Cap. 1- Crisis de identidad
Hospital Metropolitano de Nueva York. (Tres semanas después del regreso de Alex y Selene a la Tierra). Septiembre de 2017
Antes de la guerra, de los Kree, de los asgardianos y de la Dimensión Fantasma, Selene creía saber cómo funcionaba el mundo. Entonces todo era más sencillo; estaban los fuertes y los débiles, los primeros cuidaban de los segundos y estos mostraban su agradecimiento mediante rituales, pequeños sacrificios y estrafalarios festejos.
Ahora nada tenía sentido.
Todo era diferente, la gente, la comida, la ropa, las costumbres... Ya habían transcurrido tres semanas desde que ella y Alexa habían atravesado el portal de regreso al mundo real, pero Selene todavía se sentía terriblemente desorientada.
Dentro del Complejo de los Vengadores empezaba a ubicarse. Todos, incluso el insoportable asgardiano, se habían mostrado afables con ella; le habían dado una habitación, un montón de esa ropa extraña que vestían las mujeres de hoy en día, y toneladas de hamburguesas y pizza para saciar el apetito acumulado a lo largo de mil años con el estómago vacío; no era ambrosía, ni lechales criados en las colinas tesálicas, pero tampoco estaba mal.
El problema surgía cuando debía aventurarse fuera de esa pequeña zona de confort que había creado. La cobardía nunca había sido un problema para ella, pero estar rodeada de máquinas que pitaban, personas vestidas con batas blancas e instrumental médico absolutamente primitivo (en comparación con la avanzada medicina de su extinta cultura) no ayudaba a tranquilizarla.
Y tenía que tranquilizarse. No podía permitirse perder el control de su poder en un lugar tan público y abarrotado...
―Es increíble.
La voz del doctor que las había atendido a ella y a Alexa durante los últimos veinte minutos la devolvió a la realidad. El hombre observaba los resultados del último escáner en una pantalla translúcida ubicada sobre la pared.
―Vuestras ondas cerebrales son exactamente iguales ―continuó el médico.
Desde su posición, en pie junto a la camilla en la que Selene seguía sentada, Alex sonrió.
―No se sorprenda tanto, doctor Strange. Estoy segura de que ha visto cosas más extrañas a lo largo de su carrera.
Con una mueca divertida pintada en el rostro, el hombre se volvió hacia las dos mujeres.
―¿Más sorprendentes que un enlace neuronal forjado en una dimensión alternativa como método para curar un cáncer terminal? Por supuesto, todos los días. ―Enarcó una ceja de forma irónica―. Me alegro de que todo saliera bien finalmente, aunque me habría gustado ser yo quién hiciera la operación... ―Se encogió de hombros―. En fin, en otra ocasión.
Alex arrugó la nariz. Ese hombre tenía unas prioridades un tanto estrafalarias.
―Entonces, podemos irnos ya ―dijo Selene, poniéndose en pie.
―En cuanto mi residente os entregue los últimos resultados ―respondió el neurocirujano―. He de irme, tengo una intervención en diez minutos. Ha sido un placer, señoritas. ―Inclinó la cabeza a modo de despedida antes de desaparecer de la consulta en dirección a la sala de operaciones.
La eterna ni siquiera esperó a que la puerta se cerrase para dejar escapar un bufido de impaciencia.
―Aún no entiendo por qué esto era necesario. Tú ya eres lista, no necesitamos la opinión de ese curandero petulante.
Alex le dedicó una mirada que vacilaba entre la ternura y la diversión. Era consciente de lo nerviosa que se ponía Selene al estar rodeada de tantas personas fuera de su entorno, al fin y al cabo, la eterna había pasado siglos en la más absoluta soledad... Pero era necesario; todavía desconocían demasiado acerca del enlace mental que compartían, la opinión de un experto en neurología no estaba de más.
