Prólogo- Hecatombe helénica

Olympia, Monte Olimpo (Tesalia, Antigua Grecia) Siglo I a. C.



El principio del final fue un destello.

Todo comenzó con ese destello policromático, materializado en forma de ráfaga sobre los jardines de palacio.

Más tarde, Selene se enteraría de que esa luz cegadora que calcinó sus rosales favoritos era lo que los habitantes de Asgard llamaban el Bifrost.

Del puente mágico emergieron cientos de guerreros asgardianos que se unieron a los invasores Kree; flotas de naves estelares cercaron la capital de los eternos en la Tierra. En pocas horas Olympia dejó de ser el refugio de ciencia y cultura que todos admiraban, para pasar a convertirse en el epicentro de la hecatombe helénica.

Los eternos eran pocos. En consonancia a su naturaleza casi inmortal contaban con estrictas leyes de reproducción que apenas autorizaban la concepción de un vástago cada milenio. A sus ciento once años, Selene Olympean, hija menor del gran Zuras, era la más joven de su raza; por eso no se le permitió participar en la contienda.

―Terminará pronto, antes de que te des cuenta los habremos echado ―le aseguró aquella mañana su hermana Thena, adorada entre los humanos como Atenea, señora de la sabiduría y la estrategia de guerra―. Mientras tanto, debes ocultarte, mantente a salvo.

―Quiero luchar, Thena, también soy una eterna, y nos triplican en número.

―Todavía eres demasiado joven, Sel, tu poder es inestable. No te preocupes, no podrán contra nosotros. Somos dioses.

«No somos dioses», pensó Selene, al tiempo que su hermana emprendía el vuelo desde el ventanal de su alcoba hacia el corazón de la batalla. «Solo lo parecemos».

Esa fue la última vez que Selene la vio.

La predicción de Thena había sido correcta, pero solo a medias: todo terminó pronto, demasiado pronto. Los Kree aprovecharon la llegada de los asgardianos como distracción para activar el Zenit, el generador de portales dimensionales que supuso el final de la hegemonía de los eternos sobre la Tierra.

Un profundo vacío sesgó a Selene en el momento en el que los suyos se desvanecieron. Cuando fue capaz de sobreponerse a la sensación de asfixia, ya no quedaba ningún miembro de su familia, ningún amigo al que rescatar. Bastó un segundo para que su mundo se viniese abajo; en un instante parecían estar ganando la batalla... al siguiente habían desaparecido, volatilizados, condenados al perpetuo martirio en una dimensión alterna e inexpugnable.

―Mi señora, debemos huir antes de que os encuentren ―le aconsejó su doncella, una de tantos humanos que consideraban un privilegio trabajar para su raza―. Sois la última de la familia real...

La mente racional de Selene estuvo de acuerdo con las palabras de su sirvienta. Lo más sensato sería abandonar la Tierra, tal vez buscar asilo en la luna de Saturno, Titán, donde su tío A'lars y su primo Thanos la acogerían sin reservas... Sin embargo, esa parte lógica de su cerebro acababa de ser rudamente sepultada bajo una avalancha de rabia y dolor.

De nuevo, Thena había acertado; el poder de Selene todavía era inestable y, por tanto, salvaje, inmenso y devastador.

La última princesa de Olympia emergió de su refugio como un ángel vengador. Envuelta en oleadas de pura energía cósmica se llevó por delante a decenas de Kree y asgardianos antes de aterrizar en medio del destrozado Panteón Olímpico, donde sus enemigos todavía celebraban una victoria indigna y rastrera.

Como una supernova, Selene descargó toda su fuerza sobre los invasores, permitió que los rayos de poder cósmico se liberasen desde sus manos y pupilas, arando la tierra y destrozando todo cuanto se le puso por delante; dejó que su velocidad, fuerza y sentidos sobrehumanos llevasen el control de la lucha, guiados únicamente por el deseo de venganza.

Nadie fue capaz de detenerla. Cuando su propio cuerpo alcanzó el límite, Selene se apagó, igual que una estrella, perdiendo el conocimiento en medio del campo de batalla. Exhausta, quebrada e indefensa, fue capturada y llevada al palacio de Asgard, en cuyas celdas recuperó la conciencia tres días más tarde.

Hubo un juicio, una pantomima más bien. Los eternos fueron imputados por abuso de poder, tiranía, maltrato de seres inferiores, esclavismo y, por supuesto, por la aniquilación de su propio mundo nativo..., entre otros muchos ridículos crímenes.

Odín, padre de todos, tomó testimonio a sus aliados en esa guerra, los Kree, quienes, como expertos genetistas, declararon que la tendencia a la locura y los delirios absolutistas eran parte natural del ADN de los eternos.

Como último miembro de la familia real, y probablemente como última eterna, Selene fue acusada en representación de su gente. Nadie la escuchó cuando dijo que todo era una absoluta falacia; tampoco ayudó que llamase al monarca de Asgard títere de los Kree... Su breve autodefensa tan solo le granjeó una mueca de indignación por parte de Thor, además de una mirada divertida de su hermano, el Dios del Engaño.

―No obstante, los asgardianos somos los protectores de los nueve reinos, no está en nuestra esencia erradicar el legado de toda una civilización. ―Había continuado Odín cuando el juicio llegaba a su fin―. Eres la última de tu linaje, Selene, hija de Zuras, por eso deseo ofrecerte una oportunidad de redención. Tendrás un lugar entre nosotros como miembro de la corte si juras lealtad a Asgard y prometes poner tu fuerza al servicio del trono.

Fue la gota que colmó el vaso. La hipocresía impresa en esas palabras provocó que la joven olvidara por completo sus modales palaciegos.

Antes de que la furia de su poder se desatara de nuevo, los Kree presentes en el juicio reactivaron el Zenit. La eterna no tuvo ocasión de reaccionar, el propio príncipe heredero la tomó de los brazos y la arrastró hasta el límite del portal.

La expresión rebosante de arrogancia del Dios del Trueno fue lo último que Selene vio en el mundo real.

Sin embargo, nunca imaginó que ese mismo rostro sería también lo primero que vería cientos de siglos después, el día de su regreso a la Tierra.



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Aquí dejo la entrada a esta historia del poco bello Thor. Como ya he puesto en la introducción, forma parte de una saga Powerful Women, así que habrá algunas referencias que quizás no comprendáis si antes no habéis leído el primer libro con el que comparte universo, Trojan (de Steve Rogers).

Me hace mucha ilusión compartir esta historia, en gran parte porque completa y enriquece la trama de Trojan, es decir, ahí el "villano" es un eterno, pero aquí es la protagonista una eterna.

Otra referencia importante en la pequeña introducción es la de Thanos, supongo que la habréis notado xD. Tampoco me lo he inventado, Thanos es un eterno: los titanes son eternos que se instalaron en la luna de Saturno, Titán. En realidad los eternos tienen un aspecto físico como el de los humanos, según la wiki de Marvel, Thanos es morado y grande porque, además de eterno, es mutante... (yo no tenía ni idea de esto hasta que lo leí :p).

Espero que os haya resultado interesante la propuesta (tengo demasiadas ideas para esta saga, que planeo que culmine en Infinity War), si es así no dudéis en dejar vuestra opinión ^^ y muchísimas gracias por darle una oportunidad.

Pd.: en mi libro Dary's Blog tengo un apartado de Meet my OC's donde podéis conocer un poco mejor a Selene ;)

Love you ❤❤

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