Cap. 6- Pérdida de control
En el laboratorio principal del Complejo, Alex y Tony prácticamente habían terminado de dar los últimos retoques al dispositivo para rastrear a Argo.
Sin duda, en el ADN Stark debía de existir una considerable predisposición genética hacia la fijación con la tecnología y la ciencia, pues cuando un nuevo proyecto cruzaba la mente de esos dos, no descansaban hasta volverlo real. Era una costumbre casi obsesiva.
Por eso, Alex no había abandonado su puesto junto a la mesa de materiales ni para atender la emergencia de moda de Selene. Sin embargo, ahora que ya casi había acabado, se moría por llamar a su amiga y preguntarle qué tal le estaba yendo en la cita.
―¿Haces los honores? ―Tony se dirigió a su hija.
Alex sonrió entusiasmada y pulsó el mecanismo que ponía en marcha el rastreador. Al instante, una señal se iluminó en la pantalla, indicando una ubicación no muy alejada de la ciudad.
―Somos unos jodidos genios. ―Tony alzó el puño hacia Alex, quien le chocó los nudillos sin dudarlo un instante.
¿Para qué negarlo? Lo eran.
―Vamos a decírselo a los demás. ―La mutante tomó el dispositivo en una mano y se dispuso a abandonar el laboratorio seguida de Tony, sin embargo, nada más salir al corredor, Steve les cortó el paso.
―Los fugitivos han aparecido, están atacando un centro comercial en Wall Street. Salimos en dos minutos... ―informó. Estaba a punto de pedirle a ambos que se pusieran los trajes, cuando reparó en el rastreador, ya listo en manos de Alex, y, de repente, en el vahído que sufrió la chica―. ¡Alex!
Tanto Steve como Tony se apresuraron a sujetarla, impidiendo que la joven se diera de bruces contra el suelo.
―Por favor, dime que solo estás cansada ―musitó Tony, haciendo un esfuerzo para que la voz no le temblase. Después de lo que habían vivido unos meses atrás con el tumor, un susto como ese no era ninguna broma.
―Estoy bien ―se apresuró a tranquilizarlos ella, igual de sorprendida por el repentino mareo. Y no mentía, se encontraba perfectamente, no obstante, la sensación de vacío no desaparecía; resultaba extraño, nunca antes había experimentado algo así, como si ni siquiera viniese de sí misma―. ¡Es Selene! ―exclamó, comprendiendo de súbito lo sucedido. El vínculo que compartían la estaba advirtiendo―. Algo no va bien, creo que está en peligro. Tengo que ayudarla.
―Hace casi una hora que ha salido ―indicó Steve, preocupado.
―Selene es una eterna, que nosotros sepamos, solo hay una cosa en la Tierra que puede suponer una amenaza para ella. ―Tony señaló con la mirada el rastreador para localizar a Argo.
Steve se pasó una mano por el pelo. Tenían que parar a los reclusos fugitivos, pero no podían dejar a Selene a su suerte, era de los suyos. Y si algo tenía claro era que se fiaba del instinto de Alex al cien por cien, si ella decía que Selene corría peligro, era porque algo grave sucedía.
―Bien, vosotros dos id a buscarla ―ordenó tras un efímero silencio. No era momento para vacilaciones―. Le diré a Thor que os alcance. Los demás nos ocuparemos de los reclusos.
Era un plan arriesgado, por lo que sabía, los prisioneros fugados suponían una amenaza más que considerable, lo ideal sería que pudieran enfrentarlos en equipo, pero lo mismo sucedía con Argo. Si las sospechas de Tony se confirmaban, y Selene había caído en manos de ese ente artificial, toda ayuda sería poca. No podía mandar a Alex y Tony sin apoyo. No le quedaba otro remedio que dividir al equipo.
Resultaba extraño que después de un periodo de calma tan prolongado, ambas amenazas resurgiesen precisamente en el mismo instante. Casi como si alguien lo hubiese planeado.
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La cabeza le daba vueltas y el mundo a su alrededor parecía semioculto bajo una densa neblina. Selene dejó escapar un leve quejido ¿Qué estaba pasando?
―Tranquila ―la voz de Cole llegó a sus oídos como un suave arrullo―. Solo tienes que relajarte, enseguida habrá pasado. ―La mano del hombre, sobre su hombro derecho, la mantenía recostada en el sofá
―No... ―Presa de una repentina sensación de peligro, Selene supo que tenía que salir de ese estado de letargo en el que no recordaba haber caído.
