Abrázame.
Para los tres que se habían quedado en la escuela, les resultó aburrido el día, no estaban Atem ni Jonouchi para hacerles reír ni nada en especial. Anzu suspiró por tercera vez picando su almuerzo. Estaba sola almorzando, ya que Kaiba le había pedido a Yugi un momento para hablar, mientras que Honda había recibido una llamada de Otogi, diciéndole que quizás volvería con Bakura del viaje en dos meses más.
—... "¿Qué estará haciendo Atem?"
En el salón, Kaiba veía detenidamente a Yugi, quien se veía confundido por el por qué.
—... Umm... ¿Kaiba-kun? ¿Por qué querías hablar conmigo?
— Nada en especial, solo quería notar sus diferencias.
—... ¿Diferencias? ¿Diferencias de qué? ¿Con quién?
— Con Atem. — Al ser mencionado, Yugi bajó su vista al suelo. — Son más distintos de lo que creí.
—... ¿Y qué con eso? — Murmuró algo molesto. Escuchó a Kaiba reírse con burla.
— Tú tratas de no guardar rencor, buscas las mejores formas de quedar con la gente, a pesar de que este te odia o desea tu destrucción. Atem es distinto, sabe lo que quiere y si debe destruir para conseguirlo, lo hará...-
— ¡Te equivocas! — Le cortó rápidamente. — ¡Atem no es así!
— Defiendes a tus amigos con palabras, él también, solo que también con acciones. — Se cruzó de brazos sin borrar su sonrisa. — Antes de entregarles el video, tuve la oportunidad de verlo. Estaba muy lastimado, y aun así lucho para defender a Masaki Anzu. — Yugi apretó los labios. — Tú, en cambio, no hiciste nada.
—... No me gusta la violencia.
— Buen punto, aun así, las diferencias son obvias. Atem es como yo.
— ¡No es cierto! — Se levantó del asiento de un solo golpe. — ¡Kaiba-kun, todos somos diferentes! ¡Atem es valiente, decidido y muy fuerte! ¡Sé que no puedo compararme con él porque soy bajo y de muy poca fuerza...! ¡Pero...! ¡Por eso todos somos especiales! ¡No vuelvas a compararte con nadie!
Kaiba rodó de ojos, soltando un bufido de molestia.
— No importa cuánto trates, sabes muy bien que la persona que está mirando Masaki, no eres tú.
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Jonouchi iba camino a su casa pensativo, la respuesta de Atem fue algo que lo sorprendió bastante, y nunca esperó que se lo confiara a él, de verdad se sentía feliz de que el faraón confiara plenamente en él. Sin embargo, él le había preguntado... ¿Cómo podía llamar a eso que sentía por aquella rubia de ojos lilas?
—... Enamorado...— Se rio abiertamente. — No puedo creerlo. Soy un tonto... Ojalá vuelvas pronto, Mai...
Frenó sus pasos al sentir que lo estaban siguiendo. Se giró y advirtió la presencia de unos chicos comunes, pero sus miradas irradiaban malas intenciones.
—... "No quiero pelear ahora... Llamaré a Anzu para que tenga cuidado de camino a casa, vive aquí cerca... Y que estos tipos anden por aquí, me da mala espina..."
Aceleró el paso y soltó un sonoro suspiro de alivio cuando ya no lo siguieron. Miró su reloj. 16:42. Los chicos ya debieron haber salido de clases, así que llegó a su casa y agarró enseguida el teléfono, pero antes de marcar el número, este sonó primero.
— ¿Quién será?... ¿Hola?
—... ¿Jonouchi-kun?
— ¿Yugi? ¿Qué pasa, hermano? — Sonrió. Hubo un largo silencio, delatando que algo andaba mal. —... ¿Yugi?
— ¿Puedo quedarme hoy en tu casa?
—... Claro. Mi padre no llegará dentro de dos días, Honda también vendrá. ¿Hay algo que quieres decirme?
— Te lo diré cuando venga después de clases... Voy en camino.
— Muy bien...— Escuchó que le había colgado. ¿Acaso había pasado algo malo en la escuela?
Se dejó caer en su cama, recordando nuevamente la conversación que tuvo con Atem.
-F-l-a-s-h—B-a-c-k-
"— ¡Entonces...!... ¡Atem!... ¿Qué sientes por Anzu?
