VII

DualOmniShoutmon miró a la chica arrodillada ante él. No era la única. La Novena Generación estaba arrodillada, mostrandóle sus respetos. Sus emblemas brillaban en sus pechos, envolviéndolos con su característica aura.

El soberano suspiró. Anímicamente se sentía destrozado. Pero era un rey, debía mantener la compostura incluso en momentos como aquel. Así que se levantó, caminando hacia los humanos. Le recordaba mucho a cuando Taiki y los demás líderes se arrodillaron ante él, poco después del Lapso Digital, jurándole su fidelidad...

—En pie, Novena Generación. Vuestros servicios son aceptados. Vuestra misión es aceptada. Este palacio será vuestra casa y vuestra base, como lo fue para vuestros predecesores. Si alguna vez necesitáis asistencia en batalla, podéis contar con nosotros.

—¿Cómo podremos contactar con vosotros? —preguntó Misti, con timidez, abrazada a Lopmon, causando ternura a los ojos de los Digimon Legendarios.

—Wisemon puede modificar vuestros Digivices para añadirle una función de llamada o contacto —murmuró el ángel de alas negras—. Soy Beelzebumon, guerrero de la diosa Ishatamon y guerrero del Xros Heart. Os prestaré mis servicios en batalla.

Hizo una reverencia en el aire. Livet sintió una calidez en su pecho, mezclada con una gran nostalgia. Tocó levemente su pecho, apretando los labios. Aquella postura no era muy cómoda para sus heridas.

—¡Majestad! —Sistermon Blanc se acercó, con timidez—. ¿Hay algún curandero? Mi compañera fue herida al protegerme en la prueba final...

DualOnmiShoutmon miró al león, que alzó su cabeza.

—Dorulumon, ¿Pucchiemon aún puede sanar heridas...? Desde que Digievolucionó no hemos tenido ninguna necesidad de curanderos, así que no estoy seguro...

—El pequeño aún puede curar. ¿Voy a llamarlo?

—Por favor.

Dorulumon se levantó, estirándose de cabeza hasta la punta de su rabo, causando la risa de Misti y de Nozomi.

Los demás Digimon presentes se acercaron a examinar a los humanos. V-mon miraba con admiración a Magnamon, viendo su reluciente armadura dorada.

RiseGreymon se había acercado a Tsuyo. Por alguna razón había sentido por unos segundos el emblema de su compañero en él. Sacudió la cabeza, con pesadez. Volvomon volaba cerca de su cabeza, manteniéndose suspendido en el aire.

—Siento un gran poder en ti muchacho. Un alma invencible en lo más profundo de tu ser. Haz honor a eso.

—Lo haré —asintió el oji-miel, con firmeza y determinación—. Como uno de los C.A de esta generación, no puedo dejarme vencer con facilidad.

—Jejeje, ese es el espíritu que me gusta...

Arrestadromon estaba con Astra. Dracomon miraba al contrario, con sus grandes ojos abiertos al máximo. Admiraba la grandeza del dragón morado.

—¡Astra, Astra! ¿Podré ser tan fuerte y grande como él?

—Jejejee, claro que sí pequeño —asintió Arrestadromon—. Tienes que entrenar mucho y comer para crecer y alcanzar tu Digievolución. Pero estoy convencido de que serás muy poderoso.

Dracomon rió con ternura ante eso, con sus mejillas levemente sonrojadas y sus grandes ojos llenos de ilusión.

Magnamon se sentó junto a Yoichi y a Liollmon. Su armadura dorada llamaba mucho la atención del pequeño Digimon, que se acercó rápido.

—Así que tú eres el otro C.A de la generación. Nunca antes había pasado algo similar... se podría decir que es casi un milagro —dijo Magnamon.

—Es posible —sonrió el peligris—. Pero pelearé por este puesto y por los que me necesiten siempre...

WarGrowlmon caminó hasta Akari. Volvía a mirar su emblema, pensativo. Salamon ya no sabía que hacer para distraerlo de esos pensamientos.

—¿Te preocupa tu emblema? Cuanto Takatomon se corrompió, yo me convertí en un monstruo de la destrucción. Ya lo soy, incluso en esta forma. Soy peligroso. Soy consciente de ello y me preocupa, pero no debo dejarme llevar por ello. Tú tampoco. Si tienes ese emblema, una razón muy importante deberás tener...

