Cap. 11- El principio del final (I)
Thor estaba familiarizado con la guerra. A lo largo de los años, había visto perecer a decenas de valerosos compañeros en el fragor de una contienda.
Su alma y corazón estaban forjados en la cruzada por la protección de los Nueve Reinos, en las guerrillas por la libertad y la seguridad de todos aquellos que dependían del abrigo de Asgard.
Después de siglos en el ojo de la tormenta, creía que ya nada podía poner a prueba su temple de guerrero... Estaba equivocado.
Cuando sus ojos observaron la estilizada figura de Selene desapareciendo entre la arboleda para reunirse con Argo, la anticipación, la excitación y la desazón que en su más tierna juventud lo acosaban antes de una batalla, regresaron de golpe, como una imparable avalancha.
Los sentimientos lo confundieron y abrumaron, pero no lo paralizaron. Cumpliendo con su parte del trato, esperó a que la eterna tomase algo de ventaja, y luego la siguió sin acercarse demasiado, manteniendo distancia de sobra para permanecer lejos de la vista y oídos de sus adversarios.
No llegaron a transcurrir más de unos segundos hasta que el teléfono de la eterna, ahora en posesión del asgardiano, comenzó a sonar con el número de Steve Rogers iluminado en pantalla. Con una mueca escéptica, el Dios del Tueno pulsó el icono verde, como tantas veces había visto hacer a sus colegas midgardianos.
―Al habla Thor, hijo de Odín, príncipe de Asgard...
―Thor. ―La voz de Steve sonó contenida, en el límite entre una artificial serenidad y la furia reprimida―. Te pedí que la acompañases a su habitación, no que la llevases directa a la boca del lobo. Dime que estás con Selene.
―Estoy cerca de Selene ―precisó el asgardiano―. Acabamos de separarnos, va a reunirse con Argo, pero la sigo de cerca. ―Expulsó el aire que sin percatarse había estado conteniendo desde que la rubia se alejó de él―. Sabes que lo habría terminado haciendo de un modo u otro, es obstinada como un enano de Nidavellir.
Escuchó un suspiro al otro lado de la línea.
―Teníais órdenes, Thor, esperar a que estuviésemos todos juntos ¿y si ahora Alex...?
―Esto es por Alex, precisamente. Selene dijo que la estaban torturando, que podía sentirlo a través de su enlace. No podíamos aguardar más ―repuso el asgardiano, sin perder el tono grave y confiado que lo caracterizaba―. Organiza al equipo desde ahí, apreciaremos vuestra ayuda en cuanto estéis listos, pero nosotros debíamos venir ya. Tómalo como una avanzadilla de guerra. Selene tiene un plan. Debemos confiar en ella.
Creyó oír una especie de chasquido y un leve zumbido. Steve debía de estar diciéndole algo a los demás.
―Stark acaba de localizaros, estaremos ahí enseguida ―respondió el supersoldado. Sonaba preocupado y ansioso. Una cosa era saber que una amenaza pendía sobre Alex, otra muy distinta, comprobar que, en efecto, esos malnacidos estaban torturando a la mujer que amaba. Ya había pasado por eso una vez, sabía que Alex era fuerte, que resistiría, pero eso no implicaba que estuviese dispuesto a consentirlo―. Tened mucho cuidado. No sabemos qué puede haber planear Argo.
―Las protegeré con mi vida si es necesario, Capitán, a las dos ―alegó el asgardiano, solemne―. Esta noche Alex estará de vuelta contigo, te doy mi palabra.
De nuevo, le pareció escuchar a Steve exhalar al otro lado de la línea. Lo comprendía, todo eso era demasiado duro para todos, pero especialmente para él. El supersoldado siempre era el primero en auto responsabilizarse de cualquier cosa que le sucediese a un miembro del equipo... Que ese miembro fuese Alex solo empeoraba las cosas.
―De acuerdo, no pierdas de vista a Selene, pero que no te descubran ―pidió Steve―. Llegaremos lo antes posible. Pase lo que pase, Argo no debe conseguir su poder.
―No lo hará.