―Nos iremos enseguida, y si quieres, en el camino podemos parar a por unas hamburguesas de J.G Melon. ―respondió, en un improvisado intento de animarla.
Selene separó los labios para contestar, pero la puerta volvió a abrirse rompiendo el breve momento de tranquilidad. El médico que acababa de entrar aparentaba unos veintiocho o veintinueve años, y era escandalosamente atractivo; en su rostro, de rasgos marcados pero joviales, destacaban una sonrisa preciosa y unos brillantes ojos grises.
―¿He oído J.G. Melon? ―El doctor dejó una carpeta sobre la mesa de material de laboratorio―. Allí ponen las mejores hamburguesas de Manhattan.
―Son las favoritas de mi amiga ―respondió Alex.
El hombre reparó entonces en Selene y el tiempo pareció ralentizarse a su alrededor.
Con una mueca divertida Alex observó el intercambio de miradas, ¿era eso lo que llamaban atracción a primera vista? Estaba por apostar a que sí.
Cuando Selene le había salvado la vida eliminando el tumor y las partículas gamma que lo habían provocado, ella había perdido su poder para controlar la tecnología: sin embargo, otras capacidades habían comenzado a manifestarse. Al parecer, durante toda su vida, la radiación había estado bloqueando sus auténticas habilidades mutantes, las heredadas de su madre biológica: Alex podía convertir su piel en diamante, y era telépata... Pero lo segundo todavía no estaba bajo control. Ni de lejos.
Mucho menos cuando se topaba con mentes como la de ese médico, tan intensas y entusiastas que parecían proyectar los pensamientos a través de un megáfono; en este caso, expresiones de admiración hacia la preciosa eterna de melena dorada.
Tras unos segundos de incómodo silencio, el chico recuperó la compostura y carraspeó un par de veces, visiblemente ruborizado.
―Disculpad, no me he presentado, soy el doctor Travers. Cole Travers. ―Sacudió la cabeza―. En realidad, aún no soy doctor, me queda un mes para terminar la residencia... ―Se rascó la nuca y se interrumpió a sí mismo.
¡Pero qué hago! No seas estúpido, Cole, no les cuentes tu vida, ni siquiera las conoces, van a pensar que eres un psicópata.
Alex volvió a escuchar la voz del médico en su cabeza, y tuvo que realizar su mayor esfuerzo para no echarse a reír ahí mismo. Era adorable.
―Encantada, doctor Travers, yo soy Alexa Stark ―dijo, rompiendo el hielo y pronunciando el apellido con un orgullo casi eufórico. Hacía meses que Tony había hecho los trámites legales para darle el apellido que siempre debió tener, y no se cansaba de presumirlo. ¿Quién no estaría orgulloso de ser un Stark?―. Y ella es mi amiga Selene Olympean, princesa perdida de una antigua civilización extinta.
¡Alexa!
Esta vez fue la voz de Selene la que estalló en su mente. Alex sonrió y se encogió de hombros.
―Es un honor, su alteza. ―Cole Travers inclinó la cabeza, siguiendo lo que creía una broma.
La rubia le devolvió la inclinación al doctor, al tiempo que se contenía para no dirigirle una mirada fulminante a su amiga. A Alex le gustaba demasiado el riesgo, y también ser una tocapelotas, al parecer, pues, en ese momento, soltó una excusa nada convincente para examinar ella sola los resultados de la carpeta, obligando a Selene a entablar una conversación con el guapo doctor mientras tanto.
La eterna trató de responder a los comentarios de Cole Travers, pero estaba muy lejos de conocer las prácticas sociales que imperaban en el siglo XXI. Cuando ella tenía una vida, durante la época dorada de la Antigua Grecia, las costumbres eran muy diferentes. Sin embargo, su torpeza y rudeza para relacionarse no pareció molestar al doctor, sino lo contrario, a cada gesto o palabra de Selene él parecía más maravillado con ella.
