/3/ Herencia de sangre

Términos que aparecerán dentro de este capítulo:

*Sombra: es un ente demoniaco que no tiene la fuerza sufuiciente para un cuerpo físico, pero es capaz de hacer un daño si se fortalece al alimentarse de almas vivas. En grupo son muy dificiles de derrotar. 

*Que tenga una larga y prospera vida: aquí es más como esos "buenos deseos" formales que se dan por respeto cuando se tiene un gran afectos. Será común que se diga dentro del fic.

*Anciano: aquí es más una expresión de respeto a una persona mucho mayor que un padre o maestro. 

*Guqin: Es un instrumento musical de cuerdas tradicional chino, es parecido a una cítara la cual consiste en una caja oblonga de 120 cm de largo, por 15 cm de ancho y 5 cm alrededor en sus bordes, elaborada con la madera catalpa ovata o china. (Tomando una referencia, si conocen, es el instrumento musical que útiliza Lan Wangji de Mo Dao Zu Shi).

Y suena así: 

https://youtu.be/h0AAFhx3RmA


Cuando Sakura abrió los ojos un día después de recibir el antídoto se topó con el techo de la cabaña cuyos agujeros filtran los rayos del sol.

Al principio estaba desorientada y con la mente en blanco tratando de asimilar porqué veía el techo deteriorado y no uno en buen estado. Por unos breves segundos confundió su entorno al su propio hogar, mas al no escuchar el inevitable bullicio mañanero al que estaba acostumbrada los recuerdos la golpearon abruptamente.

Recordó todo perfectamente, desde su pelea con esos bandidos hasta la espada que se atravesó en su camino evitando una muerte segura. Aquella arma no pertenecía a nadie más que Sasuke, el joven Cazador de demonios que la salvó de una muerte segura. Se tocó rápidamente el pecho, a la altura de su propio corazón sintiéndolo latir, al no sentir la dolorosa presión que le carcomía se sintió aliviada. El antídoto surtía efecto.

La incredulidad creció a tal punto de se miraba las manos y ladeaba la cabeza en busca de una silueta conocida, sin embargo, el interior no había nade más que ella. No le quedó más que sentarse apoyándose de los codos temblorosos y se quitó la manta que traía encima, deteniéndose al instante al percatarse de que no era precisamente una manta.

Acarició la tela de una textura fina y agradable al tacto, al alzarlo ligeramente descubrió una túnica azul oscuro con un estampado de abanico en grande. Ensanchó los ojos y alejó la prenda como si quemara. ¡Era la túnica Sasuke!

Escuchó una ronca risa y quitó su atención de la tela topándose con una cara conocida.

—¡Abuelo Hiruzen! —exclamó sorprendida.

—Sakura, ¿cuántas veces te he dicho que no te metas en problemas? —alegó el anciano entrando a la cabaña cargando una cubeta con agua. La depositó en el suelo mientras se sentaba a su lado y Sakura desviaba la vista, apretando los labios casi indignada.

—Yo no me metí por voluntad en ningún problema. Simplemente los aldeanos decidieron inculparme de atacar a sus comerciantes ¿y quién soy yo para contradecirlos? —alegó cruzándose de brazos de la misma forma que siempre lo hacía para evitar la mirada de Hiruzen—. Al final, no creyeron en mis palabras. No me importaría si no fuera porque no quisieron venderme comida.

—Debiste ir a verme entonces.

—¡Eso intenté! Pero el jefe del pueblo me descubrió mientras me escabullía y me corrió con su juguete favorito —hizo una mueca al recordar el latigazo que recibió en el brazo mientras huía, sus manos sirvieron de escudo para que ningún golpe cayera en su rostro.

Deslizó la manga de su kimono y notó su brazo vendado, al igual la pierna en dónde la espada del bandido le hirió. Supuso que el anciano se encargó de limpiarle la herida de la pierna y cambiar las vendas de su brazo.

—Gracias por curarme, abuelo.

Hiruzen la sonrió mientras exprimía un paño limpio, se estiró para limpiar los rastros de sudor en su frente.

—No es a mí a quién deberías dar las gracias.

Sakura sabía perfectamente a quién se refería. De nuevo se mostró un poco escéptica y dio otro vistazo a la ropa que jugaba entre sus dedos.

—¿Dónde está él?

—Seguramente no tardará en llegar. Fue a la aldea Mayu —respondió a la otra pregunta no formulada, y tras mencionar el nombre de la aldea, la joven se tensó y apretó la tela revelando su disgusto.

—¿Acaso fue decir mi ubicación? —gruñó por debajo.

El anciano le dirigió una corta mirada, y negó con la cabeza, casi como si se riera de sus conjeturas.

—Por supuesto que no ¿Qué caso tendría el haberte salvado si luego te entregaría?

—Seguramente estará tras la recompensa.

—Niña tonta. —Hiruzen le dio un golpecito en la cabeza y Sakura se encogió de hombros—. Ese joven maestro fue a entregar a los verdaderos culpables de los asaltos. Ya te he dicho que no desconfíes demasiado de las personas.

O más bien, especialmente de él, quiso decir el curandero mas se lo guardo para sí. Sakura no vio lo que estuvo dispuesto a dar y lo que hizo por ayudarla. Desde ofrecer en desespero sus monedas hasta capturar a los bandidos y llevarlos a la aldea para así limpiar el nombre de Sakura.

Sabía que a la pelirrosa no le interesaba en lo absoluto limpiar su nombre, cuando se trataba de ella misma no media las consecuencias y se lanzaba al peligro con tal de salvaguardas a sus seres queridos. Era tan temeraria que temía un día de estos sus locuras terminara en desgracia.