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Alex pegó un sobresalto involuntario cuando la puerta que daba al exterior del búnker se abrió de repente, con un golpe seco.
Entre risas asquerosas y palabras soeces, Blacklash y Meter hicieron acto de presencia, para detenerse de súbito al reparar en que la prisionera ya no estaba agonizando suspendida de los grilletes, como la habían dejado, sino cómodamente sentada en una silla, incluso vestida con la chaqueta de su compañero...
―¿Qué mierda te pasa? ―escupió Melter, dirigiéndose a Avalancha―. ¿Por qué la has soltado?
Dominik tensó la mandíbula; esos dos habían tardado menos de lo que esperaba. Tendría que improvisar.
―Le habéis roto los brazos, pedazo de idiota ―masculló―. Habría acabado desmayándose si la hubiera dejado más tiempo encadenada al techo. ¿No queríais que estuviese consciente para usar su poder de transformación?
Melter se encogió de hombros, como aceptando la respuesta, pero Blacklash le lanzó una mirada de desconfianza a Dominik.
―Sujétala ―le indicó a Meter, sin aparatar los ojos de Dominik―. Aumentaremos la dosis de droga para que no pierda el conocimiento, pero la quiero atada.
Dicho esto, se colocó junto con su compañero a un lado de Alex y, entre los dos, la tomaron por los hombros para volver a encadenarla. Ella no se resistió, apenas podía, pero la razón principal fueron los pensamientos de Dominik llegando en forma de grito hasta su mente, pidiéndole que confiase en él.
Los dos criminales la empujaron hasta la columna ubicada bajo los grilletes. Alex se mordió la lengua, reprimiendo un chillido de dolor cuando Melter le agarró los brazos, alzándoselos por encima de la cabeza en un gesto seco.
Sin embargo, no tuvo que aguantar mucho más, en cuanto ambos delincuentes le dieron la espalda a su compañero, Avalancha extendió las manos hacia delante, y usó su mutación para provocar dos ondas de choque que dieron de lleno sobre los cuerpos de los ex reclusos.
Se escucharon sendos gritos de sorpresa y, los dos hombres, doloridos, pero en pie, se volvieron hacia Dominik.
―Sabía que eres un jodido traidor ―bufó Blacklash―. Eres demasiado blando para hacer lo que hay qué hacer. Ni siquiera te atreves a darnos con todo lo que tienes.
Dominik cuadró los hombros y dio un par de pasos atrás, esperando que fuesen a por él. Blacklash era un sádico desquiciado, pero en algo tenía razón, no había usado todo su poder, ni de lejos. Los dos criminales estaban muy cerca de Alexa, tenía que conseguir que se apartasen de ella para poder usar ondas más potentes sin peligro de herirla.
Y debía controlarse. Si se dejaba llevar por sus emociones podría terminar desatando un terremoto que los matase a todos. Tendría que ir con pies de plomo con esos dos... Sin embargo, ellos no se contendrían con él, eso lo tenía claro.
―¿A qué esperáis, entonces? ―los retó―. Venid a por mí.
Blacklash no se hizo de rogar, inmediatamente conjuró en ambas manos dos látigos de energía. Melter tampoco se quedó atrás, extendió la palma en dirección a Avalancha y lanzó un rayo fundidor que el mutante esquivó por los pelos.
El vidrio de la ventana a espaldas de Dominik estalló en mil pedazos tras un choque de los látigos de energía de Blacklash, pero él los evitó, sin dejar de moverse en busca de un mejor ángulo para atacar a sus contrincantes.
Mientras los hombres intercambiaban descargas y golpes, Alex se movió despacio, en dirección a la puerta. Apenas era capaz de mantenerse en pie, pero no estaba dispuesta a quedarse ahí dentro y terminar volviéndose papilla por causa del fuego cruzado.
La salida estaba ya a pocos centímetros cuando las piernas le fallaron como consecuencia de la debilidad que dominaba todo su cuerpo. Dejó escapar un gemido al cortarse las rodillas y las palmas con los cristales de la ventana destrozada...