Tras unos diez minutos de espectáculo para Alex y tortura para la eterna, las dos mujeres se despidieron del médico, no sin que antes este le diera su número de teléfono a Selene, alegando que la invitaría a tomar algo en el J.G. Melon cuando ella quisiese.
―Sabes que tardaríamos menos si volviésemos volando ―comentó la eterna, cuando ambas llegaron al parking del hospital.
Alex arqueó los labios en una sonrisa divertida.
―No es que no me haga ilusión que me lleves en brazos a unos quinientos kilómetros hora y a cien metros del suelo. ―Sacudió una mano―. Pero Tony me ha regalado esta preciosidad, y hay que aprovecharla. ―Señaló el bonito audi azul metalizado aparcado justo enfrente.
Selene se encogió de hombros. Otra cosa que no entendía de los humanos, en especial de los Stark, era esa estrambótica fascinación por las máquinas.
―Lo de antes, con el médico, lo has hecho a propósito ―comentó, cambiando de tema mientras Alex rebuscaba las llaves del auto en los bolsillos de su cazadora vaquera.
―Oh, vamos, es todo un partidazo, guapo, simpático y futuro neurocirujano ―respondió la mutante, con una mueca pletórica―. No has perdido el toque. Seguro que en la antigua Grecia tenías cientos de pretendientes. ―Abrió la puerta del conductor y se situó frente al volante.
La eterna se dejó caer en el asiento del copiloto, arrugando la nariz. No pudo evitar que un suspiro nostálgico escapase de sus labios tras la mención a la vida que le había sido arrebatada.
Los tenía, claro que los tenía. Siglos atrás decenas de hombres, eternos, humanos y mutantes solían disputarse las atenciones de la hija menor del gran Zuras. Sin embargo, ella nunca había llegado a prestarles demasiada importancia. Por aquel entonces lo único que le interesaba era la arquería, la caza, la naturaleza, la fauna... Como solía decir su hermana, Selene era un espíritu libre e indomable.
Ahora no tenía ni idea de quién era.
---
El rugido de un motor penetrando en el camino principal del Complejo de los Vengadores no distrajo a los dos combatientes de su tarea.
Thor y Vision habían hecho de los jardines traseros de las instalaciones su particular zona de entrenamiento, pues el gimnasio principal había terminado por volverse demasiado pequeño para explotar el auténtico potencial de sus habilidades.
El puño del asgardiano acababa de atravesar a un intangible Vision por tercera vez, provocando que el rubio soltase un resoplido, aun así, sin perder la sonrisa divertida. ¡Por Odín! Cómo disfrutaba los combates en condiciones.
―¡Vamos, Thor! He apostado por ti ―exclamó Sam―. No puedo volver a deberle pasta a Wanda.
El Dios del Trueno vio a Alex y Selene bajar del coche para unirse a Sam, Wanda y Steve, que observaban el entrenamiento desde las tumbonas ubicadas junto a la piscina, mientras compartían bromas post misión y unos botellines de cerveza.
Alexa tomó asiento junto al Capitán y este enseguida le pasó un brazo por los hombros, para luego susurrarle al oído algo que provocó una sonrisa en el semblante de la joven... Aunque eso no era raro, Alex se pasaba el día sonriendo, sobre todo cuando estaba cerca de Rogers.
La eterna, no obstante, se quedó en pie, con los brazos cruzados sobre el pecho y una expresión inescrutable en el rosto.
Hasta ese momento, Thor nunca se había sentido nervioso por tener público, al contrario, le encantaba poder alardear de sus facultades en combate delante de cualquiera. Pero la presencia de Selene provocó que un fugaz encogimiento le atenazara el estómago. ¿Qué extraña sensación era esa?
Aturdido, sacudió la cabeza y volvió a centrarse en el androide, que se disponía a lanzarle un rayo de energía. El asgardiano se apresuró a alzar su martillo, redirigiendo así una ráfaga de electricidad que colisionó contra el ataque de Vision, finalmente sobreponiéndose por muy poco. El androide voló hacia atrás y cayó al suelo de espaldas, visiblemente magullado.
