Cap. 13- Despedida
Selene cruzó los brazos sobre el pecho en un intento por acallar el acelerado latido de su corazón.
En la estancia frente a ella, al otro lado de una ventana de cristal, Alex estaba siendo atendida por la doctora Helen Cho, quien había acudido desde Corea a petición de Tony para reparar con el Arca las escandalosas heridas que salpicaban el cuerpo de la mutante.
―Te sientes culpable.
La voz de Natasha, de súbito ubicada en pie a su lado, le provocó un ligero respingo. Selene se volvió hacia la espía, que miraba en la misma dirección que ella, hacia el interior de la estancia médica, donde además de Alex y la doctora, también se encontraban Tony y Steve. Ambos demostraban su preocupación y apoyo de formas muy dispares, mientras el millonario no dejaba de mover los labios en lo que parecía alguna clase de broma para distraer a su hija, el supersoldado permanecía en pie, con las manos en las caderas y un gesto circunspecto en el rostro, sin perder detalle del proceso de sanación.
―No lo has dicho en tono de pregunta. ―La eterna enarcó una ceja, confusa.
―No es necesario, llevas un tiempo por aquí, estoy segura de que ya te has contagiado esa manía que tenemos. ―Natasha se encogió de hombros―. Cuando uno de nosotros cae herido, los demás nos echamos la culpa por no haberlo impedido, por no haberlo protegido a tiempo ―explicó, antes de esbozar una pequeña sonrisa―. Es una mala costumbre, pero es lo que hacen las familias.
En el semblante de Selene se dibujó una expresión cansada, pero agradecida.
―Ojalá no hubiera pasado. Yo habría recibido la tortura en su lugar ―respondió.
―Ella lo sabe, Selene ―contestó Natasha, dándole una palmada de ánimo―. Voy a entrar, Steve y Tony pueden llegar a ser algo... agobiantes. ―Sonrió―. Creo que Alex necesita un poco de energía femenina. ―Le giñó un ojo a la eterna antes de desparecer por la puerta que llevaba a la sala médica.
Selene exhaló un suspiro. Reconocía que, de un modo sutil y, casi como si no lo pretendiera, la rusa daba muy buenos consejos. Era el alma y la conciencia del equipo.
Se quedó observando a través del cristal unos minutos más, pero, sabiendo de que no podía hacer nada hasta que la doctora Cho terminase su trabajo, decidió moverse de ahí. Necesitaba tomar el aire, la exposición a la argonita todavía la tenía algo embotada.
Subió las escaleras y salió a la terraza superior con las palabras de Natasha aún dando vueltas en su cabeza. Si bien, era consciente de que la espía tenía razón, no podía evitar que la culpabilidad hiciese mella en su ánimo. Desde que había sido liberada de la Dimensión Fantasma solo había traído problemas.
Sí, era poderosa, y eficaz para luchar contra el crimen, pero también peligrosa... La Tierra no era un lugar adecuado para alguien como ella, al menos no hasta que supiera controlarse, hasta que se hubiera curado de los demonios de su pasado. ¿Cuánto tiempo tardaría en aparecer otro Argo? Alguien que quisiera usarla para sembrar el caos a su costa... Simplemente no podía permitir que eso sucediese.
―Sabía que te encontraría aquí fuera.
Esta vez fue la voz de Thor la que interrumpió el curso de sus pensamientos.
―¿Ya habéis llevado a los fugitivos de vuelta a Isla Ryker? ―preguntó la eterna.
Apenas habían transcurrido unas diez horas desde el enfrentamiento con Argo, pero semejaban más. Tras haber derrotado a la inteligencia artificial, Falcon y Thor habían ido a por el último del cuarteto de reclusos que todavía no tenían controlado, Melter, a quien no tardaron en atrapar mientras trataba de huir, aprovechando la confusión de la batalla.