Apretando los dientes con rabia, se llevó las manos al cuello, tenía que quitarse la dichosa gargantilla, o seguiría siendo poco más que un inútil saco de piel, incapaz de protegerse a sí misma. Y no había cosa que detestase más que no poder defenderse con un par de buenos puñetazos cuando lo necesitaba.
―¡Alexa, cuidado!
La advertencia de Dominik llegó demasiado tarde. La joven sintió que la alzaban, tomándola por el cuero cabelludo, para luego dejarla en pie, con la espalda pegada contra el pecho de su atacante, un brazo inmovilizándola por la cintura, y el dichoso látigo de energía de Blacklash a escasos milímetros de su cuello.
―¡Si te mueves, me la cargo! ―siseó Blacklash, dirigiéndose a Dominik.
El mutante levantó las palmas en un gesto de rendición. A sus pies yacía Melter, en apariencia inconsciente.
―De acuerdo, vamos a tomárnoslo con calma ―pidió Dominik, en tono conciliador. Estaba haciendo todo eso por la chica, por la redención, porque era lo correcto. De nada serviría que acabase con Melter y Blacklash si Alexa Stark no sobrevivía a la refriega―. No te precipites, Blacklash, recuerda que Argo quiere a la chica con vida.
―Me importan una mierda Argo, y sus planes ―chistó el aludido―. Voy a...
Pero no finalizó la frase. Un jadeo, ahogado en sangre, cortó su discurso.
―¿Vas a qué, imbécil? ―Alex dio un paso hacia delante, apartándose del cuerpo del hombre, ahora sin fuerzas para sujetarla.
Entre los dedos de su mano izquierda, la joven sostenía el vidrio quebrado con el que acababa de rajar la garganta de su agresor.
El asesinato, por muy perverso que fuese su adversario, nunca formaba parte de sus planes cuando participaba en una misión; en muy contadas ocasiones se había visto obligada a cruzar esa línea, y todas ellas le pesaban aún... Sin embargo, estaba convencida de que nunca se arrepentiría de haber sesgado la vida de Blacklash.
Lo supo cuando él le devolvió una mirada que rezumaba odio y desesperación, pero todo lo que ella sintió fue alivio; un alivio que se expandió por cada fibra de su ser a medida que el hombre perdía el equilibrio, para caer de bruces hacia delante, a sus pies. Inerte.
Solo entonces Alex soltó el cristal que aferraba en su mano. No se percató del frenético temblor que se había apoderado de su cuerpo hasta que Dominik llegó junto ella, posándole las manos en los hombros con suma delicadeza, tratando de tranquilizarla, de devolverla a la realidad.
―Ya ha pasado, está muerto. No volverá a hacerte daño. ―Con cuidado de no alterarla, ascendió el roce hasta el cuello de la chica, en busca del cierre analógico del collar―. Vamos a quitarte esto ―susurró.
Alex notó cómo la presión en torno a su garganta se aligeraba.
―Con cuidado ―volvió a susurrar él, extrayendo con delicadeza la aguja interna de la gargantilla, clavada en la piel de la joven.
En cuanto terminó la operación, arrojó el collar al suelo, para luego presionar con los dedos el punto en el cuello de la chica desde el que resbalaban gotas de sangre, mezcladas con restos de narcóticos diluidos.
―Lo lamento mucho, Alexa, muchísimo...
Ella sacudió la cabeza en un gesto negativo, en silencio. Tal vez en mejores circunstancias hubiese permitido que su lado sarcástico tomase el control de su lengua, pero estaba demasiado agotada, demasiado débil. Lo único que le importaba era salir de ahí y encontrar a Selene. Asegurarse de que su amiga no caería en la trampa de Argo.
En un acuerdo tácito, Dominik la cargó en brazos.
―Te sacaré de aquí antes de que lleguen ―prometió él―. No permitiré que se salgan con la suya.
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La agudizada visión de Argo captó con rapidez el reflejo de una melena dorada surgiendo desde la arboleda ubicada a su flanco izquierdo.
―Casi cuatro horas desde que recibiste el mensaje ―comentó el ente, en un deje de desinterés―. Al parecer tu amiga no te importa tanto como creía.
