Un mismo deseo


¡Por petición, he corrido esta historia a wattpad para que la conozcan! ¡Espero que les agrade!

El video de arriba es el opening del fic e.e

DISCLAIMER: Los personajes de "Yu-Gi-Oh!" no me pertenecen a mí, sino a Kazuki Takahashi.


— ¡Utilizaré a "renace el monstruo" para regresar a... Osiris, el dragón de los Cielos!

Dicho y hecho, el dragón apareció frente a él.

— ¡Ataca al Mago silencioso!

.

.

.

Cero, tras este ataque sus puntos se redujeron a cero. Todos estaban en shock. Yugi... Yugi había perdido.

Cierta castaña de ojos azules sintió las lágrimas caer por sus mejillas. ¡El faraón ganó!... Pero, Yugi perdió. No sabía si sentirse feliz, porque Atem se quedaba, o triste porque su otro amigo haya perdido y además... el faraón jamás podría descansar en paz, quedándose en este mundo. Apretó los puños. Vio a su amigo dejarse caer de rodillas y caían pequeñas gotas saladas al suelo. Era de esperarse que estuviese frustrado. Atem no podría descansar en paz, jamás. Incluso el mismo ganador expresaba una profunda tristeza. Y eso hizo que una duda asaltara su mente. ¿Y si no quería quedarse con ellos?

— Supongo que el faraón tendrá que quedarse. — Murmuró Ishizu luego de un incómodo silencio. — Tendrá que regresar al rompecabezas, faraón. — Lo miró.

Este solo asintió, sin mostrar alguna expresión en especial. Se acercó a la lápida donde reposaban los artículos, pero al tener el rompecabezas en sus manos... No sucedió nada. Frunció el ceño.

—... ¿Por qué...?

— ¿Qué sucede?

— No puedo. — Fue lo único que pudo decir. — ¿Por qué no puedo regresar al rompecabezas?

Ishizu y Marik se acercaron a él. La mayor tomó el objeto entre sus manos y cerró los ojos tratando de concentrar su energía en él... Los abrió de golpe.

—... ¿Qué es esto?

— ¿A...? ¿A qué te refieres, Ishizu? — Se atrevió a hablar la castaña.

Atem la miró, pero esta rápidamente apartó sus ojos de él y prefirió enfocarse en la respuesta de la mujer. No tenía valor de verlo a la cara, por sus deseos egoístas de que él se quedara, se cumplió y... No podía sentirse peor en aquellos momentos.

— El faraón no puede volver a ser el espíritu del rompecabezas como antes.

— ¿Qué quieres decir con eso? — Preguntó el rubio al acercarse a su mejor amigo, que seguía arrodillado mirando el suelo.

—... Por alguna razón, el faraón ya no puede volver al rompecabezas del milenio, sin embargo le pertenece. Creo que al ser destinado quedarse en esta época y mundo... Se le ha otorgado el cuerpo humano.

Atem se miró a si mismo sin poder creérselo. Tenía finalmente un cuerpo propio. Miró a Yugi que había alzado la vista al escuchar lo último.

—...

— Hermana, ¿estás segura?

— Completamente.

—... Vaya, Atem. Eres de carne y hueso. — Opinó el rubio.

Él seguía en silencio, mirando a la castaña que se negaba a mirarle. ¿Por qué actuaba de esa manera con él? ¿Acaso había hecho algo malo? De seguro estaba triste de que Yugi haya perdido. ¿Acaso no estaba feliz de que se quedara? Él estaba feliz, se quedaría con sus amigos. Sí, era inevitable sentirse melancólico por no volver y descansar en paz, pero podía vivir como una persona normal como sus amigos, y quería estar con ellos hasta el final.