Atem lo miró con sorpresa, le pareció que nunca esperó que le preguntara eso. Sintió un peso muerto en el estómago al ver que la mirada de su amigo se volvía más miserable, apartando la mirada de él.
—... No lo sé...— Susurró, desconcertando al rubio. — La quiero, es mi mejor amiga... Hubo muchas veces... Que quise odiarla... Otras veces... Quise protegerla. Lloró por mi culpa muchas veces... Porque... Le daba miedo. Yo le causé terror, por la oscuridad que hay en mi corazón.
— Pero yo creí que...
—... Por más que lo evitemos, somos humanos, Jonouchi... Nadie es perfecto, no hay persona que no tenga oscuridad en su corazón.
— Pero, Atem...— Este se giró a verlo nuevamente. — Tú... ¡Demonios, eres un masoquista! — Le dio un manotazo en la nuca.
Atem se vio confundido por el golpe.
—... ¿Lo soy?
— ¡CLARO QUE SÍ, CABEZA HUECA! — Le regañó. — ¡Prefieres retorcerte de dolor el suelo antes que nosotros estemos en tu lugar!
—... Eso está más que claro.
— ¡Pero, no sabes las otras opciones! ¡¿Prefieres elegir las complicadas para sufrir?!
—... No es mi intención escogerlas específicamente. — Se colocó de pie comenzando a caminar. — Me voy a casa.
— ¡O-Oye! ¡Aún no terminamos de hablar!
Atem se giró. Jonouchi se sintió mal al verlo con los ojos entrecerrados viéndolo molesto. ¿Acaso se había molestado con él por lo dicho? Tal vez fue demasiado lejos...
—... Para mí, terminamos esta conversación. No es mi culpa que todo lo que toco, lo daño. Por eso prefiero sufrir yo solo.
Sin decir más, se marchó. Jonouchi apreció el último segundo antes de girarse, los ojos violetas del chico estaban nublados de remordimiento..."
-F-l-a-s-h—B-a-c-k—E-n-d-s-
—... Todo lo que tocas... Lo dañas. — Murmuró. Comprendía ese sentimiento.
Se levantó al escuchar el timbre. No sonrió al ver a Yugi, ya que este irradiaba una triste mirada, no tan miserable como la de su hermano, pero lo suficientemente triste como para preocuparse.
—... ¿Qué pasa, Yugi? Te ves como un cadáver. — Lo invitó a pasar. — Lamento el desorden...
—... Está bien, Jonouchi-kun...
— Siéntate. — Este obedeció sentándose en el borde de la cama del rubio, quien se sentó en la silla de su escritorio. —... Anda, suéltalo. ¿Qué pasa?
—... Jonouchi-kun... ¿Alguna vez has sentido envidia por alguien?
— ¿Eh? ¡Cla-Claro que no! ¡Yo soy genial! — Bromeó, pero Yugi no sonrió, seguía mirando el suelo. — Bien... Sentía envidia por ti muchas veces... También del estúpido de Kaiba... Y de Atem.
Al mencionar este último, vio a Yugi bajar la vista. ¿Acaso...?
— ¿Yu...?
— Anzu... Está enamorada de Atem. No lo niegues... Los escuché el otro día. — Ciertamente no había escuchado todo, pero estaba más que seguro.
El rubio se quedó de piedra. ¿Los había escuchado esa noche? Bajó la mirada, sintiendo que había traicionado a su mejor amigo con su hermano. En cierto modo, era así, pero... Anzu merecía ser feliz... Pero... Yugi también... Además... Atem necesitaba que alguien sanara su corazón herido por la protección del mundo. Anzu era la indicada, pero Yugi la amaba, Atem aún no aclaraba sus sentimientos... Pero y Yugi...
— ¡Yugi..! ¡LO SIENTO MUCHO! — Agachó la cabeza como cachorro arrepentido. — ¡Lamento no habértelo dicho,pero...!
— ¡Jonouchi-kun! — Le interrumpió. El rubio alzó la vista para encarar la triste e insistente mirada de su amigo. — No me molesta que le hayas hecho a Anzu esa pregunta ni comentármelo. No hiciste nada mano...— Bajó la vista. — Soy yo... El que hace y piensa las cosas mal...
— ¿Qué?
—... Yo...— Su voz se quebró. Jonouchi se alarmó.
