konohamaru parecía aturdido dándole una mirada incrédula, ¿acaso era posible que se le resbalara un simple bollo a la mujer que tiene un perfecto control empuñando dos espadas al mismo tiempo? Ironías.

No le dieron oportunidad de indagar.

¡Los seis discípulos corrieron como pequeños y ágiles gatos atrapando cada bollo! Los tomaron de las manos de algunos discípulos mayores, agradeciendo con sonrisas y reverencias por recogerlo. Cada persona mayor parecía un poco aturdida por tales muestras de cortesía. Los niños no tardaron en reunirlos todos en el cuenco y detenerse frente a Sakura ofreciéndoselos.

—¡Para usted, joven maestra! —dijeron al unísono.

Justo allí, Konohamaru entendió y su mandíbula casi cae al suelo. Por supuesto, ¿De qué otra forma captaría la atención sin levantar sospechas?

Primer paso: crear un "accidente".

¡La señorita Sakura es tan astuta! pensó el menor para sí.

—¡Vaya! Que encantador de su parte recoger estos por mí —aludió Sakura haciéndose del tazón y apoyando una rodilla en el suelo. Los trazos del kimono hondearon por el movimiento y quedó a la altura de los niños—. Son tan considerados para ser todavía jóvenes.

—No es ninguna molestia —alegó el mayor de los niños, sonrojándose. Era el mismo que dio halagos inocentes a Sakura—. Los bollos son tan ricos, ¡la señorita Haruno debería disfrutarlos al máximo!

—Lo haré sabiendo que hay jóvenes tan atentos como ustedes, sin duda la próxima generación será extraordinaria —continuó el acto Sakura. Colocó el tazón en la mesa y dándoles otra mirada, esta vez, hincada mientras abrazaba sus propias rodillas y los veía curiosa—. La habilidad de cada uno debe ser asombrosa, pero de nada sirve si eres una persona grosera y antipática.

El burro hablando de orejas,* ironizaron Moegi y Konohamaru al unísono poniendo los ojos en blanco.

Los niños vibraron de emoción, sus rostros estallaron en enormes sonrisas y algunos exclamaron de asombro. Konohamaru no entendió sus reacciones hasta que uno afirmó: —¡Lo mismo dice nuestro joven maestro!

—¿Es así? —La sonrisa de Sakura no dejaba adivinar sus planes, pero por el antecedente, Konohamaru podría jurar un triunfo oculto allí—. ¿Y quién es su maestro?

—Es el segundo joven Uchiha —respondió el mayor del grupo, hinchando el pecho de orgullo al proclamar—: ¡Es el mejor!

¡Pero, ¿qué carajo?! Konohamaru pensó, aturdido mientras daba vistazos a las mesas, ¡todos parecía concentrados en el intercambio de palabras! En verdad no podía evitar impresionarse por el repentino giro de conversación, de un momento a otro sacaron a relucir al joven Sasuke, ¡y fue de lo más natural! (ignorando el hecho que Sakura tiró adrede los bollos).

—Vaya coincidencia, el joven Sasuke es mi amigo —recitó Sakura con cierto deleite juntando las palmas y los rostros de los niños parecían radiantes por el conocimiento.

—¿De verdad lo es?

—Sí, aunque también es mi salvador.

Con esta minúscula frase, ahora nadie se molestó en disimular que escuchaban. Konohamaru envió miradas asesinas cuáles fueron ignoradas a favor de atender la historia de Sakura.

Los niños pidieron con sus vocecitas que les contara porqué consideraba a Sasuke su salvador. Entonces los ojos de Sakura se hicieron media luna mientras sonreía y se incorporaba, pero inclinó medio cuerpo al frente dándoles toda la atención viéndose tan natural tratando con niños.

Inicio el relato remontándose hace años en que Sasuke la rescató. ¡Un caballero con sentido de justicia recuperó el antídoto salvándola de morir envenenada! No sólo eso, también la arrancó de las garras malvadas de unos bandidos que atormentaban a una aldea pobre.