Hombre Múltiple ya estaba inconsciente debido al noqueo telepático, y Blacklash muerto. Alex no había querido detallar lo sucedido con este, ni durante las horas que había pasado secuestrada. Se había limitado a decir que tuvo que matarlo en defensa propia y que se merecía lo que le había pasado. Ninguno lo puso en duda.
A diferencia de los otros dos, Dominik Petros había accedido a entregarse voluntariamente. Durante el vuelo de regreso, mientras Alex dormía, agotada por todo lo sucedido, él sí había respondido a las preguntas sobre lo acaecido en aquel viejo búnker, incluso asumiendo su parte de culpa por no haber intervenido antes, y a riesgo de volver a ingresar en prisión.
―Se los hemos entregado a SHIELD. Nick Fury se encargará de ellos. Melter y Hombre Múltiple van a pasar un buen tiempo a la sombra.
―¿Y Cole Travers? ―quiso saber ella.
―Cuando lo dejamos en el hospital seguía inconsciente. Strange dijo que se pondrá en contacto con nosotros cuando tenga los resultados de sus escáneres cerebrales.
La eterna suspiró. Cole había pasado mucho tiempo bajo la influencia de Argo, temía por la estabilidad de su salud mental.
―Ey, seguro que se recupera ―la animó Thor, avanzando hasta la barandilla de la azotea, donde ella estaba apoyada.
Más allá de las instalaciones principales del Complejo, el paisaje boscoso comenzaba a cubrirse de tonos marrones y anaranjados; el otoño había llegado tarde ese año.
»Me besaste ―habló de nuevo él. La expresión solemne de su rostro chocó con la nota divertida que bailaba en su voz.
Selene arqueó las cejas, pillada por sorpresa. No esperaba ese comentario.
―Técnicamente, tú me besaste a mí.
―Técnicamente ―la imitó él, sonriente―, Argo te besó estando en mi cuerpo, pero tú respondiste al beso siendo tú. Y sí, sé que un amasijo de materia oscura controlaba mis acciones, pero los labios seguían siendo míos, y juraría que no te incomodaron.
Una pequeña sonrisa trató de abrirse paso en el semblante de Selene, pero enseguida fue disimulada tras una mueca condescendiente. ¿En qué momento las tonterías de Thor habían empezado a resultarle adorables?
―No fuimos nosotros ―suspiró―. Fue Argo.
El asgardiano frunció el ceño, no obstante, no pareció molestarse, más bien al contrario.
―Lo acepto. ―Hundió los hombros.
―¿Lo aceptas? ―Ella lo miró con suspicacia. Si algo había aprendido del Dios del Trueno, era que no se rendía con facilidad, ni siquiera en las cuestiones más nimias, como una simple discusión.
―Por supuesto. Besarme a mí, siendo yo ―concretó―, es una experiencia divina ―añadió en tono burlón, al tiempo que daba un paso hacia ella, poniendo fin a la poca distancia que los separaba. La miró a los ojos―. ¿Te atreves a probarlo, princesa?
El tono bajo y ronco en la voz del asgardiano provocó que a Selene el estómago le diera un vuelco. Por un instante se quedó sin habla; instante que él aprovechó para acariciarle la mejilla y recolocarle un mechón de cabello tras la oreja. En todo momento, sin romper la conexión de miradas.
―¿Tienes miedo de lo que puedas llegar a sentir? ―volvió a hablar él. Esta vez, un deje suave y tierno se impuso sobre su habitual tono divertido.
Selene sacudió la cabeza en un gesto negativo. No, no tenía miedo de lo que pudiera llegar a sentir, porque ya sabía lo que sentía.
Sabía que Thor ejercía un efecto magnético sobre ella, algo que al principio se había empeñado en rechazar con motivo del rencor que su corazón albergaba. Sabía que la sangre le hervía y un cosquilleo le recorría la espina dorsal cada vez que él se acercaba a ella. Sabía que lo había perdonado por los errores del pasado, y que confiaba en él casi ciegamente, hasta el punto de haberle cedido el control de su propia vida al hacerlo partícipe del plan con la argonita...