— ¡¿Yugi?!
— ¡Estoy...! ¡Muy celoso de Atem! — Admitió cerrando los ojos mientras unas pequeñas lágrimas corrían por sus mejillas.
—... Pero... ¿Por qué?
— ¿Por qué la pregunta? ¡Es muy evidente! — Gimoteó. — ¡Él es mi ídolo! ¡La persona que yo quise ser! Pero... ¡Jamás lograré serlo! ¡Soy un cobarde...! ¡También débil! ¡Perdí en el duelo con él! ¡Si le hubiese ganado... Él se hubiese...!
— ¡YUGI! — Lo agarró por los hombros y lo zamarreó. — ¡BASTARDO, NO HABLES ASÍ! — Lo sacudió con más fuerza, dejándolo en shock. — ¡¿Sabes lo que estás diciendo?!
—...
— ¡¿DESEAS HABER GANADO?! ¡¿QUISISTE QUE ATEM DESAPAREZCA DE NUESTRAS VIDAS?! ¡NO SEAS IDIOTA!
Yugi abrió los ojos sorprendido. Lo había dicho sin pensar... La charla con Kaiba lo había dejado mal, con pensamientos negativos, demasiado dolor.
—... Jonouchi-ku...-
— ¡MALDITO SEAS, YUGI! ¡¿DÓNDE ESTÁ MI MEJOR AMIGO?! ¡EL YUGI QUE CONOZCO NUNCA HABÍA HABLADO DE ESA MANERA DE UNA PERSONA TAN QUERIDA POR ÉL! ¿ACASO ALGUIEN TE DIJO ALGO PARA QUE PIENSES ASÍ?
—...
— ¡¿QUIÉN FUE?! ¡DILO!
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Caminaba sin rumbo. Había recibido una llamada del abuelo, diciendo que se atrasarían en llegar, que hubo un accidente el cual había suspendido todos los vuelos. Se había cambiado de ropa, colocándose una camisa negra de mangas cortas, pantalones y zapatos del mismo color. El viento soplaba a su gusto. Llegó al muelle, donde recordó la vez en que Jonouchi y Anzu estuvieron poseídos por Marik. El atardecer le gustaba, le recordaba la salida con cierta castaña de mirada zafiro.
Pero, él no debería pensar en ella. No tenía el derecho. Se apoyó en la pared de las fábricas abandonadas y se abrazó a sí mismo. Honda le dijo que saldría, Yugi no había vuelto a casa, no tenía el valor de ver a Jonouchi a la cara por el momento... Y no tenía derecho de buscar a Anzu. Se dejó caer sentado en el suelo. Se sentía solo... Muy solo.
Quizá su destino siempre fue estar solo. Él quiso amar, pero después de la muerte de su madre, el sufrimiento de Mana en la batalla, luego su alma atrapada en el rompecabezas... Anzu... Sufrió tanto física como psicológicamente... No. No quería amar, no quería ni siquiera intentarlo. El viento se volvió más frío, causándole un leve estremecimiento. Miró su cartucho y lo estrechó con fuerza.
— ¿Yugi?
Este se giró y divisó a una mujer de cabellera rubia.
—... ¿Mai?
— Cuánto tiempo. — Forzó una sonrisa.
Él sabía a qué se debía. La última vez que la vio, le había encontrado en el ascensor del edificio Doma, sin alma. Supongo que tenía miedo de que le guardase rencor.
—... ¿Cómo has estado? — Atem sonrió, Mai no sabía de la batalla ceremonial, tampoco de su separación con Yugi.
— Mai. — La llamó levemente. — Yo soy el "otro Yugi".
—... Lo sé.
— Llámame como quieras, pero mi verdadero nombre es Atem. — Se colocó de pie.
—... ¿Ah, sí?... ¿Por qué no llevas tu rompecabezas como siempre?
La mirada de Atem se apagó.
— Me enfrenté a Yugi en un duelo, averiguando qué destino debería tomar.
— ¿Eh?
—... Si yo ganaba, me quedaría aquí... Si Yugi ganaba, yo volvería al mundo de los muertos.
— No comprendo mucho. — Atem se rio.
—... Yo tampoco me comprendo. Gané, lo que no sabía es que se me otorgaría un cuerpo propio. — Mai abrió más los ojos, demostrando su sorpresa. — Ahora me conocen como "Muto Atem", el hermano gemelo perdido del pequeño Yugi.