Mientras relataba con mímicas controladas y una voz atrayente, Konohamaru no pudo evitar quedar anonadado por la manera en que Sakura obtuvo la atención de todos en el comedor con tan sólo un par de frases y una intención oculta.

¡Prácticamente todos parecían al borde de sus sillas, fingiendo comer mientras estiraban sus oídos a la historia desconocida!

Si bien los rumores de una semidemonio siendo amiga del joven Sasuke avivó ciertas opiniones, nadie sabía con exactitud dónde se originó dicha amistad, hasta ahora. Resulta obvio que no dejarían pasar la oportunidad de una buena historia por contar.

Ni que decir Moegi y él mismo, bocas un poco abiertas del asombro. Moegi le lanzó una mirada de "¡Impresionante!" cuando Sakura fue ágil al cambiar de su relato personal a uno más reciente. Aquel en que Sasuke utilizó Asesinato de Acordes para eliminar a los demonios que amenazaban a aniquilar a sus condiscípulos (evitando entrar en detalles grotescos por el bien de la mente de los niños).

Konohamaru estuvo de acuerdo con Moegi, ¡la señorita Sakura es asombrosa!

—Es rango salvaje, muy fuerte.

Sasori no necesitaba que le dijeran lo que ya sabía. No dijo nada, pero envío una mirada asesina a Ryu de pie junto a él. Ambos observaban al fantasma anónimo que seguía inmerso en su letargo dentro de la barrera establecida.

Desde que Ryu regresó a la aldea trayendo a cuestas a Kiba y Hiruzen, Sasori supo que ocurrió un gran percance para que Sakura no estuviera allí. Trató, por todos los medios, no incinerar a su propio maestro cuando este, tan descarado dijo: "Sakura está fraternizando con su próxima familia, ¡no te angusties!"

¿No debería angustiarse? ¡Prácticamente la dejó vagar dentro de un nido de víboras! Por más fuerte, leal y de palabra que fuera Sasuke, los demás eran otro cuento. Y no, no es que confíe en el Cazador Uchiha, pero debía admitir a regañadientes que lo deliberaría menos tratándose de él. Y el hecho de Ryu lo acepte sin siquiera considerarlo, le trae más furia.

Pero, lejos de tal asunto, expuso el problema inmediato de este fantasma, Menma, a Ryu. Naturalmente, su maestro accedió a darle un vistazo antes de recluirse en el Bosque de los Lamentos para evitar que la maldición recayera en él. La misma que ingiere profundas heridas en Ryu si pasa tres días lejos de dicho lugar.

Por más refunfuñado que esté Sasori, no quería que ese mal cayera en Ryu. Así que se apresuró traerlo a la aldea apenas puso un pie allí. El curso inicial era consultarlo con Sakura, pero al brillar por su ausencia tuvo que recurrir a este plan de acción.

—Sé —expresó parco Sasori cruzado de brazos—. Lo que necesito es conocer si será un problema para los aldeanos. Por lo que dijo, deduzco que su resentimiento y sed de venganza es fuerte.

—Es difícil saber si cederá por completo a dichos impulsos, por lo menos hasta que despierte —estimó Ryu entrecerrando los ojos—. ¿Qué deberíamos hacer? —murmuró para sí.

Sasori soltó un suspiro cansino. Por más que deseara deshacerse del embrollo, no le pedirá a Ryu que disipara a Menma, o nunca podría entrar al ciclo de la reencarnación. No es cruel. Pero si el fantasma se vuelve problemático, no habrá otra opción. Además, si lo desaparecen ahora, se ganarán la furia de Ayame y a su vez, la espalda del pueblo entero.

Es cuestión de conveniencia, y Ryu está al tanto de esa situación, por ello no sugirió la dispersión. Sabe que tiene la capacidad para hacerlo sin nada más que un mínimo esfuerzo. Ha visto de primera mano parte de su poder y es abismal, por no expresarlo de otra manera.

—Sakura es quien tiene más contacto con fantasmas, y tú eres prácticamente uno. Deberías saberlo mejor que nadie —esperó Sasori con rudeza.

