Cap. 2- Versace o Dior


Corría tan rápido como sus piernas y sus magullados pies se lo permitían. El pecho le dolía horrores y el aire apenas llegaba a sus pulmones. Pero no podía detenerse.

Correr, huir, esconderse, y vuelta empezar. En eso se había convertido su vida, día tras día, durante los últimos siglos. ¿Cuándo iba a acabar? Argo ya había sometido a toda su familia, a todos sus amigos, a todo su pueblo, ¿por qué no la dejaba en paz?

Una de las piedras del interminable desierto rocoso que era la Dimensión Fantasma se cruzó en su camino, y el cuerpo de Selene se precipitó al suelo de bruces. Por un instante, barajó la posibilidad de no levantarse. Total, ¿qué más podía perder?

Pero entonces, una sombra apareció ante sus ojos, y la inercia la impulsó a alzar la barbilla. A pesar de que fue el bello rostro de su hermana Atenea el que le devolvió la mirada, Selene no sintió la menor pizca de calor familiar.

―No puedes huir eternamente, Artemis.

La joven eterna apretó la mandíbula, presa del miedo, la furia y la desesperación.

―Pruébame, Argo. ―Alzó ambas manos, preparada para descargar la energía cósmica que fluía por su sistema.

Estaba harta; harta de esconderse, harta de escapar, harta de que Argo usase a sus seres queridos para atormentarla, harta de reprimir su fuerza para no dañar los cuerpos de aquellos a los que amaba..., pese a que de ellos no quedasen más que meros envoltorios.

Con un grito desgarrador dejó que su poder se liberase junto con la presión acumulada en su pecho. Permitió que las ondas de energía se expandiesen hacia delante, desintegrando todo lo que se ponía a su alcance.

Incluido el cuerpo de su hermana.

Thena se volatilizó ante sus ojos, con una sonrisa de triunfo pintada en el rostro.



Ahogando un grito, Alex se incorporó de repente en la cama. Seguía en el Complejo, en la habitación de Steve; el supersoldado estaba arrodillado sobre el colchón junto a ella, aferrándola de los hombros y con el semblante teñido por una expresión de preocupación.

―Alex, tranquila, ya está, cariño, solo era una pesadilla. ―Él ahuecó las manos sobre las mejillas femeninas, alentándola a mirarlo a los ojos―. ¿Estás bien? No dejabas de gritar y...

―Estoy bien. ―La chica asintió, para luego exhalar un suspiro agotado.

Steve la abrazó con delicadeza mientras esperaba a que la agitada respiración de su novia se normalizase. No era la primera vez que pasaban por esa situación; desde que había regresado de la Dimensión Fantasma, Alex tenía pesadillas con frecuencia y, aunque la afectaban como si las estuviera viviendo en carne propia, la mayor parte de las veces ni siquiera venían de su mente, sino de la de Selene.

―Tengo que ir a verla ―dijo Alex, en cuanto se sintió más tranquila.

―Voy contigo. ―Steve asintió, preocupado también por la eterna.

Ambos recorrieron el pasillo hacia el dormitorio de su amiga. Alex petó un par de veces a la puerta, pero al no recibir respuesta abrió sin más.

Sobre la cama, la rubia se agitaba en sueños; tenía los ojos cerrados y las facciones contraídas en una expresión de sufrimiento. Pero lo más preocupante eran las ondas de energía ambarina que serpenteaban alrededor de su cuerpo.

Alex y Steve comprendieron enseguida la gravedad de la situación. Eso sí que era nuevo, si no la despertaban a tiempo y la pesadilla se intensificaba, Selene podría perder el control de sus poderes inconscientemente. Tenían que evitarlo, una de sus descargas de energía cósmica podría volar el Complejo entero.

Steve se adelantó, pero Alex lo retuvo tomándolo de la muñeca.

―No puedes acercarte. ―Señaló las ondas ambarinas. Estaba segura de que la piel del supersoldado ardería al primer contacto―. Déjame a mí.