Sabía que algo los empujaba inexorablemente el uno hacia el otro. Algo complicado e inexplicable, pero imposible de negar.
―No tengo miedo ―respondió, segura.
Y, tras estas palabras, fue ella la que llevó las manos al cuello del asgardiano, para, a continuación, atraerlo hacia sus labios en busca del beso que durante demasiado tiempo habían eludido.
Fue como un chispazo. La señal de salida previa a una maratón; el silencioso rayo antes del ensordecedor trueno.
En cuanto Selene tomó la iniciativa, los brazos de Thor se posicionaron en su cintura y nuca, prácticamente elevándola desde el suelo. El contacto entre sus labios se volvió intenso, dulce y voraz, todo a un tiempo. Quería que ella supiera cuánto había ansiado ese momento... Y, del mismo modo, se sorprendió a sí mismo al descubrir lo mucho que él lo había necesitado.
Había imaginado qué sucedería si la eterna lograba dejar a un lado la coraza que la envolvía y por fin se abría a él (porque no eran imaginaciones suyas, lo que entre ellos latía era real, casi tangible), pero ni sus más vívidos sueños se comparaban con el éxtasis de la realidad.
Cuando se separaron, sus rostros estaban ligeramente enrojecidos y un brillo intenso ribeteaba ambos pares de orbes azul cielo.
Con total naturalidad, Thor cogió la mano derecha de la eterna entre las suyas y, sin soltarla, posó la mirada en el paisaje, tomándose unos segundos antes de dar el siguiente paso.
―Pronto partiré, Selene ―confesó―. Debo encontrar respuestas a lo que está sucediendo con las gemas del infinito. Ya lo he pospuesto mucho más de lo que había previsto. ―Inspiró hondo y por fin apartó los ojos del paisaje, buscando ahora la mirada de la eterna, que le devolvió una expresión de curiosidad―. Quiero que vengas conmigo.
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―Hola habitación. ―Alex sonrió como una niña pequeña, para luego recostarse sobre el marco de la puerta que comunicaba el baño, donde se encontraba, con el dormitorio de Steve. Tenía la melena mojada, recién salida de la ducha, de manera que las gotas de agua se escurrían desde su cabeza hasta la toalla que le envolvía el cuerpo, haciéndole cosquillas―. Es tan bonita... ―canturreó con voz soñadora.
Steve sonrió. Dejó sobre la mesilla de noche la tablet en la que revisaba el informe para SHIELD y se acercó a la chica, que seguía sumida en una especie de trance utópico, consecuencia de los anestésicos que la doctora Cho le había administrado unas horas atrás.
―Aún no se te ha pasado el efecto de la anestesia ―comentó.
Alex respondió con una especie de ruidito cercano a una afirmación.
―Podías haberme ayudado con la ducha ―repuso, todavía con una expresión soñadora―. Casi me duermo ahí dentro.
―Eso intenté, hace quince minutos. ―Steve enarcó una ceja, divertido, a la par que tomaba otra toalla de la repisa para así ayudarla a secarse―. Pero me dijiste que eras mayorcita y podías tú sola.
―¿En serio...? ―Alex chasqueó la lengua. No era propio de ella desperdiciar una oportunidad de compartir la ducha con Steve―. Sí que debo de estar drogada. ―Se encogió de hombros, provocando que él sonriese.
Ella exhaló un suspiro. Se sentía como en una nube. Después de lo sucedido apenas un día atrás, esa comodidad era chocantemente agradable.
Permitió que Steve terminase de secarle el cabello mientras solo se deleitaba en su cercanía, en la apacible sensación de seguridad que estar entre sus brazos le provocaba. Cuando él llegó a su espalda, la piel, ahora lisa y limpia, sin evidencias de la tortura a la que la habían sometido, quedó al descubierto.
―La doctora Cho es un genio ―comentó Alex, viendo de reojo su reflejo en el espejo ubicado en la pared opuesta―. Ha quedado perfecta.
