El verdadero problema


DISCLAIMER: Los personajes de "Yu-Gi-Oh!" no me pertenecen a mí, sino a Kazuki Takahashi.

-F-l-a-s-h—B-a-c-k-

"— ¡ANZU! — Esta iba a caer, pero tiró de ella y la abrazó con tal de que no cayera del precipicio.

—... ¿Eh? ¿Yugi?"

-F-l-a-s-h—B-a-c-k—E-n-d-s-

De nuevo ese recuerdo. Sí, la había salvado muchas veces... Ya había perdido la cuenta. Soltó un suspiró. ¿Dónde había ido Atem con Jonouchi?

— ¡ANZU!

— "Y hablando del demonio..."— Se giró para ver al rubio. — ¿Qué sucede, Jonouchi?

Este iba a hablar, pero el timbre de volver a clases los hizo dar un respingo. Luego de unos segundos vieron entrar a sus compañeros, entre ellos iban los "nuevos hermanos". El menor expresaba una mirada pensativa, mientras que el otro una culpable. Anzu apretó los labios. ¿Qué sucedía con él? ¿Estaba triste por creer que ella no quería ser su amiga? Tenía que aclarárselo, pero también significaría revelarle su egoísmo. Antes de seguir con las clases, Jonouchi se acercó.

— Atem quiere hablar contigo después de clases. — Susurró.

Y esas fueron las últimas palabras en el mundo que esperaba escuchar.

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Yugi alistó su mochila para salir con sus amigos, pero Jonouchi le había contado que primero dejarían un momento a la cierta pareja a solas para arreglar sus problemas de una buena vez. El pequeño no pudo evitar sentirse triste, él tenía unos fuertes sentimientos hacia Anzu, pero sabía muy bien que ella jamás lo miraría más que un amigo.

Atem también lo sabía, sobre los sentimientos del chico, ya que estando bastante tiempo en el alma del pequeño, había descubierto todos sus dolores y miedos, uno de ellos, el que Anzu se alejara de él por decirle sus sentimientos. El faraón se había prometido a sí mismo, incluso en su vida pasada, JAMÁS enamorarse. ¿La razón? Simple, no podía exponerla al peligro y solo lograría más complicaciones, descuidando a los demás. Y en el presente se lo impedía por Yugi, ya que desde que conoció a Anzu, siempre se sintió atraído por ella, lo demostró muchas veces, pero tenía que apartarse, él deseaba que su "hermano" fuese feliz. No podía opacar la felicidad de sus amigos a costa de la suya. Ya suficiente daño había causado.

— Acompañaremos a Honda a su casa para ir por dinero para que almorcemos todos juntos. — Anunció el rubio. — Atem, Anzu. ¿Podemos vernos en el parque? — Ambos asintieron. — Muy bien, ¡nos vemos!

Los tres salieron corriendo, mientras que la ojiazul junto con el ojivioleta se encaminaban al parque sin mucha prisa. Al llegar, se sentaron en la hierba, bajo un árbol para tomar un descanso por el día tan tenso.

El chico apoyó su espalda en el tronco del árbol, Anzu la imitó, a su lado.

—...

—...

—... Anzu.

— ¿Mm? — No tenía valor para hablar.

— Jonouchi y Honda me pidieron disculpas...— Anzu se giró a verlo confundida. — Porque... Creyeron que por su egoísmo, el deseo de que yo me quedara se había cumplido. Se sentían avergonzados y culpables... — Susurró sin mirarla aún. — Hay algo que quiero saber, Anzu.

—... ¿Y qué es?

Atem finalmente se giró a verla en un semblante serio.

— ¿Tú sentiste... o pensaste lo mismo?... ¿Por eso has estado evitándome? ¿O hay algo que te desagrada de mí?

— ¡Jamás me desagradarías, Atem! — Contestó rápidamente. El chico se mostró un poco sorprendido por el repentino cambio de humor. — Es solo que... Yo me siento de la misma manera que Jono y Honda.

—... ¿Sientes? ¿Por qué aún?— La castaña sollozó. Atem la miró sorprendido. ¡De nuevo estaba llorando! — Lo siento, yo...-

— La única que debería disculparse soy yo. — Le interrumpió. — Nunca quise... Desear tan ingratamente que te quedaras. Pero... Eres mi amigo, estuviste ahí cuando te necesité. Cuando necesité valor... Y el que te fueras... En tan solo pensarlo, se me hizo más difícil... ¡No quería que te fueras!

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—... Anzu. — Sonrió conmovido por las palabras de la castaña. — No llores. Yo sé que no fue con intención. Por un momento creí que ustedes no me apreciaban. — Su mirada se tornó melancólica. — Pero ahora... Oyendo esto de tus labios... Me hace sentir muy alagado. — Se rio con tristeza. — Lamento haberte hecho pasar por un mal momento, pero jamás los odiaría por algo tan noble.