— "¿Acaso Anzu no piensa lo mismo?" — Miró el cartucho con tristeza.

o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o- o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-

Un gran escándalo. Todo fue un gran escándalo. La madre de Yugi no se podía creer que había "un espíritu" en el rompecabezas de su hijo, ¡además idéntico a él! Salvo por sus ojos y su forma de mirar, claro. Estuvieron hablando horas respecto al tema con ella, hasta que comprendió y se encariñó en tan solo segundos con el "nuevo miembro de la familia". Como se llamaba Atem, no se lo cambiarían, salvo que le otorgarían el apellido Muto. Yugi se quedó con el rompecabezas, para que Atem tuviese espacio con su cartucho, que curiosamente lo observaba de reojo constantes veces. Habían llegado agotados por la ardua batalla, pero veía a su "ahora hermano gemelo" sentado en su escritorio mirando seriamente el cartucho.

— ¿Qué pasa?

—... Dime, Yugi. ¿Acaso no querían que me quedara?

— ¡N-No es eso! — Se levantó rápidamente de la cama para mirarlo mejor. Entonces lo notó, la mirada que irradiaba Atem era una profunda tristeza. ¿Por qué? — ¿Acaso querías irte?

—... Quería que ganaras. — Admitió. — Pero el quedarme aquí, también lo quise. Ustedes están aquí, conmigo. Pero me atormenta algo... Y demasiado. — Yugi le lanzó una mirada de hacerle continuar. — Me pregunto si Jonouchi, Honda... Anzu... Y los demás hubiesen querido que me fuera.

— ¿Por qué piensas eso?

— Jonouchi, no me dirigió la palabra en el trayecto de vuelta. Honda te acompañó... Anzu... Anzu ni siquiera me mira directamente, como si fuese...-

— ¡No pienses eso! — Negó rápidamente. — Jonouchi-kun, Honda y Anzu estaban un poco preocupados por mí, pero eso todo. Ellos te aprecian mucho. — La verdad él también había notado lo distantes que estaban sus amigos con Atem, creyó que era su imaginación, pero se equivocó al escuchar las palabras de él. — Habla con los chicos mañana. Además, tendrás que ir a la escuela.

— ¿Con qué uniforme? — Preguntó desinteresadamente mientras jugaba con la pequeña cadena de su cartucho.

—... Buena pregunta. ¡Ah! Jonouchi-kun tiene dos uniformes. Podríamos...

Se mordió la lengua al ver la mirada de Atem aún más apagada.

— Lo siento.

— Es mi culpa, no te disculpes. — Se encogió de hombros, pero el tono de su voz sonó amargo.

Yugi no quiso seguir hablando. Murmuró un débil buenas noches y trató de dormir, aunque no pudo, sabiendo que Atem tampoco.

Apenas los rayos del sol salieron, ambos se dieron cuenta de que el tiempo había transcurrido muy rápido. Atem, quien estaba acostado en el suelo, no le importó y siguió observando el cartucho en un aire ausente. Yugi se levantó para llamar a su mejor amigo.

—... ¿Hola?

— ¡Jonouchi-kun! — Sonrió.

¡Ah, Yugi! ¿Qué pasa? ¡¿Por qué me despiertas tan temprano?! — El pequeño se encogió por el grito.

— ¿Me prestas tu uniforme de repuesto?

¿Ah?

— Es para Atem. — Un largo silencio se hizo a través de la línea. —... ¿Jono...-?

Muy bien. Te lo daré cuando te vayamos a buscar junto con los chicos. — Le interrumpió y le colgó. El pequeño sintió un peso muerto en el estómago. ¿Por qué sus amigos...?

Subió a su habitación, donde Atem se encontraba dormido. Algo muy raro en él. Se acercó y vio que tenía el cartucho en su mano, fuertemente agarrado. No sabía por qué, pero al parecer eso se había vuelto mucho más importante que... El rompecabezas. Miró el artículo milenario que reposaba en su cama. Se vistió y se lo colocó. Se acercó al faraón para despertarlo.

— Atem... Despierta, llegaremos tarde...— Su voz sonó triste, decaída. ¿Cómo no? Estaba preocupado por su "hermano" y sus amigos actuaban raro con él. Lo entristecía, antes ellos sonreían juntos, con él, dándole un propósito de seguir adelante. ¿Por qué ahora actuaban de esa manera?

