Callejeros
— ¡Separémonos! ¡No debe andar muy lejos!
Los tres asintieron y se fueron a lugares contrarios. Yugi recorrió los callejones, recordando la primera vez que armó el rompecabezas del milenio, la aparición de Atem, todas sus aventuras. Oh, sí, estaban en otra loca aventura de nuevo junto con su hermano, pero esta vez sería una aventura "normal". ¡Quién diría que las normales llegarían a ser una de las más complicadas! Se sentía inseguro y preocupado, cuando llegaron a la habitación de Atem, el rompecabezas tampoco estaba. ¿Adónde había ido?
Jonouchi corrió por el muelle, donde luchó con Yugi, forzado y controlado por Marik. El rompecabezas que Yugi le colocó... ¡Tenía que encontrar a Atem! Apreciaba al chico tanto como apreciaba a Yugi, ambos eran excelentes personas que no merecían pasar por algo así, la vida definitivamente le gustaba jugar con ellos.
— ¿Jono?
Se volteó para ver a cierto castaño mirándolo con una ceja alzada.
— ¡Honda! ¿Cómo te encuentras? ¿Estás mejor?
— Pues... Bien, viejo. Gracias. — Lo miró respirar entrecortadamente. — ¿Qué hacías aquí?
—... ¡Después te doy los detalles! ¡Ayúdame a encontrar a Atem!
—... ¿A Atem? ¿Qué ocurrió con él?
— ¡YA TE DIJE QUE TE DIRÉ DESPUÉS, VÁMONOS!
—... ¡Bi-Bien! — Lo siguió.
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Anzu se dejó caer de rodillas exhausta, había buscado por los lugares donde el faraón había frecuentado con ella en sus citas. No había rastros de él. ¿Dónde podría estar? No se le ocurría ningún lugar en especial. Tomó una bocanada de aire y escuchó su teléfono sonar. Vio de quien se trataba y contestó.
— ¿Yugi? ¿Lo encontraste?
— ¡No, Anzu! — La voz del pequeño se escuchaba desesperada.
—... ¿Dónde estará? — Susurró más para sí misma que para él.
— ¿Buscaste por la escuela?
—... ¿Eh? ¿La escuela?... ¡Pero claro! ¡Gracias, Yugi! — Sin que este pudiese preguntar a qué se refería, la castaña cortó y se puso de pie para seguir su camino.
Maldijo por lo bajo al ver el portón del lugar encadenado. Los latidos de su corazón se detuvieron al oír que dentro... Hubo un gran estruendo. Ahogó un grito al ver que la ventana del segundo piso era destrozada al ver un... ¿Escritorio? Caer al suelo, haciéndose pedazos.
Necesitaba saber si Atem estaba implicado en ello. Él estaba herido, necesitaba asegurarse de que estaba bien. Estaba a punto de subir por el muro, cuando la ventana se rompió más de la cuenta al ver a un chico ser lanzado, pero este se aferró de la borde de la ventana como si su vida dependiera de ello.
— ¡MALDICIÓN! — Se escuchó el grito del personaje anónimo.
Esa voz la reconoció enseguida. ¿Qué hacía él...?
— ¡JONOUCHI! — Subió ágilmente el muro de la entrada y salió corriendo para acercarse al chico.
—... ¿Anzu? — Giró un poco su cabeza para visualizar a la chica. — ¡TONTA! ¡¿QUÉ DEMONIOS HACES AQUÍ?! ¡VETE!
— ¡NO! ¡¿Cómo...?! ¡¿QUÉ...?!
— ¡JONOUCHI! — Exclamó otra voz.
Otra sombra apareció en la ventana, lo que pudo ver la castaña claramente fueron un par de ojos violetas que irradiaban determinación y preocupación.
— ¡¿ATEM?!
Este bajó un poco la vista para encontrarse con los ojos zafiros de ella.
—... ¿Pero qué hace ella aquí? — Murmuró.
— ¡Eso mismo le pregunté! — Gritó el rubio para recibir atención de su amigo. Este reaccionó y ofreció su mano, pero algo se lo impidió.
— ¡ATEM, CUIDADO! — Gritó la joven al ver una sombra detrás del chico, pero ya fue muy tarde.
