Cap. 3- Expuesta
―¡Anthony Edward Stark! ―Alex abrió la Puerta de la habitación de su padre y pasó al interior sin molestarse en esperar invitación―. ¿Cómo se te ocurre pedirle a Selene que te acompañe a esa gala?, ¿qué pretendes? Sabes que no está preparada para enfrentar a una multitud así...
―Relájate, listilla. ―Tony la miró a través del espejo de cuerpo entero, frente al que se hacía el nudo de la corbata―. No la habría invitado si no estuviera seguro de que le irá bien. ¿Acaso no confías en tu padre?
Se dio la vuelta. Alex seguía en pie junto a la entrada, con las manos apoyadas en las caderas y las cejas fruncidas en un gesto de desaprobación. Costaba creer que esa mujer prudente y preocupada fuese la misma chiquilla inconsciente e impulsiva que había llegado a su vida casi un año atrás para cambiarla por completo.
―Confío en ti ―respondió la joven, exhalando un suspiro―, pero puedo sentir los nervios de Selene por lo de esta noche. Solo han pasado unas semanas desde que volvimos de la Dimensión Fantasma, todavía se está adaptando al mundo moderno... Es muy pronto.
Tony se dejó caer en el elegante sofá de cuero negro ubicado en una esquina del dormitorio.
―Ven aquí. ―Le hizo un gesto a la chica, invitándola a tomar asiento junto a él. Ella le hizo caso, aunque sin mudar la expresión de recelo―. Escucha, Alex, sé que tú y el Capi tenéis la mejor intención con Selene, pero la estáis sobreprotegiendo. No es una cría, ha vivido más de lo que podríamos siquiera imaginar, y nos saca unos cuantos siglos a todos, excepto al rizos de oro. Tenéis que dejarle más libertad o nunca terminará de adaptarse.
Alex frunció los labios. Tony no estaba del todo desencaminado. El problema era que, cuando Selene se ponía nerviosa, ella sentía esos nervios maximizados. Aún le resultaba complicado separar las emociones de la eterna de las suyas propias, y eso estaba provocando que perdiera perspectiva.
―Lo único que quiero es que se sienta a gusto aquí, con nosotros, en nuestro mundo; quiero que sea feliz... ―Un suspiro escapó de los labios femeninos―. Lo perdió todo, y me salvó la vida, Tony, es lo mínimo que puedo hacer por ella.
―Lo sé, nena. ―El millonario le recolocó un mechón de pelo tras la oreja―. Y por eso yo también estoy en deuda. Selene te trajo de vuelta, nunca podré agradecérselo lo suficiente. Créeme, quiero lo mejor para ella ―explicó, con una expresión sincera en el semblante, que, un instante después, mudó a una mueca divertida―. Esta noche yo seré la niñera; así el anciano y tú podréis hacer lo que sea que hagan las parejas semi millennials semi decimonónicas.
Alex dejó escapar una carcajada.
―¿Sabes? Estaría bien que dejases de llamar anciano a mi novio.
―Sí claro, sigue soñando, cerebrito.
―Okey, lo capto. ―Aun riendo, Alex levantó las palmas de las manos en un gesto de rendición―. Cuida de Selene en la gala, ¿de acuerdo?
―La duda ofende, listilla. ―Tony chasqueó la lengua―. Te prometo que la princesita tendrá la mejor noche de su vida.
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Selene alzó el rostro. La imagen que le devolvió el espejo del tocador le pareció más que satisfactoria, y no podía ser para menos, no después de que Alex, Wanda y Natasha hubiesen dedicado casi dos horas a ayudarla con la elección del vestido perfecto (entre el arsenal de alta costura que Tony había hecho llegar a su dormitorio), el peinado perfecto y el maquillaje perfecto.
Las tres vengadoras se habían volcado en ella para que esa noche pudiera sentirse lo más cómoda posible y, a pesar de que lo agradecía inmensamente, precisaba unos minutos en soledad para mentalizarse. Por eso, en ese momento, era la única que seguía en la habitación.
Desde su liberación de la Dimensión Fantasma solo se había aventurado fuera de las instalaciones en aquella ocasión unos días atrás para la revisión neurológica con Alex. El resto de sus salidas habían sido como parte de alguna misión, pero nunca para explorar la ciudad o relacionarse con los humanos; de hecho, los únicos terrícolas con los que había tenido contacto eran los vengadores y algún que otro agente de SHIELD que de vez en cuando pululaba por el Complejo... Pero no podía seguir posponiendo lo inevitable. Escondida en el cuartel de los Vengadores nunca lograría adaptarse a la que ahora era su realidad.