Selene apretó la mandíbula, pero no respondió a la provocación. En lugar de dejarse llevar por sus impulsos, tomó aire y examinó la zona; junto a Argo visualizó a Jamie Maddox, el mutante con capacidad de crear ilimitados duplicados de sí mismo, pero ni rastro de los otros tres fugitivos. Dedujo que se habían quedado con Alex, a modo de seguro.
―¿Tanto me temes que has tenido que traerte a tu ejército privado? ―se mofó la eterna, señalando al mutante con la mirada.
Las comisuras de los labios de Argo se arquearon en una mueca torcida.
―Por supuesto que temo tu poder, Artemis, es inmenso, y por eso lo quiero para mí ―respondió―. Pero a ti... ―Chasqueó la lengua―. Eres un juguete roto, un mero atisbo de lo que debería significar un miembro de tu especie. No, a ti no te temo.
De nuevo, Selene no respondió. Argo trataba de hurgar en la herida que él mismo había provocado siglos atrás; no se lo permitiría.
―Quiero ver a Alex ―exigió.
―No estás en disposición de hacer demandas.
―Si la matas jamás te cederé el control de mi poder ―repuso ella, con convicción―. Quiero verla, y asegurarme de que está a salvo, o no hay trato.
De haber tenido sentimientos, o humanidad, Argo se habría mostrado molesto con la repentina actitud altiva de la eterna, pero, por fortuna, no estaba sujeto a esa clase de debilidades. Su única motivación, objetivo y fin era liberar al mundo de la corrupción y el mal, fuese cuál fuese el coste. Las emociones solo eran un lastre que él tenía la suerte de no acarrear.
―Sígueme ―se limitó a responder.
Selene no vaciló en ir tras los pasos de Argo y Maddox, consciente de que, no muy lejos, Thor la seguía, preparado para ejecutar su parte del plan en cuanto fuese el momento adecuado.
Caminaron unos quince minutos en el más absoluto de los silencios hasta alcanzar la linde de un recinto vallado con una cerca de alambre espinoso; unas cien hectáreas de búnkeres desolados y edificios bajos semiderruidos que, en sus mejores tiempos, debieron de haberse empleado para actividades militares.
―Muy apropiado ―murmuró Selene. El lugar encajaba sin lugar a dudas con la visión funesta y pesimista que Argo tenía de los seres humanos.
Atravesaron la verja y se dirigieron hacia uno de los búnkeres más apartados. No obstante, todavía no habían llegado al que se suponía que era su destino, cuando Selene se percató de que algo no iba según lo previsto por Argo y compañía.
La puerta de metal se encontraba abierta de par en par y un reguero de sangre corría desde el interior, tiñendo la hierba que rodeaba la pequeña edificación de rojo oscuro. Por un segundo, la eterna se esperó lo peor... Pero esa sangre no podía ser de Alex, había demasiada cantidad como para que la persona herida siguiese con vida, y, si Alex hubiese muerto, ella lo sabría.
―¿Qué rayos...? ―Jamie Maddox ahogó una exclamación al descubrir a dos de sus compañeros tirados en el suelo.
No cabía duda de que Blacklash estaba muerto, la sangre era suya, aún manaba a borbotones desde su garganta. Por otro lado, Melter solo parecía inconsciente.
Al semblante de Argo asomó una expresión de incomodidad, no de furia, ni de rabia, simplemente molestia, pues sus planes acababan de torcerse.
―Despiértalo ―ordenó, dirigiéndose a Maddox y señalando a Melter con la cabeza.
El interpelado obedeció al instante. Apenas tardó unos segundos en lograr que su compañero recuperase la consciencia.
―¿Qué ha pasado? ―preguntó Argo―. ¿Dónde están la chica y Avalancha?
Melter se llevó una mano a la nuca, todavía aturdido.
―Petros nos ha traicionado, la ayudó a huir ―respondió, para luego fijarse en el cuerpo inerte de Blacklash―. Esa zorra me las va a pagar.
Selene no se molestó en disimular una mueca de triunfo y orgullo. Alex estaba a salvo. Argo ya no tenía nada contra ella.
―No te emociones tanto, Artemis. ―El ente en el cuerpo de Cole Travers la miró con dureza.