Afortunadamente en esa ocasión se toparon con un joven cazador de demonios tan desinteresado en las apariencias y los chismes. Incluso para él fue una sorpresa, ¿un Cazador de demonios defendiendo a una semidemonio? En un principio no supo que pensar, pero tras ver sus acciones y leer sus intenciones quedó en claro que ese joven era singular y único.

—No desconfío en las personas, sólo en todos los humanos... excepto de ti, abuelo —rectificó ella de inmediato.

Hiruzen se rio sumergiendo el paño en la cubeta.

—Eso lo dices porqué siempre curo tus heridas.

—¡Por supuesto que no! —Terminó apoyando las manos a sus costados, casi como si estuviera exaltada ante el pensamiento del curandero—. Tú me acogiste de niña y siempre me haz cuidado. Sé que jamás me traicionarías.

En el anciano era el único humano en el que podía confiar plenamente, darle la misma daga y saber que jamás la utilizaría para matarla, aún si supiera todo de ella y los demás la catalogaran como el mismo demonio, Hiruzen jamás dudaría de su inocencia.

—Nunca lo haré —rectificó Hiruzen ahora dándole unas palmaditas en su cabeza—. Pero no porque algunas personas te hagan daño, no quiere decir que los demás lo harán también. Habrá alguien como yo que estará dispuesto a desafiar la lógica común.

La joven no respondió, tampoco había necesidad de hacerlo. Simplemente desvió la vista cuando su mente traicionera le presentó el rostro de Sasuke ¿por qué, entre todas las personas, él decidió ayudarla? El hecho de que era un Cazador de demonios ya abría paso a mantenerse en guardia a su alrededor, siendo una semidemonio el vivir en constante peligro y desairada era común como cansado.

Por eso estaba sorprendida sobre la actitud de Sasuke ¿lo hizo por lástima o por qué estuvo dispuesto a creerle? Sea lo que sea Hiruzen tenía razón en que debía agradecerle correctamente, no quería sumar "malagradecida" a la lista grande que tenían sobre los de su especie. Siempre debía tomar en cuenta que, hiciera lo que hiciera englobarían a todos sin distinción, y lo comprobó con esos bandidos que usurparon su origen. Pusieron la etiqueta de "ladrones" a todos los semidemonios, sin excepción alguna. Todos creyeron esa vil mentira.

Sin embargo...

—¿*Anciano Hiruzen? ¿Se encuentra aquí?

Él no creyó.

La voz de Sasuke la sacó de su ensoñación, giró inmediatamente la cabeza a la puerta por dónde el joven cruzó, en sus brazos traía una bolsa de cuero. Cuando sus ojos se cruzaron, Sakura desvió la vista de inmediato haciendo un mohín ante su propia mala suerte, ¡aún no había preparado sus disculpas formales!

—Buenos días, señorita Sakura —saludó el Cazador sin acercarse, se desvió a la mesa que anteriormente despejó y colocó ahí la bolsa de cuero, en su espalda colgaba una cuerda en el que tenía amarrados un par de aves muertes—. ¿Se siente mejor?

—Estoy, ejem, mejor —se aclaró la garganta al sentir su voz diminuta. De reojo se percató de la sonrisa divertida de Hiruzen y en su mente refunfuñó ¿Por qué Sasuke continuaba hablándole así? —. No me duele el pecho.

Sasuke asintió aceptándolo, aun así, miró al curandero buscando una segunda opinión. Hiruzen ocultó una sonrisa mientras exprimía el paño y lo dejaba extendido en el respaldo de la silla.

—El antídoto funcionó debidamente, Sakura ya no corre ningún peligro por ahora. Bastarán un par de días para que esté completamente bien y nos marchemos.

—Pero no disponemos un par de días —replicó la chica apenas terminó su veredicto—. Tenemos que partir mañana si queremos llegar a tiempo.

El silencio no fue tan corto, mientras Sasuke que estaba sacando de la bolsa un par de frutas y semillas para dárselos a la chica. Y Hiruzen la miró fijamente.

—¿Por qué tanta prisa por regresar?

—Ya transcurrió medio mes desde que salimos de casa, si nos retrasamos un día más no llegaremos a tiempo a lo estipulado y se preocuparán por nosotros —dictó ella quitándose flexionando sus propias piernas, sus intenciones de levantarse fueron evidentes. Hiruzen no se movió, Sasuke intentó acercarse deteniéndose en el último segundo al pensar que su acción provocaría incomodidad.

—No respondiste debidamente la pregunta. —Hiruzen se giró completamente a ella—. ¿Por qué tanta prisa en regresar? —repitió lentamente.

Los hombros de la chica se contrajeron y bajó la vista sin decir media palabra, tras transcurrir unos minutos en completo sepulcro el anciano lo tomó como el indicativo que no planeaba decirle nada. Suspiro mientras se incorporaba cargando la cubeta con agua sucia. Los trapos que utilizó para tratar su fiebre durante la madrugada estaban limpios.

—Nos iremos mañana, pero no es porque tú lo quieres así. Allá crecen las plantas que necesito para eliminar completamente el veneno de tu cuerpo.

Hiruzen salió después de tomar las aves recién cazadas que Sasuke sostenía dejándolos solos en un incómodo silencio.

No quería hacer una pregunta inoportuna, así mantuvo los labios sellados mientras veía a Sakura agachar la cabeza y quedarse muda, con los ojos fijos en sus dedos que frotaba entre sí en aires pensativos. Desvió constantemente la vista y terminó suspirando. Como si quedarme callado resolviera algo. Así que se hizo acopio de su serenidad y se acercó ocupando el lugar que el anciano dejó vacío.

—Tome esto, necesita recuperar fuerzas, por lo menos hasta que esté la cena —dijo extendiendo un pañuelo que resguardaba semillas. Las manos contrarias lo tomaron sin rechistar, y alzó la vista haciendo contacto visual.