El mayor abrió los ojos sin mucho esfuerzo, pero se podía ver que estaba cansado. Se levantó y se fue al baño, sin decir nada. Escuchó el sonido del agua correr... Sí, necesitaba relajarse. Un baño lo haría despertar.

— ¡Yugi, Atem! ¡Sus amigos están aquí!

Agradecía que su madre y que su abuelo siguieran tratando a Atem como una persona normal y miembro de la familia. De verdad lo agradecía. No supo por qué fue tan frío, pero al ver a sus amigos afuera, ni siquiera los saludó, agarró la bolsa que traía Jonouchi y volvió a entrar, dejándolos afuera. Ni él entendió por qué hizo eso, pero... Se sentía verdaderamente mal por el faraón. No podía permitir que sus propios amigos le hicieran eso a su hermano mayor.

Luego de unos quince minutos, Atem salió del baño ya vestido. Ocultó el cartucho debajo de su camisa y agarró una de las mochilas de Yugi.

— ¿Qué pasa? — Preguntó al notar la mirada de Yugi posada en él.

—... Nada. — Se rio algo avergonzado. — Es solo que a pesar de que seamos casi iguales, me hace gracia que seas más alto que yo.

Atem volvió su vista al espejo, donde se podían ver ambos. Era cierto, se podría decir que él media un metro ochenta, o algo similar. Si que había crecido al otorgar cuerpo propio. No lo había notado. El pequeño Yugi apenas le llegaba en el hombro. Sonrió, siempre le hacía sonreír cuando se mostraba triste.

— Sí, tiene algo de gracia. — Se rio y salió de la habitación, seguido del pequeño. No les apeteció desayunar, así que salieron enseguida, encontrándose con los tres chicos, que forzaron una sonrisa.

Atem no se molestó en disimular su tristeza. Hizo un pequeño gesto de saludo mientras que su "hermano" los saludaba. Los cinco se encaminaron a la escuela mientras que Jonouchi hablaba animadamente con Honda y Yugi, dejando a cierta pareja un poco más atrás.

En ambos había un gran e incómodo silencio. Atem tensó la mandíbula, estaba molesto, frustrado y triste. No lograba comprender por qué sus amigos actuaban de esa manera, quizá ellos solo estaban con él porque estaba en el cuerpo de Yugi. Esa idea lo deprimió más y bajó la vista, siendo incapaz de tratar de buscar una forma de hablar con la castaña a su lado

Pero sus ideas eran muy distintas a las de Anzu en aquellos momentos, estaba nerviosa, avergonzada y triste. La silenciosa presencia de él le intrigaba, su tristeza reflejada en esos ojos violeta que ella anhelaba con todo su ser hacían opacar su brillo. Además, seguía sintiéndose culpable por sus deseos egoístas de que Atem se quedara en este mundo. Pero... ¡Necesitaba saber si él quería quedarse con ellos?

—... Estás muy callado. — Susurró. — ¿Sucede algo malo?

— Eso mismo quería preguntarte. — Preguntó alzando su vista para mirarla. Su corazón dolió al verla apartar su vista de él cuando él se giró a verla.

— Yo...-

— ¡Chicos, nos adelantaremos! — Anunció Yugi.

La pareja se giró para ver al trío salir corriendo y ambos detuvieron su caminata a la escuela. Atem se giró a verla, Anzu seguía mirando el camino donde Yugi había desaparecido con sus amigos.

-Con los chicos-

— ¿De qué querías hablarnos, Yugi? — Detuvieron carrera al ocultarse. — Además, estás actuando extraño.

— Eso es lo que yo quería saber. — Expresó con tristeza, sorprendiendo a sus dos amigos. — ¿Qué les sucede con Atem? Ahora él es mi hermano, parte de la familia, no pueden tratarlo de esa manera.

—... ¿Cuál manera?

— Han sido muy fríos con él, siendo que él apenas procesa la idea de quedarse aquí.

Jonouchi y Honda miraron el suelo. El rubio levantó la cabeza y mostrarse sincero.

— Lo sentimos, Yugi. Nosotros... No. — Se corrigió. — Por lo menos creo yo, que... Es egoísta lo que pensé.

— ¿De qué hablas?