—... Creo comprender mejor. — Sonrió nuevamente. — Entonces... Atem...— Apretó los puños. — yo quería saber...
— Ninguno. — Le interrumpió. — Ninguno de ellos... Te guarda rencor. Yo tampoco. — Le extendió su mano. Mai asintió más aliviada y correspondió su estrecho.
—... No sabes lo feliz que me hace oír eso. — Susurró bajando la mirada.
— Yo lo sé. Jonouchi... Te extraña mucho. Esta mañana estábamos hablando de ti.
La joven de ojos lilas subió la vista con los ojos llororos.
—... No me odia, ¿verdad?
— Se podría decir... Que siente remordimiento de no haberte salvado de esa oscuridad.
— ¡No fue su culpa!
—... Lo sé.
—... Estás actuando muy raro. ¿O eres así? — En respuesta, Atem sonrió con tristeza.
—... Yo soy así. Recuperé mi memoria, siempre fui así.
— Yu... Atem. — Corrigió. Aun no se acostumbraba. — Y... ¿Cómo está Anzu?
—... Bastante bien. — Contestó en un murmullo apartando su mirada.
Agradecía la compañía de la rubia, se sentía inmensamente solo y ella al parecer también se sentía así.
— ¿Cuánto tiempo estarás aquí?
— Me quedaré en Domino. — Sonrió ya un poco más tranquila. — Quiero comenzar de nuevo donde están mis amigos.
— Me alegra oír eso. — Pausó. — Tengo que irme. Espero que volvamos a vernos pronto. — Se volteó y comenzó a caminar, pero la voz de Mai lo detuvo.
— Esa mirada que das... Es como si estuvieses pensando en una chica.
Atem sonrió con amargura.
—... Claro que no. — Mintió, pero iba a decirle algo que era verdad. — Jonouchi... Estará feliz de verte.
Una vez terminado de pronunciar esas palabras, siguió su camino. Dobló a un callejón, esperó a que la rubia volviera por donde vino y cuando notó que se había ido, volvió a dejarse caer en el suelo, solo de nuevo.
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Anzu estaba escribiendo en su diario, pensativa.
"Él se quedará... Pero siento que algo le preocupa, puedo verlo en sus ojos. Logramos salvarnos de esta, de la suspensión de la escuela y que él y Jonouchi fueran expulsados... Pero... Aun así pienso que algo le atormenta, siempre se muestra triste y pensativo. Sé que para que no me preocupe por él, me sonríe... También Yugi, últimamente lo he notado muy triste... Espero que no sea nada malo, no me gusta ver a mi amigo así..."
Dejó de escribir al escuchar un grito proveniente fuera de su departamento. Era el grito de una chica, se asomó a la ventana y con mucho disimulo, corrió la cortina, pero no vio nada. Sintió una presión en su corazón. Como odiaba imaginar cosas para luego morirse de miedo el resto de la noche. Iba a seguir en lo suyo para olvidarse de eso cuando el grito se repitió.
Se cubrió los oídos, negando mentalmente que no fuera nada, que era producto de su imaginación. Sin embargo se escucharon unos sonoros llantos de dolor y angustia. El miedo en su interior creció, estaba asustada, esos llantos se escuchaban cerca de su departamento. ¿Por qué sus padres se habían ido a un viaje de negocios? ¿Por qué no la dejaron con alguien?
— La dejaste sangrando.
Dio un respingo al escuchar unas voces cerca de su casa. Su corazón palpitaba con velocidad. Se acercó nuevamente a la ventana y vio a unos chicos mayores que ella, eran tres.
— ¿Y qué? No se quiso divertir conmigo. Lo merecía.
— El que quieras saciarte de sexo no significa que vayas en cualquier lugar tratando de abusar de una chica. Este es un vecindario de gente con dinero. Quizás nos escucharon...
— ¿Bromeas? ¿Quién estaría despierto a esa hora?
Anzu fijó su vista en el reloj. 01:47 am. ¿Tan tarde era? ¿Cuánto tiempo estuvo escribiendo?
— Oye, en ese departamento las luces están encendidas. — Uno de ellos se giró al señalarla. — ¿Esa no es...?