―¡Vision! ―Wanda se levantó a toda prisa, preocupada y dispuesta a ir hacia él, pero el aludido se incorporó enseguida, mostrando una mueca tranquilizadora.
―Estoy bien ―señaló, acercándose a sus compañeros.
Thor también se unió a ellos.
―Lo siento, amigo. Tal vez me he excedido.
―No hay de qué preocuparse ―repuso Vision―. Ha sido un gran entrenamiento, me has ganado justamente ―añadió con un asentimiento de cabeza.
El asgardiano sonrió orgulloso.
―Sí, eso he hecho. ―Alzó el mentón en un gesto un tanto altanero. Sin embargo, su rostro mutó a una expresión desconcertada al escuchar el bufido sarcástico que asomó de los labios de la eterna―. ¿Acaso no estás de acuerdo, lady Selene?
Ella se limitó a devolverle una mirada enigmática, para luego mostrar las palmas de las manos en un gesto de paz.
―Me resulta gracioso escuchar el apelativo justo asociado a un asgardiano ―respondió―, pero el combate no ha estado mal, supongo ―agregó, encogiéndose de hombros.
Un silencio incómodo prosiguió a las palabras de la eterna. Por el rabillo del ojo, Thor vio como Alex y Steve intercambiaban una mirada de preocupación, y como Sam hacía el intento de largarse disimuladamente, pero Wanda lo retuvo con una expresión fulminante.
Si todos empezasen a desaparecer de repente, la eterna y el asgardiano serían capaces de matarse el uno al otro. Lo único que, hasta el momento, los motivaba a mantener una relación cordial era la presencia constante de sus compañeros. Y es que, en lugar de suavizarse, la tensión entre ellos parecía crecer a cada día que pasaba. Sobre todo, por parte de Selene.
Thor frunció el ceño. Esa rubia ponía su temperamento a prueba como nadie lo había hecho a lo largo de su longeva vida, ni siquiera el pendenciero de Loki. Era consciente de que sus acciones pasadas le habían hecho mucho daño a la joven y, aunque no había llegado a pedirle disculpas, se estaba esforzando por ser un caballero con ella ¿Acaso no era evidente? Empezaba a tener la sensación de que cualquier cosa que él hiciera molestaría a la eterna, y lo peor era que eso le importaba, y mucho. Más de lo que debería.
Inspiró hondo antes de responder. Normalmente no se preocupaba por pensar antes de hablar, pero Alex le había aconsejado que tuviese paciencia con Selene.
―¿No ha estado mal? ―inquirió, reproduciendo las palabras de la rubia, e ignorando la primera parte de su comentario anterior―. Tal vez desees mejorarlo, estoy abierto a todo tipo de desafíos ―añadió, casi inconscientemente imprimiendo cierto doble sentido a sus palabras.
Selene bufó ya por inercia, pero luego, sus ojos se iluminaron con un brillo incitante. ¿Por qué no? No le venía nada mal descargar algo de adrenalina. Si el arrogante asgardiano se ofrecía como su saco de boxeo particular, no iba a ser ella quién lo rechazase.
―Bien.
―Bien ―repitió Thor, convencido. Luego sacudió la cabeza―. ¿Te refieres a hacerlo ahora?
La eterna enarcó una ceja.
―¿Acaso el gran señor del trueno tiene miedo de perder?
―Es Dios del Trueno ―la corrigió Thor arrugando la nariz―. Y no, yo nunca tengo miedo. Cuando quieras. ―Retrocedió unos pasos, ubicándose en el centro del jardín.
Selene lo siguió, dejando atrás a sus compañeros para colocarse frente al asgardiano, pero a varios metros de distancia.