Sasuke extrajo una pequeña vaina de la funda que colgaba de su cintura y comenzó a pelar la manzana roja, todo bajo la atenta mirada de unos ojos verdes que permanecieron expectantes y sus manos jamás tocaron las semillas. Se preguntó qué estaría pensando exactamente Sakura, todo a su alrededor parecía tan enigmático.

—¿Quieres saber lo mismo que el abuelo? —Soltó ella aún sin despegar la vista de él, entrecerrando sus propios ojos en sospecha.

—No sabía que el anciano Hiruzen era su abuelo —contestó él sin dejar de pelar la manzana, enfocado en esa tarea en particular—. Y no respondiendo a su pregunta, no es de mi incumbencia saber sus motivos.

Habría sonado grosera su frase si fuese dicha por otro que no fuera Sasuke, sentado con la espalda recta frente a ella utilizando una voz conciliadora mientras pelaba con magistrales movimientos una manzana. Jamás pensó que una acción tan sencilla pudiera ser una vista interesante.

Quizás fue por la misma razón que él no la presionó de ninguna manera que nuevamente sus labios se movieron en contra de las órdenes de su mente y terminó diciendo parte de sus razones.

—Si no regreso pronto no me dejarán salir de nuevo —dijo fijándose de reojo de la reacción del azabache, en ningún momento su temple sereno cambió. A medio terminar de pelar la manzana y con la cabeza ligeramente inclinada a ella dándole a entender que la escuchaba, la motivó a continuar—. Son... un poco sobreprotectores sobre a quién dejan salir.

—Lo imagino. —Asintió cortando la manzana en pedazos—. Siendo una aldea de semidemonios y las complicaciones que tendrían entre la sociedad, es entendible que sus mayores cuiden la integridad de los demás.

Sakura se tensó ante sus palabras maximizando sus sentidos, y Sasuke percibió el repentino cambio de postura, así que se apresuró a aclararle.

—Sé lo que todo el mundo: que es una aldea escondida a la vista de todos dónde sólo viven los semidemonios. Nadie más que ustedes mismos conocen su ubicación exacta; y eso no debería cambiar —agregó a lo último su opinión personal basado en la previa experiencia con los aldeanos y los bandidos. Si las personas con intenciones similares a ellos supieran la ubicación de dicha aldea no dudaría en complicarles la vida.

Con ese pensamiento terminó de cortar la manzana y la colocó sobre el mismo pañuelo que Sakura sostenía, las nueces y semillas seguían intactas. Torció un poco el gesto sin decir nada al respecto, en cambio continuo el tema principal mientras limpiaba los restos de la fruta del cuchillo con otro paño y lo metía a la funda.

—Pero no creo que el verdadero motivo sea tan superficial ¿no es así?

Sasuke la miró y por la forma en que Sakura evadió la vista y torció la boca supo que dio en el blanco. Sakura no se veía una persona superficial, a simple vista y gracias a sus breves momentos en que intercambiaron palabras, dedujo que ella poseía un corazón valiente y temerario debajo de toda la ira y resentimiento que destilaban sus palabras.

—Humm —murmuró la semidemonio dando el primer bocado de la manzana, masticando suavemente un poco impresionada y vulnerable a que el Cazador haya visto a través de ella, ¿qué más daba? Podía compartirle con él el verdadero motivo. Tragó antes de hablar—. Tienes razón. Temo a que los aldeanos vengan a buscar a mi abuelo, son muy altaneros y creen que él les pertenece sólo porque le dieron trabajo por unas semanas.

—No se preocupe por los aldeanos, tienen demasiada vergüenza conmigo sobre el malentendido, mientras yo esté con ustedes no se acercarán —dijo recordando los rostros rojos de los aldeanos, especialmente el del jefe cuando lanzó a los bandidos y explicó la situación.

Si bien no reaccionaron ante la inocencia de Sakura, sí que lo hicieron cuando les mencionó que no buscarán a Hiruzen porque no iba a regresar jamás. Se mantuvo firme a los ruegos que le suplicaban ayuda en convencer al curandero a que regresara, hizo caso omiso y se marchó sin remordimiento.

Y por la mirada dudosa y falta de credibilidad de la pelirrosa, ella no creía que los aldeanos estuvieran quietos.

—De cualquier forma, se irán mañana —retomó aclarando su garganta mientras se incorporaba—. Descanse mientras tanto, iré a ayudar a preparar la cena.

Sakura no le quitó la mirada de encima mientras se alejaba por la puerta. Las semillas y manzana pesaron más a medida que la opresión de su pecho se hacía más grande al pensar que mañana vería esa misma espalda alejarse de ella.

Sin saber identificar su propio sentir, continúo comiendo ideando un agradecimiento adecuado para Sasuke. No debía olvidar que le debe gratitud, y siendo sincera, hasta la vida misma. ¿Qué habría sucedido si Sasuke no hubiera a tiempo? Estaría muerta, sin duda, ya fuera a manos de los bandidos o por el mismo veneno.

Dejó escapar un suspiro y se centró en terminar las semillas.

—¿Necesita ayuda para subir?

—Yo puedo sola.

La réplica de Sakura sonó demasiado seca y terca incluso para ella que, por un momento, de pie en medio del bosque y frente al caballo marrón teniendo los ojos negros del Cazador sobre su persona, se sintió algo grosera. Así que se apresuró a corregirse:

—Ya he montado a caballo antes, y ya no siento tanto dolor —dijo después de unos segundos observando discretamente la reacción de Sasuke.

El joven se mantuvo tranquilo y solamente asintió, jalando las riendas del caballo haciendo que se inclinará. Así no tendría que dar un salto completo para subiese a su lomo, no tuvo dificultad en montarse y una vez que se afianzo a las cuerdas, Hiruzen se posicionó detrás de ella. Una vez que estuvieron afianzados en el lomo del animal, este se levantó suavemente dando pasos rítmicos, Sakura se agarró fuerte tensando un poco el cuerpo y las riendas. Sasuke le pasó el control de las riendas a Hiruzen quién le sonrió de la misma forma que le sonreía a ella: como un nieto.