— ¡Vaya mujer! ¡Qué suerte! Como nos escuchó, la pagará.
— Estoy de acuerdo, pero nos dejas a nosotros también disfrutar.
Sus ojos se llenaron de lágrimas del miedo. Venían por ella. Lo primero que hizo fue apagar todas las luces, trancó todas las puertas y ventanas, excepto la de la cocina, esa sería su escapatoria. Cuando estuvo lista, escuchó que trataban de abrir la puerta principal, vio el lugar a donde terminaría si se lanzaba de la ventana.
Estaba en el segundo piso, se repondría enseguida, o eso esperaba. Luego correría lo más rápido posible al muelle para que se confundieran entre los callejones.
Se cubrió la boca cuando se lanzó, evitando soltar un grito. Cayó mal. Se había raspado las rodillas, que sangraban y su peso cayó encima de su brazo derecho. Eso no la detendría.
— ¿Escucharon eso?
Bajaron silenciosas lágrimas de sus ojos cuando comenzó a correr, sintiendo que sus piernas se quemaban con la brisa fría y con sus raspones en las rodillas. Apenas podía caminar rápido, necesitaba correr para perderlos. Sintió pasos a sus espaldas, pasos acelerados, que la hicieron desesperarse más.
Perdió el equilibrio y volvió a caer al suelo. No podía moverse...
— Vaya, vaya, vaya... Miren... A lo lejos... Una cena nos espera.
Se levantó nuevamente al oír esas palabras. No, estaba a punto de lograrlo, necesitaba perderlos, aunque sus rodillas dolieran como los mil demonios, debía alejarse.
— ¡Sepárense para agarrarla!
Aceleró sus escasos pasos hasta que finalmente llegó al muelle, pero sabía que la alcanzarían. No había nadie a su alrededor... Pero necesitaba a alguien...
— ¡SOCORRO! ¡QUE ALGUIEN...! ¡QUE ALGUIEN ME AYUDE! ¡YUGI, JONOUCHI, HONDA, ATEM! — Comenzó a llorar al mencionar este último.
— ¡NADIE TE AYUDARÁ!
Una mano la jaló con fuerza por atrás y ella soltó un fuerte grito de horror.
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Yugi despertó respirando agitadamente.
—... ¿Yugi? ¿Qué te pasa? — Murmuró Honda medio adormilado.
—... ¿Qué pasa? — despertó también el rubio.
—... Lo siento, chicos. No era mi intención despertarlos. — Sonrió. — No es nada, fue solo una pesadilla.
—... Si tú lo dices...— Volvió a acostarse el castaño.
Jonouchi miró pensativo a su mejor amigo.
—... "¿Por qué? ¿Por qué siento que algo anda mal?" — Pensó mirando su rompecabezas. Recordó que Atem se lo había puesto solo un día y luego se lo devolvió rápidamente, como si el tacto del artefacto milenario le quemara.
— ¿Yugi?
—... No pasa nada. Vamos a dormir.
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— ¡Suéltame!
— ¡Oye! ¡Anzu, espera! — La agarró por las muñecas.
— ¡NO ME TOQUES!
— ¡ANZU, SOY YO!
Anzu frenó su forcejeó y abrió los ojos. Se encontró con unos preocupados y desconcertados ojos violetas. Era Atem.
El chico se había quedado dormido el resto de la tarde, despertó al escuchar unos gritos de una voz demasiado familiar, luego de unos tipos. Se alarmó enseguida, y aún más al encontrar a la castaña corriendo sin rumbo, sucia, sangrando y llorando.
Anzu parpadeó repetidas veces para convencerse que el faraón no era una ilusión. Él estaba en frente ella, agarrándola de las muñecas con una expresión de miedo. Su garganta no lo soportó y un gritó ahogado escapó de sus labios, dejándose caer, sin embargo el chico no se lo permitió y la hizo caer suavemente. Seguido de esto, se arrodilló en frente de ella.
—... Anzu, ¿qué pasó? ¿Por qué...-?
Su pregunta no pudo ser terminada de pronunciar, ya que unos delgados brazos rodearon su cuello y sintió que las lágrimas de la ojiazul comenzaban a mojar su camisa. Lloraba con desesperación, pero a la vez de alivio.
— ¡Atem...! ¡Yo...! ¡Tenía miedo! — Lo abrazó con más fuerza. — ¡TENÍA MUCHO MIEDO!