Steve apretó los labios. Una expresión taciturna y furibunda amenazó con acudir a su rostro, pero enseguida se apresuró a disimularla bajo una pequeña sonrisa. Alex estaba bien, y eso era todo lo que debía importarle en ese momento.
Con la tecnología del Arca, Helen Cho había sanado los tejidos que el látigo de energía de Blacklash había dañado en la piel de Alex. Le había llevado todo el día, pero ahora tanto su espalda como su brazo izquierdo estaban como nuevos; incluso había reparado los huesos rotos en ese mismo brazo gracias a la ingeniería nanomolecular. No obstante, las lesiones en el brazo derecho eran más graves, por lo que no había quedado otro remedio que acudir al método tradicional y escayolar.
―Ya era perfecta antes ―respondió Steve, para luego darle un fugaz beso en la frente.
Regresó al dormitorio y tomó del armario una de sus camisas. Volvió al aseo y se la puso a Alex, con cuidado de no hacerle daño en la extremidad lesionada. A continuación, la levantó en brazos, cual princesa, sacándole a ella una breve risa, y la llevó hasta la cama, donde se acomodaron juntos.
Alex recostó la cabeza en el pecho de Steve, y empezó a acariciarlo distraídamente con la mano que no estaba escayolada. Él le pasó un brazo por los hombros, y el otro lo dejó descansar en la cintura femenina.
―Tengo hambre ―murmuró ella, tras unos segundos de apacible silencio.
―¿Qué quieres cenar? Pide lo que quieras ―respondió Steve en tono jovial y enternecido―. Estoy dispuesto a darle otra oportunidad al sushi, si te apetece ―añadió, sabiendo lo mucho que a Alex le gustaba.
―Eso suena bien ―contestó ella, alzando la cabeza para mirarlo―. Pero quiero que el postre seas tú ―agregó, tan convencida que él no pudo contener una carcajada.
―Cariño, cuando dije lo que quieras, no pensé que te fuera el canibalismo ―bromeó Steve, chasqueando la lengua. La Alex semi anestesiada era incluso más directa que la Alex lúcida.
―Tú sabes a qué me refiero ―repuso ella, golpeándolo suavemente en el pecho con la mano sana.
Steve sonrió, tomó el puño con el que ella acababa de atacarlo y lo besó en el dorso de la mano.
―Lo sé ―respondió, antes de bajar la cabeza, buscando los labios de la chica.
Fue un beso dulce y delicado, pero tan lleno de sentimientos como el más pasional de los contactos. Tenerla así, sana y salva, entre sus brazos, era un sueño del que no quería despertar jamás.
―¿Sabes lo que estoy impaciente por hacerte? ―murmuró ella, volviendo a recostar la cabeza sobre el pecho de Steve una vez que sus labios se separaron.
―No puedo esperar a que me lo digas ―respondió él, divertido, mientras le acariciaba el pelo. Imaginó que Alex le daría una respuesta picante, repleta de detalles de lo más explícito, sin embargo, solo el silencio prosiguió a sus palabras―. ¿Alex?
Cuando bajó la mirada, ella ya tenía los ojos cerrados y la respiración apaciblemente acompasada. Se había quedado dormida.
Las comisuras de los labios de Steve se arquearon para dibujar una pequeña sonrisa. Tras depositar un último beso en la coronilla de la joven, extendió una mano para apagar la luz.
Abrazado a la mujer que amaba, no tardó en ceder al sueño y al cansancio acumulado a lo largo de las últimas e intensas semanas.
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A la mañana siguiente, el golpeteo de un puño sobre la puerta de madera despertó a Alex de un completamente irreal sueño en el que al fin lograba vencer a Natasha en un combate cuerpo a cuerpo.
―Voy a entrar, más vale que no haya nadie desnudo.
La voz del multimillonario y dueño del Complejo llegó desde el pasillo.