Parpadeó varias veces y, cuando por fin fue capaz de enfocar la vista, casi deseó no haberlo hecho. El rosto de Cole, inclinado a pocos centímetros del suyo, ocupaba todo su campo de visión. No obstante, no era el Cole de siempre; los orbes grises y llenos de vida que había conocido días atrás en el Hospital Metropolitano estaban ahora cubiertos por una absoluta negrura.
―Argo. ―Un gemido ahogado abandonó la garganta de la eterna―. ¿Cómo...?
―Se ve que el efecto de la droga empieza a desvanecerse ―comentó él con aparente indiferencia. Sin embargo, Selene creyó captar un rasgo de urgencia, como si algo no estuviese yendo según sus planes.
―¿Desde cuándo...?
―¿Desde cuándo ocupo este cuerpo? ―Se adelantó él―. ¿Por qué quieres saberlo, Artemis? ―se burló.
―Libéralo ―exigió ella, esforzándose por sonar como la princesa orgullosa que alguna vez había sido, pese al terrible martilleo que le oprimía el cerebro―. Solo es un humano, es inocente, no lo necesitas.
―Los humanos no tienen nada de inocentes ―acotó él―. Han destruido todo lo bueno y bello que había en este mundo, y seguirán haciéndolo si no los detenemos.
―Estás loco ―musitó ella, todavía concentrada en sobreponerse a ese incómodo y artificial malestar.
―No trates de negarlo. Para eso me creasteis, para liberar a la Tierra de los causantes del desastre, para preservar el planeta y evitar que terminase como Eternia. Lo sabes, este mundo se ha condenado a sí mismo, está dominado por la corrupción, el egoísmo, la ambición... Pero aún estamos a tiempo de salvarlo.
―Eres un error de laboratorio, Argo, solo eso ―espetó Selene. Por muy fuerte que hubiese sido la droga que ese desquiciado le había dado, era consciente de que su metabolismo acelerado no tardaría demasiado en eliminarla. Tenía que resistir, entretenerlo―. ¿Qué quieres de mí? No creo que te hayas tomado la molestia de montar todo este teatro solo para atormentarme.
―¿No me has oído? Quiero cumplir mi misión, purificar la Tierra. Es lo correcto. ―Argo se puso en pie y se alejó un par de pasos, sin dejar de mirarla, como si pretendiera obtener una mejor perspectiva de su víctima―. Con tu poder bajo mi control podré destruir a la humanidad y regenerar el planeta. Empezar de cero.
Un estremecimiento recorrió la columna de Selene de arriba abajo. Sin embargo, algo no cuadraba; no estaba segura de cuánto tiempo había permanecido inconsciente, pero sabía que Argo no precisaba más que unos segundos para dejar un cuerpo y poseer otro.
―Entonces, ¿por qué no lo has hecho ya? ―lo interrogó―. ¿Por qué no has liberado a Cole?
Él se limitó a devolverle una mirada de contrariedad. Esa fue toda la confirmación que Selene precisó.
―No puedes ―adivinó, con una expresión triunfante―. Ya lo has intentado, ¿verdad? Por eso me has dado ese absurdo discurso. No era mera parafernalia, sí que tratabas de convencerme... No puedo creerlo. ―Abrió mucho los ojos, entre sorprendida y emocionada―. Necesitas que te ceda el control voluntariamente.
―Así es. ―Argo no intentó negarlo. Volvió a acercarse a ella, observándola con verdadero interés―. Desde que fui creado he poseído a cientos de seres, eternos incluidos, y todos cayeron bajo mi control, sin excepción... Pero tú me has rechazado, y ni siquiera estabas consciente ―explicó, ladeando la cabeza. Algo en la mente de Selene la protegía de la intrusión, pero no podía descifrar el qué―. ¿Qué ocultas, hija de Zuras?
―¿A qué te refieres? ―Ella lo miró con desprecio―. Siempre fui tu punto débil, Argo, tampoco en la Dimensión Fantasma pudiste conmigo...
―No trates de distraerme. Sé que no llegaste a enlazarte a la Unimente antes de entrar en la Dimensión Fantasma como el resto de los tuyos, por ese motivo lograbas esconderte de mí y huir cuando estábamos allí... Pero eso no es relevante en este mundo. Tiene que ser otra cosa, otro enlace.