— ¡PEDAZOS DE IMBÉCILES! — Gritó la voz, empujando a Atem, como consecuencia, haciendo caer a Jonouchi y él mismo.
Anzu corrió rápidamente a ellos, Jonouchi estaría bien. Pensaría lo mismo de Atem de no ser porque la herida de su sien se había abierto y su rostro estaba sucio y pálido. Jonouchi estaba a punto de caer, cuando sintió a alguien detener su caída, Atem también fue agarrado por unos brazos femeninos, pero debido al mareo, perdió el equilibrio y cayó encima de su "salvadora".
Jonuchi fijó su vista en Honda, quien lo había salvado, a su lado estaba Yugi. Los tres fijaron su vista en la pareja tirada en el suelo.
—... Lo siento, Anzu. — Murmuró algo apenado mientras se levantaba ofreciendo su mano para ayudarle. La ojiazul solo asintió sintiendo su corazón latir a mil por hora, había sentido una corriente eléctrica recorrer todo su cuerpo al sentir el cuerpo del chico encima del suyo de esa forma tan brusca. —... Por cierto... ¿Qué hacen ustedes aquí? — Frunció el ceño.
— ¡La pregunta es...! ¿Qué haces TÚ aquí? — Se acercó Yugi a su hermano. — Estás herido. ¿Acaso quieres vengarte? ¿Por qué no lo dejas en otro momento? Estás...-
— ¡NO ES ESO! ¡USTEDES NO ENTIENDEN! — Le interrumpió. El pequeño calló al ver los ojos de su hermano ardiendo de ira.
Jonouchi sabía a qué se debía: El cartucho.
— Vaya, vaya, vaya. Muto trajo a la pandilla completa. — Escucharon cerca. Dos tipos se acercaron a ellos, mientras que el resto saltaba de la ventana sin hacerse daño. — Wow, Masaki. De noche te ves deslumbrante. — Se relamió los labios.
Esta sintió una enorme repulsión, que fue rápidamente eliminada al sentir la mano del faraón en su cintura y acercándola a él con una expresión amenazadora a los demás. Lo miró sorprendida y a la vez conmovida, una vez más, la protegía a costa de su propio bien.
Yugi, Jonouchi y Honda se colocaron delante de la pareja con una expresión seria.
— Le ponen una mano encima a nuestra amiga y se dan por muertos. — Exclamó el rubio entre dientes.
El grupo en frente de ellos se rio con cinismo y burla.
— Vaya, Masaki Anzu. ¿Te acuestas con estos cuatro? —La aludida dejó ver ira y dolor en su mirada, sintiéndose horriblemente ofendida. — ¡QUÉ PERRA ERES...-!
Alguien se le abalanzó encima y cayó junto con él, encontrándose con la terrorífica mirada de Atem.
— ¡ATRÉVETE A LLAMARLA DE ESA MANERA UNA VEZ MÁS, BASTARDO! ¡VAMOS, SI ERES CAPAZ!
Este, en respuesta, sonrió con sorna.
— ¿Quieres que te lo deletree? ¡ES UNA PU...-!
Atem lo calló estrellando su puño en el rostro del tipo y con una fuerza que después se preguntaría cómo la recuperó, lo levantó del suelo por el cuello de la camisa y le dio un rodillazo en el estómago.
Jonouchi aprovechó de decirle a Yugi que se alejara junto con Anzu de la pelea. Honda comenzó a pelear con el resto. Acto seguido, su mejor amigo se unió a la pelea.
— ¡Vamos, Anzu! ¡Es peligroso!
Pero ella no se movía. No entendía por qué tanta ira y rabia emanaba del chico. Entonces lo vio: Atem, ya un poco más calmado, le arrancó algo del cuello al tipo que la había dicho que era una cualquiera. Eso era...
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—... ¿Ese no es el cartucho de Atem el que le quitó? — Preguntó el hermano del mencionado. Entonces las piezas del problema calzaron. — ¡Entonces por eso estuvo en la pelea...!
Anzu no salía de su asombro. Atem había salido gravemente herido porque le habían quitado el cartucho que ella le había dado, y él quiso recuperarlo, usando la poca fuerza que tenía por el momento debido a sus heridas.