Siempre lanzaba argumentos y sutiles especulaciones sobre Ryu en su cara, este nunca los aceptaba, pero tampoco las negaba. Como es costumbre, el hombre mayor solamente sonrió de forma misteriosa antes de chasquear la lengua y dar otro paso a la berrera. Colocó una mano allí y la barrera se cubrió de rojo, fue momentáneo, antes de regresar a un color dorado.

—Alzaste una protección poderosa, no escapará a menos que lo retires —inició diciendo al bajar la mano—. Y sobre qué hacer con él tendrá que ser conforme la marcha. Ahora está recuperando sus fuerzas, siento su energía inestable.

Sasori se mostró pensativo: —¿Habrá librado una lucha?

—Quizás. —Ryu torció la boca al girarse a Sasori—. Hay diversos motivos por el cual un fantasma de ese rango pierde parte de su energía. Así que, cuando despierte, será más poderoso que ahora.

—Genial —masculló Sasori con falsa alegría. Ryu lanzó una risa baja mientras le daba palmaditas en el hombro.

—Te sugiero que no abras la barrera hasta que estés seguro de que no dañara a nadie, puedo sentir una energía muy viciosa en él y es incierto si podrá controlarlo.

—En ese caso, utilizaré el talismán de contención que creaste.

—No esperaba menos de mi discípulo más moderado.

Sasori le lanzó una mirada mordaz y Ryu se rio apartándose de él. Dio un par de vueltas alrededor de la barrera antes de asentir y virarse de regresar a él.

—Lo dejaré en tus manos por ahora, Sakura regresará quizás en una semana...

Un tic asaltó la ceja de Sasori.

—¿No dijiste se quedaría por tres días?

—Esa fue la recomendación de la doctora, no la mía —se excusó con simpleza Ryu, extrañamente divertido. Sasori jamás lo entenderá por completo ni quería hacerlo si le daba más dolores de cabeza—. Como te decía antes que groseramente me interrumpieras, cuando ella regrese sabrá qué hacer. Y si se sale de sus manos, activa el talismán, enviaré a Shikamaru a controlarlo.

Sí, bueno. Shikamaru es una mejor opción. El joven fantasma de rango Ira es más servicial y razonable que Ryu. A veces se pregunta, quién de los dos es el mayor ahí, pero ya aprendió que no importa la edad, cuando tu mente está fracturada y tienes muchos remordimientos, es difícil mantenerse estable.

La prueba viviente: Ryu. Sasori no conocía a profundidad lo que es verídico con Ryu, su verdadera identidad, si en verdad es un fantasma, demonio o afín; lo único que sospecha tentativamente es que Ryu es el padre de Sakura.

¡Cualquiera que tenga ojos lo puede reconocer si escudriña sabiendo que busca!

Pero, como a todo lo importante y existencial, Ryu no lo confirma ni lo niega. Además, con la tendencia de cambiar en apariencia fácilmente pudo haber usurpado la identidad verdadera del padre de Sakura. Pero el nombre al que Shikamaru se dirige y el aludido niega con vehemencia alegando que lo llamasen "Toru" ...

Olvídalo, pensó frotándose la frente, no vale mi tiempo ahora.

—Y sobre el asunto de tus nuevas inquilinas. ¿Cuántos dijiste que son?

Ante el cambio de tema, Sasori sintió una palpitación en sus venas. Esto le estresa más. El asunto de Temari y la fuga de Deidara lo mantienen alerta. Al parecer Deidara no ha descubierto dónde se refugió Temari, en el pueblo no ha mostrado su rostro.

—Dos mujeres y un bebé. Y hay un semidemonio fugitivo que seguramente las busca con el fin de asesinarlas.

—¿Conseguiste tres bocas nuevas para alimentar? —inquirió Ryu con un tono de voz particular que dejó en evidencia su incredulidad.

Sasori le dio otra mirada mordaz.

—¿Qué más podía hacer? ¿Negarles la entrada?