Entonces, Selene lo comprendió. No estaba vinculada a la Unimente, pero sí a una mutante, a una telépata, ni más ni menos. Su mente estaba protegida por los mismos escudos que la de Alex.
―Es esa chica, ¿verdad? La que abrió el portal. ―Una expresión capciosa asomó al semblante del hombre. Al parecer, habían llegado a la misma conclusión―. Por supuesto, tenía que ser ella.
―No hay nada que puedas hacer, Argo. Yo no pienso cederte el control voluntariamente y, en unos minutos, el efecto de esa droga que me has dado a traición se habrá extinguido por completo ―lo desafió Selene―. Yo que tú, huiría mientras pueda. Sabes que soy más fuerte que tú.
―Pero no me atacarás ―repuso él con altivez―. No querrás hacerle daño a este recipiente... ¿Cómo lo has llamado? Ah, sí, humano inocente.
―No sabes de lo que soy capaz ―siseó Selene.
―Lo sé muy bien, Artemis. Recuerdo cómo desintegraste el cuerpo de tu propia hermana en un arrebato de poder ―alegó Argo en tono triunfal.
Ante la mención a Thena, el rostro de Selene se ensombreció.
»Y esa es la clase de poder que quiero para mí, la clase de poder que necesito para regenerar el mundo. Estoy dispuesto a lo que sea para conseguirlo.
La eterna sintió un acceso de náuseas. Para sobrevivir en la Dimensión Fantasma se había visto obligada a hacer cosas horribles. Cada vez que los recuerdos cruzaban su mente se aborrecía a sí misma. El dolor y la tristeza por lo que allí había hecho y perdido siempre estaban presentes en su interior, sin embargo, no eran nada en comparación con la rabia que en ese momento le atenazaba las entrañas.
Ignorando el fuerte mareo que atacó sus sentidos, se puso en pie, tomó al hombre por el cuello de la camisa, lo levantó por encima de la cabeza y lo lanzó contra la ventana de la cabaña, provocando un chirriante estallido y una lluvia de vidrios fragmentados.
Argo cayó de espaldas sobre la hierba seca.
―No quieres hacer esto ―gruñó, irguiéndose de nuevo. El lacerante dolor que sentía el humano bajo su control no era más que un cosquilleo para él, no le molestaba. Él era energía, estaba por encima de sensaciones tan mundanas.
Selene salió de la cabaña con paso firme, deteniéndose tan solo un instante junto a la destrozada fachada para arrancar del marco de la puerta una vara de acero que, a continuación, enarboló entre sus manos con maestría.
El efecto de la droga le nublaba los sentidos y le complicaba convocar voluntariamente la energía cósmica que tan poderosa la volvía, pero eso no quería decir que estuviese indefensa. No en vano, siglos atrás, la habían bautizado como la Diosa de la Caza.
―¡Deja de decirme lo que quiero o no hacer! Tú no sabes nada de mí. ―Antes de que él pudiera reaccionar, le asestó un contundente golpe con la vara en el estómago, seguido de otro mandoble en el lado izquierdo del rostro, derribándolo al instante.
Quería seguir golpeándolo, liberar toda la frustración acumulada durante los últimos siglos... Mejor aún, dejar de ponerle límites a su poder y descargar una auténtica ráfaga de energía sobre el hombre inconsciente a sus pies. En la Dimensión Fantasma eso no había servido para derrotar a Argo, pero allí las leyes físicas y espaciotemporales eran muy distintas; tal vez en la Tierra un ataque devastador como ese sí lograse desintegrarlo para siempre. Valía la pena intentarlo...
―¡Sel!
Fue en ese instante cuando la voz de Alex llegó a sus oídos, sacándola momentáneamente del caótico desorden que reinaba en su mente. Iron Man y Thor venían tras ella.
A lo lejos, Selene distinguió también la silueta de un Quinjet, aterrizado entre la arboleda. Se sorprendió por no haberlos escuchado antes. Estaba tan concentrada en Argo que ni siquiera los había oído llegar. Eso no era normal en ella.
―¡Oh Dios! ―Alex se llevó una mano a la boca al reconocer al hombre tirado en el suelo―. Es Cole Travers.
La eterna asintió en silencio e, instintivamente, sus ojos buscaron los del asgardiano, pero estos no le devolvieron el brillo arrogante y la mirada de te lo dije que espera ver, sino una expresión de sincero alivio.
―Y nosotros preocupados por ti. Ya sabía yo que puedes defenderte sola ―medió Tony, como si el tono irónico pudiera llegar a ocultar la preocupación que sentía por Selene―. Entonces, ¿el Ultron de los eternos está dentro de este tipo?