Un segundo de concentración le bastó para que su cuerpo se revistiese de una capa diamantina.

―Ten cuidado ―respondió Steve, quedándose en el umbral de la puerta para observar cómo Alex se acercaba a la eterna y le posaba las manos en los hombros.

―Sel, despierta, vamos. ―La zarandeó ligeramente, pero esta no reaccionó, tan solo se agitó más, profundamente sumida en la vorágine de su subconsciente.

Alex contuvo una mueca dolorida y apartó las manos en un gesto reflejo; aunque el diamante era mucho más resistente que la piel humana, podía sentir el efecto del poder de Selene sobre sus terminaciones nerviosas.

Se mordió el labio inferior, presa de la duda. No le agradaba la idea de entrometerse en la privacidad de Selene mientras esta estaba inconsciente, pero no le quedaba otra opción.

Cerró los ojos y usó el enlace que ambas compartían para penetrar en la mente de la eterna. Todavía era una negada en el control de la telepatía, no obstante, tras un titánico esfuerzo de concentración, logró acceder al subconsciente de su amiga y la empujó a regresar a la realidad.

Al igual que ella minutos atrás, Selene se incorporó de golpe, con la respiración agitada, el corazón palpitándole a toda prisa y la angustia centelleando en sus ojos.

Alex no esperó a que ella hablase para envolverla en un abrazo tranquilizador.

―Ya ha pasado, Sel ―le dijo en voz baja, tratando de reconfortarla―. Estabas teniendo una pesadilla otra vez.

La rubia enterró el rostro en el hombro de su amiga.

―No era un sueño, Alex ―susurró―. Era un recuerdo.

La joven abrió mucho los ojos, comprendiendo la trascendencia de esas palabras. Selene había asesinado a su propia hermana... o a lo que había quedado de ella tras la posesión de Argo.

Apretó los párpados para evitar que una lágrima de pura rabia resbalase por sus mejillas. Le costaba manejar la frustración que la invadía cada vez que descubría otra de las horribles experiencias que había vivido su amiga durante el encierro... Pero tenía que ser fuerte. Selene no quería que la vieran como a una víctima,

Steve se aproximó a ellas y tomó asiento en el colchón.

―Ya no estás allí, Sel, eso se terminó para siempre. ―El supersoldado le sonrió con ternura, posándole una mano en el hombro―. Ahora estás entre amigos.

La aludida alzó la cabeza para devolverles una mirada de agradecimiento, tanto a Alex como a Steve. Tras siglos en soledad, ellos le habían demostrado que todavía era capaz de albergar sentimientos por los demás. De algún modo, y a pesar del poco tiempo transcurrido desde que los conocía, ellos dos se habían convertido en su nueva familia.

―Lo siento ―murmuró con acento cansado―, no quería despertaros.

―No pasa nada, estoy acostumbrada, Steve me despierta continuamente con sus ronquidos ―bromeó Alex.

―Oye, yo no ronco. ―El aludido sonrió divertido.

Alex ladeó la cabeza y se encogió de hombros, dándole la razón a medias y sacándole una sonrisa a Selene.

―No quiero meterme en discusiones de pareja. ―La rubia levantó las palmas de las manos―. Volved a dormir, estaré bien.

―¿Estás segura? ―inquirió Steve, de nuevo con esa pose de padre preocupado.

―Si quieres me quedo contigo, podemos hablar de cosas de chicas, o ver Troya otra vez ―propuso Alex. Se moría de sueño, pero no quería que Selene se quedara sola en ese estado―. Nunca es mal momento para Brad Pitt ―agregó, guiñándole un ojo a la rubia.

Una fugaz sonrisa asomó a los labios de Selene.

―En serio, estoy bien ―contestó―, o lo estaré ―puntualizó tras un efímero instante de vacilación―. No os preocupéis por mí.