―No pueden haber ido muy lejos ―intervino Melter―. No teniendo en cuenta el estado en el que dejamos a la chica ―añadió en un tono asqueroso, provocando que Selene sintiese deseos de carbonizarlo ahí mismo.
Argo asintió y se volvió hacia Hombre Múltiple.
―Haz lo tuyo ―ordenó, antes de dirigirse a la eterna―. Esto todavía no ha terminado.
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La calma artificial que hasta el momento reinaba en el viejo campo de adiestramiento militar llegó a su fin de súbito, en una sucesión de acontecimientos que tuvieron lugar de forma casi simultánea.
Desde las inmediaciones, en una posición oculta, pero próximo al núcleo del campamento, Thor fue el único testigo del inminente colapso.
Primero, la aparición repentina de cientos de duplicados de Jamie Maddox, preparados para funcionar como un auténtico ejército; a continuación, el inconfundible sonido de los motores del Quinjet, tomando tierra no muy lejos de su posición; luego, el brillo ambarino de la energía cósmica de Selene, asomando en una descarga que barrió el techo del búnker en el que se encontraba...
Por último, el seísmo, cuyo epicentro Thor localizó tras un pabellón no muy lejano, en el límite con una de las salidas del recinto, donde, entre las figuras de los combatientes, su agudizada vista distinguió la de Alex.
Sin pensárselo dos veces, el asgardiano balanceó su martillo y salió volando en dirección a la mutante. Sabía que Selene podía arreglárselas por el momento, además le había prometido que se ceñiría al plan original, del mismo modo que a Steve le había dado su palabra de que protegería a Alex.
En cuanto sus pies tocaron tierra, tres duplicados se abalanzaron sobre él, pero Thor los derribó con un simple puñetazo, sin siquiera voltearse hacia ellos. Si bien esos tipos eran como una plaga (cada vez que uno caía, aparecían otros diez), ninguno de ellos le llegaba a la suela de las botas en cuanto a fuerza y poder.
Divisó a Alex en pie, apoyada contra el muro exterior de un pabellón. Apenas parecía capaz de sostenerse por sí misma, pero, aun así, había empleado su mutación para transformar la piel de sus puños, brazos y piernas en diamante y, a base de certeros golpes, repelía a los pocos duplicados que lograban acercarse a ella.
Por extraño que semejase, la gran mayoría caían en el límite establecido por uno de los exreclusos, ese con la habilidad de generar ondas de choque y seísmos.
Thor no disimuló una fugaz mueca divertida; al parecer, Alex se las había ingeniado para poner a uno de los chicos malos de su lado... En realidad, no le sorprendía, si algo le sobraba a la menor de los Stark era carisma.
―Alex. ―En dos grandes zancadas se posicionó junto a ella y le colocó las manos en los hombros―. ¿Estás bien?, ¿qué te han hecho?
―Thor. ―El rostro de la chica se iluminó con una expresión de alivio, que enseguida fue suplida por una de preocupación―. ¿Selene está contigo? Por favor, dime que no ha venido...
―Está todo bajo control. ―Se apresuró a tranquilizarla el asgardiano―. Tenemos un plan.
No llegó a dar más explicaciones, el fugitivo que ahora parecía ayudar a Alex se acercó a ellos, resoplando y con varias magulladuras adornándole el rostro. Tras él no quedaba ningún duplicado en pie, pero solo era cuestión de segundos que llegasen más.
―No quiero interrumpir, pero las copias de Maddox no dejan de multiplicarse. Si queremos salir de aquí, tenemos que hacerlo ya...
―¡Dominik! ―Alex chilló, observando con horror como otra horda de duplicados, todos armados con los mismos cuchillos y bayonetas que Hombre Múltiple llevaba siempre consigo, estaban a punto de atacarlo por la espalda.
Sin embargo, un instante antes de que los filos llegasen a rozarlo, una descarga de energía azulada desintegró por completo a los atacantes.
―¿Me echabas de menos, listilla?
Alex tuvo que parpadear para que los ojos no se le llenasen con lágrimas de auténtico desahogo, mezclado con una creciente sensación de angustia. Tony estaba justo ahí, en frente, junto con Steve y Sam.