Atem no contestó ni hizo nada, estaba en shock por el acto de Anzu. Lo dolía verla así, destrozaba su corazón más de lo que ya estaba. Su llanto hacía que él también quisiese llorar, pero no salía de su asombro.
Reaccionó cuando Anzu se separó de él y lo miró. Sus ojos zafiros aun derramaban lágrimas e irradiaban súplica.
—... Abrázame. — Sollozó. — Abrázame, por favor. — Suplicó mirando el suelo. Se sentía una tonta, débil. Se sentía avergonzada de que el faraón la viese en ese estado tan lamentable. Aunque le suplico que la abrazara, quizás no lo haría, solo seguiría observándola esperando una explicación.
Lo que no contó es que Atem le obedeciera, la estrechó entre sus brazos con fuerza, con protección y afecto. Sollozó nuevamente contra su hombro, se sentía cálida, protegida por él.
— Me contarás lo que sucedió cuando te sientas mejor. — Se separó de ella para luego cargarla en sus brazos.
—... Por favor...— Habló con la voz entrecortada. — No quiero ir a mi casa...—Sus labios temblaban. — No quiero volver ahí...
Atem no comprendió el por qué, pero solo asintió. El único lugar seguro era su casa. No sabía si Yugi había vuelto, si lo había hecho, estaría preocupado y despierto.
Lo primero era llevar a Anzu a su casa para limpiar sus rodillas heridas, así que emprendió su marcha, pero antes, se detuvo.
— Sígannos si es que tienen el valor de hacerlo, porque no vivirán para contarlo. — Pronunció en voz alta.
Anzu no entendió, así que el fararón se volteó encarando a los tres tipos, que irradiaban miedo ante la mirada tenebrosa de Atem.
— ¡Lo-Lo sentimos mucho! — Salieron corriendo.
Atem suavizó su mirada y siguió su camino en los lugares donde más hubiese luz para advertir o notar la presencia de alguien o si había algún peligro, pero todo estuvo en orden. Finalmente llegó a su casa.
Abrió la puerta de la tienda y vio que en el teléfono había un mensaje gravado. Después lo escucharía, después de acomodar a su amiga. La depositó con cuidado en el sofá y fue a uno de los cajones de la cocina. Sacó una barra de chocolate y luego prendió la estufa para hervir el agua y darle algo para beber a Anzu. Volvió y le entregó el dulce a la castaña.
— Lo dulce te calma en una situación así. — Explicó.
Anzu sonrió un poco sintiendo sus mejillas calientes.
— Vuelvo enseguida.
Abandonó el living y fue a la habitación de su hermano, que para su sorpresa, estaba vacía. Bajó las escaleras nuevamente y fue a la tienda. Activó el aparato para dejar escuchar el mensaje de voz.
— Atem... Soy yo. Hoy no vendré a casa, estaré con Jonouchi-kun y Honda-kun. No te preocupes.
¿Cómo no preocuparse? Ese tono de voz tan cortante destilaba nerviosismo y miedo. Pensaría en eso luego, necesitaba curar a Anzu. Subió nuevamente las escaleras y sacó la botella de alcohol, la bolsa de algodón y los parches que le sobraron de su herida, que había mejorado muy rápido.
— ¿Cómo te sientes? — Preguntó al entrar a la sala de estar. Anzu sonrió con sinceridad.
— Mucho mejor. — Miró hacia todos lados. — ¿Dónde está Yugi? Creí que cuando llegáramos nos estuviera reprendiendo.
— Eso también creí... Pero me envió un mensaje diciendo que se quedaría en la casa de Jonouchi con Honda.
—...
Atem se arrodilló en frente de ella para quedar a la altura de sus rodillas y comenzó desinfectar la herida con alcohol. Anzu gimió de dolor.
— Lo siento. — Se detuvo.
— No, está bien. — Sonrió. — A ti también... Debió haberte dolido mucho. — Atem la miró a los ojos.
—... Me duele más verte a ti de esa manera. — Apartó sus ojos de ella continuando con su trabajo, sin percatarse que Anzu se había ruborizado por sus palabras. —... ¿Vas a decirme...? ¿Lo que pasó...? ¿Allá?
Anzu sintió un nudo en la garganta.