―Está abierto ―contestó Alex, adormecida, a la par que se incorporaba para quedar sentada en la cama. La puerta se abrió, dando paso a un Tony que se cubría el rostro con las manos. Alex rodó los ojos al verlo―. No hace falta que hagas eso, Steve ha salido a correr hace un buen rato. Estoy sola, y vestida.
El filántropo bajó las manos y esbozó una expresión burlona.
―No puedes reprochármelo. Me protejo de un trauma, no sería la primera vez...
―Una vez, pasó una vez ―lo cortó ella, encogiéndose de hombros―, y fue culpa tuya, entraste sin avisar.
―Eran los vestuarios del gimnasio, señorita. ¡Un sitio público! ¿Cómo se os ocurre? ―respondió él, en un exagerado tono melodramático, al tiempo que tomaba asiento en la orilla del colchón, junto a su hija.
Ella enarcó una ceja y le dirigió una mirada elocuente que Tony comprendió como un «No he hecho nada que tú no hayas hecho antes». El millonario arqueó las cejas y se llevó los dedos al puente de la nariz.
―Creo que te cuento demasiadas cosas no apropiadas para una hija ―contestó, riendo.
Pese al tiempo que habían permanecido separados, sin saber el uno del otro, su conexión como padre e hija era genuina... y peculiar. Alex estaba al tanto de casi todas las aventuras juveniles de Tony (y no tan juveniles), y él de las locuras universitarias de la joven. Quizás precisamente por no haber compartido la fase de la niñez tenían esa relación tan singular; entre ellos no había secretos, ni tabúes, ni prejuicios. Eran amigos, amigos de total confianza, dispuestos a darlo todo el uno por el otro.
―¿Qué tal el brazo? ―inquirió él, cambiando de tema y señalando el cabestrillo que colgaba del hombro de la chica.
―Ya no me duele ―respondió ella, enseguida restándole importancia―. ¿Hay noticias sobre Cole Travers?
―A eso venía ―asintió Tony―. La secretaria de Strange llamó hace un rato, Travers ha despertado y, de momento, no parece presentar síntomas de locura. Las pruebas son optimistas, aunque habrá que esperar un tiempo para estar seguros.
Alex exhaló un suspiro de alivio. Apenas había llegado a conocer al futuro doctor, pero sabía que era un buen hombre y, sobre todo, le preocupaba lo mal que podría llegar a sentirse Selene si él terminaba condenado a la demencia por causa de Argo.
―Bien. ―Se echó hacia atrás, recostando la espalda en el cabecero de la cama―. ¿Y Dominik? ¿Qué le va a pasar?
―Según Fury, han llegado a un acuerdo. Le han reducido los cinco años que le quedaban de condena a seis meses y, al parecer, los pasará como colaborador de SHIELD supervisado ―explicó―. No me sorprende, Fury nunca pierde la oportunidad de reclutar a los bichos raros, como tú ―añadió, con una mueca burlona.
―Si yo soy un bicho raro, es culpa tuya, tú me hiciste. ―Ella sonrió―. Me alegro de que Dominik tenga una segunda oportunidad, se la merece.
Apenas terminó la frase, un bostezo escapó de sus labios. Pese a que acababa de despertar, seguía cansada. Las últimas semanas habían supuesto una considerable carga de estrés; si a eso le sumaba el lío mental que tenía con sus poderes, la preocupación por Selene, y la rabia que le había provocado el sentirse tan indefensa e inútil durante el secuestro... obtenía como resultado una mezcla muy poco agradable.
Y Tony lo notó.
―¿Estás bien? ―preguntó―. No tienes buena cara. Por favor, si vas a vomitar avisa para que me aparte, estos zapatos son de piel.
―Estoy bien ―repuso Alex―. De verdad lo estoy ―añadió, mordiéndose el labio inferior―. Es solo que, lo que ha pasado, ha hecho que me replantee algunas cosas ―explicó, casi más para sí misma, como si estuviese pensando en voz alta, que para Tony.