— ¡YA! ¡PERDÓNENOS! ¡FUE IDEA DE AKIRA LO DE LAS HAMBURGUESAS Y LO DE MUTO...!
— Un momento, ¡¿qué?! ¡¿Cómo sabes lo de las hamburguesas?! — Jonouchi sacudió con fuerza al chico.
Atem, que había dejado inconsciente al tal Akira, se giró al escuchar eso, pero su mirada no mostraba cansancio y dolor.
El resto salió corriendo como pudo, llevándose al líder, dejando al pobre chico allí con el grupo.
—... Cuando llegó el hermano de Muto Yugi, todos fijaron su-su atención en él...— Balbuceó.
Honda y Yugi se acercaron a la situación, mientras que Anzu caminaba hacia el faraón que miraba al chico indiferentemente.
— ¡¿Y ESO QUÉ?!
— ¡Mu-Muchos quieren tener una noche con Masaki...!— Murmuró para que la chica no escuchara. Se intimidó al ver las miradas asesinas de Jonouchi, Honda y de Yugi, quien pocas veces sentía tanta ira por alguien. Giró su vista hacia la pareja que estaba alejada. Tragó saliva, Anzu no lo había escuchado, pero al parecer Atem sí, ya que la mirada que le daba era mucho más aterradora que el trío que lo estaba interrogando. — ¡SO-SOLO OBEDECEMOS!¡Déjenme ir!
Jonouchi, en respuesta, vio una soga allí en el suelo. La tomó y ató al chico por el cinturón a un árbol.
— ¡HEEEY! ¡BÁJENME AHORA MISMO!
El grupo lo ignoró. Jonouchi, Honda y Yugi habían subido por el muro nuevamente, Anzu los iba a seguir, cuando Atem se tambaleó e iba a caer, pero Anzu, estando cerca, ahogó un pequeño grito y lo sujetó rodeando sus brazos por debajo de los brazos. El momento fue bochornoso, Atem apenas notaba lo que estaba pasando... ¡Y ella se aprovechaba de la situación! Se insultó a sí misma.
— ¡Vamos, Anzu! ¿Cuánto más van a tardar en subir? — Se escuchó la voz de Honda por el otro lado.
— ¿Se puede saber que están haciendo ustedes dos del otro lado, tortolos? Estamos en zona escolar, eso no se hace aquí...-
— ¡Jonouchi! — Le regañó la castaña sintiendo sus mejillas arder de vergüenza. — ¡No puedo! ¡Atem está muy débil!
Lo que no sabía era que el faraón estaba consciente, pero se negaba a "despertar", ya muy avergonzado se sintió cuando la ojiazul lo abrazó para evitar su caída, pero lo que dijo el rubio... Ya era pasarse de la raya. ¡Qué vergüenza! Se tensó al sentir la mano de la castaña acariciar su nuca.
—... Anzu...— Susurró. Anzu lo miró, pero Atem no se giró a verla. No tenía fuerzas. — Estoy bien...— Lo último dicho se convirtió en un suspiro cansado.
Jonouchi iba a pasar al otro lado, pero se detuvo.
— ¿Qué sucede, Jonouchi-kun? — Preguntó el menor.
—... Se enteraron de lo del cartucho, ¿no?
—... ¿Lo sabías?
— Lo único que sabía es que se lo habían quitado. Anzu debe sentirse muy afligida. Deberíamos darles un momento de intimidad a ambos para que lo hablen.
— ¿En ese estado? Jono, puedes dejarlos hablar después, pero Atem está muy herido.
El rubio miró el suelo. Quería ayudar a su amigo a darse cuenta de sus sentimientos sobre la castaña. Le había interesado bastante el tema, porque tanto Atem, como Anzu, lo habían alentado a que su relación de amistad con Mai no se desvaneciera.
—... "Hace mucho que no la veo..."— Pensó. — "¡AAAH! ¡Jonouchi! ¡Piensa en la situación, luego en ella!" — Se recriminó. —... Bien...— Alzó la vista para escalar el muro. — ¡Oye, Anzu!
— Dime.
— ¿Atem puede caminar?
— Estoy bien...— No sabía si se lo contestó al rubio o trataba de auto convencerse.