―Está bien, como quieras ―Alex aceptó, no muy convencida y se puso en pie, al igual que Steve. Al llegar al marco de la puerta se detuvo un segundo y se dio la vuelta para mirar a la rubia, que seguía sentada sobre el cama―. Siempre nos vamos a preocupar por ti, Sel ―sentenció―. Ahora eres de los nuestros.

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A través de los ventanales que ocupaban toda una pared del enorme salón-cocina-comedor del Complejo, Selene observaba el cielo matutino de finales de verano, acompañada de una taza de café y un agradable silencio nada habitual en su nuevo hogar...

―Buenos días, rubia.

Y adiós al silencio.

La aludida se volvió hacia el multimillonario genio playboy y filántropo que le sonreía desde la entrada.

―Stark. ―Selene ladeó la cabeza a modo de saludo―. ¿Despierto tan temprano?

―No eres la única que sufre de pesadillas. ―El hombre se encogió de hombros antes de acercarse a la encimera para servirse una humeante taza de café―. Ya ves, somos tal para cual, almas gemelas ―añadió, guiñándole un ojo a la eterna.

Selene esbozó una mueca entre divertida y resignada. Después de casi un mes de convivencia, podía decir que empezaba a acostumbrarse, al menos en parte, a la intrincada personalidad de Tony Stark. Y, sin duda, uno de sus atributos indisolubles era ese aire de coqueteo que parecía acompañarlo cada vez que se dirigía a una mujer.

―Asumo que la señorita Potts aún no te dirige la palabra. ―Enarcó una ceja con curiosidad.

Estaba enterada de la historia amorosa entre el millonario y la CEO de Industrias Stark... En realidad, estaba enterada de las historias amorosas de todos los Vengadores. A Alexa le gustaba demasiado cotillear.

―Sigue enfadada porque rompí con ella cuando Alex desapareció. Culpa mía. ―Tony chasqueó la lengua. Era consciente de que la había cagado; durante esos dos meses en los que creyó que había perdido a su hija, se había aislado del mundo hasta el punto de alejar a todos los que se preocupaban por él, incluida Pepper... Había sido un cabrón con ella, que solo pretendía ofrecerle su apoyo. Ahora le tocaba pagar las consecuencias.

Sin embargo, confiaba en que todo se solucionase. Pepper era una mujer de carácter, pero terminaría por perdonarlo, siempre lo hacía.

»Y eso me lleva a mi siguiente pregunta ―continuó el millonario―. Tengo que asistir a una gala en el Museo de Ciencias, un asunto de donaciones y filantropía, no te voy a aburrir con los detalles. ―Sacudió una mano―. Necesito acompañante, ¿me harías el honor?

―¿Yo? ―Selene dejó escapar una risa irónica―. No creo que eso ayude a tu situación con Pepper.

Tony dio un sorbo a su taza de café y ladeó la cabeza.

―Peor no puede ponerse. ―Se encogió de hombros―. Vamos, rubia, una fiesta es lo que necesitas para distraerte, será divertido. Y me harás el hombre más envidiado de Nueva York, ¿quién no querría aparecer en la alfombra roja acompañado de Supergirl?

―¿Supergirl?, no pienso dejar que me llamen con ese ridículo sobrenombre, Stark. ―Selene lo amenazó con la cucharilla del café.

―Tarde. Te prometo que por una vez no he sido yo; la prensa empezó a llamarte así después de que me ayudases a rescatar ese avión la semana pasada... ―Rodó los ojos ante la mirada suspicaz de la rubia―. Está bien, después de que yo te ayudase a ti ―concretó―. La cuestión es que eres una vengadora, tienes que tener nombre de superheroína. Que conste que yo estaba pensando en algo con más gancho, como Wonder Woman... Una lástima que se me hayan adelantado.

Selene se inclinó hacia delante, apoyando los codos sobre la encimera de mármol que cubría la isla de la cocina y preparándose para una buena dosis de monólogo Stark. Era consciente de que eso podía ir para largo, Tony tendía a divagar cuando algo se le metía entre ceja y ceja.