―¿Qué cosas? ―El millonario cruzó los brazos sobre el pecho y la miró con genuina curiosidad.
Antes de responder, Alex exhaló un suspiro.
―No sé si estoy a la altura del equipo ―confesó―. Antes creía que sí, pero esta es ya la segunda vez que me convierto en un problema para vosotros, que necesito que me rescaten... No me malinterpretes, es genial saber que estáis ahí, y que puedo contar con vuestra ayuda siempre que lo necesite, pero odio sentir que soy una carga...
―Vale, detente ahí. ―Tony alzó la palma de la mano―. Voy a asumir que entre las drogas que dieron allí y los anestésicos que te puso Cho aún tienes el cerebro medio frito, listilla, porque de otro modo no me explico que puedas pensar semejante sarta de estupideces.
―¡Tony! ―Alex frunció el ceño―. Estoy hablando en serio ―protestó.
―Y yo también ―repuso él, en el mismo tono indignado―. ¿Te has golpeado la cabeza y sufres de amnesia? Porque, que yo recuerde, fuiste tú la que se cargó a dos de los cuatro fugitivos, tú solita ―recalcó―, y no solo eso, también convenciste a otro para que dejase a los tipos malos y se viniese a nuestro bando. Prácticamente nos diste el trabajo hecho. El resto solo tuvimos que atrapar al que faltaba mientras la rubia el beach boy se ocupaban de Argo.
Alex parpadeó varias veces.
―No lo había visto así ―musitó.
―Lo sé. Por algo, aunque hayas heredado mis genes, yo sigo siendo el más inteligente de los dos ―contestó Tony, con total naturalidad. A continuación, se recolocó en la cama, pasando un brazo por los hombros de su hija―. ¿Sabes cuál es tu problema, listilla?
―No, pero como tú eres el más inteligente, vas a decírmelo ―respondió ella, sacudiendo la cabeza en un gesto divertido. Tony tenía una forma curiosa, pero eficaz, de dar consejos paternales.
―Que necesitas unas vacaciones ―soltó él―. De hecho, llevo un tiempo pensándolo ―agregó, rascándose la barba con la mano libre.
―¿Pensando en qué exactamente?
―En seguir el ejemplo de Barton. Tal vez buscar una bonita casa junto a un lago y dejar esta vida de locos ―confesó el millonario―. Mi relación con Pepper sigue en la estacada desde que tú despareciste en la Dimensión Fantasma... y ya antes de eso. Ella sufre mucho cada vez que yo participo en una misión. Entiendo que no puede esperar eternamente a que yo decida ponerle fin...
―Tony ―Alex lo interrumpió―. No podrías dejarlo ni aunque quisieses, lo llevas en el alma. Serías capaz de sacrificarte a ti mismo por salvar el mundo ―dijo, con una expresión sincera en el semblante, completamente convencida de sus palabras. Tony era un héroe en toda la extensión del término, lo había demostrado en la batalla de Nueva York en 2012, al llevar aquel misil a través del portal a riesgo de no sobrevivir, y seguía demostrándolo día a día en su trabajo―. Pedirte que no hagas esto sería pedirte que renuncies a ti mismo. También a mí me asusta, nadie quiere vivir temiendo por las personas que ama, pero es lo que eres, y sé que tengo que asumirlo. Si de verdad te quiere, Pepper terminará comprendiéndolo.
Durante unos segundos, ninguno de los dos dijo nada. Tony se limitó a mirarla en silencio, con una expresión conmovida y un escalofrío de puro orgullo paternal recorriéndole el cuerpo.
―Podría decir lo mismo de ti, cerebrito.
Alex era especial, eso era innegable. En ese mundo de locos en el que vivían, todos habían sufrido y superado lo indecible; y también, de un modo u otro, todos habían quedado marcados por ello. Pero ella no.