Tony tenía razón, debía empezar a enfrentar el mundo de cara.
Inspiró hondo y, tras echar una última mirada al espejo, se puso en pie, alcanzando primero el bolso de mano que Natasha había elegido para ella. Sin darle más vueltas salió del dormitorio, rumbo al salón principal, donde Tony le había dicho que la esperaría.
Aún se encontraba bajando las escaleras del primer piso cuando se cruzó con el inconfundible Dios del Trueno, quien, al parecer, se disponía a salir del edificio.
―Vaya. ―Él fue el primero en romper el breve e incómodo silencio. La miró de arriba abajo, sin la menor intención de disimulo―. Ese atuendo te sienta bien.
Selene tensó la mandíbula. Era la primera vez que se encontraba a solas con el asgardiano desde su breve enfrentamientos días atrás. Había prometido que no se vengaría de él, que no le haría daño... Pero eso no quería decir que de repente lo considerase un amigo, ni siquiera un compañero. Soportaba su presencia, nada más.
―¿Vas a algún sitio? ―preguntó ella, con aparente desinterés.
A pesar de la fatiga que reflejaba su rostro, Thor esbozó una sonrisa.
―Voy a ver a un amigo, el doctor Selvig ―respondió―. Quiero despedirme antes de partir.
―¿Partir? ―El tono de desconcierto impreso en su pregunta sorprendió a la propia Selene.
―Sabes bien por qué me quedé. ―Thor la miró intensamente―. Y es obvio que esa razón ya no tiene sentido. He de continuar con la búsqueda de información sobre las gemas del infinito.
Ella asintió en silencio. No se lo esperaba y, de súbito, pensar en la partida del asgardiano le produjo una incómoda sensación en el estómago. Por mucho que lo detestase, él era el único vínculo con su vida anterior, previa al encierro. El único que había vivido tanto como ella, el único que venía de un mundo completamente distinto. De algún modo, tener a Thor pululando por el Complejo la ayudaba a sentirse un poco menos extraña en una realidad tan diferente a la suya.
―Si sigues mirándome así, creeré que te apena mi partida. ―Él volvió a retomar la palabra, con un suave deje burlón.
―No me apena ―refutó Selene, esforzándose por guardar la calma―. Simplemente, no lo esperaba. Pero estás en lo cierto, no tiene sentido que prolongues tu estancia aquí por mi causa; antes moriría a permitir que cualquiera del equipo sufra daño. No soy una enemiga ―recalcó.
―Ahora lo sé ―respondió él en tono grave.
La voz profunda y varonil del asgardiano, unida a su imponente presencia y a esa mirada astuta y descarada, ejercía un efecto desconcertante sobre ella. Despertaba instintos y sensaciones que había enterrado siglos atrás para poder sobrevivir.
Según Alex, entre ellos flotaba una evidente y chispeante tensión no resuelta y, aunque Selene no lo negaba, cualquier vestigio de posible atracción física (tal vez motivado por la compatibilidad entre sus razas) quedaba sepultado bajo el enorme rencor que guardaba hacia él y los suyos.
Quería perdonar y avanzar. Pero no era nada fácil.
Thor apretó los labios en una expresión taciturna, para luego retomar la palabra:
―Disfruta en tu fiesta con Stark, Selene ―dijo. Un gesto de duda bailó en su rostro antes de que su mano se extendiese hacia delante, posándose sobre el hombro de la eterna―. Espero que encuentres lo que necesitas para ser feliz.
Con estas palabras y un solemne cabeceo, giró sobre sus talones, para desaparecer instantes después por las puertas exteriores.
La eterna no quiso quedarse plantada en mitad de la escalera un segundo más del necesario. Thor se marchaba. Bien. No era asunto suyo.
Como venía haciendo desde su liberación, enterró los sentimientos que no comprendía, y retomó su camino hacia el salón principal.
Un coro de alegres risas llegó a sus oídos antes de atravesar la puerta. Alex y Steve estaban en pie junto a la encimera, rodeados por un considerable caos de ingredientes culinarios e instrumental de cocina. Tenían la cara y la ropa manchadas de harina, pero el polvillo blanco no ocultaba las sonrisas pletóricas en los rostros de la pareja.
―¿Qué estáis haciendo? ―preguntó Selene, curiosa.