— ¡A otro perro con ese hueso! — Jonouchi pasó al otro lado. Le sonrió pícaramente a la castaña al ver como esta sujetaba a Atem. — Debes estar cómodo, Atem.
Anzu se sonrojó, cosa que el faraón no notó, pero también lo había hecho.
— "No te imaginas cuánto." — Pensó, pero no dijo nada.
— Bueno, lamento interrumpir tal hermoso momento, pero debo llevarte en mi espalda, si quieres llegar a casa. — Agarró a Atem de los hombros, este se tambaleó nuevamente, pero logró permanecer de pie. — ¡Woah, viejo! ¡Eres de mi estatura!
El tricolor soltó una risa cansada. ¿Hasta ahora se había dado cuenta?
—... Vamos, amigo. — Lo sube a su espalda. — Ya has hecho bastante. — Le sonrió cómplice señalando a Anzu, quien antes de trepar por el muro, le dirigió una rápida mirada al faraón. Este último sonrió con melancolía.
— Gracias, Jono.
— Cuando quieras.
o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o- o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-
— Ten. — Yugi le extendió la píldora y el vaso con agua a su hermano, quien dificultosamente se sentó en la cama y le dirigió una sonrisa cansada.
— Gracias, Yugi. — Este solo forzó una sonrisa. — ¿Te encuentras bien? ¿No te hicieron nada?
— No. — Aseguró, pero algo le inquietaba. — Dime, Atem...
—... ¿Qué?
Jonouchi, Anzu y Honda estaban pegando sus oídos al otro lado de la puerta.
—... Si a ambos, nosotros...— Murmuró. Atem le miró confundido. — Nos enamoramos de la misma chica. ¿Qué harías?
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A Atem le vino a cierta castaña de mirada zafiro a su mente, pero sacudió la cabeza hacia los lados. No, Anzu era su mejor amiga. Solo eso... Lo miró. Si ese fuera el caso... Bueno, es claro que Yugi estaba enamorado de Anzu, pero... ¿Qué quería decir con eso?
Yugi esperaba la respuesta impaciente. Sabía que estaba arriesgando su amistad con Atem, que quizá lucharían por la castaña en el futuro, pero la decisión recaía en ella. Y el juego no estaba a su favor, claro que no. Siempre, Atem tuvo la ventaja. Esta situación, no era la excepción.
—... Si ese fuera el caso...— Yugi alzó la vista para mirarlo. —... Supongo que... Me haría a un lado.
—... ¿Qué?
— Yugi, lo que ustedes han hecho por mí, nunca lo olvidaré. Tengo una vida pasada, pero siento como si la primera de verdad fue cuando te conocí, a Anzu, a Jonouchi, a Honda... A todos. Les he causado muchos problemas, mucho miedo, dolor...— Su mirada se mostró apagada. Yugi iba a protestar, pero Atem le lanzó una severa mirada, diciéndole mentalmente que si lo hacía, se sentiría peor. — Es por eso que si necesitas mi ayuda en cuando a conquistar a una chica... Muy bien te ayudaré, pero si llegase a pasar que también me enamoro de la misma chica... No tendrás que preocuparte, no me enfrentaré a ti. Prefiero tu felicidad a costa de la mía.
Al otro lado de la puerta, el trío estaba sorprendido. Nunca se habían dado cuenta... De lo masoquista que podía llegar a ser Atem. ¿Noble? Sí, y mucho. ¿Comprensivo? Bastante. ¿Valiente? Excelente.
Pero... ¿Masoquista? Por primera vez, sintieron que conocían a Atem de verdad, las palabras que escucharon se mostraron dolidas y melancólicas. Se sentían mal por él. Querían recompensarlo.
—... Me pregunto si...— Murmuró, logrando captar la atención de Honda. El rubio la miró y sonrió con perversidad. Señaló disimuladamente a la castaña, que era ignorante al caso de sus dos locos amigos.
Honda sonrió y siguieron escuchando.
— ¿Estarías bien con eso?
— Claro. — Sonrió. Revolvió los cabellos de su hermano menor. — Anda, no te preocupes más por eso. No me robaré a Anzu. — Susurró aquello último.