Alex no guardaba rencor, no almacenaba los traumas de su pasado a lo largo del tiempo. Los superaba, y lo hacía de verdad. Tenía la capacidad de perdonar hasta las más inesperadas traiciones, como la de Liam, y de ver siempre lo mejor de las personas, como había hecho con Dominik Petros. En esto último se parecía mucho a Steve
En ocasiones sentía que era él quien debía aprender de ella, y no al revés.
―Aunque ―habló la chica, devolviéndolo a la Tierra de súbito―, lo de las vacaciones no sonaba nada mal. Podríamos hacer algo juntos. Últimamente no hemos tenido mucho tiempo.
Tony sonrió.
―¿Creías que pensaba dejarte ir de vacaciones sin mí? ―Le revolvió el pelo―. La oferta era un combo irrechazable; jet privado y mi alucinante compañía. Podemos recorrer el mundo durante unas semanas, y trabajar juntos en esos proyectos que hemos tenido que dejar en pausa por lo de Argo.
Alex asintió, emocionada con la idea. Unas vacaciones pasando tiempo de calidad con Tony era lo que necesitaba.
Lo que ambos necesitaban.
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Desde que Thor y Selene compartieron con los demás la idea de su inminente partida, hasta que finalmente se decidieron a llevarla a cabo, transcurrió casi una semana.
Sin embargo, cuando el día llegó, y la mayor parte del equipo se encontró en el patio principal del Complejo, reunidos para la despedida, algunos aún no habían terminado de asimilarlo.
―No llores, Alex, sé que me echarás de menos, pero tarde o temprano siempre termino regresando. ―Thor apretó a la mutante entre sus brazos en un fugaz abrazo―. Con un poco de suerte, regresaré cuando ya haya salido la última temporada de Juego de Tronos, por tu culpa necesito saber qué va a pasar con la doncella de los dragones.
―Pero si no estaba llorando ―repuso Alex, con una expresión divertida, en cuanto se separaron.
Escuchó carcajadas a su espalda. Steve, Tony y Natasha la miraron encogiéndose de hombros. El millonario dio unos pasos adelante y se acercó a la eterna.
―Tranquila, no sé lo diré a nadie ―comentó.
Ella lo miró con curiosidad.
―¿El qué?
―Que te marchas con el ricitos de oro para no caer en la tentación conmigo ―respondió él―. No intentes negarlo, rubia. La tensión sexual entre nosotros es innegable.
Selene esbozó una sonrisa y sacudió la cabeza en un gesto de resignación.
―Te voy a extrañar, Stark.
―Cuídate mucho. Y cuídalo a él ―contestó él, esta vez en tono sincero, sin matices irónicos―. Sabes que puedes volver siempre que quieras.
Selene inclinó el mentón, agradecida. Sin embargo, no pudo decir mucho más, el lugar de Tony enseguida fue ocupado por Alex y Steve, quienes hasta el momento se despedían de Thor.
―¿Estás segura de que te quieres marchar? ―preguntó la mutante, por enésima vez en lo que iba de semana.
A lo largo de los últimos días habían hablado en repetidas ocasiones de esa idea, no porque Alex quisiera disuadirla, sino porque quería que Selene supiera que tenía otras opciones, que nadie ahí creía que ella fuese un peligro, ni mucho menos.
Pero ese no había sido su único tema de conversación. A ninguno le había pasada inadvertido el cambio de actitud de la rubia con respecto al Dios del Trueno. En apenas un día, el rumor de que entre ellos dos se estaba forjando algo se había extendido entre todos los miembros de los Vengadores.
Thor no lo negó, y Selene tampoco. Al final Sam y Wanda tuvieron que pagarle a Natasha, pues semanas atrás la pelirroja les había apostado a que esos dos terminarían juntos.
La eterna le confesó a Alex que tenía sentimientos muy fuertes por el asgardiano y que, pese a que todavía no sabía a donde estos la llevarían, estaba ansiosa por descubrirlo. Ya no era la Selene recién liberada de la Dimensión Fantasma; aquella Selene emocionalmente caótica, temerosa de forjar cualquier tipo de vínculo, estaba desapareciendo para dar lugar a lo que una vez, siglos atrás, había sido.