―Pizza casera ―respondió Steve―. Sam nos ha dado su receta secreta, pero es más difícil de lo que parece y, aquí, la genio de las ciencias es una negada para la cocina ―añadió, lanzándole una mirada burlona a Alex.
La mencionada se encogió de hombros divertida, tras esconder a su espalda la cuchara que acababa de meter en el bote de salsa.
―Soy una excelente cocinera ―refutó―. Es culpa tuya por distraerme.
Selene contuvo una sonrisa. No podía quitarle razón a su amiga, el supersoldado se veía irresistible con la camiseta blanca pegada al cuerpo, un delantal con el slogan Keep calm and grill on, y los trabajados bíceps marcándosele cada vez que se inclinaba sobre la encimera para amasar el intento de pizza.
Parecía imposible que dos personas tan diferentes pudiesen encajar tan bien. Alex era un terremoto, impulsiva, rebelde y en ocasiones demasiado temeraria, pero con un corazón gigantesco; Steve Rogers, por el contrario, era mucho más tranquilo y prudente, sobre sus hombros cargaba la enorme responsabilidad de liderar a los Vengadores, y pocas veces actuaba sin antes sopesar todas las consecuencias. Sin embargo, con Alex, esa actitud rígida se relajaba, para dar lugar al Steve divertido, bromista y socarrón que no muchos conocían, pero que también estaba ahí; del mismo modo, él sacaba a flote la parte más sensata y madura de Alex... Juntos eran un tándem perfecto, una pareja infalible y poderosa, capaz incluso de salvar al mundo, como ya habían demostrado meses atrás.
Para Selene, Steve y Alex eran la personificación perfecta del dicho los opuestos se atraen. Todo lo contrario a lo que sucedía con ella y Thor, pues por mucho que aborreciese al asgardiano, reconocía que eran demasiado iguales en ciertos aspectos...
En cualquier caso, no tendría que volver a pensar en él.
―Tienes salsa de tomate en la mejilla ―le dijo Steve a su novia, con una expresión divertida en el rostro que decía «te he pillado» sin necesidad de palabras.
Antes de que ella pudiera responder, él tomó un trapo de cocina y la limpió con delicadeza, para luego dejarle un beso en la comisura de los labios.
Alex se contuvo para no profundizar el acercamiento, sabía que Steve no era fan de las muestras de afecto en público. Su novio era más bien un caballero, un romántico empedernido que, con gente delante, apenas superaba la línea de los abrazos y castos besos, pero que, en privado, desataba una pasión y ternura que a muchos habría sorprendido del decente y supuestamente recatado Capitán América.
―¿Qué es esto?, ¿una rom-com de Jennifer Aniston?―Tony Stark atravesó las puertas del salón-cocina―. No me lo puedo creer, mi propia hija y el Capipaleta han caído en el cliché. Te lo dije, Alex, el anciano no es una buena influencia ―añadió, divertido, antes de depositar toda su atención sobre la eterna ataviada en un alucinante vestido azul cobalto―. Impresionante, rubia, realmente impresionante. Está claro que voy a ser el hombre más envidiado de la gala.
La aludida esbozó una pequeña sonrisa y ladeó la cabeza.
―Gracias, Stark, tú tampoco estás mal ―contestó, sin duda quedándose corta. Tony lucía un esmoquin de Tom Ford mejor que los modelos de las revistas de moda que tanto le gustaban a Alex.
El millonario respondió con un coqueto guiño, a la par que extendía el brazo cual caballero para que Selene lo tomase.
―Bien, parejita, disfrutad de vuestra cena romántica ―añadió, en dirección a Alex y Steve―. Y recordad, usad protección...
―Hasta luego, Tony ―lo interrumpió Alex, disimulando una mueca divertida.
―Sel, confío en ti para que lo controles ―añadió Steve en el mismo tono, dirigiéndose a la eterna.
La rubia volvió a sonreír.
―A la orden, Capitán.
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Thor aterrizó sobre sus talones, en la terraza del pequeño apartamento que Eric Selvig poseía a las afueras de Nueva York. Como de costumbre, en lugar de dar la vuelta al edificio para llamar a la puerta principal, petó un par de veces sobre los ventanales acristalados, captando enseguida la atención de su amigo, quien lo vio desde la mesa del despacho.
―Thor, justo la persona con quién quería hablar. ―El científico abrió el ventanal y se hizo a un lado, permitiendo al dios pasar al interior.