—Si lo hubieras hecho, yo mismo estaría colmándote de una reprimenda —aseguró de forma escalofriante que no surtió efecto en Sasori. Un rasgo que alabarse, jamás a sentido miedo o intimidación por Ryu, ni siquiera de niño—. ¿Qué sabes del semidemonio fugitivo?

—Su nombre es Deidara, asesinó a todo su grupo y luego intento llevarse a Temari a quién sabe dios dónde. Sospechamos que lo controlaron o algo similar. A palabras de Temari, Deidara consideraba al grupo su familia.

—Es aún más extraño que perdiera el sentido si tenía los grilletes —estimó Ryu inclinando la cabeza, concentrando en la información—. Para saber la verdad hay que interrogarlo.

—Claro ¿por qué no se me ocurrió antes? —dijo sarcástico Sasori, pero su maestro no lo consideró así. Esbozó una sonrisa de suficiencia mientras se daba palmadas en el pecho.

—Te falta más inteligencia. Hazme caso y la obtendrás de este venerable maestro tuyo. —La alegría en que se expresó trajo una jaqueca a Sasori.

Descruzó los brazos, sus palmas desprendieron ligeras llamas ardientes y señaló la ventana con un dedo firme.

—Suficiente, si no contribuirás ¡largarte!

—¡Sasori! —jadeó Ryu llevándose una mano al pecho, fingiendo estar herido—. ¿Acaso osas a despedir así a este venerable maestro?

—¡Deja de ser dramático y vete! Ya está por caer el amanecer y se cumplirán los tres días completos —espetó repentinamente serio.

Fuera de sus quejas, no permitirá que este hombre que ha dado tanto por sus hermanos y él, se haga daño a sí mismo si puede evitarlo. Suficiente tiene con saber que Ryu le importa un comino las heridas que obtendrá si esto asegura mantenerlos a salvo, dejando en el olvido su propio dolor. Sasori perdió la cuenta de las veces que ha tenido que correr a Ryu para que llegara a tiempo al Bosque de los Lamentos sin sufrir la maldición.

Ryu lanzó media carcajada y se alejó en dirección a la ventana, misma por la que entró al principio.

—No olvides lo que te dije —le recordó sin voltear atrás—. Sin importar que suceda, llámame. Sakura es necia y no lo hará, así que depende de ti.

Apenas Sasori separó los labios para contestar, pero de un parpadeo a otro Ryu desapareció dejando un vacío en la habitación dónde antes hubo tres personas, ahora dos permanecieron. Cerró la boca con un chasquido y tomó una respiración profunda tratando de tranquilizar su mente.

Le molestaba que Ryu hiciera eso. Desapareciendo de un instante al otro. Cierto desosiego se estableció en su pecho al mirar un punto en la nada. Porque, paralelamente, de la misma forma en que Ryu desaparecía al marcharse, un día podría no regresar. Estaba cansado de ser abandonado.

Pero con Ryu no existe esa incertidumbre, con él es mayor el temor a que la maldición se intensificara en Ryu y nunca lograra salir del Bosque de los Lamentos; o viceversa, que a ellos le impidieran entrar a ese lugar para verlo.

Y eso entristecería a sus hermanos, y aunque no lo admitiera, también a Sasori.

*El burro hablando de orejas: es un modismo, ignoro si en otro países es así, pero aquí en México es tipo "no crítiques lo mismo que tú haces"

¡Este capítulo fue una batalla campal de lucha verbal y verdades a medias! La mayoría sabe, sólo que las incognitas ¿por qué Ryu lo niega? ¿Qué es su maldición? ¿Qué pasa con Deidara? ¿Y los recuerdos de Naruto (Menma)?

Dígamos que se responderán con el tiempo, ¡es parte de la trama!

(Escribir a Sakura en este capítulo fue refrescante, ¡me encanta lo descarada que es!)

Como dije, hay actualización doble, ¡pero será más tarde por la madrugada! Ahora tengo que atender otros asuntos -c pone modo serio-

Y no desesperen más, ¡EL SIGUIENTE CAPÍTULO LES PROMETO QUE SERÁ EMOCIONANTE!

Nos leemos~~~~~

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