Por momentos, mientras la torturaban, y pese a que era consciente de que Blacklash y Melter tenían prohibido matarla, había llegado a creer que no resistiría, que no volvería a ver a sus amigos... Pero que estuviesen ahí no era una buena noticia, no mientras Argo anduviese cerca. Todos ellos, incluso el todopoderoso Thor, eran proclives a una posesión del ente.
―Habéis venido... ―musitó, con la voz algo rasposa.
―Por supuesto que hemos venido. ―Steve fue el primero en acercarse a ella, seguido de los demás. En cuanto habían localizado la posición del móvil de Selene, habían partido de forma precipitada. Ni siquiera habían aguardado a que Wanda y Natasha regresasen de Boston.
Una expresión de furia e impotencia surcó el semblante del supersoldado al reparar en lo débil que se encontraba su novia... No obstante, tragó saliva y juntó los labios en una mueca de determinación. No podía permitirse dejarse llevar por sus emociones; lo primero era superar esa situación, sacar a Alex de ahí, atrapar a Argo y poner fin a la amenaza que implicaba de una vez por todas... Era su deber.
Mientras Steve pasaba un brazo por la cintura de la chica para que ella se recargase sobre él, Tony reconoció a Avalancha, el compinche de Argo que los había atacado unos días atrás junto a la cabaña de caza.
―¡Quieto ahí! ―ordenó, apuntándolo con el guantelete de su armadura a modo de advertencia.
―Tony, no ―intervino Alex, a la par que Dominik alzaba las palmas en un gesto de paz―. Está de nuestro lado, me ha ayudado.
El millonario lo miró con una mueca de desconfianza, al igual que los demás. Solo Thor se mantuvo tranquilo. Él había sido testigo de cómo el tal Avalancha protegía a Alexa de los duplicados de Hombre Múltiple.
―¿Alguien puede explicar qué está pasando aquí? ―intervino Sam, totalmente perdido. Aunque se alegraba inmensamente de que esos bestias no se hubiesen cargado a su amiga, no entendía nada―. ¿Dónde están los otros fugitivos?, ¿y Argo, y Selene?
Alex suspiró, no le apetecía nada contar lo sucedido, pero no podía dejar a sus compañeros sin respuestas.
―Después de hacer esa llamada, Argo se marchó con Jamie Maddox para acudir al punto de encuentro con Selene ―explicó de forma apresurada. No tenían tiempo para disertaciones detalladas―. A mí me dejó en este campamento, con Dominik, Blacklash y Melter. Pero Dominik se volvió contra los otros y me ayudó a salir ―resumió, señalando al mutante y ahorrándose las partes escabrosas y traumáticas, partes que no tenía intención de compartir―. Él no quería colaborar con Argo, lo amenazaron. Tampoco debió haber acabado en Isla Ryker. Es de los buenos, os lo aseguro.
―¿Qué ha pasado con los otros? ―preguntó Steve, todavía sin soltar la cintura de la chica.
―Dominik noqueó a Melter. ―Alex hizo una pausa―. Yo maté a Blacklash. ―Un regusto amargo le ascendió por la garganta, pero no hizo caso. No era el momento―. Pero Maddox ha regresado, sus duplicados nos interceptaron cuando intentábamos salir de aquí, y eso solo puede significar que Argo está cerca, por eso tenéis que iros...
―¿Irnos? ―Tony frunció el ceño―. No sé qué piensas hacer tú, nena, pero sea lo que sea, olvídalo ya. Como dice siempre el anciano, somos un equipo, y vamos a resolver esto juntos, ¿estamos?
Alex sacudió la cabeza.
―Pero Argo podría poseeros, a cualquiera de vosotros... No es seguro que sigáis aquí.
Esta vez fue Thor el que se adelantó.
―Alex, te lo dije, está todo bajo control, Selene tiene un plan. Confía en mí, y en ella. ―Posó una mano en el hombro de la mutante y le dio un suave apretón de ánimo y complicidad. Luego retrocedió un par de pasos y echó una última ojeada a todos―. Vosotros ocupaos del sujeto que se multiplica. Argo es asunto de los semidioses.