—¿Quieres decir que tendré que destruir a alguien? No es algo que me agrade mucho...

—Sólo el tiempo te lo dirá, Akarimon.

Misti estaba sentada en el regazo de WarGreymon. El Digimon acariciaba su pelo, de manera afectuosa.

—Eres muy valiente para venir aquí con los problemas que tenemos... ¿no te da miedo infectarte tú o Lopmon?

—Un poco. Pero ahora puedo ayudar. Antes no podía, escuchaba las noticias... Y-Yo soy... muy fan de Taichi-san...

De su mochila sacó el gran tomo. El Digimon miró con sorpresa el sol de la tapa, pues reconocía aquel símbolo.

—Es el emblema de Taichi... Este libro... ¿lo escribió él?

—¡Sí! Él y los otros líderes daban a veces charlas educativas sobre los Digimon. Contaban sus aventuras... era todo muy bonito. Yo aún no había nacido, pero mi mamá dice que cuando ella estaba embarazada de mí y ponía las charlas, yo pateaba en su panza cuando le oía hablar...

Yuya estaba junto a Gatchmon, quien no sabía muy bien que decirle al portador de la Alegría, ya que estaba mirando feliz mirando las flores desde la ventana.

Livet estaba aún sentada en el suelo, aguardando a que llegara el curandero. DualOmniShoutmon se sentó junto a ella, mirándola.

—Dorulumon no debe tardar mucho en llegar con Pucchiemon. ¿Cómo te sientes al ser la líder de la generación

—No sé como sentirme... yo no tengo memoria de cuando era pequeña, así que... no se si soy buena o soy mala. Si soy la indicada o no. Pero haré lo posible para cumplir mi misión.

—Taiki a veces también mostraba esa inseguridad... más cuando pasaba el tiempo. Nunca se rendía, pero dudaba. Dudaba de si sus métodos eran los correctos, de que si estaba haciendo las cosas bien al seguir a su instinto. Pero eso no lo detuvo. Cometió errores. Tú cometerás errores, pero eso no te hace menos digna.

Livet esbozó una leve sonrisa ante eso. Dorulumon regresó con un pequeño Digimon rosado en su lomo. Bajó elegante de un salto, para acercarse al soberano y a la humana.

—Shoutmon kyu. ¿Qué necesitas? ¿Te sientes enfermo?

—Yo estoy bien. Pero la nueva líder necesita que cures sus heridas. ¿Te ves capaz de hacerlo, Pucchiemon?

—¡Claro Kyu!

Se giró hacia Livet, que destapó sus feas quemaduras. El Digimon rosado colocó sus manos con cuidado, emanando una tenue y cálida luz. La peliverde cerró los ojos, con una pequeña sonrisa. Podía sentir que en su interior Karui emanaba también esa sensación de paz.

Pucchiemon también pareció sentirlo, ya que buscó con su mirada aquella calidez que no provenía de su poder de curación.

—¿Taiki-kyu?

DualOmniShoutmon abrió en grande los ojos, para bajar con tristeza su mirada. Cargó en su regazo al conejo, para acariciarle la cabeza.

—No, Pucchiemon... Taiki ya no está en este mundo... ni en ninguno. Él... está con tus papás...

El Digimon rosado miró a su rey, con lágrimas en sus grandes ojos, para sollozar en su pecho. El soberano lo aferró, dejando caer sus lágrimas también.

Beelzebumon, Knightmon y Dorulumon bajaron su cabeza por su general caído, como hicieron los otros compañeros por sus líderes.

—Livet. Quiero pedirte algo a ti y a tu generación —la voz de Shoutmon sonaba muy seria, a pesar de estar levemente entrecortada por el llanto.

—Puede pedirme lo que quiera, Shoutmon-sama.

Vio que el Digimon dejó a Pucchiemon en los brazos del ángel de plumas negras. Los siete legendarios se juntaron, dejando por unos segundos ver el aura de divinidad, de héroes, que los caracterizaba. Compartieron una mirada, para asentir.

—Quiero que descubras qué pasó con los líderes... por qué sus cuerpos jamás fueron descubiertos... Que el culpable pague por sus acciones... Y... si los encontráis.... traedlos a casa... por favor.

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