A los viejos tiempos


Yugi suspiró mientras bajaba las escaleras, aun no se sentía del todo bien, pero lo suficiente como para levantarse. Agradecía que Anzu hubiese faltado a clases con tal de cuidarlo, pero también podía notar aquel aire de preocupación. Sí, la noche anterior Atem no había vuelto a casa, cosa que preocupó tanto a su mejor amiga como a él. ¿Acaso se había ido a quedar con Jonouchi? Pero si hubiese sido así, debió de haberle avisado... Entonces, ¿por qué?

— ¿Yugi? ¿Qué haces levantado? —Apareció la castaña en la cocina.

— Tenía sed —Contestó este señalando su vaso con agua—. Me siento mejor gracias a ti, Anzu. Gracias. — Sonrió.

Anzu le devolvió la sonrisa e iba a decir algo, pero un sonido los desconcertó, y era el sonido de la puerta de la tienda...

— Creí que tu abuelo y tu madre volverían en seis días...

— Eso también creí yo...— Pensó un poco. — ¿Crees que sea At...-?

— ¡Yugi! ¡YUGI!

Esa voz...

— ¡¿Jonouchi?!

Salieron corriendo a la tienda, al llegar sintieron que el alma se les caía a los pies. Jonouchi venía jadeando con Atem en su espalda. Este último se le veía sucio, sangrando y muy malherido.

— ¡Atem! — El menor se acercó a su amigo y a su hermano, quien respiraba dificultosamente. Debía tener fiebre o algo parecido.

—... ¿Qué pasó? — La voz de Anzu se quebró.

—... Pues...— Miró por el rabillo del ojo a su amigo inconsciente. —... No lo sé. Creí que se faltó a clases cuidando a Yugi, pero luego...— Frunció el ceño y apretó los dientes con rabia. — Escuché la conversación de unos tipos del salón, diciendo que le habían dado su merecido. Dijeron que nadie lo encontraría, así que creí que estaría en algún lugar del Instituto...— Pausó. —... y lo encontré en la bodega de donde se dejan las cosas de deportes.

—... Cuando despierte, le preguntaremos qué sucedió. — Trató de darle ánimos al rubio a la castaña que se había cubierto la boca con tal de no soltar un sollozo. — Ahora, llevémoslo a su habitación nueva.

— ¿Nueva?

Este sonrió con pesar.

— Era una sorpresa. — Susurró con tristeza.

Jonouchi solo apretó los labios para no seguir maldiciendo a los tipos que habían lastimado a su amigo.

-F-a-s-h—B-a-c-k-

"— No. — Se levantó con una mirada sombría. — Esto no ha acabado.

Trató de caminar, pero se tambaleó.

¡Oye, Atem! — Le regañó. — Estás malherido. ¡Necesitamos curarte!

¡No importan mis heridas! — Gritó molesto. Llevó su mano hacia su cuello. No había nada. — Lo pagarán caro.

¿Atem? — Entonces recordó cuando había hablado con él y este miraba aquel objeto tan preciado para él. —... ¿Acaso...?

Fue interrumpido al ver al chico desplomarse en el suelo. Este no tuvo más opción que ayudar a su amigo y llevarlo a casa de su mejor amigo."

F-l-a-s-h—B-a-c-k—E-n-d-s-

Pero... ¿Sería buena idea contárselo a Anzu? Desde que había hablado con Atem, pudo notar perfectamente que los sentimientos que tenía hacia la castaña no eran solo amistad, quizá aún no se daba cuenta... Pero no era momento para pensar en eso.

Una vez que lo dejaron en la cama, Anzu fue a llamar a un doctor por teléfono mientras que Yugi y Jonouchi miraban las heridas exteriores.

— ¿Con qué lo habrán golpeado? — Susurró el pequeño pensativo.

Ambos fijaron su vista en el rostro sucio del chico inconsciente. En eso, apareció la ojiazul.

— El doctor vendrá en unos veinte minutos, pero por ahora limpiemos sus heridas.

Ese "limpiaremos", no incluyeron mucho al par de chicos, ya que esta solo les pedía los utensilios, como alcohol y un poco de algodón para limpiar la sangre de su rostro. A medida que limpiaba la sangre del rostro del chico, podía notar unos pequeños cortes, su mejilla estaba un poco morada, quizá por un golpe. Entonces, al retirar el resto de sangre, vio una herida en la sien del chico. Ya no sangraba, pero se veía muy grave. No tuvo más opción que tragarse sus lágrimas y evitar despertarlo.