La rubia respondió con un cabeceo afirmativo, pero sin dejar de vigilar a Argo por el rabillo del ojo.
―¿Cómo me habéis encontrado?
―Lo rastreamos a él con esto. ―Alex señaló el dispositivo en manos de su padre―. Sentí que algo no iba bien... ―añadió, dirigiéndole a la eterna una mirada inquisitiva―. Y sigue sin ir, ¿qué te sucede? ―le preguntó telepáticamente.
Podía notar la ira, la rabia y la tristeza de su amiga, mezcladas con los efectos aún pulsátiles de lo que fuera que Argo le había administrado para poder someterla. Selene estaba al borde del quiebre, llevaba demasiado tiempo conteniendo sus emociones, reprimiendo la cólera y el dolor por su pasado... No era ella misma.
Ni siquiera necesitaba sondearla mentalmente para percatarse de cuáles habían sido las intenciones de la eterna unos segundos antes de encontrarla... Intenciones que todavía permanecían ahí.
―Sel, debes tranquilizarte. No puedes sacrificar la vida de Cole para vengarte de Argo.
―Tienen que irse ―Selene respondió en voz alta, ignorando la advertencia telepática de Alex y señalando a Thor y Tony con la mirada―. Nosotras estamos a salvo, pero a ellos puede poseerlos si se recupera.
―Yo no iré a ninguna parte ―repuso el asgardiano, al tiempo que daba un paso hacia delante. Tal vez él no compartiese un enlace místico con la eterna, pero no lo necesitaba para darse cuenta de que no estaba bien―. ¿Qué piensas hacer?, ¿matar al humano? Esta no eres tú, Selene.
―¡Lo tengo controlado! ―repuso ella―. Marchaos ―volvió a pedir, casi aguantando la respiración para contener la oleada de poder que ansiaba ser liberada de su interior. No podía perder esa oportunidad. No podía seguir viviendo con la amenaza constante de Argo sobre la nuca. Debía ponerle fin.
―Rubia, tus brazos... ―Tony se colocó en posición defensiva. Un haz de energía cósmica había comenzado a refulgir en torno a las extremidades de la eterna y, por mucho aprecio y confianza que tuviera en ella, en ese momento, Selene no parecía capaz de controlarse, ni de lejos.
Fue en ese instante cuando el suelo bajo sus pies tembló, provocando que Alex perdiese el equilibrio y, con él, el precario contacto que trataba de establecer con la dañada mente de la eterna, a fin de tranquilizarla.
―Es uno de los fugitivos ―informó Iron Man, tras analizar los alrededores con los escáneres térmicos de su armadura.
El mutante conocido como Avalancha estaba escondido a varios metros de distancia.
―¡Están juntos! ―dedujo Alex, lanzando una mirada fugaz al cuerpo de Cole―. Argo debió de liberarlos para distraer al equipo y así poder acercarse a Selene.
―Y se ha traído a uno para que le cubra la espalda ―completó Tony, con un asentimiento de acuerdo―. No podemos permitir que escape ―añadió, no sin cierta duda impresa en la voz. Ese individuo era extremadamente peligroso, pero frente a ellos, Selene sufría una especie de crisis nerviosa que no representaba menor amenaza.
Alex intercambió una mirada de preocupación con los dos vengadores que la acompañaban. No sabía qué hacer, pero tenían que tomar una decisión, y debían hacerlo ya.
―Yo me encargaré de Selene. ―Los pensamientos del asgardiano llegaron a su mente con una claridad inusitada, como retransmitidos a través de un intercomunicador―. Soy el único que puede resistir si no logramos que recupere el control. Vosotros id a por el mutante.
Tras un segundo de duda, Alex asintió. Le hizo una señal a su padre para que la siguiera, y dejó a Thor y a la eterna a solas en el claro, con el cuerpo inconsciente de Cole Travers.
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La energía cósmica continuaba arremolinándose en torno a las extremidades de Selene. Sus manos y brazos refulgían en tonos ambarinos, a juego con el brillo sobrenatural que habían adquirido sus ojos.
Thor dio otro paso hacia delante, recortando poco a poco la distancia que los separaba.
―Selene, tienes que escucharme. ―Alzó las palmas manos en un gesto conciliador―. Si haces esto lo lamentarás toda tu vida. Ese hombre es una víctima. Buscaremos otro modo de derrotar a Argo.
