V ○ MILAGRO
Si, sentada ante ti
–fueses sol, árbol o piedra–,
te pudiera comprender.
Si, remontara mi pequeñez
–mi pequeñez de entendimiento–,
y conociera el porqué de tantas cosas.
Si, dando un salto,
sobrepasara este miedo, humano, tal vez,
pero racional y experimentado.
Si, tirándome al vacío,
encontrara tu calidez,
tan soñada, tan... deseada.
Si, arrancándome la carne,
y con ella la necesidad de respirar,
y esta hambre y esta sed,
y este dolor de sentir,
comprendiera tus secretos,
bárbaros, quizá por divinos,
y yo ya no fuera una Mujer
con su limitación de polvo,
con estas cadenas que me atan al mundo
pero me permiten ver –y por tanto desear–
a las estrellas.
Si yo no fuera lo que soy,
si me negación de mí
me hiciera toparme contigo
¿qué sería yo?
Debes creerme si te digo
que quiero creer en ti,
que lloro desconsolada cuando no te entiendo,
y con esa falta de entendimiento
se va mi poca fe.
Pero, también debes saber
que esta fe,
es bombardeada cada día por militares patriotas
y tiroteada a sangre fría por terroristas desalmados.
Es acuchillada, con alevosía, por racistas incultos.
Es saqueada, impunemente, por banqueros insaciables.
Es pisoteada por ideólogos insensibles, en tu nombre.
Es vejada por violadores. Y maltratada una y otra vez.
Es mordisqueada por la enfermedad
y dinamitada por la muerte...
Sí, Dios mío,
debes existir,
porque es un milagro
que aún quiera seguir creyéndote.
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