— Anzu. — Se giró para ver a Yugi. — Si... Quizá estuvo en una pelea, ¿no crees que deberíamos ver también si está herido en otro lado?

Jonouchi, a pesar de notar el ambiente pesado, trato de aligerarlo con una pequeña broma.

— Deberías quitarle la camisa... Para sanarlo.

Anzu le lanzó una mirada asesina al mismo tiempo de sentir arder sus mejillas, mientras que Yugi solo sonreía en agradecimiento que se haya aligerado la tensión.

La castaña iba a responder, pero el timbre de la casa los hizo detener el inicio de la discusión.

— Debe ser el doctor, iré por él. — Yugi se levantó y abandonó la habitación.

Jonouchi aprovechó para tener claras sus dudas, aunque estaban más que claras, solo faltaba escucharlas. Anzu notó que la mirada de su amiga se hacía más seria, concentrando su vista en Atem y luego en ella.

—... ¿Q-Qué?

— ¿Desde cuándo lo estás?

— ¿Qué cosa?

— Enamorada de Atem, claro. — Contestó este simple.

— ¡¿Quién te dijo semejante...-?!

— Por favor, Anzu. — La interrumpió en un tono irónico. — Yo soy el más despistado, pero se puede notar muy bien lo que está pasando aquí. No hay que ser genio.

— Jono...-

— Di la verdad. Atem está inconsciente, no te oirá. Y Yugi está atendiendo al doctor. Tenemos pocos segundos. Dilo. ¿Desde cuándo?

—...

— Anzu. — La llamó en tono de reproche.

—... Desde que me salvó.

— ¿Cuándo trabajaste en Burquer World? — Esta asintió. — Vaya, amor a primera vista. Más bien, a primer... ¿Primera voz? — Inclinó la cabeza. — Te habían tapado los ojos, así que...-

— Ya entendí, Jonouchi. — Le interrumpió.

—... Pues...-

— Ya estamos aquí. — Yugi entró junto con un señor de 40 años.

— Buenas tardes, señorita Masaki.

— Buenas tardes, doctor Asou. — Sonrió. — Chicos, él es un amigo de mi padre.

— Un gusto. — Saludaron el rubio y el menor de cabello tricolor.

— Si no les molesta, les pediré que me dejen unos momentos a solas con el paciente.

Los tres asintieron y dejaron la habitación.

— ¿Crees que tenga más heridas de lo previsto?

— Es probable. Pero solo esperemos a que no sean tan graves.

Yugi no dijo nada, no tenía ganas de todos modos. Antes de ir por el doctor, escuchó un poco de la conversación del rubio y la castaña, causándole un poco de dolor. No había escuchado la respuesta de Anzu, aunque lo más probable sería que fuese afirmativa. Es decir, ¡¿quién no lo notaría?! Quizás Atem, porque nunca tuvo experiencia en el amor ni quería tenerlo debido a que no quería hacer sufrir a la persona que amaba.

No tenía por qué celarse de su hermano, aunque fuese más fuerte, valiente y más inteligente que él, no tenía por qué, sería egoísta y cruel. No sentía esos sentimientos negativos en esos momentos, pero por su bajo estado de ánimo, llegó a creer que los tenía.

Recordó que cada vez que una de sus amigas estaba en peligro, él preferiría recibirlo. Como aquella vez que Mai y Jonouchi iban a ser atacados por el Dragón alado de Ra. Él en un acto desesperado y noble los protegió, no lo suficiente, pero no salieron heridos físicamente. También Anzu, todas las veces que ella estuvo en peligro, el salió a flote en su rescate, lo cual fue una infinidad de veces.

A pesar de que Atem era un poco sombrío, era algo que no se podía evitar. Todos eran humanos, todos deben tener aunque sea un poco de oscuridad en su corazón, incluso el mismo Yugi, teniendo esa clase de pensamientos no era nada saludable.

Cerró los ojos y sonrió. No. Jamás sentiría resentimiento por su hermano. Para él, Atem era su ídolo y su héroe. Una persona especial que ahora le tocaba vivir dos vidas hasta que esta segunda oportunidad de vivir acabara. Por más tristeza que sintiese al saber que Anzu estaba enamorada de él, en cierto modo no le extrañaba.

Eran tal para cual.