―¡No hay otro modo! ―repuso ella.
Thor apretó la mandíbula.
―Lo hay, y lo encontraremos, te doy mi palabra de honor.
Un bufido irónico abandonó los labios de la eterna.
―Tu palabra no significa nada para mí, Thor ―contestó―. Tú no sabes lo que se siente al perderlo todo. No puedo volver a pasar por eso, debo ponerle fin.
―Pero no lo has perdido todo. ―El asgardiano dio otro paso. Cada vez estaban más cerca―. Tienes a Alex, a los Vengadores, el equipo... A mí, aunque no quieras. ―Por un segundo, creyó ver un fugaz gesto de duda en el semblante de la joven. Sus palabras estaban haciendo efecto―. Si haces esto no habrá vuelta atrás, y entonces sí que habrá terminado.
Selene sacudió la cabeza, llena de rabia y dolor, pero ahora también de confusión.
»Nunca hay un único camino para enfrentar los problemas. Yo cometí el error de creer eso hace siglos, y aún sigo pagando el precio. No permitiré que tú pases por lo mismo. ―Se atrevió a posar ambas manos sobre los hombros de la eterna. Su tacto le ardió en los dedos debido a la creciente potencia de la energía que le rodeaba el cuerpo, pero él no se echó atrás, resistió―. Porque eso es lo que hacen los héroes, luchan por lo que es correcto, aunque el camino sea más complicado. Y yo sé que tú también eres una heroína.
Entonces sucedió. El fulgor que envolvía el cuerpo de Selene se extinguió tan repentinamente como había comenzado. Thor exhaló un suspiro de alivio mientras ella agachaba la mirada, tomándose unos segundos para recuperar por completo el control que había perdido.
Se sentía estúpida y avergonzada. Quería creer que la droga le había nublado el juicio, pero en el fondo sabía que habían sido sus más profundos instintos, sus miedos y demonios los que la habían impulsado a actuar de ese modo.
Alzó la mirada de nuevo. No sabía qué decir, resultaba tan irónico que fuese Thor, la última persona en la que ella esperaba poder confiar, quien la hubiese sacado del abismo... Sin embargo, no tuvo que pronunciar palabra. Un fugaz borrón a su izquierda captó la atención de ambos.
Thor reaccionó enseguida, sin pensárselo dos veces, lanzó el Mjolnir tras lo que parecía un mero haz de color, pero no fue lo suficientemente rápido.
Argo ya no estaba.
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El Quinjet ocupado por Tony, Alex y Selene surcaba el cielo a toda velocidad, de vuelta al Complejo; el aire contenido entre esas cuatro paredes metalizadas parecía estar cargado con la clásica tensión estática de una batalla con resultados agridulces.
―Recibido, Capi, estamos de camino. ―En la parte delantera de la nave, Tony puso fin a la comunicación con Steve y volvió a tomar el control manual de la consola de mando.
―¿Qué ha dicho? ―Alex se dejó caer al lado de su progenitor, en el asiento del copiloto. En una mano llevaba el dispositivo rastreador que habían fabricado esa misma mañana, ahora totalmente destrozado por el mutante al que se acababan de enfrentar, quien, para mayor disgusto, también había escapado.
―Están igual que nosotros, detuvieron el ataque y evitaron que hubiera bajas, tanto civiles como en el equipo, pero no pudieron atrapar a los malos, al parecer ese Hombre Múltiple los engañó con sus duplicados ―respondió Tony. En su voz se reflejaba una nota de cansancio―. ¿Qué tal eso? ―añadió, señalando el rastreador que Alex acababa de dejar sobre una repisa.
―Mal. ―Ella hundió los hombros―. He intentado arreglarlo, pero los engranajes están completamente fundidos. Tendremos que empezar de cero. ―Exhaló un suspiro de resignación―. Cole es un mutante, Tony ―explicó―. Argo aprovechó su supervelocidad para huir y llevarse a Avalancha cuando ya casi lo teníamos. Parece que siempre va un paso por delante de nosotros.
El millonario se mantuvo en silencio unos segundos antes de responder.
―Lo resolveremos, listilla, siempre lo hacemos.
Alex le sonrió de vuelta. Tony podía aparentar que estaba por encima de las preocupaciones mundanas, pero, a la hora de la verdad, solía ser el que más se implicaba en los problemas de los demás; tenía un corazón de oro.