Anzu le miró unos segundos en total silencio, mientras más lágrimas escapaban y corrían por sus mejillas. Atem, ya un poco frustrado por ver que la chica seguía llorando, retiró las últimas lágrimas que cayeron en el rostro de la chica. Recordó que Yugi le había enseñado a "ser un caballero". Lo era, pero hacer algo como eso... Sacó un pequeño pañuelo de su bolsillo y se lo entregó. La ojiazul la miró entre sorprendida y maravillada.

El faraón no tuvo más opción que apartar la vista de ella con sus mejillas ardiendo. ¡Qué vergüenza! ¿Por qué en el presente hacían ese tipo de cosas?

— Gracias, Atem. — Sonrió aliviada. Él la comprendía, por eso se sentía feliz de amar a ese tipo de persona.

— No es nada. — Sonrió ya un poco más calmado.

— ¡Atem, Anzu!

Ambos miraron a Yugi, a Honda y a Jonouchi correr hacia ellos.

— ¡Tenemos el dinero! ¡Esto va por nuestra cuenta para celebrar que ya eres parte de nosotros! — Anunció el rubio. El faraón sonrió.

— Gracias, chicos. — Se colocó de pie y extendió su mano a Anzu. — Anda, arriba.

La castaña sonrió y tomó su mano con un poco de nerviosismo. Este hecho no pasó desapercibido por el trío presente.

— ¿Nos perdimos de algo? — El tono de Honda sonó pícaro. La pareja los miraron con un sonrojo en el rostro.

— ¡N-No! ¡No es lo que...!

— ¿Lo que pensamos? ¿Acaso no se reconciliaron? — Preguntó Yugi con una sonrisa traviesa.

Habían picado el anzuelo. Anzu se mordió el labio mientras que Atem les lanzaba una mirada asesina a los tres.

— ¡Tranquilo, Atem! ¡Ahora a comer! — Le animó el rubio mientras le rodeaba los hombros con el brazo.

Fueron a Burguer World. Tanto al faraón como a la castaña le entraron unos melancólicos recuerdos. La primera vez que se vieron de verdad, la primera vez que la salvó. Ambos suspiraron, provocando un desconcierto en sus tres amigos restantes. La pareja solo se sonrojo y no dijeron nada. El resto de la tarde fue divertido, incluso se habían dado cuenta de que Atem era alguien muy diferente a lo que pensaban, sí, era muy inteligente por su vida pasada, pero también demostraba ser igual de bromista como Jonouchi, pero su buen sentido del deber como Honda en algunos sentidos.

En el atardecer, Yugi, Atem y Anzu se dirigían a la casa de los hermanos. Anzu se quedaría sola en su casa, sin embargo aceptó la invitación de los "gemelos" para pasar el rato.

— ¡Ya llegamos! — Anunció el menor. Silencio. — ¿Hola?

Atem llegó al comedor y encontró una nota pegada en el refrigerador.

— Yugi. — Lo llamó. El pequeño llegó junto con la ojiazul. — El abuelo y la señora Muto salieron. No volverán hasta la otra semana.

— No la llames señora Muto. — Se rio. — Ahora es tu madre.

Atem sonrió, pero Anzu pudo ver un poco de tristeza en ellos.

— ¿Atem? ¿Cómo era tu madre?

El aludido le miró sorprendido por la pregunta, luego miró a Yugi, que se veía interesado por la pregunta.

— No tengo muchos recuerdos de ella. — Se encogió de hombros. — Murió cuando apenas era un niño.

Anzu se maldijo a sí misma mentalmente.

— Lo siento. — Susurró. El faraón sonrió.

— Está bien. De todos modos, sabía que me lo preguntarían, solo que no esperaba que fueras tu quien me preguntara.

El resto de la tarde, estuvieron conversando sobre la vida de los tres, habían cosas entre los tres que no sabían y les sorprendió bastante. La confianza se había fortalecido considerablemente.

Anzu no sabía si sentirse más enamorada de la cuenta, Atem era muy comprensivo en todos los sentidos, pero bastante sincero, si no estaba de acuerdo en algo, por más cruel u ofensor que sonara, lo decía. Le conmovió ver como este jugaba con el cartucho que ella le regaló de vez en cuando conversaban y se contestaban preguntas tontas.

— ¿Y...? ¿Alguna vez habías estado comprometido? — Preguntó el menor.

Atem frunció el ceño.

— ¿Bromeas? Buscar esposa en el antiguo Egipto fue más difícil que recuperar todas las cartas de los Dioses. — Bufó. — Muchas pretendientes me presentaron cuando tenía 14 años, pero las rechacé a todas.

— ¿Y eso por qué? — Anzu se mordió el labio. La pregunta había salido sin querer.

— Simple. — Sonrió mirándola de una manera especial. — Ninguna me llenaba. — Miró su cartucho. — Es extraño, se supone que en mi tiempo, las chicas a los 14 o 15 años se deben mostrar maduras y respetables ante la gente, sin embargo era yo el sin vergüenza que las rechazaba por aburridas. — Se rio.

Anzu sonrió mirando también el objeto. Yugi solo mostró una sonrisa forzada.

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Al día siguiente, Yugi despertó enfermo, debido a una intoxicación. Algo muy raro. Atem se encaminó a la escuela, hasta toparse con Anzu.