―¿Deberíamos detenerlos? ―preguntó Sam, mirando a sus compañeros que parecían tan descolocados como él. Estaba convencido de que esa estaba siendo la conversación más larga que la eterna y el asgardiano habían mantenido hasta la fecha.
―Thor sabrá contenerse ―respondió Steve, no del todo convencido de sus propias palabras―. No le hará daño.
―No es eso lo que me preocupa ―musitó Alex, todavía entre los brazos de su novio.
Pero no dijo nada más, pues en ese instante, Thor alzó la voz:
―Las doncellas primero.
―Entonces empieza tú ―repuso Selene, cargada de sarcasmo.
El asgardiano reaccionó arqueando las cejas, pero en sus labios se dibujó un asomo de sonrisa, acorde al agradable cosquilleo de anticipación que le sesgaba cada fibra del cuerpo.
Y el duelo de titanes dio comienzo.
Ambos se lanzaron hacia delante, haciendo gala de su velocidad sobrehumana, sus puños impactaron uno contra el otro, provocando una pequeña onda expansiva que vació la mitad de la piscina. Cuando el jardín comenzó a volverse insuficiente para sus rápidos e intensos movimientos, ambos combatientes alzaron el vuelo, desapareciendo de la vista de sus compañeros.
―Podemos dejarlo antes de que te hagas daño ―vociferó Thor en tono arrogante, pero divertido.
―Cierra la boca y pelea ―repuso Selene.
Desde el suelo, Alex y compañía solo podían distinguir haces de luces provocados por el choque constante de la energía cósmica de Selene y los rayos de Thor.
―¿Qué problema tienes conmigo? ―jadeó el asgardiano, tras varios minutos de incesante batalla. De algún modo habían terminado alejándose del Complejo, y ahora sobrevolaban el bosque colindante―. Intento ser amable.
―¿Amable? ―Selene frunció el ceño y arremetió contra él aún con mayor fuerza.
El impulso los llevó hasta el suelo. La espalda de Thor colisionó contra el tronco de un gigantesco roble, derribándolo en el acto.
―Eres un hipócrita, Thor, hijo de Odín; unas pocas palabras y gestos amables jamás podrán compensar lo que los tuyos hicieron, ¡lo que tú me hiciste! ―jadeó Selene, agotada pero firme.
Tenía al asgardiano recostado boca arriba sobre la hierba y aprisionado bajo su cuerpo. Los brazos de la joven permanecían tensionados a ambos lados de la cabeza de Thor, y la melena rubia le caía en dos perfectas cortinas hacia abajo, de manera que el rostro femenino era el único foco de visión para el hombre.
Thor tragó en seco, no muy seguro de si el repentino nerviosismo que lo atenazaba se debía a esa cercanía, al hecho de que había sido derrotado o a las palabras de la joven, que, por si fuera poco, a esa distancia resultaba incluso más bella de lo habitual.
―¿Lo que yo te hice? ―se atrevió a preguntar tras un momento de confuso silencio.
―Lo recuerdo todo como si fuese ayer ―musitó Selene―. Fuiste tú quien me arrastró hasta el portal ―agregó, todavía sofocada por el reciente duelo, pero sin perder ese intenso brillo en la mirada.
«Eras demasiado peligrosa», pensó el asgardiano, tal vez para autojustificarse. Sin embargo, ni si quiera se convenció a sí mismo. Sabía que para los estándares de vida tanto de eternos como de asgardianos, en aquel tiempo Selene era poco más que una adolescente, aún incapaz de controlar su propio poder.
Desde que conocía toda la historia de aquella milenaria guerra, era consciente de que él, al igual que todos los suyos, se había dejado cegar por las manipulaciones de los Kree y por el fervor de una buena batalla. Había participado en la condenación de toda una raza de nobles guerreros; y sí, también recordaba haber empujado a la joven princesa al interior del portal abierto por el Zenit.