—El caballo era de un comerciante, así que soporta viajar grandes distancias, pueden descansar cada tres o cuatro horas. Manténganlo hidratado y alimentado y los llevará con bien. —Les aconsejó Sasuke dándole palmaditas al cuello del caballo, quién relinchó ligeramente. Desde el otro lado Nana hizo el mismo sonido e inmediatamente se distrajo comiendo las frutas que le dio con anterioridad.

—Agradezco tu ayuda, joven maestro. A pesar de que te insistí en no compraras el caballo...

Negando con la cabeza, el aludido se encogió un poco de hombros cortando en ademanes su agradecimiento, no estaba acostumbrado a recibirlos y el que Hiruzen le expresara su gratitud le incomodó un poco, no quería que pensaran que los ayudó por algún beneficio o lástima, en verdad sintió la necesidad urgente de hacerlo, de ninguna forma quería ser malinterpretado.

—... Y también nos diste tu recompensa —siguió diciendo el anciano señalando las bolsas colgadas en la parte trasera del caballo—. Es excesivo.

—Antes de que encontrara a la señorita Sakura estaba buscando a quién darle el lote de verduras, así que no lo considere excesivo, por favor —pidió el joven con un amago de sonrisa. 

https://youtu.be/vs3iq950TrI

Sakura tuvo que parpadear dos veces con discreción al ver esa línea de su boca apenas curvarse, tan pronto como apareció se escondió detrás de toda esa serenidad. Y Hiruzen sintió mucha gratitud a la ayuda desinteresada de este joven, así que agachó su cabeza en señal de su agradecimiento.

—*Que su vida sea larga y prospera, joven Cazador —le deseó con sinceridad.

—Lo mismo para usted, anciano Hiruzen. Espero que ambos lleguen con bien a su destino.

Sasuke miró a Sakura esperando a que le dijera algo, pero la chica había desviado la vista y apretado las riendas del caballo, sus labios contraídos y ojos inquietos en señal de que tenía una batalla interna consigo misma. Supuso que no le gustaba las despedidas o simplemente no quería hablar.

Un poco decepcionado, se inclinó a ellos respetuosamente y regresó a montar a Nana. Él debía irse primero. Aunque Hiruzen ni Sakura no lo dijeron debidamente cuando preparaba al caballo que compró durante la noche, era obvio quién partiría primero y no miraría atrás. La ubicación de la aldea de los semidemonios es un secreto para la sociedad y ellos no se arriesgarían a que los persiguiera. Por supuesto él no tenía razones para seguirlos y no quería darles más incertidumbres.

Ya sobre el lomo de Nana, tiró de sus riendas indicando el camino a seguir siendo el lado opuesto. Les dedicó un vistazo, y tras un asentimiento, le ordenó a Nana que comenzara a andar. A pesar de que perdió la esperanza a despedirse debidamente de Sakura, ella lo sorprendió gritando su nombre tan familiarmente.

—¡Sasuke, espera!

Detuvo a Nana y ladeó la cabeza sobre su hombro. Sakura seguía en el mismo lugar con la diferencia de que se había inclinado un poco y tenía las mejillas rojas de vergüenza. Él mismo estaba impresionado de su arrebato de gritar, pero no lo demostró abiertamente al estar acostumbrado a guardar la compostura. Solamente la miró, y eso fue suficiente para la chica en saber que captó su atención.

—Yo... Agradezco que me hayas salvado la vida a pesar de que no debías. Jamás lo olvidaré.

Si Sakura conocía la vergüenza, tuvo que dejarlo de lado para tragarse su orgullo de "desprecio a los humanos" y ser sincera ante sus propios sentimientos. No mintió cuando soltó sus palabras, expresando tanta gratitud y la vida misma. Quería ver más de esa expresión de Sasuke, por muy poca que fuera. Notó que los agradecimientos no iban con él, por eso detuvo a su abuelo cuando este le agradecía. Esperaba que los suyos no fueran desairados.

En cambio, se llevó la grata sorpresa de la primera sonrisa verdadera de Sasuke. Parecía un repentino rayo de sol en medio de un frío invierno, tan cálido sin la necesidad de ser tan llamativo. Lo justo y necesario para impactar a cualquier persona, con sus ojos negros obsidiana revelando sus emociones y la comisura de su labio ligeramente alzada mientras su voz suave, pero no menos grave resonando desde la distancia.

—Sólo hice lo correcto —dijo e hizo una reverencia a su dirección—. Que tenga una larga y prospera vida, señorita Sakura.

Sus ojos verdes jamás se despegaron de su espalda a medida que lo veía desaparecer por el sendero del bosque. Hasta que perdió el punto negro de la silueta de Nana en la lejanía, fue cuando agachó la cabeza cabizbaja y decaída. En verdad le había agradado el joven en el breve lapso que convivió con él. Jamás había conocido a un joven humano —y un Cazador de demonios, cabe destacar— tan sereno que no se dejaba intimidar a las malas.

Quizás fue el hecho de que no se dejó influenciar por las opiniones de los demás respecto a su persona que la convenció de que ese joven era de fiar. Hasta el último momento estuvo dispuesto a ayudarla tras adquirir el caballo sólo para que llegaran pronto a casa y dándole alimentos que fácilmente abastecería a cincuenta personas.

Hiruzen captó su estado de ánimo, sintió las palmaditas en su cabeza y ladeó la cabeza mientras hacía un puchero. La risa de su abuelo tenía tintes divertidos.