De algún modo, siempre conseguía decirle las palabras adecuadas para infundirle el ánimo que necesitaba, incluso cuando él se sentía tan mal como ella, o peor.
La mutante se puso en pie y se acercó a su padre, para, a continuación, dejarle un fugaz beso en la mejilla.
―¿Y esto? ―Él esbozó una expresión divertida.
―Para que no digas que solo soy cariñosa con Steve. ―Alex agitó una mano restándole importancia―. Voy a hablar con Selene.
―Te lo agradezco, cerebrito, pero que sepas que un beso en la mejilla no compensa las pesadillas que tengo desde que tú y el anciano compartís dormitorio...
―¡Lo siento, no te escucho con el ruido de los motores! ―canturreó Alex, dándole la espalda y encaminándose a la parte trasera de la nave, donde Selene permanecía en pie, con la mirada perdida en el cielo gris que se desdibujaba al otro lado del ventanal.
―No tienes que venir a consolarme, Alex. ―La rubia no apartó los ojos del exterior―. Lo he estropeado todo...
―Sí. ―La mutante se encogió de hombros, ganándose una mueca de desconcierto por parte de su amiga―. Oye, tú lo has dicho, yo solo te estoy dando la razón ―concretó en un tono que pretendía quitarle algo de hierro a toda esa situación.
―¿Gracias? ―Selene enarcó una ceja y se volvió hacia ella. No sabía si reír u ofenderse.
―Para eso estamos las amigas. ―Alex le palmeó la espalda, para luego adquirir una expresión más solemne―. Escucha, Sel, nada de lo que ha sucedido hoy es culpa tuya. Argo habría engañado a cualquiera.
―Pero me dejé llevar por el rencor. ―Exhaló un suspiro―. Y sé lo peligroso que es eso en alguien como yo. Casi mato a un inocente. No puedo creer que haya estado a punto de sacrificar a Cole...
―No le des más vueltas. Todos hemos cometido errores como ese, o peores. Natasha asesinaba para la KGB, Tony vendía armas, yo decidí no enfrentarme a Ultron por puro egoísmo, cuando probablemente podría haber evitado cientos de muertes... ―Se interrumpió a sí misma e inspiró hondo―. Lo que nos hace diferentes a los demás es que hemos aprendido a vivir con esos errores, y hacemos lo que podemos cada día para compensarlos, para que el mundo sea un lugar mejor.
La rubia esbozó una pequeña sonrisa, conmovida y agotada.
―Suena bien dicho por ti.
Alex le devolvió el gesto.
―Lo sé, soy increíblemente sabia, un alma vieja, seguro que más vieja que tú. ―Chasqueó la lengua y luego sus labios adquirieron una expresión divertida y suspicaz―. Aunque creo que no soy la única que te ha dado buenos consejos hoy.
Selene meneó la cabeza de un lado a otro, divertida y ligeramente azorada. Aún no había tenido ocasión de hablar con Thor. El asgardiano había decido regresar por su cuenta, aprovechar para rastrear la zona, tal vez dar con alguna pista de la huida de Argo.
De algún modo, se sentía decepcionada. Después de lo sucedido, esperaba poder tener una conversación con él... Aunque ni siquiera estaba segura de qué le diría.
―No pasa nada por tener dudas, Sel. ―Alex le posó una mano en el hombro―. Si aceptas un último consejo, no lo pienses demasiado. Haz lo que te diga el corazón.
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Hello my amores xD
Okey, yo creo que se nota cuando esto empieza a coger carrera porque estoy rompiendo mi récord de actualizar. Me da rabia que justo ahora entro en una época bastante apretada en la vida fuera de wattpad, a ver si consigo sacar tiempo para seguir escribiendo. Lo intentaré, I promise (pero tarde o temprano llegará el capítulo, eso seguro).
Hasta ahora este ha sido mi favorito. Selene y Thor empiezan a acercarse, y puede que por fin ella se plantee dejar de "odiarlo" you Know.
By the way, Argo llama Artemis a Selene porque ese es uno de los nombres con el que la conocían los griegos, época en la que él vivió. O sea, Selene tiene varios nombres; por si alguien no lo ha visto y le interesa, en mi book PHILOLOGY (mi blog) están las fichas de todas las OC de esta saga de Marvel, con datos curiosos como ese.
Espero que os haya gustado. Necesitaba volver a encariñarme con esta historia, y creo que por fin lo estoy consiguiendo. So, como siempre, gracias a los que seguís por aquí.
Besos <3
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