Sin embargo, hasta ese momento, había mantenido la esperanza de que ella no lo recordase.
―¿Ahora no dices nada? ―insistió Selene, ahogando un suspiro de auténtica frustración―. Tu rostro fue lo último que vi, y lo que me mantuvo motivada a sobrevivir todos los años que pasé encerrada. Me juré a mí misma que algún día regresaría y me vengaría... ―se interrumpió para tomar aire y controlar el tono. Sentía como si se estuviese rompiendo por dentro, y por nada del mundo permitiría que ese asgardiano la viese mostrar debilidad―. Pero cuando al fin volví, cuando me di cuenta de quién eras, ya no podía cumplir mi promesa...
―Porque soy amigo de Alex ―comprendió Thor―. Ella te pidió que renunciases a tu venganza para protegerme, ¿no es así?
Selene asintió y, a toda prisa, parpadeó varias veces reteniendo un acceso de lágrimas.
―¿Tienes idea de lo frustrante que es? ―suspiró.
El asgardiano juntó los labios en una fina línea. Por supuesto que lo comprendía, para alguien como él, como ella, una promesa de ese tipo era algo inquebrantable. Selene se había traicionado a sí misma por no decepcionar a la que ahora consideraba una hermana. Eso se llamaba lealtad.
―Entonces te libero de tu carga ―respondió Thor, lleno de convencimiento―. No debes preocuparte por mí, termina lo que prometiste.
Durante un efímero instante, la duda brilló en los ojos de la eterna, pero entonces ella sacudió la cabeza al tiempo que se ponía en pie, apartándose del asgardiano.
―No te confundas, no me preocupo por ti. Si te perdono la vida es por Alex y por los demás ―siseó―. Y tampoco voy a terminarlo. Yo no soy como tú, no pienso rebajarme a tu nivel. Puedes descansar tranquilo, asgardiano, no seré yo quien ponga fin a tu hipócrita existencia.
Dicho esto, la rubia giró sobre sus talones y alzó el vuelo, dejando a Thor todavía tirado sobre la hierba, con una profunda sensación de desazón en las entrañas.
---
―Venga, tío, una más, la noche es joven.
Cole Travers negó con la cabeza, al tiempo que le dirigía una sonrisa de disculpa a sus amigos. Acababan de salir del bar donde habían pasado las últimas dos horas compartiendo unas copas entre partidas de dardos y animadas charlas.
―Son las dos de la madrugada, y mañana tengo que asistir al doctor Strange en una operación de médula ―se excusó el aludido―. Lo siento, chicos, pero la noche de juerga se ha terminado para mí.
―Joder, Cole, desde que trabajas para Strange te has vuelto un aburrido ―protestó uno de sus amigos, un antiguo compañero de la facultad de medicina.
―Déjalo, es el precio de la gloria, ya nos invitará a dar una vuelta en su Lamborghini cuando sea rico y exitoso ―comentó otro de los jóvenes.
Cole volvió a sonreír y, tras un par de comentarios más, se despidió de sus amigos. Todavía le quedaba una larga caminata hasta su apartamento en Brooklyn; amaba su trabajo, pero el sueldo de residente no daba para desplazarse en taxi a diario, mucho menos para costearse su propio vehículo. Siempre le quedaba la opción de usar el metro, pero prefería pasear, así podía tomar un poco el aire fresco, al menos todo lo fresco que era el aire en el centro de Nueva York, y despejar su mente un rato.
En pocos minutos se encontró pateando la zona peatonal del puente de Brooklyn, a esas horas de la madrugada prácticamente vacío, a excepción de algún que otro coche esporádico. La ciudad que nunca duerme sí dormía en realidad, solo las calles principales de Manhattan como Times Square o Broadway Street hacían verdadero honor a ese manido apelativo. El resto de Nueva York se sumía en la oscuridad pasadas las doce, y uno podía sentirse solo aun en el centro del mundo.