El trío no comprendió lo último que dijo el faraón. Escuchaban una afirmativa respuesta por parte de Yugi. Los tres cayeron al suelo al sentir que la puerta era abierta por el menor, que miraba entre sorprendido y nervioso la situación.
—... Eeh... ¡Vaya, el baño no está aquí! — Rio nerviosamente el rubio. Anzu le lanzó una mirada de reproche. La excusa más estúpida, ya sabía cuál era.
—... Uh... ¿Cómo te encuentras, Atem? — Preguntó el castaño para ahorrarse el lío.
—... Las píldoras hacen efecto. — Fue lo único que dijo.
Anzu fijo su vista en el rostro del chico. Ya no estaba con el parche en la sien, dejando ver su herida que estaba cerrada, pero se veía bastante dolorosa. Se colocó de pie y sacó un parche de las bolsas que dejó cordialmente el doctor Asou. Se acercó al chico con una sonrisa, sentándose en la orilla de la cama.
— Es para la precaución. — Se rio. Atem la siguió mirando expectante. — Anda, acércate.
Este obedeció y Anzu fijó el parche en la sien, escuchando un leve quejido del chico.
— Lo siento. ¿Duele mucho?
—... Ya no tanto. — Fijó su vista en la cajita de pastillas, que eran las causantes de que su dolor había cesado un poco. Miró a sus dos amigos y a su hermano, este último sonreía divertido, mientras que los otros dos sonreían macabramente.
— Bueno, vayamos a dormir. Como Honda también está aquí, busquemos más frazadas y quedémonos todos en el nuevo cuarto de Atem. Yugi, no recuerdo donde estaban las frazadas. Acompáñame.
Yugi entendió que era el momento de que Anzu hablara con Atem respecto a lo sucedido, así asintió con una sonrisa y salieron los tres, dejando junta la puerta. No se fueron, quedaron viendo a la parejita.
El silencio reinó en la habitación. Atem estaba levemente recostada su cabeza en al hombro de la castaña, ya que ella se lo había pedido para acariciar con cuidado la herida. Era muy atenta y dulce, cosa que hizo sonreír al faraón. Anzu dejó su tarea para ver las manos del tricolor. Los nudillos de ambas manos estaban maltratados, debió haberse incrustado unos vidrios durante la pelea. Sin alterar la posición en la que estaba, estiró su brazo para alcanzar el frasco de alcohol y el algodón.
— Dame tu mano. — Este obedeció. Humedeció el algodón y limpió sus manos de la sangre restante. — Usualmente, los chicos se quejan mucho cuando curo sus heridas. — Comentó. — Sin embargo tú resistes, eres sorprendente. — Se rio.
—... Anzu...— Susurró algo conmovido. Finalmente se relajó y apoyó totalmente su cabeza en el hombro de la chica. Le gustaba mucho estar con ella, sentía una paz inmensa.
Ella se sonrojó por el atrevimiento, sin embargo no le molestó. Pero... Aún había una duda en su mente, y necesitaba respuestas.
—... ¿Por qué peleaste con los de la escuela? Akira no es un buen tipo.
—... Lo sé. — Tragó saliva y se apartó, quitando su vista de ella.
Anzu no comprendía. ¿Por qué la actitud tan drástica?
—... ¿Por qué él tenía...? ¿El cartucho?
Atem se giró a verla sorprendido. Había olvidado lo observadora que era. Apretó los dientes y reunió valor para decirle la verdad.
— Me hablaron de ti, quizá porque seas muy conocida en la escuela. — Comenzó. — Uh... Pues, no fue muy agradable oír lo que decían, así que te defendí.
Anzu seguía en silencio.
—... Después, el equipo entero de basket... Bueno, ya debes saber lo que pasó. — Se rio sin ganas. — Y me lo quitaron. — Anzu sabía a qué se refería. Vio al faraón sacar dentro de su camisa a ese objeto tan preciado para ambos, mientras se levantaba y paseaba distraídamente por la habitación, mirando el cartucho. —... No quería perderlo. Sentía como si también de perdiese a ti, por eso...
Calló, no estaba seguro de qué palabras usar. Se giró para verla y el pánico lo invadió. En los ojos de la castaña había lágrimas.