— Buenos días. — Boró su sonrisa al verlo solo. — ¿Y Yugi?

— Está enfermo. — Expresó algo preocupado. — No sé qué sea, es molesto no conocer mucho este lugar.

— Tranquilo. — Le guiño el ojo. — Te ayudaré en la tarde para que cuides de él.

Honda también había faltado, y Jonouchi estaba pálido. ¿Qué sucedía con todos? En la hora de deportes, Atem se unió con Jonouchi a basketball, mientras que Anzu seguía en su taller de danza.

El faraón estaba a punto de salir del baño, cuando escuchó unos pasos a sus espaldas.

— ¿Muto? ¿Atem Muto?

Este se volteó con el ceño fruncido. Eran uno de sus compañeros de clase.

— ¿Se te ofrece algo?

— Se ve que eres un buen jugador de basketball. ¿Seguirás en el equipo?

— Lo hago por la escuela, no porque quiera. — Contestó sinceramente comenzando a irse, pero uno de ellos lo jaló del cuello de la camisa. Este se mostró molesto. — ¿Qué demonios quieren? ¿Dinero?

— Tranquilo, es solo que nos estás quitando el territorio. — Atem, sin entender se zafó del agarre.

— Ve sin rodeos, imbécil.

— Escucha bien, Muto. — Se acercaron a él. — Desde que llegaste, nos has causado problemas. Solíamos ser los mejores, ahora tu subiste al trono.

— No me interesa.

— Debería interesarte. — Su tono se volvió en tono de... ¿lástima? — Tu pobre hermanito, sufriendo.

Un momento. ¿Cómo sabían que Yugi estaba enfermo?

— ¿Qué quieres decir?

— ¿Desde cuándo conoces a Masaki? Es la chica que todos desean obtener en todos los sentidos. — Se voz sonó ronca. — Y solo tú captas su atención, incluso estás dejando de lado los sentimientos de tu hermano, siendo que ellos se conocen desde la infancia.

Apretó los puños. La noche anterior había notado a Yugi muy decaído. ¿Fue porque estuvo mucho tiempo con Anzu? No quería seguir escuchando, se volteó y les ignoró los comentarios, excepto el último.

— Si yo fuera tú, ya me habría acostado con Masaki.

Y esa fue la gota que derramó el vaso. Se giró y estrelló su puño en el rosto del chico que había dado su sentencia de muerte.

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Anzu tuvo que ir sola a la casa de Yugi, ya que no había encontrado a Atem. Jonouchi se había tenido que ir porque sentía una horrible jaqueca. Algo andaba mal.

— ¿Cómo te sientes Yugi?

Este, acostado, apenas giró un poco su cabeza para mirar a su amiga.

— ¿Dónde está...?

— No lo sé, no lo encontré. — Susurró con tristeza.

-En la cancha del Instituto de Domino-

Fue lanzado nuevamente al suelo. Si un idiota lo odiaba, no tenía por qué llamar a la manada entera. Él podría con cuatro o cinco tipos, sin embargo, habían 12 chicos rodeándolo.

— ¿Y bien, Atem? ¿Aprendiste la lección?

Este sonrió con sorna.

— Sí claro, aprendí que unos cobardes como ustedes no son nada si son uno solo.

Como respuesta, el capitán, que tenía una varilla de hierro, al ver al chico tratar de levantarse, lo golpeó con esta. Atem no soltó un quejido. Absolutamente nada, solo jadeó.

— ¿Por qué te dejas golpear?

— No tengo por qué gastar mis energías con ustedes. — Se rio a pesar de sentir el sabor a sangre en su boca.

Giró su vista a la entrada de la cancha, y se sorprendió, era el profesor que Jonouchi detestaba. No hizo nada al ver tan escena, solo sonrió y se fue.

— "Maldito hipócrita... Bastardo." — Maldijo mentalmente antes de sentir un agudo dolor en la cabeza y todo se volvió negro.

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.

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¡Atem!

— "¿Quién?"

¡ATEM! ¡Despierta, amigo!

— "Cómo molestas, ¿quién eres?"

Sintió ser zamarreado. Soltó un gruñido. Abrió con esfuerzo los ojos y se encontró con los ojos del rubio.

— Jonouchi. — Susurró tratando de regularizar su respiración.

— ¿Qué demonios te pasó? ¡No hemos sabido nada de ti desde hace dos días!

— ¿De qué...?

Entonces se dio cuenta. No estaba en el gimnasio, estaba en el cuarto donde guardaban los elementos de deportes. Llevó su mano a su frente. Sintió algo viscoso y lo miró, eran manchas rojizas oscuras.

— ¿Puedes levantarte? ¿Cuándo te pasó esto?

Él no contestó, buscó por todos lados, no estaba allí, ni en su bolsillo o en otro lugar. Apretó los puños.

— ¿Atem? Amigo, tenemos que curarte, puedes que tengas algo de sangre seca, pero quizás te fracturaron unas contillas...-

— No. — Se levantó con una mirada sombría. — Esto no ha acabado.

Esos malditos imbéciles... Se llevaron el cartucho que Anzu le había regalado.

Continuará...

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