―Yo también me alegro de verte, amigo. ―El asgardiano colgó su martillo en el perchero ubicado junto a la ventana―. Aunque la visita será breve, he venido a despedirme.
Selvig arqueó las cejas, sorprendido.
―¿Te marchas?
Thor se dejó caer en el sillón de tela ubicado junto al escritorio.
―Ya sabes, hemos derrotado al villano, Midgar está a salvo con los Vengadores, Jane y yo lo dejamos hace meses... ―Se encogió de hombros―. He de seguir adelante con mi vida.
―Creo que no deberías tomar una decisión definitiva hasta que te muestre lo que he averiguado. ―El científico tomó la base de su portátil y le dio la vuelta, para dejar la pantalla de cara al asgardiano―. He estado estudiando alteraciones en los campos gravitatorios terrestres. La última relevante tuvo lugar hace varias semanas, cuando Alexa Stark y la eterna regresaron de la Dimensión Fantasma ―comenzó a explicar.
Thor asintió, sin comprender aún a dónde pretendía llegar el astrofísico.
―Pero eso no es un problema, vi con mis propios ojos cómo las chicas cerraban el portal usando ese vínculo místico que tienen ahora.
―Estás en lo cierto, el problema es lo que cruzó con ellas ―contestó Selvig, ahora en tono grave―. Desde entonces se han registrado liberaciones de energía fuera de lo normal por toda Nueva York y, rastreando el origen, llegué al almacén abandonado donde tus compañeras cerraron el portal. Esto no es una casualidad, Thor.
Pese a no ser ningún experto en astrofísica, el asgardiano se inclinó hacia delante para observar mejor los datos de la pantalla.
―Estás diciendo que otro eterno cruzó el portal delante de nuestras narices, y que ni yo, ni Stark, ni Rogers ni Romanoff nos dimos cuenta, ¿es eso posible?
―No he dicho que fuera un eterno lo que cruzó. ―El científico chasqueó la lengua―. Está esa historia que me contaste, sobre la Inteligencia Artificial creada por los eternos. Dijiste que era un ente de pura energía, eso podría haber pasado desapercibido...
―¡Argo! ―Thor se palmeó la frente―. ¡Por todos los dioses! Es extremadamente peligroso, no podemos permitir que ande por ahí... ¿Tienes idea de cómo localizarlo?
Selvig sacudió la cabeza.
―Es casi imposible de rastrear, al menos para mí, no tengo información sobre esa cosa, pero por las alteraciones energéticas que he registrado, debe de seguir en la ciudad ―respondió, ahora paseándose nerviosamente de un lado a otro del despacho―. Tú sabes más que yo sobre esto, por eso quería contártelo; por muy poco habitual que sea esa cosa, tiene que tener un objetivo, algo que lo impulse a actuar. ¿Qué crees que puede perseguir un ente artificial creado por una raza superior?
Thor arrugó la frente, permitiéndose unos segundos de reflexión. Según la teoría de Selvig, Argo estaba libre, había escapado de la Dimensión Fantasma casi un mes atrás y desde entonces campaba a sus anchas por Nueva York... ¿Pero por qué?, ¿para qué?
―Selene ―exclamó de súbito, abriendo mucho los ojos―. Es la única eterna que evitó su posesión en la Dimensión Fantasma. ―Sacudió la cabeza, preocupado―. ¿Crees que puede pretender ir a por ella?
―No lo sé, de momento no lo ha intentado ―respondió Eric Selvig―. Según me has contado, Argo puede poseer cualquier cuerpo, si ella fuese su objetivo, podría haberse hecho pasar por cualquiera y abordarla hace tiempo...
―Pero hasta ahora Selene no se ha separado del equipo, no se ha relacionado con nadie que no conozcamos. Y, si Argo hubiera tomado control de algún vengador, lo sabríamos, nos conocemos bien y tenemos a dos chicas con poderes telepáticos.
―¿Has dicho, hasta ahora? ―Selvig enarcó una ceja.
―Esta noche Selene iba a una gala con Stark. ―El asgardiano se puso en pie, comprendiendo al instante las graves implicaciones de sus propias palabras―. Con cientos de personas que no conoce.
Sin detenerse a pensarlo dos veces, tomó su martillo del perchero y se encaminó al ventanal. Tenía que regresar cuanto antes y advertir al equipo.