— ¡Anzu! Lo siento, sé que no debí perderlo. No volverá a pasar, te lo pro...-
Lo siguiente no se lo esperó, por supuesto, los amigos que estaban escondidos tampoco.
Anzu se había acercado rápidamente a él y enredó sus brazos en su cuello, abrazándolo con fuerza, empapando su hombro izquierdo. Jonouchi evitó soltar una exclamación de victoria, Anzu nunca los abrazaba, y si lo hacía, no era de esa manera. Yugi observaba en silencio, tapándole también la boca a Honda. Atem estaba en shock, no sabía cómo reaccionar por el acto tan repentino.
—... No vuelvas a hacer eso. — Sollozó. — Eres fuerte, inteligente y muy valiente... Pero, todo ser humano es frágil como todos. No quiero que vuelvas a arriesgarte de esa manera. Incluso si es por un tonto regalo que yo te di, es más importante tu vida.
— Anzu. — Susurró algo culpable. — Lo siento, pero... Dudo que pueda prometerte el no volver a hacerlo. — La castaña se separó un poco de él para mirarlo sorprendida. Atem no la dejó mucho tiempo mirarlo, puesto que el repentinamente correspondió su abrazo con fuerza. — Es cierto, todos somos humanos... Pero... Lo que tengo... Lo que soy, es gracias a ti y la de los demás. — Se separó de ella y le mostró el cartucho. — El rompecabezas es el tesoro de Yugi, también el mío. — Pausó mirando el suelo, levantó la vista para volver a mirarla. — Pero esto, es un tesoro que me dio una persona que hasta el día en que muera será importante para mí. Porque cada recuerdo, ya sea feliz o doloroso, quedará en mi memoria, como debió ser siempre. Por eso... No lo prometeré, pero... Lamento haberte preocupado.
Anzu lo admiró unos instantes. Las facciones del chico se veían afligidas, mostrando culpa. Se limpió las lágrimas y forzó una sonrisa.
—... Me tuviste muy preocupada. Pero, aunque sea evita que esto pase.
— Haré lo mejor posible. — Sonrió.
Anzu volvió a abrazarlo, desconcertándolo nuevamente. Esta vez, la ojiazul escondió su rostro en el pecho del faraón, quien con mucho nerviosismo correspondió el abrazo y acarició su cabello.
— Atem.
— ¿Qué pasa? — En respuesta, escuchó una suave risa.
— Nada, solo quería llamarte por tu verdadero nombre en voz alta. Es todo.
. . .
— ¡Lamentamos arruinar el momento! — Ambos se separaron bruscamente para mirar al rubio junto con los demás. — ¡Pero hay que dormir! ¡Ni se les ocurra hacer algo en la noche! ¡No podremos dormir!
— ¡Eres un pervertido, Jonouchi!
Tanto Atem como Yugi no entendieron el doble sentido de lo dicho. Bueno, eran bastante inocentes en "ese" sentido.
— ¡Cómo sea! ¡Buenas noches!
o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o- o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-
Cinco chicos iban corriendo a toda velocidad como daban sus piernas. Se habían dormido tan tarde que se quedaron dormidos. Tan solo quedaban un par de minutos o estarían fritos.
— ¡ESTO ES TU CULPA, ANZU! ¡SE SUPONE QUE LA MUJER ORGANIZA TODO PARA QUE TODO ESTE LISTO!
— ¡QUÉ MACHISTA ERES, JONOUCHI!
— ¡Pero si es verdad!
Los más rápidos eran los gemelos y la castaña. El rubio y el castaña quedaron atrás.
— ¡No comimos nada! ¡No tenemos energía!
— ¡No seas idiota, Jono!
Atem se detuvo y se acercó al rubio. De un solo movimiento lo subió su espalda y todos siguieron corriendo.
— ¡Gracias, amigo! ¡Ya me estaba muriendo!
— Te debía una anoche. — Se rio. — Estamos a mano.
En la entrada, el tricolor bajó a su amigo y entraron con naturalidad. Apenas pusieron un pie dentro del edificio, todos se giraron a verlos, unos con sorpresa, otros molestos, asqueados... Atem ignoró eso, pero el resto se preguntaba qué habían hecho para ser vistos de esa forma.