Y todo, gracias a los Vengadores. Ellos le habían demostrado que, por muy imposible que semejase, por muy solo que uno se sintiese, siempre había esperanza. La familia podía aparecer en los lugares más insospechados.
―Es lo que necesito. ―La rubia esbozó una pequeña sonrisa, sincera y enternecida.
Un suspiro escapó de los labios de Alex. Sentía un vacío en el estómago. Dado su vínculo, había asumido que tendrían por delante mucho más tiempo juntas... Pero si esa era la decisión de Selene, debía aceptarla y apoyarla. Y eso haría.
Sin mucho más qué decir para expresar sus sentimientos, Alex se acercó a la eterna y la abrazó con fuerza. La iba a echar de menos, muchísimo.
―Alex... ―Selene sintió que le faltaba el aire, pero no por el abrazo de la chica, sino por la fuerza de sus emociones―. Seguimos conectadas, eso no va a cambiar. Si alguna vez me necesitas lo sabré, y vendré enseguida.
―Cuento con ello ―respondió la mutante, apartándose.
Antes de que nadie pudiera verla, se secó con la manga del jersey una rebelde lágrima de emoción. Ese era un momento feliz, no lo estropearía por ser demasiado intensa con sus sentimientos.
Steve pasó un brazo por la cintura de su novia, para luego volver la mirada hacia Selene.
―No hace falta que te lo diga, porque ya lo sabes, pero aquí siempre tendrás un hogar.
Selene inclinó la cabeza.
―Gracias por todo, Steve.
En ese momento, Thor se acercó a ellos, con Tony a su vera, quien se colocó al otro lado de su hija, frente a la pareja de semidioses. El asgardiano tomó la mano de Selene y ambos compartieron una mirada cómplice, cargada de significado. Iban a estar bien.
―Hora de irse, princesa ―dijo él, sonriendo.
Los dos se volvieron hacia el equipo. Tony, Steve, Alex y Natasha, todos en fila frente a ellos, mirándolos con sentidas expresiones de confianza y fe, seguros de que esa no sería la última vez que sus caminos se cruzarían.
―Estoy lista ―sentenció Selene.
Thor asintió y elevó el brazo que aferraba el Mjolnir por encima de su cabeza.
―¡Heimdall!
El Bifrost, el destello policromático que había dado comienzo a todo, siglos atrás, durante le hecatombe helénica, se materializó de nuevo sobre sus cabezas.
Selene se dejó envolver por la luz mágica, con la mano de Thor aun aferrando la suya, y los rostros de sus mejores amigos difuminándose poco a poco, hasta desaparecer por completo, sustituidos por una ráfaga de luz cegadora.
La Tierra quedó atrás. Por delante, un futuro lleno de dudas e incertidumbre, pero también de esperanzas y promesas de aventura, al lado del hombre que, sin proponérselo, se había convertido en una parte esencial de sí misma.
Fin del Acto I
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Well pues hasta aquí hemos llegado xD noo, qué aún falta el acto 2.
Ojalá os haya gustado este primer acto, vosotros sabéis que me costó la vida cogerle el punto a Thor (sigo pensando que es el vengador más difícil de escribir 💁🏻), pero al final quedé satisfecha con el resultado, y creo que a partir de ahora será más fácil, ya que tengo la peli para basarme.
También quiero avisar de que a partir de ahora las actualizaciones serán más lentas. Se viene una época ajetreada para mí, y además quiero compaginar las publicaciones del acto 2 con mis otras historias, Blackrose (que continuará directamente desde este punto y abarcará la Civil War), Covenant y Prosecution.
Pero anyway, que la Sel va a conocer a sus cuñis xD (la pobre en menuda familia se ha metido). ¿teorías sobre lo que pasará con ella y Thor en el Ragnarok?
Muchísimas gracias a todos lo que seguís aquí ❤❤
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