Con estas palabras, emprendió el vuelo, alejándose de sus amigos y dirigiéndose al otro extremo del campamento, donde sabía que la eterna mantenía ocupado al principal causante de todo ese caos.
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La energía ondulaba en torno al cuerpo de la eterna en cintas ambarinas y serpenteantes tonos anaranjados. Si bien, su poder estaba limitado por la conexión con Alexa, este no dejaba de ser impresionante, digno de poner a Argo en jaque.
No obstante, el ente artificial seguía contando con cierta ventaja. Selene no estaba dispuesta a sacrificar el cuerpo de Cole Travers, por lo que sus ataques buscaban herir, no destruir.
―Podemos seguir con esto todo el día ―se mofó Argo, tras recuperarse de un nuevo impacto de energía―. Pero nunca ganarás.
El búnker donde había dado comienzo el enfrentamiento había terminado destrozado por completo; a su alrededor se acumulaban montones de polvo y escombros que dificultaban la visión a los combatientes.
Selene apretó los puños y se lanzó hacia delante, en un rápido vuelo. Tomó al hombre por el cuello y lo alzó con ella por los aires, para luego volver a descender a toda velocidad y estrellarlo contra el suelo.
―Sal del cuerpo del humano ―rugió con rabia―. Esto es entre tú y yo, Argo, deja de esconderte ―lo retó, manteniéndolo aprisionado contra la superficie.
―Selene, estoy aquí.
La voz de Thor llegó a oídos de la eterna, distrayéndola apenas un segundo. Suficiente para que Argo se escurriese de su agarre, moviéndose a la super velocidad de Cole Travers.
Cuando la eterna se volvió, él ya se había ubicado frente a Thor. Antes de que ninguno pudiera reaccionar, afianzó los dedos sobre los hombros del asgardiano en un fuerte agarre.
―Como desees, Artemis.
Eso fue todo lo que dijo. A continuación, una oscura masa de energía abandonó el cuerpo de Cole, desplazándose desde sus oídos, boca y orificios nasales, para introducirse en el cuerpo de Thor.
―¡No! ―Selene aulló desesperada, al mismo tiempo que el asgardiano dejaba escapar un alarido de dolor.
El doctor Travers, libre del influjo de Argo, se precipitó al suelo, sin sentido, mientras Thor, aún de pie, se agitaba entre terribles temblores, en un vano intento de rebelión ante la posesión.
―Es inútil resistirse. ―Las palabras abandonaron los labios del asgardiano en un timbre singular, que acoplaba el característico tono profundo y majestuoso de Thor, con una especie de sonido metalizado, artificial.
―¡Déjalo! ―rogó Selene, presa de la angustia, la rabia y la impotencia. No podía volver a pasar por eso.
No podía volver a ver a alguien que quería convertido en una marioneta de Argo...
De súbito, el cuerpo del asgardiano dejó de convulsionarse. Se enderezó, cuan alto era, y alzó la cabeza, buscando la mirada de la eterna.
Cuando sus ojos se encontraron, Selene ya no vio el cálido azul que durante las últimas semanas había aprendido a perdonar y apreciar... Sino un negro absoluto.
Argo había poseído a Thor.
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Pues nada, que ya casi estamos en el final de este acto 1 (el título lo dice jaja). Y como soy una persona super adorable dejo aquí el capítulo, y de paso digo que problablemente no podré actualizar de nuevo hasta muy finales de abril, o principios de mayo. El sábado salgo de viaje, y no vuelvo hasta el 23... Pero el 25 se estrena Endgame, así que todos felices (porque de verdad espero que nos den un final feliz o voy a llorar).
Estoy sensible, really, tengo miedo de lo que pueda pasar en esa peli...
En fin, espero que os haya gustado el capítulo, confieso que aunque Steve siempre será mi marido numbre 1 de Marvel, Thor ha ganado muchos puntos desde que empecé con Eternity, le estoy cogiendo cariño, como Selene jajaja. ¿Alguna especulación para lo que va a pasar ahora?
De verdad, me disculpo por las demoras entre capítulo y capítulo.
Muchos besos.
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