—Que la tristeza no embargue tus pensamientos, Sakura. Si el destino así lo quiere volverán a encontrarse algún día. Sólo no olvides tu deuda de vida.

—No lo haré —aseguró firme la joven.

De lo que podía estar segura era que nunca olvidaría al joven cazador de demonios que la ayudó cuando estuvo a punto de morir y defendió su honor sin pedir nada a cambio. La ironía más grande fue "El Cazador y la semidemonio", sí, sería una gran historia que contar a los niños alrededor de la fogata en la próxima luna llena.

Y mientras sus pensamientos se dirigían a todas direcciones finalmente Hiruzen hizo avanzar al caballo en el sentido contrario, directo a su hogar. 

La Villa de Fuego era conocida por albergar al poderoso Clan Uchiha, Cazadores de demonios de renombre cuya reputación estaba a la altura de su fama. Asentado directamente entre las montañas y ricos, divididas en diferentes secciones pero siendo la misma entrada. Un sendero que se abría paso desde las faldas de la montaña que se extendía a una escaleras infinitas y espacios abiertos abundantes de fauna que dirigían a las otras secciones.

En la parte más alejada y centrada de las montañas se hallaba el dojo principal, ahí vivían los que se entrenaban para ser Cazadores de demonios y la familia principal. Como parte de los dos grupos, Sasuke caminó hasta el final. Jalando las riendas de Nana, a paso lánguido cruzó la barrera natural de árboles y la zona protectora de la Villa. Los centinelas le saludaron respetuosamente y les devolvió un asentimiento de cabeza.

—Joven maestro, bienvenido. —Uno de los centinelas se inclinó ante él.

—¿Saben dónde está mi padre?

—El líder se encuentra ahora mismo en una reunión con los sacerdotes.

Frunció el ceño. El que se haya reunido con los sacerdotes significaba que tendría más presión en sus hombros. Lo sintió tan pronto como lo recordó, y no puedo evitar soltar un fino suspiro. El momento había llegado, lo presintió en el instante en que dio un paso fuera de la Villa buscando la "encomienda" de Fugaku.

Su padre no lo envío exclusivamente a él a buscar el pergamino porque fuera adecuado para la situación, más bien, para mantenerlo alejado y así discutir sin inconvenientes el asunto.

—Y el maestro Hatake solicitó su presencia apenas arribará —agregó el centinela.

Está vez su rostro se suavizó. Rebuscó en el interior de su manga extrayendo un rollo rojo que colocó en las manos del discípulo.

—Dale esto a mi padre y dile que lo veré cuando llegue el momento.

Continuó su andar tirando de las riendas como acostumbraba siguiendo la rutina. Primero se dirigía a su habitación ubicada colina abajo del dojo principal, al este cruzando un pequeño prado de flores silvestres y árboles de durazno. Su lugar de confort y descanso en el que pasaba horas y horas meditando sin sentirse abrumado por las expectativas puestas en él.

Con calma quitó la montadura de Nana y la dejó andar a sus anchas, la yegua apreciaba mucho su libertad y cada que tenía oportunidad se perdía entre los fogosos árboles. De repente sintió que algo se arrastró entre sus pies, bajó instintivamente la vista sabiendo de qué se trataba y apenas percibió el pequeño borrón blanco, una pequeña cabeza de hurón asomándose entre la hierba y después el animal se alejó corriendo dejando a su paso un pequeño durazno cual recogió con una expresión divertida.

—Momo, saluda correctamente —le reprendió a sabiendas que lo ignoraría.

Decidió prestarle atención más tarde y se adentró a su habitación lanzando el durazno al aire. Apenas abrió la puerta y notó un par de botas en el recibidor. Sólo dos personas entraban tan familiarmente a su habitación. Rápidamente dedujo quién era y lo confirmó al adentrarse completamente.

—Hermano —lo llamó atisbando cierto regocijo.

Itachi desentendió su atención del pergamino que leía y le sonrió alegre. Por supuesto únicamente su maestro y hermano eran los únicos que pasaban a sus aposentos con toda la confianza posible.

—Sasuke, bienvenido.

Su hermano era mayor por cinco años y cualquiera que lo viera lo confundiría con él. Ninguno de los dos sabe con exactitud si Sasuke se parecía a Itachi o si Itachi se parecía a Sasuke. Idealmente debía ser lo primero, pero su hermano siempre le gustaba aclarar que "me parezco a mi adorable hermano menor" esbozando una sonrisa que no aceptaba réplicas. Sólo con un par de centímetros más alto y el cabello largo hasta la media espalda agarrada en una coleta de lado. Ojos carbón que, a diferencia de Sasuke se muestras siempre con una chispa de alegría y diversión. No había ser imparable y más amable que Itachi.

—¿Qué atrasó tu regreso? En la carta que enviaste no explicaste mucho —preguntó Itachi enrollando el pergamino.

Le dedico una mirada de reojo, Sasuke se sentó a su lado derecho dejando un durazno sobre la mesita y sirviéndose un poco del té que trajo consigo para recibirlo. No habló inmediatamente e Itachi estimó que considera sus palabras, se enderezó alimentando más su curiosidad.

Fue paciente mientras escuchaba su relato, y cuando Sasuke le contó sobre su travesía se mostró visiblemente sorprendido. Dejando de lado su enfrentamiento con un demonio que destilaba veneno, la parte más impactante fue lo que hizo después dé: ayudó a una semidemonio. No sólo eso, le salvó la vida.

Itachi poseía la mente abierta y tenía respeto por todo ser humano y animal, eso incluía los semidemonios. Mantenía la misma postura que su hermano menor, esas criaturas eran como ellos, con la única diferencia que sus orígenes databan en el infortunio. Tuvieron la mala fortuna de nacer diferentes y lo diferente, o impresionaba o generaba miedo.