Atem se sentaba solo en el rincón del salón, pero tenía a Jonouchi, quien se sentaba adelante suyo. A unos dos puestos de su derecha, se encontraban Honda, Yugi y Anzu.
— Buenos días, alumnos. — Atem y Jonouchi soltaron un gruñido de molestia al profesor que había entrado al aula. Este mostraba una sonrisa maliciosa, o eso creyeron. — Antes de empezar la clase...— Sacó el libro del salón, leyendo la lista. — Gemelos Muto, Katsuya, Hiroto, Masaki. De pie. — Ordenó.
Los cinco, confundidos se pusieron de pie.
— ¿Sabes por qué los mencioné? — Cuestionó con cinismo. Atem apretó los puños.
— Vaya directo, profesor. Es más preferible comenzar la clase que esto. — Se cruzó de brazos. El hombre miró con furia contenida al faraón, quien mantenía su mirada de molestia hacia él.
— Bien. — Cerró de golpe el libro, asustándolos. — Seré directo: Muto Yugi, Masaki Anzu y Hiroto Honda, SUSPENDIDOS.
— ¡¿CÓMO?!
— Muto Atem, Katsuya Jonouchi...— Ignorando las réplicas, miró a sus dos más odiados estudiantes. — Ustedes serán EXPULSADOS la próxima semana.
— ¡¿QUÉ?! — Estalló el rubio con furia contenida.
— El joven Muto apenas comenzó y ya fue atrapado en peleas junto con Katsuya. ¿Qué dices de anoche? ¡¿QUIÉN PAGARÁ LA VENTANA ROTA Y EL LABORATORIO DESTRUIDO?! ¡Además, por culpa de ustedes, muchos alumnos inocentes fueron lastimados!
Atem pateó la mesa, haciéndola caer estrepitosamente al suelo.
— ¡¿QUÉ TIENEN DE INOCENTES ESOS BASTARDOS?!
— ¡CUIDA TU VOCABULARIO, MUTO!
— ¡PERO ES CIERTO! — Intervino Anzu. — ¡Profesor, esos chicos le hicieron mucho daño a Atem! ¡TAN SOLO MÍRELO!
Todo el salón concordó. Atem aún tenía el parche puesto junto con otros más pequeños en su rostro y tenía en labio partido. Además, sus manos estaban vendadas en la parte de los nudillos.
— ¡NO HAY EXCUSAS! ¡TODOS LOS HECHOS LO APUNTAN! ¡DESDE QUE LLEGASTE SABÍA QUE CAUSARÍAS PROBLEMAS! ¡MOCOSOS COMO TÚ Y KATSUYA SON BASURA! ¡SON UNAS RATAS CALLEJERAS!
Jonouchi apretó los puños, sintiendo un dolor en pecho, pero no tan profundo como lo sintió Atem, quien estaba e shock.
-F-l-a-s-h—B-a-c-k-
"— Acepta tu fracaso... La reencarnación de tu alma es un total fracaso. ¿Qué lograrás al recuperar tu memoria? Tu corazón y mente son un total laberinto. ¿Y por qué? Simple, no quieren recordar la tragedia que TÚ causaste.
Sintió algo en su interior quebrarse.
— Faraón, tu dolor y tus acciones, lo que llamas misión no son más que patrañas. Acepta tu destino y entrega tu alma para pagar tus pecados.
—... Debo desaparecer. — Susurró más para sí mismo que para su oponente en frente.
— Tu existencia es solo un desperdicio.
—... Un desperdicio. — Susurró. — "Así es, mi existencia es un total desperdicio. Estuve encerrado en el rompecabezas del Milenio por esa razón... No tenía nada... Desde el principio... Absolutamente NADA. Ahora que he perdido a todos... Debo desaparecer..."
-F-l-a-s-h—B-a-c-k—E-n-d-s-
Anzu miraba a Atem, que no escuchaba la orden del profesor a que los cinco salieran del salón. Lo agarró suavemente del brazo, haciéndolo reaccionar y salieron del salón.
Yugi, por alguna razón, sabía lo que había dejado así a su hermano. Una vez que se quedaron los cinco en los solitarios pasillos, miraron al faraón.
—... ¿Atem?
Este solo apretó los puños y sonrió con tristeza.
—... Callejeros.
Continuará...
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