— Quería que él se quedara, pero nunca creí que se cumpliría... Y me sentí horrendamente mal.

— ¡Jonouchi! — Exclamó sorprendido el chico de cabello castaño. — Yo... Creí que era el único que pensaba de esa manera.

—... Entonces todos no se acercan a él porque sienten culpa. — Dedujo el menor. Sus amigos asintieron tristes. — No creo que él se moleste ni se resienta con ustedes. Anoche... Anoche me dijo que él quería que yo ganara. — Al ver las miradas de sus amigos, prosiguió continuar. — Pero también me confesó que no se arrepentía de todos modos, ya que estaba con nosotros, sus amigos. Por eso... Él no se siente mal al respecto. Admitía que se sentía un poco triste de no poder regresar, pero sabía que esa tristeza desaparecería con nosotros.

Jonouchi subió la vista y sonrió.

— ¡Muy bien! ¡Hoy mismo lo invitamos a comer unas hamburguesas de disculpas! — Gritó emocionado. — Aunque no tengo dinero...

— Aportemos todos. — Sonrió.

— ¡Muy bien! — Pero algo lo desconcertó. — Pero... Anzu también ha estado actuando muy raro.

— Ah...— Yugi maldijo mentalmente al escucharse su voz apagada. ¿Cómo no? Hace mucho que había notado que Anzu no lo miraba a él, miraba a...— Siento que... Atem y Anzu deben solucionar esto a solas.

— ¿Y por qué? — Preguntó ingenuamente. — ¿Acaso se van a declarar o qué?

— ¿Tú crees que ellos sientas algo el uno por el otro? — Preguntó el castaño.

Yugi quería contestar, pero el rubio se le adelantó.

— ¡Vamos! ¡Soy el más despistado y se nota a kilómetros que Anzu está enamorada de Atem!

Yugi apretó los labios.

—... Pues sí, eso es muy probable. — Mostró una mueca de preocupación. — Pero Atem es todo un misterio, nunca me ha contado sobre sus sentimientos hacia alguien. Solo me contaba el aprecio que siente hacia todos nosotros, pero no ha habido ningún sentimiento en especial.

— Pues, creo que ambos se apegaron mucho un tiempo.

— ¿Eh?

— Sé que es malo recordar los momentos difíciles, pero cuando...— Honda se rascó la nuca. — El sello de Orichalcos robó tu alma, hubieron muchos problemas para tratar de alcanzar a Dartz. Apenas comenzamos el camino, nos tuvimos que separar. Anzu y Atem se fueron juntos y cuando los volví a ver, estaban muy juntitos.

Yugi solo se encogió de hombros, fingiendo desinterés, cosa que fue muy mal disimulado por el punto de vista de sus amigos.

— Llegaremos tarde.

— ¿Qué hay de Atem y de Anzu?

— De seguro ya llegaron.

Y como predijo el tricolor, allí estaban. Todos miraban curiosamente a Atem, quien miraba distraídamente por la ventana con una expresión decaída. Yugi sintió que algo andaba mal, vio a Anzu que tenía rodeada su cabeza por sus brazos, sentada en su puesto. Los tres se acercaron a ella preocupados.

— ¿Anzu? ¿Qué ocurre?

—... Te-Tengo sueño. — Su voz sonó quebrada, pésima excusa.

Jonouchi fijó su vista en Atem, quien se había girado para apreciar a la castaña con tristeza. Ya volvería con Anzu, pero con el faraón tenía un asunto pendiente. Se acercó y se sentó en frente de él.

— ¡Hola, Atem! — El aludido se giró rápidamente sin advertir su presencia. — Tú y yo tenemos un asunto pendiente. — Sonrió. — Pero de eso lo hablaremos después. Ahora dime, tu cara parece la de un cadáver y Anzu está llorando. ¿Qué sucedió entre ustedes?

Atem apenas pudo procesar la información, creería cualquier cosa... Pero, ¿Anzu estaba llorando? ¿Por qué? ¿Fue su culpa?

— ¿Está llorando?