Desafortunadamente no todo el mundo sabía que los semidemonios no desencadenaban maldiciones sólo por tener grilletes que restringían su poder. Sintió orgullo hacia Sasuke y le elogió por seguir sus propios ideales.

—Es bueno saber que consideras a los semidemonios como personas.

—Tienen un lado humano —rectificó.

—Lo sé, pero no todos piensan así. —Itachi dio un sorbo a su té, con un amago de sonrisa cansina—. Cambiar la mentalidad de una persona es difícil, ahora imagina influir en la mente de toda una sociedad. Un esfuerzo poco fructífero si se abarca de la forma equivocada.

Itachi está en lo cierto, las personas son tan volátiles y constantemente reajustan sus pensamientos. Aquello le pareció mucho más injusto e inevitablemente se indignó, apretando los puños a la altura de las rodillas.

—Pero cómo son tratados...

—La sociedad lo aceptará eventualmente. —Le alentó dándole palmaditas en sus manos. El agarre se suavizó y el temple de Sasuke también—. Han pasado treinta años desde que obtuvieron su libertad y dejaron de ser esclavos. Tengo entendido que al principio eran menos aceptados que ahora, es cuestión de tiempo.

Sus declaraciones consiguieron calmarlo, siempre lograba ese efecto de aceptación en su hermano menor. Le recordó una ocasión de niño, Sasuke no tenía más de seis años y jugaba por el jardín buscando bichitos con los cuales entretenerse en sus escasos ratos libres, una ocasión se encariñó tanto con una oruga que lo traía a todos lados y cuando la oruga se envolvió en su propio capullo Sasuke se lamentó y pensó que había muerto. Pacientemente Itachi le aseguró que la oruga volvería, sólo que diferente y quizás no podría conservarla. A pesar de que hizo pucheros y se cuestionó de por qué no lo tendría consigo, creyó en que la oruga estaba viva.

Ese mismo sentimiento de certeza a lo que le asegura no se había ido. Si el mundo parecía desmoronarse e Itachi le decía "Está todo bien" le creería sin dudarlo.

Muchos lo catalogaban una fe ciega en su hermano o ingenuidad, él lo llamaba creer en la persona que lo protegió desde niño a pesar de que los Ancianos del clan constantemente lo mantenían apartado de la familia principal y se le prohibía la entrada a su pabellón a excepción de sus nodrizas y maestro, o en el remoto caso, a sus padres.

—¿Jóvenes maestros?

Sasuke salió de sus pensamientos al escuchar los toques suaves de un discípulo.

—¿Qué necesitas? —Itachi preguntó subiendo el tono de su voz.

—El líder del clan solicita la presencia del joven Itachi en la Sala de Reuniones.

Itachi entrecerró los ojos al ladear la cabeza, su sonrisa desapareció. Su padre mandó por su presencia y estaba con los Ancianos, aquello podía significar una sola cosa: el santuario en el que Sasuke pasaría tres años en reclusión ya estaba listo para recibirlo. El pánico corrió por sus venas y tuvo que respirar discretamente para no pararse de sopetón e ir como un torbellino resentido con el líder del clan.

—Iré de inmediato —dijo en el mismo tono y los pasos se alejaron.

Permanecieron en silencio por unos breves segundos. Itachi dirigió su vista a Sasuke que seguía apacible, con la espalda recta y bebiendo sin inconvenientes el té, como si el discípulo no habría aparecido en ningún momento.

—Sabías que nuestro padre está una reunión con los Ancianos del clan. —Fue una afirmación. Sospechó desde el principio que Sasuke tenía conocimiento de ello. El menor asintió bajando las manos con la taza sin perturbar su expresión. Su reacción significaba que conocía lo que se avecinaba incluso si no lo había escuchado directamente, se tenía la facilidad de deducirlo.

—No te sientas dividido. —Le interrumpió levantándose después de acabarse del té. Si Itachi fue convocado sólo significaba que le pedirían que lo escoltaran personalmente, pero no lo dejaría, se adelantaría a los hechos—. Estás obligado a escucharlos si serás el siguiente líder de este clan.

—¿Acosta de tu seguridad? —La ira contenida se entre dejó escuchar en su voz.

—Es nuestro deber cumplir con las tradiciones de los sacerdotes y tú tienes que aceptarlo sin reparos.

—Aún no soy el líder, faltan años para eso. Puedo oponerme.

—Pero estás aprendiendo para que seas el líder más sabio que haya tenido hasta ahora el clan.

Las implicaciones de sus palabras dieron una fuerte impresión en Itachi. Su padre le decía que debía ser "el mejor" que sus predecesores, los Ancianos decían "el más sensato". Sonrió. Su hermano siempre sabía que decir.

—La sabiduría se adquiere con el conocimiento —recitó cual libro—. Pero sigue sin parecerme justo.

Sasuke sonrió un poco mientras se alejaba por su habitación en busca de un conjunto de yukata que le hiciera sentirse cómodo.

—Ve, hermano. Iré con el maestro Kakashi primero. Nos veremos después.

Fue el turno de Itachi en apretar los puños a sus costados dedicándole una intensa mirada. Al transcurrir unos breves segundos, sus hombros decayeron un poco y asintió, rendido a la situación, y se marchó no sin antes dirigirle un último vistazo a su hermano que lo veía con el rostro más sereno posible a pesar de la tortura que pronto soportaría.

—Maestro Hatake, el segundo joven maestro ha venido a verlo.

Kakashi se giró completamente a la puerta por dónde entró pasiblemente Sasuke con los pies descalzos vistiendo una ligera yukata gris y un listón azul amarrado por la cintura. Pareciera que apenas lo hubiera visto ayer cuando estuvo fuera por una semana completa.

—Gracias, puedes retirarte —despidió a uno de los tantos sirvientes y se quedó a solas con su alumno—. Es bueno verte, Sasuke.