— Por cierto, Yugi. ¿Cómo has estado? Estuviste enfermo al igual que yo y Honda. ¿Crees que fueron esas hamburguesas?

— No era de esperarse. — Sonrió Anzu. — Esas cosas tienen un montón de grasa.

— Pero aun así trabajaste allá. — Bufó.

Escucharon los pasos del doctor Asou y lo vieron parado en la entrada de la cocina.

— El joven Muto estará bien si toma reposo. Por la herida en su cabeza, debe tener una contusión, pero despertará dentro de unas horas, máximo sería un día, ya que lo sedé para aliviar el dolor. Respecto a lo demás, tiene unos moretones en el torso, ya que tiene unas cuantas costillas rotas, pero el resto está bien. ¿Puedo preguntar qué sucedió?

— No lo sabemos, señor Asou. — Contestó el rubio. — Lo encontré así en la escuela. ¿A qué cree que se debieron los golpes?

— Pues... Pudo haber sido un bate o una especie de varilla resistente. Debe ser un chico fuerte. — Sonrió con amabilidad. — Ese tipo de golpes en la cabeza son graves y debería de ser internado, sin embargo es bastante resistente ese chico. Deberá tomar estas pastillas dos veces al día por una semana, ¿de acuerdo?

Los tres asintieron y el doctor se marchó. Los tres subieron a ver al faraón, que seguía dormido. Su camisa estaba vierta, dejando ver su torso vendado. En su sien derecha, había un parche donde situaba su herida. El resto eran aquellos finos cortes que solo eran dos. Los tres se sentaron el suelo y comenzaron a conversar.

— ¿Cuándo crees que despierte, Yugi?

— No lo sé, pero Atem es fuerte. — sonrió. — De seguro despertará pronto.

Ambos de sus amigos sonrieron.

— Es cierto, si logró vencer el poder de un Dios y salvar el mundo, de seguro esto no es nada.

.

.

.

—... Está comenzando a hacer un poco de frío, ¿no creen?

— Cierto, iré por unas mantas. ¿Quieren dormir aquí esta noche?

Ambos sonrieron y asintieron.

— Así veremos cuando Atem se digne a despertar. Yo te acompaño amigo.

Yugi se rio y fue por las mantas seguido de Jonouchi. Anzu se quedó allí, pensativa. Atem estaría bien, pero... ¿Quiénes? ¿Quiénes lastimaron a Atem? ¿Y por qué?

Dio un respingo al escuchar un jadeo a sus espaldas. Se giró para ver al chico removerse con un poco de desesperación. Se acercó a él o tomó su mano.

— ¡Atem! ¿Qué te sucede? — Susurró.

Este solo apretó su mano con fuerza, causándole un poco de daño. Comenzó a murmurar el nombre de todos, Yugi, el de ella, Jonouchi, Honda, Bakura, Kaiba, Mai...

Con su otra mano, la llevó a su frente.

— ¡Chicos! — Los llamó. Estos vinieron con las frazadas y mantas.

— ¿Qué pasa? ¿Atem despertó?

— No... ¡Pero está jadeando mucho y tiene fiebre! — Exclamó un poco nerviosa.

— ¡No sueltes su mano! Yugi, ve por un pañuelo. Yo traeré agua.

La castaña solo obedeció y apretó la mano del chico con fuerza y comenzó a darle alientos para calmarse. A medida que escuchaba la voz de la castaña, su respiración se regularizó y aflojó el fuerte agarre de la mano de la joven, pero no la soltó. Los chicos entraron y vieron la escena.

— ¿Se calmó?

— Así parece, pero la fiebre no ha disminuido.

Ambos chicos se miraron muy preocupados.

o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o- o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-

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Despertó por algunos ruidos, algunos gritos y unas carcajadas. Abrió pesadamente los ojos, a pesar de que la luz estaba apagada. Giró su cabeza para ver a tres chicos viendo una película de terror. Eran Jonouchi, Yugi y Anzu. El pobre del rubio casi moría del susto y el resto se había reído de él, o eso concluyó por las miradas divertidas de su hermano y de su castaña.

—... "Son tal para cual." — Pensó con un poco de tristeza. Trató de moverse, pero sintió como si mil cuchillos atravesaran dolorosamente su estómago. — Ugh...

Los tres se voltearon al escuchar eso.