Por eso se sorprendió demasiado cuando sus ojos toparon con la figura de un niño en la acera contraria a la suya. Eso era raro, un crío no se aventuraría por esa zona sin compañía, mucho menos a esas horas de la noche. Sin embargo, eso no fue lo más extraño.
De un momento a otro, el chiquillo saltó la valla que bordeaba la acera y caminó por el centro de la carretera, en ese instante vacía, pero por donde los coches transitaban constantemente.
Cole frunció el ceño, preocupado. El niño, de no más de once o doce años, seguía avanzando por medio y medio del asfalto, como sumido en un trance, como si no corriera peligro de que un coche lo arrollase en cualquier momento.
―¡Chaval, tienes que salir de ahí, podrían atropellarte! ―alzó la voz en dirección al chico, pero este lo ignoró.
Entonces, el miedo de Cole se vio confirmado. Un auto iba directo hacia el niño. El conductor no lo vería a tiempo, el chiquillo apenas era una mancha en la oscuridad de la noche.
―¡Pero qué...!
No lo pensó dos veces antes de echar a correr a toda velocidad hacia él, y toda su velocidad no era ninguna broma, no desde que con catorce años había descubierto que era un mutante con la habilidad de desplazarse a la velocidad del sonido.
Gracias a sus poderes, alcanzó al crío a tiempo y lo apartó de la carretera. Una vez a salvo en la acera, se agachó frente a él y le posó las manos en los hombros.
―¿Estás bien? ―Buscó la mirada del niño, dispuesto a examinarlo con ojo clínico. Debía de estar bajo alguna especie de shock, era la única explicación para su extraño comportamiento.
Pero lo que descubrió no aparecía en sus apuntes de neurología. Un par de orbes completamente vacíos le devolvieron la mirada. Los globos oculares del chiquillo estaban teñidos de negro.
―¿Qué rayos...?
Cole no pudo completar la frase, el niño separó los labios y una especie de masa de energía asomó de su garganta, abandonando el cuerpo del crío e introduciéndose en el suyo a través de su boca, oídos y orificios nasales.
El niño se desmayó frente a él, pero Cole ni siquiera se percató, presa de su propio tormento. Nunca en su vida había experimentado semejante dolor. Desconocía qué estaba pasando, pero su instinto le decía que se resistiera, y eso hacía.
Pronto, todo intento fue inútil. Tras unos segundos de horrible tortura. Los ojos de Cole volvieron a abrirse, solo para reflejar la más absoluta oscuridad.
----------------------------------
Hyyyy <3
Eternity da comienzo oficialmente! xD
So, esto solo es el inicio, pero ¿qué pensáis de Selene?, ¿y de su relación con Thor? De momento quería centrar el primer capítulo en los sentimientos de Selene al tener que empezar una nueva vida en un mundo que no conoce. La pobre está más perdida que un pulpo en un garaje, y aunque por su caracter no lo demostrará mucho, lo ha pasado muy mal, you know, probablemente es una de mis protagonistas con la que más me he ensañado haciéndola sufrir en el pasado. Anyway, ella es fuerte xD.
Thor también está perdidillo, no era consciente de lo mucho que sus actos la hiceron sufrir, pero ahora sí. So, quizás intente algo para ganarse el perdón, who knows. Además, todos sabemos cómo era el Thor de la primera peli, un cabeza loca, y ese es el Thor que conoció Selene. Tendrá que esforzarse mucho para que ella cambie de opinión.
En fin, me voy callando que me conozco. Solo quería avisaros de que he publicado una historia de Peter Parker, Covenant. Pertenece a la saga Poweful Women, pero podéis leerla sin problema cuando queráis (y si queréis xD), ya que en esa no haré spoilers de Eternity ni de Blackrose. Estoy muy emocionada con ella, seriously, muy muy fuerte. Probablemente pronto suba los primeros capítulos.
Muchos besos a todas ^^
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top