—... Estaba... Despierta, escribiendo en mi...— Se detuvo. ¿Cómo diría que estuvo escribiendo en su diario de él? ¡Qué vergüenza! — Escribiendo mi tarea...— Se mordió el labio, los escalofríos de ese momento no se habían ido. — Escuché un grito... De alguien... Era un chica de eso estoy segura... Al principio creí que estaba imaginando cosas porque siempre me asusto con facilidad cuando estoy sola...
Atem anotó ese punto. Anzu siempre se mostró valiente a cualquier situación, a excepción de su soledad... Como él.
—... Y... Luego escuché el llanto de esa misma chica al mismo tiempo de oír esos idiotas hablar de ella que la habían golpeado dejándola sangrando...— Se abrazó a si misma. — Notaron que los había escuchado... Así que escapé, lanzándome por la ventana...
— ¿Hiciste qué? — Se detuvo para mirarla. Ahora entendía por qué estaba tan lastimada. — ¿En qué piso vives?
— En el segundo.
— Anzu...— Frunció el ceño. — No vuelvas a hacer eso, pudiste haberte matado.
—... Pero no me pasó nada...— Apartó sus ojos de él. — Solo caí mal...
— Aun así, ellos pudieron...-
— Pero no lo hicieron. —Le interrumpió. — Porque estuviste ahí. — Tomó su mano. — Siempre estás ahí cuando te necesito.
Atem dejó de fruncir el ceño al oír esas palabras. Inconscientemente entrelazó sus dedos con los de ella, sorprendiéndola.
— Pero tengo miedo de no poder protegerte siempre.
Anzu abrió los ojos por la sorpresa. Esas palabras... Tan llenas de significado, llenándola de esperanza, de que él quizá... Sintiera lo mismo por ella.
Atem se reprendió mentalmente por decirle eso, quizá arruinaría su amistad esa frase, pero no se arrepentía, él era sincero. Tenía miedo de que algo pudiera pasar con ella mientras él no estuviese cerca. De verdad le aterraba, también el futuro, de lo que podría venir ahora que se había quedado...
Anzu se paralizó al ver el rostro del ojivioleta acercarse lentamente hacia ella. Siempre soñó con un momento como ese, en una clase de situación como esa, pero nunca creyó que los nervios y la vergüenza fueran tan fuertes. Sin poder seguir sosteniendo contacto visual con el chico, cerró los ojos esperando que Atem acabara la distancia, ella era incapaz de moverse. Sus labios comenzaron a temblar al sentir el suave aliento del faraón a tan solo milímetros de distancia.
El momento se rompió al escuchar hervir el agua. Atem se separó bruscamente de ella, estaba sorprendido y molesto con él mismo. Se había dejado llevar por el momento y por su corazón. Siempre estuvo de acuerdo a que debía seguir a su corazón, pero nunca creyó que lo llevara a tal momento con tal persona. Se levantó y apagó la estufa. Necesitaba volver para terminar de curar a Anzu, pero se sentía incapaz. Respiraba agitado, nunca se había complicado tanto en una situación, ni siquiera cuando tuvo que salvar al mundo... Nada era comparado con lo que sentía en esos momentos. Cerró los ojos tratando de calmarse y regularizar los latidos energéticos de su corazón. Estuvo un largo rato allí, paralizado, apoyándose con las manos en el mueble.
—... ¿Atem?
Sintió su garganta seca. No tenía suficiente fuerza para contestarle.
—... Ya terminé de ponerme los parches... Me siento mejor... ¿Tienes ropa que me prestes? Ya no tengo de repuesto así que...
— Claro, espera un momento. —Le interrumpió y se acercó a ella rápidamente para cargarla escaleras arriba, sin mirarla. El recuerdo de su cercanía se repetía una y otra vez en su mente. Estaba volviéndose loco.
Abrió la puerta y la sentó en su cama. Salió de la habitación para dejarla vestirse, fue a la habitación donde estaba la ropa limpia planchada. Agarró una camisa blanca junto con unos pantalones grises. Se los colocó en la habitación de su hermano y antes de entrar a la suya propia, se detuvo.
—... ¿Anzu? ¿Terminaste?
— Sí.
Atem abrió la puerta y se arrepintió de haberlo hecho. Anzu solo llevaba una camisa blanca de mangas largas de él que le cubría un poco más arriba de las rodillas. Sintió sus mejillas arder de la vergüenza y miró el suelo.