De hecho, el millonario continuaba hablando cuando Thor entró en la sala, al parecer recién salido de la ducha, a juzgar por el cabello mojado y el torso desnudo. Selene arrugó la frente, ¿eso era necesario?, ¿acaso no sabía que existían las camisetas? No era que estuviese mal, al contrario, estaba muy, muy bien. Sin duda el asgardiano tenía razones de sobra para presumir de pectorales y abdominales...

―Rubia. ―Tony chasqueó los dedos delante del rostro de la eterna―. ¿Has escuchado lo que te he dicho?

Ella sacudió la cabeza.

―Sí, claro que lo he escuchado.

―Mentira ―canturreó Thor, al tiempo que fingía buscar los cereales en la alacena―. Estaba demasiado ocupada mirando otra cosa ―dejó caer, con una sonrisa burlona y un tanto pretenciosa.

El millonario se cruzó de brazos y enarcó una ceja, a la par que Selene fruncía el ceño.

―Sabes qué, Tony. ―La eterna se centró en el genio playboy, haciendo su mayor esfuerzo para ignorar al asgardiano―. Seré tu acompañante en esa gala. Tienes razón, será divertido.

―¿Acompañante? ―Thor se volvió hacia ellos de golpe―. ¿Cómo que acompañante?

―Perfecto. ―El millonario asintió, pletórico, también obviando la pregunta del Dios del Trueno―. Haré que te traigan un vestido, dime ¿Versace o Dior?

Esta vez fue Selene la que esbozó una mueca de desconcierto.

―Ya, qué pregunta. ―Tony meneó la cabeza para sí mismo―. Que sea Chanel.

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Entonces, ¿todo bien por ahí?

La voz de Clint se proyectaba desde la tablet que Steve sostenía entre las manos. Gracias a la videoconferencia el soldado pudo ver al pequeño Nathaniel en el salón de los Barton, tratando de alcanzar uno de los arcos de su padre colgado en la pared.

―Más tranquilo que ahí, diría yo ―respondió, doblando el pasillo para dirigirse al gimnasio―. Puedes alargar la jubilación, parece que los malos también se han cogido unas pequeñas vacaciones.

Es bueno oír eso. ―Clint se encogió de hombros―. Pero ya sabes que estoy disponible si me necesitáis.

―No te preocupes, Barton. Disfruta de tu familia. ―Steve esbozó una mueca divertida―. Yo que tú guardaría las armas en un lugar menos accesible, o en un par de años tendremos a Nathaniel como tu sustituto.

El aludido se dio la vuelta, justo para pillar a su hijo menor con las manos en la masa.

Nate, eso no es un juguete ―lo reprendió, antes de volverse hacia la pantalla―. Tengo que colgar, Laura me matará si se entera. Saluda a todos de mi parte.

Steve puso fin a la videollamada al tiempo que atravesaba las puertas del gimnasio. Esperaba encontrarlo vacío, no obstante, en su rincón favorito, Thor aporreaba un saco de boxeo al ritmo de una de las listas de reproducción workout programadas en el equipo de sonido.

El supersoldado dejó la tablet sobre un banco ubicado junto a la puerta y se acercó al asgardiano, que se encontraba tremendamente concentrado en su juego de puños. Algo sorprendido, Steve se colocó al otro lado del saco y lo sujetó con ambas manos, facilitándole el entrenamiento a su compañero.

―No sabía que te gustaba el boxeo ―comentó.

―Yo tampoco ―Thor resopló, sin dejar de aporrear el saco―, necesitaba descargar adrenalina.

Steve solo asintió, y se mantuvo firme, haciendo su mayor esfuerzo para aguantar la posición. No se movió hasta que, quince minutos más tarde, Thor decidió poner fin a la sesión. Exhalando un suspiro agotado, el asgardiano se dirigió a una de las pequeñas neveras repartidas por el gimnasio para hacerse con una de esas bebidas energéticas que tanto gustaban a Sam y Natasha.