— No sabemos el por qué, pero por lo menos déjame saber qué pasó entre ustedes para ver si tú eres el causante de su llanto. — Se tornó serio. — Anda, escúpelo.

Atem metió su mano dentro de la camisa, dejando ver el cartucho y lo miró con melancolía. ¿De verdad era su culpa?

F-l-a-s-h—B-a-c-k

"— ¡Chicos, nos adelantaremos!

Atem volvió su vista hacia ella, esperando una respuesta de lo anterior.

—... ¿Y bien?

Yo...— Se mordió el labio.

Anzu...— Susurró su nombre con tristeza. Esta finalmente lo miró, pero sus ojos se estaban llenos de lágrimas. — ¿Acaso...? ¿...No querías que me quedara?... ¿Eras mi mejor amiga solamente por Yugi?

Anzu no contestó. ¿Era su mejor amiga? ¡Quién lo diría!

—... No...— Contestó.

Entonces... ¿Qué? ¿No somos amigos?

No, no podía decirle. Si lo hacía, él la odiaría para siempre, por sus deseos tan aprovechados de la situación.

Atem, al sentir más silencio, lo tomó como una respuesta negativa. Quizá le daba pena decirlo, la comprendía. Al principio siempre fue muy frío e indiferente con ella, su aspecto oscuro la asustó muchas veces. No le extrañaba que ella no le agradara y hablara con él por cortesía.

—... Ya veo. — Anzu alzó la vista confundida. — Bueno, aunque no te agrade, déjame llevarte para que los demás no se preocupen.

Comenzó a caminar, agarrándola de la mano, ya que ella no se había movido. Al llegar se separó rápidamente de ella, no quería incomodarla y miró cualquier cosa que no fuese ella."

Le sorprendió que Jonouchi siguiera serio desde que comenzó su relato. Escuchó un sonoro suspiro del rubio.

— No te afliges, amigo. Creo que a Anzu le sucedió lo mismo que a nosotros, verás...-

— ¡Buenos días alumnos!

Todos se levantaron, Jonouchi dio un respingo y se levantó rápidamente.

— Cómo siempre, en vez de estudiar, va picoteando, Katsuya. — Ironizó el profesor. El rubio le lanzó una mirada asesina.

— Y como siempre, los que se hacen llamar profesores son unos corruptos.

Todos se giraron para ver al responsable de esa voz, que se situaba en el rincón del salón.

—... ¿Quién es usted?

Este sonrió.

— Muto. Atem Muto.

Los murmullos no se tardaron en procesar, miraban repetidamente al nuevo y al pequeño que estaba un poco más alejado de su hermano.

— Así que... Usted es el alumno nuevo. Ya es su primer día y quiere quedarse en detención.

— ¿Por qué? ¿Por defender a un amigo?

— ¡Me ha insultado!

— Yo dije eso al aire. — Sonrió victorioso. — Si usted se sintió identificado, no es mi problema.

Anzu lo miró sorprendida, ¡era todo un rebelde! El hombre no dijo nada y a regañadientes, comenzó a pasar lista.

Ya en el descanso, Atem y Jonouchi habían discutido sobre el tema de Anzu y los pensamientos que tuvieron sobre la batalla.

— ¡No nos odies! — Se inclinó. Atem suspiró.

— Sinceramente no creí que pensaran aquello, pero me alaga. — Sonrió con melancolía. — Supongo que le debo una disculpa a Anzu.

— Tú siempre tan noble. — Lo abrazó. Atem soltó un bufido. — Oye, ¿y qué fue eso al comenzar las clases? ¡Gracias, viejo! ¡A ese idiota no lo soporto!

— Pues... No fue nada. — Se encogió de hombros.

— Bien, como recompensa, iré a buscar a Anzu por ti. Quédate aquí. — Salió corriendo.

— No es nece...— Ya se había ido.

Se sentó en el suelo y volvió nuevamente su vista al cartucho. No sabía por qué, pero Anzu era muy especial para él, tanto en su vida pasada como en aquellos momentos, era la única amiga que tenía además de Mana, pero era diferente... Lo que sentía por Anzu era diferente.

Continuará...


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