—Maestro ¿Llamó por mí? —Y como siempre recibió su saludo formal, acompañado por esa expresión serena. Incluso sabiendo que se acercaba un tiempo de tormento no perdía la compostura. Atisbos de amargura pasaron en los ojos de Kakashi.

—Ya tengo listo tu *guqin.

Esta vez los ojos de Sasuke brillaron, acercándose con cierta rítmica a la mesa en el que reposaba su más fiel compañero de batallas y noches solitarias, reposando se encontraba un instrumento de madera largo de siete cuerdas: guqin. Se inclinó a sostenerlo entre sus brazos y el peso se sintió familiar.

Antes de partir la semana anterior, accidentalmente Nana aplastó el guqin partiéndolo en tres pedazos, al ir de salida le pidió a Kakashi que lo arreglara mientras volvía. Lo habría hecho él mismo al regresar, pero sabía que no tendría la oportunidad. Así que Kakashi preparó el instrumento y a menos que fuera estrictamente necesario, no saldría del santuario en el que estaría recluido.

—Hice más resistentes las cuerdas, preparé otros seis metros por si llega a romperse en combate. —Kakashi le entregó una esfera en el que se enrollaban las cuerdas.

—Gracias por arreglarlo por mí, espero que no haya otro percance. Pero sin Nana cerca dudo mucho que sufra otro accidente —dijo Sasuke sosteniendo con fuerza el guqin, jugando ociosamente con las cuerdas. El sonido que emitía era tan nítido y bajo, evocaba la agudeza y tranquilidad, todo lo contrario a lo que sentía en ese momento.

De lejos no se lograba apreciar el ligero temblor de sus manos, pero Kakashi siendo el experto en interpretar las reacciones de su alumno notó de inmediato el desosiego en su mirada y el atisbo de resignación en su semblante. Se acercó sin dudarlo con la urgencia escondida en su mirada.

—¿Estás seguro de tu decisión? Aún puedes reconsiderarlo —cuestionó.

Sasuke continuó jugando distraídamente las cuerdas, quedándose callado un breve momento antes de hablar, estaba seguro que buscó serenidad desde lo más profundo de propia cordura.

—Tengo que intentarlo otra vez.

Bastó dicha frase para crispar el rostro de Kakashi.

¿Otra vez? —casi gruñó. Pocas veces su maestro perdía la compostura, y esta era una de ellas.

Sí, otra vez. El joven apretó los labios. ¿Cuántas veces había dicho esa frase? No llevaba la cuenta, pero sabía que un sinfín desde los ocho años.

—Maestro...

Kakashi se negó a dejarlo continuar. Su mano entorno al hombro se tensó.

—Sabes que estoy en contra a que te recluyas cinco años en el santuario y entrenes con los sacerdotes. ¿Recuerdas como saliste de ahí la última ocasión?

Los dedos de Sasuke se detuvieron en las cuerdas desentonando el rítmico sonido, fue un estruendo que llenó el silencio. Con ojos vacíos respondió después de unos segundos:

—Al borde de la muerte. 

Existen dos tipos de energía para los humanos. La más común la predominaban "espiritual", que todos sin excepción, la tenían. Algunos se hacían acopio de dicha energía y entrenaban para mantenerlo bajo control y potenciarlo, así nació el término Cazadores de demonios; y otros decidían no complicarse la vida y vivían como civiles.

La otra energía iba más allá de la espiritual, parecido a ascender un escalón más y se abrían los canales de energía dentro del cuerpo así obteniendo el don de la purificación; pero no era tan sencillo, algunos incluso morían intentándolo y los que lograban despertarlo, lo utilizaban como último recurso ya que el usarlo provocaba la muerte súbita. Hace siglos los Cazadores morían a diestra y siniestra por este hecho, al luchar contra los demonios arriesgaban su vida en combate.

Este inconveniente fue levantado en clamor a los Cielos por los fieles creyentes. Los Cielos no sólo bendijeron a simples animales con dotes espirituales, también a respuesta de sus oraciones donaron una pequeña cantidad de sus poderes a dichos devotos, especialmente a los sacerdotes y sacerdotisas que consagraban su vida a seguirlos.

Una mujer en especial, data las leyendas, se trató de la primera sacerdotisa que fue bendecida con un poder purificador que fue capaz de asesinar a miles de *Sombras con sólo batir su abanico y no morir en el intento. Después en sueños le confirmaron que recibió el don de la purificación: no moriría después de purificar demonios no importaba cuantas veces lo utilizara, pero a cambio debía cumplir una misión encomendada por el mismo Cielo.

A diferencia de la energía espiritual en dónde asesinabas en combate físico a los demonios o espíritus, la energía purificadora se canalizaba en rituales y pergaminos sin mucha intervención física, algunos ni siquiera sabían blandir una espada con el poder de los propios conjuros bastaba en eliminar un ente. Por su puesto un Cazador normal sería capaz de realizar dichos conjuros a menor escala, pero no tendría la misma eficiencia debido a las consecuencias de su máximo uso. Más si el que obtenía el don de la purificación y se entrenaba como Cazador era otro tema.

Dicho don ha pasado en descendencia desde aquella sacerdotisa legendaria. Su estripe se extendió por décadas y se le encomendó una importante misión, por lo tanto, cada primogénito heredaría el poder y seguiría con la labor. Así ha sido durante quinientos años sin falta.

https://youtu.be/OG4Vdh0th70

Entonces ¿Existía explicación de que Sasuke, siendo el primogénito de una sacerdotisa con poderes purificadores, no hubiera nacido con esa herencia marcada en la sangre? ¿Los cielos se equivocaron y decidieron retirar su don o sólo era porque él nació defectuoso?