El supersoldado lo siguió con la mirada sin hacer ningún comentario. Algo le decía que su amigo necesitaba hablar, pero no iba a presionarlo; lo conocía lo suficientemente bien como para saber que solo tenía que esperar...

―He estado pensando ―Thor rompió el silencio, confirmando así sus sospechas―. Creo que ha llegado el momento de que retome la búsqueda de las gemas del infinito.

―¿No te estaba ayudando el doctor Selvig? ―Steve alcanzó las vendas de boxeo para las manos y comenzó a colocárselas sin dejar de observar a su compañero.

―En la Tierra ya no queda dónde indagar ―respondió Thor, apoyándose contra la pared―. Si quiero avanzar debería continuar con la búsqueda por el cosmos. ―Clavó la mirada en los ventanales de cristal y, durante unos segundos, se perdió en sus pensamientos. Steve continuó a su lado, en silencio y haciendo gala de esa inmensa paciencia que lo caracterizaba. Thor exhaló un suspiro y se encogió de hombros―. Ya he alargado mi estancia en Midgar más de lo que planeaba.

―No tienes que justificarte, Thor, aquí siempre eres bienvenido. Sin tu ayuda no habríamos derrotado a Hiperión.

El asgardiano asintió.

―Lo sé, pero ya han transcurrido casi tres meses desde eso.

Ambos compartieron una significativa mirada. No era necesario decir en voz alta lo que todos sabían. Tras el regreso de Alex con Selene de la Dimensión Fantasma, Thor se había quedado porque no se fiaba de la eterna. Se sentía responsable de velar por la seguridad de sus amigos, pues creía que él era el único capaz de hacerle frente a la rubia en caso de que ella no fuese trigo limpio.

Recordaba la invasión a Olympia en la que él también había sido partícipe. Recordaba a la princesa liberando su auténtico potencial, sesgando en un instante las vidas de decenas de Kree y asgardianos... Nunca se había sentido culpable por lo que los suyos le hicieron a los eternos aquel día, tan solo una gesta más por la protección de los nueve reinos. Y, en cuanto a Selene, tan solo una prisionera de guerra más, merecedora de la condena que se le impuso.

Así había pensado hasta que Alex regresó de la Dimensión Fantasma y contó a todos la verdad sobre la manipulación de los Kree. A pesar de las explicaciones de su amiga, Thor no confió en la eterna desde el principio, sin embargo, no tardó en llegar a la conclusión de que, lo sucedido aquel día en Olympia había sido un accidente. Selene no controlaba su poder, y acababa de perder a toda su raza... Él habría reaccionado igual en su situación.

Se había equivocado con ella. Selene demostraba día a día que no era una enemiga. Se le veía en cada gesto, en cada palabra, en el brillo de su mirada... sentía verdadero afecto por Alex, por Steve, incluso por Tony.

Y Thor lo sabía porque no le quitaba ojo de encima. No podía evitarlo, era como una atracción magnética. Cada vez que entraba en una estancia, sus ojos la buscaban irremediablemente. Estaba claro que Selene no haría daño a sus amigos; por lo tanto, él ya no pintaba nada en la Tierra.

Era hora de partir.


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Feliz Navidad mis amores!!

Sé que este capi es algo más corto de los que suelo escribir, y también más pausado, pero en verdad me hacía ilusión actualizar en nochebuena, don't know es como la única tradición que tengo en wattpad xD.

Muchas gracias a todos por estar ahí. Os deseo que paséis unas felices fiestas 😘

Pd.: podemos dedicar un segundo a admirar lo bonitos que se ven Thor y Sel en el gif de arriba. Si mi ordenador no agonizara cada vez que abro photoshop haría mil edits de ellos (o lo intentaría 🙈).

Pd. 2: a qué casi nadie se ha fijado en que Alex cambió su nombre de superheroína 😏 (en el capítulo de cast tenéis el nuevo)

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