— ¡WOAH! ¡ATEM! ¡VIEJO, ESTÁS DESPIERTO! — Se atrevió a hablar el rubio. Anzu enmudeció la película mientras que Yugi prendía la luz, haciendo causar un poco de molestia para su hermano.

— ¿Te encuentras bien? — El pequeño se acercó a su hermano, que mostraba un aire ausente, indiferente a lo sucedido.

Atem levantó una mano y se la llevó en su cuello. Entonces... Era cierto. Ya no lo tenía.

—... Estoy bien. — Su tono de voz sonó ronco, apenas audible. Notó que la ojiazul se acercaba a él.

— ¿De verdad? Estuvimos... Muy preocupados por ti.

— Anzu...— Susurró.

— ¡Sí viejo, hasta Anzu se puso a llorar como una niña...-!— Fue interrumpido por el golpe de la mencionada.

— ¡JONOUCHI! — Le gritó en tono de reproche.

— No te avergüences por eso, Anzu. — Le animó Yugi. — Apuesto que Jonouchi-kun también se hubiese desesperado, después de todo...— Miró a su hermano. — Estabas muy malherido.

—... "De nuevo... La hice llorar de nuevo". — Se maldijo mentalmente. — Lo lamento.

— ¿Por qué te disculpas? ¡Más bien, se lamentarán los imbéciles que te hicieron esto!

Entonces su mente reaccionó junto con todo. Esos chicos... Esos imbéciles se habían llevado el objeto más preciado que había valorado en su vida. En un impulso, se sentó en la cama con brusquedad, causando aún más dolor en su cuerpo. Soltó un jadeo y se llevó la mano derecha a su cabeza, debido al punzante dolor de su herida.

— Deberíamos ir por las pastillas que recetó el doctor. — Sugirió el menor.

Jonouchi no entendió por qué Yugi necesitó que lo acompañara, pero entendió al ver al pequeño lanzarle una mirada fugaz a la pareja.

Anzu maldijo a sus amigos mentalmente y no tuvo más opción que quedarse callada.

— Anzu...

—...— Levantó la vista. — ¿Qué pasa?

—... No tenía nada. — Susurró.

Anzu le miró sin entender, sin embargo Atem sabía muy bien de que hablaba. Unas frases se repetían dolorosamente en su cabeza...

-F-l-a-s-h—B-a-c-k-

"— Acepta tu fracaso... La reencarnación de tu alma es un total fracaso. ¿Qué lograrás al recuperar tu memoria? Tu corazón y mente son un total laberinto. ¿Y por qué? Simple, no quieren recordar la tragedia que TÚ causaste.

Sintió algo en su interior quebrarse.

Faraón, tu dolor y tus acciones, lo que llamas misión no son más que patrañas. Acepta tu destino y entrega tu alma para pagar tus pecados.

—... Debo desaparecer. — Susurró más para sí mismo que para su oponente en frente.

Tu existencia es solo un desperdicio.

—... Un desperdicio. — Susurró. — "Así es, mi existencia es un total desperdicio. Estuve encerrado en el rompecabezas del Milenio por esa razón... No tenía nada... Desde el principio... Absolutamente NADA. Ahora que he perdido a todos... Debo desaparecer..."

-F-l-a-s-h—B-a-c-k—E-n-d-s-

Ese recuerdo de nuevo, atormentándolo hasta el día de hoy. Sí, aquella vez que se había enfrentado a Dartz, los había perdido, a todos. No tenía expectativas de seguir viviendo... Aun así... Vivió. Pero esas palabras fueron marcadas con fuego en su alma.

— Lo siento, Anzu. — Susurró.

—... ¿Eh? ¿Por qué?

Por muchas razones. Por haberla hecho llorar, por haberla decepcionado, asustado en el pasado. Y ahora perdía aquel objeto tan valioso que ella le había dado.

Sin embargo...

— Llama a los chicos. — Pidió.

Anzu sin entender, solo asintió.

— Jonouchi, Yugi. — Ambos se voltearon a verla. — Atem quiere que vengan.

— ¿Para qué?

—... No lo sé.

Los tres subieron, pero la habitación del faraón estaba cerrada. No estaba con llave, claro. Abrieron la puerta y la cama estaba vacía, junto a la ventana abierta.

—... Atem.

.

.

.

Corría a toda velocidad a la escuela, sabía dónde estarían el idiota que le había arrebatado el cartucho.

— "Vaya, hace tiempo que no hago esta especie de juegos... A los viejos tiempos".

Continuará...

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