Sasuke ya no lo sabía. Hasta ahora, a sus diecinueve años no conocía la verdadera razón por la cual no ha manifestado sus poderes de purificación. La misma razón que desde niño, al no mostrar señales de manifestación se le haya sometido a un riguroso y terrible entrenamiento.

Día tras día. Semana con semana. Año tras año.

Nunca paraba. Debía sí o sí manifestarlo. Pero a estas alturas de su vida incluso él se había rendido. Si no se manifestó en todos estos años ¿habría una diferencia someterse forzosamente a que le abrieran día tras día los canales espirituales en busca de su poder?

Le recorrió un escalofrío por su columna, desde que arribó a su hogar intento no pensar en las implicaciones de estar recluido en el santuario con los sacerdotes. La experiencia previa no fue nada agradable, recuerda claramente la sensación de succión de todo su cuerpo, una energía desconocida que le chupaba el alma y lo dejaba sin nada.

Experimentar eso todos los días volvería loco a cualquiera, pero Sasuke había soportado años de entrenamiento, o sufrimiento como le decía Itachi. Con el mantra diario: "es necesario" que giraba en su cabeza mientras gritaba de dolor. Su objetivo era claro: sobrevivir al riguroso entrenamiento de los sacerdotes.

—No tienes porqué recluirte y someterte a ese infernal entrenamiento —dijo Kakashi sacándolos de sus brumosos pensamientos—. Ya no es necesario, has demostrado que no naciste con dicho poder.

—Tiene razón, ya no es necesario —aceptó Sasuke mirándolo a los ojos—. Pero los Ancianos no se rendirán hasta que exprima mis últimas energías. —Y tu padre tampoco, agregó mentalmente Kakashi en desosiego.

—Hablaré con ellos de nuevo. Lo que estás a punto de hacer es caminar a tu propia muerte. ¡Recapacita!

—Maestro, solamente gastará sus energías en vano. El líder del clan aprobó la reclusión ¿no? Y como discípulo debo acatar sus órdenes —dijo retirando lentamente la mano que Kakashi tenía sobre su hombro. Tras dedicarle una corta reverencia, inicio su trayecto a la salida aferrándose a su guqin.

El mayor no tuvo fuerzas para responder. Solamente apretó los labios y le dio la espalda, no quería ver a su alumno, al que consideraba un hijo, marchar por esa puerta. ¿Lo vería con vida cuando terminara la reclusión? Aquello era su mayor temor, la última vez salió al borde de la muerte, en esta ocasión que sería por cinco años ¿si quiera saldría moribundo?

No se quedaría de brazos cruzados. Por más que fuera la tradición no la aceptaría acosta de la vida de Sasuke.

—Agradezco su preocupación, maestro, y también comprendo su frustración. —La voz de Sasuke resonó antes de que diera el paso definitivo fuera de la habitación. El aludido lo miró sobre su hombro con ojos entrecerrados, casi en advertencia de que no se marchara, pero el rostro del azabache era firme y lleno de convicción—. Pero si con otros cinco años de entrenamiento los Ancianos dejaran de despreciar a mi madre por haber dado a luz a un hijo defectuoso, pagaré el precio que sea necesario.

Y desapareció por la puerta dejando a Kakashi con la repentina epifanía y revelación de sus implícitas palabras. Después de tanto tiempo comprendió porque Sasuke aceptó someterse al entrenamiento sabiendo que sufriría en vida. No era por la presión de no tener ningún poder especial, tampoco el que Fugaku lo mirara con tanta decepción o que los Ancianos del clan lo despreciaran.

No.

Podría ser egoísta, pero Sasuke se movía por sus propios intereses, y lo que siempre buscaba era que su madre, Mikoto, lo recibiera nuevamente en sus brazos.

Hola, hola!

Ya está comenzando a tomar forma a una rama de las trama principal de este fic. En un principio quería mostrar la pequeña interacción de Sasuke y Sakura porqué tendrá un efecto en el futuro cuando se vuelvan a encontrar. Sé que la actitud de Sasuke puede llegar a ser ¿confusa? ¿OoC? Pero en la advertencía puse este hecho, y el que se explicará porqué es así, aunque no ha llegado el momento quería mencionarlo, al igual que sus razones tiene.

Ahora sí, lo que quizás confundió a mucho fue la explicación de la energía, pero es más simple de lo que es, ya que yo lo veo más con el Yin-Yang, mientras una energía te ayuda a vivir la otra te destrue. Debido a esto, los Cielos concedieron dones a ciertas personas, y se le fue concedido dicho don-poder de purificar a los demonios. A diferencia de atacarlos con energía espiritual es que literalmente matas a los demonios, su cuerpo físico y su "alma", pero con las Sombras es más complicado ya que son entes espirituales sin cuerpo físico, la purificación es un arma excelente contra estos seres que vienen en gran escala.

Y bueno, ¿por qué creen que Sasuke no nació con ese don? Sé que es muy pronto para hacer sus teorías, hahah

En verdad gracias por leer. No me olvido de mis otros fics, estoy tomando una pequeñas vacaciones de ellos. Después de que terminara mi otro fic El Sonido del Silencio, sinceramente no sabía que más hacer y no pude escribir nada más de LA y DDS, me quedé con un vacío existencial porque en verdad ESDS le puse todo mi empeño, lágrimas y sudor. No digo que los otros no me gusten escribir, simplemente ESDS se volvió importante para mí.

Por eso decidí  publicar este fic, dicha idea nació hace más de medio añoy ha estado dando vueltas en mi cabeza que no me deja en paz. Si algunas leyendo las novelas mencionadas en la primera "Antes de leer" sabrán que está inspirada/referenciada a esos, es un tema nuevo y quise crear una idea basada en esto. Espero que sea de su agrado. 

En fin, los leemos en los siguientes capítulos, 

¡Alela-chan fuera!

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