―Thor. ―El astrofísico llamó su atención―. No quiero ser agorero, pero esa cosa, ese... ente, no puede hacerse con el control de la eterna. Sabemos el enorme poder que posee su raza; fue necesario que tú y Hulk unieseis vuestras fuerzas para derrotar a Hiperión, que no era ni la mitad de poderoso de lo que es Selene...
―No me gusta el camino que están tomando tus palabras, amigo ―lo interrumpió Thor―. Ya la juzgué mal una vez y sufrió un infierno por eso. No volveré a ponerme en su contra.
El astrofísico asintió, despacio, solemne.
―De verdad espero que no tengas que hacerlo.
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En cuanto la limusina conducida por Happy Hoggan se detuvo al pie de la alfombra roja, una avalancha de paparazzi y fotógrafos se abalanzó sobre las ventanas polarizadas.
―¿Preparada? ―Tony miró a Selene, aún a su lado en los asientos traseros del vehículo.
La aludida echó un vistazo al exterior. No enfrentaba una multitud semejante desde que los antiguos griegos celebraban fiestas rituales para honrarla a ella y a su familia.
―¿Siempre es así?
―No, hoy han venido pocos ―respondió Tony con una sonrisa tranquilizadora―. No te preocupes, rubia, yo te cubro las espaldas. ―Extendió una mano hacia ella, que, tras un instante de duda, aceptó.
Los estilizados tobillos de la eterna, enfundados en unas sandalias plateadas de tacón, fueron lo primero que asomó fuera del vehículo. Nada más hallarse en pie, un fogonazo de luz procedente de los flashes le cegó la vista.
Sintió como Tony le apretaba la mano, guiándola hasta las escaleras exteriores, mientras, a su alrededor, decenas de periodistas gritaban sus nombres y sobrenombres. Se detuvieron unos segundos frente a un panel en el que les hicieron varias fotografías en pareja.
Tal y como había prometido, Tony no se separó de ella en ningún momento.
Les llevó varios minutos, pero cuando al fin traspasaron las puertas principales del museo de Ciencias de Nueva York (esa noche decorado como el más sofisticado salón de eventos), la hermosa melodía de un cuarteto de cuerda en directo inundó sus oídos.
―Has sobrevivido a tu primera alfombra roja ―le dijo Tony, a la par que la ayudaba a despojarse del abrigo y se lo entregaba a empleado de la entrada―. A partir de ahora será coser y cantar.
Selene asintió, no había sido tan horrible al fin y al cabo. Siguiendo el consejo de Alex, decidió dejarse llevar y, simplemente, tratar de divertirse; tal vez lograse olvidar durante un rato que, pese a su sofisticado vestido, no tenía nada que ver con esas elegantes personas.
―El invitado de honor llegando tarde, para no variar. ―James Rhodes se acercó a ellos. En cada mano portaba una copa de champán que enseguida le tendió a la pareja.
―Rhodey, parece que no me conoces, lo bueno siempre se hace esperar ―respondió el millonario, antes de volverse hacia la eterna―. Rubia, ¿recuerdas al coronel Rhodes?
―Lo recuerdo. ―Selene inclinó la cabeza a modo de saludo―. Es un placer volver a verlo, coronel.
El propio Tony le había presentado a su mejor amigo unas semanas atrás, en una de las visitas que este solía hacer al Complejo. Al parecer James Rhodes no estaba en la plantilla oficial de los Vengadores, pero eran muchas las ocasiones en las que vestía la armadura de War Machine para colaborar en la interminable tarea de salvar el mundo.
―El placer es mío. No cualquiera puede presumir de haber conocido a Supergirl. ―Rhodey alzó la copa en un improvisado brindis.
Tras ese intercambio, la noche transcurrió con naturalidad, en medio de conversaciones superficiales, pero amenas, copas de alcohol caro y bailes lentos. De hecho, Selene se encontraba bailando con el millonario cuando la primera amenaza de crisis se presentó a su espalda, personificada en una increíble mujer de cabello casi pelirrojo, estilizada figura y expresión de pocos amigos.
―Tony.
El aludido se volvió para toparse cara a cara con su exnovia y CEO de Industrias Stark.
―¡Pepper! No esperaba verte esta noche.
―Me he dado cuenta ―respondió ella, mirando de reojo a Selene, que seguía en pie al lado del hombre, visiblemente incómoda―. Veo que te has traído a una amiga.