— Lamento no ponerme otra cosa. — Se recriminó, quizá Anzu había notado su mirada posada mucho tiempo en ella. — Es que... Me duelen mucho las rodillas... El solo rozarlas me duele.
Suspiró aliviado de que esa fuese la razón por la cual se había disculpado.
— Ya veo. — Aclaró su garganta. — Duerme aquí si quieres. Yo dormiré en la habitación de Yugi...-
— ¡Espera! — Se acercó forzosamente a él y lo agarró del brazo. — No me dejes sola. Aún tengo miedo... Incluso si no es mi casa... Tengo mucho miedo aun...
Lo había olvidado. Anzu temía estar sola, él también, en todos los sentidos. Pero quedarse con ella en la misma habitación no era muy buena idea...
— Anzu...-
— Sé que estoy siendo muy abusiva. Pero, por favor...— Suplicó.
Sus defensas cedieron al ver los ojos brillantes de la joven por las lágrimas que amenazaban con salir.
— No estás siendo abusiva. — Acarició su cabello. — Yo también tengo miedo de estar solo. — Anzu sonrió agradecida.
Estuvieron la mayoría de la noche charlando de cosas triviales. Atem le contó sobre el regreso de Mai, causándole una gran alegría a la castaña. En cambio, Anzu le contó que Kaiba había charlado con Yugi, no sabía de qué, pero debió ser serio porque lo había notado deprimido. Ninguno se atrevió a mencionar lo sucedido en el piso de abajo. No lo harían, lo arruinarían.
Apenas comenzó a salir el sol... Ambos se quedaron profundamente dormidos.
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Yugi, Jonouchi y Honda venían conversando animadamente de vuelta a la casa del pequeño.
— Yugi, ¿crees que Atem esté molesto porque te quedaste en la casa de Jono?
—... No lo creo. Atem es comprensivo. — Contestó este. — ¿Qué piensas, Jonouchi-kun?
—...
— ¿Jonouchi-kun?
— ¿Eh? ¿Qué?
— ¿Qué piensas?
— ¿Que pienso de qué?
—... Estás muy distraído, Jono. — Le dio un manotazo.
— ¡AH! ¡Honda, bastardo desgraciado!
— Ahorra tus adulaciones. Ya llegamos.
Yugi abrió la puerta.
— ¿Hola? ¿Atem?
— ¿Habrá salido?
— Probablemente. Nadie se queda todo el día en casa, sobre todo si son las tres de la tarde. — Bufó el castaño.
—... No lo sé. Quizá no nos escuchó y está en su habitación.
Los tres subieron las escaleras, pero Jonouchi notó unos pétalos de algodón manchados de sangre reposando en la mesa de la sala de estar. Frunció el ceño confundido. Llegaron a la habitación del hermano del pequeño y la abrieron.
Ninguno del trío se imaginó tal escena que estaba ante sus ojos. Atem estaba durmiendo plácidamente abrazando posesivamente a cierta castaña por la cintura, que estaba encima de él apoyando su cabeza en su pecho. Los tres estaban en shock.
—...
—... ¿Qué...?
—... ¿Cómo...?
—...
— ¡¿QUÉ DEMONIOS PASÓ AQUÍ?! — Gritaron los tres al unísono.
El grito logró despertar a la pareja, que al darse cuenta de la posición en la que estaban, los hizo separarse enseguida y mirar a los culpables de que hubiesen despertado. Anzu deseó que la tierra la tragara, la situación no podía ser peor, estaba segura que sus amigos estaban pensando en algo "muy diferente" a lo que en verdad había sucedido la noche anterior. Se mordió el labio con las mejillas ardiendo y bajó la mirada.
Atem estaba alarmado, pudo haber explicado la situación calmadamente, de no ser porque se había encontrado con la castaña durmiendo encima de él. No tenía una idea de lo que pudieran estar pensando, pero estaba seguro que no era nada bueno. Honda se veía paralizado por verlos así. Miró a Jonouchi que le amenazaba con la mirada una explicación. Ninguna de esas miradas se comparó con la de su hermano. Yugi irradiaba asombro, decepción y sobre todo dolor.
Atem y Anzu no pudieron encarar a sus amigos. Solo miraron el suelo.
Continuará...
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