Selene frunció el ceño. No conocía a Pepper Potts en persona, pero por lo que Alex le había contado, tenía entendido que era una mujer fuerte, inteligente y admirable, no una resentida celosa. Por eso le sorprendió el tono ligeramente despectivo con el que se había dirigido a ella.
―Selene me ha hecho el favor de ser mi acompañante, ya que cierta pelirroja sigue sin responder a mis llamadas ―contestó Tony, sin molestarse en disimular un deje sarcástico.
―Oh, por supuesto, discúlpame por no contestarte ―replicó Pepper, cruzándose de brazos―. No quería que me tomases por una pesada que te obliga a renunciar a tu trabajo.
Tony se llevó los dedos al puente de la nariz.
―Lo sé, Pepper, fui un idiota contigo mientras Alex estaba desaparecida, pero me he disculpado cientos de veces, ¿qué más quieres? Dime qué tengo que hacer para que me perdones.
La pelirroja volvió a responder en un tono no demasiado amigable, y Selene supo que ella sobraba en esa situación. Antes de llegar a escuchar con claridad las palabras de la CEO, se apartó de la pareja y se encaminó a la barra libre. Necesitaba otra copa.
―Whiskey con hielo, por favor ―pidió, dirigiéndose al barman. Mientras esperaba a que le entregaran su pedido, se apoyó contra pared, exhalando un suspiro. Podía pretender que encajaba en ese ambiente, pero estaba muy lejos de sentirse a gusto.
―¿Selene? ―Una voz masculina a su derecha la devolvió a la Tierra―. Disculpa el atrevimiento, seguro que ni me recuerdas.
La eterna se volvió hacia el hombre que se dirigía a ella.
―Cole Travers. ―Asintió, reconociendo al joven ataviado con un elegante traje azul marino, muy diferente a la bata de hospital que llevaba cuando lo había conocido―. El residente del doctor Strange.
―Así es. ―Una sonrisa iluminó el rostro del médico―. También tengo que disculparme por no haberme percatado de quién eras el otro día. Tu amiga me lo puso en bandeja, pero yo estaba demasiado despistado como para darme cuenta de que tenía a dos vengadoras delante. Creo que paso demasiado tiempo en el trabajo o estudiando, ya ni sé qué sucede en el mundo.
―No tienes que disculparte. ―La rubia agitó una mano, restándole importancia―. Estuvo bien, me sentí... normal.
Cole volvió a sonreír.
―¿Sabes? Estas galas no son mi ambiente en realidad, solo he venido como ayudante de Strange, pero ya lo he perdido de vista, creo que se ha ido con una actriz.
Selene exhaló un suspiro y buscó a Tony con la mirada. Seguía discutiendo con Pepper en medio del salón de baile, pero, por sus expresiones, el intercambio de palabras semejaba más pasional que hostil.
―Creo que tampoco es mi ambiente ―respondió.
―Esto sonará atrevido, y puedes negarte, prometo que no me lo tomaré a mal ―intervino el doctor de nuevo―, pero ¿te apetece que vayamos a otro sitio?, ¿tal vez al J.B Melon? El otro día dijiste que te gustaba...
La eterna se volvió hacia él. Cole Travers tenía esa expresión de chico bueno que invitaba a la confianza. Apenas lo conocía, pero el plan no sonaba nada mal; hasta el momento no había reparado en lo hambrienta que estaba, pero ahora que se había mencionado su local de hamburguesas favorito, no podría pensar en otra cosa... y es que, una de las desventajas de ser una eterna era que su metabolismo funcionaba el triple de rápido que el de un humano normal, necesitaba ingerir muchísima más comida que cualquier terrícola para cumplir con las necesidades calóricas de su sistema.
―Suena bien.
―Genial. ―Cole sonrió y le hizo un gesto, invitándola a pasar delante, en dirección a la salida del museo―. Prometo que no te arrepentirás.
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Hello again, amores 😊
Sé que hacía tiempo que no actualizaba aquí, so sorry, he estado más centrada en Covenant, pero desde ya digo que no pienso abandonar Eternity. Selene tiene un huequecillo muy importante entre mis OCs y quiero hacerle justicia a su historia.
Realmente no tengo mucho que decir, espero que os haya gustado el capítulo. Como veis, ya nos vamos a meter en la parte jugosa y movidita.
Me ha costado bastante tener la escaleta de esta historia (muuucho más que en Trojan) pero ya casi la he terminado, y puedo asegurar que se vienen muchas cosas que nadie se espera. Ojalá la disfrutéis.
Besos 😘
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